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PRÓLOGO

La actividad física para la tercera edad es un tema relevante, incluso estratégico, tanto desde el punto de vista personal e individual como desde una visión global de la sociedad.

Así, el hecho de que una persona adulta se plantee iniciar, continuar o potenciar una actividad física, puede suponerle por una parte un cambio sustancial en su vida interior, ya que le ayudará a aumentar su equilibrio personal, mejorar su estado de ánimo y su salud, potenciar sus reflejos y proporcionarle una agilidad que podía tener estancada o mermada y, en definitiva, mejorar su calidad de vida.

Pero, por otro lado, desde el punto de vista de la vida de esta persona hacia el exterior, el hecho de que para hacer esta actividad establezca una relación con otras personas adultas y con sus monitores normal-mente más jóvenes, puede aportarle asimismo otra serie de beneficios muy significativos como conocer personas de su edad, compartir objetivos, esfuerzos, desilusiones, alegrías, molestias, opiniones..., en definitiva, establecer causas comunes con personas afines en edad o en forma de pensar. Así mismo, se amplía su círculo de amistades y relaciones, contribuyendo a romper situaciones de soledad, haciendo nuevos amigos, realmente interesantes y diferentes de los de siempre, y como consecuencia, ampliar los temas de conversación y las cosas en que pensar. Por otra parte, el contacto con los monitores, normalmente personas dedicadas al deporte y a la actividad física, saludables y llenas de vitalidad, supone una inyección de entusiasmo que ayuda a olvidar o relativizar problemas personales.

Este hecho, inconscientemente, implica una apertura de la persona hacia otras formas de afrontar la vida, de ilusionarse por cosas sencillas y asequibles y, por tanto, ayuda a ser más tolerante, más abierto y comprensivo, y sobre todo más ilusionado para intentar vivir de una manera más plena, intensa y divertida, rompiendo monotonías y rutinas domésticas, y relativizando los problemas personales e incluso familiares, lo que conlleva una mejora también en la vida interior antes enunciada.

Desde el punto de vista social, la actividad física en las personas adultas presenta una serie de ventajas de especial importancia. Así, y teniendo en cuenta valores puramente económicos, a la sociedad le in-teresa tener a la población adulta lo más saludable posible, para así disminuir los gastos sanitarios que éstos representan y, por tanto, el hecho de que practiquen deportes adaptados a su edad favorece la desviación de la atención por problemas de salud menores por los que se recurre constantemente al médico, etc., dejándolos de lado e incluso olvidándolos al tener otras actividades que hacer, en este caso deportivas, a las que dan una especial prioridad.

Pero interesa resaltar otros aspectos sociales que se escapan de los estrictamente económicos, como es el hecho de la necesidad que empieza a detectarse de reconducir progresivamente la situación de la tercera edad en la sociedad actual. Así, el papel de la tercera edad en la actualidad ha quedado desdibujado e indefinido. Valores como la experiencia y la madurez hoy en día ya no tienen cabida en la sociedad competitiva en la que nos encontramos. Las personas que llegan a la jubilación, en muchos casos, pasan a sentirse desorientadas, inútiles, carentes de perspectivas u objetivos, cayendo en mundos muy cerrados, rutinarios, particulares, individualizados y, en algunos casos, depresivos.

Teniendo en cuenta este hecho, la actividad física en la tercera edad adquiere un carácter decisivo, al poder convertirse en un elemento de reunión de intereses que contribuya a la consolidación de un colectivo cada vez más amplio, actualmente poco estructurado como tal, de manera que alrededor de un objetivo común les permita constituir un movimiento con un peso específico dentro de la sociedad como una plataforma inicial para redefinir su papel dentro de ésta.

Por otro lado, otro aspecto social que interesa destacar es la apertura de un sector de nuevas profesiones que puede aportar la realización de actividad física en la tercera edad. Hoy en día, ésta es una línea inci-piente que empieza a apuntarse con gran proyección en el futuro, pues cada vez la esperanza de vida es más alta y el planteamiento de mejorar su calidad en sus últimas etapas se va afianzando y es cada vez más persistente, y por tanto se requerirán profesionales especializados para dar respuesta a estas expectativas.

Estos profesionales de la educación física requerirán una formación permanente y un conocimiento profundo del tipo de actividades más adecuadas para la tercera edad, con especialidades para potenciar diferentes aspectos, tales como prevención, mantenimiento, rehabilitación y recreación, y con el conocimiento de aquellos aspectos significativos que permitan orientar el desarrollo de la actividad.

En vista de todos los antecedentes apuntados, es especialmente interesante que se edite el presente libro, destinado, por un lado, a motivar y orientar a la gente mayor a iniciar actividades físicas y, por otro lado, destinado a los profesionales de la formación como marco de referencia de todos los elementos relevantes a tener en cuenta (físicos, biológicos, socio-afectivos, psíquicos, etc.) y como introducción a aquellos aspectos metodológicos tanto teóricos como prácticos que pueden, sin duda, facilitar y guiar el desarrollo de esta actividad.

Así, este libro supone una aportación decisiva en el campo de la actividad física para la tercera edad, que parte de una experiencia consolidada a lo largo de los últimos años en el área de Barcelona, y que puede sin duda contribuir a reforzar esta línea, apuntada como estratégica, de potenciar el papel de la tercera edad dentro de la sociedad mejorando a la vez la calidad de vida individual.

Belén Marín Tuyà


Tercera edad

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