Читать книгу Textos bizarros - Pedro Montalbán-Kroebel - Страница 7

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En la casa...

HIJA: Abuela, ¡te pasas!

MADRE: No le hables así a la abuela.

HIJA: Déjame, mamá, se lo estoy diciendo a ella.

MADRE: No le hables en ese tono.

HIJA: ¡Vale!

MADRE: ¡Eres una impertinente!

ABUELA: La levanta el notario. Cuatro letras... ¡Acta!

HIJA: En esta casa ya ni siquiera se puede hablar.

ABUELA: Deja que me diga lo que quiera.

MADRE: Mamá, por favor, no te metas.

HIJA: Esta plancha no va bien. Tarda un siglo en calentar.

ABUELA: Es a mí a quien le estaba hablando. La que se ha metido en medio eres tú.

HIJA: Eso.

MADRE: Que diga lo que quiera, pero no en ese tono.

HIJA: Estoy hablando en un tono normal.

ABUELA: La pisa el boxeador... cuatro letras...

HIJA: Parece que ya se calienta.

MADRE: Sí, eso es lo malo, que no te das ni cuenta del tono que empleas.

HIJA: ¿Cómo quieres que hable?

MADRE: Vamos a dejarlo o terminaremos gritando. Como todos los días.

ABUELA: La pisa el boxeador ¡Lona!

[Una larga pausa]

ABUELA: Ha pasado un ángel.

HIJA: Abuela…

ABUELA: ¿Qué?

HIJA: Abuela, te has pasado un poco.

MADRE: Ese tono está mejor. Cuidado con la manga, se te he quedado doblada...

HIJA: Gracias. Abuela, siempre que alguien te está contando alguna enfermedad o sufrimiento, interrumpes.

ABUELA: ¿Yo?

HIJA: Sí, abuela.

ABUELA: Esta es fácil. Ley hipotecaria. LH. Si se callan, será para que yo pueda terciar.

HIJA: No se callan, abuela, respiran y tú aprovechas para hablar. Interrumpes. Te están contando lo mal que lo han pasado y tú cortas para contar tu enfermedad...

MADRE: No hace falta que planches los calcetines.

HIJA: ... que siempre es mucho peor. ¿Por qué no? A mí me gusta plancharlos.

ABUELA: Meta del fútbol... Gol. ¿Yo interrumpo?

MADRE: Sí, mamá, tú.

HIJA: Queda fatal.

MADRE: «Este invierno lo estoy pasando fatal, tengo muchos dolores de cabeza».

HIJA: «Yo lo que tengo son migrañas».

MADRE: «Me despierto todas las mañanas con un dolor aquí en el entrecejo. Como si me clavaran un cuchillo. Tengo que pasar el día atiborrándome a pastillas de Hemicraneal».

HIJA: «A mí el Hemicraneal me hace cosquillas. La migraña sí que es dolorosa. Eso no hay nada que te lo quite. Me tengo que quedar en la cama todo el día. A oscuras, claro. No te puedes imaginar lo que es eso. He probado hasta con el Tonopan. Me dijo el médico que eso es lo más fuerte que hay. Pero a mí no me hace nada».

ABUELA: ¡Muy graciosas! A quien se burla, el demonio le hurga.

MADRE: «Estoy agotada. Me he pasado toda la mañana de compras y tengo un dolor de rodilla espantoso. Debe ser la artrosis.»

ABUELA: Es que un dolor de rodillas no se puede comparar con el dolor de juanete. ¡En la vida! ¡Qué sabréis vosotras!

HIJA: Es de mala educación abuela.

ABUELA: ¡Es la verdad!

HIJA: Esta plancha va mal. Ahora no sale vapor.

MADRE: Tiene razón, mamá. Siempre haces lo mismo.

ABUELA: ¡Cállate!

MADRE: Me voy al despacho. Con vosotras hablando es imposible corregir los exámenes.

[Sale]

ABUELA: Mira cómo huye. Es una cobarde.

HIJA: Déjala abuela, tiene mucho trabajo.

ABUELA: En cuanto le plantas cara, huye. Ni gané, ni empaté, cinco letras... perdí.

HIJA: Está estresada.

ABUELA: ¿Estresada? Lo que le pasa es que le está llegando la menopausia.

HIJA: También.

ABUELA: ¿Te lo has pensado bien?

HIJA: Sí, abuela.

ABUELA: Nena, no te vayas.

HIJA: Ay abuela, no empieces otra vez.

ABUELA: ¿Dónde vas a estar mejor que en casa? Lo corean los hinchas. Dos letras.

HIJA: En la mía. En mi propia casa.

ABUELA: Pero si eres una cría. La segunda es E.

HIJA: Abuela, a mi edad tú ya tenías una hija.

ABUELA: Es distinto. Eran otros tiempos.

HIJA: Siempre era otro el tiempo. A mí lo que me importa es el ahora. Necesito salir de aquí. OE, lo que corean los hinchas. OE.

ABUELA: Gracias. ¿Te acordarás de tu abuela?

HIJA: Claro.

ABUELA: ¿Vendrás a verme?

HIJA: Sí.

ABUELA: Te olvidarás de mí.

HIJA: No seas pesada, abuela.

ABUELA: Un día te dirán que he muerto, entonces pensarás: debería haber estado más tiempo con mi abuela.

HIJA: ¡Por favor!

ABUELA: No me dejes sola con tu madre, por favor. No lo aguantaré.

HIJA: Te acostumbrarás. Alcánzame el suéter.

ABUELA: Nos destrozaremos. Afluente suizo del Rhin. ¡Ya estamos con los afluentes!

HIJA: No seas exagerada.

ABUELA: No me perdona haberla criado sin padre.

HIJA: Y tú no le perdonas que se divorciara del inútil de mi padre.

ABUELA: Es mejor un mal marido que dormir sola en una cama fría. Esta es fácil... ese, a, ele... ¡Sal! Qué soso sería todo sin ella.

HIJA: No estoy de acuerdo.

ABUELA: No tienes más que ver lo amargada que está.

HIJA: También tú dormías sola.

ABUELA: No te confundas. Yo vivía sola, pero por mi cama me he pasado a todo el que me ha caído en gracia. Un poco de diversión y luego puerta. Eso sí, comportándome con mucha discreción. Sin escándalos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

HIJA: ¡Alucino!

ABUELA: Tú te piensas que el amor libre lo habéis inventado los jóvenes.

HIJA: ¡Abuela!

ABUELA: Eso ha existido siempre.

HIJA: Ya veo, ya.

ABUELA: Es cuestión de carácter. Tu madre en cambio, no. Es una estrecha.

HIJA: Abuela, por favor.

ABUELA: Desde que se separó, nunca se ha escarranchado. Nada de nada. Por eso está tan amargada.

HIJA: Tú que sabrás.

ABUELA: Te lo digo yo.

HIJA: ¿Cómo lo sabes?

ABUELA: Hay cosas que a una madre no se le escapan. Y a una abuela tampoco. Tú has salido a mí.

HIJA: Tengo una abuela bruja.

ABUELA: No me preguntes por qué, pero te lo noto en la cara.

HIJA: Prométeme una cosa, abuela. Prométeme que no vas a martirizar a mamá.

ABUELA: No te vayas.

HIJA: Esto ya está.

ABUELA: Quédate conmigo, por favor.

HIJA: Me voy a hacer la maleta.

ABUELA: ¿Nos lo jugamos?

HIJA: El azar no puede decidir por nosotras.

ABUELA: Dale una oportunidad a tu abuela.

HIJA: Cara.

ABUELA: Si gano, te quedas hasta que me muera.

HIJA: No digas eso, abuela.

ABUELA: Entonces hasta que yo diga.

HIJA: ¡Cara! Lo siento, abuela.

[Sale]

ABUELA: Corre. Vuela. Aquí me dejas, para que me coman los gusanos. Es ley de vida. Algún día te arrepentirás del tiempo que no has pasado conmigo. ¡Eres valiente! Yo soy valiente. Aquí, dentro de casa, soy valiente. Desde aquí me como el mundo. Reto al universo. Quiero salir de esta casa. Pero no me atrevo. Me falta valor. Soy cobarde, muy cobarde. ¿Dónde vas a ir, vieja? ¿Tú crees que a tu edad puedes valerte por ti misma? ¿Serías capaz de hacerlo? Yo no la martirizo. Es ella. Ella la que intenta despedazarme. Yo lo único que hago es defenderme. Solo soy una pobre anciana indefensa. Un trasto abandonado.

[Una larga pausa]

Miradla. Lo valiente que era. Ella sola con su hija y fue capaz de enfrentarse al mundo. Ella sola, ella sola...

[Una larga pausa]

Arrancamos las páginas, así, despacio. Debemos hacer pedazos. Muy pequeños. Lentamente. Así, cortando el papel en cuadrados. Soy una vieja idiota. Un mueble aparcado en medio de la nada. ¡Quién me ha visto y quién me ve!. Lápiz. Papel. La bata. Aguantar. Fingir. Dolor. La cabeza. El juanete. Burla. Vamos levántate y sal de esta cárcel. No puedes quedarte aquí con ella. Te vas a ahogar. Te matará. Lucha por tu vida. Tienes tiempo todavía. ¿De dónde saqué el valor para enfrentarme al mundo? ¿Cómo fabricaba el arrojo para luchar sola? ¿Qué hacía cuando tenía miedo? Hija, no me hagas más daño. Deja de atormentarme. ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? No me hagas sufrir más.

[Una larga pausa]

MADRE: [Entra] Hace mucho frío en el despacho. [Pausa] No puedo trabajar. [Pausa] No me concentro. [Pausa] No me gusta estar sola. [Pausa] ¿Ha terminado ya de planchar?

ABUELA: Sí.

MADRE: Podías haberle dicho que apagara la plancha.

ABUELA: No me he dado cuenta.

MADRE: ¿Qué te ha dicho?

ABUELA: He debido quedarme dormida.

MADRE: ¿No ha dicho nada?

ABUELA: No sé, creo que ha ido a hacerse la maleta.

MADRE: Necesito concentrarme.

ABUELA: Está haciendo la maleta.

MADRE: Tengo que corregir los exámenes.

ABUELA: La maleta.

MADRE: ¡Es patético el nivel de mis alumnos!

ABUELA: ¿No te das cuenta?

MADRE: Me pregunto si la culpa será mía. No consigo que se aprendan la Ley de Faraday.

ABUELA: Siempre estás con la misma murga.

MADRE: Debería dejar las clases. ¿No crees?

ABUELA: Cuando termine de hacer la maleta, se irá.

MADRE: Estoy pensando en pedir una baja médica.

ABUELA: Me pones la cabeza como un bombo.

MADRE: Baja por depresión. Sí, eso. No aguanto más.

ABUELA: Se irá. Tal vez para siempre.

MADRE: Aquí me tienes, corrigiendo los mismos exámenes año tras año, las mismas preguntas, las mismas respuestas.

ABUELA: El mismo lamento.

MADRE: ¿Tú crees que me estoy haciendo vieja?

ABUELA: Dos viejas locas enterradas vivas en una casa, eso es lo que acabaremos siendo.

MADRE: Podríamos alquilar su habitación.

ABUELA: ¿Alquilar? ¿A quién?

MADRE: A una estudiante.

ABUELA: Me parece bien. Así tendríamos a alguien con quien respirar.

MADRE: Estoy cansada.

ABUELA: Y yo.

MADRE: Me duele aquí en el costado, como si me clavaran un puñal. Deben ser los...

ABUELA: Yo tengo la tensión disparada.

MADRE: Deben ser los...

ABUELA: Tengo como una especie de vértigo agudo desde que me he levantado.

MADRE: Mamá...

ABUELA: Cuando llegas a vieja, todo son achaques. No sé de qué puede ser.

MADRE: Yo...

ABUELA: La pastilla de la tensión me la he tomado a la hora exacta en que me tocaba.

MADRE: ... los nervios...

ABUELA: No me está haciendo efecto.

[Una larga pausa]

MADRE: ¿Has acabado?

ABUELA: Sí.

MADRE: Me duele el costado. Deben ser los nervios.

ABUELA: Voy a preparar la cena.

MADRE: Deja, ahora la hago yo.

ABUELA: No quiero cenar de cualquier manera.

MADRE: En cuanto termine con los exámenes, voy

ABUELA: ¿Qué preparo?

MADRE: Déjalo.

ABUELA: ¿Unas acelgas?

MADRE: Cualquier cosa.

ABUELA: ¡Un plato de cualquier cosa! De eso no tenemos. Hay que cenar como Dios manda.

HIJA: [Entra] Me marcho. ¡Adiós!

ABUELA: ¿Te tienes que ir ahora?

MADRE: Ahora o mañana, qué más da. Se va a marchar.

HIJA: Cuanto antes mejor.

ABUELA: Es la hora de cenar.

HIJA: No importa.

ABUELA: Desaparecerá. Se la tragará la tierra.

MADRE: Sin melodramas, por favor.

HIJA: Eso.

ABUELA: Al menos dame un beso.

HIJA: Adiós, abuela.

ABUELA: Y un abrazo fuerte.

HIJA: Y un abrazo.

ABUELA: Quien sabe si es la última vez que me ves. ¿No has pensado en eso?

MADRE: Por Dios, mamá.

ABUELA: Estoy vieja y achacosa.

MADRE: No seas tan trágica.

ABUELA: A mi edad nunca se sabe.

HIJA: No te preocupes, abuela.

ABUELA: No vendrás, no. Algún día me dirás, no, a mí no me lo dirás, algún día pensarás, mi abuela tenía razón.

HIJA: Vendré a verte.

MADRE: Gracias por la parte que me toca.

HIJA: Vendré a veros a las dos.

ABUELA: O lo que quede de mí.

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