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PEQUEÑO PREFACIO, CON EXCUSAS

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Me dijeron que sería un acto de amor. ¿Sabes el tiempo que he tardado en decidirme? ¿Asumía o no este encargo editorial tan peculiar, tan delicado? No era un libro cualquiera ni un encargo cualquiera, y yo, que tiendo a conocer poco el miedo, reconozco haberme asustado. Los retos, esos grandes aliados míos, y sin embargo este reto me producía una zozobra extraña, un extraño recelo. ¿Miedo? ¡Y qué miedo! ¡Qué miedo, amor mío, dulce mío, qué miedo a escribir lo que no debo, lo que quizás no tendría que haber pensado, miedo a recordar lo que pensé! ¡Qué miedo a que te hagas mayor y leas este libro, y me pidas explicaciones! Quizás, miedo a que me veas de manera distinta. Miedo a la palabra escrita, con la pluma mojada en la tinta del alma, abriendo en canal esas dudas, esas preguntas que anidan en los sentimientos. Parásitos de nuestra felicidad, vampiros de la seguridad que depositamos en nuestros actos. Miedo, amor, de pensar más allá de la vida que vamos tejiendo, con la mirada arriesgándose a traspasar el lado oculto del espejo.

Te harás mayor y leerás este libro que he escrito para ti, trabajado en el interior mismo de nuestra intimidad, pero con salida al exterior. Lo leerás y lo leerán. ¿Habré sabido escribir para ti, y escribir para los demás? ¿Habré sabido poner el bisturí a los sentimientos?

Pero me dijeron que sería un acto de amor. Y justo en el corazón mismo de mis dudas, en aquel departamento estanco de la memoria donde guardamos los miedos que ya no nos decimos, que ya no tenemos, encontré un eco amigo, una señal de confianza. Hemos sido tan de verdad el uno para el otro que... ¿de qué puedo tener miedo? Somos tan verdad, amor, que... ¿qué te puedo esconder?

Así que tómalo como un beso, como la canción que nunca te escribiré porque no sé escribir canciones, como el abrazo que cada mañana nos damos sin pensar que la felicidad tiene justamente nombre de abrazo. Tómalo como el acto de amor que es. Los miedos que he tenido, los recelos que me he creado, las ilusiones, las dudas, las contradicciones, ¿qué eran sino los sentimientos traspasados, revolucionados por ese vendaval de intensas emociones que ha sido tu llegada? Hijo mío, dulce mío. Amigo. Todo forma parte del amor inmenso que te tengo. También el miedo.

De manera que, si lo crees necesario, perdóname.

Carta a mi hijo adoptado

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