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Prólogo

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MASON MCAULTY no sabía si estaba respirando. Era muy probable que sí, que la necesidad obligara a su cuerpo a que lo hiciera automáticamente, pero, durante una carrera, no tenía tiempo para recordarse a sí misma que tenía que respirar.

También era verdad que, durante una carrera, no permitía que ningún pensamiento indeseado la desconcentrara. Normalmente, su cabeza era como una corriente fría y cristalina que discurría imparable. Esa vez no era así. Debería estar pensando en el caballo que tenía debajo, no en ese hombre del pasado, o del presente, en ese hombre del que quería huir, en Danyl.

Antes de que tomara el mismo ritmo que los cascos del caballo, dominó el estremecimiento que le vibró en el pecho por lo que podía haber pasado. Dejó de pensar en eso y se centró en la línea invisible que estaba a mitad de la pista, detrás de la curva que se acercaba a toda velocidad.

Le gustaba la tensión de los muslos que la sujetaban encima de Veranchetti, solo oía un rugido interminable y la rodillas absorbían los movimientos ondulantes del caballo, estaban perfectamente sincronizados.

Eso era lo que hacía que le corriera adrenalina por las venas. No era fácil, no era algo natural como volar. Se necesitaba firmeza, músculo, dominio, comprensión e intuición para encauzar tanta potencia, para acompañarla y hacer cosas increíbles.

Podría haber estado horas montada en un caballo, años incluso, pero solo habían sido unos segundos, quizá un minuto. Sin embargo, los últimos dieciocho meses se condensaban en ese momento. Todo lo demás daba igual, y, aun así, todo importaba. Tenía que ganar esa carrera por su padre, por ella misma, por todo lo que había pasado y por todo lo que pasaría.

Implacable, dejó a un lado todos los pensamientos, dejó de pensar en el caballo que tenía delante, en los que tenía a los lados y en los muchos que tenía detrás. Miró al frente, como Veranchetti con las anteojeras, mientras entraban en la última curva. Sintió una emoción por dentro casi física, casi tangible, era cuando Veranchetti tomaba la iniciativa, como si él también se olvidase de todo hasta el último segundo.

Era cuando ella esbozaba una ligera sonrisa, cuando Veranchetti entraba en la carrera como si todo lo anterior hubiese sido una preparación para ese momento. Notaba el preciso instante cuando él sacaba a relucir ese empuje inconcebible, cuando se ponía en cabeza y sorprendía a todo el mundo menos a ella, cuando solo había un suspiro entre el éxito y el fracaso, entre el pasado y el presente, entre el presente y el futuro

Solo un instante… un suspiro.

Reclamada por el jeque

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