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Prólogo

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Las drogas no están aquí para quedarse, como muchos en un principio lo habíamos pensado: existen en la actualidad, han existido y seguirán existiendo siempre, desde los comienzos del mundo hasta el fin de la eternidad; la diferencia es tan sólo un problema de masificación, antes las abusaban grupos “privilegiados”, en cambio ahora son de acceso colectivo. En la época del imperio incaico, el consumo de la coca era prerrogativa exclusiva de los incas, y el campesino sólo se limitaba a producirla, igual sucedía en otras latitudes: el I Ching, por ejemplo, uno de los trece libros sagrados de la China, especifica que el zhi, definido como una hierba, “una pequeña planta que no es leñosa”, y que se supone fuese un hongo alucinógeno, era sólo comido por el emperador como un alimento ritual.

Se han escrito numerosos libros sobre los tantos aspectos que conforman el complejo mundo de las drogas, desde su composición química hasta su consumo, pasando por los problemas infinitos del tráfico y el contrabando, del poder económico, del lavado de dinero y la continua degradación perversa de los principios éticos y jurídicos.

Este libro a su vez recoge ciertos elementos que he considerado de relevancia, ante todo temas de naturaleza histórica, aunque también he juzgado de suma importancia incluir al final un aspecto psicológico, una decisión que me ha llevado a dividirlo en tres partes, las cuales constituyen, aunque relacionadas entre sí, temas diferentes. En común mantienen el deseo de mostrar la circularidad de la historia, la repetición de hechos similares a través de los años, una especie de coincidencia fatalística dentro de las ocurrencias azarosas del ser humano, intentando aclarar, ante todo, una confusión común en relación a la existencia actual de las drogas, el pensamiento no muy claro de que éstas sólo se conocen desde los años 60, ignorando un mundo complejo y verdaderamente fascinante que data desde los comienzos mismos de la humanidad.

Existe otra diferencia importante a la cual nos enfrenta la investigación histórica, la discrepancia tan extrema entre los estragos masivos y repetitivos de sus consecuencias, los cuales palpamos diariamente desde los años 60, por una parte, y las defensas fanáticas de personajes descollantes que han patrocinado su consumo como una verdadera panacea. Freud, por ejemplo, supo de la cocaína por el Dr. Theodor Ashenbrandt, cirujano del ejército alemán, quien la usaba para incrementar la efectividad física y mental de sus soldados, similar a la acción realizada por Unanue Pavón con las huestes emancipadoras del ejército peruano, hasta el punto de haber colocado en reconocimiento un dibujo del árbol de coca en el escudo de armas de ese país. Freud, por otra parte, se convirtió en un gran defensor de la cocaína llegando a recomendarla tan indiscriminadamente que al final indujo serias críticas públicas por parte de varios colegas, aunque otros autores aseguran que muchas contribuciones importantes para el psicoanálisis fueron realizadas bajo los efectos de la cocaína. Aseveraciones similares se han hecho también en relación a Robert Louis Stevenson, Arthur Conan Doyle, Charles Pierre Baudelaire, para mencionar unos pocos. Tomás de Quincey hizo un panegírico de tal magnitud sobre el uso del opio, que sus memorias tuvieron una influencia definitiva en el consumo de esta droga por muchos intelectuales, tanto de su época como de tiempos posteriores. Una defensa similar ha podido observarse en el fanatismo desplegado más recientemente por Aldous Huxley sobre el consumo de los alucinógenos.

¿Qué llevó a personajes tan ilustres a convertirse en abanderados de diversas sustancias psicotrópicas, cuyos peligros ahora conocemos con mayor certitud? Quizás la clave está en la diferencia entre uso y abuso, por una parte, y la sensibilidad particular de muchos individuos para ciertas drogas, por la otra: sabemos por ejemplo que el té de coca puede mejorar el malestar de la altura y que los efectos como anestésico local de la cocaína fueron imprescindibles hasta que aparecieron otros compuestos sintéticos; una situación que en igual forma también observamos en el poder indiscutible de los opiáceos en medicina. Comprendiendo esta diferencia entre uso y abuso, uno podría preguntarse sobre los efectos que el consumo de las drogas han tenido sobre la humanidad a lo largo de la historia; por ejemplo, resulta realmente sugestivo que las dos culturas precolombinas más importantes de América, los mesoamericanos, mayas y aztecas, consumidores de mezcalina y psilocibina, por un lado, y los incas consumidores de cocaína por el otro, representen los pueblos más poderosos y civilizados de la cultura indígena antes de la llegada de los conquistadores.

La primera parte de este libro se refiere a la interacción entre las drogas y aquellos que las consumen, ante todo en la época actual, cuando surgió ese fenómeno a nivel de los años 60, al que se ha dado por llamar “la cultura de las drogas”. La segunda parte muestra una breve historia de las drogas a través de los años, la violencia de su actual aparición en comparación a los tiempos antiguos y de su existencia entre los hombres desde los mismos comienzos de la humanidad. Intenta ante todo recoger los acontecimientos más relevantes, muchos de ellos absolutamente fascinantes, como lo es por ejemplo la secta de “los asesinos”, reportados originalmente por Marco Polo y de la cual se ven vestigios muy significativos en el terrorismo actual y frecuente del Medio Oriente; las celebraciones anuales de los griegos conocidas como los “Misterios Eleusinos”, desaparecidos hace más de 1700 años y sin embargo, ha sido sólo ahora, apenas hacen pocos años, cuando se logró descubrir la verdadera razón del secreto mejor guardado de toda la historia, ¡tan bien guardado que no pudo nunca ser revelado! Los cultivos de coca de la Guajira venezolana datan de la época de Américo Vespucio, quien entonces reportó en una carta acerca del consumo de la droga entre los indígenas, un hábito conocido como el “mambeo”, el cual se sigue practicando en igual forma en los momentos actuales.

La última parte se ocupa de la constitución y clasificación de las drogas, así como la estructura de personalidad y la organización de la familia de los consumidores, además de la forma particular –inconscientemente o no– de cómo estos últimos participan en los hábitos de consumo. Esta tercera parte tiene una inclinación puramente psicológica, recoge ante todo la experiencia en la investigación psicoanalítica, así como en el tratamiento de estos pacientes durante el curso de casi treinta años.

Las tres partes de este libro, por lo tanto, pueden leerse por separado, según sean los intereses particulares de cada lector, o los lectores de diferentes intereses, algo importante de apuntar, por cuanto puede haber quien se incline más por la historia moderna que por la antigua, o más por la psicología que por la historia. En realidad el complemento psicológico al final de esta obra constituyó un compromiso adquirido después de la publicación de otro libro sobre las adicciones1, el cual, por estar dirigido a profesionales del psicoanálisis, resultó ser de difícil acceso para muchos otros lectores, quienes con razón reclamaron la exclusión. Pensando pues en ellos decidí añadir el complemento psicológico a lo que originalmente suponía ser un breve recuento de los aspectos más misteriosos y fascinantes de la historia universal de las drogas.

1 Véase López-Corvo, R. E., Adictos y adicciones, 1991, Caracas: Monte Avila.

La maldición eterna

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