Читать книгу Metamorfosis. Libros VI-X - Publio Ovidio - Страница 4
LIBRO VI
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Había prestado oídos la Tritonia al relato y había dado su aprobación al canto de las Aónides y a su justa ira. Luego pensó para sí: «No basta con alabar a otras; que me alaben a mí también, y no consienta yo que se desprecie impunemente nuestro poder». 5 Y concentra su atención en el destino de la meonia Aracne, de la que se decía que, en el arte del tejido de la lana, no merecía menos elogios que ella misma. No fue aquella famosa por su patria o por los orígenes de su linaje, sino por su arte. Su padre, Idmón el colofonio, teñía la lana empapándola en púrpura de Focea. 10 Su madre había muerto, pero procedía también de la plebe y no era superior a su marido. Sin embargo, en las ciudades lidias Aracne se había ganado con su habilidad una reputación memorable, a pesar de haber nacido en un hogar humilde y de residir en la humilde Hipepas. Con el fin de contemplar sus admirables labores, con frecuencia abandonaban sus zarzas las ninfas del Tmolo, 15 abandonaban sus ondas las ninfas del Pactolo. Las telas ya hechas daba gusto mirarlas, pero no era menor el placer mientras se hacían; ¡tanta gracia ponía en su arte! Lo mismo si empezaba formando redondos ovillos con la lana basta, o la adelgazaba con sus dedos, o acariciaba una y otra vez los vellones, semejantes a nubes, estirándolos en largos hilos, 20 o si hacía girar el pulido huso con el fino pulgar, o, en fin, si bordaba con la aguja, pensarías que había sido instruida por Palas Atenea.
Pero ella lo niega expresamente, y sintiéndose ofendida, aunque su maestra fuera tan grande1, dice: 25 «Que se enfrente conmigo; a nada me negaré si me vence». Palas finge ser una vieja y añade a sus sienes falsas canas y unos débiles miembros que afianza con un bastón. Luego comenzó a hablar así: «No todo lo que la edad avanzada trae consigo se ha de evitar; de los años tardíos procede la experiencia. 30 No desdeñes mis consejos: busca la máxima gloria en el arte de la lana, pero sólo entre los mortales. Cede ante una diosa y pídele perdón con voz suplicante por tus atrevidas palabras; si se lo pides, te perdonará». Ella la mira torvamente, abandona los hilos ya empezados, 35 y sin apenas contener sus manos, con la ira reflejada en el semblante, replicó a la irreconocible Palas con tales palabras: «Tu entendimiento flaquea, llegas agotada por una larga vejez y te hace daño haber vivido tanto. Que escuchen esos consejos tuyos tus nueras o tus hijas, si es que las tienes. 40 A mí me basta con mi propia sensatez; y para que no creas que has conseguido algo con tus recomendaciones, persisto en la misma resolución. ¿Por qué no viene ella en persona? ¿Por qué evita esta contienda?». «¡Ha venido!», dijo la diosa, y dejando su figura de vieja se mostró como Palas. Veneran su divinidad las ninfas y las mujeres migdonias; sólo la muchacha permaneció impertérrita2. 45 Pero aun así sintió vergüenza, un súbito rubor le tiñó el rostro a su pesar, y de nuevo se borró, como el aire, al llegar la aurora, suele ponerse púrpura, y en un tiempo muy breve, tras salir el sol, se vuelve blanco. 50 Persiste en su proyecto y, en sus estúpidas ansias de victoria, se precipita hacia su perdición; pues la hija de Júpiter no se niega, ni le da más consejos, ni aplaza ya el combate.
Inmediatamente se colocan una frente a otra y cada una tensa el telar con la fina urdimbre: 55 el telar está sujeto por el rodillo, el peine mantiene separados los hilos de la urdimbre, la aguda lanzadera hace pasar entre ellos la trama; esta, que los dedos desenrollan de la madeja, una vez pasada entre la urdimbre, la aprietan y compactan con un golpe del peine de serrados dientes3. Las dos se afanan, y con el vestido ceñido al pecho 60 mueven sus hábiles brazos, engañando a la fatiga a base de entrega. Allí se teje la púrpura que probó el sabor del caldero de bronce tirio, y finos matices de color, de diferencia apenas perceptible, como suele el arco iris teñir el inmenso cielo con su amplia curvatura, al chocar la lluvia con los rayos del sol; 65 aunque en él resplandezcan mil distintos colores, sin embargo la transición de uno a otro engaña los ojos que lo contemplan: hasta tal punto son idénticos los que se tocan; y, sin embargo, los que están alejados son distintos. Allí también se entretejen en los hilos hebras de oro flexibles y sobre la tela se despliega con finura un antiguo tema4.
Palas 70 borda la roca de Marte en la acrópolis Cecropia y el vetusto litigio por dar nombre a la comarca5. Los doce celícolas, con Júpiter en su centro, se sientan en sus altas sedes con una gravedad imponente; su fisonomía habitual identifica a cada uno de los dioses6. La de Júpiter es la imagen de un rey. 75 Al dios del mar lo representa de pie, hiriendo con el largo tridente los ásperos peñascos y haciendo brotar un mar del interior de la herida infligida al peñasco: con esa prenda reivindica la ciudad7. A sí misma8 se da el escudo, se da la lanza de aguzada punta, se da el casco para la cabeza, se defiende el pecho con la égida: también borda cómo la tierra, 80 golpeada por la punta de su lanza, hace brotar un vástago de grisáceo olivo con sus frutos y cómo los dioses admiran el prodigio. Una Victoria pone fin a la obra. Sin embargo, para que la émula de su gloria entienda con ejemplos qué recompensa debe esperar por tan infernal atrevimiento, 85 añade en las cuatro esquinas cuatro desafíos, que resplandecen cada uno con un color distinto y están decorados con pequeñas figurillas9. En un ángulo están la tracia Ródope y Hemón, heladas montañas ahora, antaño seres humanos, que se atribuyeron los nombres de los dioses supremos10. 90 Otra esquina contiene la desdicha lamentable de la madre de los Pigmeos; a esta, tras vencerla en una competición, Juno la castigó a ser grulla y a declarar la guerra a sus paisanos. Bordó también a la que antaño se atrevió a enfrentarse con la esposa del gran Júpiter, a Antígona, a quien la regia Juno transformó en ave; 95 de nada le aprovechó Ilión o su padre Laomedonte para impedir que, con las alas que le han salido, se aplauda a sí misma, blanca cigüeña de crotorante pico11. El único ángulo que queda expone a Cíniras, huérfano de sus hijos; se le ve derramar lágrimas, echado sobre la piedra, y abrazar las gradas del templo, antiguos cuerpos de sus hijas12, y 100 orla Palas los bordes con pacíficos13 ramos de olivo: (este es el marco), y pone fin a su labor con su árbol14.
La meónide dibuja a Europa burlada por la apariencia del toro; dirías que el toro y los mares son de verdad15. 105 Ella se mostraba mirando las tierras que dejaba atrás y llamando a sus amigas: parecía sentir temor del agua que la salpicaba y encoger sus melindrosos pies. También representó a Asteria, que era sujetada por un águila agresiva, y a Leda, recostada bajo las alas del cisne. 110 Añadió cómo Júpiter, oculto bajo la apariencia de un sátiro, colmó a la hermosa hija de Nicteo con doble prole y cómo fue Anfitrión cuando te conquistó, Tirintia, cómo siendo de oro burló a Dánae y siendo de fuego a la Asópide, siendo pastor a Mnemósine, o pintada serpiente a la Deoide16. 115 A ti también te representó, Neptuno, transformado en torvo novillo con la doncella Eólida; tú, en forma de Enipeo, engendras a los Aloídas, como carnero engañas a la Bisáltide. También la suavísima madre de las mieses, de amarilla cabellera, tuvo comercio contigo en forma de caballo; en forma de ave te recibió la madre del caballo alado, cuyos cabellos son culebras, 120 en forma de delfín, Melanto17. A todos estos les prestó la apariencia y el ambiente que les eran propios18. Allí está Febo, con aspecto rústico, y la historia de cómo llevó unas veces las alas de un azor, otras la piel de un león y cómo disfrazado de pastor burló a Ise la Macareide; 125 cómo engañó Líber a Erígone bajo la forma de una falsa uva, cómo Saturno, bajo la forma de caballo, creó al bicorpóreo Quirón19. La parte extrema de la tela, rodeada de una fina orla, es de flores entretejidas20 con zarcillos de hiedra.
Ni Palas ni la Envidia tenían nada que censurar en aquella labor; 130 se dolió del éxito la divina doncella de cabellos rubios y desgarró las telas bordadas, que acusaban a los celestes21. Con la lanzadera que tenía en la mano, de madera del Citoro, golpeó repetidas veces en la frente a la Idmonia Aracne. No pudo soportarlo la desdichada y, orgullosa, se echó un lazo en torno al cuello. 135 Al verla colgada, Palas, compadecida, la levantó y le dijo: «Vive, sí, pero colgada, por atrevida; y sea dictado para tu linaje y todos tus descendientes un castigo en las mismas condiciones: así no vivirás despreocupada del futuro». Después, cuando se alejaba, la roció con zumos de hierbas de Hécate, 140 y al instante, tocados por tan siniestra poción, desaparecieron sus cabellos, lo mismo que la nariz y las orejas, la cabeza se reduce al mínimo y todo su cuerpo se vuelve muy pequeño. En el lugar de las piernas, le salen finos dedos en los flancos, lo demás lo ocupa el vientre; sin embargo de él se le escapa un hilo 145 y trabaja, transformada en araña, las telas de siempre.
Níobe
La Lidia entera se estremece y por las ciudades de Frigia corre el rumor del suceso y acapara las conversaciones a lo largo del inmenso mundo. Níobe había conocido a Aracne antes de su boda, cuando, siendo doncella, habitaba Meonia y el Sípilo22. 150 Y sin embargo no aceptó el aviso que el castigo de su compatriota le daba: ceder ante los dioses y utilizar palabras humildes. Muchas cosas estimulaban su arrogancia; pero, sin duda, ni las habilidades de su esposo23, ni el linaje de ambos o el poderío de tan gran reino la complacían tanto (aunque todo eso la complacía) 155 como su descendencia; y habría sido considerada Níobe la más feliz de las madres, si ella misma no se lo hubiera creído. Pues la hija de Tiresias, Manto, conocedora del porvenir, transida de divina inspiración, había cantado proféticamente por todos los caminos: «Isménides24, acudid en gran número 160 y ofreced a Latona y a los dos Latonígenas sagrado incienso y oraciones y entretejed con laurel vuestros cabellos. Por mi boca Latona os lo ordena». Obedecen, y todas las tebanas adornan sus sienes con las ramas que se les ha ordenado y ofrecen incienso y palabras de súplica a las sagradas llamas. 165 En esto se presenta Níobe, entre una multitud de acompañantes, atrayendo todas las miradas por su vestido frigio, entretejido de oro, y todo lo hermosa que le permite su ira; agitando con la hermosa cabeza los cabellos sueltos sobre ambos hombros, se detuvo; y, cuando hubo paseado altiva la orgullosa mirada por su alrededor, dijo: 170 «¿Qué locura es poner a los dioses, que sólo son rumores, por delante de los que vemos con nuestros ojos? ¿Por qué se rinde culto a Latona en los altares, mientras mi divinidad todavía está sin incienso? Mi padre es Tántalo, el único a quien se le permitió acercarse a la mesa de los dioses; mi madre es hermana de las Pléyades; mi abuelo es el inmenso Atlas, 175 que soporta la bóveda del cielo con su cuello; Júpiter es mi otro abuelo, y también me enorgullezco de tenerlo por suegro25. Las naciones de Frigia me temen, el palacio de Cadmo está bajo mi dominio, las murallas ensambladas al son de la lira de mi esposo y sus gentes son gobernadas por mí y por mi marido. 180 En cualquier parte de la casa donde pose mi mirada se contemplan riquezas sin límites. Se suma a ello una belleza digna de una diosa; añádase a esto siete hijas y otros tantos hijos y después los yernos y las nueras. Preguntaos, entonces, cuál es la causa26 de mi orgullo, 185 atreveos a preferir a mi persona a la titánide Latona, hija de un tal Ceo, a quien, en otro tiempo, cuando estaba a punto de dar a luz, la inmensa tierra le negó el más pequeño rincón. Ni en el cielo, ni en la tierra, ni en las aguas fue acogida vuestra divinidad; estaba exiliada del mundo, hasta que, compadecida de su peregrinaje, Delos le dijo: 190 «Tú vagas extranjera por la tierra, yo por el agua», y le dio un lugar en movimiento. Ella fue madre de dos hijos; es la séptima parte de mi prole. Soy feliz; ¿quién podría negar esto? Y seguiré feliz: esto también, ¿quién podrá dudarlo?27. La abundancia me ha hecho segura. 195 Soy demasiado grande para que la Fortuna pueda hacerme daño. Aunque mucho me quite, mucho más me dejará. Mis bienes han superado ya cualquier temor por ellos; imaginad que se pudiera restar algo a esta cantidad de mis hijos, un auténtico pueblo; ni aun despojada, me reducirán al número de dos, la turba de Latona; con esa turba, ¿cuánto se diferencia de la que no tiene ninguno? 200 Marchaos inmediatamente, dejad los sacrificios a medias, y quitad el laurel de vuestros cabellos». Lo quitan, dejan a medias los sacrificios y, lo único que les está permitido, veneran al dios con callado murmullo.
La diosa se sintió indignada, y en la cumbre más alta del Cintio 205 habló a sus dos hijos con estas palabras: «Aquí tenéis a vuestra madre, orgullosa de haberos parido, no inferior a ninguna de las diosas, salvo a Juno, y aún dudan de si soy diosa; y para toda la eternidad me veré apartada de las ofrendas de los altares, si no me prestáis auxilio, hijos míos. 210 Y no es este mi único dolor: la Tantálide ha añadido insultos a su acción impía, y ha osado posponeros a sus hijos, tachándome a mí —¡que esto caiga sobre ella!— de madre sin descendencia, y ha dado muestras, la criminal, de una lengua tan blasfema como la de su padre28». Iba a añadir Latona un ruego a estas palabras, pero Febo dijo: 215 «¡Basta! Quejas largas retrasan el castigo». Dijo lo mismo Febe y, deslizándose por el aire en rápido vuelo, alcanzaron el alcázar cadmeo ocultos en una nube.
Había delante de las murallas una extensión de terreno amplia y llana, continuamente batida por los caballos, donde 220 el suelo aparecía aplastado por incontables ruedas de carros y cascos equinos. Allí, unos cuantos de los siete hijos de Anfión montan en valerosos caballos y cargan su peso sobre sus lomos cubiertos de púrpura tiria, y los dominan con riendas cargadas de oro. Entre ellos Ismeno, el primer hijo que llevó su madre antaño en el vientre, 225 mientras obliga a su corcel a trotar en círculos perfectos y refrena su boca espumeante, «¡Ay de mí!», exclama, y lleva un dardo clavado en pleno pecho y, dejando escapar las riendas de su mano moribunda, se escurre poco a poco por el flanco junto al cuarto delantero derecho del caballo. 230 Próximo a él, al oír el sonido del carcaj en el aire, Sípilo daba rienda suelta al caballo como cuando un piloto que sabe prever la tempestad huye al ver una nube y despliega por doquier las velas colgantes, para que no se escape por ningún sitio ni un soplo de brisa. Por mucho que suelte las riendas, aun así el dardo inevitable 235 lo alcanza, y la flecha se le clavó, vibrante, en lo más alto de la nuca, asomando su punta desnuda por la garganta. Él, inclinado como estaba, es despedido por encima de las crines y de las patas al galope, y mancha la tierra con su sangre caliente. El desdichado Fédimo, y Tántalo, heredero del nombre de su abuelo, 240 cuando pusieron fin a su habitual entrenamiento, pasaron al juvenil ejercicio de la palestra relucientes de aceite; y ya habían trabado la lucha pecho contra pecho, en estrecho abrazo: tal y como estaban enlazados, los traspasó a ambos la saeta despedida por el tenso nervio del arco. 245 Gimieron al mismo tiempo, al mismo tiempo se vinieron al suelo sus cuerpos retorcidos por el dolor, al mismo tiempo lanzaron desde la tierra su última mirada, al mismo tiempo entregaron su alma. Alfénor los ve y, mientras se golpea y se desgarra el pecho, acude corriendo para confortar con sus abrazos sus helados miembros, 250 y cae en tan piadoso menester. Pues el Delio29 le abrió el pecho hasta lo más profundo con un dardo mortífero. Al sacárselo, también se arrancó con el gancho un trozo de pulmón, y la sangre, al mismo tiempo que la vida, se escapó hacia el cielo. A Damasicton, de largos cabellos, no lo hiere una única herida30: 255 había sido alcanzado donde empieza la pierna, en la parte blanda de la articulación que forman el nervudo jarrete y el muslo. Y mientras intenta extraer con la mano el dardo mortal, otra flecha le traspasó la garganta hundiéndose hasta las plumas; la expulsa la sangre, que brota a borbotones hacia arriba, 260 y salta a gran distancia atravesando el aire31. El último, Ilioneo, había alzado inútilmente los brazos en actitud suplicante y había dicho: «Oh, dioses, todos en común, perdonadme», sin saber que no a todos había que suplicar. El ruego conmovió al que maneja el arco cuando ya era imposible detener el dardo; 265 con todo, aquel murió de una pequeña herida, sin que la flecha se le clavara muy profunda en el corazón32.
La noticia de la desgracia, el dolor de la gente y las lágrimas de los suyos transmitieron el súbito desastre a una madre que se asombraba de que los dioses hubieran podido, y se enfurecía porque se hubieran atrevido a esto, 270 y porque tuviesen derechos tan ilimitados. Pues el padre, Anfión, traspasándose el pecho con la espada, había puesto fin al mismo tiempo a su vida y a su dolor. ¡Ay! ¡Qué diferencia entre esta Níobe y la Níobe aquella que hacía poco había apartado a la gente de los altares de Latona 275 y se había exhibido, con la cabeza bien alta, por las calles de la ciudad, despertando la envidia de los suyos, mientras que ahora le tendría compasión incluso un enemigo! Se abalanza sobre los fríos cadáveres y reparte sus últimos besos, sin orden ni concierto, entre todos sus hijos. Después, levantando hacia el cielo los brazos lívidos: 280 «Aliméntate, cruel Latona, con nuestro dolor, aliméntate», dijo, «y sacia tu pecho con mi luto33; [sacia tu fiero corazón», le dijo, «me llevan a enterrar en siete funerales;] alégrate, goza de tu triunfo, victoriosa enemiga. ¿Cómo que victoriosa? Más me quedan a mí, en mi desdicha, 285 de los que tienes tú en tu felicidad; después de tantas muertes, todavía te venzo34». Así dijo, y del arco en tensión resonó el nervio, que, salvo en Níobe, puso terror en todos; ella se muestra atrevida en la desgracia. Estaban ante los lechos fúnebres de los hermanos las hermanas, con negros vestidos y cabellos en desorden. 290 La primera de ellas, tirando del dardo pegado a sus entrañas, se desploma moribunda mientras besa a su hermano; la segunda, que intentaba consolar a su desgraciada madre, quedó callada de repente y se dobló en dos por una herida invisible [y mantuvo cerrada la boca hasta que hubo salido el alma]. 295 Esta, en vano huyendo, se derrumba, aquella muere encima de su hermana; se oculta esta, se ve temblar a aquella. Muertas seis, tras sufrir distintas heridas, sólo quedaba la última; la cubre la madre con todo su cuerpo, la oculta bajo el manto: «Déjame una sola, la más pequeña; 300 de muchas, te pido la menor, y sólo una», exclamó. Mientras suplica, cae aquella por la que suplica. Se sentó, en la orfandad más absoluta, entre los cuerpos exánimes de los hijos, las hijas y el marido, y se quedó inmóvil por la desgracia; la brisa no agita ni uno de sus cabellos, el color de su rostro es exangüe, sus ojos 305 permanecen inmóviles en las tristes mejillas, y nada vivo queda a la vista en ella. La lengua misma se le hiela dentro, con el duro paladar, y las venas pierden la facultad de latir; se queda sin flexibilidad el cuello, los brazos no pueden accionar, ni los pies andar; en su interior también las entrañas son de piedra35. 310 Sin embargo, sigue llorando y, envuelta en un poderoso torbellino de viento, es arrebatada hasta su patria; allí, clavada en la cumbre de un monte, se deshace en agua y todavía hoy el mármol vierte lágrimas.
Los campesinos
licios
Todos ya entonces, hombres y mujeres, temen las divinas expresiones de cólera y todos a porfía 315 veneran con devoción los grandes poderes de la diosa gemelípara. Y como suele ocurrir, a partir del hecho más cercano, vuelven a contar los anteriores36. Uno de ellos dice: «También despreciaron antaño a la diosa en los campos de la fértil Licia: los campesinos no quedaron impunes. Su acción está envuelta en la oscuridad por la ínfima condición de sus participantes37, 320 pero es sin embargo prodigiosa; yo vi en persona el estanque y el lugar, famoso por el portento; pues mi padre, ya de edad avanzada e incapaz de viajar, me había ordenado traer de allí bueyes selectos, y él mismo me había asignado al marchar un guía de aquel pueblo. Mientras recorro los pastos en su compañía, 325 veo que en el centro de una laguna se alzaba un viejo altar, ennegrecido por la ceniza de los sacrificios, rodeado de temblorosas cañas. Se detuvo mi guía y musitó con temerosa voz: “Séme propicio”; “Séme propicio”, dije yo con similar murmullo. Sin embargo, le preguntaba si el altar era de las náyades o de Fauno 330 o de un dios de aquella tierra, cuando mi acompañante repuso: “Joven, no reside en este altar un poder montaraz, sino que lo llama suyo aquella a la que en otro tiempo la real cónyuge prohibió pisar el orbe; sólo la errante Delos escuchó su petición de ayuda, cuando, isla flotante, nadaba por el mar”. 335 Allí, reclinándose en una palmera y en el árbol de Palas, dio a luz Latona a dos gemelos contra la voluntad de su madrastra. Se cuenta que también de allí tuvo que escapar huyendo de Juno la recién parida y que llevó en el regazo a sus hijos, dos poderes divinos. Ya en las tierras de Licia, madre de la Quimera, cuando un sol severo abrasaba los campos, 340 la diosa, cansada por el largo esfuerzo, y reseca por el calor del astro, sintió sed: sus hijos habían bebido ávidamente de sus lechosas ubres hasta dejarlas secas. A la sazón, divisó un estanque de no abundantes aguas, en el fondo de un valle; unos rústicos recogían allí ramificados mimbres, 345 juncos y algas, amigas de los pantanos. Se acercó, y doblando la rodilla, la apoyó en tierra la Titania para tomar el helado líquido y beberlo. La turba de campesinos lo impide; así les habló la diosa mientras se lo impedían: “¿Por qué me vedáis el agua? El uso del agua es común. 350 La naturaleza no hizo el sol propiedad privada, ni el viento, ni las finas aguas; me he acercado a un bien que es público; sin embargo, os pido suplicante que me lo deis. No me disponía a lavar aquí mi cuerpo ni mis cansados miembros, sino a aliviar mi sed; se queda sin humedad la boca del que habla, 355 la garganta se seca y apenas se abre camino por ella la voz. Un trago de agua será néctar para mí y reconoceré que, con él, habré recibido también la vida; la vida me habréis dado con el agua. Dejaos conmover también por estos, que extienden sus bracitos desde mi seno”; (y, oportunamente, los niños extendían los brazos)38. 360 ¿A quién no habrían podido conmover las suaves palabras de la diosa? Ellos, sin embargo, persisten en rechazar la petición y añaden además amenazas e insultos, si no se aleja de allí. No les basta con esto: además revolvieron ellos mismos el estanque con sus pies y sus manos, y, saltando de un lado para otro 365 con mala intención, removieron el blando cieno del fondo. La ira dio una tregua a la sed; ya no suplica más la hija de Ceo a personas indignas, ni soporta seguir utilizando palabras impropias de la majestad de una diosa. Elevando las palmas hacia el cielo, dijo: “Vivid eternamente en este estanque39”. 370 Se cumplen los deseos de la diosa; les complace estar bajo el agua, y sumergir unas veces todo su cuerpo en el hueco de la ciénaga y otras sacar la cabeza, a ratos nadar por la superficie, en otros momentos salir a las orillas del estanque y volver de un brinco a las heladas aguas. Pero todavía hoy ocupan 375 sus deslenguadas lenguas en litigios y, dejando a un lado la vergüenza, aunque estén bajo el agua, bajo el agua intentan proseguir con sus insultos40. También ahora su voz es ronca, hinchan el cuello exageradamente y sus propios insultos ensanchan su inmensa boca. Sus espaldas tocan directamente con la cabeza, mientras sus cuellos parecen haber sido eliminados. 380 Son verdes por detrás, mientras su vientre, la parte más grande de su cuerpo, es blanquecino: esos nuevos seres que saltan en las aguas pantanosas son las ranas41».
Marsias
Así, cuando un desconocido hubo contado la desgracia de unos hombres de la nación licia, otro se acordó del sátiro a quien el hijo de Latona sometió a un castigo, después de haberlo vencido en la contienda de la flauta tritonia42. 385 «¿Por qué me arrancas de mí mismo?», dijo; «Ay, siento lo que he hecho», gritaba, «no era para tanto una flauta». Mientras gritaba, le fue arrancada la piel de toda la superficie de sus miembros y todo él era una gran herida43. Su sangre mana por todas partes, los músculos, al descubierto, se ofrecen a la vista y las venas laten temblorosas sin piel que las proteja. 390 Se podrían contar las palpitantes vísceras y las relucientes entrañas de su pecho44. Lo lloraron los rústicos faunos, deidades de las selvas, y sus hermanos sátiros, y Olimpo, querido aún en aquel trance, lo lloraron las ninfas y todo el que en aquellas montañas 395 apacentó lanígeros rebaños y cornudas manadas. Se humedeció la tierra fértil y, una vez empapada, filtró las lágrimas que caían y las absorbió en sus veneros más profundos; cuando las convirtió en agua, las lanzó al aire libre. Buscando desde allí las movidas aguas del mar por profundas pendientes 400 un río, el más transparente de Frigia, lleva el nombre de Marsias45.
Pélope
Después de estos relatos, la gente vuelve inmediatamente al momento presente y llora a Anfión, desaparecido con toda su descendencia. La madre suscita el odio; sin embargo dice la tradición que Pélope fue el único en llorar por ella y que, al apartar su vestido del pecho, 405 puso a la vista el marfil de su hombro izquierdo46. Este hombro era, de nacimiento, del mismo color que el derecho, y de carne y hueso; después que fueron despedazados sus miembros a manos de su padre, cuentan que los dioses los unieron y que, tras haber encontrado los demás, le faltaba el trozo cuyo sitio está entre el cuello y la parte alta del brazo; 410 le fue implantado marfil para hacer las veces de la parte que no aparecía y, a consecuencia de aquella acción, Pélope quedó entero47.
Procne y Filomela
Acuden los nobles de la vecindad, y las ciudades próximas pidieron a sus reyes que acudieran a dar consuelo: Argos, Esparta y la Pelópida Micenas48, y Calidón, 415 que aún no le era odiosa a la torva Diana49, la feraz Orcómeno y Corinto, famosa por su bronce, Mesene la salvaje, Patras, la baja Cleonas, Pilos la de Neleo50, Trezén, que aún no era de Piteo, y cuantas otras ciudades están encerradas por el istmo de doble mar, 420 y las situadas fuera, que son contempladas desde el istmo de doble mar51. ¿Quién podría creerlo? Sólo dejaste de acudir tú, Atenas52. La guerra se interpuso entre tu deber y tú: bárbaras tropas, transportadas por mar, aterrorizaban las murallas mopsopias. El tracio Tereo, con las tropas que había traído como auxilio, 425 las había puesto en fuga y ganaba con su victoria un nombre ilustre. Al verlo poderoso en recursos y en hombres, de un linaje que se remontaba tal vez al gran Gradivo, Pandión lo unió a su familia por el matrimonio con Procne. No asiste Juno, patrona de las bodas, ni tampoco Himeneo, no asistieron las Gracias a aquellos esponsales. 430 Euménides53 sostuvieron las antorchas, robadas de un entierro, Euménides prepararon el lecho, y en el tejado de la casa fue a posarse un malhadado búho, que se aposentó en lo alto de la cámara nupcial54. Bajo este agüero se unieron Procne y Tereo, bajo este agüero se convirtieron en padres. Les felicitó, como es natural, Tracia, 435 y ellos mismos dieron gracias a los dioses y ordenaron que llevara el título de festivo el día en que la hija de Pandión fue entregada al ilustre tirano, y aquel en que había nacido Itis. ¡Hasta tal punto se le oculta al hombre lo que le conviene! Ya Titán había repetido por quinta vez la estación del otoño, 440 cuando Procne le habló a su marido en tono halagador: «Si algún favor hallo ante ti, permíteme ir a ver a mi hermana, o que mi hermana venga aquí. Le prometerás a tu suegro que volverá en breve tiempo; me harás un inmenso regalo con dejarme ver a mi hermana». Ordena aquel botar al mar las naves 445 y a vela y remo entra en los puertos cecropios y toca las costas del Pireo. Tan pronto como se le da la oportunidad de ver a su suegro, unen diestra con diestra y traban una conversación con presagios favorables. Comenzaba a relatar la causa de su venida y los encargos 450 de su esposa y a prometer un rápido regreso de la muchacha si le permitía marchar, cuando se presenta Filomela suntuosa por su magnífico atavío, y más suntuosa aún por su belleza: como cuentan que recorren las náyades y dríades el corazón de los bosques, a condición de que les prestes semejantes adornos y atavíos. 455 Se inflamó Tereo al ver a la doncella igual que si alguien pusiera fuego a las resecas espigas, o quemara las ramas y las hierbas almacenadas en los heniles. Era, sin duda, hermosa; pero también incita a Tereo su natural apasionado, y la propensión a los placeres de Venus de los pobladores de aquellas regiones; 460 arde consumido por el vicio propio y por el de su estirpe. Le viene el impulso de sobornar al séquito que la guarda o a su leal nodriza, o también de tentarla a ella misma con enormes regalos, o de empeñar todo su reino, o de raptarla y defenderla una vez raptada con una cruel guerra. 465 Nada hay a lo que no se atreva, presa de amor desenfrenado, ni hay cabida en su pecho para el fuego que alberga. Apenas puede ya soportar la demora, y con palabras apasionadas vuelve a los encargos de Procne y, bajo ese pretexto, defiende la causa de su propio deseo. El amor lo volvía elocuente, y cuantas veces rogaba más de lo que era oportuno, 470 decía que así lo quería Procne55. Añadió también lágrimas, como si también se las hubiera encargado. Los dioses me asistan, ¡qué negra noche habita en los pechos de los mortales! Precisamente cuando maquina el crimen, Tereo es considerado virtuoso y se gana alabanzas por su mala acción56. 475 Añádase que Filomela desea lo mismo, y rodeando zalamera los hombros de su padre con sus brazos, ella misma pide, por su bien y en contra de su bien, ir a ver a su hermana. Tereo la contempla y, al verla, ya la siente, y mirando fijamente sus besos y sus brazos en torno al cuello de su padre, 480 lo toma todo como acicate, fuego y alimento de su pasión, y, cuantas veces abraza ella a su padre, quisiera ser el padre. (¡Y no sería con ello menos impío!) Vencen al padre los ruegos de una y otra; se alegra ella, le da al padre las gracias y la infeliz considera aquello un éxito de las dos hermanas, 485 cuando en realidad será causa de lágrimas para las dos57.
Ya le quedaba a Febo un esfuerzo pequeño, y los caballos batían con sus patas el tramo de bajada del Olimpo; se sirven en las mesas viandas propias de un rey, se escancia baco en copas de oro; después entregan sus cuerpos58 al plácido sueño. 490 Pero el rey odrisio59, aunque esté apartado de Filomela, se abrasa por su causa, y recordando su aspecto, sus andares y sus manos, modela a su gusto todo lo que aún no ha visto, nutre él su propio fuego mientras su pasión aleja de él el sueño. Se hizo de día, y estrechando la diestra del yerno que partía, 495 Pandión le confía a su compañera, mientras le brota el llanto: «También a esta, querido yerno, puesto que un piadoso deber60 me ha obligado a ello, y lo han querido ambas (también tú lo has querido, Tereo), la pongo en tus manos; por lealtad, por el parentesco que une nuestros corazones, por los dioses te pido, suplicante, que la protejas con amor paterno, 500 y que me devuelvas cuanto antes este dulce consuelo de mi angustiada vejez (toda tardanza se me antojará larga). También tú, Filomela, si sientes algún amor por tu padre, vuelve junto a mí lo antes posible (ya tengo bastante con que tu hermana esté lejos)». Hacía estas recomendaciones y al mismo tiempo daba besos a su hija 505 y las lágrimas le caían dulcemente en mitad de sus recomendaciones. Como prendas de lealtad, requirió las manos de ambos y, al dárselas, las unió entre sí61, y les ruega que no se olviden de saludar en su nombre a su hija y a su nieto ausentes. Apenas logró pronunciar el adiós de despedida porque su boca se llenó de sollozos: 510 temió los presentimientos de su mente.
Tan pronto como embarcó Filomela en la pintada nave, los remos batieron el mar y la tierra retrocedió: «Hemos vencido», exclama el bárbaro, «conmigo embarca todo lo que deseo». [Da saltos de alegría, y con trabajo aplaza en su ánimo sus gozos] 515 y en ninguna circunstancia puede apartar sus ojos de ella. Igual que el águila de Júpiter deposita en su alto nido la liebre que, depredadora, ha capturado con sus corvas garras; ninguna huida se ofrece a la prisionera, el raptor contempla su recompensa. Ya había terminado el recorrido, ya habían saltado de las naves fatigadas a las costas de su tierra, 520 cuando el rey arrastra a la hija de Pandión a una cabaña para el ganado, oculta en las profundidades de un viejo bosque, y la encierra allí, pálida y temblorosa, temiendo cualquier cosa y preguntando entre lágrimas dónde está su hermana; él confiesa su sacrílego deseo, y, a ella, doncella y sola, que clama en vano una y otra vez por su padre, también por su hermana y sobre todo por los excelsos dioses, la vence por la fuerza. 525 Tiembla ella como una cordera despavorida que, arrancada de la boca de un lobo gris y herida, aún no se cree segura; o como una paloma que con las plumas empapadas en su propia sangre se estremece de espanto y teme aún las codiciosas garras 530 en las que estuvo enganchada. Luego, cuando recobró el sentido, arrancándose los cabellos en desorden, [en actitud de luto, golpeándose los brazos,] y tendiendo las manos hacia él, dice: «¡Bárbaro, de inenarrables acciones, cruel! ¿No te conmovieron las recomendaciones de mi padre y sus piadosas lágrimas, 535 ni el cuidado por mi hermana, ni mi virginidad, ni las leyes del matrimonio? [Lo has enturbiado todo; yo me he convertido en rival de mi hermana, tú, en esposo de las dos y a mí me está reservada la pena de muerte62.] ¿Por qué no me arrebatas la vida, pérfido, para que no te quede ningún crimen por cometer? Y ojalá 540 lo hubieses hecho antes de tu nefanda coyunda conmigo: así mi sombra estaría libre de culpa en el más allá. Si, a pesar de todo, los dioses ven estas cosas, si los poderes de los dioses son algo, si no todo ha perecido conmigo, algún día me las pagarás. Yo misma dejaré a un lado la vergüenza, y 545 revelaré tu acción; si tengo oportunidad, me presentaré ante la gente63; si me tienes encerrada en las selvas, llenaré las selvas y conmoveré a las piedras, mis testigos. Oirá esto el cielo y también los dioses, si hay alguno en él». Después que estas palabras provocaron la ira del déspota feroz 550 y un miedo no menor que la ira, espoleado por ambas pasiones, libera de la vaina que llevaba al cinto la espada y agarra a Filomela por los cabellos, le dobla los brazos tras la espalda y la obliga a sufrir las ataduras. Ya disponía su garganta Filomela, y, al ver la espada, había concebido esperanzas de muerte; 555 mientras su lengua indignada gritaba sin parar el nombre de su padre y luchaba por hablar, se la cogió con unas tenazas y se la cortó de un feroz tajo64; la raíz que le queda se agita convulsa: la lengua ha caído al suelo y murmura temblorosa a la tierra negra de sangre; e igual que suele agitarse la cola mutilada de una culebra, 560 así palpita, buscando al morir lo que queda de su dueña65. Cuenta la tradición (pero apenas me atrevo a darle crédito) que incluso después de esta criminal fechoría, frecuentó varias veces66 el cuerpo mutilado para satisfacer su lujuria.
No vacila en presentarse delante de Procne, después de tales hechos, y ella, al ver a su esposo, pregunta por su hermana; 565 entonces él prorrumpe en falsos gemidos, narra una muerte inventada, y las lágrimas dieron crédito a su palabra. Se arranca Procne de los hombros el velo, que brillaba con anchas bandas de oro, se cubre de negras vestiduras y levanta un cenotafio, ofrece expiaciones a los falsos Manes 570 y llora por la muerte de su hermana, que no debía ser llorada por eso.
Había recorrido el dios los doce signos, transcurrido un año. ¿Qué podía hacer Filomela? Hay guardianes para impedir su huida, las paredes del establo, construidas con sólidas piedras, se levantan inflexibles, su boca muda carece de capacidad para delatar los hechos. El dolor aguza el ingenio 575 y la astucia acude en la desgracia. Tensó con habilidad la urdimbre de un bárbaro telar y entretejió unas letras de púrpura con hilos blancos, una denuncia del crimen67. Una vez concluida la labor, se la entregó a una esclava, rogándole por señas que se la lleve a su señora; 580 ella se la llevó a Procne, como le habían pedido, sin saber lo que entrega con ella. Despliega la tela la esposa del cruel tirano. Leyó el canto quejumbroso68 de su hermana y —es asombroso que pudiera hacerlo— se calla; el dolor selló su boca, a su lengua no acudieron palabras suficientemente indignadas69, 585 y no hay tiempo para el llanto: corre a mezclar y confundir justicia y sacrilegio, y se vuelca toda entera en la imaginación de su venganza.
Era la estación en la que las mujeres sitonias acostumbran a celebrar las fiestas bienales70 de Baco71; la noche es cómplice de las ceremonias, esa noche resuena el Ródope con los tañidos agudos del bronce, 590 esa noche la reina ha salido de su casa, se prepara para los rituales del dios y recibe el equipamiento de las orgías. Su cabeza está cubierta por pámpanos de vid, de su flanco izquierdo penden pieles de ciervo, sobre su hombro se apoya una ligera lanza. Moviéndose excitada por los bosques, entre la multitud de sus compañeras, 595 Procne infunde terror y, atormentada por las furias de su dolor, simula, Baco, que la poseen las tuyas. Llega por fin a los apartados establos, lanza un gran aullido, canta «Euhoé», derriba las puertas, se apodera de su hermana, la viste con los símbolos de Baco, le oculta el rostro con hojas de hiedra 600 y tirando de ella, aturdida, la conduce al interior del palacio.
Cuando notó Filomela que había pisado la casa sacrílega se le erizaron los cabellos, infeliz, y la palidez cubrió su rostro. Tras encontrar un lugar oportuno, la libra Procne de las prendas ceremoniales, descubre el rostro pudoroso de su desgraciada hermana 605 y cae en sus brazos; pero esta no se atreve a levantar los ojos, porque se considera a sí misma infiel a su hermana. Con el rostro humillado hacia el suelo, pretendiendo jurar y poner por testigos a los dioses de que su deshonra le fue infligida con violencia, suplió con las manos la palabra. Procne se enardece 610 incapaz de controlar su propia ira y, abreviando impaciente el llanto de su hermana, le dice: «No es con lágrimas como hay que arreglar esto, sino con la espada, o con cualquier medio, si conoces alguno, que pueda vencer a la espada. Yo estoy dispuesta, hermana, a cualquier monstruosidad: o prendo fuego con antorchas al palacio real 615 y arrojo a Tereo, autor de esta desgracia, en medio de las llamas, o con mi espada le arranco la lengua, los ojos y el miembro que te arrebató la honra72, o hago salir su alma culpable por mil heridas. Estoy resuelta a cualquier cosa, con tal de que sea grande: pero aún no sé lo que es73». Mientras 620 Procne pronuncia estas palabras, Itis se aproximaba hacia su madre; al verlo le vino a la cabeza lo que podía hacer, y contemplándolo con ojos crueles le dijo: «¡Ay! ¡Cómo te pareces a tu padre74!». Sin decir una palabra más, prepara el espantoso crimen y hierve de silenciosa ira. Sin embargo, cuando el niño vino a ella, saludó a su madre, 625 le rodeó el cuello con sus bracitos y la cubrió de besos, mezclados con infantiles expresiones de cariño, se emocionó realmente la madre, su cólera se detuvo cortada en seco, y, a su pesar, los ojos se le llenaron de lágrimas. Pero en cuanto sintió que vacilaba su determinación por su excesivo amor de madre, apartó los ojos 630 del niño y los volvió de nuevo hacia el rostro de su hermana y, yendo con la mirada de uno a otro, dijo: «¿Por qué uno me dice cosas cariñosas75, y se calla la otra, por tener arrancada la lengua? ¿Por qué puede este llamarme madre y no puede ella llamarme hermana76? Considera, hija de Pandión, a quién tienes por marido; no estás a la altura de tu estirpe; en la esposa de Tereo el amor conyugal es 635 un crimen».
Sin perder un momento, arrastró a Itis, como una tigresa del Ganges a un cervato lactante por las umbrosas selvas; cuando alcanzaron la parte más recóndita de la alta morada, el niño empezó a extender los brazos, porque veía su destino, y a gritar: 640 «madre, madre», y a intentar agarrarse a su cuello; lo hiere con la espada Procne donde el pecho toca con el costado, sin apartar la vista. Con una sola herida ya bastaba para ocasionarle la muerte, pero Filomela le abrió la garganta con la espada y entre las dos descuartizan su cuerpo mientras aún tiene vida y conserva un soplo 645 de aliento. Después hierven en un caldero de bronce unos trozos, y otros chisporrotean espetados en asadores; la estancia rezuma sangre77. A estos manjares invita la esposa a Tereo, que nada sabe, y, con el mentido pretexto de un banquete ceremonial a la manera de su patria, al que sólo está permitido asistir al marido, aleja de allí a comensales y sirvientes. Ocupando orgulloso el 650 asiento de sus antepasados toma parte Tereo en la comida y llena su vientre de carne de su carne. Tan profunda es la noche de su espíritu que dice: «Traedme aquí a Itis». No puede ocultar Procne su salvaje alegría y, deseando ya manifestarse como mensajera de su propio desastre, dice: «Al que llamas, dentro lo tienes». Busca 655 él con la mirada por la estancia y pregunta dónde está. De nuevo vuelve a preguntar y a llamarlo: entonces Filomela, tal como estaba, con los cabellos en desorden por el infernal descuartizamiento, se precipitó de un salto en la sala y arrojó a la cara del padre la cabeza ensangrentada de Itis; nunca, como en 660 aquel momento, hubiera deseado tanto poder hablar y manifestar su alegría con las palabras que Tereo se merecía. El tracio vuelca la mesa con un enorme grito, y convoca a las hermanas de cabellos serpentinos desde el valle de la Estigia. Primero desea ardientemente, si ello fuera posible, abrirse el pecho y vomitar aquel siniestro banquete y las entrañas a medio digerir; a continuación llora y se llama a sí mismo sepulcro 665 desgraciado de su hijo, o persigue con la espada desenvainada a las hijas de Pandión. Podría pensarse que los cuerpos de las Cecrópidas tenían alas. ¡En efecto, las tenían! Una de ellas intenta ganar el bosque, la otra vuela hasta el tejado78; y aún no se han borrado de su pecho las marcas del crimen, y las plumas están manchadas de sangre. Tereo, espoleado 670 por su dolor y por el deseo de venganza, se convierte en ave, con una cresta en lo alto de la cabeza, y un pico que sobresale desmesurado como una larga lanza. [El nombre del pájaro es abubilla, y da la impresión de que va armada.]
Este dolor envió a 675 Pandión a las sombras del Tártaro antes del tiempo que le correspondía, al final de una larga vejez. La soberanía de aquel país y el timón de los asuntos de estado lo toma Erecteo, de quien se duda si fue más poderoso por su justicia o por la fortaleza de sus armas. Había engendrado cuatro muchachos y otras tantas jóvenes de condición femenil, pero, entre 680 ellas, había dos iguales en belleza: contigo como esposa, Procris, fue feliz Céfalo el Eólida79. A Bóreas le perjudicaban Tereo y los tracios80, y el dios se vio privado mucho tiempo de su querida Oritía porque ruega y prefiere usar la persuasión antes que la fuerza. Pero cuando ve que no avanza nada con palabras 685 halagadoras, descompuesto por la cólera, que es habitual y más que familiar en semejante viento: «¡Y con razón!», dijo, «¿por qué he abandonado mis armas, la crueldad, la violencia, la ira y el aire amenazador, y he recurrido a los ruegos, una práctica que desdice de mi modo de ser? La violencia es lo que mejor 690 se ajusta a mí; con la violencia empujo las negras nubes, con la violencia agito los mares, arranco los nudosos robles, endurezco las nieves y golpeo las tierras con el granizo. Yo soy el mismo que, cuando me encuentro con mis hermanos en el cielo abierto (pues ese es mi campo de batalla), lucho con tanto empeño 695 que el cielo que hay en medio resuena con nuestros encontronazos, y de las huecas nubes, al hacerse pedazos, saltan rayos; el mismo que, cuando he bajado a las abovedadas oquedades de la tierra y he apoyado salvajemente mis espaldas contra las profundas cavernas, inquieto a los Manes y a la tierra entera 700 con mis temblores81. Con estos recursos hubiera debido solicitar el matrimonio, y no debía haber suplicado a Erecteo, sino haberlo hecho mi suegro por la fuerza». Tras hablar en este tono o en uno no menos elevado82, desplegó Bóreas sus alas, con cuyas sacudidas toda la superficie de la tierra sintió el soplo 705 y se encresparon las olas en el ancho mar. Arrastrando un manto de polvo por las cumbres más altas, barre el suelo y a Oritía, llena de pavor, la abraza enamorado con sus oscuras alas escondido en una nube. Al volar, sus llamas, avivadas, ardieron más intensamente. Y el raptor en su aérea cabalgada no tiró de las riendas hasta que 710 alcanzó los pueblos y las murallas de los cícones83. Allí la actea fue hecha esposa del tirano del hielo y también madre84, pariendo dos gemelos, que heredaron casi todo de su madre, pero las alas de su padre. Sin embargo, cuenta la leyenda que estas no nacieron al mismo tiempo que el resto del cuerpo: 715 mientras a su rojiza cabellera le faltó el apoyo de la barba, los niños Calais y Zetes estuvieron sin plumas. Luego, al mismo tiempo que las alas comenzaron a guarnecer sus dos flancos, a la manera de las aves, también comenzaron a cubrirse de vello amarillo sus mejillas. Más adelante, cuando la edad de la infancia dio paso a la juventud, buscaron a bordo del primer barco85 a través de un mar aún no conocido, en 720 compañía de los Minias, el radiante vellón de lana resplandeciente.
1 Con su negativa a considerarse alumna de Palas Atenea para asegurar su independencia como artista, Aracne da un paso que ningún poeta de tradición alejandrina se atrevería a dar, a saber, considerarse al margen de toda tradición.
2 El carácter intrépido de la doncella se manifiesta en que no siente la veneración por la divinidad que habitualmente sobreviene a todos los mortales. La muchacha que desafía a Palas es virgen, como ella, y, como ella, apta para las contiendas de todo tipo.
3 Ovidio identifica los elementos esenciales de un telar. En él destacan los hilos de la urdimbre (stamen) colocados en sentido vertical, separados y pendientes de un rodillo, pares de impares. Luego se irán disponiendo en sentido horizontal los hilos de la trama (subtemen), que cruzan toda la urdimbre en sucesivos pases de la lanzadera (radius), que es una pieza de madera o metal, como una larga aguja, que arrastra cada hilo de la trama. Una vez que se ha entretejido la trama en la urdimbre, de manera que el hilo de esta pasa una vez por encima y otra por debajo del de la urdimbre, el peine lo golpea y aplasta, de manera que queda tensado y tejido.
4 El adjetivo vetus que acompaña a argumentum indica que el tema es tradicional, mientras que el verbo, deducitur, es el que emplean los poetas calimaqueos para connotar finura de ejecución. Desde el mismo comienzo, Palas, a diferencia de Aracne, observa las reglas del artista alejandrino (y de todo artista) inscribiéndose en una tradición.
5 Se trata del litigio entre Atenea y Posidón por cuál de los dos daba su nombre a Atenas y era, por tanto, su divinidad tutelar. En la versión de Ovidio el certamen tuvo lugar en el Areópago —la roca de Marte—, mientras que los demás autores lo sitúan en la Acrópolis. Los dioses se sientan como en un tribunal, pues en el Areópago se celebraban los juicios. Son las doce divinidades mayores del Panteón griego, entre ellas Palas y Posidón, quienes se desdoblan para presidir su propia disputa.
6 La iconografía que se puede observar en estatuas, mosaicos, pinturas murales, cerámica, joyas, etc., nos muestra, en efecto, cuán constantes son la fisonomía y los atributos de los dioses y los héroes, lo que facilita su identificación. En ocasiones la inscripción del nombre propio sobre la figura, por ejemplo en algunos mosaicos, la refuerza: de ahí el verbo inscribit. Ovidio también quiere marcar aquí la conformidad a la tradición con que Palas ejecuta su tela.
7 Posidón hace que brote en la Acrópolis una fuente de agua salada. Es la prenda (pignore) que aporta al litigio ante el tribunal. Si es de agua salada no parece muy útil, pero las tentativas de los críticos de cambiar fretum por ferum no son aceptables.
8 Ejemplo de autorreflexividad narrativa, a la que Ovidio es muy aficionado. La diosa Atenea participa en dos concursos: la prueba de habilidad bordadora con Aracne y el habitual de la épica sobre quién es el héroe epónimo de una ciudad; y además se sienta en el tribunal, entre las doce divinidades del panteón, como juez de su propio concurso.
9 Se distingue perfectamente entre la composición principal, de mayor tamaño, más detallada en su ejecución y mejor conocida, y las composiciones secundarias, de figuras más reducidas e historias más oscuras, que necesitan una mayor exégesis.
10 Posiblemente eran hermanos que, comparando su incestuoso amor con el de Júpiter y Juno, se denominaban a sí mismos con el nombre de ambas divinidades, y por ello fueron castigados.
11 Antígona, de la casa real de Troya, se enorgullecía de tener un pelo más bonito que el de Juno, y, según Ovidio, la retó a una contienda. Fue transformada, como castigo, en cigüeña, que aún sigue vanagloriándose.
12 Poco se sabe sobre esta leyenda de Cíniras, pero algunos infieren que sus hijas, de gran belleza, se vanagloriaron de ello en el templo de una diosa que desconocemos, comparándose con ella. Habrían sido transformadas en las losas que formaban las gradas del templo y en esa nueva condición serían abrazadas por su padre.
13 Nótese la ironía, una Palas pacífica que no ha hecho sino representar venganzas de los dioses. Pero las escenas descritas también contienen una lección para Aracne, según se anunció en el v. 84, a saber, todo reto o desafío a los dioses termina con la metamorfosis del desafiante. Si Aracne hubiera contemplado la tela de Palas habría visto en ella, por anticipado, su propio castigo.
14 El autor literario imita en un medio con capacidad representativa, la palabra, un medio diferente, la imagen bordada: la suma total de versos es 33 (70-102), distribuidos entre representación central (70-82), representaciones laterales (83-100) y marco (101-102). Los vv. 80-83, con la referencia al olivo y a la Victoria, son la culminación del tema iconográfico más importante del bordado de Palas, y el texto lo pone de relieve. También marca, a continuación, que los otros cuatro bordados tienen figuras más pequeñas. Es de subrayar cómo el texto literario resalta las diferencias técnicas entre las diversas partes del texto iconográfico y también las intenciones ejemplarizantes que este tiene.
15 Hay un juicio estético sobre la labor de Aracne: sus figuras imitan la realidad, lo que en opinión de algún comentarista indicaría que Ovidio le concede la primacía sobre Palas. Nótese, asimismo, el juego de palabras: Júpiter no es un toro de verdad, sino «el mentido robador de Europa», que diría Góngora.
16 Del rapto de Europa ya ha hablado el poeta en los libros II y III; la historia de Asteria es bastante oscura, mientras que la de Leda y el cisne era conocida entonces y ahora, e interesó mucho siempre a los artistas gráficos; la hermosa hija de Nicteo es Antíope y los gemelos que dio a luz son Anfión y Zeto; Júpiter adoptó la forma de un falso Anfitrión, como se narra en la comedia plautina, para violar a Alcmena, la tirintia, de donde nació Hércules; y de Perseo, hijo de Dánae y nieto de Acrisio, ya se ha hablado en los libros IV y V. La Asópide es Egina, una de las hijas del río Asopo. Mnemósine es madre de las musas, de las que se ha hablado en el libro anterior. En cuanto a la Deoide, derivado de Dea, uno de los nombres griegos de Ceres, no puede ser otra que Prosérpina. Resulta así que el padre de los dioses también tuvo amores incestuosos con su propia hija, la esposa de Plutón, de la que también se ha hablado en el anterior libro. Como todo comienzo es también un final, la tela de Aracne cumple la función de recapitular y de anticipar temas.
17 Si usamos el mismo cómputo que en la tela de Palas, la totalidad de la de Aracne se divide en furta Iovis (103-114), furta Neptuni (115-120), quince violaciones para dieciocho versos, a las que hay que sumar otras seis, 121-126. Si exceptuamos la reflexión central (que separa a Júpiter y Neptuno de Apolo, Baco y Saturno) y la orla final, que ocupan en conjunto unos tres versos, nos encontramos, entre 103-128, con veintitrés versos para describir veintiuna violaciones.
18 El fondo de la cuestión es que Palas y Aracne están participando en un concurso artístico que debe conceder la primacía a una de las dos, y que las contiendas entre artistas era el medio en que se había educado Ovidio, de tal manera que todo juicio efectuado en su obra acerca de otras artes puede ser referido de manera traslaticia a su propia obra. ¿De qué forma? Tanto la obra de Palas como la de Aracne permiten reconocer las personas y los lugares, pero mientras que el bordado de Palas consta de un número determinado de metamorfosis y se organiza en torno a un centro principal, siguiendo un esquema que podríamos llamar propio del arte clásico, la obra de Aracne, en cambio, no tiene centro, consta de más viñetas, veintiuna, y pese a la insistencia de Ovidio en que son identificables, es evidente que cada una de ellas utiliza un espacio narrativo más reducido que en el caso de Palas. Pues bien, recordemos que en los libros de Ovidio resulta difícil encontrar un centro, así como un final (esto es, una historia en que se acumulen rasgos conclusivos); al mismo tiempo, es fácil encontrar relatos con un tiempo narrativo mucho más extenso que otros, o referidos a historias mucho más conocidas, mientras que otras son oscuras.
19 No se puede dejar de notar el distinto género de ambas telas. La primera retrata a los dioses en su vertiente majestuosa y olímpica, el contenido habitual de las obras de tipo épico. El bordado de Aracne, en cambio, se ocupa de los furta divinos, esas leyendas eróticas que tan caras fueron a los poetas helenísticos, que hicieron de ellas el tema de sus elegías y epilios.
20 Nótese la palabra intertextos, que sólo aparece esta vez en el total de la obra ovidiana. Originariamente es un entretejido de una imagen con otra, o, como en este caso, de un adorno vegetal con otro. Sin trasladarlo todavía a la textualidad literaria, podríamos decir que nos encontramos aquí con un adorno que forma la orla para un buen número de viñetas, cada una de las cuales representa una historia yuxtapuesta a otra historia. El bordado de Aracne entreteje en un texto un buen número de imágenes que, según el sentido actual de intertextualidad, nos remiten a otros tantos textos o historias donde podrían exponerse de manera mucho más desarrollada. La intertextualidad se mide así en términos de duración narrativa: a veces sólo pretende evocar un tema o una historia con una sola palabra o un verso, a veces se hace con un buen número de ellos y se opta por traernos no sólo la historia sino también el texto concreto que la narra.
En el texto se habla de entretejer flores con hiedras (hederis). Las guirnaldas de flores, al menos desde la célebre Corona del poeta helenístico Meleagro (s. I a. C.), son figura, en su entrelazamiento, de la formación de antologías a base de poetas, cada uno de los cuales puede representar diferentes géneros literarios. Las distintas flores de la orla del bordado son aquí símbolo, en su entretejimiento, de las distintas historias contenidas en su interior. El bordado de Aracne es una antología de furta divinos, como a veces las propias Metamorfosis.
21 El desenlace de la contienda es complejo. Ni Palas, como máxima patrona de las artes, ni la Envidia (Livor), la gran enemiga de los artistas, tienen nada que objetar a la tela de Aracne, por lo que se deduce que es la vencedora de la contienda. Sin embargo, por el lado del contenido, por representar las malandanzas de los celestes, Palas castiga a Aracne. La técnica sin lecciones morales parece ser rechazada por Palas. Ahora bien, si recordamos que una buena parte de las historias narradas en las Metamorfosis pertenecen al ámbito de Aracne y no al de Palas, entonces resulta claro que la diosa de la sabiduría y de la inteligencia no es la mejor lectora que Ovidio puede desear para su obra.
22 El lugar de procedencia de Níobe era la Lidia, en Asia Menor, donde está el monte Sípilo.
23 Níobe estaba casada con Anfión, hijo de Júpiter, capaz de conseguir con los acordes de su lira que las piedras formaran la muralla de Tebas (vv. 178-179).
24 Según Ovidio, el Ismeno es un río de Tebas, que ya ha desempeñado un cierto papel en las anteriores historias del ciclo tebano de los libros III y IV.
25 La genealogía de que presume Níobe es, a primera vista, impresionante. En una segunda ojeada, resulta que Tántalo era célebre por su suplicio, Atlas también llevaba el cielo sobre los hombros por haber sido castigado (véase el episodio de Perseo y Atlas en el libro IV), y Júpiter había engendrado a Anfión, marido de Níobe, violando a Antiope, como hemos visto en el v. 111.
26 TARRANT cambia causam por laudem, pero en el aparato dice: causam, fort. recte; parece preferible causam.
27 Afirmarse en algo tan efímero como la felicidad presente y, sobre todo, confiar en su permanencia en el futuro, suele considerarse entre los antiguos como un acto de hybris.
28 Tántalo había divulgado los secretos de Júpiter, por lo cual fue condenado en los infiernos a su célebre suplicio.
29 Ovidio ha esperado hasta este momento para identificar al dios autor de la masacre. La tradición reservaba a Apolo la matanza de los varones, mientras que Diana era la autora de la muerte de las hembras.
30 Mientras que una única flecha acaba con Tántalo y Fédimo, al adolescente Damasicton lo abaten dos flechas; sus largos cabellos indicaban que aún no había traspasado el umbral de la pueritia, por lo que todavía no era un hombre en el sentido social del término.
31 Esta penúltima muerte, ocasionada por dos heridas, una de espaldas y otra de frente, y rematada por un imposible surtidor de sangre taladrando el aire tiene algo de grotesco y parece encaminar la serie de muertes hacia un clímax.
32 El final de las muertes de los hijos varones de Níobe nos muestra al dios, identificado por el epíteto Arquitenens, a punto de arrepentirse, pero también la suprema ironía de que no puede evitar la muerte, aunque sí hacer que la herida sea pequeña.
33 Los vv. 281-282 parecen redundantes; entre las soluciones que se han planteado (cf. BÖMER, 1976: 84), TARRANT, siguiendo a HEINSIUS, opta por colocar entre corchetes el v. 282; en cambio ANDERSON, 1972: 190, considera el v. 281 como una interpolación.
34 La escena de Níobe, después de la muerte de sus hijos, cumple al menos dos funciones: romper la monotonía que supondría encadenar narrativamente la muerte de los hijos con la de las hijas, y mostrar la persistencia de Níobe en el error, lo que hace de ella un personaje trágico.
35 En menos de veinticinco versos Ovidio ha descrito la muerte de las siete hijas de Níobe y la metamorfosis de la madre. Su sentido del clímax literario (que ya se ha producido) le impedía narrar estas muertes tan detalladamente como las de los hijos varones, por lo que no se las dota ni de un espacio individualizado, ni se nombra al dios que se encarga de matarlas (Diana, según la tradición), ni siquiera se mencionan los nombres que nos ha transmitido la leyenda.
36 Aquí nos da Ovidio una de las claves de sus transiciones: después de un suceso, se cuentan otros parecidos. Como, debido la extensión de las Metamorfosis, se presentan sucesivamente desplegadas narraciones que en otro género de libro no estarían presentes, sino que constituirían una fuente o un modelo, resulta así que, a ratos, hay una vocación de ocupar tramos de libros con relatos que son una variación temática de algo que el propio libro enuncia. Aquí es el v. 4 quien da la clave: «no consintamos que se desprecie impunemente nuestro poder», y el 318 casi lo retoma en los mismos términos. En este relato la ofensa es cruelmente estúpida: hay mucho de maldad gratuita y mezquina en el comportamiento de los campesinos, y Latona se muestra muy paciente antes de dar rienda suelta a su cólera.
37 Ovidio alude quizás a que las fuentes de esta historia no debían de ser demasiado conocidas y con ello se destaca el «clasismo narrativo» que impregna su relato. En efecto, en esta parte de las Metamorfosis apenas se narran historias de mortales comunes, siendo casi todos hijos o descendientes de divinidades, puesto que nos encontramos próximos al origen del mundo.
38 El contraste entre la vindicativa Latona de la historia anterior, con sus dos poderosos hijos, y la menesterosa madre de dos niños gemelos, a los que humorísticamente se les llama numina (v. 338), es plenamente elocuente y muy propio de la estética helenística, aficionada a colocar a los dioses y a los héroes en situaciones no heroicas ni canónicas, por hablar así.
39 Forma parte de la habilidad narrativa de Ovidio y de su deseo de hacer de Latona un personaje simpático en esta historia el que dedique mucho más tiempo al discurso que la presenta como suplicante que al que la muestra con sus plenos poderes de diosa: sólo una frase. Esta epifanía de Latona, después de unas largas palabras de súplica, también recuerda la de Palas con Aracne, al comienzo de este mismo libro.
40 Siempre hay un elemento de continuidad en las metamorfosis narradas por Ovidio y de adecuación entre los comportamientos anteriores y posteriores al acontecimiento.
41 Ovidio termina con un elegante hexámetro, la llamada línea dorada (dos adjetivos antes de la cesura pentemímera, un verbo y dos sustantivos después de la heptemímera), toda la historia de Latona y los campesinos. Llama la atención novae (un nuevo ser, resultado de la metamorfosis) y ranae, su nombre, que aparece por primera vez en la última palabra de la historia: origen de las ranas, sería su título. No deja de tener efecto burlesco esta discordancia entre la brillantez de la expresión y la vulgaridad del contenido. La actitud de los campesinos, la bajeza de su comportamiento y lo común del ser en que resultan metamorfoseados presentan un elegante y cómico contrapunto a la trágica historia de Níobe.
42 La Tritonia, sobrenombre de Palas, había inventado la flauta, pero como deformaba sus mejillas al tocarla, con lo que iba en detrimento de su belleza, la tiró y se olvidó de ella. Encontrada por el sátiro Marsias, llegó a practicar tanto que se hizo un experto en su uso, hasta el punto de retar al mismísimo Apolo. Este lo venció en la competición usando el truco de cambiar la posición de la lira, volviéndola de arriba abajo, y aun así tocarla. Cuando Marsias intentó hacer lo mismo con la flauta, se encontró con que la posición de su instrumento no era alterable y a consecuencia de ello perdió el desafío.
43 Si no estuviera tan trivializado el anuncio, podríamos decir que esta escena, como otras del libro VI, es susceptible de herir la sensibilidad del lector o espectador. Adelantamos aquí que se trata de una tortura, donde la precisión anatómica ocupa el primer plano y la humanidad del torturado no recibe atención alguna, reduciéndose este, en efecto, a no ser sino «una gran herida».
44 La retórica antigua dejó numerosas descripciones de enargeiai (escenas visualmente detalladas) y ecfráseis (descripciones semejantes a pinturas, ut pictura poesis), en las que el arte verbal intentaba competir con el arte visual. Sin duda antes de Ovidio existían representaciones de todo tipo del castigo de Marsias. Nada tiene de extraño que, vía Ovidio, lo que era propio de las artes no verbales volviera a ellas: el castigo de Marsias de Tiziano, con desollamiento del velloso sátiro, rescata la potencia pictórica de la escena y la oscura repulsión que el recreo en tales detalles provoca en el espectador.
45 Ovidio convoca estas escenas pastoriles con la intención deliberada de contraponer dos tipos de mundo bucólico, uno edulcorado e idealizado, y este otro, mucho más cruel. El nombre de Marsias aparece al final, ya convertido, de sátiro que fue, en río. En esta metamorfosis no hay continuidad, excepto en el nombre.
46 Pélope, como Níobe, también era hijo de Tántalo.
47 La leyenda de este antepasado de Agamenón, al que su padre mató y ofreció en un banquete a los dioses para probar su clarividencia, era muy conocida; tanto que le serviría a Ovidio para introducir en la memoria poética de sus lectores el tema de los banquetes con menús nefandos. Así la próxima historia de Tereo, Procne, Filomela e Itis viene prefigurada por las asociaciones que despierta la figura de Pélope.
48 Si miramos bien, Micenas no se había hecho acreedora todavía al calificativo de Pelópida, pues aún no existían los descendientes de Pélope, Atreo y Tiestes, que son una o dos generaciones anteriores a los Atridas, participantes en la guerra de Troya. Los anacronismos de este catálogo hacen pensar que Ovidio está siguiendo un modelo tradicional (ANDERSON, 1972, 211).
49 Esta elíptica anticipación trae la promesa de un nuevo relato, el de la cólera de Diana contra Calidón y la famosa cacería del jabalí del libro VIII.
50 Neleo era el padre de Néstor; algunos relatos mitológicos lo hacen esposo de la única hija de Níobe que quedó viva, si bien Ovidio no apoya esta versión.
51 El cuerpo de Pélope es figura de la tierra del Peloponeso, compuesta de muchas ciudades y separada de otras muchas, precisamente por un istmo. Un cuerpo, articulado en miembros, delicadamente unidos por uno de distinto origen, una tierra, articulada en ciudades, delicadamente unida a otras por un istmo, una obra, articulada en partes, delicadamente unida por signos como el doble cuerpo (humano, geológico) de Pélope.
Se ha dicho (BARCHIESI, Introducción, tomo 1, pág. 84) que el poeta se sirve de estas transiciones geográficas como elemento demarcador entre las grandes cesuras de su macrorrelato.
52 El catálogo de ciudades pretende facilitar una transición entre historias y para ello, dentro de las que acuden a proporcionar consuelo a Tebas por la muerte de Níobe, brilla por su ausencia Atenas, el lugar donde toma su arranque la narración de Procne y Filomela. La fundación de Atenas aparece en el comienzo del libro, su ataque por los bárbaros, bajo el reino de Pandión, aproximadamente hacia el centro, y la violación de Oritia, hija de Erecteo, hacia el final. Evidentemente todo esto sirve para unificar el libro.
53 Las Euménides (benévolas) antes de serlo son furias infernales encargadas de vengar los crímenes familiares.
54 Tracia es el escenario de esta boda entre la ateniense y el bárbaro, que en tantos aspectos se aparta de la ceremonia tradicional. En el relato se aprecia una relación intertextual con los funestos esponsales de Dido y Eneas en la Eneida.
55 Subraya Ovidio convenientemente que el amor vuelve elocuente incluso a un tracio, pueblo que no solía caracterizarse por su destreza verbal.
56 Lo peculiar del relato de Ovidio, que él enfatiza convenientemente, es que los intereses criminales de Tereo y los fraternales de su esposa, dictados por la pietas, pese a ser tan opuestos, se funden en la acción de Tereo. Comienza un desarrollo en los 30 o 40 versos que siguen, en que, cuanto más actúa el bárbaro movido por la pasión, más parece que actúa a favor de su esposa y que le mueven la pietas, los miramientos y el deber familiar.
57 Las alusiones a un trágico desenlace del relato son constantes: el autor usa la ironía dramática para entenderse con el lector por encima de los personajes participantes.
58 TARRANT escribe tempora en lugar de corpora, siguiendo una conjetura de HOUSMAN, que también acepta ROSATI.
59 Ovidio utiliza este adjetivo como sinónimo de tracio; designa uno de los pueblos de Tracia.
60 Alusiones de nuevo a la pietas y, un poco más adelante, al amor paterno con que Tereo debe proteger a Filomela. Está claro que se trata de una tragedia en el sentido más estricto del término, pues se viola la pietas (los vínculos que sostienen las relaciones familiares), como en los ciclos trágicos paradigmáticos de Tebas o de Micenas.
61 La unión de las manos de los contrayentes era uno de los componentes del ritual del matrimonio. No cabe duda de que Ovidio utilizó esta escena para aludir a su conocimiento de otras versiones del mito. Según ellas Tereo se apoderaba del amor de Filomela presentándose ante su suegro con la falsa noticia de que su esposa había muerto y solicitando a su cuñada para celebrar unas segundas nupcias. De acuerdo con el proceder habitual de los antiguos con respecto a la tradición previa, se indica alusivamente su conocimiento por parte del autor en el momento mismo en que se está desviando o apartando de ella.
62 En vez de la lectura hostis de TARRANT, aceptamos mors est, conjetura de WATT, aceptada por ROSATI y favorecida por BÖMER.
63 Como buen discípulo de las escuelas de retórica, Ovidio se plantea la paradójica situación jurídica en que queda una cuñada que ha sido violada y las obligaciones jurídicas que contrae con el violador y con su hermana. Sin embargo, más tarde, el monólogo de la violada Filomela toma otro sesgo y, con fina penetración psicológica, el poeta se hace cargo de que una de las cosas más duras, después de un abuso sexual, es el hecho de tener que comunicarlo a personas que pueden negarse a tomarlo como cierto: ya el propio Ovidio, cuando la violación de Lucrecia por Tarquino, hace decir al violador (Fast. II 808): falsus adulterii testis adulter ero: «Yo, el adúltero, seré un testigo falso de adulterio». La divulgación del crimen se convertirá a partir de ahora en motor de la acción.
64 La mutilación se presenta aquí con un valor primordialmente funcional, para impedir que Filomela hable, pero tal explicación no se sostiene (más eficaz sería la muerte), ante la indudable carga simbólica que tiene el acto. Comparable a una castración masculina, por el carácter saliente y eréctil del órgano, la mutilación de la lengua equivale a una privación del órgano de la sexualidad y del placer. Esto, que acontece en sentido propio con la ablación del clítoris, se expresa indirectamente en textos como este, que nos sugieren que violar a alguien es privarle de su capacidad para sentir de nuevo placer. La pérdida de la lengua también supone la mutilación de su identidad como persona, que va ligada a la capacidad para poder hablar y expresarse.
65 La lengua que palpita y se agita en el suelo como cola de culebra, intentando aproximarse al cuerpo maltratado, añade un detalle disonante, del orden de lo grotesco, a la insoportable intensidad de la escena anterior: esa es la lectura «literaria» tradicional. Los «efectos especiales de la escena», aunque sean repulsivos, nos aproximan a ciertos aspectos de la sensibilidad cinematográfica (y estética en general) contemporánea: los anglosajones utilizan el término gore.
En otro orden interpretativo, se evocan también, a propósito del símil, los poderes regenerativos de las serpientes, para sustituir, mediante un nuevo cuerpo, aquella parte que les falta. Según esto, Filomela sustituiría la capacidad de hablar con sus habilidades para el bordado, que le permiten denunciar el crimen a su hermana. Pero este cambio no sobrevendría inocuamente. Todo su ser, el personal y psicológico, tanto como el social, resultaría también profundamente transformado después de su violación.
66 Ovidio se escuda en la tradición para hacer hincapié en que la violación sucede en repetidas ocasiones. La violación posterior a la mutilación expresa la absoluta objetivización del cuerpo de la mujer a que aspira el violador.
67 No podemos dejar de pensar que este libro se inaugura con el concurso de Aracne y Palas. Aparentemente, nada más lejano de aquellos bordados que este texto en el que se comunica una noticia luctuosa. Sin embargo, mirando más a fondo, recordamos que todos los bordados de Aracne representaban violaciones de los dioses, de las que se había suprimido toda tonalidad trágica. La cuestión estriba en cómo interpretamos la palabra latina notas, algo así como marcas, que pueden desde luego referirse a letras (como piensan la mayor parte de los comentaristas), pero también a signos naturales o imágenes. ¿Era el bordado un mensaje en letras rojas o unas llamativas imágenes, rojas, sobre fondo blanco?
68 Volvamos a la nota anterior. Filomela, que había recurrido al lenguaje de los gestos, v. 579, sin embargo no envió una composición autográfica como sería el bordado de una escena (a la manera de Aracne), sino una especie de narración poética (miserabile carmen) de la misma. Ahora bien, ¿debemos suponer en Filomela una narración en verso semejante a la que acabamos de leer en Ovidio, o más bien un simple y breve mensaje en prosa? Si es así, ¿qué significa miserabile carmen? Carmina se reservaba para las canciones, los oráculos o los textos poéticos. Si se recuerda cómo Ovidio ha utilizado con insistencia la comparación con pájaros (vv. 516-518 y 529-530) y cómo Filomela afirmó que no cesaría de llenar los bosques con sus reproches (546-547), aparte de su ulterior metamorfosis en ruiseñor (o golondrina), creemos que Ovidio alude anticipadamente a esta circunstancia y que el suyo es un «canto de pena». Miserabile carmen es el que entona Orfeo en Geórgicas IV 514 llorando por la pérdida de Eurídice, a semejanza del ruiseñor (Philomela) que se lamenta por la pérdida de su hijo. El texto virgiliano deja claro que Ovidio entendía miserabile carmen por canción relacionada con el lamento. Así pues, el bordado de Filomela, mucho más poderoso y significativo si se tratara de imágenes que de letras, es, en todo caso, una canción quejumbrosa, triste como un llanto y que mueve al llanto: mediante esta tercera posibilidad remata el poeta un pasaje verdaderamente sugerente.
69 Resulta llamativo el contraste entre las dos maneras en que las dos hermanas quedan privadas de la voz: la una por la mutilación, la otra por el fuerte choque emocional. En todo caso, la violación, y más en familia, está ligada a lo indecible e inconfesable.
70 Trieterica es un término que, propiamente, significa trienales, pero si se atiende a la manera de contar de los antiguos romanos, que era inclusiva, su año tercero es para nosotros el segundo, pues ellos ya consideran el primero aquel en el que comienzan a contar.
71 No se pierdan de vista los detalles culturales: estamos en Tracia, lugar dionisíaco, en las fiestas de Dioniso, donde están permitidas ceremonias de una índole especial, anteriores a los cultos de la ciudad; se trata de rituales en los que participan especialmente las mujeres. Se descuartizan animales y también seres humanos: así la muerte del hijo será contextualizada por Ovidio de forma diferente a la de los hijos de Medea.
72 Las víctimas, mediante la transformación sufrida en el relato, se ponen a la altura de su verdugo e incurren, lo mismo que este, en una trágica ceguera.
73 Esta escena recuerda a Medea maquinando su gran venganza. Ovidio escribió sobre ella una tragedia, que tuvo gran éxito, y hará que esta heroína ocupe la primera mitad del libro siguiente de Metamorfosis. Sin embargo, ya no podrá insistir en el asesinato de sus hijos, porque se lo impide la historia de Procne e Itis.
74 Es el parecido entre padre e hijo el que le sugiere a Procne la venganza. Eurípides no menciona este aspecto, pero, a falta de la tragedia ovidiana perdida sobre Medea, donde quizás figuraran unidos ambos motivos, Ovidio ya utiliza el parecido en la Heroida XII 189-190.
75 Blanditiae, término que se repite dos veces (626, 632) en un corto espacio de texto, significa palabras o gestos cariñosos y seductores. Nos inclinamos en ambos casos por las palabras, porque Ovidio está jugando con la paradoja de que un niño pequeño pueda expresarse abundantemente y sin trabas, mientras que una mujer como Filomela no tiene capacidad para hacerlo.
76 Procne se embarca en un monólogo dramático en que debe decidir entre dos opciones: la llamada de la pietas hacia su esposo y su hijo, o esa misma pietas familiar, pero aplicada a su hermana. En la familia patriarcal antigua los hijos varones están más íntimamente ligados a ella que la esposa, pues realizan la transmisión del nombre del padre, mientras que la mujer conserva el nombre e incluso (según los casos) sus vínculos jurídicos con la familia anterior. También en el libro VIII Altea deberá decidir entre su hijo Meleagro y sus hermanos, inclinándose por estos últimos (Cf. VIII 476, nota 60).
77 La truculencia de esta escena halla su correspondencia en VII, donde las hijas de Esón, por instigación de Medea, atraviesan con la espada a su padre.
78 Según algunas tradiciones procne es el ruiseñor y philomela la golondrina, pero no todas las versiones coinciden; los datos de Ovidio sobre el tejado de la casa parecen señalar a philomela como la golondrina, pero las manchas de sangre no coinciden con el aspecto de este pájaro. Cabe preguntarse por qué Ovidio no especifica la identidad de la hermana que se esconde tras cada uno de los pájaros, o por qué narra tan rápidamente su metamorfosis, o por qué no se detiene en lo triste que resulta el canto, como hace CATULO en 65.14. Parece bastante claro que lo que menos le interesa aquí al poeta es el detenimiento moroso en la metamorfosis de las hermanas.
79 La historia de Céfalo y Procris será narrada en la segunda mitad del libro VII, de Bóreas nacerán Zetes y Calais, que participarán en la expedición de los Argonautas, con la que comienza el libro. Es la sucesión de generaciones dentro de la ciudad de Atenas la que mantiene un tenue hilo cronológico en esta parte de la narrativa.
80 Bóreas es el viento del norte, y el norte, para los atenienses, era la Tracia, así que Bóreas es un viento tracio, como su paisano Tereo. No es extraño que los atenienses, por el recuerdo de lo sucedido con él, no quieran emparentar con otro tracio. Es notable la habilidad con que Ovidio realiza la transición de una historia a otra bajo el lema «matrimonio entre tracios y atenienses».
81 Ovidio entra en el dominio de las Naturales Quaestiones, investigaciones físicas, y desarrolla una lección de física en términos míticos.
82 Algunos comentaristas se han hecho cargo de esta cierta vacilación del narrador épico, que no hace sino poner de manifiesto las dificultades técnicas de su empresa, encontrar un tono adecuado para una etopeya o caracterización de un personaje inanimado. Aunque, como diría el propio Ovidio, nada tan «animoso» como el propio aire.
83 Tribus salvajes de Tracia.
84 El acto de violación es suprimido para que en este relato sólo destaque su aspecto pintoresco. Pues pintoresca es la figura de Bóreas y sus métodos de cortejo y pintorescos son también los frutos de su unión con Oritía, dos jóvenes alados. No en vano eran tema favorito para los pintores de vasos de figuras rojas. No cabe duda de que Ovidio se está sometiendo aquí a la regla de la variación que le aconseja, tras un relato con un tratamiento postrágico como el de Tereo, Procne y Filomela, construir uno más superficial y maravilloso, donde los sentimientos humanos de los personajes son suprimidos.
85 Según la tradición, Argos fue la primera nave que surcó los mares. Ovidio, en este mismo libro, nos cuenta cómo Tereo, dos generaciones antes, ya fue a buscar a Filomela en un barco, con lo que echaba por tierra esa cronología mítica. Previamente, Apolonio de Rodas, en pleno viaje de los Argonautas, utiliza un manto bordado con una representación del abandono de Ariadna por Teseo, que también implicaba un viaje anterior por mar; en su estela, CATULO 64 desarrolla indirectamente el tema de los anacronismos relacionados con el primer barco, el enamoramiento de Tetis y Peleo, y el bordado de la colcha. En Ovidio, como a veces acontece en los poetas helenísticos, aparece la violación de la regla antes de la formulación de la misma; o, dicho de otra manera, cuando la regla termina de ser formulada (que Argos fue el primer barco), el lector ya sabe que es falsa.