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INTRODUCCIÓN

Los agentes de pastoral –en sentido lato, todos los cristianos- laicos, clérigos o religiosos, se vienen encontrando en forma creciente, tras la situación de libertad religiosa, ante personas agnósticas, ateas o indiferentes. Estos encuentros los pueden experimentar tanto en las diversas áreas de la vida civil, como en los ámbitos eclesiales. En el primer caso me refiero a las áreas de la vida familiar, el trabajo profesional, las actividades ciudadanas culturales o políticas, las experiencias del tiempo libre, etcétera. En el segundo caso me refiero a situaciones de la vida parroquial o de otros ámbitos eclesiales.

Lentamente se va superando en nuestro país la percepción distorsionada entre cristianos de una parte y ateos y agnósticos de otra. Va disminuyendo el prejuicio, por parte de éstos últimos, de que los católicos acostumbran a ser personas más bien pueriles, demasiado dependientes de introyecciones de la infancia, muy escasas entre las personas cultas y científicas. Asimismo va disminuyendo, por parte de los católicos, el prejuicio de que un ateo difícilmente puede ser una persona de alto nivel ético, con altura de miras; y cuyo ateísmo es siempre causado por su comodidad o superficialidad (prejuicio que parece tender a aplicarse más ahora a los católicos). El agente de pastoral eficiente deberá estar exento de tales prejuicios y, al mismo tiempo, tolerará con paciencia las percepciones estereotipadas todavía presentes en parte de los otros no cristianos.

En los cuatro capítulos de este libro pretendo, como objetivo ayudar al lector cristiano a que logre su aspiración a vivir satisfactoriamente sus posibles encuentros con personas agnósticas, ateas o indiferentes (sea en sus actividades en el mundo, o en ámbitos eclesiales). Asimismo ayudarle a que, a través de estos encuentros, pueda también llevar a cabo su vocación evangelizadora, cuando se hayan compartido previamente –con el familiar, amigo o compañero no cristiano- experiencias o inquietudes con consecuencias humanizadoras. Porque, como ha dicho el papa Francisco:

Los creyentes nos sentimos cerca también de quienes, no reconociéndose parte de alguna tradición religiosa, buscan sinceramente la verdad, la bondad y la belleza, que para nosotros tienen su máxima expresión y su fuente en Dios. Los percibimos como preciosos aliados en el empeño por la defensa de la dignidad humana, en la construcción de una convivencia pacífica entre los pueblos y en la custodia de lo creado. Un espacio peculiar es el de los llamados nuevos Areópagos, como el “Atrio de los Gentiles” donde, creyentes y no creyentes, pueden dialogar sobre los temas fundamentales de la ética, del arte, de la ciencia y sobre la búsqueda de trascendencia (Papa Francisco, 2013, Evangelii Gaudium, n. 257).

Los cuatro capítulos se basan en diferentes situaciones y experiencias que he podido vivir en mis encuentros y diálogos con no cristianos. La utilización habitual del término “no creyentes” no la considero correcta. En realidad se trata de personas de “creencias” diferentes. Los agnósticos, si nos atenemos al significado genuino de este término, comparten la creencia de que el ser humano no tiene la posibilidad de llegar a la convicción sobre el carácter verdadero de realidades que sobrepasan lo empírico, lo sensorialmente captable. O diciéndolo de otra forma, la creencia de que es imposible que tengamos convicciones sobre realidades metafísicas.

Los ateos, comparten la creencia de que el Universo –y el ser humano que en él habita- es una realidad solitaria y autosuficiente. La única realidad responsable de su existencia, su naturaleza y su proceso evolutivo es la materia, o, más en concreto, los átomos de hidrógeno y de helio que se encuentran en el origen de la evolución de la materia y los seres vivientes. O en las partículas y energía que se han identificado como previas a estos átomos de hidrógeno y de helio.

Los indiferentes comparten la creencia de que estas cuestiones religiosas sobre si hay o no una Realidad divina de la que haya dependido la existencia y evolución de la materia y de los seres vivientes es una cuestión que no tiene ningún interés. La misma indiferencia experimentan respecto a la cuestión sobre si la existencia humana se reduce o no a la existencia psicosomática en este planeta. Y, en general, comparten su actitud de indiferencia respecto a cualquier otra cuestión de carácter más o menos religioso, o referente a una realidad trascendente, o sobre el tema del sentido de la vida. Es decir, los agnósticos, los ateos o los indiferentes comparten sus peculiares creencias.

Por lo que hace a la estructura de esta obra, en el capítulo primero respondo a trece preguntas en relación a la posible actividad evangelizadora con ocasión de los encuentros del cristiano con personas agnósticas, ateas o indiferentes. Estas reflexiones parten de mi experiencia de unos cuarenta años implicado en esta tarea como mi objetivo pastoral prioritario. Tengo también presente la información obtenida a través de autobiografías o biografías de conversos ilustres del siglo XX. Sobre estos testimonios y sobre mi reflexión psicológica, he informado en una obra recientemente publicada: Cincuenta ateos y agnósticos convertidos al Cristianismo (2017).

En el capítulo segundo, partiendo de la experiencia recogida en el Instituto Erich Fromm de Barcelona sobre unos tres mil pacientes que habían sido atendidos en psicoterapia en el momento en que se realizó el estudio, y unos trescientos ex-alumnos de postgrado de la carrera de Psicología -siendo creyentes cristianos menos del 15%- reflexiono sobre tres causas importantes –aparte de otras- del rechazo a la fe cristiana en los ámbitos universitarios y postuniversitarios. Aunque el estudio se basa en los testimonios de ateos, agnósticos o indiferentes catalanes (estudiantes, profesores y profesionales), pienso que pueden aplicarse al conjunto de los universitarios españoles, aunque probablemente el porcentaje de los que rechazan la fe cristiana pueda ser menor que en Cataluña.

El capítulo tercero ofrece una comunicación, cuya segunda parte estuvo a cargo de Ana Gimeno-Bayón, co-directora del Instituto Erich Fromm. Esta comunicación se presentó en el Foro del Hecho Religioso del año 1999, que presidía el filósofo Gómez Caffarena; foro en el que participaban intelectuales cristianos y ateos. La comunicación tiene como objetivo dar a conocer experiencias vividas en encuentros y diálogos con colegas, ex-alumnos y ex-pacientes del Instituto citado. En la segunda parte se informa sobre la experiencia de ciclos de Encuentros Existenciales, sobre valores éticos o sobre experiencias que pueden dar sentido a la vida. La gran mayoría de los participantes –entre veinte o treinta- eran agnósticos o ateos. Cristianos participantes éramos cinco católicos y una evangélica. Un objetivo importante de este capítulo es resaltar la importancia del lenguaje a utilizar –verbal y no verbal- según el tipo de destinatarios, en una presentación de la fe cristiana a personas agnósticas o ateas.

El capítulo cuarto ofrece un breve informe sobre el Cristianismo en un lenguaje no convencional. Informe que he utilizado en diversas ocasiones a modo de Primer Anuncio (kerigma). En el lenguaje utilizado he tenido en cuenta las características psicológicas de los destinatarios, principalmente profesionales de la psicología clínica y la psicoterapia. Ha tenido consecuencias positivas en algún proceso de conversión que he podido vivir como guía espiritual y psicológico, y a los que me he referido en el capítulo primero.

Encuentro del cristiano con el ateo o agnóstico

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