Читать книгу Historias. Libros XVI-XXXIX - Polibio - Страница 6

Оглавление

LIBRO XVIII

(FRAGMENTOS)

La conferencia de Lócride 1 y sus consecuencias

[1 ] Al llegar el tiempo fijado, saliendo de la Demetríade, Filipo se presentó, tras algún tiempo de navegación, en el golfo Malíaco 2 ; [2] llevaba consigo cinco lanchas y otro buque de guerra en el que viajaba él mismo. Le acompañaban los escríbanos [3] macedonios Apolodoro y Demóstenes 3 , Bráquiles 4 de Beocia y Ciclíadas el aqueo, expulsado del Peloponeso por las causas que dijimos antes. Acompañaban [4] a Tito Quinto Flaminino: el rey Aminandro 5 ; Dionisodoro 6 , en representación de Átalo; de las ciudades y los linajes aqueos, Aristeno 7 y Jenofonte; de Rodas, el almirante Acesímbroto 8 ; de los etolios, el general Feneas 9 , y muchos otros políticos 10 . Flaminino [5] y sus hombres se acercaron al mar por Nicea, y se situaron en la misma playa. Filipo se aproximó a tierra, pero se quedó mar adentro. Cuando Flaminino le invitó [6] a desembarcar, Filipo, de pie en su nave, repuso que no lo haría. El romano le preguntó que a quién temía, [7] y Filipo declaró que él no temía a nadie, sino a los dioses 11 , pero que desconfiaba de casi todos los que [8] estaban allí, principalmente de los etolios. Extrañado el general romano, le hizo observar que el riesgo y la oportunidad eran idénticos para todos. Filipo le interrumpió [9] y le aseguró que no hablaba en razón, pues si a Feneas le pasaba algo, los etolios disponían de muchos más generales, pero que, si Filipo moría, de momento no había quien pudiera ser rey de Macedonia. [10] A todos les pareció que la conferencia empezaba de un modo algo inoportuno, pero, sin embargo, Flaminino instó a Filipo a que manifestara lo que le había movido [11] a acudir. Filipo objetó que no era él a quien correspondía hablar, sino al romano, por lo que rogaba a Flaminino que expusiera lo que se debía hacer para salva [12] guardar la paz. El general romano explicó que lo que [13] él debía señalar era claro y simple. Exigía que Filipo se retirara inmediatamente de toda Grecia, que entregara a sus ciudades respectivas los prisioneros y los [14] desertores que retenía, que cediera a los romanos las partes de Iliria que dominaba, aquellas de que se adueñó después del tratado del Epiro. Igualmente, debía restituir a Ptolomeo todas las ciudades que se había anexionado tras la muerte de Ptolomeo Filopátor 12 .

[2 ] Flaminino, pues, dijo esto y luego guardó silencio, se volvió a los demás y les invitó a exponer, uno a uno, las órdenes que les habían conferido los que les [2] enviaban. El primero que tomó la palabra fue Dionisodoro, el comisionado por Átalo, quien dijo que Filipo debía devolver las naves apresadas en la rota de Quíos y, con ellas, las dotaciones. Debía, además, restaurar el templo de Afrodita y el Niceforio, que había destruido. [3] Tras éste habló Acesímbroto, el almirante rodio, quien exigió de Filipo la evacuación de Perea 13 , de la que les había despojado, y que retirara las guarniciones de Yaso y de las ciudades de los bargilios y de los euromeos. Demandó, además, la reintegración de los [4] perintios 14 a la confederación de Bizancio y el desalojo, por parte de los macedonios, de Sesto, Abido y de todos los mercados y puertos sitos en Asia. Después de [5] los rodios los aqueos pidieron Corinto y la ciudad de Argos, ambas sin destrozos. Y, por último, los etolios [6] solicitaron, primero, que Filipo abandonara todo el territorio griego, demanda que ya habían hecho los romanos; en segundo lugar, que les restituyeran intactas las ciudades que antes habían pertenecido a la confederación etolia.

Tras expresarse en estos términos el general etolio [3 ] Feneas, participó Alejandro, de sobrenombre Isio 15 , hombre que parecía práctico y hábil orador, y aseguró que ni ahora Filipo buscaba lealmente la paz ni hacía [2] la guerra con nobleza, si era preciso hacerla: en las reuniones y conferencias ponía asechanzas, espiaba y se comportaba como si estuviera en guerra, pero en la guerra misma su conducta era inicua y muy vil. En [3] efecto, en vez de oponerse al enemigo frente a frente, solía retirarse pegando fuego a las ciudades y robando en ellas a mansalva; esta conducta le humillaba y ofendía las armas de los vencedores 16 . No había sido ésta [4] la conducta que se habían propuesto los reyes macedonios anteriores, sino la contraria. Luchaban entre sí casi siempre en descampado; pocas veces arrasaban o [5] destruían una ciudad. La guerra que por el dominio de Asia se hicieron Alejandro y Darío convertía en notoria para todos su afirmación, decía este Alejandro, y también la disputa entre los diádocos, guerra en la que todos pelearon contra Antíoco por la posesión de Asia. [6] No de otro modo también los sucesores de éstos hasta [7] Pirro fueron del mismo parecer: guerreaban entre ellos preferentemente en campo abierto y se esforzaban de verdad en dirimir sus diferencias mutuas por las armas; las ciudades, las respetaban por su convicción de que los vencidos estimaban mucho esto en sus vencedores. [8] Pero destruir lo que ha sido causa de la guerra, para luego desistir de ella, es de locos, de locos de remate. [9] Y es lo que ahora realiza Filipo, pues ha destruido grandes ciudades en Tesalia siendo su amigo y aliado. Fue en aquella ocasión en que se replegó a marchas forzadas de los desfiladeros del Epiro 17 : arruinó tantas ciudades como jamás habían destruido los [10] que antes guerrearan contra los tesalios. Después de añadir muchos más ejemplos en abono de su tesis, [11] acabó preguntando a Filipo ¿por qué, cuando Lisimaquia 18 pertenecía a la liga etolia y tenía un gobernador militar nombrado por ésta, le expulsó y retuvo la ciudad [12] con una guarnición macedonia?, ¿por qué, si él era amigo de los etolios, saqueó la ciudad de los cianeos, adiados con ellos? ¿Con qué explicación retiene ahora Equino 19 y Tebas 20 , Ptía 21 , Farsalo y Larisa? 22 .

Alejandro Isio dijo esto y se calló. Filipo se acercó [4 ] a tierra más de lo que estaba antes y, de pie en su navío, aseguró que Alejandro les había echado un discurso etolio, puro teatro. Dijo que todos eran muy [2] conscientes de que a nadie le gusta aniquilar a sus propios aliados, pero que hay ocasiones en que las circunstancias fuerzan a los comandantes a hacer muchas cosas contra sus propias convicciones. El rey estaba [3] todavía diciendo esto cuando Feneas, que era muy corto de vista, atajó a Filipo reprochándole que decía cosas absurdas, «porque es preciso —añadió— o vencer [4] en la batalla o hacer lo que indican los más fuertes». Filipo, puesto en ridículo no rehuyó, sin embargo, evidenciar su natural; se volvió y dijo: «Esto, Feneas, lo ve incluso un ciego»; porque este rey macedonio era agudo y muy hábil en tomar el pelo a los demás. Y, vuelto otra vez hacia Alejandro, prosiguió: «Me [5] preguntas, Alejandro, por qué ocupé Lisimaquia. Pues [6] para evitar que por vuestro descuido los tracios raptasen a sus habitantes, que es lo que ha ocurrido cuando yo por la guerra de ahora he retirado de allí a mis soldados, que no la ocupaban con la intención que tú insinúas, sino que la protegían. Jamás hice la guerra a los [7] cianeos, pero, al hacérsela Prusias, yo acudí en ayuda de aquél y los aniquilé, aunque la culpa fue vuestra. Porque muchas veces yo mismo, y también los demás [8] griegos, os enviamos embajadas requiriéndoos que suprimierais de vuestra legislación la ley que os faculta para tomar como botín lo que ya lo es de otros 23 , pero vuestra respuesta fue que antes quitaríais Etolia de Etolia que suprimir esta ley.»

[5 ] Tito Flaminino se extrañó de esto, y el rey intentó explicárselo diciéndole que los etolios tienen una ley consuetudinaria por la cual no sólo hacen botín de las personas y el territorio de aquellos contra quienes están [2] en guerra, sino que, dado el caso de que otros pueblos guerreen entre sí, aunque sean amigos y aliados de los etolios, nada priva a éstos de ayudar sin un decreto público a los dos bandos en conflicto y anexionarse [3] territorios de ambos. Aclaró que entre los etolios ni la amistad ni la enemistad tienen límites precisos, sino que son rivales y enemigos declarados de [4] todos los que se disputan algo. «¿Cómo pueden ahora acusarme precisamente éstos de que, siendo yo amigo de los etolios y aliado de Prusias, hice algo contra los [5] cianeos? ¡Ayudé a mi aliado! Pero lo más intolerable es que vosotros, que os equiparáis a los romanos, exijáis que los macedonios se marchen de toda Grecia. [6] Decir esto es, ciertamente, una gran fanfarronada, que si proviene de los romanos es aún soportable, pero [7] no, si de los etolios. ¿De qué parte de Grecia me expulsáis? ¿Qué límites ponéis a Grecia? ¡Si la mayoría de etolios no son griegos! Ni el linaje de los agreos 24 , ni el de los apodotes, menos todavía el de los anfiloquios, son griegos. ¿Me concedéis licencia para quedarme en estos territorios?»

Tito Flaminino se echó a reír. Filipo prosiguió: «A los [6 ] etolios, básteles esto. A los rodios y a Átalo les digo que un juez imparcial juzgaría más justo que ellos me devolvieran mis naves y prisioneros que no yo a ellos. No fui yo el primero en atacar a Átalo y a los rodios; [2] la cosa es conocida. Ahora bien: si tú lo pides, restituiré Perea a los rodios y a Átalo sus naves y los prisioneros supervivientes. Ni el Niceforio derribado ni el [3] recinto de Afrodita, soy capaz de reconstruirlos, pero mandaré plantas y hortelanos que tendrán cuidado del lugar: harán crecer los árboles ahora talados.» Tito [4] Flaminino se rió otra vez de aquella chanza; Filipo pasó [5] a los aqueos y, primero, enumeró los favores que habían recibido de Antígono 25 y, después, los de él mismo; a continuación adujo la magnitud de las honras que los aqueos le habían conferido. Finalmente, leyó [6] el decreto por el cual habían decidido abandonarle y pasarse a los romanos, cuyo texto utilizó como excusa para hablar muy duramente contra la ingratitud y la perfidia aqueas. Y a pesar de todo aseguró que les devolvería [7] Argos; en cuanto a Corinto, lo deliberaría con Tito Flaminino.

Tras decir esto a los demás, se dirigió a Tito Flaminino [7 ] y le preguntó (aclarándole que ahora su palabra era para él y para los romanos) si debía desalojar sólo las ciudades y los territorios griegos que había conquistado o también lo que había heredado de sus mayores. Ante el silencio del romano estaban prestos a contestar [2] Aristeno por los aqueos y Feneas por los etolios. Pero ya anochecía, circunstancia ésta que interrumpió [3] las conversaciones. Filipo sugirió que todos escribieran las condiciones en que se debía hacer la paz y que se [4] las entregaran. Él estaba solo y no tenía con quien deliberar: por eso quería reflexionar a fondo sobre [5] lo que se le pedía. Tito Flaminino oía muy a gusto las agudezas de Filipo, pero no quería que los demás lo notaran, por lo que a su vez habló jocosamente al macedonio, y le dijo así: «Es lógico, Filipo, que estés solo, pues has asesinado a los amigos que mejor te podían aconsejar» 26 . El macedonio sonrió maliciosamente, pero no contestó.

[6] Y entonces, después de los alegatos, todos dieron a Filipo por escrito sus reivindicaciones y decidieron que, [7] al día siguiente, se encontrarían de nuevo en Nicea. En la hora establecida de aquella jornada, Flaminino y sus acompañantes estaban en el lugar señalado, pero Filipo no se presentó.

[8 ] El sol había avanzado ya mucho y Tito Flaminino y sus edecanes ya no lo esperaban casi, cuando Filipo compareció al atardecer; se presentó acompañado de [2] las mismas personas que el día anterior. Había empleado tanto tiempo, afirmó, apurado por la dificultad de las demandas que se le hacían, aunque los demás estaban convencidos de que quería excluir la oportunidad de una acusación contra él por parte de los aqueos [3] y de los etolios. Efectivamente, en el día anterior, en el momento de irse, Filipo había observado que ambos deliberaban entre sí y que estaban dispuestos a hacerle [4] reproches. Entonces se acercó y pidió al general romano hablar privadamente con él acerca de la situación: así aquello no quedaría en una escaramuza verbal entre ambas partes, sino que se pondría un fin auténtico a [5] la discusión. Lo suplicó y demandó muchas veces, y Flaminino preguntó a sus acompañantes qué debía hacer. [6] Éstos le aconsejaron la entrevista y escuchar qué era lo que decía. Entonces Flaminino se hizo seguir de Apio Claudio, tribuno militar, ordenó a los demás que se retiraran un poco de la playa y que permanecieran allí, e invitó a desembarcar a Filipo. El rey tomó consigo [7] a Apolodoro y a Demóstenes y bajó a tierra. Fue al encuentro de Flaminino y dialogó con él largo rato. Es difícil establecer lo que allí hablaron uno y otro, [8] pero, a su regreso, Flaminino expuso a los demás los ofrecimientos del rey: devolvería a los etolios Farsalo [9] y Larisa, pero no Tebas. Cedía a los rodios Perea, pero no se retiraría de Yaso ni del territorio de los bargilios. Entregaría a los aqueos Corinto y Argos. Aseguraba [10] que entregaría a los romanos sus posesiones de Iliria y los prisioneros, y que restituiría a Átalo sus naves y cuantos supervivientes quedaran de las batallas navales 27 .

Todos los presentes 28 estaban descontentos de las [9 ] condiciones de paz ofrecidas e insistían en que, primero, Filipo debía cumplir la demanda exigida unánimemente, esto es, retirarse de toda Grecia, pues de lo contrario discutir los puntos uno por uno era vano y no conducía a nada. Filipo se apercibió de que entre ellos había [2] desacuerdo, pero al propio tiempo temía verse acusado, de modo que rogó a Tito Flaminino que difiriera la reunión hasta el día siguiente, porque ya era tarde e iba a caer la noche; él convencería o se dejaría convencer acerca de sus demandas. El romano se mostró [3] de acuerdo y determinaron acudir todos a la playa de Tronio 29 . Se separaron y, al día siguiente, acudieron todos puntualmente al lugar señalado. En un breve parlamento, [4] Filipo recomendó a todos, pero principalmente a Tito Flaminino, que no rompieran las negociaciones ahora, cuando los ánimos de la mayoría estaban ya [5] embargados del afán de paz y de concordia, a ver si por ellos mismos llegaban a un acuerdo acerca de los puntos en litigio. De lo contrario prometió que enviaría una misión al senado romano para convencerle acerca de aquel contencioso. Y si no lo lograba, él obedecería [6] lo que se le mandara. Filipo, pues, hizo esta proposición, pero todos dijeron que estas demandas eran inaceptables, por lo que se debían hacer preparativos [7] bélicos. Con todo, el general romano observó que, aunque también a él le parecía muy poco probable que [8] Filipo cumpliera alguno de aquellos ofrecimientos, sin embargo, la gracia solicitada por el rey no era obstáculo a sus propias operaciones, de modo que manifestó [9] que era factible concedérsela. Explicó, además, que sin el consentimiento del senado romano resultaba imposible que algo de lo dicho allí entrara en vigor 30 . Y añadió que era una época muy oportuna para explorar [10] la voluntad de los senadores: en efecto, era invierno y los ejércitos no podían maniobrar, de manera que aquel tiempo no sólo no era inapropiado, al contrario, era el más apto para todos para trasladar al senado romano una consulta acerca de la situación.

[10 ]Muy pronto estuvieron todos de acuerdo, porque veían que a Tito Flaminino le interesaba el recurso [2] al senado. Tomaron la resolución de permitir a Filipo enviar una legación a Roma, pero decidieron, igualmente, mandar también todos ellos embajadores que hablaran ante el senado romano acusando a Filipo.

[3] La cosa discurría según los cálculos iniciales y la intención de Tito Flaminino en la reunión. Urdió, pues, lo que seguía en sus proyectos: aseguró con cuidado su propia posición y no cedió ninguna ventaja a Filipo, pues estableció una tregua de dos meses 31 , le indicó [4] que en este tiempo debía enviar su embajada a Roma y le ordenó retirar inmediatamente las guarniciones que tenía en Fócide y en Lócride. Organizó también celosamente [5] la defensa de sus propios aliados, para evitar que durante este tiempo los macedonios le infligieran mal alguno. Comunicó todo esto a Filipo por escrito, [6] pero desde entonces fue ya cumpliendo sus propios proyectos personalmente. Envió sin tardanza a Aminandro [7] a Roma porque conocía su ductilidad y sabía que se amoldaría a los amigos que él tenía allí por doquier que le llevaran; además causaría gran impacto e impresión por su título de rey. Y, luego, mandó [8] a los que propiamente eran sus emisarios, Quinto Fabio, que era sobrino de su esposa, y Quinto Fulvio; les acompañaba Apio Claudio apodado Nerón. Los embajadores [9] etolios eran Alejandro Isio, Damócrito Calidonio 32 , Dicearco de Triconio, Polemarco de Arsínoe, Lamio de Ambracia y Nicómaco, un acarnanio de los [10] refugiados de Turios 33 que residían en Ambracia, Teodoto de Feras, un exilado de Tesalia residente en Estrato. Los aqueos delegaron a Jenofonte de Egio 34 , y el [11] rey Átalo sólo a Alejandro. Los atenienses remitieron una delegación encabezada por Cefisodoro.

Todos éstos se presentaron en Roma antes de que el [11 ] senado tomara acerca de los cónsules nombrados para aquel año la decisión de si debían ser enviados ambos a la Galia o se consideraba preciso mandar uno de los [2] dos contra Filipo. Cuando los amigos de Tito Flaminino vieron ya con certeza que ambos cónsules iban a quedarse en Italia por el riesgo que representaban los galos, hicieron entrar en el senado a todos los enviados [3] griegos a la vez y acusaron duramente a Filipo. Las inculpaciones eran por el estilo de las que formulaban [4] personalmente al rey, pero tuvieron buen cuidado de procurar inculcar al senado que era imposible que los griegos tuvieran idea de lo que es libertad si Calcis, Corinto y Demetríade se veían sometidas por el macedonio. [5] Pues aseguraban que era demasiada verdad lo que el propio Filipo había dicho, a saber, que las citadas plazas eran las cadenas de Grecia. ¡Interpretación [6] exacta! Y los peloponesios no podían ni tan siquiera respirar mientras hubiera en Corinto una guarnición real; ni los locros ni los beocios ni los focenses podían permanecer tranquilos mientras el rey retuviera [7] Calcis y el resto de la isla de Eubea. Y menos todavía los tesalios y los magnesios iban a gustar la libertad, si Filipo y sus macedonios continuaban en [8] Demetríade. Por eso, la retirada de Filipo de los otros lugares era una simulación para salir bien parado de un trance difícil. «Pero cuando le apetezca someterá de nuevo a los griegos por el mero hecho de dominar [9] los lugares indicados.» De ahí que solicitaran del senado que, o bien forzara a Filipo a evacuar todas estas plazas, o se confirmara en la decisión de hacerle una [10] guerra sin cuartel. Y lo más duro de esta guerra ya estaba hecho, pues los macedonios ya habían sufrido dos derrotas 35 y, por tierra, se les había interceptado [11] la mayoría de los aprovisionamientos. Decían esto, y exhortaban al senado a no defraudar a los griegos en sus esperanzas de libertad y a no privarse ellos mismos del más bello título de gloria. Los embajadores [12] griegos, pues, decían estas cosas y otras semejantes; los de Filipo se habían preparado para hacer un discurso más bien largo, que, sin embargo, vieron atajado en su mismo principio, pues interrogados acerca de si [13] Filipo iba a abandonar Calcis, Corinto y Demetríade, dijeron que sobre esto no disponían de mandato. Se [14] vieron cortados, por consiguiente, y aquí mismo les suspendieron la intervención.

El senado mandó a los dos cónsules a la Galia, [12 ] como ya dije más arriba 36 , y decretó que la guerra contra Filipo se debía continuar; se otorgaban a Tito Flaminino plenos poderes en el frente de Grecia. La [2] información de esto pasó muy pronto a Grecia: a Tito Flaminino todo le salía a pedir de boca. Ciertamente la fortuna le ayudó algo, pero mucho más el hecho de haberlo organizado todo con su propia previsión. Porque [3] el hombre en cuestión era perspicaz como el que más de los romanos. Manejó con tal acierto y prudencia [4] no sólo las empresas públicas, sino también sus iniciativas particulares, que cualquier alabanza de ello resulta pálida. Y, sin embargo, era joven, pues no pasaba [5] de la treintena. Fue el primer romano que cruzó Grecia al mando de un ejército.

Definición de la traición 37

Con frecuencia y en muchos [13 ] temas me sobreviene, al menos a mí, gran extrañeza acerca de los errores humanos, principalmente en lo que atañe a los [2] traidores. De ahí que me proponga disertar sobre ellos [3] de modo adecuado a las circunstancias. Sé muy bien, desde luego, que éste es un tema difícil de investigar y de precisar. Sí, no resulta sencillo determinar quién [4] realmente debe ser tildado de traidor. Es claro que no hay que tachar sin más de traidores a aquellos que libremente se comprometen en una acción común [5] aliándose a reyes o a príncipes, pero tampoco a aquellos que, en tiempo de peligro, inducen a sus países a cambiar sus relaciones establecidas por otras amistades [6] y alianzas. ¡Ni mucho menos! Precisamente muchas veces unos hombres así han proporcionado a sus [7] patrias los máximos beneficios. Para no aducir ejemplos de tiempos remotos, será fácil entender mi afirmación [8] por la situación presente. Pues si Aristeno 38 no hubiera hecho pasar en el momento oportuno a los aqueos de su alianza con Filipo a una confederación con los romanos, es evidente que su pueblo habría perecido [9] totalmente. Ahora bien, aparte de la seguridad de que, desde entonces, han disfrutado todos, reina la convicción de que Aristeno y su resolución han sido la [10] causa de la prosperidad de los aqueos, quienes, sin excepción, lo han tratado no como un traidor, sino todo lo contrario, lo han honrado como hombre salvador y [11] benemérito de la patria. Y lo mismo cabe afirmar de los otros que gobiernan y actúan de modo semejante, según las necesidades de los tiempos y de las situaciones.

[14 ]De modo que, aunque a Demóstenes se le han alabado muchas cosas, en esto puede merecer reproche: de manera indiscriminada y arbitraria lanzó la afrenta más cruel a los hombres más conspicuos de Grecia, cuando sostuvo que, en la Arcadia, Cércidas, Jerónimo [2] y Eucámpidas 39 habían traicionado a Grecia al aliarse con Filipo. Y lo mismo en Mesenia, los hijos de Filiadas, [3] Neón y Trasíloco 40 ; en Argos, Mirtis, Telédamo y Mnáseas; de manera semejante en Tesalia, Dáoco y [4] Cineas 41 ; en Beocia, Teogitón y Timólas 42 . Y a éstos [5] añadió muchos otros 43 citándolos por ciudades. Pero, en realidad, todos ellos llevaban su buena razón y defendían los derechos de sus conciudadanos, principalmente en Arcadia y Mesenia. Realmente, éstos al atraer [6] a Filipo hacia el Peloponeso 44 , habiendo humillado previamente a los lacedemonios, en primer lugar permitieron respirar y cobrar una idea de libertad a todos los moradores del Peloponeso y, además, al recobrar los [7] territorios y ciudades que los lacedemonios en su época de esplendor habían arrebatado a los mesenios, a los megalopolitanos, a los tegeatas y a los argivos 45 , hicieron prosperar a sus propias ciudades: esto no lo niega nadie. Y el pago de esto no iba a ser hacer la guerra [8] a Filipo y a los macedonios, naturalmente, sino, bien al revés, ayudarle con todas sus fuerzas en lo que le diera [9] gloria y honor. Si lo hubieran hecho aceptando en sus países guarniciones de Filipo, o bien si hubieran derogado las leyes y privado de libertad de expresión a sus conciudadanos para su propio medro y dominación, ciertamente hubieran merecido el apelativo de traidores; [10] pero si cumpliendo sus deberes para con su patria difirieron de los atenienses al enjuiciar la situación y creyeron que no convenía lo mismo a los atenienses que a sus ciudades, por descontado que no por eso [11] Demóstenes debió de llamarles traidores. El que lo mide todo según los intereses de su país y cree que todos los griegos deben tener los ojos fijos en Atenas, y si no lo hacen, los califica de traidores, éste me parece un [12] ignorante muy desviado de la verdad, principalmente cuando lo que entonces sucedió en Grecia testifica que no fue Demóstenes quien previó correctamente el futuro, sino Eucámpidas, Jerónimo, Cércidas y los hijos [13] de Filíadas. A los atenienses su oposición a Filipo acabó por llevarles a experimentar los máximos descalabros [14] tras la derrota de Queronea. Y si no hubiera sido por la magnanimidad del rey y su generosidad, la política de Demóstenes hubiera costado desventuras aún [15] mayores a los atenienses. En cambio, los hombres antes citados procuraron conjuntamente seguridad contra los lacedemonios a los arcadios y a los mesenios, y les ofrecieron tranquilidad, en tanto que cada uno en particular proporcionó a su patria grandes y abundantes bienes.

[15 ] De modo que determinar a quién se puede aplicar con justicia el calificativo de traidor es dificultoso 46 , [2] pero se dará en el clavo destinándolo principalmente a aquellos hombres que cuando se corre un riesgo capital entregan las ciudades al enemigo, y lo hacen para salvarse, para prosperar o por diferencias políticas con otros ciudadanos, y también se acertará, ¡por Zeus!, [3] tildando de traidores a los que aceptan una guarnición extranjera y aprovechan esta ayuda externa en favor de sus proyectos particulares y de sus ambiciones, con lo que someten sus patrias a la potestad de otros más poderosos. A todos éstos les cuadra, justamente, la denominación [4] de traidores. Y en verdad que de ello nunca [5] les ha correspondido provecho ni honor, sino, como es bien notorio, lo contrario a todos sin excepción. Aquí [6] nos extrañan sus motivaciones de fondo: ¿qué es lo que miran o qué cálculos hacen cuando se precipitan a tal infortunio? Pues un traidor jamás pasó desapercibido [7] a una ciudad, a un ejército o a una fortaleza, porque, aunque en el mismo momento de la acción no se le descubra, el tiempo posterior los vende a todos. Y nadie negará que, una vez descubierto, un traidor [8] ya no vive feliz, sino que recibe el castigo adecuado de manos de aquellos mismos que se benefician de su fechoría. Los que muchas veces se aprovechan, a su comodidad, [9] de los traidores son los generales y los gobernantes, pero cuando ya se han servido de ellos los tratan como traidores, según dice Demóstenes 47 . Pues [10] lo natural es que piensen que quien ha entregado su propia patria y sus amigos de antes al enemigo no les será leal ni les observará fidelidad. Y aunque escaparen [11] a las manos de éstos, no les será fácil evitar las de los traicionados. Y en la hipótesis de que consigan [12] esquivar el acecho de unos y de otros, durante toda su vida les seguirá como verdugo la mala reputación entre los hombres, que les presentará muchos miedos infundados, pero otros muy reales, de día y de noche; colaborará con los que les tramen algún mal, indicándoles [13] cuál puede ser. Finalmente, ni durmiendo les permitirá olvidar sus crímenes, les forzará a soñar todo género de atentados y peripecias, conscientes como son de la hostilidad que todos les profesan, del odio [14] universal contra ellos. Y aun siendo así las cosas, sin embargo, a excepción de muy pocos casos, jamás a nadie que lo haya precisado le ha faltado la ayuda de un [15] traidor. Se puede colegir razonablemente que el género humano, que parece ser el más malvado entre los vivientes, da buenos argumentos para ser considerado [16] también el más necio, pues los demás seres vivos sirven a sus pasiones corporales y sólo éstas consiguen afligirles, pero los hombres, por alta que sea la opinión que nos hayamos formado de ellos, yerran no menos por falta de razón que por culpa de la naturaleza. [17] Sobre este tema baste con lo dicho hasta aquí.

El rey Átalo en Sición 48

[16 ] El rey Átalo ya antes 49 había recibido honores excepcionales en la ciudad de Sición, cuando les redimió 50 a muy alto coste las tierras consagradas a [2] Apolo. Le levantaron una efigie colosal de diez codos [3] de altura junto a la de Apolo en el ágora. Entonces les hizo un nuevo donativo de diez talentos y de diez mil medimnos de trigo; su popularidad creció enormemente: le votaron una imagen de oro y decretaron tributarle un sacrificio anual. Átalo, tras obtener todas [4] estas honras zarpó hacia Cencreas 51 .

Crueldad de la esposa de Nabis

Nabis, el tirano, dejó la ciudad [17 ] de Argos al cuidado de Timócrates de Pelene 52 , en quien confiaba mucho; se servía de él para las acciones de más envergadura. Llegó a Esparta y, al cabo de pocos días, [2] envió a su mujer 53 con la orden de que se trasladara a Argos para recaudar dinero. Y ella, una vez allí, superó [3] mucho en crueldad a Nabis, pues iba convocando [4] a las mujeres, unas a solas, otras agrupadas por familias, y empleaba todo género de ultrajes y violencias; expolió a casi todas no sólo de sus ornatos de oro, [5] sino también de sus vestidos más preciosos.

De un discurso de Átalo en Tebas

Átalo les hizo un discurso más [6] largo, en el que recordó la virtud heredada de sus antepasados.

Batalla de Cinoscéfalas 54 : comparación entre la legión romana y la falange maceodnia

Tito Flaminino no podía descubrir [18 ] dónde acampaba el enemigo, pero sabía con certeza que ya se encontraba en Tesalia, de modo que ordenó a todos sus hombres cortar estacas y llevárselas consigo, porque en aquella ocasión podían servir. Según [2] el uso griego, esto parece imposible, pero según el romano es muy hacedero. Efectivamente, los griegos en [3] las marchas apenas si pueden con sus picas, a duras penas soportan las fatigas que éstas les producen, [4] pero los romanos se cuelgan de las espaldas sus anchos escudos mediante correas de cuero y llevan en las manos sólo sus lanzas, por lo que pueden transportar también lo necesario para plantar una estacada. [5] A su vez, resulta que hay una gran diferencia entre [6] ellas, pues los griegos juzgan que la mejor estaca es la que tiene más vástagos y muy fuertes alrededor del [7] tronco, mientras que los romanos prefieren estacas con dos o tres, o, a lo sumo, cuatro [horcas o ramas laterales,] y escogen las que tienen [vástagos en la [8] punta,] no alrededor. De lo que se sigue que el acarreo es muy fácil —un hombre lleva tres o cuatro estacas atadas en un haz— y su uso es extraordinariamente [9] seguro. En cambio, las estacas de los griegos, cuando se plantan delante de la acampada, son muy fáciles de [10] arrancar, pues las partes de ellas que son duras, compactas y simples quedan hundidas en el suelo y los vástagos, como son muchos y grandes, si dos o tres hombres tiran de ellos, permiten arrancar las estacas [11] sin excesivo esfuerzo. Logrado esto, inmediatamente se abre una brecha, debido al tamaño de las estacas y porque éstas en la empalizada están poco entrelazadas [12] o entretejidas entre sí, todo lo contrario que entre los romanos. Pues éstos disponen las estacas enredadas unas con otras de tal forma que no es fácil distinguir en las puntas a qué vástago pertenecen de las estacas clavadas en el suelo, ni, a su vez, ver en qué vástago [13] acaban. Además, no es posible introducir la mano y tirar de ellas, porque las estacas se han plantado tupidamente, pegadas unas a otras, y sus puntas se han [14] afilado cuidadosamente. Y aun si se logra meter la mano no es fácil arrancarlas, primero porque todas las partes externas poseen un poder de resistencia absolute [15] que les viene del suelo y, en segundo lugar, porque el hombre que tira de una estaca se ve obligado a arrancar muchas que le siguen debido a estar entrelazadas unas con otras; no es normal que dos o tres hombres se cojan a la misma. Y si alguno logra arrancar [16] dos o tres estacas, el agujero ni se ve. Por eso, [17] al ser tan grandes las ventajas, ya que esta empalizada se dispone fácilmente, se traslada con comodidad y su uso es firme y seguro, es evidente que si un dispositivo [18] militar romano es digno de admiración e imitación, es éste 55 . Yo al menos lo creo así.

Tito Flaminino, pues, tras preparar las estacas por [19 ] si le eran útiles en alguna ocasión, avanzó 56 al paso con todo su ejército; cuando llegó a cincuenta estadios de la ciudad de Feras 57 , acampó allí. Al día siguiente, [2] al despuntar el alba mandó unos exploradores que investigaran por si podían encontrar medios de descubrir dónde estaba y qué hacía el enemigo. Filipo, sabedor por aquellos mismos días de que los [3] romanos tenían el campamento no lejos de Tebas, levantó el campo y avanzó desde Larisa con todo su ejército; hacía la marcha en dirección a Feras. Cuando [4] distaba unos treinta estadios de esta plaza estableció allí su campamento y ordenó a todos que tuvieran [5] el oportuno cuidado de sus personas. Y, al alborear, puso en movimiento su ejército: a los habituados a marchar en primera posición en él les mandó ir por delante con la consigna de rebasar las alturas de Feras. Él mismo, avanzado ya el día, movió todas [6] sus tropas desde la empalizada. Poco faltó, pues, para que las avanzadillas de ambos bandos chocaran en las [7] cimas. Pero se atisbaron mutuamente en la oscuridad. Y se detuvieron en las inmediaciones unas de otras, remitiendo al punto información a los jefes respectivos acerca de lo ocurrido: requerían instrucciones al [8] respecto. [Los generales decidieron permanecer aquel día] a la expectativa, y llamaron a las avanzadillas a [9] sus campamentos de entonces. Al día siguiente los dos comandantes en jefe enviaron a inspeccionar a cierto número de jinetes y de soldados de infantería ligera, unos trescientos por bando; entre los suyos, Tito Flaminino incluyó dos escuadrones 58 de etolios, porque [10] conocían bien los lugares. Los dos destacamentos se encontraron cerca de Feras en la ruta que conduce a [11] Larisa y trabaron un combate feroz. La fuerza que iba al mando de Eupólemo de Etolia 59 peleó vigorosamente; cuando reclamó de los italianos que tomaran parte en la acción, los macedonios se vieron en situación [12] difícil. Con todo, la escaramuza se prolongó por mucho tiempo; luego los combatientes se replegaron a sus acampadas.

[20 ] Al día siguiente, ambos generales, a quienes desagradaban los parajes de Feras, debido a que estaban cultivados y llenos de jardines con sus cercados 60 , se retiraron de allí. Filipo hizo la marcha en dirección [2] a Escótusa 61 , con la esperanza de procurarse abastecimientos en esta ciudad; después, aprovisionado ya suficientemente, quería encontrar una posición adecuada a sus fuerzas. Pero Tito Flaminino sospechando su intención [3] movió su ejército 62 al tiempo que lo hacía Filipo: quería adelantarse a talar las cosechas de Escótusa. Entre las rutas de ambos se alzaban unas lomas [4] bastante altas, de manera que ni los romanos vieron hacia dónde se dirigían los macedonios, ni éstos comprobaron la marcha de los romanos. Ambos generales [5] emplearon todo el día: Tito Flaminino llegó al lugar denominado Eretria 63 , [en el país de Ptía,] y Filipo al río Onquesto 64 ; los dos acamparon sin conocer la situación del campamento rival. En la jornada [6] siguiente avanzaron otra vez y volvieron a acampar: Filipo, en Melambio, una aldea llamada así, y Tito Flaminino, en Tetideo 65 , en las campiñas de Farsalia; todavía ahora cada bando ignoraba la posición del contrario. Se produjo una lluvia torrencial y una tronada [7] formidable, y al día siguiente por la mañana cayó sobre la tierra una niebla tan espesa que no se podía ver [8] nada ni a una mínima distancia. Con todo Filipo, que quería ejecutar como fuera sus planes, levantó el campo [9] y se puso en marcha con todo su ejército. Pero, al ser obstaculizado en su marcha por la densa niebla, tras un breve recorrido hizo acampar a sus fuerzas detrás de la empalizada y envió hombres a vigilar; les ordenó ocupar las alturas de los altozanos intermedios.

[21 ]Tito Flaminino, acampado junto a Tetideo, estaba preocupado porque desconocía la situación del enemigo; dispuso, pues, diez escuadrones de caballería y unos mil hombres de infantería ligera y los envió con la orden de recorrer el país y explorarlo cuidadosamente. [2] Éstos avanzaron en dirección a las cimas y, al caer sobre ellas, pasaron desapercibidos a los macedonios [3] que las ocupaban debido a la oscuridad del día. Al principio, éstos quedaron algo desconcertados, pero luego, al cabo de poco, los dos destacamentos comenzaron a tantearse y, además, informaron a sus jefes [4] de lo acaecido. En el choque los romanos llevaron inicialmente la peor parte y se veían en mala situación, atacados por los vigías macedonios, de modo que enviaron [5] una demanda de ayuda a su campamento. Tito Flaminino mandó llamar a los etolios de Arquidamo 66 y de Eupólemo y a dos de sus centuriones, y les mandó con quinientos jinetes y dos mil soldados de infantería. [6] Cuando éstos se añadieron a los que ya desde el principio pugnaban en la escaramuza, la batalla ofreció [7] al punto un giro opuesto, pues los romanos cobraron [8] la moral que les significaba el refuerzo, mientras que los macedonios se defendían con coraje, pero, puestos ahora en aprieto y totalmente superados, se refugiaron en las cimas y pidieron socorro al rey.

Filipo no esperaba en modo alguno, por los motives [22 ] aducidos 67 , que precisamente aquel día se diera la batalla decisiva; había mandado muchos hombres de su campamento a forrajear. Pero por los que le veníar [2] de diversos lugares supo lo que ocurría. La niebla ya se había disipado; él avisó a Heraclides de Girtonio, que mandaba la caballería tesalia, a León, hiparco de los macedonios, y los envió, acompañados de Atenágoras y de todos los mercenarios, a excepción de los tracios. Este refuerzo estableció contacto con sus [3] camaradas exploradores. Ahora fueron los macedonios los que recibieron una ayuda fuerte. Y se lanzaron contra el adversario, expulsando, a su vez, a los romanos de las alturas. El máximo obstáculo con que tropezaron [4] para poner en una fuga definitiva al enemigo fue el amor propio de la caballería etolia 68 . Los etolios, [5] efectivamente, en la misma medida en que en el combate de a pie, cuando se trata de batallas campales, son torpes tanto por su armamento como por su manera de ordenarse, sobresalen en los choques de caballería entre todos los demás griegos tanto en los encuentros en grupo como en los duelos singulares. También entonces contuvieron la arremetida adversaria [6] y los romanos no se vieron empujados hasta una pequeña llanura inmediata, sino que a corta distancia de ella, se revolvieron y plantaron cara. Tito Flaminino [7] vio no sólo que su infantería ligera y su caballería habían cedido, sino también que esto había infundido pasmo en todo su ejército. Le hizo salir íntegramente y lo alineó al pie de las colinas. Fue entonces cuando [8] un mensajero tras otro de las fuerzas de cobertura corrían hacia Filipo y gritaban: «¡Oh rey! El enemigo huye: no dejes pasar esta oportunidad. Los bárbaros no nos resisten, éste es tu día, ésta es tu ocasión.» [9] Aunque Filipo no estaba muy conforme con aquellos parajes, sin embargo se vio inducido a la batalla. Las lomas citadas se llaman de Cinoscéfalas. Son escarpadas [10] y cortadas a pico; su altura es considerable. Filipo se daba perfecta cuenta de lo poco apropiado del lugar e, inicialmente, jamás se hubiera avenido a dar una batalla allí, pero entonces, estimulado por las esperanzas exageradas de aquellos mensajeros, mandó salir a sus tropas de la empalizada.

[23 ] Tito Flaminino ordenó en línea todo su ejército; atendía a los suyos que estaban combatiendo y, al mismo tiempo, recorría las filas de los demás y las arengaba. [2] Su alocución era breve, pero tenía su empaque, y además era familiar al auditorio. Porque señalándoles con la mano al enemigo que ahora tenían claramente [3] a la vista, decía a sus soldados: «¡Hombres! ¿No son éstos los macedonios que, cuando en Macedonia dominaban el paso de Eordea, vosotros, a las órdenes de Sulpicio, forzasteis a huir hacia las alturas, después [4] de hacer en ellos una carnicería? ¿No son éstos los macedonios que, cuando ocupaban en el Epiro unas rutas difíciles por las que nadie creía posible hacer discurrir el ejército, vosotros con vuestro valor obligasteis a tirar las armas y a huir hasta refugiarse en [5] Macedonia? ¿Qué razón tenéis ahora para recelar si vais a combatir en igualdad de condiciones contra unos hombres así? ¿Qué hecho en vuestro pasado os hará mirar con aprensión? ¿No es precisamente lo contrario, [6] que el pasado os debe infundir valor? Por eso, soldados, cobrad ánimo y lanzaos confiadamente a la pelea. Estoy convencido de que, con el favor de los dioses, la batalla de ahora pronto tendrá el mismo desenlace [7] que las contiendas anteriores.» Tito Flaminino, pues, habló así, y ordenó que el ala derecha 69 se quedara donde estaba, con los elefantes por delante; el ala izquierda, ocupada por la infantería ligera, avanzó impetuosamente contra el adversario. Las tropas de vanguardia [8] de los romanos, apoyadas ahora por la infantería de las legiones, se revolvieron y atacaron al enemigo.

Filipo, en aquel mismo instante, al ver que la mayor [24 ] parte de su propio ejército ya se había alineado delante de la empalizada, recogió personalmente a sus peltastas y guió la parte derecha de su falange, trepando enérgicamente por las colinas; encargó a Nicanor 70 , [2] apodado «el elefante», el cuidado de que el resto del ejército les siguiera por el mismo sendero. Así [3] que los primeros hombres alcanzaron las cumbres, los formó en línea hacia la izquierda y se adelantó a ocuparlas. Y las encontró desguarnecidas, pues antes las primeras filas de macedonios habían ejercido fuerte presión sobre los romanos, que se habían retirado al otro lado de las colinas. Organizaba todavía el ala derecha [4] de su ejército, cuando le llegaron sus mercenarios, acosados duramente por los rivales. En efecto, la [5] infantería ligera romana había recibido el refuerzo de la pesada, según expliqué un poco más arriba 71 , apoyando su pelea y asumiendo como por turno el cometido de la primera: embistió enérgicamente a los macedonios y mató a muchos de ellos. Filipo al principio, [6] cuando llegó, al ver que su infantería ligera había trabado combate no lejos del campamento romano, rebosaba de satisfacción, pero ante el cambio, al comprobar [7] que los suyos cedían y que demandaban ayuda, se vio forzado a socorrerlos y a jugarse ya entonces el todo por el todo, aunque la mayor parte de su falange estaba todavía en marcha, ascendiendo por las laderas [8] de las lomas. Recogió a los que ya combatían y los situó a todos, infantes y jinetes, en el ala derecha. Ordenó a los peltastas y a la falange duplicar su profundidad [9] y apretarse hacia la derecha. Realizado lo cual, estando ya el enemigo al alcance de la mano, ordenó a los soldados de la falange enristrar las picas y, a la [10] infantería ligera, llegar al cuerpo a cuerpo. En aquel mismo momento, Tito Flaminino recibió también, en los espacios vacíos que dejaban sus manípulos, a los de sus avanzadillas y cargó contra el enemigo.

[25 ] El choque frontal de ambos bandos fue terrible, acompañado de un griterío ensordecedor, ya que en los dos ejércitos se entonó el grito de guerra y, desde fuera del combate, se animaba a los combatientes. Lo que ocurría era para dejar atónito y para inspirar horror. [2] El ala derecha de Filipo se batió espléndidamente durante el encuentro, porque atacaba desde un lugar más alto. La gravedad de su formación le daba ventaja y su armamento se adaptaba más a aquel tipo de lucha. [3] Por lo que tocaba al resto del ejército macedonio, los que seguían a las tropas ya entradas en combate estaban aún lejos del enemigo y el ala izquierda acababa de alcanzar las alturas y empezaba a aparecer [4] por las cimas. Tito Flaminino comprendió que sus hombres no podrían contener la avalancha de la falange: su ala izquierda se había visto forzada a retroceder, algunos de sus hombres habían muerto y el resto se [5] retiraba en desorden. Su única esperanza de salvación radicaba en el ala derecha, por lo que se puso personalmente [6] a su mando. Observó que, de los enemigos, los que seguían a los que habían entrado en combate resultaban inoperantes; que los de las cimas bajaban contra él, y que otros se quedaban en las cumbres, por lo que emplazó delante de su formación a los elefantes e hizo avanzar a los manípulos romanos contra el adversario. Los macedonios no tenían quien impartiera [7] órdenes 72 , no podían concentrarse para adoptar la formación propia de la falange por las dificultades del lugar y porque los que estaban a continuación de los combatientes avanzaban en formación de marcha y no de combate, de manera que ni tan siquiera se opusieron [8] a los romanos, sino que, empavorecidos por los elefantes, se diseminaron y huyeron.

La mayoría de los romanos persiguió a éstos y los [26 ] mató, pero uno de los tribunos militares que no tenía [2] más de veinte manípulos, en el mismo momento de la refriega pensó qué sería más útil hacer, y con ello, contribuyó no poco a la victoria total. Al apercibirse [3] de que Filipo con sus hombres se había adelantado mucho a los demás y de que ejercía una fuerte presión sobre el ala izquierda romana, dejó el ala derecha, donde la victoria era ya indiscutible, se dirigió hacia los que todavía peleaban, se aproximó por detrás y atacó a los macedonios por la espalda. Y, como la operación [4] de la falange macedonia no le permite girar sobre sí misma ni entablar combates individuales, el tribuno en cuestión fue acosando y matando a los que tenía a su alcance, que no podían defenderse, hasta que [5] al final también aquí los macedonios se vieron obligados a tirar las armas y a emprender la huida. Y los romanos que ya habían empezado a ceder delante de éstos se rehicieron y atacaron a su vez. Como ya dije, [6] al principio Filipo, guiándose por lo que ocurría en su propia ala, estaba convencido de su victoria indiscutible; entonces, al ver que de repente los macedonios [7] tiraban las armas y que el enemigo les disparaba por la espalda, acompañado de algunos jinetes y de algunos hombres de a pie, se retiró un poco del choque [8] y contempló el conjunto. Se percató de que los romanos, en la persecución de su ala izquierda, ya se aproximaban a las cimas, por lo que reunió de aquel lance el mayor número posible de tracios y de macedonios, [9] y emprendió la huida. Tito Flaminino persiguió a los fugitivos; en los collados se encontró que las formaciones macedonias acababan de ocupar las cimas. Primero se detuvo, [inseguro sobre lo que debía hacer,] porque el enemigo se mantenía con las picas en alto, [10] que es lo que acostumbran a hacer los macedonios [11] cuando se rinden o se pasan al adversario. Cuando conoció el sentido de lo que ocurría, contuvo a los que estaban con él, porque quería salvar a los vencidos. [12] Ésta era la intención de Tito Flaminino, pero algunos romanos de los que se habían adelantado asaltaron a los macedonios desde un lugar eminente y les acometieron, matando a la mayoría. Sólo unos pocos consiguieron salvarse tirando las armas 73 .

[27 ] La pelea, pues, cesó en todas partes con la victoria de los romanos. Filipo se retiró hacia el valle de Tempe 74 . [2] El primer día pernoctó en la llamada Torre de Alejandro y, al siguiente, avanzó hasta Gonnos 75 , pero se quedó en la entrada de Tempe, con la intención de recoger a los que se hubieran podido salvar en la huida. [3] Los romanos persiguieron durante algún tiempo a los fugitivos, pero luego unos se dedicaron a desvalijar a los muertos, otros juntaron a los prisioneros y la mayoría se lanzó a saquear el campamento enemigo. Pero, en eso, se encontraron con que los etolios se [4] les habían anticipado. Y, como les pareció que se veían privados de una ganancia que les correspondía, empezaron a quejarse de los etolios y a decir al general que los riesgos se los imponía a ellos, mientras que concedía las ganancias a los otros. Y regresaron a su [5] propio campamento, donde pasaron la noche. Al día siguiente reunieron a los prisioneros, juntaron el resto del botín y avanzaron, marchando hacia Larisa. En esta [6] batalla murieron unos setecientos romanos; de los macedonios, en conjunto, perecieron unos ocho mil y cayeron prisioneros no menos de cinco mil. Y éste [7] fue el desenlace de la batalla librada en Tesalia, en Cinoscéfalas, entre los romanos y Filipo.

Crítica del armamento romano

Yo, por mi parte, en el libro [28 ] sexto dejé prometido que, cuando encontrara un lugar apropiado, emitiría un juicio acerca del armamento romano y del macedonio, en qué difieren el uno del otro ventajosa y desventajosamente; ahora, sobre los propios hechos, intentaré cumplir totalmente mi promesa 76 . [2] Porque la formación macedonia probó por sus mismas acciones en la época anterior que era superior a las formaciones griegas y a las del Asia, y la de los romanos aventajó a todos los pueblos de Africa y de Europa occidental 77 . En nuestra época, no una vez sino [3] muchas, ha habido confrontación de estas formaciones [4] y de sus hombres, por lo que será útil y a la vez atractivo investigar las diferencias, por qué sucede que los romanos son superiores y se llevan el primer puesto [5] en las batallas que se dan en las guerras. No digamos que es sólo por un azar 78 ni felicitemos sin más a los triunfadores, que es lo que hacen los hombres necios; sepamos las causas verdaderas y alabemos y admiremos razonadamente a los generales.

[6] De las batallas que los romanos sostuvieron contra Aníbal y de las derrotas que sufrieron no es preciso tratar otra vez, ya que, si experimentaron tales desastres, no fue debido a su armamento ni a su formación, sino a la habilidad y al talento de Aníbal, [7] cosa que nosotros ya pusimos en claro y demostramos [8] con ocasión de las mismas contiendas. Da buen testimonio de nuestro relato, en primer lugar, el final de la guerra de ahora; pues cuando los romanos han dispuesto de un general de la altura de Aníbal, el triunfo [9] les ha seguido inmediatamente; en segundo lugar el mismo Aníbal, que descartó su armamento tradicional y, así que obtuvo el primer triunfo, armó sus tropas al punto con armas romanas, y desde entonces las usó [10] siempre más. Pirro, ciertamente, no sólo adoptó el armamento romano, sino también tropas italianas, alternando un manípulo y una unidad de falange en sus [11] luchas contra los romanos. Pero ni así consiguió vencer, sino que el resultado de sus batallas siempre le resultó dudoso.

[12] Acerca de estos temas era preciso anteponer lo dicho para evitar cualquier cosa que se oponga a nuestras afirmaciones. Y ahora trato ya directamente la comparación propuesta.

Teniendo, como tiene, la falange sus características [29 ] propias y su potencia, es fácil entender (para ello hay muchos argumentos) que nadie puede resistir su ataque frontal ni su arremetida. Cuando su formación se aprieta [2] para entrar en liza, cada hombre con sus armas ocupa un espacio de tres pies de ancho; la longitud de las picas, según su diseño primitivo, fue de dieciséis codos, pero, adaptada a las necesidades actuales, es de catorce, de los cuales hay que descontar la distancia [3] entre las dos manos del que la empuña y la longitud de la parte propiamente llevada detrás, que sirve para tenerla abatida, cuatro codos en total. Es evidente, pues, [4] que se alarga diez codos por delante del cuerpo de cada hoplita cuando éste va contra el enemigo y la aferra con ambas manos. El resultado es que las picas de [5] la hilera segunda, tercera y cuarta sobresalen más, y las de la quinta, dos codos por delante de los hombres de la primera fila. Y la falange no pierde sus características en lo referente a su longitud y a su espesor, según demuestra Homero en lo que sigue: [6]

Juntó casco con casco, escudo con escudo, hombre con hombre

y los penachos brillantes de los cascos, de crin de caballo ,

se unían al agacharse: tan apretados se colocaron 79 ,

cosa dicha con tanta belleza como verdad, ya que es [7] evidente que las picas se adelantarán a los hombres de primera fila cinco codos, pues en longitud distan dos una de otra.

De ahí se puede ver fácilmente la potencia de ataque, [30 ] la fuerza que, naturalmente, tiene la falange a dieciséis hileras de profundidad. Los que están detrás de [2] la quinta hilera no pueden intervenir directamente en la embestida, por lo que no levantan las picas contra el [3] adversario: las llevan sobre los hombros para asegurar por arriba el conjunto de la formación; las picas, compactas, defienden de aquellos proyectiles que vienen lanzados por encima de los combatientes y que pueden caer en las filas delanteras o en los que las siguen [4] inmediatamente. Y éstos, por la presión de sus cuerpos en la arremetida empujan violentamente a los precedentes y hacen duro su ataque; resulta imposible que los de las primeras filas den la media vuelta 80 .

[5] Ésta es, en su conjunto y en sus partes, la disposición de la falange; ya podemos tratar el armamento romano, la formación romana en su organización total, [6] y comparar diferencias y peculiaridades. También los romanos ocupan con sus armas un espacio de tres [7] pies cuadrados. Pero, puesto que en su modo de luchar cada uno se mueve separadamente, porque el escudo protege el cuerpo girándose siempre a prevenir la posible herida, y el legionario romano en el combate [8] lucha con la espada que hiere de punta y de filo, es notorio que se precisará un orden más suelto y un espacio por lo menos de tres pies entre hombre y hombre en la misma fila colateral y longitudinal, si han de [9] cumplir a satisfacción su cometido. La conclusión será que cada legionario romano se opondrá a dos soldados de la primera fila de la falange, de modo que su lucha y [10] su encuentro serán contra diez picas, y que, cuando se ha entrado en combate, un hombre no puede golpear, por muy rápido que actúe, ni logra fácilmente forzar, tanto menos cuanto los romanos apostados en segundo término no pueden colaborar con los delanteros ni en [11] su esfuerzo ni en la acción de las espadas. En resumen, se ve muy claro que, frontalmente, es imposible resistir el ataque de la falange cuando ésta mantiene su peculiaridad y su fuerza; ya lo dije al principio.

¿Qué causa, pues, hacía triunfar a los romanos y [31 ] cuál era el fallo de los que usaban la formación en falange? Resulta que la guerra no tiene determinados ni [2] el momento ni el lugar de la acción, y la falange sólo dispone de una ocasión y de un tipo de terreno en los que puede ser totalmente útil. Si a los rivales les [3] fuera forzoso avenirse a los sitios y ocasiones propias de la falange cuando se trata de una batalla decisiva, sería natural, según lo dicho, que los que usan tal formación se alzaran siempre con la victoria, pero si es [4] posible y aun fácil esquivar estas condiciones, ¿cómo puede ser temible esta formación? Es cosa reconocida [5] que la falange necesita lugares llanos y sin vegetación, y que, además, no tengan obstáculos, me refiero a fosos, surcos, barrancos o a corrientes fluviales, todo lo cual es suficiente para perturbar y aun echar [6] a perder la formación de que se trata. También todo el [7] mundo estará de acuerdo en que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar lugares ya de veinte estadios cuadrados, ya de más, libres de todo lo que se mencionó. Pero con todo, supongamos que se han encontrado: [8] si el otro bando combatiente no accede a ellos, sino que recorre y devasta el país y el de sus aliados, y sus ciudades, ¿qué provecho se extraerá de la formación en falange? Ésta, si se queda en los lugares [9] que le convienen, no sólo no aprovechará a sus aliados, sino que ni se salvará a sí misma. En efecto, [10] el enemigo interceptará cómodamente el suministro de provisiones cuando domine indisputadamente el campo libre; si la falange quiere hacer algo y abandona [11] el terreno propicio, el adversario la manejará sin dificultad. Supongamos incluso que alguien, en su confrontación [12] con la falange, accede al terreno llano, pero no arriesga todo su ejército en una sola ocasión, sino que mantiene alejadas del choque una pequeña parte de sus fuerzas: lo que sucederá se echa de ver por lo que ahora hacen los romanos.

[32 ] Pues no hay que demostrar con palabras lo que hemos expuesto hasta ahora, sino con hechos ya ocurridos. [2] Los romanos no alinean sus legiones longitudinalmente a la falange, sino que parte de ellas inicialmente no entra en combate 81 ; sólo la restante ataca [3] al enemigo. Y sólo por esto, tanto si los soldados de la falange presionan a los que se lanzan de frente contra ellos como si se ven apremiados por éstos, las propiedades [4] de la falange se desvanecen, porque o perseguirán a los que ceden o huirán de los que les acosan y abandonarán a los demás componentes de su [5] formación, tras lo cual ya se ha dado a la reserva enemiga un espacio vacío, el que los de la falange ocupaban, que ya no podrán atacar de frente; el adversario asaltará a la falange por los flancos y por la espalda. [6] Cuando resulte fácil evitar las ventajas y la oportunidad de la falange, pero ésta no pueda esquivar lo que le es adverso, ¿cómo no se seguirá en la práctica que [7] la diferencia entre los dos sistemas es enorme? Los que usan la formación en falange deben necesariamente recorrer lugares de todo tipo y acampar en ellos, también anticiparse a ocupar posiciones estratégicas, deben asediar o soportar asedios y afrontar apariciones [8] inesperadas de sus rivales: todo esto pertenece a la guerra e influye largamente en la obtención de victorias [9] ya importantes, ya definitivas. Y, en todo ello, la formación macedonia es poco útil y, a veces, inútil, puesto que el soldado de la falange no puede aprestarse a luchar individualmente o en destacamentos. [10] En cambio, la formación romana es óptima, pues todo romano, una vez se ha armado y se dirige al combate, está equipado igualmente para cualquier lugar y cualquier ocasión, contra cualquier aparición del enemigo. Y está dispuesto y está, igualmente, bien preparado [11] tanto si se trata de una batalla decisiva como de un combate parcial: luchará por manípulos o individualmente. He aquí por qué, siendo mucho más efectivo [12] el uso de las partes, sucederá que el resultado corresponde mucho más a los proyectos de los romanos que a los de los otros. Creí indispensable hacer memoria [13] del tema con cierta amplitud, porque algunos griegos, con ocasión de la derrota de los macedonios, juzgaron que lo sucedido era increíble y, luego, muchos se preguntaron el cómo y el porqué de la inferioridad de la ordenación en falange ante el armamento romano.

Conducta de Filipo después de perder la batalla

Filipo, que había hecho todo [33 ] lo posible en aquella confrontación fracasó totalmente. Recogió el máximo número posible de los supervivientes de la batalla y, a través del valle de Tempe, llegó a Macedonia. La noche anterior mandó a Larisa [2] a uno de sus escuderos, con la orden de hacer desaparecer y quemar la correspondencia real 82 . Con ello hizo una cosa verdaderamente digna de un rey: no olvidar lo que es decoroso ni aun en las circunstancias más terribles, porque sabía muy bien que tal [3] documentación iba a proporcionar al enemigo muchos argumentos contra él y contra sus aliados, si los romanos llegaban a apoderarse de estas memorias. Sin duda, [4] esto es cosa que ya ha sucedido a otros: cuando han tenido éxito no han sido capaces de llevar, como hombres dignos, la potestad alcanzada; en cambio, en las desgracias se han portado con prudencia y reflexión; esto último ocurrió principalmente con Filipo: será palmario [5] [6] por lo que se dirá a continuación. Del mismo modo que mostramos con claridad sus impulsos iniciales a obrar con justicia y, luego, su deterioro, cuándo, por qué. y cómo ocurrió, y narramos con pruebas [7] documentadas su acción tras esta mutación, es preciso, del mismo modo, exponer su cambio de mentalidad 83 y la habilidad con que se adaptó a los reveses de la fortuna: afrontó la crisis en sus asuntos con la mayor prudencia.

[8] Tito Flaminino después de la batalla atendió debidamente a los prisioneros 84 y al resto del botín, y se dirigió a Larisa ***.

Consecuencias de la batalla de Cinoscéfalas

[34 ] *** muy enojado por la avaricia de los etolios en lo referente al botín, [Tito Flaminino] no quiso despojar a Filipo de su imperio, porque así aquéllos [2] quedarían dueños de Grecia. También llevó muy a mal su fanfarronería, pues veía que se atribuían la victoria [3] y que llenaban Grecia de su pretendido coraje 85 . Por eso, en las reuniones los trataba con altanería, pero no tocaba los problemas de interés común; llevaba a cabo sus proyectos por sí mismo o a través de los amigos. Entre ambos había esta tirantez, cuando al cabo de [4] unos días llegaron de parte de Filipo los embajadores Demóstenes, Ciclíadas y Limneo 86 . Tito Flaminino dialogó [5] con ellos largamente en presencia de los tribunos militares: pactó inmediatamente una tregua de quince días y concertó que, durante el armisticio, se entrevistaría persónalmente con Filipo para tratar de la situación presente. Estas conversaciones se llevaron a [6] cabo de una manera muy cordial, lo cual encendió doblemente las sospechas de los etolios contra Tito Flaminino. Por aquel entonces, en Grecia el soborno prevalecía [7] y nadie hacía nada gratis; esto circula como moneda corriente entre los etolios, que no podían creer que aquel cambio de Tito Flaminino para con Filipo se hubiera dado sin la existencia de regalos. En cuanto [8] a esto, los etolios desconocían los usos y costumbres romanas; se orientaban según ellos mismos y calculaban que lo lógico era que Filipo en aquella ocasión hubiera alargado una gran cantidad de dinero, y que Tito Flaminino no hubiera podido resistir la tentación.

Si aquí tratara de los tiempos pasados 87 , me atrevería [35 ] a hacer una afirmación tajante: ningún romano de entonces, diría, hizo una cosa así; me refiero al tiempo anterior a que los romanos emprendieran guerras ultramarinas 88 . Hasta entonces observaron sus costumbres [2] y leyes. En los tiempos actuales tal aseveración no la haría de todos; particularmente, sin embargo, de la mayoría de ciudadanos romanos me atrevería a asegurar que también, en lo que atañe a esto, son capaces [3] de observar lealtad. A guisa de ejemplo proporcionaré dos nombres reconocidos, para que no parezca que [4] digo cosas imposibles. Lucio Emilio 89 , el vencedor de Perseo, cuando se hubo adueñado del Imperio macedonio, en el tesoro del cual, además del ajuar restante y de los suministros, se encontraron más de seis mil [5] talentos de plata y oro, no sólo no codició este dinero, sino que ni tan siquiera lo quiso ver, y lo administró a través de terceros. Y en su vida privada no andaba [6] sobrado de recursos, sino más bien escaso. Con motivo de su fallecimiento, ocurrido no mucho después de aquella guerra, los hijos naturales 90 de Lucio Emilio, Publio Escipión 91 y Quinto Máximo, quisieron restituir la dote a la esposa, veinticinco talentos, y se vieron en tales dificultades que al final no hubieran podido restituirla, si no hubieran vendido los bienes domésticos, [7] los esclavos y con ellos aun algunas fincas. Si lo que he explicado resulta increíble a alguien, es fácil obtener [8] una demostración concluyente de ello. Entre los romanos hay muchas discusiones, y se debate más que nada este tema debido a las diferencias políticas mutuas; sin embargo, el que indague sobre lo que hemos [9] dicho verá que en ello hay unanimidad. También Publio Escipión, el hijo natural de Emilio, sobrino por adopción de Publio llamado el Máximo 92 , se apoderó de Cartago 93 , ciudad tenida como la más opulenta entre todas las del universo, y, sencillamente, no se adueñó de nada de ella para su vida privada, ni lo compró ni se apropió de algo de alguna otra manera, aunque tampoco su fortuna particular era muy grande. Pero, a fuer de [10] buen romano, era moderado en cuanto a propiedades. Y no sólo se abstuvo de lo de la misma ciudad de Cartago, [11] sino que no permitió que nada de África se mezclara con su peculio personal. El que investigue comprobará [12] que por lo que a riquezas se refiere entre los romanos había una opinión concorde en cuanto a este hombre.

Pero a este tema le daremos un tratamiento más [36 ] amplio cuando alcancemos un lugar más adecuado 94 . Tito Flaminino señaló un día a Filipo y escribió inmediatamente [2] a los aliados explicándoles que debían presentarse a la reunión; él mismo al cabo de unos días llegó a la entrada del valle de Tempe en la fecha señalada. Congregados los aliados, puesto que el consejo [3] lo formaban ellos exclusivamente, el general romano se levantó e invitó a cada uno a indicar las condiciones bajo las cuales se debía hacer la paz con Filipo. El rey [4] Aminandro habló de modo breve y comedido, y luego calló; dijo que todos pensaran en él, para evitar que, una vez abandonada Grecia por los romanos, Filipo dirigiera su cólera en contra suya; los atamanes siempre eran presa fácil de los macedonios tanto por ser débiles como por tener su territorio muy cerca. Después [5] de él se levantó Alejandro de Etolia y alabó a Tito Flaminino, porque había reunido a los aliados en consejo para tratar de la paz y porque había exhortado a todos [6] a exponer su parecer, pero señaló que el romano no entendía en absoluto aquellas circunstancias y que se engañaba si creía que, tras firmar la paz con Filipo, dejaría una calma segura a los romanos, o a los griegos [7] una libertad sin riesgos 95 . Nada de esto era factible: si Tito Flaminino quería cumplir totalmente los proyectos de su patria y sus propias promesas, formuladas a todos los griegos, afirmó que la única manera de hacer la paz con los macedonios era deponer a Filipo del [8] reino. Lo cual era muy fácil, si no se desperdiciaba la [9] ocasión de entonces. Tras disertar largamente acerca de esta proposición acabó su discurso.

[37 ] Tito Flaminino recogió la palabra y manifestó que Alejandro de Etolia no sólo ignoraba las normas de conducta romanas, sino también los proyectos que él abrigaba y, por encima de todo, lo que convenía a los [2] griegos. Pues los romanos nunca destruían inmediatamente a aquellos contra quienes acababan una guerra 96 : [3] confirmaba esta afirmación lo sucedido con los cartagineses y Aníbal. Por obra de éste y de aquéllos, los romanos habían sufrido lo más duro y, después que resultaron dueños de hacer sencillamente lo que quisieran, no tramaron nada irremediable contra los cartagineses. [4] Él, personalmente, jamás había sido de la opinión, agregó, de que se debía hacer la guerra a Filipo sin tregua. Si el macedonio hubiera accedido antes de ella a cumplir lo que se le indicaba, él se hubiera mostrado propicio a un pacto. Por eso se sorprendía, prosiguió, [5] de que, habiendo tomado antes parte en las reuniones acerca de la paz, ahora se revelen irreconciliables. «¿Será porque hemos vencido? ¡Entonces [6] esto es lo más desconsiderado! Porque en el momento de combatir los hombres valientes deben ser corajudos y altivos 97 . Si se ven derrotados, se comportarán con [7] dignidad y grandeza de alma; si vencen, su conducta será moderada, benigna y humanitaria. Vosotros ahora me aconsejáis lo contrario. ¿Qué duda cabe de que a [8] los griegos les conviene muchísimo humillar al poderío macedonio? Pero no de un modo que quede destruido.» Continuó diciéndoles que quizás muy pronto [9] sabrían lo que es la violencia de los galos y de los tracios 98 , que ya se ha desencadenado muchas veces. En definitiva, les dijo que él y los romanos que estaban [10] allí decidían que si Filipo se avenía a cumplir todo lo que le habían señalado los aliados, se le concedería la paz, pues con ello se seguía el parecer del senado de Roma; los etolios eran muy dueños de tomar sus propias determinaciones. Feneas quería hablar para [11] decir que así todo lo ganado hasta entonces había sido baldío, pues Filipo, si conseguía salir del mal paso actual, pretendería restablecer de golpe su poder. Tito Flaminino, sin levantarse, le dijo encolerizado: [12] «¡Feneas, basta ya de necedades! Pues yo dispondré el convenio de modo tal que, ni aun queriendo Filipo, podrá dañar a los griegos.»

Y, estando en éstas, se separaron. Al día siguiente [38 ] compareció el rey y, al tercero, se reunieron todos para la conferencia. Filipo se adelantó y, con tacto y habilidad, aplacó la dureza de los sentimientos de sus oponentes, [2] pues declaró que accedía y que cumpliría lo señalado por los romanos y por sus aliados, y que, en cuanto a lo demás, pasaba las decisiones al senado romano. [3] Dijo esto y todos guardaron silencio, a excepción de Feneas el etolio, quien exclamó: «¿Por qué no nos devuelves, Filipo, Larisa, Cremasta, Farsalo, Tebas [4] de Ptía y Equino?» Filipo repuso que las tomaran ellos mismos, pero Flaminino se lo denegó, diciendo que sólo Tebas de Ptía, «pero las demás no es necesario», [5] afirmó. De los tebanos explicó que, al acercárseles él con su ejército y rogarles que se pasaran a la lealtad romana, se negaron; ahora, pues, tras la guerra estaban sometidos, y él gozaba de la potestad, aclaró, [6] de decidir sobre ellos a su antojo. Feneas, muy enfadado, dijo, en primer lugar, que, puesto que han luchado en esta guerra, debían recuperar las ciudades que [7] antes estaban confederadas con ellos y que, además, según la primera alianza 99 , de lo cogido en la guerra, los bienes muebles serían para los romanos y las ciudades, para los etolios. En cuanto a esto, Flaminino aseguró [8] que desconocía ambas condiciones, pues la alianza había quedado sin efecto en el mismo momento en que los etolios dejaron a los romanos y se reconciliaron con [9] Filipo 100 , y aun en la hipótesis de que la alianza persistiera, ellos debían recuperar y tomar posesión no de las ciudades que se pasaron voluntariamente a la lealtad romana, que es lo que ahora han hecho todas las de Tesalia, sino de aquellas eventualmente conquistadas por la fuerza.

[39 ] Estas palabras de Tito Flaminino agradaron a todos, pero los etolios las llevaron muy a mal, como si fueran otro inicio de grandes conflictos 101 , ya que, poco después, [2] de esta diferencia y de esta chispa prendió el fuego de la guerra contra los etolios y el de la guerra contra Antíoco. El motivo principal que movía a Tito [3] Flaminino al cese de hostilidades era que sabía que, en Siria, Antíoco había levantado el campo con todo su ejército 102 y marchaba contra Europa, lo cual le [4] hacía recelar que Filipo se acogiera a esta esperanza, se quedara en las ciudades y alargara la guerra, e incluso que se presentara el otro cónsul y se le atribuyera el honor de toda la gesta.'Por esto, concedió al [5] rey lo que pedía, una tregua de cuatro meses. Filipo abonó a Flaminino doscientos talentos y le entregó como rehén a su hijo Demetrio 103 y a otros amigos; podía, además, enviar a Roma legados a tratar la situación y a confiar al senado la decisión definitiva. Y entonces [6] se separaron, tras jurarse fidelidad en todos y en cada uno de los puntos: estipularon que si no se llegaba a una paz definitiva Tito Flaminino devolvería a Filipo los rehenes y los doscientos talentos. Y ambos bandos enviaron a Roma sus legados, unos a pedir la paz y otros a oponerse a ella...

Sobre los engaños 104

¿Qué es lo que ocurre que [40 ] todo el mundo, engañado en lo mismo y por los mismos, no cesamos en nuestra necedad? Este tipo de villanía se ha dado mucho, lo han [2] cometido gran cantidad de personas. Sin duda no es [3] extraño que se dé en otros, pero sí lo es que este engaño atrape precisamente a los que son como fuente [4] de esta vileza. Pero la causa es que no reflexionan sobre el excelente dicho de Epicarmo:

Sé sobrio, sé desconfiado: he aquí el cimiento de la sabiduría 105 .

Fragmento sobre Medio 106

[5] Medio, ciudad de Etolia. Polibio en el libro decimoctavo.

Avance de Antíoco en Asia Menor 107

[41 a ] *** impedir a Antíoco que zarpara, y no por enemistad, sino recelando que si éste ayuda a Filipo, con ello se obstaculizará la libertad de Grecia.

[2] El rey Antíoco estimaba en mucho la plaza de Éfeso 108 , porque era estratégica, parecía ser una especie de fortaleza terrestre y marítima contra Jonia y contra las ciudades del Helesponto; a los reyes asiáticos les era un punto muy favorable para su defensa contra Europa.

Muerte y encomio de Átalo 109

Dice Polibio en su libro decimoctavo: [41 ] decimoctavo: Átalo falleció 110 , y es justo, igual que acostumbramos a hacer con otros 111 , pronunciar también sobre él una palabra adecuada. Pues desde el inicio de su marcha [2] hacia la realeza no tuvo ningún apoyo ajeno a su persona, sólo sus riquezas, las cuales, si se manejan con audacia [3] y prudencia, son de gran provecho para cualquier empresa, pero sin las cualidades antedichas acostumbran a ser para la mayoría de los hombres causa de estrago y, en fin, de perdición; porque engendran envidias [4] e insidias y tienen gran influencia en la ruina del cuerpo y en la del espíritu. Pocas son las almas capaces de rechazarla por el poder de la riqueza. Por eso [5] es digna de admiración la magnanimidad de Átalo, pues no se propuso usar sus recursos para otra cosa que no fuera llegar a la realeza; es imposible citar algo más importante o más bello. Átalo buscó cimentar sus [6] planes no sólo con liberalidad y favores a sus amigos, sino también con hazañas militares: venció en batalla [7] a los galos 112 , que entonces formaban el pueblo más belicoso y duro de Asia. Así empezó y fue el primero que se dio a sí mismo el título de rey. Alcanzó, pues, [8] este honor, vivió setenta y dos años, de los cuales reinó cuarenta y cuatro, y se comportó en su vida de manera venerable y prudente para su mujer y sus hijos. Fue [9] leal para con sus aliados y amigos, y murió en la más bella de las empresas, luchando por la libertad de Grecia 113 . Pero lo más importante es que dejó cuatro hijos [10] adolescentes, si bien aseguró tan firmemente la sucesión en el trono que el Imperio fue pasando a sus hijos y a sus nietos sin sufrir ninguna conmoción.

Embajadas a Roma 114

[42 ] Cuando Marcelo Claudio obtuvo la dignidad consular, llegaron a Roma los emisarios de Filipo y también los enviados de Tito Flaminino y de los aliados, todos para tratar [2] los pactos con Filipo. En el senado romano 115 se pronunciaron muchos discursos y los senadores decretaron [3] ratificar los acuerdos. Cuando el asunto se propuso al pueblo, Marco Marcelo, que deseaba pasar personalmente a Grecia, rechazó la ratificación y puso un gran [4] empeño en romper los pactos. El pueblo, sin embargo, siguió el parecer de Tito Flaminino y volvió a corroborar [5] los acuerdos. El senado entonces eligió diez hombres próceres y los mandó para manejar, junto con Tito Flaminino, la situación de Grecia y asegurar la [6] libertad de los griegos. También los legados aqueos disertaron en el senado acerca de su alianza; eran [7] Damóxeno de Egio y sus acompañantes. Pero allí hubo parlamentos contradictorios, porque los eleos disputaban públicamente a los aqueos Trifilia 116 , y los mesemos, que por aquel entonces eran aliados de los romanos, pretendían las plazas de Ásine 117 y de Pilos; los etolios querían Herea 118 ; la asamblea romana delegó la solución en la comisión de los diez. Y esto fue lo [8] que ocurrió en el senado romano.

Beoda: restauración y caída de Bráquiles 119

De Grecia: después de la batalla [43 ] 120 , Tito Flaminino pasaba el invierno en Elatea 121 ; los beocios, interesados en la recuperación de sus hombres que habían participado en la campaña de Filipo, remitieron unos legados a pedir seguridades a Tito Flaminino. Éste, con la intención de atraerse las simpatías [2] de los beodos, pues hacía tiempo que sospechaba de Antíoco, accedió muy bien dispuesto. Los prisioneros [3] beocios fueron repatriados inmediatamente desde Macedonia. Entre ellos se encontraba Bráquiles 122 , al que nombraron al punto beotarca 123 . Y lo mismo hicieron con otros de quienes se creía que eran amigos de la casa real de Macedonia: los honraron y distinguieron no menos que antes 124 . Enviaron también una embajada a [4] Filipo a darle gracias por el regreso de sus soldados, manchando con ello el favor que les había hecho Tito Flaminino. Al observar esto, Zeuxipo, Pisístrato y los [5] que eran notoriamente partidarios de los romanos lo llevaron a mal: preveían el futuro y temían por ellos mismos y por sus parientes. Sabían bien, en efecto, que [6] cuando los romanos evacuaran Grecia, Filipo quedaría en su flanco y apoyaría siempre a sus enemigos políticos; ellos no iban a tener en modo alguno segura su ciudadanía en Beocia. Por eso se pusieron de acuerdo y [7] [8] enviaron legados a Tito Flaminino en Elatea. Los legados se reunieron con el hombre en cuestión y le expusieron muchos y variados argumentos que hacían al caso: le hicieron comprender los impulsos que entonces movían a la plebe contra ellos mismos y la ingratitud [9] del populacho, acabando por decir sin tapujos que si no se suprime a Bráquiles y se mete miedo a la mayoría, cuando se hayan marchado las legiones los [10] amigos de los romanos ya no gozarán de seguridad. Tito Flaminino les escuchó atentamente y les dijo que él no iba a participar en el complot, pero que no pondría [11] obstáculos a lo que tramaban. Además hizo que trataran el asunto con Alexámeno, el jefe etolio 125 . [12] Zeuxipo y sus acompañantes le hicieron caso y entablaron conversaciones con el general etolio, quien se convenció en el acto y asintió a lo que se le exponía: dispuso tres soldados etolios y tres italianos con la misión de atentar contra la vida de Bráquiles.

[13] No hay testigo tan terrible ni acusador tan implacable como la conciencia que habita en el alma de cada uno 126 .

El establecimiento romano en Grecia y la declaración del Istmo 127

[44 ] Precisamente en esa época 128 llegaron de Roma los diez pióceres que debían manejar la situación de Grecia; llevaban consigo el decreto del senado acerca [2] de la paz con Filipo. El contenido del decreto 129 era el siguiente: «Todos los demás griegos 130 , tanto los de Asia como los de Europa, serán libres y se regirán por sus leyes propias, pero Filipo entregará a los romanos [3] los hombres que le estaban sometidos y las ciudades que ocupó con sus guarniciones; la entrega se efectuará antes de los juegos ístmicos. Las ciudades [4] son Euromo, Pédasa, Bargilia y la población de los yasios 131 ; igualmente, Abido, Taso, Mirina y Perinto 132 , de las cuales Filipo licenciará las guarniciones y las dejará ir libres. En cuanto a la independencia de la ciudad [5] de los cianeos 133 , Tito Flaminino debe escribir a Prusias comunicándole el decreto del senado. Filipo [6] restituirá a los romanos todos los prisioneros y los desertores en aquel mismo momento, y también las naves ponteadas, a excepción de cinco lanchas y de su gran nave con dieciséis bancos de remeros. Filipo debe pagar, [7] además, mil talentos, la mitad al contado y la otra mitad a plazos durante diez años.»

Se entregó este decreto a los griegos, que alegró y [45 ] satisfizo a todos, a excepción de los etolios, disgustados porque no alcanzaron lo que esperaban: murmuraban acerca de él y decían que allí no había hechos, todo era palabrería. Y, del mismo texto, extraían algunas [2] conclusiones probables destinadas a confundir las [3] mentes de los que las oían: los etolios sostenían que, en el decreto referente a las ciudades donde Filipo mantenía guarniciones, había dos decisiones. Por la primera se intimaba a Filipo la evacuación de estas guarniciones y la entrega de las ciudades a los romanos; por la segunda, a evacuar las ciudades y dejarlas en libertad. [4] Las ciudades a liberar venían señaladas nominalmente, y eran las de Asia; las entregadas a los romanos [5] estaba claro que eran las de Europa. Helas aquí: [6] Óreo, Eretria, Calcis, Demetríade y Corinto 134 . De esto saltaba a la vista que los romanos recogen de Filipo los grilletes de Grecia; lo que hay es un cambio de dominadores, en modo alguno una liberación de los griegos.

[7] Y esto es lo que los etolios repitieron una y otra vez. Tito Flaminino, por su parte, se marchó de Elatea 135 acompañado de la comisión de los diez mandatarios; tras hacer una escala en Antícira 136 , zarpó sin demora rumbo a Corinto. Al llegar allí celebró reuniones con [8] los corintios y deliberó sobre la situación general. Las acusaciones de los etolios arreciaban y algunos ya les daban crédito, por lo que Tito Flaminino se vio obligado en la reunión a proponer muchos y variados argumentos explicando que, si pretendían salvar intacto [9] el prestigio de los griegos y que todos crean que los romanos desde un principio atravesaron el mar no en provecho propio, sino en pro de la libertad de los griegos, ahora debían evacuar todos los lugares y liberar todas las ciudades ocupadas por Filipo. Pero el [10] consejo se encontró en un callejón sin salida, porque si bien en Roma ya se había tratado de las demás ciudades y los diez mandatarios habían recibido acerca de ellas instrucciones precisas, no obstante, acerca de Corinto, de Calcis y de Demetríade, por consideración a Antíoco se había otorgado a los diez la libre potestad de determinar según su opinión lo que pareciera más idóneo a los tiempos y favorable a Roma: era indudable [11] que el rey aludido espiaba desde algún tiempo la situación de Europa. Sin embargo, Tito Flaminino logró [12] imponer en el consejo el criterio de liberar, en el acto, Corinto y entregar la plaza a los aqueos, según los acuerdos iniciales, pero se quedó con el Acrocorinto, Demetríade y Calcis.

Éstos fueron los acuerdos tomados. Llegó el tiempo [46 ] de los juegos ístmicos, y se reunieron en Corinto casi todos los hombres más famosos del universo, por la expectación de las gestas ya inmediatas; en toda la gran aglomeración se oían muchas y diversas teorías: unos decían que era impensable que los romanos se [2] mantuvieran lejos de ciertos lugares y ciudades, otros precisaban que Roma iba a permanecer lejos, ciertamente, de los lugares tenidos generalmente por estratégicos, pero que, si lo lograban, retendrían posiciones menos conocidas, desde luego, pero que iban a prestarles una utilidad no menor. Y en sus conversaciones [3] privadas señalaban inmediatamente, compitiendo en ingenio, cuáles eran estas plazas. Debatíanse los hombres [4] en esta duda y la masa se congregó en el estadio para asistir a los juegos. Entonces se adelantó un heraldo, [5] hizo callar al gentío con un toque de corneta y proclamó el siguiente anuncio: «El senado romano y Tito [6] Quinto Flaminino, cónsul y general, que han hecho la guerra contra Filipo y los macedonios, dejan libres, sin guarnición, sin imponer tributos, y permiten usar las leyes patrias a los corintios, a los focenses, a los locros, a los eubeos, a los aqueos de Ptía, a los magnesios, a los tesalios y a los perrebios.» Estalló al punto una ovación formidable: algunos no oyeron la proclama, [7] otros querían oírla de nuevo. La gran mayoría de aquellos hombres no lo acababa de creer, pareciéndoles que oían lo dicho como en sueños. ¡Era tan inesperado [8] lo que ocurría! Todos gritaban con renovado impulso que el heraldo y el corneta avanzaran hacia el centro del estadio y se hiciera de nuevo la proclama. Aquellos hombres querían, creo yo, no sólo oír, sino también ver al que hablaba, debido a que su anuncio [9] era verdaderamente increíble. Y cuando el heraldo se hubo adelantado hasta el medio y, a toque de corneta, acalló el vocerío de la multitud e hizo la proclama en los mismos términos que antes, se prorrumpió en aplausos tan atronadores, que los que ahora conseguían oír no lograban hacerse cargo totalmente de lo [10] ocurrido. Cuando cesaron las aclamaciones, nadie reparó en absoluto en los atletas, pues todos hablaban, unos con sus vecinos y otros consigo mismos, como si [11] no estuvieran en sus cabales. Y después de los juegos, debido a los transportes de alegría, por poco en su [12] gratitud matan a Tito Flaminino: unos querían verle de frente y llamarle salvador 137 , otros se empeñaban en cogerle la mano, la mayoría le arrojaba coronas y [13] cintas de lana. Sí, por poco, matan al hombre. Y aun siendo las muestras de agradecimiento tan desmesuradas, no faltó quien dijera que estaban todavía a gran distancia, por defecto, desde luego, de la magnitud de la concesión. Y, efectivamente, era admirable que los [14] romanos y su general Tito Flaminino adoptaran esta actitud hasta el punto de arrostrar dispendios y cualquier peligro por la libertad de los griegos, era una gran cosa que aportaran las tropas que su propósito exigía, pero lo más sorprendente de todo ello fue que [15] ningún azar 138 obstaculizara el intento, sino que todo convergió sencillamente en un punto, como si por aquella proclama solamente no sólo los griegos moradores de Asia, sino también los de Europa se convirtieran en hombres libres, no ocupados militarmente, exentos de tributos 139 , regidos por sus propias leyes.

Acabados los juegos, los romanos trataron en primer [47 ] lugar con los comisionados de Antíoco y les ordenaron abstenerse de atacar las ciudades autónomas de Asia 140 y de hacerles cualquier tipo de guerra: las que ahora dominaba pertenecientes a Ptolomeo o a Filipo, debía evacuarlas. Además le añadieron que no pasara [2] con tropas a Europa 141 , pues ya nadie hacía la guerra a ningún griego, ni había griegos sometidos a quienquiera que fuese. Declararon que algunos de ellos irían al encuentro [3] [4] de Antíoco. Hegesianacte 142 y Lisias regresaron [5] al rey con esta respuesta; tras ellos fueron llamados todos los presentes allí de los diversos pueblos y ciudades, a quienes se expusieron las decisiones de los comisionados, De entre los macedonios los romanos [6] concedieron la independencia a los llamados orestos 143 , porque durante la guerra se les habían pasado, y dieron la libertad a los perrebios, a los dólopes y a los magnesios. [7] Se la otorgaron también a los tesalios, a quienes asignaron los aqueos de Ptía, pero excluyendo Tebas de [8] Ptía y Farsalo, pues esta última plaza la reclamaban los etolios con mucho empeño: afirmaban que les correspondía ya por el primer convenio; lo mismo decían [9] de Léucade. Los miembros del consejo trasladaron al senado romano la decisión acerca de estas ciudades, pero permitieron a los etolios la continuación de los focenses y de los locros en su confederación, que era [10] ya la situación de antes. Los romanos dieron a los aqueos Corinto, Trifilia y la ciudad de Herea. Y el parecer general era entregar Oreo y Eretria al rey Éumenes, [11] pero Tito Flaminino lo discutió al consejo, y no se tomó la correspondiente decisión. Dè ahí que, tras un breve tiempo, las ciudades en cuestión fueran declaradas libres por decreto del senado romano y, con [12] ellas, también Caristo 144 . A Pléurato 145 le confiaron Licnis y Parto 146 , que eran plazas ilirias sometidas hasta entonces a Filipo. Y, finalmente, concedieron a Aminandro [13] el dominio de los fuertes que durante la guerra había arrebatado a Filipo.

Tomaron, pues, todas estas determinaciones y los [48 ] diez comisionados romanos se dividieron: Publio Léntulo navegó hasta Bargilia y liberó la plaza; Lucio Estertinio [2] se llegó a Hefestia 147 y Taso y a las ciudades tracias, e hizo lo propio. Publio Vilio 148 y Lucio Terencio [3] se dirigieron a Antíoco, y Cneo Cornelio 149 , al rey Filipo. Estos últimos, reunidos con él en Tempe, conferenciaron [4] acerca de los temas de los que poseían instrucciones y le aconsejaron, además, que enviara emisarios a Roma a concertar una alianza, para evitar dar la impresión de que acechaba su oportunidad y esperaba la llegada de Antíoco. El rey aceptó estas sugerencias [5] y ellos partieron en seguida y llegaron a la asamblea etolia en Termo 150 . Se adelantaron a hablar [6] al pueblo y exhortaron a los etolios, con muchos argumentos, a que se mantuvieran fieles a sus primeros propósitos y continuaran siendo amigos de Roma. De [7] los muchos etolios presentes, unos reprocharon a los romanos de manera política y sin ofender que no habían explotado su triunfo en provecho de todos y que [8] no se habían avenido a los convenios primeros. Pero otros etolios hablaron injuriosamente y afirmaron que los romanos jamás hubieran navegado hasta Grecia ni hubieran derrotado a Filipo, si no hubiera sido por [9] ellos 151 . Cneo se negó a defenderse y sugirió a los etolios que enviaran legados a Roma, donde el senado les [10] haría justicia completa. Ellos, convencidos, los remitieron. Y éste fue el final de la guerra contra Filipo 152 .

Antíoco y la ciudad de Lámpsaco: negociaciones de de Lisimaquia 153

[49 ] Si, como se dice, están en las últimas, buscarán refugio entre los romanos 154 , les entregarán la ciudad 155 y a ellos mismos.

[2] A Antíoco todo le salía según sus cálculos. Estaba ya en Tracia, cuando acudió a su encuentro, en Selimbria 156 , Lucio Cornelio, que era un emisario del senado romano enviado a lograr una paz entre Antíoco y Ptolomeo.

[50 ] En aquella misma ocasión, de los diez comisionados, Publio Léntulo llegó de la ciudad de los bargilios; Lucio Terencio y Publio Vilio llegaron de Tasos. El rey [2] Antíoco conoció en seguida la presencia de éstos y, al cabo de pocos días, se reunieron todos en Lisimaquia 157 . Asistían también Hegesianacte y Lisias, enviados, a la [3] sazón, a Tito Flaminino. Los encuentros privados entre [4] el rey Antíoco y los romanos habían sido llanos y muy cordiales, pero después, al celebrarse la conferencia conjunta sobre la situación general la cosa tomó un cariz muy distinto, porque Lucio Cornelio exigía [5] que Antíoco abandonara las ciudades que había ocupado en Asia, se refería a las pertenecientes a Ptolomeo, al tiempo que urgía vehementemente que las sometidas a Filipo fueran evacuadas sin dilaciones. En [6] efecto, era ridículo que los trofeos que los romanos habían ganado en su guerra contra Filipo, ahora viniera Antíoco y se los llevara. Avisó también a éste que no [7] atacara las ciudades autónomas 158 . Y dijo que le extrañaba [8] enormemente el motivo que le había hecho pasar a Europa con tantas fuerzas terrestres y marítimas; si se calculaba la cosa correctamente, no quedaba razón que no fuera la de atacar, a los romanos. Tras [9] exponer todo esto, Lucio Cornelio guardó silencio.

Antíoco manifestó, en primer lugar, que no acababa [51 ] de ver con qué razón le discutían las ciudades de Asia: en todo caso, esto hubiera correspondido hacerlo a todos los demás más que a los romanos. En segundo lugar [2] exigió que no se inmiscuyeran en los asuntos de Asia, pues él no se interfería en absoluto en los de Italia. Explicó que había pasado a Europa con aquellas [3] tropas para recuperar las ciudades del Quersoneso y de Tracia 159 , pues el dominio de estas plazas le correspondía más a él que a cualquier otro. En efecto, [4] desde el principio este gobierno era de Lisímaco 160 , pero Seleuco le hizo la guerra y en ella lo derrotó, de modo que todo el reino de Lisímaco pasó a Seleuco a punta [5] de lanza. Después, en tiempos de sus antepasados, las turbulencias motivaron que, primero, Ptolomeo 161 y, después, Filipo robaran estas poblaciones y se quedaran [6] con ellas. Él mismo ahora las reclamaba no aprovechándose de las dificultades de Filipo, antes bien [7] las recuperaba usando de su justo derecho. Y no hacía ninguna injuria a los romanos si restituía a los lisimaqueos, absurdamente expulsados por los tracios, [8] a su ciudad y se la restauraba, pues al hacerlo, explicó, no pretendía pelearse con los romanos, sino disponer [9] un palacio a Seleuco 162 . Declaró que las ciudades autónomas de Asia debían alcanzar la libertad no por las órdenes de los romanos, sino por sus propios méritos. [10] En lo referente a Ptolomeo, aseguró que él, personalmente, dispondría las cosas según pluguiera al egipcio; había decidido establecer con él no sólo lazos de amistad, sino, además de esta amistad, contraer parentesco.

[52 ] Lucio Cornelio pensó que era preciso llamar a los lampsacenos y a los de Esmirna y concederles la palabra. [2] Y así se hizo. De los lampsacenos se presentaron Parmenión y Pitodoro, y de los esmirneos, Cirano. [3] Éstos hablaron con suma franqueza y Antíoco se molestó porque le parecía que sometían su disputa a un [4] tribunal romano, de modo que interrumpió a Parmenión diciéndole: «Detén este torrente de palabras, pues no es ante los romanos, sino ante los rodios ante quienes os concedo discutir vuestras desavenencias.» Y así [5] se disolvió la asamblea, sin llegar a ningún tipo de acuerdo.

Caída de Escopas y de Dicearco: mayoría de edad de Ptolomeo V Epífanes 163

Las gestas bellas y extraordinarias, [53 ] las anhelan muchos, pero son pocos los que osan poner la mano en ellas. Ciertamente, Escopas [2] tenía muchos más motivos que Cleómenes 164 para arriesgarse y exponerse, pues [3] este último había quedado relegado y reducido a las esperanzas depositadas en sus sirvientes y amigos y, sin embargo, no las dejó correr, sino que se aferró a ellas todo lo que pudo, prefiriendo morir con honor a vivir con vergüenza. Aunque Escopas disponía de [4] un fuerte contingente dispuesto a colaborar oportunamente, cuando el rey era todavía un niño 165 , fue remiso y se dejó atrapar, digamos que expresamente. Aristómenes 166 [5] conocía, en efecto, que Escopas reunía a sus partidarios en su propia casa y que tramaba un complot juntamente con ellos. Por medio de unos escuderos lo convocó al consejo real. Pero Escopas estuvo [6] tan fuera de sus cabales, que ni se atrevió a realizar sus planes ni tuvo el coraje de atender la convocatoria del rey, lo cual ya es lo último y lo peor de todo. Informado [7] de su decisión irracional, Aristómenes le rodeó la casa con tropas y elefantes; mandó, además, a [8] Ptolomeo Éumenes 167 , acompañado de soldados, con la orden de llevárselo: si no consentía de buen grado, debían detenerle por la fuerza. Ptolomeo Éumenes llamó [9] a la casa y manifestó que el rey reclamaba la presencia de Escopas. Éste, primero, desatendió las órdenes: miraba fijamente a Ptolomeo, y quedó así largo rato como [10] si amenazara y se admirara de su audacia. Ptolomeo avanzó y lo agarró sin temor por la túnica; Escopas [11] pidió auxilio a los presentes. Pero fueron entrando más soldados, al tiempo que alguien indicaba a Escopas la situación exterior. Entonces, Escopas cedió a las circunstancias y, con sus amigos, siguió a Ptolomeo Éumenes.

[54 ] Así que llegó al consejo real, el rey lo acusó en breves palabras y, tras él, Polícrates 168 , que acababa de llegar de Chipre; el último en hablar fue Aristómenes. [2] Y su acusación fue, más o menos, como las precedentes, sólo que añadió a lo ya citado la reunión con sus amigos y el haberse negado a obedecer la llamada del [3] rey. Por cuyas inculpaciones lo condenaron no sólo los asistentes al Consejo, sino también los embajadores [4] de países extranjeros allí presentes. Aristómenes, cuando se dispuso a formular la acusación, entre otros muchos hombres ilustres de Grecia citó a los embajadores que los etolios habían remitido a tratar de la paz, entre los que figuraba Dorímaco 169 , el hijo de Nicóstrato. [5] Cuando todos hubieron hablado, tomó la palabra Escopas, que intentó aducir algunos argumentos en su defensa, pero nadie le hizo el menor caso, porque lo que decía no tenía la menor coherencia. Y se le encarceló [6] al punto, junto con sus amigos. Ya de noche, Aristómenes mató por medio de un veneno a Escopas [7] y a todos sus cómplices; a Dicearco 170 le aplicó, antes de matarlo, el suplicio de la flagelación y el del potro, cobrándose así la deuda pública y común que debía a todos los griegos. Pues este Dicearco es aquel hombre [8] que cuando Filipo se propuso tomar, rompiendo la tregua, las islas Cícladas y las ciudades del Helesponto, estuvo al frente de la armada macedonia en calidad de almirante y de comandante de toda la campaña. Enviado a una misión manifiestamente impía, no [9] pensó en absoluto cometer ningún crimen y, en el colmo de su necedad, supuso que podría aterrorizar a los hombres y a los dioses: allí donde ancló las naves [10] levantó dos altares, uno dedicado a la Impiedad y otro a la Ilegalidad 171 , encima de los cuales ofreció sacrificios y adoró a las dos como si fueran divinidades. De [11] modo que me parece que alcanzó el justo castigo de los hombres y de los dioses: había dispuesto su vida de una manera antinatural, y, lógicamente, su muerte fue también antinatural. El rey Antíoco permitió, a los demás etolios que lo quisieran, retirarse a su país. Y ellos se fueron llevándose lo que poseían.

Mientras Escopas vivió fue famoso por su codicia [55 ] (pues en avaricia superaba a todos los demás hombres), pero, una vez muerto, lo fue todavía más por la gran cantidad de oro y de ricos ajuares encontrados en su casa. Cómplice de su salvajismo y de sus borracheras [2] fue un tal Carimorto 172 , con cuya ayuda desvalijó el palacio real como si fuera un vulgar salteador.

Después de haber liquidado convenientemente el [3] problema de los etolios, los oficiales de la corte empezaron sin tardanza a preparar las fiestas de la proclamación del rey, no porque la edad de Ptolomeo urgiera a ello, pero creían que así la situación mejoraría y que el reino adquiriría un cierto grado de tranquilidad, al parecer que el rey actuaba con plenos poderes. [4] Dispusieron los preparativos con magnificencia y realizaron la ceremonia de una manera acorde con la dignidad de la realeza; es creencia común que Polícrates es el que colaboró en la realización del proyecto. [5] Este hombre, en efecto, ya en su juventud, durante el reinado del padre de Ptolomeo 173 , no cedía a nadie, en la corte, el primer lugar ni en lealtad ni en gestas, [6] y lo mismo durante el reinado de este rey. Le confiaron la isla de Chipre y los impuestos que se recaudaban en ella, y en circunstancias difíciles y cambiantes no sólo salvó la isla para el muchacho, sino que juntó una buena cantidad de dinero que, luego, cuando viajó a la corte, liquidó al rey; el gobierno de Chipre lo había [7] confiado a Ptolomeo de Megalópolis 174 . Todo ello le granjeó una gran aceptación y preponderancia en los tiempos siguientes, pero después, a medida que avanzaba en edad, cayó en una vida licenciosa y depravada. [8] Ya en su madurez se ganó una mala fama, como la de Polícrates, también Ptolomeo, el hijo de Agesarco. [9] Cuando llegue el momento oportuno, no dudaremos en explicar los hechos vergonzosos con que contaminaron ambos su propia dignidad 175 .

1 Estamos en noviembre del año 198 a. C. Las operaciones en los dos primeros años de esta guerra (segunda guerra macedonia), que fue inevitable por las exageradas exigencias de los romanos a Filipo V (cf. XVI 34, 4-6), no dieron ventaja decisiva a ninguna de las dos partes. Los romanos y sus aliados, los rodios y Átalo de Pérgamo, se hicieron dueños del mar, pero ello quedaba neutralizado por los éxitos de Filipo en su campaña por tierra, que le aseguraron el dominio de Macedonia, del Epiro y de anchas zonas de Tesalia. Pero, en mayo del año 198, asumió el mando de las operaciones en Macedonia el cónsul Tito Quinto Flaminino, que forzó a Filipo a evacuar su posición de seguridad en el río Aoo, junto a Antigonea, y a retirarse hasta el paso de Tempe. Por vía diplomática, Flaminino logró que la liga aquea entrara en la coalición antimacedonia. Filipo pidió negociaciones que tuvieron lugar en Nicea, plaza de la Lócride. Pero la conferencia no condujo a nada y la guerra prosiguió, hasta que la derrota de Filipo en Cinoscéfalas (junio del 197) le llevó a negociaciones definitivas con Flaminino.

2 Una profunda penetración del mar Egeo, a la altura del N. de la isla de Eubea, en cuyo borde sur se encuentra la ciudad de Nicea, capital de los locros epicefirios.

3 Cf. 8, 7; 34, 4.

4 Hijo de Neón y nieto de Ascondas, partidario, como su padre y su abuelo, de Macedonia. Murió asesinado por partidarios de Roma, cf. 43, 1-3; XX 7, 3; XXII 4, 7. Ciclíadas fue nombrado comandante en jefe de los aqueos y se opuso a las tentativas de Filipo V de hacer que la liga aquea se coaligara con él contra Roma. La alianza de la liga aquea con Roma hizo que saliera desterrado, cosa que Polibio debió narrar (cf. «por las causas que dijimos antes»), pero que no nos ha llegado.

5 Cf. nota 102 del libro XVI.

6 Almirante de Átalo en la batalla de Quíos. Cf. XVI 3, 7.

7 Aristeno, general aqueo en 199/198, fue el que propugnó que la liga aquea se pusiera del lado de los romanos (TITO LIVIO , XXXII 1-3). Este Jenofonte citado a continuación nos es un personaje desconocido.

8 Acesímbroto, sucesor de Cleoneo, a quien Teofilisco nombró para sucederle tras la batalla de Quíos. Asumió el cargo en el año 200, o bien el 199 a. C.

9 General etolio para el período 198/197; era la cabeza del partido prorromano en Etolia.

10 Seguramente, etolios.

11 Hultsch, en su aparato crítico del texto griego cita aquí la conocida frase de Bismarck: «Wir Deutschen fürchten Gott, aber sonst nichts in dieser Welt.» La distinción entre miedo y desconfianza es, realmente, muy tenue en este contexto.

12 Ptolomeo IV Filopátor (221-204? a. C.).

13 Cf. nota 31 del libro XVI.

14 Perinto, fundación griega (llamada más tarde Heraclea, la actual Eregli), en la costa tracia. En esta época era plaza independiente, pero en 189 a. C. sabemos con certeza que pertenecía al reino de los atálidas.

15 Sobre Alejandro Isio, cf. XIII 1, 1.

16 No se reprocha a Filipo que destruya las ciudades, sino que lo haga gratuitamente, sin necesidad alguna. Recuérdese que, en las primeras fases de la segunda Guerra Mundial, los alemanes centraron buena parte de su propaganda en el hecho de Que limitaban las destrucciones en terreno enemigo al mínimo indispensable.

17 El paso por Viossa (Aous) junto a Antigonea, que cubría la ruta en dirección sudeste, ocupada por Filipo en la primavera del 198, de donde lo expulsó Flaminino.

18 Cf. nota 68 del libro XV.

19 Para Equino, cf. IX 41, 1-42, 4.

20 Es Tebas de Ptía, no la capital de Tesalia.

21 Ptía, capital de Ptiótide, pequeña región al S. de Tesalia. Era la patria de Aquiles.

22 Farsalo y Larisa, plazas tesalias, la primera al S. y la segunda al N. de Tesalia, casi en la frontera con Magnesia.

23 Los ciudadanos etolios podían tomar privadamente parte en una guerra, si se lo autorizaba la liga etolia, aunque Etolia permaneciera neutral.

24 Los agreos vivían al SE. del golfo de Ambracia, los apodotes al SE. de Etolia, en el curso medio del río Dafno, y Anfiloquia estaba en la punta oriental del golfo de Ambracia. Por lo demás, EURÍPIDES llama a los etolios semibárbaros (Fenicias 138); TUCÍDIDES , Historia de la guerra del Peloponeso III 94-98, habla de los apodotes; véase A. W. GOMME , Commentary on Thucydides I , Oxford, 1962, págs. 399-408.

25 De Antígono Dosón.

26 Cf. VIII 12, 2.

27 El texto griego usa, ciertamente, el plural, pero Átalo tomó parte sólo en la batalla de Quíos.

28 Excepto Flaminino.

29 Tronio, capital de los locros epicnemidios, conquistada por Filipo en el año 208 a. C.

30 Esto es falso: sabemos por Tito Livio que el cónsul Flaminino gozaba de plenos poderes.

31 De noviembre del 198 a enero del 197 a. C.

32 Cf. XXI 31, 13. Fue general etolio en los años 200/199 a. C. Dicearco de Triconio será general bastante más tarde, en 195/194; los otros legados etolios nos son desconocidos.

33 Turios es una ciudad acarnania.

34 Aquí la tradición manuscrita griega vacila: mientras unos entienden «de Egas» (Aigaí , pequeña plaza al S. de Macedonia), otros leen, quizás más acertadamente, «de Egio», ciudad políticamente importante en esta época.

35 En el año 199 a. C., cuando Sulpicio forzó el paso modernamente llamado de Banitza, el mismo año en que Flaminino forzó el paso del río Aoo (3, 9).

36 Cf. 11, 2.

37 En los capítulos 13-15, Polibio presenta y defiende, e ilustra por vía negativa, el ideal helenístico de autonomía: es traidor no el que obliga a alianzas, o a cambiarlas, sino el que provoca la injerencia de la potencia aliada en los asuntos y los conflictos internos de su Estado para extraer de ello un beneficio o para perjudicar a sus rivales. Un ejemplo concreto lo presentará después (XXIV 8-10) la política de Calícrates con Roma.

38 Aristeno de Megalópolis, general de la liga aquea, que, en el año 198 a. C., hizo pasar la ciudad de Sición al partido de los romanos; hasta entonces había sido aliada de Filipo V. Polibio, pues, ilustra su tesis con ejemplos contemporáneos.

39 Sobre Cércidas, cf. II 48, 4. De Jerónimo y Eucámpidas habla PAUSANIAS , VIII 27, 2, como ciudadanos de Ménalo, ciudad arcadia.

40 Personajes desconocidos, así como también los siguientes, si bien de los segundos se puede afirmar que fueron ciudadanos de Argos.

41 DEMÓSTENES , XVIII 295, añade un tercer personaje, Trasideo. Los tres sirvieron activamente la política de Filipo II.

42 También aquí Demóstenes añade otro personaje, Anemoetas. Pero, por el testimonio de DINARCO , In Demosthenem 74, se le menciona como amigo de Demóstenes, de modo que su trayectoria política no fue uniforme.

43 Es verdad: léase la larga lista de nombres que DEMÓSTENES ofrece en XVIII 295.

44 Para la invasión de Laconia, por parte de Filipo, en el otoño del 338 a. C., cf. IX 28, 6; 33, 8.

45 Cf. IX 33, 12.

46 En este capítulo, Polibio define positivamente el concepto de traidor.

47 He aquí el texto de DEMÓSTENES , XVIII 47: «Luego que el que busca gobernar se hace dueño de la situación y se convierte en señor de los que se lo han proporcionado, muy consciente de su perversidad, entonces les odia, desconfía de ellos y los ultraja.»

48 Cuando Filipo vio que su intento de aproximación al senado había fracasado, entabló conversaciones con Nabis, tirano de Esparta, sobre la plaza de Argos. Su oferta era: si ganaba la guerra contra los romanos, Argos quedaría en su poder, si la perdía la plaza pasaría a poder de Nabis, lo que realmente ocurrió. Pero Nabis traicionó a Filipo y abrió, a su vez, negociaciones con los romanos.

49 En el año anterior, 198 a. C.

50 La referencia es, seguramente, a que estas tierras de cultivos habían sido dadas como garantía contra una prestación de dinero en la época de la primera guerra macedonia.

51 Sobre Cencreas, cf. V 29, 5, y la nota 164 del libro II.

52 Cf. IV 81, 7 y XVI 37, 5.

53 Se llamaba Apega, cf. XIII 7, 2 y sigs.

54 Cf. la nota 1 de este libro. La palabra «Cinoscéfalas» (=cabezas de perro) no designa un monte, sino toda la cadena montañosa que va de Larisa a Farsalo.

55 En un coloquio sostenido tras la comunicación de F. W. WALBANK , «Polybius between Greece and Rome», en Polybe. Neuf exposées ..., págs. 3-31, el profesor Marsden (ibid ., pág. 37) parte de esta comparación entre las estacas griegas y las romanas, decidiendo que éstas son mejores, para señalar, negativamente, que Polibio no llegó a contestar la pregunta que da origen a su historia, el porqué de la superioridad romana sobre el universo, los famosos cincuenta y tres años en que se adueñó prácticamente de todo el mundo conocido (cf. I, 1, 5). Nicolet repuso que la respuesta sí existe, a saber, todo el libro VI polibiano, que contiene el tratado de militia romana y el estudio de la Constitución de Roma.

56 Desde Tebas de Ptía; lo sabemos por TITO LIVIO , XXXIII 5, 1-4.

57 Feras está en la Pelasgiótide; es la actual Velestino.

58 Seguramente de caballería; la palabra griega no lo precisa. Por lo demás, lo que realmente destacaba del ejército etolio era la caballería.

59 Deportado a Roma el año 170 a. C., como jefe de la facción etolia antirromana, no puede excluirse que conociera personalmente a Polibio y le explicara el desarrollo de la batalla.

60 Los cercados eran lo que obstaculizaba a los combatientes.

61 Cf. X 42, 3; cf. también nota 162 del libro X.

62 Sobre las marchas y contramarchas que precedieron a la batalla de Cinoscéfalas, cf. WALBANK , Commentary , ad loc., donde hay un plano de toda la operación.

63 No es la Eretria más conocida de la isla de Eubea, sino la de Ptiótide, lo que precisa la restitución de la laguna inmediata.

64 El río Onquesto, que pasa por la ciudad que llevaba su nombre, es el actual Platanoreuma, en el centro de Beocia.

65 La grafía no es segura; algunos manuscritos dan Testideo. Como sea, estaba al S. de Tesalia. En Testideo transcurre la acción de la Andrómeda de Eurípides. Quizás no sea exactamente un topónimo, sino un barrio de la ciudad de Ptía.

66 Este Arquidamo aparecerá más tarde como líder de la facción etolia antirromana, es decir, habrá cambiado de partido, cf. XX 9, 2; XXVIII 4, 8. Sobre Eupólemo, cf. 19, 11.

67 Las malas condiciones atmosféricas.

68 Cf. 19, 11.

69 Formada por una legión y sus auxiliares.

70 Cf. XVI 27, 1.

71 Cf. 23, 8.

72 Parece que Polibio se ha olvidado de Nicanor. Cf. 24, 12.

73 Ésta es la primera gran derrota de Filipo V, que los historiadores comparan con la que Napoleón sufrió en Jena en 1806 a manos de los prusianos. El resultado de la batalla fue que, desde entonces, la dinastía macedonia se vio reducida a sus límites estrictos. Como protagonista de la historia general de Grecia, Macedonia se esfumó.

74 Valle de 8 km. de longitud, famoso en la antigüedad por la belleza de sus paisajes y su vegetación. Es el paso natural de Grecia central a Macedonia. Por él fluye el río Peneo.

75 No sabemos dónde estaba la Torre de Alejandro; Gonnos estaba en la punta occidental del valle de Tempe.

76 Esto es típico del método de Polibio: no trata los temas en abstracto, sino que espera a hacerlo cuando un caso concreto se presta a ilustrar su tesis. Aquí, concretamente, cf. VII 13, 2.

77 Polibio concibe aquí la confrontación de la legión romana y la falange macedonia como una final de un campeonato, en el que ambas han eliminado, sucesivamente, a sus rivales respectivos.

78 No es el azar el que decide una batalla, sino la razón, cf. II 7-8.

79 Versos de la Ilíada XIII 131-133.

80 Para huir.

81 Los principes y los hastati .

82 No se ve exactamente la referencia. Lo más probable es que fuera un diario de campaña o unas memorias del rey.

83 El término griego es metánoia , que más tarde jugará un papel importantísimo en la incipiente teología cristiana, principalmente en San Pablo, significando «cambio de mentalidad».

84 Polibio insiste una y otra vez en la humanidad de Tito Flaminino; al final de la batalla de Cinoscéfalas procura salvar la vida de los vencidos (26, 11); aquí atiende a los prisioneros. Es interesante, a este respecto, WALBANK , «Polybius between Greece...», en Polybe. Neuf exposées ..., pág. 15: la idea ha pasado de Polibio a Diodoro y a Catón, generalizando esta humanidad a todos los romanos. Pero Polibio, en el fondo, critica desfavorablemente la iniciativa romana en la tercera Guerra Púnica.

85 A tanto llegó la cosa que el poeta ALCEO DE MESENE compuso el siguiente epitafio:

Insepultos tesalios, por nadie llorados yacemos

en este alcor, treinta mil, tú que nos ves al pasar.

Ares nos domeñó con hombres de Etolia y de Roma,

que de Italia, país espacioso, Tito llevó.

Gran dolor para Ematia. Mas el sinvergüenza Filipo

escapó más febril que el ciervo raudo y veloz.

El poema nos ha sido transmitido por Plutarco en su biografía de Tito Flaminino, y fue recogido por la Antología Palatina. Plutarco cuenta que el hiriente poema indignó más a Tito Flaminino que al propio Filipo.

86 Para Demóstenes y Ciclíadas, cf. 1, 23; Limneo debe de ser el citado como rehén en XXIX 4, 6.

87 La frase es vaga, pero la referencia debe de ser a las guerras que Roma libró en su flanco oriental antes del 200 a. C.

88 La primera fue la guerra contra Cartago en tierras sicilianas; cf. I 5.

89 Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul del mismo nombre que murió en la batalla de Cannas.

90 Ya se ha notado alguna otra vez que la expresión «hijo natural» significaba «hijo habido con la esposa propia» para distinguirlo de cualquier otro tipo de hijo. Aquí la madre es Papiria, pero Lucio Emilio Paulo padre se divorció de ella; la segunda esposa, aludida más abajo, ignoramos cómo se llamaba.

91 Sobre este personaje y su carrera política, cf. XXIV 14, 2; XXXI 22-24, 28; XXXIII 7, 3; XXXVI 5, 8.

92 Es el famoso Escipión Africano el Viejo; cf. XXXI 26, 1.

93 En el año 146 a. C.; cf. XXXVIII 19-22.

94 Será XXXI 22-30.

95 La previsión de Alejandro de Etolia era certera; escribe BENGSTON , Geschichte , pág. 453: «Die Räumung Griechenlands durch die Römer erweist sich bald als ein schwerer politischer und strategischer Fehler. Denn inzwischen hatte der Seleukide Antiochos III seine Hand auf die Meerengen gelegt.»

96 Aquí emerge el concepto de guerra justa, que luego se incorporará más claramente a la ética y a la política; el origen del concepto parece ser estoico. Cf. V 11, 5. Siglos más tarde, el problema ocupará extensamente a los teólogos cristianos medievales y aun en los tiempos del Renacimiento y del Barroco.

97 Cf. XXXVII 8, 8, donde Polibio explica que precisamente ésta es la conducta de los romanos.

98 Cf. IX 34, 11, por lo que se refiere a la violencia de los gálatas (o galos, concretamente los de las Galias), y 35, 3, para el argumento de que Macedonia es tradicionalmente baluarte de Grecia contra los bárbaros.

99 Es la alianza del año 211 a. C., cf. IX 28-39.

100 Fue en el año 206 a. C., cf. la nota 1 de este libro.

101 Cf. XI 5, 9.

102 Sobre los movimientos de Antíoco III, cf., más abajo, 41.

103 Era el segundo hijo de Filipo V; a la sazón, contaba sólo once años.

104 Una temática o comentarios similares, en V 75, 4; XV 25, 5.

105 El dicho, con mínimas variantes textuales, fue muy corriente en la antigüedad grecolatina, cf. WALBANK , Commentary , ad. loc. Epicarmo, poeta cómico dórico siciliano, reivindica para sí ser el creador de la comedia como género literario, cosa que no todos le conceden. Concretamente sobre esta cita, C. WUNDERER , Zitate ..., pág. 51. Quizás en la sabiduría popular este dicho ha culminado en el catalán «pensa mal i no erraràs», pero, sobre su empleo como norma de vida, las objeciones éticas y morales son evidentes.

106 Cf. nota 11 del libro II.

107 Después de su campaña victoriosa contra Ptolomeo V Epífanes, Antíoco III venció a Escopas en Sidón y le forzó a capitular, conquistando todos los territorios que forman la actual Palestina. De ello tiene noticia el primer libro bíblico de los Macabeos, Mac I, 1. Luego Antíoco giró hacia Asia Menor y Tracia.

108 Que ya había conquistado y en la que pasó el invierno de 197/6 a. C. Éfeso está en una colina, en el golfo de Scalanova, al S. del río Caistro.

109 Cf. también XXI 20, 2-5.

110 En Pérgamo, en el año 197 a. C.

111 Cf., por ejemplo, XXIII 12 (Filopemén), 13 (Aníbal), 14 (Escipión el Africano).

112 Cf. I 6, 5. La batalla se libró en tierras de Delfos.

113 Mientras pronunciaba un discurso en Tebas para ganar a los beocios para la causa romana, le dio un ataque; trasladado a Pérgamo, murió a poco de llegar.

114 Estamos en el año 196 a. C.

115 Las embajadas eran recibidas por el senado, que las escuchaba y decidía sobre sus demandas.

116 Cf. la nota 80 del libro IV.

117 Hay dos topónimos de este nombre: uno en Mesenia, en la costa, es un saliente del golfo de Mesenia, y otro al S. de Nauplia, en el golfo Argólico. Aquí se trata de la primera. Pilos es la conocida patria de Néstor, en la costa oriental del Peloponeso.

118 Cf. la nota 153 del libro II.

119 Estamos en el invierno de los años 197/196 a. C.

120 De Cinoscéfalas.

121 Elatea era la plaza principal de la Fócide; la había capturado Flaminino en el otoño del año 198, expulsando a su población, que se refugió en Estínfalo, en Arcadia.

122 Cf. nota 4 de este mismo libro.

123 En el siglo III a. C., en la confederación beocia el gobierno político y militar estaba en manos de siete beotarcas elegidos de entre los ciudadanos de las principales poblaciones de Beocia.

124 Cf. XX 4-7.

125 Fue general de las tropas de la confederación etolia en el año 197/196 a. C.

126 Una idea paralela, en XXIII 10, 2-3.

127 Estos hechos hay que colocarlos en la primavera-verano del año 196.

128 La del asesinato de Bráquiles y de personas romanas en Grecia.

129 Es lo que, en terminología jurídica, se llama senatus consultum .

137 Esta apelación, normalmente, comportaba honores divinos, según DIODORO , XX 46, 2. Este detalle mide las muestras de agradecimiento.

130 Los que no están sujetos a Filipo.

131 Euromo: plaza de Caria, en Asia Menor; también Pédasa estaba en Asia Menor, pero su ubicación es incierta; debía de estar no lejos de Mileto. Bargilia fue una plaza en la costa minorasiática, también en Caria; sobre Yaso, cf. XVI 12, 1 y la nota 35 de este mismo libro.

132 Sobre Abido, cf. la nota 105 del libro XVI; Taso era una ciudad al N. de la isla del mismo nombre. Mirina es una población de la isla de Lemnos; sobre Perinto, cf. nota 14 de este mismo libro.

133 Filipo abrió, en el año 202 a. C., su campaña en el área del Egeo forzando a Lisimaquia y a Calcedón a unirse a la alianza macedonia. Se anexionó Perinto y atacó la plaza de Cío, puerto de Bitinia situado en la parte más profunda del golfo Cianeo.

134 Eretria, Calcis y Corinto son de ubicación bien conocida. Oreo es una ciudad importante al N. de la isla de Eubea; Demetríade está en Tesalia, es el puerto más profundo del golfo de Pagaso.

135 Hay, por lo menos, tres plazas con este nombre en la Grecia antigua: a) una fortaleza al N. de Atenas, ya en el límite con Beocia, famosa por el cap. 69 del discurso De la Corona de DEMÓSTENES ; b) una ciudad en el extremo más septentrional de Tesalia; c) plaza importante de la Fócide. Parece que la referencia del texto es a esta última. Cf. nota 123.

136 Plaza muy próxima al golfo de Malia.

138 La palabra griega aquí es týchē y, quizás, podría interpretarse el lugar en el sentido de que la Fortuna no frustró, esta vez, los planes de Flaminino, pero, puesto que la tesis general de Polibio parece ser la contraria, se da la traducción de azar .

139 Aquí Polibio falló. La libertad de Grecia fue al precio de impuestos formidables exigidos por Roma. Cf. BENGSTON , Geschichte , pág. 452, donde se comenta minuciosamente este final de la segunda guerra entre Filipo V y Roma, y se describen las consecuencias que ello tuvo para Grecia.

140 Estas plazas eran dos: Lámpsaco, en Eolia, y Esmirna, en la costa jonia de Asia Menor; atacadas por Antíoco III, ambas recurrieron a Flaminino en el año 196 a. C.

141 En la primavera del año 196, Antíoco III cruzó el Helesponto y ocupó, entre otras, las plazas de Sesto y Lisimaquia.

142 Un colaborador estricto de Antíoco III. Fue poeta, historiador y gramático. Lisias no sabemos quién fue.

143 Vivían en la cuenca del río Haliacmo, en el curso septentrional del río, en el Epiro.

144 De todas las plazas que entran en esta discusión se ha indicado, en otros lugares, lo necesario (cf. Índice onomástico); Caristo es aquí la ciudad de la isla de Eubea, no la del mismo nombre que se encuentra en Laconia.

145 Este Pléurato no debe confundirse con el que sale en II 2, 3, padre de Afrón, rey de los ilirios; es un biznieto suyo, hijo de Escerdiledas, con quien reinó conjuntamente y que, en el año 212, se alió con los romanos contra Filipo V.

146 Licnis es la población hoy llamada Ócrida, junto al lago del mismo nombre, en Macedonia. Parto no sabemos dónde estaba.

147 Hefestia, plaza en la costa norte de la isla de Lemnos.

148 Publio Vilio Tápulo fue el cónsul que precedió a Tito Flaminino en sus funciones en Grecia; Flaminino lo retuvo a su lado y lo utilizó con frecuencia como legado; Lucio Terencio era un joven aristócrata romano que inició aquí su carrera política y militar.

149 Cneo Cornelio Léntulo era uno de los pocos supervivientes de la batalla de Cannas; por Tito Livio sabemos que había intentado suplantar a Escipión el Africano.

150 Se trata de la asamblea regular de otoño de la liga etolia.

151 Es la posición habitual de los etolios; cf. nota 86 de este mismo libro.

152 Pero esta guerra motivó otra: la llamada «guerra de los pueblos» peloponesios entre el tirano espartano Nabis y la liga aquea, porque el primero se negó rotundamente a entregar Argos. Se aliaron con él los pueblos del Peloponeso, mientras que aqueos, tesalios, macedonios y atálidas se aliaron con Roma y derrotaron a Nabis. Flaminino venció otra vez, pero no aniquiló a los espartanos, sino que se limitó a encerrarlos en Laconia y organizó en el Peloponeso una coalición favorable a Roma, todo lo cual está ampliamente documentado en BENGSTON , Geschichte , págs. 452-453.

153 Estamos en el invierno del año 197/196.

154 Quizás es una deditio o entrega incondicional, por más que éstas las efectuaban, más bien, las ciudades sitiadas por los romanos o bien en guerra con ellos.

155 Sobre Lámpsaco, cf. nota 143.

156 Colonia laconia al O. de Bizancio, en la costa norte de la Propóntide.

157 Cf. nota 68 del libro XV.

158 Cf. nota 143.

159 Cf. nota 96.

160 Lisímaco fue uno de los epígonos de Alejandro Magno que, a la muerte de éste, recibió Tracia, pero fue derrotado y muerto por Seleuco I Nicátor en la batalla de Corupedio (281 antes de Cristo).

161 Ptolomeo III Evérgetes y Filipo V.

162 El futuro Seleuco IV Filopátor.

163 Estamos en los años 197/196.

164 Sobre Cleómenes, cf. V 33-39.

165 En otoño del año 197 a. C., Ptolomeo Epífanes tenía trece años.

166 Era lo que hoy llamaríamos «jefe de la casa real».

167 Miembro del consejo real.

168 Para Polícrates, cf. V 64, 4.

169 Legislador etolio muy conocido, cf. XIII 1, 2-3.

170 Dicearco fue un etolio que, por orden de Filipo V, hacia los años 205-204, saqueó las islas autónomas del mar Egeo y ayudó a los cretenses contra Rodas.

171 Es un caso del culto llamado apotropaico, es decir, se ofrecía algo a una divinidad para que no perjudicara al oferente. Sin que cite expresamente el caso, ilustra bien el sentido religioso de esta época, en que la creencia en la divinidad ha quedado fuertemente debilitada, MARTIN NILSSON , Geschichte der griechischen Religion , Munich, 1955, I, págs. 812-815.

172 De éste sabemos que tenía el título especial de «comisario de cacerías de elefantes» en tiempos de Seleuco IV Filopátor (187-175 a. C.).

173 Ptolomeo IV Filopátor (221-204? a. C.).

174 Hijo del Agesarco que sale en XV 25, 14. Pero el nombre de Agesarco es aquí enmienda en el texto griego debida a Schweighäuser; las fuentes griegas vacilan entre Hegesandro o Hagesandro, en cuyo caso se trataría de personajes desconocidos.

175 En XXII 17 se trata de Polícrates. El lugar en que se trataba de este Ptolomeo se ha perdido.

Historias. Libros XVI-XXXIX

Подняться наверх