Читать книгу Dos moscas y un mosquito - Rafael Ordóñez - Страница 9

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Pero uno de los últimos días de un asfixiante mes de julio, una mañana en la que el calor quería derretir el asfalto y los restos de kétchup, palitos de pescado refritos y patatas recalentadas emanaban una peste que hacía las delicias de Mosquini, sucedió.

Una mariposa, un pequeño lepidóptero de apenas tres o cuatro colores, irrumpió en la quietud del callejón agitando el espacio con su vuelo torpe y deslavazado. Sus cambios de dirección caprichosos despistaban a la mosca, que quería seguir su trayectoria.

El gusano con alas, casi sin voluntad, se acercaba; sus formas se hacían cada vez más precisas, su silueta era más nítida… Y Mosquini no podía dejar de mirar, estaba como encantada.

La mariposa, ignorando que era observada, se acercó a menos de medio metro de donde descansaba la mosca, cruzó por delante de su trompa con su errático vuelo y, tras quince o veinte cambios de dirección más, desapareció detrás de la puerta del restaurante chino.

Dos moscas y un mosquito

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