Читать книгу Inchaurrondo Blues - Rafael Jiménez - Страница 12

5. El miedo

Оглавление

Se ha dicho en alguna ocasión que hay hombres capaces de dominar la sabiduría de comprender a otros hombres sin ni siquiera hablar el mismo idioma, incluso quizás haya quien ha aprendido a entender a las máquinas o a los animales, pero apenas hay nadie capaz de comprender a un niño.

El niño dejará entreabierta la puerta de su cuarto para ver la luz de los adultos y así permanecerá largos minutos, en silencio, con cautela, escondido tras su bata, mientras ve los sollozos en que se convierte la vida. Luego cree, tal vez recordando las paredes del útero, que hay algo que le roza el rostro y, sus ojos, rojos e hinchados por el llanto, se transforman en dos luces cegadoras que, para su sorpresa, recobran la sonrisa y alejan los llantos.

Los niños se pasan la infancia ignorando a la muerte en un supremo acto de madurez envuelta en dientes de leche, otorgando disculpas a diario sobre los placeres de los adultos. Vivimos separados de los niños por una barrera de miedo en la que olvidamos que un día fuimos pequeñas nubes en un cielo infinito. El miedo que invade a los niños en noches de oscuridad es como un ciclón desmesurado que lo arrasa todo, es como un barco sin banderas que naufraga en medio de los mares, y ellos, los niños, allí solos, a merced del temporal, esperan a ser rescatados del mundo avaro que se han encontrado. Y entre tanto, los adultos se refugian en un islote azorado esperando a que regrese la calma al mar enloquecido de la vida, para recordar lo que un día fueron en la tranquilidad de un recuerdo, de una foto aposentada en un marco que la aguantará incesantemente, mientras pasaron tragedias en el incendio deslumbrante de su vida, para perderse siempre en la quietud de su memoria, en una irreconocible fotografía.

Es muy posible que el miedo nunca hubiera nacido si no existiera la noche. Ese miedo que acompaña a Eloy y a Ander disimulado tras una sonrisa.

Inchaurrondo Blues

Подняться наверх