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LIBRO XVI

(FRAGMENTOS)

Filipo V en Pérgamo

El rey Filipo 1 llegó a las inmediaciones [1 ] de Pérgamo, y pensando que no había logrado matar a Átalo mostró una ferocidad total. En efecto, cedió a la rabia de su ánimo 2 , [2] pero debió disponer casi siempre su cólera no contra los hombres, sino contra los dioses, porque en las escaramuzas [3] la guarnición de Pérgamo le rechazaba fácilmente debido a la aspereza del lugar. Y del país no extraía ningún provecho, ya que Átalo había tenido buen cuidado en cuanto a ello y lo había previsto debidamente. A Filipo, pues, le restaba únicamente apuntar [4] su furia contra las sedes y los recintos de los dioses, con lo cual creo, al menos yo, que se injuriaba más a sí mismo que a Átalo. No sólo incendiaba templos [5] y altares, sino que, además, los derruía e, incluso, machacaba las piedras para evitar que se pudiera reedificar [6] lo arrasado. Cuando hubo demolido el Niceforio 3 taló el recinto, destrozó el vallado y derribó los templos, tan numerosos como opulentos, hasta sus [7] mismas bases. Primero se dirigió a Tiatira 4 , desde donde hizo una marcha e invadió la llanura de Tebas 5 : creía que en estos lugares ante todo recogería un buen [8] botín. Al fallarle también esta esperanza retrocedió hasta Hieracome 6 y, desde allí, mandó un aviso a Zeuxis 7 , con la orden de que le aprovisionara de víveres y que, desde aquel momento, le apoyara según lo estipulado [9] en los pactos 8 . La respuesta de Zeuxis fue que actuaría según lo acordado, pero en realidad rehusaba reforzar a Filipo.

Batalla naval de Quíos 9

Filipo, al fracasar en el asedio 10 [2 ] y al verse atacado por el enemigo con una formación de naves ponteadas 10 bis superior en número, se vio en apuros y, ante tales perspectivas, no sabía qué hacer. Pero las circunstancias no le permitían escoger demasiado, [2] por lo que se hizo a la mar cuando el enemigo no lo esperaba; Átalo, en efecto, pensaba que Filipo [3] proseguiría sus trabajos de zapa. Filipo puso el máximo [4] empeño en zarpar ocultamente, convencido de que si lo lograba cobraría ventaja, y luego podría navegar bordeando la costa con toda seguridad hasta llegar a la isla de Samos 11 Pero sus cálculos le engañaron totalmente, [5] pues Átalo y Teofilisco 12 cuando comprobaron que Filipo levaba anclas se atuvieron al punto a la situación. Se hicieron a la mar, aunque sin orden, ya que [6] creían, como acabo de declarar, que Filipo persistiría en sus propósitos anteriores. Sin embargo, mandaron remar [7] ardorosamente y atacaron. Átalo embistió contra el ala derecha, que era la que guiaba al enemigo, y Teofilisco, contra la izquierda. Filipo, atrapado por la [8] situación, dio el santo y seña a los de su ala derecha, con la orden de disponer las naves de proa y entablar batalla corajudamente contra el adversario, mientras que él personalmente se retiró a bordo de una lancha a unos islotes 13 que estaban a media ruta; allí aguardó [9] el desenlace de la lucha. El contingente de Filipo dispuesto para la liza constaba de cincuenta y tres naves ponteadas y con éstas de *** 14 lanchas y ciento cincuenta galeras 15 , porque no logró equipar toda la flota que [10] tenía en Samos 16 . El enemigo contaba con sesenta y cinco naves ponteadas (incluyendo las de los bizantinos), a las que se sumaban nueve trihemiolias 17 y tres trirremes.

[3 ] La nave de Átalo fue la que inició el asalto y, al punto, las que estaban cerca cargaron sin ningún orden. [2] Átalo, que había arremetido contra un navio de ocho hileras de remeros 17 bis y le había asestado por debajo del agua un golpe muy preciso, acabó hundiendo la nave, por más que los hombres de cubierta se batieron con denuedo. Y la nave capitana de Filipo, [3] una con diez hileras de remeros, cayó en manos del enemigo de una manera absurda. En efecto, una trihemiolia [4] que le salió al paso cargó contra ella y la golpeó violentamente en mitad del casco, por encima de la hilera superior de remeros, y el timonel ya no pudo hacerse con la dirección de la nave. De modo que ésta, [5] cogida a la trihemiolia, se veía en un gran apuro, totalmente incapaz de maniobrar. En ese momento dos [6] penteras se sumaron todavía a la arremetida, agrietaron a babor y a estribor la nave capitana de Filipo, la destruyeron y mataron a los hombres de su dotación, entre ellos a Demócrates, el almirante macedonio. En aquella misma ocasión, Dionisodoro y Dinócrates 18 , [7] que eran hermanos de Átalo y almirantes de su flota atacaron, el primero, una heptera y, el segundo, una octera del enemigo, y acabaron el combate naval de una manera inesperada, porque Dinócrates, al embestir [8] a la octera, fue él quien recibió el golpe por encima de la línea de flotación 19 , con lo que la nave le quedó levantada de proa. Consiguió abrir una vía de agua en el navio enemigo, pero no lograba desprenderse de él por debajo del agua, a pesar de que muchas veces intentó [9] asestar un golpe a su proa. Los macedonios luchaban con bravura, por lo que Dinócrates corrió [10] el máximo riesgo. Pero Átalo voló en su ayuda, atacó la nave adversaria y logró deshacer la trabada de los buques, con lo que Dinócrates se salvó contra toda esperanza, [11] y la dotación de la nave macedonia, que había combatido con un gran arrojo pereció íntegramente; [12] el buque, a la deriva y desguarnecido, pasó a dominio de Átalo. Dionisodoro se había lanzado al ataque con violencia, pero erró el objetivo 20 , y navegó arrimado al flanco enemigo, con lo que perdió los remos de estribor. [13] También las torretas 21 de este lado se le derrumbaron, [14] tras lo cual el enemigo le rodeó por todas partes. En medio de clamor y de alboroto la nave se hundió y murió su tripulación, pero Dionisodoro y dos hombres más lograron ganar a nado una nave trihemiolia que acudía en su ayuda.

[4 ] Las naves restantes de ambos contingentes combatían [2] en condiciones similares, pues la ventaja de Filipo por sus lanchas se veía compensada por la superioridad [3] de que gozaba Átalo con sus naves ponteadas. En el ala derecha de Filipo la situación era tal que la pugna quedaba indecisa, aunque Átalo tenía más posibilidades. Señalé más arriba 22 que los rodios, así que la flota se [4] hizo a la mar, no se aproximaron al enemigo al principio, pero su velocidad era muy superior a la del adversario, por lo que establecieron contacto con la retaguardia macedonia. Inicialmente acosaron la popa de [5] las naves que retrocedían y les astillaron las hileras de remos; cuando las naves restantes de Filipo empezaron [6] a virar para ir en socorro de las que peligraban, y las rodias que habían zarpado en último lugar se agregaron a las de Teofilisco, entonces ambos bandos [7] dispusieron sus buques frente a frente y trabaron combate con valor: se exhortaban unos a otros a grandes voces y al son de la trompeta.

Y si los macedonios no hubieran colocado sus lanchas [8] entre las naves ponteadas enemigas, la batalla naval hubiera tenido un desenlace fácil y rápido, pero ahora los rodios se veían apurados de muchas maneras. En efecto: tras haber desordenado su alineación primitiva, [9] en su acometida inicial, ahora estaban todos revueltos entre sí y no lograban atravesar con facilidad la formación enemiga ni hacer girar sus naves; en resumen, [10] no podían echar mano de su superioridad, pues las lanchas les atacaban ya los flancos, con lo que les inutilizaban las hileras de remos, ya las proas, de manera que obstaculizaban el trabajo de pilotos y remeros. Pero los rodios usaban una táctica contra los ataques [11] a sus proas: amorraban sus barcos precisamente por ellas 23 , con lo que las naves recibían los golpes por encima del nivel del mar; ellos, en cambio, asestaban los suyos por debajo del agua, con lo que las averías causadas por sus embates no podían ser reparadas. [13] Sin embargo procedían pocas veces a luchar de este modo y, aquí, inclinaron a su favor la contienda porque en el combate cuerpo a cuerpo expulsaron valientemente a los macedonios de las cubiertas de sus propios [14] bajeles. Al romper la línea enemiga, muchas veces inutilizaban los remos de las naves adversarias, luego navegaban en círculo y arremetían contra las proas de unas naves o atacaban a otras por el flanco cuando viraban: en el primer caso, abrían brechas y, en el segundo, despojaban a los buques rivales de algún aparejo [15] preciso para la contienda. Los rodios, pues, peleaban así y destruyeron un buen número de bastimentos contrarios.

[5 ] Y fueron tres quinquerremes de los rodios los que se distinguieron más en la brega: el buque insignia, en el que navegaba Teofilisco, el quinquerreme mandado por Filóstrato y, en tercer lugar, el pilotado por Autólico, en el que se había embarcado Nicóstrato en [2] su calidad de trierarco 24 . Este último se lanzó contra una nave adversaria, pero le quedó el espolón cogido en ella y lo perdió. Y ocurrió que el golpe hizo que la nave comenzara a hundirse con su tripulación, ya que hacía agua por la proa. Autólico y sus hombres, rodeados por enemigos, al principio lucharon varonilmente, [3] pero al final el jefe cayó al mar con sus armas, herido, y los demás combatientes murieron con valor [4] en la contienda. En aquel preciso momento, Teofilisco acudía en su ayuda con tres quinquerremes. No logró recuperar la nave, inundada de agua ya por todas partes, pero inutilizó dos unidades enemigas y forzó a sus [5] dotaciones a tirarse al mar. Sin embargo, pronto lo acosaron, rodeándole, un gran número de lanchas y de naves ponteadas. Perdió la mayoría de sus soldados, que combatieron arrojadamente; él mismo recibió tres [6] heridas, pero por su audacia y arrostrando el peligro salvó casi de milagro su propia nave con la ayuda de Filóstrato, que también asumió el riesgo con todo coraje. Reunido de nuevo con su propia escuadra, lanzó [7] otro ataque y vino a manos con el enemigo; estaba ya desprovisto de fuerza corporal, pero su vigor moral era más alto y sorprendente que el de antes.

Lo que ocurrió en realidad es que hubo dos batallas [8] navales muy distantes entre sí, porque el ala derecha de Filipo, de acuerdo con los planes iniciales, se iba acercando a la costa y nunca estuvo muy lejos del continente asiático, pero el ala izquierda, que había [9] virado en redondo para ayudar a las naves de su retaguardia, quedó junto a la isla de Quíos; ésta fue el ala que peleó contra los rodios.

En el ala derecha, Átalo había conseguido una gran [6 ] victoria y se aproximaba al islote en el que Filipo había fondeado aguardando el desenlace. El mismo [2] Átalo observó que un quinquerreme de los suyos había quedado fuera de combate, averiado e inundado por el golpe de una nave enemiga. Y se lanzó a recuperarlo con dos cuatrirremes. Como esta nave enemiga cediera [3] y se retirara hacia tierra, Átalo la acosó más enérgicamente, empeñado en rescatar la otra. Filipo comprobó [4] que Átalo se había separado mucho de los suyos: tomó cinco quinquerremes y tres hemiolias, además de las lanchas que estaban más cerca de él, y se lanzó al ataque. Aisló a Átalo de su escuadra y le forzó a echar a tierra su nave, lo cual Átalo logró no sin un gran esfuerzo. Pero una vez conseguido huyó con las [5] dotaciones hacia Eritras 25 ; Filipo, por su parte, se apoderó [6] de las naves adversarias y del bagaje real. En esta ocasión Átalo usó de cierta estratagema: esparció por la cubierta de su nave lo más valioso de su ajuar [7] regio. Y los primeros macedonios que abordaron la nave con sus lanchas, al ver aquella cantidad de vasos, de vestidos de púrpura con sus adornos correspondientes, cesaron en la persecución y se dedicaron a hacer botín. [8] De ahí que Átalo pudiera retirarse sin peligro hacia Eritras.

[9] En el conjunto de la batalla naval, Filipo sufrió una gran derrota 26 , pero alentado por la peripecia de Átalo se hizo a la mar, reunió afanosamente sus propias naves y exhortaba a sus hombres a que tuvieran buen ánimo, ya que en la confrontación habían salido vencedores. [10] Ciertamente, se había esparcido entre sus combatientes la especie, es más, la confianza de que el rey Átalo había muerto, fundada en el hecho de que Filipo [11] se había traído remolcada la nave real. Dionisodoro sospechó lo que en verdad había ocurrido a su rey, juntó las naves de su ciudad y levantó el estandarte: se concentraron rápidamente en torno suyo y navegó [12] sin peligro hacia los fondeaderos de Asia. Los macedonios que habían luchado a favor de los rodios y que hacía tiempo que estaban inquietos aprovecharon la ocasión para abandonar el escenario de la guerra contingente por contingente; alegaban que debían darse [13] prisa en socorrer a su propia flota. Los rodios remolcaron unas naves y hundieron las restantes con los espolones de las suyas, tras lo cual pusieron rumbo a Quíos.

[7 ] En la batalla contra Átalo, Filipo perdió una nave de diez hileras de remeros, otra de nueve, otra de siete y otra de seis, diez del resto de las naves ponteadas, tres trihemiolias y veinticinco lanchas con sus tripulaciones; en la batalla contra los rodios le zozobraron [2] diez navíos ponteados, lanchas en número de unas cuarenta, y el enemigo le apresó dos tetrarremes y siete lanchas con las correspondientes dotaciones. A Átalo [3] le fueron hundidas una nave trihemiolia y dos quinquerremes [el adversario le apresó dos tetrarremes] 27 , y el mismo bajel del rey. Los rodios perdieron dos [4] quinquerremes y un trirreme, pero los de Filipo no les cogieron ninguna nave. En cuanto a hombres, los rodios [5] perdieron unos sesenta y Átalo alrededor de setenta; los macedonios de Filipo, en cambio, unos tres mil y seis mil marineros 28 . De los macedonios y sus [6] aliados cayeron prisioneros unos dos mil hombres; ellos mismos capturaron unos setecientos 29 .

De modo que éste fue el resultado de la batalla [8 ] naval de Quíos. Pero Filipo se irrogaba la victoria con dos alegaciones, en primer lugar porque había empujado hasta tierra la nave de Átalo y luego la había apresado, y además porque cuando ancló en el lugar [2] llamado Argeno pareció que lo había hecho entre los restos de un naufragio. Realizó, pues, lo que correspondía [3] a esto y, al día siguiente, juntó los despojos y sepultó los cadáveres identificados, para acrecentar así las fantasías ya citadas. Pero, al cabo de poco, los rodios [4] y Dionisodoro le refutaron: ni él mismo había creído [5] jamás en su victoria. En efecto, al otro día, mientras Filipo seguía ocupado en lo mismo, ellos se pusieron mutuamente en contacto y navegaron contra el rey. Colocaron sus naves de frente, pero nadie les salió al encuentro, por lo que ciaron hasta tocar tierra en [6] Quíos. Filipo, que nunca había perdido tantos hombres en un solo lance ni por mar ni por tierra, llevó a mal lo ocurrido y su inclinación a la guerra decreció [7] mucho, aunque de todos modos procuraba ocultar esta poca propensión a los demás. Pero en ello las circunstancias [8] no le favorecían. En efecto, aun descontando otras cosas, lo que ocurrió después de la batalla [9] impuso a todos los que lo vieron: la carnicería humana había sido tal en aquella ocasión, que toda la ruta estaba llena de muertos, de sangre, de armas, de despojos de naves, y en los días siguientes se podía ver en las playas montones revueltos de restos humanos y de [10] los materiales citados. De ahí que no sólo Filipo, sino todos los macedonios cayeran en un desaliento no común.

[9 ] Teofilisco sobrevivió un solo día. Redactó para su país un informe sobre el desarrollo de la batalla naval, nombró a Cleoneo para que le sustituyera en el [2] mando de la fuerzas, y murió de las heridas. Fue un hombre valiente en los combates y digno de memoria [3] por su carácter. Si él no se atrevía a presentar batalla a Filipo, todos perdían sus oportunidades por temor [4] a la audacia de este rey. Pero cuando Teofilisco inició la guerra, obligó a su propio país a estar a la altura de las circunstancias, forzó a Átalo a no ser remiso y a preparar lo necesario para la contienda, a combatír [5] con coraje y a no rehuir el riesgo. Fue justo, pues, que los rodios ante su muerte le rindieran honras tales que despertaron no sólo en los contemporáneos sino aún en la posteridad el interés por el ideal de la patria.

Después del desenlace de la batalla naval de Lade 30 , [10 ] cuando los rodios ya estaban ausentes y Átalo no se había reintegrado a la lucha, es cosa clara que Filipo podía completar su navegación y llegar a Alejandría. He aquí el principal indicio que da a entender que cuando Filipo hizo esto ya no estaba en sus cabales.

Un componente irracional en la esperanza humana

¿Qué es, pues, lo que retraía [2] su ímpetu? Simplemente la naturaleza de las cosas. Muchos [3] aspiran a lo imposible cuando todavía está lejos: las esperanzas que albergan son grandes, y la pasión inhibe el cálculo de cualquier hombre. Pero cuando se acerca el momento de actuar, entonces desisten de lo que acometieron temerariamente: su impotencia y la dificultad de lo que les sale al encuentro les ofuscan y confunden sus proyectos.

Toma de Prínaso 31

Después de todo ello Filipo lanzó [11 ] algunos asaltos 32 , pero infructuosamente por la aspereza que protegía la ciudad, de modo que se replegó, destruyendo en su retirada los fuertes y las colonias del país. Rechazado, pues, acampó [2] junto a Prínaso. Dispuso pronto de unas pantallas protectoras de mimbre, hizo con ellas los preparativos adecuados y empezó el asedio abriendo galerías. Pero [3] el intento no le prosperaba al ser el lugar rocoso, por lo que urde lo siguiente: durante el día hacía ruido [4] debajo tierra, como si el trabajo de zapa adelantara, por la noche transportaba de fuera tierra y la amontonaba junto a las entradas de las minas; pretendía que los de la ciudad calcularan según la cantidad de [5] tierra acumulada y se alarmaran. Los prinaseos al principio se sostuvieron noblemente, pero cuando Filipo les mandó un hombre a decirles que ya les había socavado dos pletros de muralla y a preguntarles si preferían irse sin correr peligro o bien perderse junto con la ciudad, pues en el incendio de sus fortificaciones no [6] se iba a salvar nadie, dieron tal crédito a sus palabras que entregaron la plaza.

[12 ] La ciudad de los yasios está en la costa de Asia, en el golfo situado entre el templo milesio de Posidón y la ciudad de Mindo. Es el llamado golfo [de Mandalia,] 33 pero más usualmente conocido como golfo de Bargilia, [2] de acuerdo con las ciudades radicadas en él. Los habitantes de Yaso se alaban de ser originariamente una fundación argiva, aunque después lo fueron de los milesios, porque sus antepasados, ante las pérdidas que sufrieron en una guerra contra los carios, llamaron al hijo de Neleo, el fundador de Mileto. La ciudad mide [3] diez estadios 34 . Entre los bargilietanos se dice y se cree que la efigie de Ártemis Cindíada 35 , que está al aire [4] libre, no se moja aunque llueva o nieve, afirmación paralela a la de los yasios respecto a la imagen de Ártemis Astia. Incluso algunos autores aseguran cosas así. En lo referente a tales asertos de los historiadores [5] no sé lo que pasa, pero en toda mi obra me opongo disgustado a ellos. Me causan la impresión de una simpleza [6] sencillamente pueril, por cuanto tal cosa cae no ya fuera de una teoría razonable, sino fuera de lo posible. En efecto, sostener que algunos cuerpos expuestos [7] a la luz no arrojan sombra es propio de un espíritu calenturiento 36 . Y esto, lo ha hecho Teopompo 37 : escribe que los que entran en el templo de Zeus, en Arcadia, no proyectan sombra. En esto no se diferencia [8] de lo ahora dicho. A algunos historiadores que explican [9] prodigios y se inventan fábulas parecidas a las anteriores se les debe excusar si lo hacen con miras a preservar la piedad de los pueblos hacia la divinidad. Pero no se deben hacer concesiones excesivas. Sin duda en [10] estas materias es difícil trazar una línea divisoria clara; sin embargo, hay que hacerlo. Al menos yo creo [11] que si bien debemos ser indulgentes con errores pequeños y creencias no demasiado exactas, con todo hemos de rechazar sin contemplaciones cualquier afirmación desorbitada al respecto.

Grecia: a) Tentativa de Nabis contra Mesenia 38

En el Peloponeso, según un [13 ] propósito ya antiguo, Nabis 39 , el tirano de los lacedemonios, echó de la ciudad a los ciudadanos, otorgó la libertad a los esclavos y los casó con las mujeres y las hijas de los dueños anteriores; al propio [2] tiempo exhibió su poder como asilo sagrado de todos los que huían de sus países por algún sacrilegio o alguna infamia, con lo que juntó en Esparta una multitud de [3] hombres impíos 40 . Pero todo esto ya está expuesto más arriba 41 ; ahora hablaremos de cómo, aliado con los etolios, los eleos y los mesenios 42 cuando pactos y juramentos le forzaban a prestar ayuda a todos éstos si alguien salía en campaña contra ellos, Nabis, sin embargo, no hizo el menor caso de tales obligaciones, y se dispuso a infringir sus tratos con la ciudad de Mesenia.

b) Digresión acerca de los historiadores rodios Zenón y Antístenes 43

[14 ] Dice Polibio: ya que algunos autores de monografías también han historiado esta época que abarca la intentona contra Mesenia y las batallas navales 44 que he descrito, quiero discutir brevemente acerca de ellos. Lo haré, sin embargo, no de todos, sino sólo de aquellos [2] que me parecen dignos de recuerdo y de distinción 45 , me refiero a Zenón y a Antístenes, ambos de Rodas. Creo que son muchas las causas que les hacen [3] merecedores de atención. En efecto, no sólo han vivido en aquella época, sino que, además, intervinieron activamente en política y, ahora, se dedican a tareas literarias no para extraer lucro de ellas 46 , sino por amor a la fama y por lo adecuadas que son a los hombres políticos. No podemos dejar de mencionarlos, para evitar [4] que los estudiosos, al no coincidir nosotros en algún caso con estos autores, ante la fama de la isla de Rodas y la creencia de que los rodios son habilísimos en las cosas del mar, les den más crédito a ellos que a nosotros. Estos historiadores, desde luego, primero declaran [5] que la batalla naval de Lade no es menos importante que la de Quíos, pero que fue más empeñada y feroz, tanto en las acciones concretas de la pelea como en su desarrollo general; dicen también que en ella la victoria correspondió a los rodios. Yo podría aprobar [6] que los autores otorguen cierta importancia a sus propios países, pero no, en modo alguno, que hagan afirmaciones contrarias a lo que ha ocurrido. Bastan y [7] sobran, en efecto, los errores que cometemos los autores, pues evitarlos les es difícil a los humanos. Pero si escribimos falsedades adrede para favorecer a nuestro país o a los amigos, o para congraciarnos con alguien, ¿en qué diferiremos de los que se ganan la vida [8] de esta manera? Así como éstos ponderan las ganancias y, según ellas, convierten sus composiciones en indemostrables, los políticos, arrastrados alguna vez por la inclinación o por el odio, al final acaban como los [9] antedichos. Por ello, los lectores deben prestar especial atención a este respecto y los autores guardarse a sí mismos.

[15 ] El caso presente corrobora mi afirmación. Los autores citados están de acuerdo en que, en las acciones parciales de la batalla de Lade, el enemigo se apoderó [2] de dos quinquerremes rodios con sus dotaciones y en que durante la refriega una nave rodia arboló la bandola 47 , porque había sufrido un impacto y hacía agua. Muchos de los navíos rodios cercanos la imitaron y se [3] retiraron hacia alta mar. Al final el almirante, abandonado junto a unos pocos, se vio obligado a hacer lo [4] mismo que los antedichos. Vientos desfavorables les empujaron a Mindia 48 , donde fondearon. Al día siguiente [5] zarparon hacia la isla de Cos, el enemigo remolcó los quinquerremes capturados, echó anclas junto a Lade y pernoctó allí donde los rodios habían tenido el campamento. [6] Los autores citados están todavía de acuerdo en que los milesios 49 , alarmados ante lo sucedido y ante el temor de verse atacados 50 , coronaron no sólo a Filipo, sino incluso a Heraclides 51 . Después de exponer todo [7] esto, lo cual es indudablemente propio de unos derrotados, declaran vencedores a los rodios tanto' en las acciones parciales como en el conjunto de la batalla, y eso cuando aún se conserva en el pritaneo el documento 52 [8] que, acerca de tales hechos, el almirante remitió a la asamblea y a los prítanes. Pues bien, este documento concuerda con mis afirmaciones, no con las de Zenón y de Antístenes.

Tras lo dicho, ambos autores tratan de la ruptura 53 [16 ] del pacto establecido por Nabis con los mesenios. Aquí, [2] Zenón afirma que Nabis partió de Lacedemonia, cruzó el río Eurotas por el lugar llamado Hoplita y avanzó por una calzada estrecha junto a Poliasio, hasta alcanzar los parajes de Selasia 54 . Una vez en ellos, rebasó [3] Talamas y llegó hasta el río Pámiso 55 , en el lugar denominado [4] Faras. De todo ello no sé ni qué decir; estas afirmaciones presentan un orden tal que, en una palabra, en nada difieren de quien aseverara que salió de Corinto, cruzó el Istmo y, tras tocar las Rocas Escirónicas, de repente atacó Contoporia y, bordeando [5] Micenas, prosiguió su avance hacia Argos 56 . Evidentemente, aquí el error sería palmario; pues los lugares están emplazados de manera bien opuesta: mientras que el Istmo y las Rocas Escirónicas están al Este de Corinto, Contoporia y Micenas están casi junto a su [6] Sudoeste. De manera que es absolutamente imposible [7] a quien siga tal ruta llegar a las localidades citadas. Se da un caso idéntico en la geografía de Lacedemonia, [8] pues el río Eurotas y Selasia están al Noroeste de Esparta, mientras que Talamas, Faras y el río Pámiso [9] están al Sudoeste. En realidad, el que desde Talamas quiera marchar contra Mesenia no es ya que deba hacerlo bordeando Selasia, es que ni tan siquiera debe cruzar el río Eurotas.

[17 ] A esto añade Zenón que Nabis había efectuado la salida desde Mesenia por la puerta que conduce a Tegea. [2] Lo cual es absurdo, pues en esta ruta entre Mesene y Tegea se encuentra Megalópolis, de manera que en Mesene no hay puerta de la que se pueda decir que [3] conduzca a Tegea. Quizás se objete: desde luego, pero resulta que los mesenios tienen una salida denominada «Puerta de Tegea», por la que Nabis emprendió la marcha; esto confundió a Zenón, quien supuso que Tegea [4] estaba más cerca de los mesenios. Y esto no es así, sino que Laconia y el territorio de Megalópolis están en [5] medio de Mesenia y la Tegeátide. Concluyo: Zenón afirma que el río Alfeo, ya en las proximidades de sus fuentes, se oculta y que, tras un largo recorrido subterráneo, aflora al suelo en Licoas 57 de Arcadia. Pero, [6] en realidad, este río, no lejos de sus manantiales, se oculta unos diez estadios y emerge de nuevo. Discurre por el país de Megalópolis. Primero su caudal es pequeño, pero va creciendo y, después de atravesar a la luz del día toda la región mencionada, al cabo de unos doscientos estadios alcanza Licoas. Aquí ya ha afluido a [7] él el río Lusio, por lo que, caudaloso y en realidad impracticable *** 58 .

Indudablemente, todo esto a mí me parecen errores [8] que, sin embargo, admiten excusa y explicación: lo último se debió a la ignorancia y lo de la batalla naval, a un exceso de patriotismo. ¿Se puede, entonces, [9] reprochar verdaderamente algo a Zenón? Sí: el haber puesto el máximo interés no en la investigación de los hechos ni en la organización de su material, sino en la elegancia del estilo, de la que es notorio que se jacta con frecuencia, cosa que, por lo demás, hacen la mayoría de los autores de algún renombre. Yo sostengo que debemos atender cuidadosamente la [10] exposición artística de los hechos, porque esto coadyuva no poco, sino mucho, a la utilidad de la historia, pero, sin embargo, no podemos pensar que los hombres inteligentes consideren que la dicción es lo primordial y primero. ¡Ni mucho menos! La historia tiene [11] aspectos más importantes, de los cuales sí se puede jactar el hombre político.

Lo que pretendo defender resultará muy claro por [18 ] lo que sigue: el historiador en cuestión expone el asedio [2] de Gaza 59 y la confrontación que hubo en Celesiria entre Antíoco y Escopas, la batalla de Panio 60 . Pues bien: nadie negará que ha cuidado tanto el estilo de su dicción que la extravagancia de su lenguaje no se ve rebasada ni tan siquiera por la de las obras declamatorias redactadas para suscitar el pasmo del vulgo; [3] en cambio, desatendió tanto la realidad de los hechos que su irreflexión y poca práctica también resultan a [4] su vez incomparables. Efectivamente, primero quiso exponer la disposición de las fuerzas de Escopas 61 . Dice que su falange y unos pocos jinetes quedaron emplazados en el ala derecha, al pie del monte, y que su ala izquierda ocupaba la llanura, junto con la caballería [5] debidamente alineada. Añade que Antíoco 62 , así que despuntó el alba envió a su hijo mayor, llamado también Antíoco 63 , con una parte de sus fuerzas, para que se adelantara y ocupara el sector de la montaña desde [6] el que se dominaba al enemigo. Y en pleno día hizo que el resto de su ejército cruzara el río 64 que separaba los dos campamentos, y lo estacionó en la llanura; alineó la falange frente al centro de la formación adversaria y distribuyó su caballería a ambos lados de la falange. En el ala derecha puso también su caballería acorazada 65 , al mando, toda ella, del hijo menor de Antíoco 66 . A continuación relata cómo el rey apostó [7] sus elefantes delante de su falange, a cierta distancia de ella, junto con los tarentinos de Antípatro 67 . Los [8] espacios libres que quedaban entre las bestias, los cubrió con arqueros y honderos. Dice Zenón que el rey y su escolta montada y los soldados escudados se situaron detrás de los elefantes. Tras señalar estas posiciones [9] dice que el hijo menor de Antíoco, el que estaba en la llanura al frente de la caballería acorazada oponiéndose al ala izquierda del enemigo, cargó desde la colina, derrotó y persiguió a la caballería adversaria mandada por Ptolomeo 68 , hijo de Eropo. Este Ptolomeo mandaba el ala izquierda, los etolios 69 que estaban en la llanura. Luego las falanges entraron en contacto [10] y se trabó una lucha encarnizada. A Zenón le pasa por alto el que las falanges no podían enfrentarse, puesto que entre ellas había situado anteriormente a los elefantes, la caballería y la infantería ligera.

A continuación escribe que la falange de Antíoco, [19 ] demostrablemente inferior en potencia ofensiva 70 , se vio agobiada por los etolios, y se replegaba al paso, pero que los elefantes recogieron bien a los que se batían en retirada; atacaron incluso al enemigo, prestando con ello un gran servicio. No es fácil entender cómo [2] los elefantes llegaron a situarse detrás de la falange, y aun admitiéndolo, no se ve cómo pudieron prestar [3] este gran servicio, porque, una vez que las dos falanges entraron en combate, las fieras no podían distinguir si los que se les echaban encima eran amigos o enemigos [4]. Asegura, luego, Zenón que los jinetes etolios durante el combate se vieron en apuros porque no estaban [5] habituados a la aparición de las fieras. Pero él mismo dice que la caballería, apostada ya al principio en el ala derecha, permaneció intacta; en cuanto al resto de los jinetes, los situados en el ala izquierda, [6] huyeron masivamente, superados por Antíoco. ¿Entonces, cuál es la parte de la caballería que, colocada en el punto medio de la falange, se asustó ante los elefantes? [7] ¿Y dónde estaba el rey? ¿Qué servicio prestó en la acción, rodeado como estaba durante la pelea por las formaciones más escogidas de jinetes y de infantes? De esto no dice ni media palabra. ¿Y qué del hijo mayor de Antíoco, el que, con parte de las fuerzas, se [8] anticipó a ocupar posiciones en los altos? Porque, después de la batalla, ni tan siquiera regresó a su propio campamento. Y es natural: Zenón supuso a dos Antíocos hijos del rey, cuando fue uno solo el que salió [9] a campaña. ¿Y cómo pudo ser Escopas el primero y el último en abandonar el campo de batalla? Porque Zenón dice que él, cuando vio que los hombres de Antíoco el menor, de regreso ya de su persecución, aparecían por la espalda de su falange, perdió las esperanzas de [10] vencer y se retiró. Tras esto sitúa el combate más encarnizado, que se dio cuando su falange quedó cercada por los elefantes y la caballería: aquí dice que Escopas fue el último que se alejó del peligro.

[20 ] Me parece que cosas así, unos despropósitos tales, [2] acarrean una gran vergüenza a los escritores. Por eso se debe intentar dominar todas las facetas de la historia, lo cual sería magnífico. Pero si es imposible, debemos poner el máximo cuidado en familiarizarnos con las más necesarias e importantes.

Me ha llevado a decir esto 71 el ver ahora que también [3] aquí, igual que ocurre en las demás artes y profesiones, la verdad y lo que es auténticamente útil en cada caso resulta postergado, y en cambio lo que redunda en una [4] fanfarronería fantasiosa es alabado y emulado como si fuera algo grande y admirable. Desde luego que esto último en la historia, como en los géneros literarios restantes, es más fácil de elaborar y se gana el aplauso de manera más barata. En lo tocante a la ignorancia de [5] la geografía de Laconia, los errores me parecieron garrafales y no vacilé en escribir al mismo Zenón 72 . Creo, [6] en efecto, que es propio de un hombre noble no cimentar la gloria personal en los fallos ajenos, cosa que hacen algunos, antes bien, en vistas al bien común, me parece que debo poner en cuanto pueda cuidado y corrección, tanto al confeccionar mi obra histórica [7] como al estudiar la de los otros. Zenón recibió mi carta y la leyó. Reconoció que ya era demasiado tarde para introducir cambios, pues su obra había sido publicada. Le dolió enormemente, pero la cosa no tenía [8] remedio. Acogió amistosamente mi crítica. Por lo que a mí se refiere, digo a mis comentaristas contemporáneos y a los futuros que, si encontraren que he mentido a propósito, que he falseado intencionadamente [9] la verdad, que me censuren sin contemplaciones, pero, si comprobaren que lo he hecho por no saber más, en tal caso que sean comprensivos, tanto más cuanto que yo precisamente me he impuesto un cometido enorme, estudiar la multitud de temas que se integran en esta obra.

Egipto: carácter de Tlepólemo 73

[21 ] El entonces administrador del reino de Egipto, Tlepólemo, era joven, y había pasado su vida ininterrumpidamente en la milicia, con gran ostentación. [2] Era de índole altiva y ambicionaba ser famoso; aportaba, en suma, a la dirección del Estado grandes cualidades, [3] pero defectos no menores. Era muy capaz en la conducción de un ejército y en planear las empresas bélicas, [además] era de temperamento viril y tuvo una [4] habilidad congénita para las arengas militares; en cambio, cuando se trataba del ajuste de otros y diversos problemas, su falta de interés y de sobriedad, tanto para conservar los fondos públicos como para administrarlos en algo útil, le convirtieron en el hombre más torpe. Ésta fue la causa no sólo de su rápido desastre, [5] sino también de la debilitación del imperio egipcio. Porque cuando se le confió el control de las finanzas se [6] pasaba la mayor parte del día boxeando o entre efebos, en concursos con armas. Y, al término de esto, [7] organizaba bacanales; empleó la mayor parte de su vida en tales ocupaciones y entre estas compañías. Y en [8] las horas del día que dedicaba a las audiencias repartía (más bien dilapidaba, si hay que decir la verdad) los bienes estatales entre los embajadores llegados de Grecia y los gremios de actores teatrales, aunque la parte del león la llevaban los soldados y los oficiales de su corte. No sabía decir «no», y daba todo lo que tenía [9] a mano al que sabía ganárselo con sus palabras. Desde [10] entonces el mal creció y se propagó por sí mismo, porque el que se veía favorecido inesperadamente exageraba [11] sus expresiones de agradecimiento, tanto por la merced recibida como por las que esperaba en el futuro. Tlepólemo, enterado de los elogios que todos [12] le tributaban, de las libaciones que se le dedicaban en las orgías, leía encima las inscripciones elogiosas y oía las canciones que le entonaban los músicos por toda la ciudad. Y acabó engreído y cada vez más hinchado, más predispuesto también a favorecer a soldados y a gente extranjera.

Pero esto enojaba a los cortesanos, que observaban [22 ] todos sus hechos y dichos, y llevaban muy a mal su irresponsabilidad; comparaban con él a Sosibio 74 y se admiraban de éste, pues pensaban que había mostrado [2] una prudencia superior a lo que se podía esperar de sus años mientras estuvo en la guardia real, y que en sus entrevistas con extranjeros había justificado la fe 75 depositada en él. Él, efectivamente, guardaba el sello real y tenía a su cargo la custodia de la persona [3] del monarca. Fue por aquel entonces, más o menos, cuando se presenta allí de regreso de la corte de Filipo, [4] Ptolomeo, el hijo de Sosibio. Ya antes de zarpar de Alejandría estaba lleno de vanidad, tanto por su natural propio como por las riquezas que le había legado [5] su padre. Pero cuando, llegado a Macedonia, trató a los soldados de la guarnición real, supuso que entre los macedonios la hombría consistía en distinguirse de los demás en el modo de calzar y de vestir. Llegó a Egipto obsesionado por estos extremos y convencido de que su ausencia y el haber convivido con los macedonios le habían convertido en hombre, pero que los de Alèjandría continuaban siendo unos esclavos, unas [6] cabezas de ganado. De modo que, naturalmente, muy pronto sintió celos de Tlepólemo y se produjeron fricciones [7] entre ambos. Todos los cortesanos se pusieron del lado de Ptolomeo, porque Tlepólemo manejaba el dinero y los asuntos de Estado no como un regente, sino como un heredero. Las diferencias se agravaron [8] rápidamente. Entonces Tlepólemo, cuando le llegaban malas noticias de que los cortesanos le acechaban malignamente, empezó desoyéndolas, pues despreciaba lo que [9] se le decía. Pero, luego que en la asamblea general se atrevieron a lanzarle reproches públicos en su ausencia, [10] diciendo que administraba mal el Imperio, montó en cólera, reunió al consejo y dijo que aquéllos lo habían calumniado a escondidas y entre sí, pero que él había decidido formular su acusación delante de todos y a cara descubierta.

[11] Tras su discurso ante el pueblo, Tlepólemo retiró la custodia del sello real a Sosibio y, desde entonces, ya gobernó todas las cosas según su parecer personal.

Siria: la lealtad de la población de Gaza

De aquella ocasión en que Antíoco [22 a ] devastó la ciudad de Gaza dice Polibio 76 : me parece oportuno [2] y conveniente dar de los de Gaza 77 el buen testimonio que merecen. En efecto, por lo que toca a valor [3] no ceden en nada, en las acciones de guerra, ante los demás pueblos de Celesiria, y les aventajan si se trata de actuar a una o de ser leales. Más aún: su audacia es irresistible. Cuando la incursión persa, todos los [4] demás pueblos quedaron anonadados por las dimensiones de aquel imperio, y se entregaron, ellos y sus ciudades, a merced de los medos; sólo los de Gaza se avinieron al asedio y soportaron aquella calamidad. Y en tiempos de la expedición de Alejandro cuando [5] no sólo los demás se rindieron, sino que incluso Tiro fue tomada y reducida a esclavitud, y los que se resistían al empuje y a la fuerza de Alejandro debían prácticamente desesperar de cualquier salvación, en Siria sólo Gaza se le opuso y tanteó todas sus posibilidades. Y lo mismo hizo ahora, pues luchó lo indecible [6] en su empeño de conservarse leal a Ptolomeo. Por eso, [7] del mismo modo que cuando se trata de personas en nuestra Historia destacamos a los hombres valientes, se debe también recordar con elogio y públicamente las ciudades que, por tradición o por principios, acostumbran a actuar con nobleza.

Entrada triunfal de Escipión en Roma 78

[23 ] Publio Cornelio Escipión llegó desde África a Roma no mucho después de la época en cuestión 79 . [2] El interés con que le esperaba el pueblo era proporcional a la enormidad de las hazañas de este hombre, de manera que también era grande la curiosidad que la urbe sentía hacia él, junto con una no menor simpatía [3]. Y es lógico y natural que las cosas fueran así. [4] Porque si antes no habían esperado poder expulsar a Aníbal de Italia ni rechazar el peligro que se les aferraba, a ellos y a sus deudos, ahora no sólo se creían firmemente al abrigo de cualquier riesgo y contingencia, sino que además se veían superiores al enemigo, por lo que se entregaron a las mayores demostraciones de [5] alegría. Cuando Escipión dio inicio al desfile, entonces estaban todavía más fuera de sí, porque el espectáculo de los prisioneros que formaban en línea les recordaba el peligro que habían pasado; todo eran acciones de gracias a los dioses y halagos al que había [6] logrado un cambio de tanta envergadura. Incluso Sífax 80 , el rey de los masasilios, fue paseado por toda la ciudad con los demás prisioneros; algún tiempo después [7] murió en el cautiverio. Acabados estos festejos, en Roma se celebraron todavía durante varios días ininterrumpidamente certámenes y regocijos públicos, provisora de los cuales fue la munificencia de Escipión.

Filipo en Caria 81

Había comenzado ya aquel invierno [24 ] en el que Publio Sulpicio 82 fue nombrado cónsul en Roma. El rey Filipo continuaba en el país de los bargilios; al ver que ni los rodios ni Átalo licenciaban a los hombres de sus flotas respectivas, sino que tripulaban más naves y dedicaban más atención a sus guarniciones, se sentía incómodo y cavilaba muchas y diversas empresas para el futuro. Temía a su vez que los bargilios salieran [2] del puerto, pues preveía alarmado una batalla naval, y al no fiarse en absoluto de la evolución de las cosas en Macedonia, se negaba resueltamente a pasar el invierno en Asia, temeroso de los etolios y de los romanos. No desconocía, en efecto, las embajadas que contra él [3] se enviaban a Roma *** y supo que la campaña romana en África había concluido. Todo lo cual le ponía en dificultades [4] arduas. Pero de momento se vio obligado a quedarse allí, donde llevaba, según el dicho, una vida de lobo 83 . Pues entre los carios robaba y pillaba: violentaba [5] a unos y, muy a pesar de su natural, adulaba a otros, porque el ejército le pasaba hambre. Unas veces lo sustentaba con carne, otras con higos, y otras [6] aún con algo de trigo. Le aprovisionaban Zeuxis, los milasios 84 , los alabandeos 85 o los magnesios 86 , a quienes, cuando le daban, halagaba, y cuando no, ladraba y [7] ponía asechanzas. Al final por medio de Filocles 87 puso una celada a la ciudad de los milasios, pero fracasó [8] porque el intento era demencial. Taló los campos de los de Alabanda como si fueran enemigos: decía que le era imprescindible proporcionar víveres a su ejército.

[9] Polibio de Megalópolis en el libro decimosexto de su Historia dice: Filipo, el padre de Perseo, cuando recorría el Asia falto de víveres para su ejército recibió higos de los magnesios, porque no había trigo. Por eso, luego que tomó la plaza de Miunte 88 , regaló el territorio a los de Magnesia en pago de los higos. (ATENEO , III 78 c.)

Átalo y los rodios en Atenas 89

[25 ] El pueblo de Atenas mandó embajadores al rey Átalo, que debían darle gracias por lo que había promovido 90 y, al mismo tiempo, rogarle que se trasladara personalmente a Atenas para deliberar acerca de la situación. Al cabo de unos días el rey supo [2] que unos legados romanos habían llegado por mar al Pireo; creyó necesario encontrarse con ellos y zarpó a toda prisa. Enterados de su presencia, los atenienses [3] le votaron una recepción fastuosa, y lo mismo también, para su estancia allí. Átalo, pues, navegó hasta el Pireo, [4] y en el primer día se entrevistó con los legados romanos. Comprobó que recordaban muy bien la colaboración pasada 91 , y que estaban dispuestos a la guerra contra Filipo, lo cual le satisfizo enormemente. Al día [5] siguiente junto con los embajadores romanos y los magistrados atenienses subió a la ciudad en medio de una gran pompa, pues les salieron al encuentro no sólo los arcontes con los caballeros, sino todos los ciudadanos con sus mujeres e hijos. Cuando se encontraron, con [6] el trato surgió en el pueblo ateniense un afecto tal hacia los romanos, y aun hacia Átalo, que no dejaron de hacer nada por considerarlo exagerado. Cuando Átalo [7] penetró por el Dipilón 92 , de ambos lados se dirigieron a él sacerdotes y sacerdotisas, que abrieron luego todos los templos, colocaron víctimas sobre los altares y le brindaron ofrecer el sacrificio. Por último, los atenienses [8] le votaron unas honras tales como jamás, en tan poco tiempo, habían tributado a sus bienhechores anteriores, pues además de otras cosas dieron a una tribu 93 [9] el nombre de «atálida» y le contaron a él entre los héroes tribales epónimos.

[26 ] Después de esto reunieron la asamblea e invitaron [2] a ella al rey en cuestión. Ante esta petición, Átalo manifestó que le parecía poco elegante presentarse personalmente y citar todos los favores delante de los mismos [3] beneficiarios. Los atenienses no insistieron en que acudiera, y le indicaron que escribiera lo que él suponía [4] conveniente en aquella situación. Átalo accedió a esto y redactó un escrito, que los presidentes trasladaron [5] a la asamblea. En compendio se trataba de un memorial de los favores concedidos por él mismo al pueblo de Atenas, una enumeración de sus acciones [6] contra Filipo en aquella coyuntura, y al final una exhortación a la guerra contra éste; les aseguraba y les juraba que si ahora no se decidían a declarar noblemente que compartían los sentimientos de odio contra Filipo junto con los rodios, los romanos y él mismo, y luego, tras haber desatendido su oportunidad, pretendían participar de la paz que habían logrado otros, [7] errarían en lo que convenía a su propio país. Leída la carta, el pueblo ateniense votó su disponibilidad para la guerra tanto por lo dicho como por la simpatía que [8] profesaba a Átalo. A mayor abundamiento entró una delegación rodia que expuso muchos argumentos en favor de su propia tesis. Y los atenienses acordaron [9] declarar la guerra a Filipo. También acogieron suntuosamente a los rodios, coronaron a este pueblo con la corona al más valiente y otorgaron a todos sus ciudadanos derechos políticos iguales 94 a los que ostentaban los atenienses. Con esto, Atenas pagaba, además de otros favores, la devolución a ellos de las naves y de los prisioneros de guerra que Filipo les había capturado. Los embajadores rodios cumplieron, pues, su encargo [10] y zarparon con su flota hacia las islas, a Ceos 95 .

Inicio de la guerra entre los romanos y Filipo V 96

En el tiempo en que los romanos [27 ] permanecían en Atenas 97 , Ni canor 98 , general al servicio de Filipo, hacía correrías por el Ática y llegó hasta la Academia 99 ateniense. Los romanos le mandaron un heraldo, se reunieron con Nicanor y le [2] pidieron que comunicara a Filipo la intimación por parte de Roma de que no hiciera la guerra a ningún griego 100 y de que compensara a Átalo según la sentencia de un tribunal imparcial por los daños que le había inferido. Si se aviene a ello todavía le es posible la paz [3] con los romanos, si se niega a hacerles caso, afirmaron, sucederá lo contrario. Nicanor les escuchó y se fue. [4] Los embajadores romanos habían anclado en Fénice 101 y habían dicho lo mismo a los epirotas acerca de Filipo; con igual finalidad visitaron a Aminandro 102 en Atamania y llegaron a Egio, a comunicarlo a los aqueos. [5] Cuando por medio de Nicanor hubieron expuesto lo suyo a Filipo, zarparon para dirimir las diferencias existentes entre Antíoco y Ptolomeo.

Conducta’ de Filipo

[28 ] Soy de la opinión de que el empezar bien y mantener el entusiasmo durante un tiempo suficiente que asegure un éxito considerable es cosa que se ha dado ya en muchos, [2] pero que sólo pocos son capaces de culminar un proyecto, y que si en algo la suerte les ha sido adversa, son idóneos para suplir por cálculo lo que les falló en [3] previsión. De modo que no falta razón a quien reproche la inoperancia de Átalo y de los rodios, ni a quien celebre la conducta real y verdaderamente magnánima de Filipo, la constancia en sus propósitos. No es que yo alabe su carácter sin distingos, pero sí señalo su ímpetu [4] en la ocasión presente. Establezco esta diferencia para evitar que alguien crea que digo cosas encontradas: hace poco alababa a Átalo y a los rodios, y hacía reproches a Filipo, mientras que ahora realizo lo contrario. [5] Por eso ya al principio de esta mi obra noté una diversidad: establecí que era preciso, a veces, alabar y, otras, condenar a unas mismas personas, ya que con frecuencia el peligro o el empeoramiento de las situaciones modifican las voluntades de los hombres, otras veces, en cambio, las varía el mejoramiento de aqué llas. [6] Hay casos en que los hombres se ven empujados por su propia índole hacia lo que es debido, en otros ocurre lo contrario. Que es lo que en aquella ocasión, [7] creo, sucedió a Filipo. En efecto, irritado por los desastres que había sufrido se indignó y se enfureció más de lo que era normal en él, pero con ello se adaptó de manera sorprendente y prodigiosa a la situación de entonces, y fue así como se enderezó contra los rodios y el rey Átalo y saldó con éxitos sus empresas siguientes. [8] Me ha sugerido decir esto la realidad de que algunos, igual que hacen los corredores flojos 103 en los estadios, abandonan sus propios proyectos cuando están a un paso de culminarlos, mientras que a otros precisamente esta circunstancia les lleva a superar al enemigo.

Toma de Abido por Filipo V

Filipo quiso privar a los romanos [29 ] de los recursos y de las piedras para escaleras existentes en estos parajes.

Para, si se propone hacer un recorrido en sentido inverso, [2] disponer del puerto de Abido.

Si bien me parece inútil exponer la peculiaridad de [3] estos lugares, debido a que todos los autores han tratado prolijamente la situación de estas ciudades, la posición estratégica de Sesto y de Abido 104 , y así tal cosa no aprovecha demasiado, con todo, en vista a lo que sigue, [4] creo provechoso recordar sumariamente a mis lectores estos aspectos, para suscitar su interés. Nos podemos [5] formar una idea de lo que ocurrió en las ciudades citadas, no tanto por la topografía de los lugares mismos como por la comparación y el cotejo de lo que declaro a continuación. Así como resulta imposible navegar a [6] nuestro mar desde el que unos llaman Océano y otros Mar Atlántico, a no ser pasando por el estrecho de las [7] columnas de Heracles, del mismo modo es irrealizable la navegación desde nuestro mar a la Propóntide 105 y al Ponto si no es haciendo la penetración por el paso, [8] que se abre entre Sesto y Abido. Y como si la fortuna hubiera establecido una proporción en la disposición de ambos pasos, resulta que el de las columnas de Heracles tiene una anchura múltiple de la del Helesponto. [9] En efecto, la anchura del primero es de sesenta estadios, la del de Abido de dos 106 , y esto es para que se pueda intuir que el Mar Exterior 107 supera muchas [10] veces en magnitud al nuestro. Pero el paso de Abido presenta muchas más ventajas que el estrecho de las [11] columnas de Heracles. El primero de los mencionados, que está habitado por hombres debido a ser medio de comunicación de unos con otros, tiene disposición de puerta. A veces los que han querido pasar a pie enjuto de un continente a otro han tendido un puente sobre él 108 ; otras veces se navega por él continuamente en [12] ambas direcciones. Contrariamente, el estrecho de las columnas de Heracles es poco útil, no sirve excesivamente para la comunicación de los pueblos que viven en los extremos de África y de Europa, porque el Mar [13] Exterior es algo desconocido. La ciudad de los abidenos está flanqueada, a ambos lados, por dos cabos de la costa europea 109 , y tiene un puerto capaz de albergar contra cualquier viento a los que recalen en él. Pero es [14] totalmente imposible fondear fuera del puerto y delante de la ciudad, debido a la rapidez y a la fuerza de la corriente que hay en aquellos lugares.

Filipo plantó una empalizada en un lado y una estacada [30 ] en el otro y asediaba a los abidenos por mar y por tierra. En sí la acción no era notable ni por la [2] magnitud de los preparativos ni por la variedad de los planes imaginados para las obras (planes a los que suelen aplicarse asediados y sitiadores para combatirse mutuamente), pero se hizo digna de mención, si es que [3] lo es alguna otra, y de ser transmitida a la posteridad por la bravura de los asediados y por su extremado coraje. Al principio los abidenos confiaban en sí mismos [4] y sostenían vigorosamente la sofisticada maquinaria de Filipo, desarmaban a tiros de catapulta los ingenios que se les aproximaban por mar, y a otros les pegaban fuego. Tanto es así, que a duras penas logró el enemigo retirar las naves de la zona de peligro. Y a [5] las obras terrestres los abidenos se opusieron animosamente, y ni tan siquiera desesperaban de derrotar al adversario. Pero cuando el muro exterior se les derrumbó [6] por el trabajo de zapa, lo cual posibilitó a los macedonios aproximarse, a través del muro derruido, a la muralla paralela construida por dentro, entonces los abidenos enviaron a Ifíades y a Pantágnoto para invitar a Filipo a que tomara posesión de la ciudad. Las condiciones eran: debía comprometerse a permitir [7] la retirada de los soldados enviados por Átalo y por los rodios, y acceder a que los hombres libres se salvaran, cada uno por donde quisiera y pudiera, saliendo [8] sólo con la ropa que llevaban puesta. Pero Filipo les exigió una rendición incondicional o que combatieran con arrojo. Y los enviados regresaron.

[31 ] Enterados de la respuesta, los abidenos se reunieron en asamblea y deliberaron sobre las circunstancias; [2] ahora estaban desesperados. Resolvieron, pues, ante todo, conceder la libertad a los esclavos: así tendrían unos camaradas totalmente adictos en la lucha. Después juntaron a todas sus mujeres en el templo de Ártemis, y a sus pequeñuelos con sus nodrizas en el gimnasio. [3] Decretaron, en tercer lugar, depositar en el ágora toda su plata y todo su oro; la vestimenta de valor que poseyeran la cargarían íntegramente en el cuatrirreme [4] de los rodios y en el trirreme de los cicicenos. Esto fue lo que acordaron. Cumplieron los decretos de manera unánime y se congregaron por segunda vez en asamblea. Eligieron a los cincuenta ancianos de más confianza, pero dotados del vigor corporal necesario todavía para [5] cumplir las decisiones. Delante de todos los ciudadanos les tomaron juramento de que, si veían que el enemigo había conquistado el muro interior, degollarían a las mujeres y a los niños, pegarían fuego a las naves citadas y, de acuerdo con las maldiciones, arrojarían [6] al mar el oro y la plata. Después de esto y en presencia de los sacerdotes, todos se juramentaron a vencer al enemigo o a morir luchando por la patria. [7] Finalmente sacrificaron algunas víctimas y obligaron a los sacerdotes y a las sacerdotisas a pronunciar sobre aquellas entrañas abrasadas imprecaciones para afrontar [8] la situación que he descrito. Se aseguraron, pues, de todo esto y se disolvieron para dedicarse a trabajos de contraminado, resistiendo al enemigo. Sin embargo, el acuerdo había sido unánime: si les derrumbaban el muro interior, por encima de sus ruinas combatirían al adversario hasta morir.

Se puede decir que el temerario coraje de los abidenos [32 ] ha rebasado la conocida desesperación de los focenses 110 y la valentía de los acarnanios 111 . Parece que [2] los focenses tomaron idénticas resoluciones en cuanto a sus familiares, pero les quedaba todavía una leve esperanza de vencer, porque estaban en condiciones de provocar a los tesalios a una batalla campal en toda regla; lo mismo cabe decir del pueblo de Acarnania: [3] cuando se apercibió de la incursión de los etolios, tomó unas determinaciones como las reseñadas en cuanto a su situación. Ambos casos los hemos narrado nosotros, anteriormente 112 , al menos en parte. Pero los de Abido, [4] cercados y prácticamente sin esperanzas de salvación, prefirieron, la población entera, morir con sus mujeres e hijos, a vivir y, encima, verse con la infamia de que sus hijos y mujeres habían caído en poder del enemigo. Con razón se puede reprochar a la fortuna el desastre [5] de los abidenos, pues como si le causaran piedad enderezó al punto aquellas ciudades de las desgracias sufridas, al dar la victoria y la salvación a los desesperados. Su intención para con Abido fue distinta: [6] los hombres murieron, la ciudad fue conquistada, y las madres con sus hijos cayeron en poder de los rivales.

Cuando se derrumbó la muralla interior, los defensores, [33 ] según su juramento, se encaramaron por los montones de escombros y seguían combatiendo con un denuedo tal que Filipo, aunque iba lanzando oleadas de macedonios una tras otra hasta llegar la noche, al final desistió de la lucha y perdía, incluso, la esperanza de [2] salir adelante en la empresa. La primera línea de los abidenos peleaba con ferocidad pisando los cadáveres enemigos, y no sólo se batían audazmente con sus pu ñales [3] y sus lanzas, sino que, cuando un arma de éstas se les inutilizaba o las soltaban por fuerza de sus manos, llegaban al cuerpo a cuerpo con los macedonios y rechazaban con su restante armamento al adversario; a otros se les quebraban las picas y con las mismas astillas asestaban golpes contundentes; [echaban mano] 113 de las puntas de las lanzas y herían a los enemigos en el rostro y en las partes desnudas del cuerpo, con lo [4] que les llevaron a una confusión total. Cuando sobrevino la noche y se paró la lucha, la mayor parte de los defensores había sucumbido encima de los escombros y los supervivientes estaban exhaustos por la fatiga y las heridas. Entonces Gláucidas y Teogneto reunieron a algunos ancianos y arruinaron la decisión espléndida y admirable que habían tomado antes los ciudadanos, [5] por salvarse ellos. Decidieron conservar la vida a las mujeres y a los niños, y enviar, así que apuntara el alba, a Filipo los sacerdotes y las sacerdotisas provistos de ínfulas, para suplicarle y rendirle la ciudad.

[34 ] En aquel tiempo, Átalo fue informado del asedio de Abido, navegó por el mar Egeo hasta Ténedos 114 precisamente cuando el romano Marco Emilio el Joven se [2] presentó, también por mar, en la misma Abido. En Rodas los romanos supieron con exactitud lo que ocurría en el asedio de Abido y, según las órdenes que tenían, quisieron tratar personalmente con Filipo. Aplazaron el ataque contra los reyes 115 y enviaron al hombre citado, que se entrevistó con Filipo en Abido y le expuso [3] los decretos del senado romano: intimarle que no hiciera la guerra contra ningún griego, que no se inmiscuyera en los asuntos de Ptolomeo y, en cuanto a las injusticias que había cometido contra Átalo y contra los rodios, debía someterse a un juicio para indemnizarles. Si lo hacía así podría permanecer en paz con [4] los romanos, pero si se negaba a acceder de grado, estaría en guerra contra ellos. Filipo quería hacerle [5] ver cómo eran los rodios los que le habían atacado, pero Marco Emilio interrumpiéndole le preguntó: «¿Y qué los atenienses? ¿Y qué los cianeos? ¿Y qué, ahora, los abidenos? ¿Quién de éstos —prosiguió— te ha atacado primero a ti?» El rey Filipo, sin saber qué [6] decir, repuso que le perdonaba por haber hablado tan altivamente, y ello desde tres puntos de vista: primero, porque era joven e inexperto en aquellos asuntos; en segundo lugar, porque era el más apuesto de los hombres de su tiempo (lo cual era verdad), [y ante todo porque era romano] 116 , «y yo —afirmó— exijo con empeño [7] a los romanos que respeten lo pactado 117 y que no me hagan la guerra. Y si me la hacen invocaré a los dioses y los rechazaré enérgicamente.»

Dicho esto, se separaron el uno del otro; Filipo [8] tomó posesión de la ciudad y se encontró con que los abidenos habían amontonado todo lo de valor que poseían, [9] dispuesto para que él se lo quedara. Pero, al ver la multitud y el furor de los que habían degollado a sus mujeres e hijos y luego se habían suicidado, pues unos se habían quemado, otros se habían ahorcado, o se habían tirado a un pozo, o se habían lanzado [10] desde un tejado, quedó horrorizado y, al mismo tiempo, dolorido por lo que allí había pasado. Anunció que daba tres días de plazo a los que desearan ahorcarse [11] o quitarse de otro modo la vida. Y los abidenos volvieron a su acuerdo inicial. Juzgaron que habían sido traidores a los que lucharon y murieron por la patria, y ya no quisieron vivir más: sólo sobrevivieron los que tenían las manos encadenadas o impedidas de alguna [12] otra manera; todos los demás se lanzaron inmediatamente a la muerte, familias enteras.

[35 ] Tras la toma de Abido se presentaron en Rodas unos legados aqueos pidiendo a los rodios que hicieran las [2] paces con Filipo. Pero, inmediatamente después de éstos, llegaron unos embajadores romanos y les expusieron que no debían pactar con Filipo sin la anuencia de Roma. Los rodios decretaron ponerse de lado del pueblo de Roma y tener en cuenta su amistad.

Campaña de Filopemén contra Nabis 118

[36 ] Filopemén calculó las distancias de todas las ciudades aqueas entre sí y cuáles de ellas podían llegar a Tegea 119 siguiendo un [2] mismo camino. Por lo demás escribió cartas a todas las ciudades y las distribuyó de manera tal que las más distantes recibieran no sólo la suya, sino también las [3] correspondientes a las demás ciudades de su ruta. En las cartas primeras se escribía lo siguiente, dirigido a los comandantes: «Así que recibáis esta carta haced al punto que los que están en edad militar se reúnan todos en el ágora con sus armas, con víveres y dinero suficientes para cinco días. Cuando los presentes en [4] una ciudad estén ya reunidos recogedlos y conducidlos hasta la ciudad más próxima. Al llegar allí entregad la carta destinada al comandante local y seguid las instrucciones contenidas en ella.» En esta última [5] carta había escrito lo mismo que en las anteriores, variando solamente el nombre de la ciudad hacia la cual debían proseguir. Este procedimiento lo siguió [6] de ciudad en ciudad. Así, en primer lugar nadie supo para qué acción o para qué tentativa eran aquellos preparativos ni tampoco hacia dónde se marchaba, salvo a la ciudad próxima; nadie sabía nada, y todos, perplejos y tras recoger unos a otros, marchaban hacia adelante. Por el hecho de que las ciudades más [7] lejanas no distaban todas lo mismo de Tegea, la carta no fue entregada en todas ellas simultáneamente, sino a cada una al cabo de un tiempo proporcional a la lejanía. Todo ello hizo que ni los tegeatas ni los que iban [8] llegando conocieran el futuro, pero todos los aqueos se concentraron en Tegea con su armamento; afluían por todas las puertas.

Filopemén usó de esta estratagema y fue superior en [37 ] su concepción debido a la gran cantidad de escuchas y de espías que tenía contra el tirano. En el día en [2] que la gran masa de soldados aqueos debía reunirse en Tegea mandó a sus mejores tropas que pernoctaran en Selasia, y que al día siguiente, al romper el alba, invadieran Lacedemonia. Si los mercenarios que acudieran [3] a rechazarles les ponían en situación difícil, les ordenó replegarse hacia Escotita 120 , y que, por lo demás, se pusieran a las órdenes de Didascalondas el cretense 121 , pues confiaba en él y le había dado instrucciones para [4] toda la campaña. Éstos, pues, avanzaron animosos en cumplimiento de lo preceptuado; Filopemén ordenó a los aqueos cenar antes de la hora habitual, e hizo salir a las tropas de Tegea. Avanzó durante la noche a marchas forzadas, y al alborear situó su ejército en los parajes llamados de Escotita, a medio camino entre [5] Tegea y Lacedemonia. Al día siguiente los mercenarios apostados en Pelene 122 , así que los vigías dieron la señal de la penetración enemiga, acudieron a defender, y, como es su costumbre, establecieron un combate [6] cuerpo a cuerpo con el adversario. Según lo dispuesto, los aqueos se retiraron y los mercenarios les acosaron [7] con osadía y audacia. Pero llegaron ya al lugar de la emboscada. Los otros aqueos se levantaron, y en parte mataron y en parte apresaron vivos a sus rivales.

Filipo acucia a los aqueos contra los romanos

[38 ] Filipo viendo que los aqueos no estaban muy dispuestos a emprender una guerra contra los romanos, se empeñó por todos los medios en suscitar odio entre unos y otros.

De Asia

[39 ] Esto, nos lo atestigua Polibio de Megalópolis con sus palabras, pues en el libro decimosexto de su Historia escribe: Escopas, el general de Ptolomeo, avanzó hacia los lugares altos 123 en el invierno 124 y subyugó al pueblo judío.

[2] El asedio fue menos enérgico; Escopas cobró mala fama y se burlaban de él con insolencia.

[3] Polibio dice en el mismo libro: Escopas fue vencido por Antíoco, quien se apoderó de las plazas de Batana 125 , Samaría 126 , Abila, Gádara 127 ; al cabo de poco tiempo se le pasaron los judíos [4] que vivían junto al templo llamado de Jerusalén. De esto podríamos [5] hablar mucho más, especialmente por el esplendor de aquel templo, pero dejaremos para otra ocasión tratar el tema. (JOSEFO , Arqueología judía XII 3, 3.)

Fragmentos de localización incierta

Barbantio 128 , lugar junto a Quíos. [40 ] Polibio, libro decimosexto.

Gitta 129 , lugar de Palestina. Polibio, [2] libro decimosexto.

Hela 130 , territorio de Asia. Plaza comercial del rey Átalo. [3] Polibio, libro decimosexto.

Los insubres, pueblo itálico 131 . Polibio, libro decimosexto.[4]

Candasa, fortaleza de Caria. Polibio, libro decimosexto. [5]

Cartea 132 , una ciudad de la tetrápolis de Ceos. Sus habitantes [6] se llaman carteos. Polibio, libro decimosexto.

Mantua, ciudad de los romanos. El gentilicio es «mantuano». [7] Polibio, libro decimosexto 133 .

1 Filipo V de Macedonia. Estamos en el año 201 a. C. La guerra que sostienen Filipo V y Antíoco III se inscribe en el marco de las luchas de Roma para conquistar la hegemonía en tierras griegas. Cf. H. BENGSTON , Griechische Geschichte , Munich, 1950, págs. 447 y sigs.

2 Seguramente por la derrota que había sufrido en la batalla naval de Quíos, el año precedente, en liza contra Átalo de Pérgamo y los rodios. Véase n. 9.

3 El Niceforio de Pérgamo era un conjunto de templos, el más importante de los cuales estaba dedicado a Atenea. Este santuario estaba situado fuera del recinto amurallado; por eso, Filipo lo pudo demoler.

4 Cf. XXIII 5, 10. La ciudad, la actual Akhissar, era una población importante, a poca distancia del río Lico, cf. Grosser historischer Weltatlas , I, Munich, 1972, pág. 28.

5 Cf. XXI 10, 13. La llanura de Tebas estaba al E. del golfo de Ida.

6 Propiamente, «la aldea sagrada». La población estaba entre Tiatira y el río Hermo; en ella había un santuario de Ártemis.

7 Cf. V 45. General que sirvió activamente a Antíoco III el Grande. Derrotó a Molón (batalla de Apolonia, cf. el lugar citado), quien había usurpado el reino seléucida. También al servicio de este seléucida combatió en Magnesia contra los romanos (finales del 190 a. C.), pero fue derrotado, y él mismo entabló negociaciones con los vencedores. La batalla de Magnesia modificó decisivamente el mapa político del Asia griega.

8 Se refiere a un pacto secreto entre Filipo V y Antíoco III; cf. XV, 20.

9 En realidad, el desenlace de la batalla fue indeciso. Véase la discusión en F. W. WALBANK , A historical Commentary on Polybius , Oxford, 1957 y sigs., ad loc ., aunque BENGSTON , Geschichte , pág. 448, concede la victoria a Átalo y a los rodios por escaso margen.

10 De la ciudad de Quíos, capital de la isla del mismo nombre.

10 bis Estas naves ponteadas (cataphráctoi) se utilizaron desde el s. IV a. C. Los remeros iban protegidos por una cubierta en la que podían instalarse un centenar de soldados; frente a los catorce que llevaba una trirreme ateniense en la guerra del Peloponeso.

11 Que por aquel entonces dominaba. Cf. § 9 de este capítulo.

12 El navarco rodio. Sobre su excepcional figura política en Rodas, cf. XXX 5, 5.

13 Probablemente, unas islas pequeñas que hay delante del cabo Argenno, al SO. de la península de Eritrea, a ocho millas del cabo Poseidón, al S. de Quíos, actualmente cabo Asprokavo.

14 Sigue una laguna en el texto griego, insanable precisamente porque indicaba el número exacto de lanchas que había en la flota de Filipo.

15 La palabra griega correspondiente es pristēs , exactamente «pez espada», probablemente porque debía tener un cierto parecido con este animal por su espolón poco corriente en las naves de guerra.

16 Filipo V se había anexionado Samos hacía poco tiempo en virtud del pacto sirio-macedonio (cf. III 2, 8), pero perderá muy pronto su dominio, que pasará a la dinastía egipcia de los Ptolomeos, cfr. XVIII 1, 14.

17 Las trihemiolias eran lanchas comparables, en sus funciones, a las patrulleras actuales, para la custodia de las costas. Un hēmiólion era una nave, usada principalmente por piratas, que tenía dos bancos de remeros dispuestos de tal forma que la mitad del banco superior se podía remover para alojar el palo y la vela tras un abordaje. El trihēmiólion era una mezcla de trirreme y de hēmiólion por cuanto tenía la disposición de los remos de esta última y el resto como una trirreme. Este tipo de nave fue invención rodia. Cf. la nota 140 del libro V.

17 bis Desde la época de Alejandro Magno se sustituyó el tradicional navío de guerra, la trirreme, por la quinquerreme y otros de más remeros aún, como la hexera, la heptera y la octera. Tradicionalmente se ha considerado que la trirreme tenía tres filas superpuestas de remeros; en consecuencia, la quinquerreme tendría cinco, seis la hexera, siete la heptera y ocho la octera. Los problemas técnicos que planteaban las tres filas de remeros en la trirreme no han sido explicados satisfactoriamente; mucho menos si estas filas se ampliaban hasta ocho. Parece por ello sugestiva la teoría de que no se trataba de indicar con el numeral la cantidad de filas de remeros, sino el número de éstos que manejaban cada remo. Cf. F. E. ADCOCK , The greek and macedonian art of war , Univ. of California Press, Berkeley/Los Ángeles, 1967, págs. 31 y sigs.

18 Del primero no se sabe nada. El segundo fue delegado de su hermano Átalo en la conferencia con Filipo V y el cónsul Flaminino. Cf. XVIII 1, 3-4, 2.

19 Aquí el griego presenta una palabra (bíacha) que sólo sale aquí, de significado dudoso. Ni aun los diccionarios griegos más completos la registran; el sentido debe ser el anotado en la traducción.

20 Atacó una heptera, como veremos algo más abajo (§ 7).

21 Estas torretas servían para adelantar algo la línea de la borda, que era la de ataque, y seguramente podían desplazarse a lo largo de los flancos del buque.

22 El texto aquí aludido no se ha conservado.

23 El griego recubierto por esta traducción es oscuro: ¿qué significa «hacer bajar sus naves» (=amorrarlas) por el lado de proa? Quizás la proa era tan baja que los remos enemigos no llegaban a tocarla.

24 Es difícil precisar qué era un trierarco entre los rodios; algunas alusiones hacen pensar que tendría a su cargo la construcción y el mantenimiento de las naves de guerra.

25 Ciudad al fondo del golfo del mismo nombre, a la altura de la plaza de Quíos, en esta isla; la batalla naval se libró entre la isla y el continente.

26 Las fuentes históricas que ha usado aquí Polibio son claramente antimacedonias, pues las pérdidas de los aliados aquí reseñadas son ridículamente pequeñas.

27 Los editores del texto griego Hultsch y Walbank suponen aquí una laguna restituida erróneamente por Mabonio, quien comete una haplología (cf. final § 2). Pero otros editores opinan que la haplología no es razón suficiente para rechazar la restitución propuesta, que, efectivamente, llena una laguna.

28 Estos marineros no debían de ser macedonios, sino esclavos o mercenarios.

29 Esta captura de prisioneros por parte de los vencidos no es clara, y no se ve cómo la pudo exponer la fuente rodia que sirvió a Polibio. Cf. WALBANK , Commentary , ad. loc.

30 Cf. XV 1-8.

31 Después de la batalla de Lade, Filipo V invadió los territorios de Mileto y tomó la ciudad. Atacó inútilmente Cnido (XI, 1) y, desde ahí, se dirigió a Perea rodia, concretamente a Prínaso. La Perea rodia es la parte continental de Asia Menor (Caria y Licia) dominadas por Rodas, que la recibió en la paz de Apamea (188 a. C.) y la perdió en 167.

32 No sabemos contra qué plaza.

33 Aquí hay una laguna textualmente insanable, pero la referencia al golfo de Yaso (actualmente, de Mandalia) es segura. El nombre de golfo de Bargilia se le dio también por la ciudad del mismo nombre situada en su extremo occidental.

34 De perímetro.

35 Este templo fue muy conocido por una epifanía de la diosa que ahuyentó a un ejército romano. (Cf. M. NILSON , Geschichte der griechischen Religion , II, Munich, 1950, pág. 216.) Ésta es, por lo demás, una de las funciones típicas de la diosa, cf. P. GRIMALDI , Diccionario de mitología (traducción castellana de F. PAYAROLS ), Barcelona 1966, art. «Ártemis». Sobre la advocación «Astia» de Ártemis, no poseemos ninguna información, salvo que fue la divinidad principal y tutelar de Yaso.

36 Cf. la nota 44 del libro X.

37 Sobre la crítica polibiana a Teopompo, cf. la nota 12 del libro VIII y los lugares citados allí.

38 Estamos en los años 202/201.

39 Sobre Nabis, cf. XIII 6-8.

40 Cf. XIII 6, 4-8, 2.

41 En la parte conservada de este libro no se hace referencia para nada al tema, aunque tangencialmente se toca en la crítica que, seguidamente, se hace de Zenón y Antístenes.

42 Esparta, Etolia, Élide y Mesenia fueron aliados durante la primera guerra macedónica (cf. IX 28 y sigs.; 30, 6; 31, 3), y esta alianza continuó con carácter exclusivamente defensivo después de que Etolia hubo hecho la paz con la «alianza griega». Las guerras denominadas genéricamente macedonias responden a la opresión que para Macedonia representó el firme establecimiento romano al otro lado del Adriático. Filipo V se alió con Aníbal (año 215), y esto desencadenó la primera de estas guerras (215-205 a. C.). Cartago y Macedonia no lograron coordinar sus fuerzas ni sus acciones, mientras que Roma explotó hábilmente las disensiones internas de los griegos. Filipo V apoyó enérgicamente la «alianza griega», pero no logró evitar que Etolia firmara, en el año 206, una paz por separado con Roma. Esta primera guerra concluye con la paz de Fénice, población del Epiro, firmada por Filipo V y los romanos en el 205.

43 Zenón de Rodas, contemporáneo de Polibio, algo mayor que él. Su obra en quince libros Chronikḗ Syntáxis se ocupó de la historia de su isla natal, pero trató la historia extranjera en cuanto condicionaba la de Rodas. Se interesó por lo que hoy llamaríamos historia de la cultura. Como veremos en seguida, Polibio le reprocha inexactitudes y un cierto patrioterismo. De Antístenes de Rodas, contemporáneo del anterior, se sabe mucho menos. Escribió una Historia de Rodas (Rodiaká) e Historias de filósofos . Diógenes Laercio da trece citas de él.

44 De Lade y de Quíos.

45 «Distinción» traduce el término griego diastolḗ y pertenece a la terminología estoica.

46 Es decir, no son profesionales de la historia, como tampoco lo es Polibio, a quien repugnan los que se dedican por oficio a la composición de historias. Cf. XII 25, 3, y aquí mismo, algo más abajo, § 8.

47 El término náutico «bandola» parece el más ajustado para traducir el griego dólōn ; se trataba de un mástil pequeño con una vela, normalmente abatido; si se levantaba, ello era señal de retirada, tanto es así que la locución: «izar la bandola», llegó a significar simplemente «retirarse».

48 El puerto de Mindo, hoy Gümüslük, en el extremo sur de la península de Halicamaso.

49 Posiblemente, Filipo entró en Mileto.

50 El texto griego dià tḕn éphodon es muy ambiguo: Schweighäuser da una traducción latina urbem ingressus , que debe significar «que atacaron la ciudad». HOLLEAUX (citado por WALBANK , Commentary , ad loc.) traduce «on account on their attack» (i. e ., de Lade). Lo mismo PATON: «for his brilliant attack», que cita la variante posible de SCHUCKBURG: «on his entrance to their territory». Hay un paralelismo con el lugar XI 24, 3, en el que el término éphodos significa «ataque», «invasión» previsible. De modo que la interpretación de Schuckburg parece la más probable.

51 Heraclides, almirante de Filipo V; cf. XIII 4, 1.

52 Eran documentos oficiales (epistolaí) que quedaban archivados en el pritaneo de Rodas.

53 Esta ruptura tuvo lugar en el año 201 a. C.

54 Estos nombres propios nos son en su mayoría desconocidos. Con todo, Selasia debe de ser la población llamada actualmente Hagios Konstantinos, unos diez kilómetros al N. de Esparta; Talamas estaba en el golfo de Mesenia, al O. del Taigeto, la actual población de Svina.

55 Hay dos ríos con este nombre en Mesenia (ESTRABÓN , VIII 344). Uno es una pequeña corriente (hoy el río Milea) que fue, seguramente, el límite entre Mesenia y Esparta en tiempos de Filipo II; el otro se llama todavía hoy Pámiso, es cl más caudaloso de Mesenia y riega la llanura mesenia. La referencia a Faras demuestra que el historiador Zenón se refería a este último. Faras es la actual Kalamata, a orillas del Pámiso.

56 Ésta es una ruta absurda, propuesta por Polibio para evidenciar la informalidad de Zenón. Los lugares citados son bien conocidos. Contoporia es una montaña entre Corinto y Argos.

57 Es el actual Castro de Santa Elena, en el curso del Alfeo, más abajo de su confluencia con el río Lusio.

58 Aquí el códice Turonense señala una laguna de extensión imprecisable, pero, en todo caso, muy amplia.

59 El asedio de Gaza y la batalla de Pamio tuvieron lugar en la quinta guerra siria, en el año 201 a. C., pero del desarrollo de esta contienda no sabemos prácticamente nada. Cf. BENGSTON , Geschichte , pág. 448. En ella luchó Antíoco III contra Ptolomeo Lágida y se anexionó buena parte del S. de Siria.

60 El topónimo Panio se refiere a la divinidad Pan que tiene poco que ver con el Pan griego, arcadio; es una divinidad semítica cuyo lugar de culto principal estaba en una gruta no lejos de las fuentes del Jordán, al pie del monte Hermón.

61 Cf. XV 25, 16.

62 Aquí empieza la descripción de la situación de las fuerzas de Antíoco III.

63 Su madre fue Laódice; había nacido en el 220 a. C. y, desde el 209, compartía el reino con su padre.

64 Quizás sea el Jordán en los primeros tramos de su curso.

65 Es la traducción exacta: los caballos iban protegidos por unos petos de bronce.

66 El que más tarde será Antíoco IV Epífanes (175-163 a. C.). Pero tuvo un hermano mayor que él, al que sucedió, Seleuco IV (187-175 a. C.). Cf. XXXI, 2, 1-2.

67 Sobre Antípatro, cf. V 79, 12; sobre los tarentinos, IV 77, 7.

68 Se trataba, seguramente, de un macedonio al servicio de Egipto.

69 Reclutados por Escopas, cf. XV 25, 16.

70 El término griego aquí no es seguro; una variante textual da el sentido de «en capacidad de maniobra».

71 Cita este fragmento E. R. LEHMANN , «Polybios und die griechische Geschichte», en Polybe. Neuf exposées , Vandoeuvre, Ginebra, 1974, pág. 163, para documentar la seriedad con que Polibio, frente a otros autores como Timeo, tomaba su cometido de historiador. Del lugar aquí anotado concluye Lehmann que el estilo y el modo de Timeo, atractivos, pero poco serios, se habían ganado a la mayoría de historiadores contemporáneos, lo que Polibio reconoce con un cierto malhumor y con un fuerte desdén. Seguramente este libro XVI fue redactado o refundido por Polibio tardíamente; nuestro historiador no se preocupa del contraste de su tono aquí con las seguras afirmaciones del segundo proemio de su obra, III 5, 8 y sigs., donde se asegura que, en el caso de que la obra polibiana quede interrumpida por la muerte de su autor, no faltarán autores fascinados por ella que le den cumplido término. Este Polibio de III 5, 8 es comparable a la figura del «savant» ilustrado del s. XVIII , con un irreprimible optimismo. Pero, seguramente, este primer intento de historia universal no ha sido entendido por el mundo intelectual griego contemporáneo ni siquiera en vida de su autor, lo que ha ocasionado en éste un duro pesimismo.

72 Esta referencia a una relación epistolar de Polibio con uno de sus colegas y oponentes da pie al profesor MUSTI , en su artículo «Polibio e la storiografia romana», en Polybe. Neuf exposées , pág. 125, para establecer que, a partir del libro XVI, la cuestión de las fuentes de las que se ha servido Polibio para redactar su obra se complica, porque desde aquí entran relaciones personales e informes privados por escrito.

73 Estamos en la historia de Egipto en el bienio 202/201. Sobre Tlepólemo, cf. XV 25, 25-29.

74 Cf. XV 32, 6-11.

75 El término «fe» equivale al latín fides y debe ser tomado en el sentido ético y político en que lo entendía aquella sociedad, el de una fidelidad jurada.

76 Frases como ésta, que desde ahora aparecen con frecuencia en el texto polibiano, pertenecen a los epitomadores que realizaron la selección de Polibio.

77 Cf. V 68, 2.

78 Bienio 201/200 a. C.

79 No podemos precisar de cuál se trata.

80 Sobre Sífax, cf. XI 24. TITO LIVIO da una versión distinta sobre su muerte, XXX 45, 4-5: «La muerte sustrajo a Sífax más a un espectáculo de las masas que a la gloria de un triunfador, pues murió en Tíbur, a donde había sido trasladado desde Alba Longa.»

81 Otoño del año 201. Se continúa la narración de la campaña de Filipo V. Tras tomar Yaso, Filipo toma Bargilia, también en el golfo de Yaso.

82 Publio Sulpicio Servio ya había sido cónsul en el año 211 y, en calidad de tal, tomó parte en la primera guerra macedonia (VIII 1, 6); en el año 200 a. C. es elegido cónsul por segunda vez.

83 Una vida de lobo, cf. XV 20. El refrán es popular, confrontar C. WUNDERER , Polybios-Forschungen , Leipzig, 1898, reproducción fototípica, Aalen, 1969, pág. 14, donde se afirma que la aplicación a Filipo no es originaria de Polibio, sino de la fuente que éste utilizó. Aunque Polibio rechaza el ampuloso estilo de Timeo, cargado de citas y de refranes, él mismo no los desdeña, aunque en el uso de este material es más parco y acertado. Cf. C. WUNDERER , Zitate und geflügelte Worte bei Polybios , Leipzig, 1909, reproducción fototípica, Aalen, 1969, página 3.

84 Milasa: plaza del SO. de Asia Menor; bajo el dominio de los seléucidas gozó de libertad prácticamente total; en la paz de Apamea entre Antíoco III y los romanos (188 a. C.), fue declarada ciudad libre de tributos (oppidum liberum) . Fue un emporio comercial.

85 Alabanda: plaza situada en la margen izquierda del río Marsias (hoy Tschina-Tschai), en el centro de Caria. Esta ciudad hoy se llama Arabhissar.

86 Magnesia, ciudad jonia al pie del monte Tórax, no lejos del río Meandro; para ver el emplazamiento exacto de las ciudades, cf. Weltatlas , I, 22/23 K 4, 5.

87 En XXII 14, 7 y XXIII 1, 5, este Filocles aparece como un estrecho colaborador de Filipo V.

88 Miunte: ciudad portuaria jonia en la desembocadura del río Meandro (hoy Büjük Menderes) en el golfo de Latmos.

89 Estamos en abril del año 200 a. C.

90 Es decir, por su acción en apoyo de los rodios contra las naves de Filipo.

91 En la guerra que acababa de terminar; cf. IX 30, 7; X 41, 1... La palabra griega traducida exactamente por «colaboración» es, más bien, vaga y no incluye necesariamenté una alianza.

92 El puerto principal de Atenas subiendo desde el Pireo. Este barrio ateniense fue muy conocido por su cerámica, de la cual hay piezas importantes en el museo arqueológico del Pireo.

93 Desdoblando para ello una tribu en dos, según cuenta ESTEBAN DE BKANCIO , s . v .; los atenienses, además, cambiaron el nombre de un demo, al que llamaron Apolonieo, según el nombre de Apolonia, la esposa de Átalo.

94 Sobre esta igualdad cf. II 46, 2.

95 La isla más próxima de las Cícladas al continente griego, patria de los famosos poetas Simónides y Baquílides.

96 Se trata de la segunda guerra macedonia entre Filipo V y los romanos (200-197 a. C.).

97 Cf. XX 24, 1.

98 Nicanor, apodado «el elefante», XVIII 24, 2. Morirá el año 160 en lucha con los judíos (1 Mac 3, 38).

99 Un suburbio de Atenas, aproximadamente a un kilómetro de la puerta del Dipilón. Era famoso por su santuario de Atenea en el que había plantados once olivos sagrados y se habían levantado once altares. No estaba lejos la Academia platónica.

100 A ningún griego del continente, significación habitual en Polibio cuando cita, simplemente, a «los griegos».

101 Cf. II 5, 7.

102 Rey de Atamania, pequeña región continental entre Etolia, Epiro, Macedonia y Tesalia, que, desde el año 200 a. C., peleó a favor de los romanos. Cf. XXIX 6-8, 14.

103 Este símil es platónico, y de PLATÓN debe haberlo tomado Polibio, cf. República 613c. No lo encuentro registrado en WUNDERER , Zitate ...

104 Sesto, ciudad emplazada en el Quersoneso Tracio frente a Abido; las dos ciudades están enlazadas por la leyenda de Hero y Leandro. Homero la cita ya en el Catálogo de las naves . En el 190 a. C., los romanos la conquistan y la incorporan al Imperio romano. Abido está situada en el lugar más estrecho de los Dardanelos. También viene citada en el Catálogo homérico de las naves. En el año 200 a. C., opuso resistencia a Filipo V, pues la ciudad se había aliado con los romanos. A principios del s. XIX la hizo famosa un célebre poema de LORD BYRON , La novia de Abido .

105 Para la Propóntide, cf. IV 39, 2. Para ver exactamente la situación, Weltatlas , I, 22/23 A IK2.

106 Mientras Polibio indica sólo, con leve error, la anchura del estrecho de Gibraltar, sesenta estadios, 11 km., cuando la distancia de la punta de Gibraltar a Ceuta es de 14, en cambio nuestro historiador yerra claramente la anchura del Helesponto en el lugar indicado, pues dos estadios son unos 300 m., cuando la distancia real es de 2 km.

107 El Océano Atlántico.

108 Polibio se refiere al conocido paso del ejército de Jerjes (HERÓDOTO , VII 33).

109 Los cabos de Sesto y Cinosema (hoy Nágara y Kilid Bahr, respectivamente). El puerto es el actualmente llamado Nágara Limán.

110 Pausanias recuerda la acción en que los focenses expulsaron a los tesalios de su territorio. Para ello, inutilizaron la caballería tesalia cubriendo el paso de Hiámpolis con ánforas ardientes. Luego asesinaron a los oficiales tesalios que tenían en su poder y a sus propios compatriotas que habían simpatizado con los tesalios, por lo que éstos mataron a los rehenes focenses, y determinaron aniquilar a los focenses, hombres, mujeres y niños. Entonces los focenses tomaron una decisión similar a la de los abidenos, que no llegaron a poner en práctica porque, en último término, derrotaron a los tesalios.

111 Cf. IX 40, 4-6.

112 Polibio debió de narrar la historia aludida a los focenses, pero, en cualquier caso, su narración no nos ha llegado.

113 Hay laguna en el texto, pero se subsana felizmente por el lema del escolio; sin embargo, Büttner-Wobst restituyen «[golpeaban con]».

114 Isla de población doria, frente a la costa de Lidia, en Asia menor.

115 Antíoco III y Ptolomeo V Epífanes.

116 Aquí, Tito Livio traduce literalmente a Polibio, pero añade esta frase inexistente en la tradición manuscrita griega, por lo que los editores del texto griego han indicado aquí una laguna y la han subsanado a base del texto latino de Tito Livio.

117 El tratado de Fénice. Cf. la nota 43 de este mismo libro.

118 Estamos en el año 200 a. C.

119 Plaza situada en el centro de Arcadia, al NE. de Megalópolis.

120 Un robledal que se extendía a ambos márgenes del río Eno (hoy Kelefina).

121 Sin duda alguna, un mercenario al servicio de los aqueos.

122 Cf. nota 188 del libro IV.

123 Los «lugares altos» tienen una indudable resonancia semítica (bíblica), lo que hace pensar que aquí Polibio habrá usado una fuente judía.

124 En el invierno de los años 201/200 a. C.

125 Batana es la región de Basan bíblica. Dt 3. 10, no lejos del monte Hermón; su capital era Adra.

126 La región y la población de Samaria son bien conocidas por la Biblia; separaba la Judea y la Galilea, al O. del Jordán.

127 Abila y Gádara, cf. V 71, 2-3.

128 O, quizás, Brabantio: la grafía es insegura en la fuente textual griega. Como sea, ignoramos su localización.

129 Gitta es la ciudad que en 2Re 14, 25 se llama Gat-Efer, en Galilea; allí fue incinerado un profeta Jonás que no es el del mismo nombre que escribiera la profecía canónica.

130 Hela, corrupción por Elea. Este topónimo se da dos veces en Grecia: a) en el Epiro, al N., en la margen derecha del río Eleo, y b) en la costa misia, en el Asia Menor, en el golfo que lleva el mismo nombre, en la Eólide. La referencia de Polibio debe ser, más bien, a esta segunda.

131 Cf. nota 54 del libro II.

132 Cfr. nota 95 de este mismo libro.

133 Del libro XVII de las Historias de Polibio no nos queda ningún fragmento, ni ninguna noticia acerca de su contenido.

Historias. Libros XVI-XXXIX

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