Читать книгу Obras morales y de costumbres (Moralia) XII. Tratados antiepicúreos. - Plutarco - Страница 8

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INTRODUCCIÓN

El presente tratado de Plutarco, que figura con el número 81 en el Catálogo de Lamprias, es una réplica al libro del epicúreo Colotes Sobre la imposibilidad de vivir según las doctrinas de los otros filósofos, perdido hoy para nosotros y desconocido por otras fuentes.

Colotes de Lámpsaco 1 se había convertido en discípulo de Epicuro durante la estancia del filósofo en esta ciudad de Asia Menor (entre 310 y 306 a. C.). Su espontáneo acto de veneración al maestro, en emocionado agradecimiento por sus enseñanzas 2 , así como los diminutivos cariñosos con que Epicuro solía llamarlo 3 , sugieren que sería aún muy joven cuando Epicuro abandonó Lámpsaco para trasladarse a Atenas y fundar allí el famoso Jardín. Suponiendo que Colotes tuviera como mucho catorce años cuando empezó a oír las lecciones de Epicuro (la misma edad con que éste comenzó sus estudios de filosofía), su fecha de nacimiento habría que situarla entre 324 y 320 a. C. Tras la partida del maestro, Colotes siguió manteniendo contacto con éste, como prueban diversos fragmentos de cartas de Epicuro 4 , y es posible que llegara incluso a dirigir la escuela de Lámpsaco, pues sabemos de un discípulo suyo, Menedemo, que lo abandonó para pasarse a los cínicos 5 .

La mayor parte de las obras de Colotes de las que conservamos noticia son polémicas 6 . Así, entre los papiros de Herculano se conservan fragmentos de Contra el «Lisis» de Platón (PHerc. 208) y Contra el «Eutidemo» de Platón (PHerc. 1032) 7 , y sabemos por Macrobio y Proclo que escribió una obra contra los mitos de Platón en la República 8 . También se le atribuye un tratado Sobre las leyes y la consideración social, del que conservamos sólo el título, transmitido por Filodemo 9 .

Pero, sin duda, la obra más conocida de Colotes fue la mencionada Sobre la imposibilidad de vivir según las doctrinas de los otros filósofos, que provocó la réplica de Plutarco, a partir de cuyas críticas puede ser reconstruida 10 . El libro se enmarca en la polémica mantenida por Colotes contra la Academia escéptica de Arcesilao, a quien alude sin nombrar por estar vivo aún, según nos dice Plutarco 11 . Puesto que Arcesilao fue elegido escolarca de la Academia entre 268 y 264 a. C., el libro de Colotes no pudo escribirse antes de la primera de esas fechas. Podemos precisar aún más, pues Colotes dedicó su libro a un rey Ptolomeo 12 , que no puede ser otro que Ptolomeo II Filadelfo, que reinó entre 282 y 246 a. C., y, como sugieren Einarson-De Lacy, es posible que Colotes escribiera el libro durante una visita a Atenas y se lo dedicara al rey con motivo de su alianza con Atenas en la guerra cremonídea, que acabó con la entrega de la ciudad a Antígono Gónatas en 262 a. C 13 .

En su libro, Colotes atacaba sucesivamente a Demócrito, Parménides, Empédocles, Sócrates, Meliso, Platón, Estilpón y dos escuelas contemporáneas cuyo nombre silencia y que Plutarco identifica con la de los cirenaicos y la Academia de Arcesilao 14 . Lo cierto, sin embargo, es que el ataque de Colotes se dirigía principalmente contra esta última escuela, y en concreto contra su doctrina de la epochḗ o suspensión del juicio, a la que Colotes contraponía la enárgeia o clara evidencia como criterio único de verdadero conocimiento 15 ; pero antes, Colotes pasaba revista a las opiniones de los mencionados filósofos, a quienes los escépticos de la Academia consideraban sus predecesores, a fin de refutarlas con el argumento de que, al desacreditar el testimonio de los sentidos, hacen imposible la relación con los objetos externos y por tanto la vida.

En suma, el libro de Colotes del que habla Plutarco es un ejemplo del típico élenchos, esto es, la refutación sistemática de las doctrinas de otros filósofos 16 , en el ámbito de una polémica dirigida contra los filósofos mencionados a propósito de la imposibilidad de conocer el mundo sensible. Tanto el título como el estilo y lenguaje utlizados por Colotes parecen también típicos en este género de escritos, a juzgar por un título similar del epicúreo Metrodoro 17 y por la dureza y el polémico doble sentido, muy cercano al de Colotes, que empleaba Metrodoro en su ataque a Diógenes de Sinope, según nos ilustra el propio Plutarco 18 . Muchas de las críticas de Colotes conservadas por Plutarco y otras fuentes son dialécticamente endebles o filosóficamente superficiales, y es un hecho que la escuela nunca le concedió el estatus de autoridad que tuvieron Epicuro, Metrodoro y otros discípulos 19 . Probablemente, sin embargo, sus obras ejercieron una influencia notable sobre los epicúreos posteriores, como indican algunas referencias en las críticas antiescépticas de Polístrato contra los académicos y de Diógenes de Enoanda contra Demócrito y Aristóteles 20 . Ésta es la razón principal que explica por qué Plutarco le dedicó tanta atención al libro de Colotes más de tres siglos después de su aparición. En efecto, la obra de Colotes parece haber tenido una influencia duradera dentro de la escuela epicúrea, de ahí que, al atacarla, Plutarco estaba criticando también las ideas de los epicúreos del siglo primero d. C. Además, el libro de Colotes habría favorecido la polémica epicúrea no sólo contra el «divino» Platón, como llama Plutarco en alguna ocasión al fundador de la Academia, sino también contra una serie de pensadores (Empédocles, Demócrito, Parménides, Sócrates) considerados autoridades por los académicos y hacia quienes el propio Plutarco mostraba un considerable interés. Puede suponerse, pues, que Plutarco no sólo se oponía a las ideas sustentadas por Colotes, sino también a los objetivos elegidos por éste para su ataque 21 .

El tratado Contra Colotes fue datado por Ziegler 22 en tomo al 98-99 d. C., basándose en que Plutarco lo dedicó a un tal Saturnino 23 , identificado ya por Bourget 24 con el romano L. Herennio Saturnino, que fue procónsul de Acaya en esos años. Por lo que sabemos, este Saturnino no era íntimo de Plutarco ni tenía ninguna relación con su escuela (aunque sí la debía de tener, por su posición e influencia, con otros poderosos personajes romanos amigos de Plutarco, como Sosio Seneción). No parece probable que Plutarco le dedicara su tratado después de dejar el cargo, pero sería posible que lo hubiera hecho antes, por haberlo conocido durante una de sus estancias en Roma, quizá la de poco después del año 90; sin embargo, la ausencia de cualquier otra alusión al tal Saturnino por parte de Plutarco, lo que sugiere una relación superficial entre ambos, unida a la sutil comparación del Queronense entre el alto cargo romano y la dignidad real de Ptolomeo II, a quien Colotes, como sabemos, había dedicado su libro, confirman la datación del tratado plutarqueo en las fechas antedichas, es decir, en plena época de madurez de Plutarco, que por entonces tendría poco más de cincuenta años 25 .

El Contra Colotes se presenta como un diálogo cuyo escenario es la escuela de Plutarco, en Queronea 26 . Pero se trata de una obra dialogada sólo en principio, pues a partir del cap. 2 (1108 B), tras sólo dos breves intervenciones de su discípulo Aristodemo, Plutarco introduce una larga exposición narrativa, sostenida por él mismo, de refutación del mencionado escrito de Colotes y de defensa de las posiciones de los filósofos criticados por éste. El escrito de Colotes debía de ser breve, pues fue leído y contestado en una sola sesión de la escuela 27 , y además dio tiempo a oír las protestas de algunos compañeros disidentes y a continuar la discusión durante el paseo que solía seguir a la clase, como veremos en el tratado siguiente, Suav. viv. Epic.

La refutación de Plutarco mezcla las explicaciones y contraargumentos filosóficos con una serie de procedimientos que van desde la ironía no siempre sutil hasta el puro insulto 28 . Según el análisis de Boulogne 29 , muchos de estos procedimientos, sobre todo en su aspecto más descamado de reproches o invectivas ad hominem (Colotes es tachado de insolente y grosero, de adulador engreído, de inculto y deshonesto), no son más que lugares comunes usuales en las controversias entre escuelas filosóficas, prácticas convencionales consagradas por una larga tradición de literatura polémica, con frecuencia simplemente panfletaria. Pero por debajo de estos artificios literarios tópicos subyace un sentimiento de rechazo hacia la persona y las ideas de Colotes que no deja de aflorar en el tratado plutarqueo. Como escribe Boulogne, «debemos guardamos de prestar a nuestro autor, cuyo temperamento no tenía nada de colérico, mayor hostilidad de la que experimentaba realmente. Sin embargo, es significativo que dirija a Colotes reproches a los que escapan Epicuro y Metrodoro. Esta diferencia de tratamiento revela quizá una antipatía más importante» (pág. 151).

La estructura del Contra Colotes y los distintos temas desarrollados a lo largo de sus capítulos pueden verse en la siguiente sinopsis 30 :

CAP . 1 (1107D-E). Dedicatoria y presentación del libro de Colotes refutado por Plutarco.

CAP . 2 (1107E-1108D). Plutarco narra cómo, tras la lectura del escrito de Colotes, se vio exhortado por sus compañeros, y especialmente por el enfadado Aristodemo, a asumir la tarea de refutar a Colotes y defender a los filósofos calumniados por éste, iniciando su exposición con una breve crítica general del epicureísmo.

CAP . 3 (1108D-F). Comienza la crítica a Colotes, primero desde un punto de vista general (por lo deshonesto de su metodología, que utiliza fragmentos inconexos y descontextualizados para deformar a su conveniencia el pensamiento de aquellos a los que ataca, y por su impericia, al no darse cuenta de que muchas de sus críticas podrían volverse contra el propio Epicuro) y luego, ya hasta el final del tratado, de forma particular. El primer filósofo atacado por Colotes es Demócrito, a pesar de que el propio Epicuro se declaraba democríteo.

CAPS . 4-9 (1108F-1111E). Colotes critica a Demócrito por afirmar que ningún objeto posee una cualidad en mayor grado que otra. Pero Demócrito, según Plutarco, no sólo no afirmó ese relativismo cualitativo, sino que lo combatió en Protágoras; además, eso mismo puede derivarse de la afirmación del propio Epicuro de que todas las impresiones sensibles son verdaderas. En efecto, la teoría epicúrea de las aisthḗseis predica la subjetividad de las percepciones sensoriales, y pone como ejemplos el vino, que puede producir tanto calor como frío, o los colores, que no son intrínsecos a los cuerpos, ejemplos ambos que se pueden encontrar en textos epicúreos: Colotes, pues, arroja piedras contra su propio tejado. El segundo reproche de Colotes a Demócrito era que su afirmación de que las cualidades de los objetos son convencionales y que en realidad no existe sino átomos y vacío, atenta contra los sentidos y destruye la propia percepción de la vida. Plutarco replica que lo criticable no es esa conclusión, que Demócrito admite pero a la que Epicuro se sustrae con su acostumbrada incoherencia, sino la propia premisa, que considera inmutables los elementos primarios e imposibilita con ello la generación de toda cualidad. Esta dificultad la habrían superado Platón, Aristóteles y Jenócrates con la doctrina de los cuatro elementos (stoicheîa), que, frente a los átomos, desprovistos de toda capacidad generativa, tienen desde el primer momento sus propias cualidades.

CAPS . 10-12 (1111F-1113E). Empédocles, con su afirmación de que no existe nacimiento ni muerte sino sólo mezcla y disgregación de elementos, habría hecho imposible la vida, según Colotes. Pero a Epicuro se le puede hacer la misma acusación, replica Plutarco, pues es imposible derivar alma y vida de la doctrina de los átomos, e incluso con mayor razón, porque Empédocles, al menos, proporcionó a sus elementos ciertas cualidades aparte de la mera impenetrabilidad y dureza de los átomos, desprovistos de toda capacidad generativa. Colotes malinterpreta los versos de Empédocles, especialmente el uso de la palabra phýsis, que Empédocles emplea, según Plutarco, con el sentido de «nacimiento», utilizándolo para negar la generación a partir de la nada, y no, como cree Colotes, para indicar simplemente la realidad empírica de un objeto, que es precisamente el uso epicúreo y que a Plutarco le parece una pura tautología.

CAP . 13 (1113E-1114F). Los «torpes sofismas» que imputa Colotes a Parménides no son rechazables, según Plutarco, pues no tuvieron consecuencias morales o religiosas vergonzosas, que sí tienen las ideas epicúreas. El monismo de Parménides, al afirmar que «el universo es uno», elimina la vida, según Colotes; pero también Epicuro obra así al desdoblar ese universo singular en dos, cuerpos (aunque Plutarco utiliza aquí con toda intención la expresión singular «infinitud de cuerpos») y vacío, y decir que el vacío no es nada. Además, esos principios epicúreos no conducen a nada, mientras que Parménides combina como elementos la luz y la oscuridad para producir el mundo. Tampoco su afirmación de que «el ser es uno» elimina la sensación, sino que distingue entre lo opinable (la sensación) y lo inteligible (el ser), como hizo Platón con su teoría de las Ideas.

CAPS . 14-16 (1114F-1116E). Respecto a Platón, cuya teoría de las Ideas critica Colotes, Plutarco reprocha en primer lugar la nula preparación filosófica del epicúreo, al decir que Aristóteles y los peripatéticos siguieron esa teoría, cuando en realidad se opusieron a ella. Por otra parte, su tratamiento del concepto platónico del ser demuestra su incapacidad de entender la metafísica de Platón, pues lo que hace éste es distinguir entre el mundo del ser, el verdadero, y el mundo del devenir, la imitación, pero no elimina la realidad.

CAPS . 17-21 (1116E-1119C). Se enfrenta Plutarco a continuación a los insultos que Colotes dirigía a Sócrates: la «vulgaridad» del episodio del oráculo de Delfos y la «charlatanería» de lo que decía, distinto de lo que hacía. A lo primero responde Plutarco con soma e ironía citando ejemplos de expresiones o hechos epicúreos verdaderamente vulgares y soeces, en su opinión, y a lo segundo, mencionando los hechos heroicos de la vida de Sócrates. A continuación, Colotes acusaba a Sócrates por su posición escéptica respecto a las sensaciones, y se burlaba de su afirmación de que ni siquiera se conocía a sí mismo. Plutarco defiende a Sócrates de lo primero recurriendo a la máxima del propio Epicuro según la cual nadie está irrefutablemente convencido de nada excepto el sabio: puesto que Colotes no fue considerado sabio (como lo fueron Epicuro y Metrodoro), ¿cómo puede decir que las sensaciones son verdaderas? En realidad, en nuestros actos nos servimos de las sensaciones ateniéndonos a las apariencias, pero no podemos confiar en ellas como totalmente ciertas e infalibles. En cuanto a lo segundo, Plutarco inserta la frase de Sócrates en el contexto de su investigación sobre la naturaleza del hombre y muestra su verdadero sentido: la pregunta crucial, qué es el hombre, no parece habérsela planteado Colotes, pero sí otros muchos, incluido el propio Epicuro, quien, sin embargo, no supo contestarla; y aunque fuera una cuestión absurda, que no lo es, ¿por qué habría de impedimos vivir?

CAPS . 22-23 (1119C-1120B). Estilpón es el siguiente objetivo de Colotes, cuya crítica se centra, según Plutarco, en la negación de la predicabilidad de los conceptos y omite sus ideas sustanciales y su irreprochable personalidad. Pero esto es un simple juego sofístico, según Plutarco, un artificio dialéctico que en absoluto suprime la realidad de las cosas ni empeora nuestra vida, como hacen en cambio los epicúreos con su prohibición de adjudicar a los dioses los antiguos epítetos que describen sus ocupaciones y dones, o con su rechazo de la categoría lingüística del significado, que pone en peligro la percepción misma de la realidad e imposibilita el pensamiento.

CAPS . 24-25 (1120B-1121E). Colotes atacaba a continuación a los filósofos de su época, pero sin citarlos por su nombre, algo que Plutarco achaca a cobardía. Plutarco conjetura que Colotes se refería primero a los cirenaicos y luego a la Academia de Arcesilao. Respecto a los cirenaicos, que rechazaban pronunciarse sobre los objetos externos y se limitaban a hacer afirmaciones sobre sus propias sensaciones, Plutarco ataca a Colotes por deformar esta doctrina utilizando de modo torticero no las palabras de la escuela, sino sus propios neologismos cómicos. Plutarco muestra a continuación cómo los cirenaicos son consecuentes con su doctrina sobre las percepciones sensoriales, que es básicamente la misma que la de los epicúreos, y en cambio éstos fluctúan al interpretarlas unas veces como verdaderas y otras como falsas o inseguras.

CAPS . 26-29 (1121E-1124C). Colotes acusaba a Arcesilao de no haber aportado nada original a la filosofía. Plutarco achaca esto a la envidia de Colotes y, recordando la acusación que hicieron a Arcesilao los sofistas de entonces en el sentido de que tomaba sus ideas de Sócrates, Platón, Parménides y Heráclito, agradece irónicamente a Colotes su reivindicación de la doctrina académica como una antigua tradición. Plutarco expone la teoría de la suspensión del juicio (epochḗ), que ha resistido bien ataques mucho más elaborados que la inepta crítica de Colotes, y muestra que la objeción epicúrea de que debemos «asentir» a la evidencia es contradictoria con su afirmación de que no necesitamos maestro (es decir, intervención de la razón) para saber que el placer es el bien, sino sólo tener sentidos y ser de carne. Los académicos no distorsionan la sensación forzando el asentimiento, simplemente eliminan las opiniones y tratan la sensación como lo que naturalmente es, como algo irracional. La acusación de que retener el asentimiento es incluso más irracional que negar lo evidente es refutada por Plutarco con ejemplos del tratamiento epicúreo de la «clara evidencia»: los epicúreos niegan el consenso de la humanidad cuando rechazan las creencias religiosas y el afecto natural de padres por hijos, niegan nuestros propios sentimientos cuando afirman que no hay término medio entre placer y dolor, y niegan la clara evidencia de que la sensación puede errar cuando llaman reales a los fantasmas de la locura y la ilusión. En realidad, es más razonable desconfiar de toda sensación que confiar en sensaciones como ésas, como deberíamos hacer si todas las sensaciones fueran igualmente verdaderas.

CAPS . 30-34 (1124D-1127E). Finalmente Plutarco, aunque sin nombrar a Arcesilao, toma una afirmación que Colotes había dirigido contra éste y la presenta como la crítica más dañina de los epicúreos. Colotes había elogiado a quienes instituyen leyes y costumbres por rescatamos de la turbación y la guerra, y añadía que cualquiera que proponga destruir todo esto nos reducirá a un salvajismo bestial. Plutarco lo niega; incluso sin nuestra leyes, las doctrinas de Parménides, Sócrates, Heráclito y Platón nos preservarían de una vida tal. En realidad, son las doctrinas epicúreas las que hacen necesarias las leyes, porque son esas mismas doctrinas las que anulan las leyes, y especialmente las creencias religiosas de la humanidad, que garantizan el orden social mediante el temor a los dioses. Plutarco entonces repasa las ideas epicúreas sobre legisladores y su exhortación a abstenerse de cargos públicos y las contrasta con la conducta de los otros filósofos (omitiendo a los cirenaicos y a Arcesilao, y añadiendo a Heráclito y a Meliso), para terminar diciendo que la disputa epicúrea no es tanto con los legisladores, a los que denigran, cuanto con la ley misma, cuya autoridad ponen en duda al enseñar que sólo debemos obedecerla si con ello evitamos eventuales castigos.

NOTA TEXTUAL



1 Sobre la figura y la obra de Colotes, aparte del trabajo pionero de W. CRÖNERT , Kolotes und Menedemos, Leipzig, 1906, deben verse fundamentalmente las págs. 26-107 de R. WESTMAN , Plutarch gegen Kolotes, Helsinki, 1955, así como los artículos de H. VON ARNIM , «Kolotes», RE XI 1 (1921), 1120-1122, D. N. SEDLEY , «Colotes», en D. J. ZEYL (ed.), Encyclopedia of Classical Philosophy, Londres, 1997, págs. 148 s., y especialmente los de M. ERLER , «Die Schule Epikurs», en H. FLASHAR (ed.). Grundriss der Geschichte der Philosophie. Die Philosophie der Antike. 4: Die hellenistische Philosophie, Basilea, 1994, págs. 235-240, y «Kolotes [2]», en Der Neue Pauly, Bd. VI (1999), cols. 671 s., y T. DORANDI , «Colotès de Lampsaque», en R. GOULET (dir.), Dictionnaire des philosophes antiques, vol. II, París, 1994, págs. 448-450, que remiten a la bibliografía esencial.

2 Cf. PLUTARCO , Col. 17 (1117B-C), y Suav. viv. Epic. 18 (1100A).

3 Col. 1 (1107D).

4 Cf. EPICURO , frags. 62-66 y 119 ARRIGHETTI .

5 Vid. CRÖNERT , op. cit., pág. 4; sobre la identidad de este Menedemo (que no debe identificarse con Menedemo de Eretria, como quería A. CONCOLINO MANCINI , «Sulle opere polemiche di Colote», Cronache Ercolanesi 6 [1976], 61-67), cf. M. GIGANTE , Cinismo e epicureismo, Nápoles, 1992, págs. 73 s., y DORANDI , op. cit., pág. 450.

6 Véase el mencionado artículo de CONCOLINO MANCINI , así como la recopilación y traducción de fragmentos a cargo de M. ISNARDI PARENTE , Epicuro. Opere, Turín, 1983, págs. 567-584.

7 Vid. M. CAPASSO , Manuale di papirologia ercolanese, Lecce, 1991, págs. 193 s.

8 MACROBIO , In Somn. Scip. I 1, 9-2, 4; PROCLO , In Plat. Remp. II 105, 23-121, 25 KROLL . ISNARDI PARENTE , op. cit., págs. 581 s., atribuye también a esta obra de Colotes dos fragmentos de DIÓGENES DE ENOANDA , frags. 5, cols. I-III, y 6, cols. I-II GRILLI .

9 FILODEMO , De adul., PHerc. 1457, col. 10, 16-17. Esta atribución, considerada insegura por B. EINARSON -PH . H. DE LACY , Plutarch’s Moralia, vol. XIV, Cambridge, Mass.-Londres, 1967, pág. 155, pero aceptada por DORANDI , op. cit., pág. 450, y ERLER , «Kolotes [2]», col. 671, fue sugerida por CRÖNERT , op. cit., pág. 130, n. 542, quien, poniendo en relación el título transmitido por el papiro con un pasaje de PLUTARCO , Col. 34 (1127D = EPICURO , frag. 61 ARRIGHETTI ), pensaba que la obra se referiría a la exhortación que hacía Epicuro a Idomeneo a no vivir esclavizado a las leyes y a las opiniones de los hombres.

10 Véanse al respecto los intentos de reconstrucción de WESTMAN , op. cit., págs. 45-86, y de EINARSON -DE LACY , op. cit., págs. 166-181.

11 Col. 24 (1120C).

12 Cf. Col. 1 (1107E).

13 EINARSON -DE LACY , op. cit., pág. 154. Se equivoca gravemente F. ALBINI , Plutarco. Non posse suaviter vivi secundum Epicurum, Génova, 1993, pág. 9, al pretender que el tratado de Colotes habría sido un encargo del propio Epicuro, que habría querido ganarse así la simpatía de Tolomeo II antes de abandonar Lámpsaco: pero esto último sucedió a lo más tardar en 306 a. C., cuando Colotes era todavía un quinceañero inexperto y faltaban aún casi cuatro décadas para que Ptolomeo II llegara al trono.

14 El orden, salvo la posición inicial de Demócrito, es cronológico: cf. EINARSON -DE LACY , op. cit., págs. 155 s. Plutarco altera algo en su crítica el orden original, tratando a Empédocles antes que a Parménides y a Platón antes que a Sócrates, y pasando por alto a Meliso (probablemente por haber defendido ya a Parménides, su maestro).

15 Cf. GIGANTE , op. cit., pág. 74.

16 Probablemente este tipo de crítica había sido ya practicada por el propio Epicuro, como sugieren E. ACOSTA MÉNDEZ -A. ANGELI , Filodemo. Testimoniame su Socrate. Nápoles, 1992, pág. 53.

17 Citado por CLEMENTE DE ALEJANDRÍA , Strom. II 131, 1 (= METRODORO , frag. 5 KÖRTE ): Sobre la gran importancia que para la felicidad tiene la causa que depende de nosotros más que de las causas externas.

18 Cf. Col. 32 (1127B-C), y vid. EINARSON -DE LACY , op. cit., págs. 154, n. a , y 164, n. a.

19 Vid. SEDLHY , op. cit., pág. 149.

20 Vid. ACOSTA MÉNDEZ -ANGELI , op. cit., pág. 54, y J. P. HERSHBELL , «Plutarch and Epicureanism», ANRW II 36.5 (1992), 3362.

21 Vid. HERSHBELL , op. cit., págs. 3361 s. Podría existir también, como quiere ALBINI , op. cit., pág. 10, una razón «didáctica» para explicar el interés de Plutarco por la obra de Colotes, en el sentido de que, al tratar a varios filósofos de diversas escuelas, «podía representar un buen punto de partida (o de llegada) para discutir la ‘historia de la filosofía’».

22 K. ZIEGLER . Plutarco. Brescia, 1965, págs. 156 s.; véanse también WESTMAN , op. cit., pág. 21, y EINARSON -DE LACY , op. cit ., pág. 188.

23 Cf. Col. 1 (1107E).

24 E. BOURGET , De rebus Delphicis imperatoriae aetatis, Montpellier, 1905, pág. 71; vid. también E. GROAG , Die römischen Reichsbeamten von Achaia bis auf Diokletian. Leipzig, 1939, págs. 49-51, y B. PUECH , «Prosopographie des amis de Plutarque», ANRW II 33.6 (1992), 4855.

25 R. FLACELIÈRE , «Plutarque et l’épicurisme», en Epicurea in memoriam Hectoris Bignone, Génova, 1959, págs. 197-215, en pág. 205, n. 13, aceptaba la opinión de D. BABUT , en su memoria de licenciatura titulada Le Contre Colotés de Plutarque. Traduction et commentaire, París, 1951, de que Plutarco escribió tanto éste como los otros dos tratados antiepicúreos conservados siendo ya septuagenario. Aunque hay que reconocer que no hemos podido consultar la memoria inédita del profesor Babut, y por tanto ignoramos los argumentos en que basaba esta opinión, sin embargo, por los datos disponibles parece descartable, en principio, una datación tan alta.

26 Sobre esta escuela, vid. ZIEGLER , op. cit.. págs. 37-41, quien la define como «una especie de filial de la Academia ateniense».

27 Cf. EINARSON -DE LACY , op. cit., págs. 181 s.

28 Cf. M. ISNARDI PARENTE , «Plutarco contro Colote», en I. GALLO (dir.), Aspetti dello Stoicismo e dell’Epicureismo in Plutarco, Ferrara, 1988, págs. 65-88.

29 J. BOULOGNE , Plutarque et l’épicurisme, París, 1986, págs. 146-159.

30 Vid. las sinopsis de ZIEGLER , op. cit., págs. 155 s., y de WESTMAN , op. cit., págs. 21-25, y sobre todo el resumen de EINARSON -DE LACY , op. cit., págs. 183-187, que seguimos de cerca.

Obras morales y de costumbres (Moralia) XII. Tratados antiepicúreos.

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