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Aquella sesión de ouija

En la década de los 80 se pusieron de moda ciertos rituales caseros —Verónica, las tijeras y el libro— y ciertas prácticas espiritistas como la archiconocida ouija que tuvieron gran auge entre jóvenes de la época para invocar o contactar mediante supuestos juegos con el mundo sobrenatural. Con el único propósito de pasar un rato divertido, y no siendo conscientes de una posible repercusión posterior.

Yo no fui una excepción, así que si me lo permiten ustedes, les contaré mi experiencia personal con estos menesteres, la única que he tenido con la ouija hasta el momento. Es una licencia para narrar una reseña dentro de este blog a modo de paréntesis. Luego cada cual juzgue como quiera, como siempre…

Serían las 12 del mediodía aproximadamente en una mañana de verano. Todos los amigos y niños de mi calle disfrutábamos de vacaciones estivales y teníamos todo el tiempo habido y por haber. Nuestras edades comprendían entre los 10 a 16 años aproximadamente formando siempre un grupo numeroso para cualquier actividad o juego. No sé por qué pero aquella mañana al «jefe del grupo» se le ocurrió hacer lo que en aquella fecha denominábamos a secas espiritismo, que en definitiva no era ni más ni menos que hacer una sesión de ouija con materiales improvisados siguiendo un ritual aprendido en un campamento de verano. Es más que probable que quisiéramos o quisiera poner a prueba nuestro valor, así que nadie rechazo la oferta bajo pena de quedar como un «gallina» o cosa peor, y es que en aquellas edades tenía uno que defender su valentía a toda costa. Así que nos dispusimos a contactar con el mundo de los espíritus como aquel que se entretiene en poner y ver la televisión.

Nos encerramos cinco mozuelos dentro de una habitación, la cual dejamos totalmente a oscuras cerrando puerta y ventanas, tan solo era iluminada por una vela blanca que para más detalle procedía de algún resto de cirio procesional. Los cinco nos acercamos en torno a una mesa redonda donde además de la vela dispusimos un vaso de cristal boca abajo que serviría de planchette. Como no teníamos tablero, pero éramos muy recurrentes, dispusimos en todo el contorno de la mesa redonda las letras del abecedario y los números del 0 al 9, y cómo no el clásico SÍ NO, todos ellos escritos en papel, así que lo único que faltaba era tragar saliva y hacer de tripas corazón, poniendo suavemente cinco dedos índice en el vaso esperando a que el maestro de ceremonia paranormal invocara posibles espíritus errantes que hicieran mover el vaso para manifestarse. ¡Y sí!, tengo que reconocerlo… ¡Daba un cague de narices!

El maestro ceremonial repetía la clásica pregunta de apertura una y otra vez…

—¿Hay alguien ahí? ¡Si estás con nosotros haznos una señal!

En los primeros instantes no se movía nada pero a los escasos cinco minutos el vaso empezó a moverse sin accionamiento humano «aparente». Yo estaba como creo que casi todos, bastante inquieto y expectante. Me repetía a mí mismo… «¡Esto no puede ser verdad!». Pero el miedo me coaccionaba a intentar poner en duda todo aquello… «¡Ostia…!», pensaba para mis adentros totalmente desconcertado.

Se hacían preguntas y el vaso con nuestros dedos encima, muy levemente, se movía por toda la mesa transformándose en un mensaje del más allá. De todas las sesiones me acuerdo de dos en particular, dos sesiones con dos espíritus o almas diferentes…

En una de ellas pasamos un susto tremendo que nos hizo salir corriendo de la habitación dejando la vela encendida y todo dispuesto… luego ninguno quería entrar en ella para recoger, ni siquiera el dueño de la casa. Creo que fue la vez en la que el vaso decía cosas sin sentido o no paraba de moverse. Y el maestro de ceremonias no tiene otra pregunta que hacer que la siguiente:

—¿Eres un espíritu de la luz… del bien?

Lentamente el vaso se movió hacia el SÍ y casi cuando estaba llegando cambia bruscamente la dirección y se pone en el NO rotundo. Salimos como alma que lleva el Diablo, nunca mejor dicho. Pasamos bastante miedo, no queríamos ni entrar en la casa. A mí personalmente me aterraba la idea de que un espíritu maligno me atormentara por el resto de mis días, por no haber cerrado o despedido la sesión en condiciones y se trasladara ese ente a mi casa. Ahora una sonrisa vislumbra mi cara con este recuerdo… ¡Pero en aquel entonces!, era harina de otro costal.

En una de aquellas sesiones no niego que me abordaba el miedo y la inquietud, pero también había algo que no me cuadraba y decidí intervenir poniendo a prueba a aquella fuerza que venía del otro mundo. Como no podía interferir en la dirección del maestro de ceremonias, no se me ocurre otra cosa que hacer presión fuerte sobre el vaso para ver qué es lo que pasaba… El vaso empezó a rotar en círculos sin responder a ninguna de las preguntas del portavoz del juego, por contraposición de fuerzas, supuse… «¡Pues te pillé el rollo amigo!». Pensé para mis adentros, no queriendo que detectaran mi posible boicot. Así que alivie la presión de mi contacto sobre el vaso y le seguí la corriente como si nada. Pero he ahí que mi amigo y vecino detectó que le estaba haciendo trampas y, muy hábil e inteligente formuló una pregunta al espíritu que no había realizado en ninguna sesión hasta el momento:

—¿Hay alguien que te moleste o quieras que salga del grupo?

Pregunta inquietante sin duda, a mí me causó pavor en aquel instante. El vaso se movió lentamente hacia mí se quedó clavado en mi posición. Yo no sé si al espíritu le molestaba, pero desde luego a mi vecino sí. Me aparte del juego con una pequeña sonrisa de entre miedo y picardía aunque yo por lo menos estaba más tranquilo. No me acuerdo qué paso al final de esa sesión, solo recuerdo que algunos de los que jugamos a la ouija tuvimos muchas pesadillas y no podíamos conciliar el sueño durante días, y dando muestras de ello por sus acusadas ojeras, bolsas palpebrales inflamadas y la piel de rostro blanquecina. No volvimos a hacer espiritismo, máxime porque una mamá puso el grito en el cielo al saber qué es lo que habíamos hecho y alertó a toda la calle.

Pasó el tiempo, nos hicimos adultos y a día de hoy alguno de los que estuvimos allí me sigue diciendo que aquello fue real, que contactamos con espíritus del otro lado. Aunque en mi opinión el único ente con el que pudimos contactar era mi astuto vecino…

La noche de los asombros

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