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LA RANA Y EL ALACRÁN por EDUARDO MARTÍN DE POZUELO

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«El islamismo es la forma más eficaz y letal de imperialismo del siglo XXI», afirma Pilar Rahola en esta obra, y lo suscribe este periodista, que se suma a su ¡Basta! de tanta simpleza bienintencionada de los que sostienen un discurso que recuerda una fábula atribuida a Esopo. Un escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río prometiendo no hacerle ningún daño. La rana le deja subir a su espalda y a mitad de camino el escorpión le pica. «No puedo evitarlo, es mi naturaleza», dijo el arácnido cuando ella le preguntó por su acción, y la buenista rana pereció envenenada mientras el escorpión se ahogó y subió a su cielo.

Cuando se habla del Daesh, de la guerra de Siria e Irak, del avance del yihadismo que alcanza Libia, que amenaza a Túnez, que controla Afganistán, que no sabemos qué papel desempeña en Pakistán, que avanza hacia Indonesia, que domina el Sahel, que asola Nigeria o Malí, que penetra en Marruecos, que hace la guerra en Argelia, que asoma en Turquía, que arruina Yemen, que se sobrepone en Palestina, que pervive en Europa, Australia o Canadá, poniendo en peligro el buen tino de nuestras democracias sin duda mejorables, ¿cuántas veces leemos o escuchamos razonamientos que convencerían a la rana del cuento? Me refiero a ese argumentario que acaba difuminando la esencia del inmenso problema en el que estamos sumidos hasta acabar señalando al enemigo en la dirección equivocada, sin percibir la gravedad y el alcance de la violación sistemática de derechos humanos que se practica en nombre de una potentísima idea belicista y equivocada del islam.

¡Qué fastidio de debate! Cómo comprendo a Pilar Rahola cuando anuncia que esta obra nace de la fatiga. Un agotamiento que, mientras se leen las páginas que siguen, genera envidia. Bendito agotamiento el que, en lugar de postrarte en el sofá, te impulsa a poner en orden las causas de una hartura que a mí me parece que tiene sus dosis de hastío e irritación.

Hacia la segunda semana de septiembre de 2015, cuando me disponía a escribir el prólogo de este libro en el que Pilar abre la olla de la ofuscación de los intelectuales de izquierdas, cargados de unos prejuicios que les hace incapaces de comprender la trayectoria devastadora del islamofascismo —yo uso más la expresión nazislamismo—, Francia y Australia anunciaron que se disponían a bombardear a los ejércitos de Daesh.

¡Por fin!, pensamos algunos al conocer la noticia. «Antes hay que negociar, pues ha habido muchos errores de países muy poderosos», escuché entonces en un debate a puerta cerrada al que asistía, en el que un alto responsable del Govern català acababa de exponer, con profusión de datos, el temor a sufrir un ataque yihadista. El ponente había añadido que Cataluña y España estaban en grado cuatro de alerta terrorista, en una escala unificada de cinco en la que el cinco implicaría un despliegue militar para la defensa de infraestructuras críticas y lugares sensibles. Un escenario de peligro, del que, dicho sea de paso, algunos informamos con frecuencia y que Pilar desmenuzó en su descarnada obra La República islámica de España.

Aquel «antes hay que negociar» insertado en el yihadismo me inquietó. Por la mañana había estado leyendo este libro y cuando se expuso la tesis de una negociación con no se sabe quién del Daesh —en la que además se mezcló la insólita afirmación de que en los acontecimientos que nos ocupan la religión es un elemento secundario— me vinieron a la mente muchos pasajes de esta obra que me han impresionado por su lucidez y por la forma en la que están expuestos. Me refiero a ideas y convicciones —que quiero pensar que muchos demócratas antifascistas llevamos dentro— que son producto de una evolución ideológica, basada en la observación de la realidad cotidiana con la menor carga de prejuicios que nos ha sido posible. Pensamientos de esos que se llevan encima, que a veces flotan un tanto difusos, que se intuyen e irritan y que de pronto alguien es capaz de poner en orden dando como resultado una suerte de sacudida brutal que a nadie puede dejar indiferente. Y es el caso de este libro, que, en su conjunto, me parece una bofetada para mucho iluso autoizquierdista al que, si le rascas un poco, se revela como un confuso antisemita con tintes racistas camuflado con la trampa del término «sionismo» y como un antinorteamericano que considera a Estados Unidos la fuente de todos los males, aunque luego admire a Bob Dylan o a Woody Allen o se asombre con una película de los hermanos Coen o tal vez de Spielberg. Es decir, que a estas líneas siguen otras en las que se aportan con valentía argumentos que evidencian la contradicción de una vieja izquierda que no ha estado a la altura de las circunstancias, claramente desbordada por la historia. Es obvio. Muchos discreparán muy abiertamente de Pilar y de este prologuista accidental. Unos lo harán con un argumentario bien formado —me temo que de riesgo— y otros la criticarán a fondo para no admitir la contradicción ideológica en la que están sumidos. Pero es bueno que las cosas se digan como se ven y se sienten, pues con toda seguridad a los honestos consigo mismos este ¡BASTA! no les dejará indiferentes y les sumirá en la reflexión.

Dejo intencionadamente para el lector el descubrimiento de los «cinco errores» o capítulos esenciales con los que la autora ordena las razones de su desencanto con una izquierda que se presenta incapaz de interpretar el fenómeno islamonazi y que participa de una confusión que aprovecha la derecha para, a través de un populismo xenófobo, dejar al ciudadano europeo a los pies del fascismo. Creo que es así. Pero mejor que cada uno saque sus conclusiones.

Hay un par de ideas, de entre las incontables inspiradas o provocadas por ¡BASTA!, que forman un extraño cóctel que se me hace muy difícil explicar, pero de las que quiero dejar constancia. La primera se refiere al antiamericanismo del que habla Pilar. Hay una parte de ese antiamericanismo que comprendo cuando se refiere al papel de la Administración de Estados Unidos en el golpe de Estado en el Chile de Allende o en la guerra contra los rusos en Afganistán —por cierto con Rambo/Stallone apoyando a los talibanes— y otros muchos desmanes, tales como la segunda invasión de Irak, a base de mentiras, con Guantánamo de telón de fondo. En contraposición a esa justa crítica, propongo para los que solo ven el lado malo de Estados Unidos una mirada sincera hacia otra cara de ese país acudiendo a los cementerios de Normandía, en los que uno queda emocionalmente sobrecogido ante los miles y miles de tumbas de jóvenes norteamericanos muertos para liberarnos del nazismo. Un homenaje íntimo que considero obligado y que además conduce hacia análisis de gran calado personal que con frecuencia obvian los que sostienen el modelo de discurso que creo que ha conducido a Pilar a escribir el libro que tienen en sus manos.

La segunda reflexión —emocional— apunta al recuerdo de la deuda que tenemos con los españoles que liberaron París en agosto de 1944 o con los antifascistas asesinados en Auschwitz, Mauthausen o Gusen, a los que también debemos homenaje permanente. Por cierto, en el campo nazi de Gusen (Austria) todavía funciona una trituradora de piedras a la que arrojaban vivos a los presos agotados, entre los que se cuentan miles de judíos, de españoles, de catalanes, de rusos, de luchadores por la Libertad, que perecieron en un horror que conocemos gracias a las fotos que salvó el célebre superviviente comunista catalán, Francesc Boix. Si un día van a Gusen verán la trituradora de seres humanos y de piedras de cantera. Se llega a ella pasando a través de la bucólica urbanización ajardinada junto al Danubio en la que han convertido el hoy irreconocible campo de exterminio. Es fácil verla. Tiene el tamaño de una casa de tres o cuatro pisos. Mientras caminan, quizá se sorprendan al descubrir que los barracones, que un día albergaron el peor de los horrores, hoy se han transformado en bucólicas casas unifamiliares cuyos jardines se adornan con enanitos policromados. Es difícil pisar aquel lugar y que la ansiedad no aflore al tiempo que se agolpan preguntas y dudas acerca del sendero por el que transcurre un patrón de pensamiento que esta obra pone en evidencia. ¿Indiferencia intencionada de la izquierda europea? ¿Olvido en pos de la supervivencia? No lo sé, pero como la duda surge y la conciencia escuece, planteo que nunca se olvide que el nazismo contaba con su división de musulmanes.

Sé que se supone que el autor de un prólogo es un amigo que escribe para mayor gloria de una obra. Piensen lo que quieran, pero este no es el caso. Escribo lo que siento tras leer un texto que la autora me pasó por mail. Y sí que hay sintonía entre ambos en infinidad de asuntos, como seguro que hay discrepancia en otros. Es evidente que a los dos nos subleva el antisemitismo, el racismo, la xenofobia, la violación de los derechos humanos, la especial persecución a la mujer y a los homosexuales, la tortura a humanos y animales, la sinrazón, el fascismo, el nazismo, la intolerancia y la estupidez de algunos progresistas que han perdido de vista dónde se refugian los valores democráticos que dicen defender. He llegado a conclusiones muy próximas a las de Pilar y también a alguna un poco más crítica de las que ella expresa respecto al papel de la religión en la intolerancia y la barbarie fundamentalista. No me duele decirlo.

Este libro golpea y se puede salir de él noqueado. Por ejemplo, por no haber sabido valorar a tiempo la vida y la obra de Oriana Fallaci, una periodista a la que adelantarse a su tiempo le llevó al ostracismo y que advirtió, hace ya muchas décadas, que la voluntad del islamismo era conquistar Europa, a la que denominó Eurabia. Qué rabia de olvido.

Y ¿cómo ha respondido la estupenda nueva izquierda occidental ante el yihadismo? Hay una respuesta a la pregunta que no está en el viento. La encontrarán aquí y es esta: «Un reto totalitario mundializado, con fuertes recursos económicos, estructura mediática y gran capacidad de seducción y que ya suma miles de muertos no ha merecido ni una sola manifestación de la izquierda occidental, lo que obliga a pensar que si no hay yanquis malos o pérfidos israelitas, las víctimas ya no interesan».

Triste verdad. Tal vez las ranas que ayudan a cruzar ríos no quieran conocer la naturaleza del alacrán.

!Basta!

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