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CAPÍTULO 3

Comercio – mercancías – mercado

- Al recurso también le es indiferente estar en relación de pertenencia con Juan o con Pedro, debido a ello Juan podrá intercambiar recursos con Pedro, y cuando esta actividad (a la que conocemos con el nombre de COMERCIO) se realiza, los recursos que participan en este juego acceden a la condición de MERCANCÍAS, cuya identidad de clase consiste en la capacidad relativa de procurarle nuevos recursos a su propietario, a cambio de renunciar al suyo y entregarse en propiedad a quien aportó esos recursos (ej.: en un trueque, la gallina de Juan le consigue a su dueño 4 platos de madera de Pedro, que es carpintero, entregándose ella en propiedad a este, en prenda de compensación, y en una compra-venta, una x cantidad de dinero de Juan le consigue a su dueño los 4 platos de madera de Pedro entregándose él en propiedad a este). De esta manera vemos que las mercancías circulan en el seno de la sociedad, en un circuito que denominamos “mercado”, de mano en mano (de propietario en propietario) presentándose tal situación como la síntesis de un proceso en que la mencionada pertenencia es negada cada vez por la aplicación de un trabajo mercantil o comercial. Entonces, esta relación de propiedad sobre las cosas cuyo par antitético es mío-tuyo es la base del mundo del intercambio de los productos y servicios del mundo de la producción entre las gentes.

Metáfora de la vaca del Mercado de Liniers

Pero hete aquí que en el mundo del intercambio se juega con los títulos de propiedad sobre las cosas, no con las cosas mismas que van a ser intercambiadas, si voy al Mercado de Liniers y veo una vaca que me gusta, no le paso el bozal y me la llevo, porque eso me llevaría a la cárcel por cuatrero, en lugar de eso busco a su dueño y le digo: “Estoy interesado en su vaca, a cuánto la vende”, o en otros términos: “Estoy interesado en adquirir los derechos de propiedad sobre su vaca, cuánto dinero debo aportarle para que me los transfiera”. Así, una vez acordado el precio y efectuada la operación de compraventa (entrega del dinero pactado contra la entrega de la factura de venta, que juega como testimonio de la transferencia de propiedad, que como ya dijimos implica la exclusividad en el goce de sus propiedades útiles y en la disposición sobre ella) este comprador ya puede ponerle su bozal a su animal, y llevárselo a su corral.

Carlos Marx (el trabajo abstracto) – metáfora del oro y las nueces – relaciones trabajo - valor de cambio

Pues bien, pero entonces dónde juega esto del trabajo abstracto, del trabajo en general, del cual habla Carlos Marx en el primer libro de su obra El capital como factor generador del valor de cambio de las mercancías, ya que como hemos visto en la metáfora anterior, el trabajo no participa del proceso de formación del valor de cambio de las mercancías. Marx en su capítulo 1 dice que “un bien solo encierra un valor (de cambio como mercancía) por ser encarnación o materialización del trabajo humano abstracto”, que se mide “por la cantidad de trabajo que encierra”, que a su vez se mide “por el tiempo de su duración expresado en horas, días, etc.”. Luego dice que “este tiempo de trabajo representa la media necesaria para producirla” (a tal mercancía) o sea “el tiempo de trabajo socialmente necesario” para producirla. Más adelante define: “Lo que determina la magnitud de valor de un objeto” (mercancía) es “la cantidad (expresada en tiempo) de trabajo socialmente necesario para su producción”. Por último dice: “Consideradas como valores, las mercancías no son más que determinadas cantidades de tiempo de trabajo cristalizado”, el dinero es también una mercancía y se rige también por las mismas definiciones. Expondré al respecto la metáfora del oro y las nueces. Supongamos que en un campo, cerca de un río que serpentea entre dos montañas, se hallan esparcidas por el suelo, no sé por qué causa, nueces y pepitas de oro, como ambas cosas me interesan, junté en sendas bolsas de plástico un kilogramo de pepitas de oro y otro kilogramo de nueces; recuerdo que me habré agachado a levantar y poner en cada bolsa similar cantidad de veces por cada cosa, luego, cuando llegué a casa, como tengo negocio, puse en venta ambas mercancías, y adivinen a qué precio puse el oro, y a cuánto las nueces, pues a USD 150.000 el kg de oro, y a tres chirolas el kilogramo de nueces: me llevaron primero el oro, tardé un poco más con las nueces. Cómo explico entonces lo de Marx. Cómo un trabajo similar a otro puede generar tal diferencia de dinero. Evidentemente mis clientes le atribuyen mucha más importancia a la utilidad del oro que a las nueces, y por lo tanto mucho más valor patrimonial, que les hizo desprenderse de tanta dote por esa valiosa mercancía: el oro. Pues bien, si bien es cierto que mi trabajo de juntar las pepitas y las nueces me ha generado una riqueza de USD 150.000 con 3 chirolas (sin él esas pepitas y nueces, que primero junté e hice mías, y luego vendí, todavía estarían esparcidas por el campo sin ningún otro valor que el ecológico), no atribuiré ese capital a tal trabajo, sino al valor intrínseco de esos productos, su valor de uso, o su correspondiente valor de cambio. Bueno, todas estas definiciones de Marx que acabo de reseñar, a mí personalmente me saben a inventos abstractos que sirven para justificar, mediante explicaciones también abstractas, y que no les veo que tenga nada que ver con las cosas que pasan en la vida cotidiana del mercado, una definición teórica a donde él quiere llegar para armar su teoría, pero como este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política, al menos en lo que atañe a lo que al respecto definen los ideólogos de las ya ex naciones comunistas, es pertinente aquí que expresemos nuestras definiciones en relación con lo que Marx plantea. Los trabajos aplicados sobre la materia no son más que fuerzas estructuradas o codificadas, que, aplicadas en ella, la transforman en el sentido de engendrar en ella nuevas propiedades socialmente útiles que tendrán por destino correspondientes participaciones en los procesos del consumo social, de la producción de bienes y servicios, o del comercio. Estas fuerzas no admiten cristalizaciones de ninguna índole sobre la materia, pero dejan la impronta de su participación en el proceso productivo, en las nuevas propiedades engendradas en sus productos, pero sin ser estos cristalizaciones ni coágulos de los trabajos que los engendraron, sino solamente el habitáculo donde moran dichas propiedades. Pero, si bien el trabajo social es una de las fuentes de donde surgen las propiedades de los productos, es su aprovechamiento a través del consumo lo que mueve a la gente a trocar e intercambiar tales productos. Allí donde no existe provecho no existe valor ni mercancía, por más trabajo que se haya aplicado a su producción. Como dijimos, si bien el trabajo (y no solo el trabajo humano que dice Marx, sino el que resulta de la actividad eventual y complementaria de las personas, las máquinas herramientas, y algunos animales) es condición para la existencia de los bienes (ya sea en su condición de bienes de uso o de cambio) y su disponibilidad para la relación de consumo o para la relación de cambio o relación comercial, él no participa del proceso de formación del valor de cambio de las mercancías, y su papel se agota en eso: en dar existencia a los bienes (o a la riqueza como dicen los capitalistas), pero no en constituir el valor de cambio ni en participar del proceso de su formación en las mercancías.

Metáfora del pela papas

Como dijimos, los objetos de la naturaleza no tienen un valor, considerados en sí mismos, solo cuando entablan relación con el hombre, y considerados desde este punto de vista, ellos adquieren un valor para él, que es uno solo, pero que, según qué lugar ocupen en su vida económica, ese valor lo será de uso o de cambio, alternativamente. Un pela papas que estaba en la vitrina de un bazar (mercancía, tiene un precio) lo compré y lo llevé a la cocina de mi casa (bien de uso – no mercancía, pues vive en el mundo del consumo, y no tiene ya valor de cambio, sino solo valor de uso), me visitó un pariente a quien le gustó mucho mi pela papas, y me dijo: “Te lo compro”. Yo le contesté: “No está a la venta, pues es un instrumento de mi uso personal”. Ese pela papas no es mercancía ni siquiera en un sentido potencial, por lo tanto carece de valor de cambio; sería en vano que este pariente me preguntara: ¿cuánto pedirías por él?, la contestación sería: no tiene precio, no está a la venta. Luego vino un amigo para mi cumpleaños y me regaló un pela papas importado mejor que el mío, así que lo reemplacé, y como tenía poco uso y estaba impecable lo limpié bien y lo llevé para exponerlo en mi quiosco, y adivinen qué pasó. “Bualá”, su valor de uso se escondió dentro de él y en su lugar apareció un valor de cambio: “$ 10” decía, en un papelito pegado a él con cinta adhesiva transparente.

Alguien dijo por ahí: “La mercancía es cambiable necesariamente pues se produce para ser cambiada”. Si bien toda mercancía tiene en su naturaleza ser cambiable, aquello de que “se produce para ser cambiada” constituye un error, debido a que pertenece a otro nivel de análisis. Los bienes son producidos por el trabajo para que alguien los consuma (no importa quién: puede ser el mismo que lo produjo con su trabajo u otro cualquiera), pero quien quiera que sea que lo pretenda consumir, primero tendrá que apropiarse de él (esto es: adquirir los derechos de propiedad sobre él), nadie puede pretender socialmente consumir algo ajeno, o que no le pertenezca. Una vez que este requisito ha sido cumplimentado, o resuelto, quien lo posea podrá consumirlo, será lícito socialmente que lo haga; de no ser así será socialmente considerado transgresor, delincuente. Eventualmente su propietario podrá, por la causa que sea, no tener previsto hacer efectivo su consumo, sino atesorarlo (si las características del producto se lo permiten) para consumirlo después, y también puede que eventualmente tampoco tenga previsto conservarlo en su patrimonio (atesorarlo, acopiarlo), sino desprenderse de él para que le sea útil a otro consumidor, por lo tanto habrá de exhibirlo en ofrecimiento en algún espacio comercial para su venta. En una fábrica puede que una producción esté de antemano destinada para ser vendida a los comercios (mayoristas o minoristas), pero puede también una partida ser donada por la fundación de la fábrica a una institución de bien público para su consumo, y no llegar nunca a la condición de mercancía. Entonces, repito, un bien solo se convierte en mercancía a partir del hecho de ingresar a un espacio comercial para ser exhibido en ofrecimiento para su venta. Lo que condiciona el carácter de mercancía de un bien es este hecho y no la intención con que fue producido.

Explorando nuevos paradigmas en Economía Política

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