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CAPÍTULO I

GENERALIDADES

La ancianidad es una etapa más de la vida, para la que debemos prepararnos con objeto de vivirla de la mejor manera posible.

Nacemos, crecemos, maduramos, envejecemos. Hay que aceptar todo el proceso y adaptarse física y psicológicamente a cada una de sus etapas. En los primeros estadios de la vida, la evolución es muy rápida; los cambios que sufre un ser humano en muy pocos años, desde que nace hasta la adolescencia, son muy significativos. El individuo está en constante evolución, diariamente su cuerpo se va desarrollando, hasta convertirse en adulto. Paralelamente, hay un desarrollo a nivel psíquico e intelectual, el niño y el adolescente van madurando y aprendiendo muy rápidamente. A medida que la persona se va haciendo mayor, esta evolución es más lenta, o al menos, más latente. Alrededor de los 21 años, el crecimiento corporal se detiene, el joven deja de crecer físicamente, aunque su organismo sigue evolucionando. Podríamos decir que el crecimiento o, mejor dicho, el desarrollo es más a nivel intelectual que físico. Más adelante, llega un momento en que el organismo comienza una fase de involución y se inicia un envejecimiento. Exterior-mente, se manifiestan algunos rasgos de envejecimiento como: cabellos blancos, arrugas en las manos y en la cara, flacidez y demás signos de envejecimiento. También los órganos internos empiezan a dar señales de cansancio o de falta de atención, como, por ejemplo, dolores musculares o articulares, problemas respiratorios, o bien circulatorios. Social-mente, se considera que es alrededor de los 60-65 años, edad que coincide con la jubilación, cuando estas señales empiezan a manifestarse. A pesar de que cada organismo, cada tejido, cada aparato envejece por cuenta propia y con velocidad y ritmo distintos a otros, no se puede hablar de un punto, un instante en la vida del ser humano en que la evolución se vuelva involución. Sus causas continúan siendo un misterio, aunque se han efectuado y se siguen realizando numerosos trabajos de investigación al respecto. Dichos trabajos han demostrado que el programa de vida inscrito en nuestros genes se desarrolla de manera distinta según los individuos y está considerablemente influido por el medio en que vivimos.

“La persona mayor ha de tomar una actitud positiva en la vida y la primera de estas actitudes básicas es aprender a ser uno mismo, aprender a saber vivir consigo mismo, a conocerse tal y como uno es, con sus dimensiones reales, espaciales, temporales, corporales, espirituales.”José M. Cagigal, Oh deporte! (Anatomía de un gigante), Valladolid, editorial Miñón, pág. 194.

A lo largo de toda la vida vamos aprendiendo y madurando. La tercera edad es el momento más alto de la madurez. Las personas mayores tienen en su poder un tesoro de sabiduría y experiencia y sólo por ello merecen respeto, por lo que deben ser valoradas y no marginadas.

Son muchos los años que permiten prepararse para la vejez. A lo largo de toda la vida se tiene la posibilidad de disponerse a vivir una ancianidad sana y equilibrada y de aceptar la llegada de este momento evolutivo de una manera positiva y natural. De hecho, cada etapa de la vida supone una preparación para la siguiente. Así, el proceso evolutivo de un niño resulta positivo si supera adecuadamente cada uno de los momentos de su desarrollo, tanto a nivel físico como intelectual y afectivo. Y así como la infancia es una preparación para la adolescencia, ésta lo es para la edad adulta y esta última para la vejez. Para vivir una vejez sana, es necesario interiorizar cada una de las etapas anteriores y aprovechar las posibilidades que ofrece cada momento evolutivo. Hay que enriquecer las vivencias e intentar ser felices siempre que sea posible, buscar soluciones a los problemas que vayan surgiendo a lo largo de la vida y encontrar alternativas para cada situación. Hay que procurar seguir evolucionando siempre, tanto física como intelectualmente, sin dejarse llevar por la comodidad y la rutina, fortaleciéndose, enriqueciéndose en todo momento y a cualquier edad. Hay que sentirse vitales siempre desde el nacimiento hasta la muerte.

Cuanto más se enriquezca la vida y de cuantos más recursos se disponga para enfrentarse con las diferentes situaciones, mejor se afrontará la vejez y mejor se aceptarán los posibles problemas con los que nos podemos encontrar en esta etapa de la vida.

Me parece básico vivir siempre con ilusiones, hacer planes, tener proyectos a corto y a largo plazo. Aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida, lo que sucede a diario, para fortalecerse y enriquecerse interiormente. Llegada la vejez, es necesario no encerrarse en uno mismo y no dejarse vencer por los problemas y las preocupaciones. Aunque la sociedad nos jubile, seguimos siendo personas llenas de necesidades y motivaciones; será necesario, pues, aceptar con optimismo la nueva situación y buscar en todo momento la parte positiva de las cosas. Es importante buscar actividades gratificantes que ocupen el tiempo libre de que se dispone, que ayuden a sentirse mejor, a aceptarse a sí mismo y a los demás. Algunas de ellas deberán estar encaminadas a mejorar la agilidad y a sentir, valorar y conocer el propio cuerpo. Posiblemente a lo largo de la vida no se haya dedicado tiempo al cuidado y conocimiento del cuerpo, ha estado abandonado y olvidado y, sólo en el momento en que éste comienza a fallar, a dar signos externos de envejecimiento, nos damos cuenta de que tenemos un cuerpo al que hay que atender. Pocas veces a lo largo de la vida, nos paramos a pensar en el cuerpo, a sentirlo, a observar cómo se mueve y se desplaza, cómo reacciona ante el exterior y cómo se relaciona con su entorno. Nuestros movimientos se han visto limitados a los necesarios para la realización del quehacer diario: desplazarse para ir a trabajar, agacharse a recoger algo que se ha caído, sin fijarnos siquiera en cómo nos agachamos, etc. Muy pocas han sido las horas que se han dedicado a conocer el propio cuerpo, a sentirlo y a valorarlo.

Hay que intentar, pues, ahora, con la jubilación, dedicarle un tiempo. Hay que ayudar al cuerpo a que envejezca armónicamente y hay que darle la atención que se merece y así responderá mejor a todo el proceso de envejecimiento, el cual no causará ninguna frustración ni planteará problemas, sino que la vejez será una eta-pa más de la vida en la que podremos estar de forma natural. Hay que dar al organismo lo que necesita para mantenerse sano: una comida equilibrada y una actividad física adecuada, evitando, en lo posible, tomar medicamentos o similares.


El organismo envejece, se transforma y va perdiendo progresivamente sus facultades. En cada persona, este proceso se produce a un ritmo diferente. Hay quien, aun conservándose en óptimas condiciones físicas, pierde facultades mentales como, por ejemplo, la memoria. De todos es conocida la demencia senil, en que hay una degeneración de las capacidades mentales de la persona como puede ser: despiste, pérdida progresiva de la memoria, poca capacidad para prestar atención. A medida que pasan los años, estas alteraciones se van acentuando. Ello no significa que todas las personas mayores sufran esta alteración; también puede ocurrir lo contrario, que una persona se conserve en óptimas condiciones psíquicas y que, sin embargo, pueda tener problemas de tipo físico, como artrosis, problemas cardio-circulatorios, o bien respiratorios. Lo que sí es cierto es que frente a todas estas posibles alteraciones que puedan sufrir las personas mayores, la actividad física actúa positivamente, ya sea como prevención o bien como mantenimiento. Así pues, cada persona deberá practicar el tipo de actividad física que más le convenga y que se adapte mejor a sus necesidades, trabajando a la intensidad y al ritmo que le sea más cómodo.

Para trabajar de la forma más adecuada, es importante que cada persona conozca su cuerpo, sus posibilidades de movimiento, su capacidad de realizar un ejercicio de forma correcta sin llegar al agotamiento físico ni psíquico, que controle sus necesidades y sea consciente del tipo de actividad que le es más conveniente.

Por ejemplo, no realizará la misma actividad física una persona mayor que se haya inscrito a los cursos con la finalidad de mejorar una serie de alteraciones físicas como dolores musculares o bien articulares, que una persona cuyo objetivo sea más de tipo social, o sea, formar parte de un grupo, tener con quien hablar, hacer amigos, ya que esta persona necesitará una actividad más lúdica, basada en juegos, bailes, etc.

A continuación vamos a desarrollar, en primer lugar, todos aquellos aspectos referentes a la biología del envejecimiento, las características físicas de las personas mayores, analizando cada parte del organismo, observando cuáles son sus funciones y viendo cómo responden al envejecimiento. Veremos también la incidencia que tiene la actividad física en este proceso y las mejoras que con ella se obtienen.

El mismo tratamiento daremos a las características psíquicas como son las capacidades intelectuales, la atención, la memoria y también a los aspectos sociales y afectivos propios de las personas mayores.

BIOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO

Hay dos preguntas fundamentales en gerontología. Por un lado, ¿cómo es que los diferentes organismos tienen períodos de vida característicos? Las diferencias clásicas, como el desarrollo, la diferenciación, la senescencia, ¿tienen, en realidad, significación biológica?

Hoy en día, los estudiosos están de acuerdo en que los diferentes acontecimientos que tienen lugar durante cada intervalo de tiempo sólo pueden ser entendidos completamente en términos de lo que les precede y de lo que les sigue. El envejecimiento aparecerá como un fenómeno subordinado.

Por otro lado, el envejecimiento, ¿es un fenómeno intrínseco, inevitable? O al contrario, ¿debe considerarse como un error biológico, como una enfermedad y como tal podía tratarse?

Las investigaciones realizadas en el campo de la biogerontología experimental han demostrado que muchos protozoos, algas unicelulares, estirpes celulares malignas pueden cultivarse crónicamente y no envejecen...

En los laboratorios se han creado artificialmente condiciones óptimas de vida y se ha conseguido prolongar el tiempo de vida de algunas especies animales. El hombre mismo ha pasado de tener, a principios de siglo, una esperanza de vida de 35 años, a una de 80 en la actualidad. Y ello se debe a la mejoría de las condiciones vitales, mejor alimentación, mayor control de enfermedades, mayor control de fenómenos externos, etc.

Ahora bien, tanto en el laboratorio como en la naturaleza, inevitable-mente se producen cambios biológicos que conducirán a la muerte. Posiblemente, estos cambios se deberán atribuir al envejecimiento. Este, por lo tanto, será un fenómeno intrínseco.

Llegados a este punto estamos en condiciones de aventurar una definición del envejecimiento. Éste reflejaría la tendencia al desorden que manifestaría un ser vivo organizado como un sistema interrelacionado de substancias químicas inestables que reaccionan de forma secuencial. Esta condición física del envejecimiento situaría a la vida dentro de las leyes de la termodinámica.

En los organismos que envejecen observamos diferentes etapas: fertilización, madurez sexual, detención del crecimiento, muerte. El envejecimiento sería una continuación del. crecimiento, pero si bien el desarrollo incluye los fenómenos de diferenciación, el crecimiento y la maduración que ayudarán a la supervivencia hasta que el individuo sea un adulto reproductor competitivo, los procesos del envejecimiento conducirán a una mayor dificultad de adaptación al medio ambiente y, al fin, a la muerte.

Resumiendo, podemos afirmar que los fenómenos iniciales del desarrollo conducirán a un perfeccionamiento de la función, con lo que el individuo será cada vez más capaz, y los tardíos darán como resultado el deterioro de la función y el individuo será cada vez más incapaz.

Las manifestaciones de la expresión biológica dependerán en gran medida del entorno. Pero los cambios morfológicos y funcionales asociados al envejecimiento serán debidos fundamentalmente a los cambios químicos y, por tanto, fisiológicos determinados por la variabilidad genética.

En la práctica, es imposible diferenciar qué fenómenos son consecuencia de procesos intrínsecos (genéticos) o extrínsecos (entorno ecológico, entorno psico-social, enfermedades). Pero hemos dicho al principio que el hecho de envejecer es un fenómeno intrínseco común a todos los individuos. La pregunta clave es:

¿Por qué envejecemos?

El oxígeno inhalado a través del aparato respiratorio, en nuestro caso los pulmones, es captado por los glóbulos rojos de la sangre. A través del sistema circulatorio es transportado hacia los diferentes órganos y tejidos. Cuando la molécula de oxígeno llega al interior de la célula, penetra en el interior de un orgánulo intracelular denominado mitocondria. Las mitocondrias, mediante complejas reacciones químicas, son capaces de aprovechar el oxígeno y obtener de él energía. Como consecuencia de estas reacciones químicas, se producen unas sustancias de desecho. Esta especie de basura, a medida que se va acumulando, es tóxica para la mitocondria. Cuando haya una cantidad suficientemente grande de basura, la mitocondria será incapaz de realizar nuevas reacciones para aprovechar el oxígeno. Cuando esto ocurra a un número determinado de mitocondrias, la célula no podrá obtener más energía y morirá. Este fenómeno repetido en los diferentes tejidos del organismo vivo condicionará su envejecimiento.

La capacidad de aprovechar el oxígeno, que supone la posibilidad de la vida, es, paradójicamente, la responsable del envejecimiento celular y, por ende, del envejecimiento del individuo.

Envejecimiento por órganos:

Piel

En la piel del anciano se alternan zonas de hiperpigmentación con zonas de pérdida del color natural. Existe también una atrofia de las glándulas sudoríparas y de los folículos pilosos. Esta circunstancia conllevará una disminución en la capacidad de producir sudor, por lo que el anciano tendrá más dificultades para mantener constante la temperatura corporal cuando ésta tenga tendencia a ascender, por ejemplo, al realizar ejercicio físico.

La piel pierde también elasticidad con el paso de los años. Ello es debido a la degeneración del soporte de colágeno, a la pérdida de fibras elásticas y a la deshidratación. Una buena medida preventiva sería el uso diario de cremas hidratantes y, sobre todo, una vigilancia estricta de las horas de exposición al sol.

Las uñas se volverán más frágiles y disminuirá su velocidad de crecimiento.

El pelo perderá el pigmento natural, caerá con más facilidad y aparecerán las canas.

Esqueleto y músculo

Con la edad se observará una disminución en la velocidad de contracción muscular y una atrofia de las fibras que componen estos músculos. Habrá, pues, una pérdida de masa muscular total. Tanto la fuerza física como la capacidad de generar trabajo serán menores en los ancianos.

El envejecimiento conlleva, en mayor o menor grado, una pérdida de la mineralización ósea (osteoporosis). Si bien existe una causa intrínseca debido a la propia senescencia, la alimentación incorrecta —aporte insuficiente de calcio— y, sobre todo, la falta de ejercicio físico, acelerarán y empeorarán el proceso osteoporótico. Los huesos serán por lo tanto más frágiles y el riesgo de fractura, mucho mayor.

Los beneficios que el ejercicio físico puede suponer para el mejor control de la osteoporosis justificarían, por sí solos, el inicio de un programa de actividades físicas para toda la población. Además, el tratamiento farmacológico de la osteoporosis en el anciano es de eficacia dudosa si no va acompañado de un plan regular de actividad física.

A nivel articular, los cambios degenerativos y la falta de uso supondrán limitaciones para la movilidad. Sin un programa de ejercicio adecuado, es posible que algunas personas presenten disminución de la amplitud del movimiento articular tanto en flexión como en extensión. Ello supondrá una progresiva anquilosis de difícil resolución. La disminución de los movimientos articulares, sobre todo en rodillas y cadera, conducirá a una marcha inestable y, por lo tanto, a un mayor riesgo de caídas.

Vista

La pérdida de grasa alrededor del globo ocular hace que el ojo esté más hundido dentro de su cuenca. Disminuirá también la producción de lágrimas.

Diferentes circunstancias contribuirán a la disminución de la agudeza visual.

Por un lado habrá dificultades para una correcta acomodación y al anciano le será difícil fijar la vista en objetos muy cercanos. Es la presbicia, denominada popularmente vista cansada.

En el cristalino pueden aparecer formas de discontinuidad o cataratas que supondrán una opacidad con la consecuente disminución de la visión. Cuando las cataratas están establecidas, habrá que extraerlas quirúrgicamente.

La retina es la parte del ojo responsable de recibir la imagen captada. Está muy vascularizada e inervada. Tanto la degeneración neuronal como los fenómenos arterioescleróticos vasculares que se comentarán más adelante, la afectarán favoreciendo la esclerosis retiniana.

El órgano de la vista es, pues, uno de los que peor toleran el envejecimiento. A la hora de programar la actividad física, habrá que tener presente esta circunstancia y no obligar al anciano a actividades que requieran una buena agudeza visual. Por otro lado, y tal como se ha demostrado en grupos de ancianos invidentes, este déficit no supone, en sí mismo, una contraindicación para la realización de la actividad física.

Oído

La piel que cubre el conducto auditivo externo se atrofia y sufre una descamación. Esto favorecerá la acumulación del cerumen con lo que en el anciano serán frecuentes los tapones de cera y la hipoacusia secundaria.

También, debido a causas múltiples, hay una degeneración de los elementos que componen el oído interno. Se producirá la denominada presbiacusia: el anciano percibe ruidos molestos (acúfenos), disminuye su capacidad de discriminar los sonidos (oye pero no entiende) y hay una pérdida en la percepción de los sonidos más agudos.

Estos problemas tienen difícil solución y el uso de prótesis auditivas no siempre supone una mejoría.

Olfato y gusto

Con la edad disminuye el número de papilas gustativas y terminaciones olfatorias. El anciano tendrá el umbral para los sabores y olores aumentado. Por eso parece que el anciano se vuelve más goloso y encuentra los alimentos más sosos. Lo que ocurre es que para encontrar el mismo sabor necesita más cantidad de dulce y de sal. Esta disminución de la capacidad gustativa y olfatoria puede acarrear una mayor inapetencia y una dieta monótona y poco variada con el consiguiente riesgo de déficits nutritivos.

Aparato circulatorio

A nivel venoso, con el envejecimiento, se producirá una disminución de la circulación de retorno, debido a la menor fuerza del efecto bomba que ejercen los músculos de las piernas y a la insuficiencia de las válvulas venosas. Por tanto, aparecerán varices y edemas en los pies y tobillos que aumentarán a medida que avance el día. Para paliar en lo posible la insuficiencia venosa será preciso potenciar el efecto de los músculos de las piernas capaces de bombear la sangre en su retorno hacia el corazón. Ello se conseguirá con el ejercicio (bicicleta, caminatas, etc.) y el uso de medidas de compresión decreciente.

A nivel de las arterias, el enemigo más temible es la arteriosclerosis. El origen de la misma es multifactorial. En su génesis intervienen depósitos de lípidos como el colesterol en la pared interior de la arteria y fenómenos mecánicos e inflamatorios. La enfermedad supondrá lesiones en el endotelio vascular, adhesión de plaquetas y la formación de las placas de ateroma. Todo ello conducirá a una disminución de la luz arterial y una dificultad para el flujo sanguíneo con repercusión en el órgano irrigado por aquella arteria. Así, la arteriosclerosis tendrá repercusión en todos los órganos y sistemas del organismo, corazón, extremidades inferiores, riñon, cerebro...

En la práctica, y en relación al ejercicio físico, los ancianos podrán referir dolor en las piernas al caminar, que cede con el reposo. La arteriosclerosis coronaria supondría la aparición de dolor angioso con el esfuerzo. Estas circunstancias supondrán una limitación en la cantidad de ejercicio que el anciano puede realizar, aunque un entrenamiento progresivo y controlado puede aumentar la tolerancia al esfuerzo.

Corazón

Habrá una disminución de la contractibilidad de la musculatura cardíaca. En el anciano son frecuentes también los trastornos eléctricos cardíacos con diferentes grados de bloqueo y arritmia. Las válvulas que comunican las distintas cavidades cardíacas se pueden calcificar produciéndose estenosis o insuficiencia valvular.

Estos trastornos formarán el cuadro del denominado corazón senil. La consecuencia fundamental será una disminución en la capacidad de trabajo cardíaco. Ante esfuerzos intensos y breves, el anciano tendrá dificultades para adaptarse. Por eso, en principio, los ejercicios rápidos y violentos no estarán indicados en las personas de edad avanzada.

Se podría hacer un símil diciendo que el anciano puede ir a todas partes pero no debe correr para alcanzar el autobús.

Tubo digestivo

La caída de los dientes es un fenómeno común en los ancianos. Los consiguientes problemas masticatorios pueden favorecer que el anciano no pueda consumir determinados alimentos que le son necesarios, por lo que pueden presentarse problemas nutritivos.

El proceso de digestión puede verse dificultado en las primeras fases por la disminución en la producción de la saliva. También pueden contribuir a dificultar la digestión, tanto la disminución en la secreción de jugos ácidos gástricos como el retraso en el vaciamiento del estómago, fenómenos asociados al envejecimiento.

Si bien en el intestino delgado no se producen cambios significativos, en el colon se observa una disminución de la motilidad y una tendencia a la atonía. Esta circunstancia ocasionará cambios en el ritmo deposicional y, ocasionalmente, estreñimiento.

Hígado y páncreas

A nivel hepático, disminuirá el peso global del órgano y el número de células funcionales será menor. Estos cambios serán de especial interés para la farmacología y el metabolismo de las proteínas y los lípidos.

También disminuirá la excreción de sales biliares con consecuencias más o menos importantes de cara a la digestión, tales como una menor tolerancia del anciano a las transgresiones dietéticas.

Tanto el páncreas endocrino como el exocrino sufrirán cambios en relación al envejecimiento. Gran parte del tejido funcionante será sustituido por tejido fibroso y adiposo con consecuencias tanto para la digestión de los alimentos como en la producción de insulina.

Ríñones y vías urinarias

La cantidad de sangre que llega a los ríñones disminuye hasta en un 50 %. Disminuirá también la capacidad de filtración. Ahora bien, estos déficits son compensados, a su vez, por una disminución de la reabsorción por parte de los túbulos renales. Por lo tanto, la cantidad total de orina se mantendrá constante.

En los varones es frecuente la hipertrofia benigna de la próstata que producirá disminución de la fuerza del chorro y, en casos extremos, imposibilidad para orinar. En cambio, en las mujeres, dado que la uretra es de menor longitud, es más frecuente la incontinencia urinaria.

Pulmones

En el sistema respiratorio se producen cambios, debidos al envejecimiento, que son importantes en relación a la actividad física que el anciano puede realizar.

Disminuye la superficie alveolar. Dado que también mengua el área capilar, la superficie total destinada al intercambio de gases durante la respiración será menor.

Las vías aéreas, fundamentalmente los bronquios de pequeño tamaño, tenderán a la obstrucción.

Debido a procesos degenerativos a nivel ósteo-articular, la caja torácica se vuelve más rígida.

Todos estos cambios tendrán repercusión funcional.

Así, habrá un menor flujo de aire y una menor adaptación respiratoria al esfuerzo. El anciano, para conseguir el mismo oxígeno, tendrá que hacer un trabajo respiratorio mayor.

No será adecuado hacer ejercicios que obliguen a un importante trabajo respiratorio. Por el contrario, será decisivo insistir en una progresión gradual de la actividad física para permitir la necesaria adaptación a las necesidades de un mayor consumo de oxígeno.

Sistema nervioso

Entre los 45 y los 85 años, el peso del cerebro disminuirá en un 12 %. Ahora bien, el peso no está relacionado con la función. Si bien es acep-table una mayor lentitud de reflejos y una menor capacidad de memoria, sobre todo para los hechos recientes, otras alteraciones a nivel de las funciones superiores deberán atribuirse a un proceso patológico.

Con la edad habrá una pérdida del número de neuronas sobre todo en los lóbulos frontales y temporales. En el cerebro se observarán cambios degenerativos con la consecuente atrofia de la corteza cerebral y dilatación ventricular.

Se considera normal, debido a una involución senil, que haya menos velocidad de aprendizaje y disminución de la capacidad de evocación. También se aprecia una mayor lentitud global en las funciones sensitivo-motoras.

El anciano tendrá más dificultades en aprender series de ejercicios continuados y en llevar a cabo coordinaciones que requieran un alto nivel de atención y memoria, etc.

CARACTERÍSTICAS SOCIO-AFECTIVAS

La jubilación

Como norma social, se considera que una persona se debe jubilar una vez alcanzados los 60-65 años, según el tipo de trabajo que estaba realizando. Este momento supone un cambio fundamental para la persona: varían los puntos de referencia que tenía hasta el momento y, paralelamente, la situación laboral y económica sufre un cambio importante. Este cambio, obligado socialmente, es, a veces, difícil de superar y de aceptar. En este momento debemos estar alerta para intervenir en todos aquellos aspectos que estén a nuestro alcance con objeto de evitar crisis, depresiones, estrés y situaciones de tristeza, de soledad y, en general, de abandono.

Es importante, pues, que las personas, de cualquier nivel social, cultural y económico, sean capaces de prevenir los problemas con que se pueden encontrar llegados los 65 años y de superarlos de la mejor manera posible, aprovechando la experiencia recogida a lo largo de toda la vida e intentando sacarle el mejor provecho a las cosas positivas que el mundo nos ofrece. Hay que tener en cuenta que a partir de la jubilación se va a disponer de mucho tiempo libre y que será necesario saber ocuparlo con actividades formativas gratificantes física y psicológicamente. Ello nos obligará a seguir manteniéndonos al día de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, en nuestro entorno próximo y lejano, a asumir determinadas responsabilidades para con nosotros y para con los demás, a mantener unos hábitos higiénicos y alimentarios, y a realizar una serie de actividades que nos relacionen con los demás y con el mundo. Entre ellas, las actividades físicas desempeñan un papel sumamente importante.


Frente al vacío social que puede producir en ciertas personas la jubilación, es necesario buscar actividades gratificantes y motivantes, y que ocupen al menos una parte del día, que ayuden a la persona mayor a superar estados anímicos bajos y depresiones, a sentirse útiles y activos, y que por otra parte sirvan de punto de referencia social, que supongan un vínculo de unión entre sujetos y un medio para integrarse a un grupo social.

La reacción a la jubilación varía de un sujeto a otro, dependiendo también de sus condiciones sociales. En la adaptación de estas personas a la nueva situación, Harighurts distingue tres etapas. En una primera etapa, dominan los sentimientos de frustración y ansiedad, y pocos son los sujetos que se alegran de ella. En una segunda etapa, la persona trata de buscar ansiosamente un nuevo rol social. En una tercera etapa, tiende a producirse la estabilización en el nuevo rol encontrado.

Los factores que más influyen en este proceso son :

a) El estado de salud mental

b) La autonomía económica

c) Su integración social

d) La amplitud de intereses

Aislamiento socio-familiar

Uno de los problemas de las personas mayores es la soledad. Han perdido su núcleo social de trabajo (nexo de unión con la sociedad); en algunos casos se quedan viudos, es decir, que pierden a sus seres queridos más próximos y, generalmente, sus hijos ya no viven en casa. Es, pues, una nueva etapa de la vida en que hay que acostumbrarse también a vivir solo, una nueva época que necesita un tiempo de aceptación y de adaptación. Consideramos que la actividad física puede ayudar a superar, en parte, este déficit. Ya que por su carácter colectivo (actividades en grupo), social, relacional y de movimiento es una actividad que puede colaborar positivamente en este proceso de adaptación a esta nueva situación.

Lo grave en sí no es tanto el envejecimiento, sino sus secuelas sociales, empezando por la inactividad profesional, que desencadena a veces un proceso de regresión de las aptitudes físicas y mentales. Con la desaparición paulatina de seres queridos como parientes y amigos, la persona mayor va sintiéndose cada vez más sola y más relegada, el sentimiento de soledad y el miedo al porvenir se traducen con frecuencia en desaliento y desinterés por la vida y dejan de interesarse en temas relacionados con el cuidado personal como la higiene y la alimentación.

Resulta muy difícil superar estos momentos de cambio. Es difícil aceptar que la vida se te ha transformado y que en un breve lapso —y más producto de factores externos como la jubilación y/o la pérdida de un ser querido que por razones internas o provocadas por uno mismo...— la persona mayor se queda prácticamente sola. Todas las cosas que forman parte de la vida diaria, como reír, llorar, sentir, planificar, pasear, y que hasta este momento eran compartidas, con la desaparición del ser querido se viven en soledad. Entonces, la persona toma conciencia de lo necesario que es compartir. Es el momento, pues, de buscar recursos que puedan compensar, que permitan comunicarse, identificarse con algo o con alguien. La actividad física, por su carácter colectivo, socializador y relacional, puede ayudar a superar este problema. El lugar dedicado a realizar esta actividad física no será simplemente un lugar donde moverse, sino un espacio dedicado a la convivencia, la relación y comunicación, un sitio donde compartir y conversar. La actividad física que aquí proponemos no se limita a la realización de una serie de ejercicios y de su mecanización, sino que proponemos toda una filosofía de la vida pensada para las personas mayores basada en una práctica de actividades físicas muy amplia.

Uno de los problemas principales de la sociedad actual y especial-mente de las personas mayores es la soledad. La soledad mal llevada puede ser la causa de multitud de situaciones problemáticas y de enfermedades, entre ellas, el infarto de miocardio.

La soledad es uno de los mayores enemigos del hombre, y puede ser la causa de multitud de enfermedades y trastornos psíquicos. Sentirse solo debilita, deprime y entristece; hay, pues, que evitar que las personas mayores se sientan solas. El principal problema no es tanto el hecho de vivir solo, de estar solo, sino de sentirse solo. Una persona que realice actividad física en grupo y se sienta integrada al mismo, difícilmente se sentirá solo.

“El hombre es indudablemente un ser social. Está hecho para la relación con otros hombres. Dos antropólogos tan distintos como M. Mead y Lévi-Strauss coinciden en ciertas grandes constantes humanas en la vida de relación de unos con otros, la necesidad de compañía, de conmiseración, la capacidad de comprender, la utilidad de con-llevar, la necesidad y el deseo de comunicar, la constitución de la vida comunitaria.”

“Si bien por un lado están las ‘macro-relaciones humanas’ que son las establecidas entre las grandes comunidades (naciones, países). En otra vertiente, está el mundo inmensamente más variado e inmesurable de las ‘micro-relaciones humanas’, las de grupo a grupo, de familia a familia, de hombre a hombre, de yo a prójimo y también de hombre a grupo humano, de familia a sociedad, de generación a sociedad establecida.” J. M. Cagigal, -Oh deporte/, Valladolid, ed. Miñón, págs. 140-141.

Son, pues, este tipo de relaciones las que a nosotros —como técnicos— nos interesan, y en las que podemos incidir, proponiendo a nivel de todos los grupos sociales de personas mayores las actividades que consideremos oportunas y más idóneas para conseguir que la relación de la persona mayor con el resto de la sociedad sea favorable, consiguiendo así mejorar su calidad de vida.

El ser humano debe estar en constante relación, pues vive en una sociedad, y debe sentirse vinculado a ella, sea por los medios que sea, por las vías que sean necesarias. Cada edad, cada grupo social, forma parte de la sociedad, y está unido a ella por diferentes vínculos y razones. En el momento en que una persona envejece y entra a formar parte del grupo de personas mayores, de jubilados, se le desvincula del nexo de unión social que tenía hasta el momento. Por lo tanto, será necesario buscar y crear otros vínculos, otras situaciones que le ayuden a integrarse a un grupo social.

La actividad física nos da la posibilidad de crear este vínculo. El hecho de acudir a un centro a realizar una actividad, en este caso gimnasia, yoga, natación, tai-chi, etc., no sólo va a suponer unos beneficios de tipo físico, sino también psíquico. No sólo se acude al centro para realizar una actividad, sino también para relacionarse, hablar, comunicarse, compartir, identificarse con un grupo, hacer amistades con personas del barrio con las que se tienen vivencias parecidas o similares.

Desde muy temprana edad, el ser humano se siente integrado, se identifica con el grupo social al que pertenece, al que acude (fuera del núcleo familiar) para realizar actividades y aprender. En principio es la escuela; más adelante, la universidad, luego, el centro, la empresa de trabajo y llegada la tercera edad, el grupo de personas que ocupan su tiempo libre con objetivos similares, y con las que se crea un vínculo, no sólo a nivel físico, sino también afectivo.

La actividad física es un hecho representativo de nuestra época que llega a todas las esferas sociales; para las personas mayores, es un “medio” del que disponen para relacionarse e identificarse con otras personas de sus mismas características. Y hacer un grupo de amigos.

La actividad física que planteamos tendrá siempre un cierto componente lúdico-recreativo, y no tan sólo utilitario, o sea, con el fin de prevenir o mantener la condición física. Proponemos también una actividad basada en el movimiento, en un movimiento sentido y vivido, a través del cual se interioricen las sensaciones y se llegue a conocer cada parte del organismo, cómo se mueve y cómo responde a los diferentes estímulos, cómo se desplaza y cómo se relaciona con el exterior. Hay que sentir la respiración, aprender a relajarse. Habrá que sensibilizar a las personas mayores de los beneficios que la práctica de la actividad física les va a aportar.

La actividad física implica movimiento y toda forma de movimiento implica relación y comunicación. Nos comunicamos no sólo mediante las palabras sino también con el cuerpo, a través del cuerpo en silencio y en movimiento. Las miradas, los gestos, los movimientos de las manos, de los dedos, de los brazos, de todo el cuerpo; la forma de moverse, de desplazarse, los gestos que adoptamos, las expresiones de la cara, la forma de reaccionar corporalmente frente a situaciones diversas, todo ello es comunicación. Está claro que no sólo nos comunicamos median-te la palabra, sino que la comunicación llega mucho más lejos y es mucho más compleja. Nos comunicamos también por medio de las sensaciones. Sensaciones agradables o desagradables que percibimos y sentimos de todo lo que nos rodea, ya sean cosas o personas.

Considero que una actividad física bien planteada puede ayudar a mejorar la comunicación con los demás, la aceptación de uno mismo y del prójimo. Para conocer, sentir y aceptar a los demás, es necesario que previamente nos conozcamos, sintamos y aceptemos a nosotros mismos. La actividad física puede ayudar a enriquecer nuestra relación con el mundo que nos rodea; puede colaborar a aceptarnos a nosotros mismos y a los demás. Nos referimos siempre a una actividad física pensada y preparada para las personas mayores, teniendo en cuenta en todo momento sus necesidades, motivaciones e intereses, sus capacidades físicas y psíquicas, sus vivencias y su forma de concebir el mundo que les rodea.

Proponemos una actividad física que no sólo implique movimiento, sino que, a la vez, implique expresión.

“La expresión a través del cuerpo es el lenguaje del gesto y cada gesto es un mensaje para uno mismo y para los demás.” Carme y Maria Aymerich, L’ Expressió; Mitjà de desenvolupament. Barcelona, col.lecció Nadal, La llar del llibre. 1980. pág. 53.

El tiempo libre

Otro de los aspectos que vamos a comentar en este capítulo es el del tiempo libre, ya que, para las personas mayores, la mayor parte del tiempo de que disponen durante el día es tiempo libre.

La sociedad nos ha educado para estudiar, trabajar, realizar actividades en casa, pero poco se ha dedicado a aprender a llenar y a utilizar el tiempo libre del que se dispone con actividades gratificantes.

“No disponemos en español de una palabra para designar este fenómeno social, cualitativa y cuantitativamente nuevo, que en francés lo expresan con el vocablo “loisir”, en inglés con “leisure” y en alemán con “musse”. La “schole” griega y el “otium” latino no significaban un período de tiempo o un intervalo de tiempo disponible a cualquier efecto; más bien era una particular disposición en la que se encontraba el individuo cuando quería dedicarse a tareas intelectuales o de estudio. El trabajo utilitario determinado por el interés o necesidades de la vida se definía como “negotium”, no-ocio y en griego como “ascholia”.

Los términos de los idiomas modernos que referimos no significan exactamente tiempo libre, pues éste puede no emplearse en nada. En el Larousse se dice que “loisir” son ocupaciones o distracciones a las cuales se abandona uno espontáneamente durante el tiempo que no es absorbido por el trabajo corriente. Para Dumazedier es un conjunto dinámico y complejo de ocupaciones voluntariamente empleadas en relajarse y divertirse, o para desarrollar la participación social, los gustos, los conocimientos o aptitudes después de haberse liberado de las obligaciones profesionales, familiares, sociales y culturales; no es sólo lo que resta del trabajo, es hacer algo. En cambio, el tiempo libre puede ser el “far niente”. El ocio clásico implicaba emplearse en algo, en un deter-minado tipo de ocupaciones que aportaba un efectivo enriquecimiento de la personalidad humana.

Las actividades del tiempo libre son una compensación al trabajo que aburre, aunque si el trabajo está fundado en nuestras tendencias no será penoso y sí difícil distinguirlo de las distracciones y entretenimientos.

“Las actividades del tiempo libre están muy condicionadas por la capacidad económica, la clase social a la que se pertenece, la cultura y educación que se posee, los hábitos y la salud.”

J. Cavo y P. Sánchez Malo, Tipo de vida y envejecimiento. Empleo del tiempo libre en los ancianos, V Congreso Nacional de Gerontología, Valladolid, 1971, pág. 221.


En este gráfico, se puede observar cómo los diferentes grupos sociales o grupos de edad reparten su tiempo a lo largo del día.

El tiempo de trabajo. Es todo el espacio de tiempo que ocupan las obligaciones. Tiene un gran valor social, ya que se le considera como el más importante y, de hecho, es el que ocupa la mayor parte del día y al que se dedican todos los esfuerzos. En la infancia, los niños se pasan la mayor parte del día en el colegio, donde reciben unos aprendizajes y adquieren unos hábitos de conducta. Lo mismo sucede con los adolescentes y jóvenes que acuden al instituto y a la universidad. Su tiempo de trabajo lo dedican al estudio, a su formación y a prepararse para lo que posteriormente será su tiempo de trabajo real y a lo que se tendrán que dedicar durante toda su vida. La sociedad nos educa principalmente para llenar este tiempo de trabajo, y no tiene en cuenta los hábitos, actividades y la formación personal que se adquiere durante el tiempo de no-trabajo o tiempo libre. La forma de llenar el tiempo libre será el complemento al tiempo de trabajo. Pues son tan importantes y formativas las actividades que se realicen durante este tiempo libre, como las que se efectúan durante el tiempo de trabajo.

Este tiempo de trabajo existe durante toda la vida hasta la jubilación. ¿Qué pasa entonces con este tiempo? Cuando todo se convierte en tiempo de no-trabajo y tiempo libre, ello puede provocar múltiples consecuencias:

Se termina la fuente de relación con un grupo social muy importante, el grupo de referencia.

Se reduce el salario, y con ello, disminuye el poder económico.

Se produce una gran contradicción, ya que hay más tiempo libre para dedicar a otras actividades, pero sin embargo disminuye el poder adquisitivo. Hay que aprender a administrar la economía de nuevo.

Se crean situaciones y sensaciones de soledad.

Es fácil caer en situaciones depresivas.

Normalmente hay un rechazo de esta nueva situación.

Es importante, pues, que el tiempo de ocio esté distribuido de tal manera que llene este espacio que queda vacío con actividades gratificantes.

Hay que aprender a valorar el tiempo libre y aprovecharlo. Se requiere, para ello, una preparación previa a la jubilación. Es bueno, ya desde la infancia, crear unos hábitos de práctica de actividades gratificantes y compensatorias que llenen el tiempo libre, para, de esta manera, llegado el momento en que se dispone de todo el tiempo libre del día, ser capaces de disfrutar de él y aceptar la jubilación de forma positiva.

Una de las actividades de que se dispone para llenar este tiempo de ocio es la actividad física, ya sea realizando actividades gimnásticas de forma periódica, ya sea realizando actividades puntuales, salidas al aire libre, a la naturaleza, ya sea aprendiendo nuevos deportes, nuevas formas de movimiento.

No basta con tener horas libres para recrearse, hay que saber utilizarlas. Muchas y muy variadas son las formas de recreación y de llenar el tiempo libre de que se dispone, entre ellas: conciertos, teatro, cine, visita a museos, talleres de dibujo o pintura, actividad física, deporte, actividades al aire libre, excursiones, viajes, etc.

Considero que es una labor social y, por lo tanto, de las entidades públicas promover todas estas actividades y presentarlas a los grupos de personas mayores adaptadas a sus necesidades, intereses, posibilidades económicas, culturales y sociales, y educar a la sociedad para que participe de estas actividades, ofreciendo la posibilidad de práctica en qentros de reunión cercanos y céntricos e intentando llegar a todas las esferas sociales.

CARACTERÍSTICAS PSÍQUICAS


La involución del cerebro en el proceso del envejecimiento

Podemos estudiar el comportamiento humano desde dos puntos de vista; si bien por un lado la biología investiga a partir de un estudio neuronal del cerebro, por otro lado, la psicología nos ofrece un razonamiento basado en el comportamiento humano.

Así pues, desde el punto de vista de la biología, el cerebro es un órgano complejo, formado por más de 15.000 millones de células nerviosas específicas —las neuronas— que se comunican entre ellas para asegurar toda una serie de funciones: memoria, pensamiento abstracto, creatividad, lenguaje, noción de tiempo y espacio, coordinación de los músculos, etc.

El cuerpo percibe señales (calor, tacto, gusto, audición, etc.) que son transmitidas al cerebro en forma de estímulos específicos. Estos estímulos se transmiten de una neurona a otra para ser descifrados, integrados y tratados en zonas especiales del cerebro. A partir de estos centros, se dan órdenes que, transmitidas también por las cadenas de neuronas, permiten al hombre responder apropiadamente al entorno y a las señales que ha recibido.

El hombre está dotado, desde el momento de su nacimiento, de un número limitado de neuronas que no tienen la facultad de dividirse. Cuando una neurona muere no puede ser reemplazada por otra y cuando un grupo de neuronas va desapareciendo, la función que cumplían ya no se puede realizar.

Las neuronas se comunican entre sí por medio de mensajeros químicos llamados neurotransmisores. Esta comunicación depende del buen funcionamiento neuronal y de la síntesis y disponibilidad de los neurotransmisores.

Es el cerebro el que permite aprender. Desde que nace, y a medida que crece, el niño aprende a sujetar la cabeza, andar, coger los objetos, utilizar y comprender las palabras, almacenar información en su memo-ria, conocer el tiempo y el espacio, adquirir los comportamientos sociales y comprender el significado de los símbolos. Ya adulto, utilizará estas fuentes de información para desarrollar su vida cotidiana y profesional.

Para que el cerebro funcione bien, no sólo hacen falta las células nerviosas y un buen estado de los neurotransmisores. También es necesario que esté bien irrigado por la sangre, que utilice bien el oxígeno y la glucosa aportados por la sangre y que disponga de las enzimas (que son proteínas) necesarias para las reacciones bioquímicas que van a permitir la transmisión de la información de una neurona a otra.

¿Qué pasa con la edad? Se presentan simultáneamente una serie de alteraciones, que se desarrollan de manera progresiva.

-La cantidad de sangre que irriga el cerebro disminuye.

-El consumo de glucosa y de oxígeno por las neuronas se reduce en un 10 %.

-En las neuronas aparecen corpúsculos de lipofusina, o bien “pigmentos de la senilidad”.

-El número de neuronas disminuye : de un 25 a un 45 % a nivel de la corteza cerebral.

-Aparecen modificaciones estructurales a nivel de las neuronas y sus conexiones.

-Los neurotransmisores disminuyen.

Sin embargo, conocemos personas de edad avanzada alertas e inteligentes que conservan todas las facultades mentales, mientras que otras personas de edades mas jóvenes sufren procesos degenerativos.

De hecho, el envejecimiento no ha desvelado todos sus secretos. Es difícil distinguir lo que es normal (envejecimiento fisiológico) de lo que es anormal (envejecimiento patológico), pues en los dos casos se encuentran las mismas anomalías. Cuanto más intensas y numerosas sean las anomalías el envejecimiento será más patológico, hecho que encontramos en las enfermedades de tipo neuronal.

Mientras que desde el punto de vista de la psicología, existe la cuestión de la localización de las funciones psicológicas en el cerebro. Algunas funciones tienen poca o ninguna localización; otras presentan alguna especifidad; pero, con excepción de las funciones primarias motoras y sensoriales, la localización no es muy precisa. Siendo tan difícil de situar o mejor dicho de conocer exactamente el proceso por el cual tienen lugar estos fenómenos, se hace necesario desarrollar el concepto de éstos.

Atención: Es la selección activa de determinados estímulos y aspectos de la experiencia, con la consecuente inhibición de todos los restantes.

Adaptación: En general, un proceso adaptativo es el proceso adecuado para mantener las funciones vitales de un organismo en una función dada. Sin embargo, cuando se habla de la percepción y las sensaciones, el término adaptación suele referirse a una cierta reducción de la sensibilidad como consecuencia de la constancia del estímulo.

Memoria: Retención de habilidades adquiridas o de información.

Percepción: Proceso de tomar conciencia de los objetos y relaciones existentes en el mundo que nos circunda, en la medida en que su captación depende de procesos sensoriales.

Así pues, cuando hablamos de características psíquicas nos referimos a todos aquellos aspectos relacionados con el desarrollo de la mente. La mente individual es algo privado y personal, independiente por completo de todas las mentes restantes, y por lo tanto, con todas sus características particulares que la identifican, con sus vivencias y su propio desarrollo.

Los aspectos que integran estas características, los definimos en tér-minos como: atención, memoria, asociación, sentimientos, emociones, percepción, creatividad y capacidad de adaptación. Algunas de estas funciones mentales son más sencillas que otras. Pero todas ellas están condicionadas por:

• Cuestiones genéticas o hereditarias

• Ambientales, culturales o sociales

• De vivencias, hábitos y costumbres

• De hábitos lingüísticos

• De carácter y personalidad

• De aceptación a la nueva situación

Si bien estos aspectos repercuten directa o indirectamente en el buen funcionamiento de las capacidades intelectuales, es difícil, sin embargo, conocer el grado de influencia de cada uno de estos condicionantes y en qué medida las posibles alteraciones son producto de una u otra causa, y en qué grado pueden afectar a lo largo del envejecimiento. Lo que sí es cierto es que cuanto mayor sea la calidad de vida del anciano, mejores serán sus hábitos en cuanto a alimentación, higiene, cuidado del cuerpo, cuantos más recursos culturales y sociales disponga esta persona mayor, mejor será la capacidad de prevenir posibles alteraciones.

No podemos ni debemos establecer una edad como punto límite en que las capacidades intelectuales comienzan a declinar; es cierto que existe un proceso involutivo en el desarrollo tanto de las capacidades físicas como psíquicas, pero también lo es que cada persona tiene su propia evolución e involución. No podemos generalizar ni determinar una edad como punto de la involución, pero sí podemos y debemos estar alerta para prevenir las posibles alteraciones que puedan suceder, intentando retrasar al máximo los problemas que puedan surgir a este nivel, como por ejemplo: la demencia senil típica de la vejez, en donde hay una progresiva pérdida de la memoria, una dificultad en mantener la atención, una pérdida del lenguaje, o mejor dicho, una pérdida de las capacidades intelectuales. Hay que tener presente también que existen una serie de enfermedades neuronales (como por ejemplo la enfermedad de Alzheimer) que afectan directamente al cerebro y que no se pueden detener ni con una medicación adecuada ni con una actividad física adaptada; en este caso, se desconocen los efectos positivos o negativos que pueda tener la actividad física.

Nuestro tema de estudio serán, pues, las alteraciones típicas de la vejez, y la manera en que podemos incidir sobre ellas aplicando una actividad física adecuada.

Se trata, pues, de elaborar un programa de actividades físicas para personas mayores, que sirva para la prevención y el mantenimiento de las capacidades intelectuales; un programa en que los objetivos y contenidos reúnan los requisitos básicos para incidir en una mejora de estas cualidades.

Las actividades que vamos a proponer no se limitarán pura y simple-mente a la realización, repetición y mecanización de una serie de ejercicios como puede ser la típica tabla de gimnasia que se realizaba antiguamente; sino que las actividades, teniendo en cuenta los objetivos propuestos (prevención y mantenimiento de las características psicológicas), se realizarán mediante ejercicios y juegos que obliguen al participante a estar atento, a memorizar una serie de movimientos, a aprender unas reglas de juego, los pasos de una danza o un baile, a crear movimientos nuevos a partir de una historia, un ritmo, una música. Se trata de que en la realización de las actividades, la persona mayor tenga posibilidad de experimentar, analizar y decidir el movimiento, y que pueda encontrar soluciones motrices a las propuestas de ejercicios del profesor. Por consiguiente, no sólo será necesaria una coherencia entre objetivos y contenidos propuestos en el programa, sino también en lo que al método de trabajo se refiere, ya que si la sesión se realiza de forma totalmente directiva, dejará poco margen a estas propuestas de trabajo. Dejaremos, pues, este tema de metodología para analizarlo más adelante.

Trabajaremos la memoria mediante actividades de imitación, presentadas en forma lúdica y en series cortas de movimiento. Por ejemplo:

• Reproducir dos o más posiciones corporales, después de observarlas visualmente.

• Recordar y reproducir una serie de coordinaciones y movimientos realizados anteriormente por otros compañeros.

• Proponer juegos en los que sea necesario memorizar palabras, objetos o bien situaciones, ya sea en el espacio o en el tiempo.

Teniendo en cuenta que en las personas mayores no se trata de desarrollar la inteligencia, sino de prevenir y mantener vitales las capacidades intelectuales, e intentar disminuir la velocidad del proceso de envejecimiento neuronal, el tipo de trabajo a realizar y la forma de llevarlo a buen término no se basarán solamente en la imitación, ni tampoco en la libre realización; se trata aquí de buscar un equilibrio entre las formas de trabajo, intentando que las actividades propuestas a la persona mayor a implicarse no sólo física sino también intelectualmente; o sea, que al realizar una serie de ejercicios, esta persona deba decidir según sus posibilidades en cuanto a: número de repeticiones, espacio a utilizar y distribución del tiempo. O bien, presentar juegos colectivos que obliguen a las personas a tomar soluciones, y a aprender unas reglas de juego. Se deben buscar diferentes maneras de realizar un movimiento, de trasladarse de un lugar a otro.

Ciertamente, si el tipo de trabajo a realizar con las personas mayores lo presentamos teniendo en cuenta todos estos aspectos que acabamos de enumerar, estaremos incidiendo positivamente en todos aquellos aspectos de la vida intelectual y afectiva, como son: la capacidad de adaptación, la seguridad y confianza en uno mismo, la autoestima y la valoración de lo que uno es y puede realizar.

Tercera edad

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