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EL ENCUENTRO CON PERSONAS
AGNÓSTICAS O ATEAS.
RESPUESTA A DOCE PREGUNTAS
1. Introducción
Todo ciudadano cristiano se encuentra actualmente, en nuestro país en una sociedad con un porcentaje creciente de ciudadanos agnósticos o ateos. Aparte está un número creciente de cristianos no católicos y de creyentes religiosos vinculados a religiones no cristianas.
Un católico actual tiene la alegría de saber que, según el magisterio actual de la Iglesia ya no se defiende la doctrina de que fuera de la Iglesia no haya salvación (extra Ecclesia nulla salus), sino que la salvación es alcanzable por cualesquiera creencias religiosas, y también por agnósticos y ateos de buena voluntad, que cultiven su sensibilidad de conciencia y sean fieles a ella.
la divina providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuánto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida (Concilio Vaticano II, 1964. Constitución Lumen Gentium, n. 16)
Además, el magisterio oficial de la Iglesia ha reconocido la parte de culpa de los cristianos en la propagación del ateísmo, declarando, por ejemplo, lo siguiente:
Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto a que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión (Concilio Vaticano II. Constitución Gaudium et Spes, n. 19).
El cristiano que se relaciona y dialoga hoy con agnósticos y ateos no presupone –como muchos presumían en generaciones anteriores– que la única vía para que éstos reciban inspiraciones y gracias del Espíritu Santo y alcancen luego la plenitud de la vida de los resucitados, tenga que ser su conversión a la fe cristiana.
El cristiano es un especialista en detectar esta presencia de la acción del Espíritu en la vida diaria de las personas, de la comunidad y de la historia.
Los cristianos, gracias a la fe que se manifiesta en la esperanza y se realiza en el amor, detectamos la presencia de Cristo en el corazón del mundo, mediante un doble movimiento:
La irradiación de la luminosidad de Cristo que hemos recibido en el interior de la comunidad mediante la Palabra y el Espíritu.
La asimilación de los efectos de la presencia del Espíritu en la vida de mucha gente de nuestro entorno social cotidiano. Gentes de todas las edades, sexos, religiones, razas, culturas, lenguas, ideologías y tendencias políticas. La irradiación y la asimilación es un doble movimiento que se enriquece mutuamente (Prat, 2005, p. 473).
Sin embargo el cristiano con una fe madura es consciente también de su responsabilidad principal de colaborar en la tarea evangelizadora de la Iglesia; es consciente de que esta responsabilidad es uno de los deberes éticos peculiares que le diferencian de un agnóstico o ateo humanista con sensibilidad moral. Y es también consciente de que evangelizar implica contribuir a renovar o humanizar todas las actividades en la sociedad civil y en la Iglesia, bajo la influencia del Evangelio y del Espíritu Santo. Pero además sabe que evangelizar implica también buscar oportunidades para que ciudadanos agnósticos o ateos con los que se relacione en su vida tengan oportunidades para conocer a Jesucristo y su mensaje, sus “buenas noticias”, de forma auténtica, sin falsificaciones que, como se decía en la cita del Vaticano II “han velado más que revelado el genuino rostro de Dios”.
El reconocimiento de la posibilidad de salvación eterna y de influencia del Espíritu Santo en la vida de los agnósticos y ateos no anula el importante mandato de Jesús a sus discípulos.
Id, pues, a todos los pueblos y hacedlos discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo estoy con vosotros, día tras día hasta el fin del mundo (Mateo, 28,19).
Nuestros compañeros ciudadanos agnósticos o ateos, que en muchos casos tienen unas versiones sobre el Cristianismo que son auténticas caricaturas, o expresiones de una fe pueril, o fideísta, sin el testimonio de una auténtica experiencia personal, es decir, una mera herencia familiar o cultural, tienen derecho a poder recibir una información y testimonio de una versión auténtica y adulta del Cristianismo, y de todo lo que en esta fe implica una buena noticia y una esperanzadora ayuda para encontrar sentido a la vida y a la muerte.
Este capítulo tiene tres objetivos:
1 Informar brevemente sobre hechos vividos directamente en el diálogo con agnósticos o ateos y mi acompañamiento de nueve procesos de conversión a la fe cristiana.
2 Informar sobre hechos de los que obtuve información a través del testimonio escrito de conversos del siglo XX.
3 Informar sobre pautas o precauciones, principalmente psicológicas y éticas, aconsejables para los que quieran implicarse en la actividad evangelizadora respecto a ciudadanos agnósticos o ateos.
2. Hechos vividos directamente o a través de
testimonios escritos de ateos conversos
2.1. ¿Qué experiencia he podido vivir sobre el
acompañamiento de procesos de conversión
desde el agnosticismo o ateísmo a la fe cristiana?
Desde el año 1979, es decir, durante cuarenta años, he vivido rodeado principalmente de personas agnósticas o ateas. Fundé un Instituto para la práctica de la psicoterapia y la formación de psicoterapeutas, siguiendo un enfoque de orientación existencial-humanista. Había comprobado que una parte de las personas que en Europa acudían a los centros de Psicología Humanista no lo hacían sólo para recibir una ayuda psicoterapéutica, sino también para encontrar una cosmovisión que les ayudase a encontrar sentido a sus vidas, una vez que se habían desvinculado de Iglesias cristianas, católica o evangélicas.
Sobre cerca de cuatro mil personas que han pasado por nuestro instituto como pacientes o alumnos, o como colaboradores terapéuticos o didácticos, no han sobrepasado el 14% los que se consideran católicos. Si consideramos a cristianos desvinculados de toda Iglesia –católica o evangélica– el total sigue sin alcanzar el 25%. Un 50 % -es decir, unas dos mil personas– han sido, respecto a una fe religiosa, indiferentes, o agnósticos, o ateos, o lo que podemos llamar “indefinidos” es decir, personas que sin considerarse indiferentes respecto a esta importante cuestión, han ido aparcando ocuparse de ella. El 25% restante lo representaban teístas o panteístas sin vinculación a una religión concreta, algunos budistas e hinduistas y seguidores inconscientes de la New Age. En los últimos diez años el porcentaje de católicos ha disminuido al 10%.
Todo este colectivo –excepto los colaboradores– ha desconocido el carácter de cristianos-católicos de las dos personas que dirigimos el instituto. Los terapeutas del equipo –sean ateos, agnósticos, cristianos, etc.– se abstienen como norma de dar a conocer su posición en cuanto a creencias –o increencias– religiosas, políticas, etc., puesto que su revelación perjudicaría, a veces, la buena relación que se tiene que dar en esta profesión, entre psicoterapeuta y paciente; y más siguiendo un enfoque existencial-humanista. Si posteriormente, lo que era una relación profesional –como paciente, o como alumno- pasa a otro tipo de vinculación interpersonal, más en la línea de la amistad, o de la demanda al ex-terapeuta o ex-profesor, como posible guía existencial (o espiritual), llega el momento de que éste pueda dar testimonio de su fe cristiana. En otros casos, podrá dar el testimonio de su ateísmo, o agnosticismo, o su vinculación a alguna fe religiosa no cristiana.
Durante estos años, a partir de nuestras relaciones interpersonales con colegas del equipo –y algunos ex-alumnos– se han producido nueve procesos de conversión a la fe cristiano-católica, desde una posición anterior atea, agnóstica o, quizás, indiferente. Concretamente han sido cinco psicólogas-psicoterapeutas, un médico, una filósofa (profesora de enseñanza media), una trabajadora social y una empresaria. Además se ha confirmado su posición de creyentes cristianas por parte de personas que se encontraban en una posición ambivalente, con un pie dentro y el otro fuera de la fe cristiana. Sobre esta experiencia he ofrecido información en el libro Cincuenta ateos y agnósticos convertidos al Cristianismo (2017).
2.2. ¿Qué principales prejuicios pude comprobar que
constituían un obstáculo en estas personas para
experimentar la fe?
Quizás habría que decir “generalizaciones” en vez de “prejuicios”, puesto que podemos considerar que son hechos reales en la vivencia de la fe de un porcentaje de cristianos y que pueden dar pie a que los observadores los conviertan en defectos esenciales de la fe cristiana. Entre ellos puedo señalar las suposiciones de que:
a) La fe cristiana es una mera herencia familiar o cultural, que mantienen de forma sumisa y un poco pueril las personas de mentalidad conservadora.
No constituye en general una auténtica experiencia personal, con clara repercusión en convicciones razonables, sentimientos y aspiraciones vividas como lo que es principal en la vida.
b) La fe religiosa es incompatible con la razón y la ciencia. La inteligencia queda inhibida en ella.
Lamentablemente, cristianos de nivel cultural superior (por ejemplo catedráticos de Universidad católicos) se encuentran frecuentemente incapaces de dar razones de su fe a sus colegas ateos que se las pidan. Su formación científica requeriría disponer de una cultura teológica suficiente que muchas veces está ausente. Su vivencia de la fe cristiana no ofrece señales de haber sido integrada en su inteligencia. Aunque también es cierto que a sus compañeros ateos les ocurre muchas veces lo mismo. Con frecuencia su ateísmo se limita a ser la consecuencia de una rebelión desde la adolescencia, respecto a la religiosidad de sus padres. En otros casos implica un estilo de personalidad conservadora que mantiene pasivamente el ateísmo que se les transmitió ya en la infancia. Otro tipo de ateísmo es consecuencia de una indigestión del nacional-catolicismo de los años del franquismo. Pero las razones inteligentes, con cierta base filosófica o científica escasean, o están ausentes. El origen de su posición se encuentra sólo, o casi sólo, en unas reacciones emocionales.
En cualquier caso, esta objeción sobre la irracionalidad de la fe religiosa, y la incompatibilidad entre la razón y la ciencia, ha disminuido mucho en la sociedad postmoderna, más bien despreocupada de la razón y muy centrada en la dimensión vivencial, en lo “experiencial” entendido como emocional.
c) No se acaba de comprobar suficientemente la verdadera capacidad humanizadora de la fe cristiana, su eficacia en la reforma de estructuras sociales, políticas y económicas, que impidan el crecimiento de la justicia social y la protección y defensa de de los derechos humanos.
En parte se debe a que muchos católicos no tienen el suficiente conocimiento sobre la historia de la Iglesia, para poder ofrecer información sobre las valiosas contribuciones que aportaron hermanos suyos en la fe –católicos o protestantes- tanto antes como después del Manifiesto Comunista de Karl Marx, para luchar contra las dolorosas injusticias sociales que se derivaron de la Revolución Industrial, producidas desde finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Con esta afirmación no pretendo idealizar la historia de la Iglesia, corresponsable de no pocas injusticias, cometidas en contradicción con el Evangelio. Pero es hora de saber difundir las actuaciones admirables de los cristianos. También es hora de responsabilizar a los católicos jóvenes y adultos a considerar como un capítulo esencial de su formación continuada el contenido principal de la Doctrina Social de la Iglesia. En especial lo ofrecido en los siguientes documentos del magisterio oficial: Encíclica Rerum Novarum, de León XIII, sobre la situación de los obreros (1891); Encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI, sobre la restauración de orden social y su perfeccionamiento de conformidad con la ley evangélica (1931); Encíclica Mater et Magistra, de Juan XXIII, sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana (1961); Pacem in terris, de Juan XXIII, sobre la paz en los pueblos; Constitución pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, sobre la Iglesia en el mundo actual (1965); Encíclica Populorum progressio, de Pablo VI, sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos (1967); Carta apostólica Octogesima Adveniens, de Pablo VI (1971); Encíclica Laborem Exercens, de Juan Pablo II, sobre el trabajo humano (1981); Encíclica social Sollicitudo rei sociales, de Juan Pablo II, al cumplirse el vigésimo aniversario de la Populorum Progressio (1987); Encíclica social Centesimus annus, de Juan Pablo II, para conmemorar la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1991); Encíclica Caritas in Veritate (2009) de Benedicto XVI; y Encíclica Laudato Si (2015) del Papa Francisco.
Veo también procedente destacar, entre los documentos de las Conferencias Episcopales que se han ocupado de la justicia social, los de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, en especial: la segunda, celebrada en Medellín, en 1968; la tercera celebrada en Puebla (México), en 1979; la cuarta celebrada en Santo Domingo, en 1992; y la quinta, celebrada en Aparecida (Sao Paulo), en 2007, en la que el cardenal Bergoglio, actual Papa Francisco, fue el coordinador principal en la redacción del documento. Los documentos surgidos de estas Conferencias pueden considerarse resituados dentro de la perspectiva teológica de la liberación:
En efecto, la tercera (Puebla, 1979) introdujo el tema de la Doctrina Social de la Iglesia dentro de la evangelización liberadora (Documento de Puebla, n. 472-479). Interpreta el significado histórico y teológico de la DSI como “el aporte de la Iglesia a la liberación y promoción humana” (n. 472), y le asigna como finalidad actual “la promoción de liberación integral de la persona humana, en su dimensión terrena y trascendente, contribuyendo así a la construcción del reino último y definitivo (n. 475). (Vidal, 1991, p. 176).
La exhortación de Pablo VI Evangelii Nuntiandi sustituyó oficialmente el término misión por evangelización. Al mismo tiempo se ensanchó este concepto, al incluir los latinoamericanos la lucha por la justicia, la promoción humana y la liberación, los africanos la inculturación y los orientales el diálogo interreligioso […]
La exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi de 1975 afirmó que “entre evangelización y promoción humana –desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes” (EN 31). Al inaugurar la Conferencia de Puebla dijo Juan Pablo II –de acuerdo con este texto de Evangelii nuntiandi- que la “misión evangelizadora tiene como parte indispensable la acción por la justicia y las tareas de promoción del hombre, y que entre evangelización y promoción humana […] hay lazos muy fuertes de orden antropológico, teológico y de caridad”. En resumen, la lucha por la liberación es “parte integrante”, “parte indispensable” o “dimensión constitutiva” de la evangelización. Nuevamente volvió sobre este tema la XXXII Congregación General de los Jesuitas (1 de marzo de 1975), al aprobar un punto crucial que dice: “La evangelización no puede actualizarse sin promoción de la justicia. La acción para transformar las estructuras está estrechamente ligada a la obra de la evangelización (Floristán, 2005, p. 607).
d) La Iglesia católica tiene mucho dinero que utiliza para su propio provecho.
Esta afirmación fue uno de los argumentos que en nuestro país se escuchó con más frecuencia, por parte de los que quisieron que la Iglesia Católica española desapareciese. Pesa todavía mucho sobre la población la influencia de la campaña del comunismo en los años treinta, en tiempos de Stalin. Con esta campaña se aspiraba a erradicar el Cristianismo de nuestro país, asesinando a todos los sacerdotes, religiosos y laicos eclesialmente comprometidos, e incendiando templos y otros edificios religiosos. Respecto a lo primero, los resultados fueron: asesinatos –precedidos mayoritariamente de torturas- de 12 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 monjes, y 283 monjas (vid. Montero, 1961). Fueron muchos más los católicos laicos asesinados a causa de su fe religiosa. Respecto a los templos, recuerdo que en Barcelona, durante mi infancia y adolescencia –es decir, durante los años cuarenta del siglo pasado- se encontraban casi todos en estado de reconstrucción, tras haber sido incendiados. En estas circunstancias se comprende que Andrés Nin, jefe del Partido Obrero de Unificación Marxista pudiese declarar en un discurso pronunciado en Barcelona, el 8 de agosto de 1936, la siguiente afirmación:
Había muchos problemas en España. El problema de la Iglesia. Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido todos los sacerdotes, las iglesias y el culto (cit. en Cárcel, 2003, p. 405).
- José Díaz, secretario general de la sección española de la III Internacional, afirmaba en Valencia el 5 de marzo de 1937: “En las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los Soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada”.
- A finales de agosto de 1936, un alto dirigente catalán, preguntado por una redactora de L’Oeuvre sobre la posibilidad de reanudar el culto católico, respondió: “¡Oh!, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas.”
- Y el periódico socialista-anarquista de Barcelona, Solidaridad Obrera, publicaba el 25 de mayo de 1937: “¿Qué quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Qué se puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona y Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esta clase de pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un cáliz. Tampoco creemos que haya muchos curas por este lado capaces de esta misión.”
La lectura de estos textos nos descubre que los perseguidores estaban ufanos no sólo por la eliminación de los sacerdotes sino también por la destrucción de los templos.
Aunque no se puede probar documentalmente que el gobierno de la República ordenara la persecución contra la Iglesia, sin embargo, no puede explicarse la crueldad y determinación con que fue llevada a cabo en tan pocos meses y en todo el territorio republicano, si no hubiesen existido consignas concretas de exterminio, que nada tenían que ver con la sublevación militar y los avances del Ejército en la zona llamada nacional. Varios hechos nos permiten afirmar que la consigna fue terminante, y los hechos posteriores lo demostraron (Cárcel, 2003, pp. 405ss.).
La calumnia de que la Iglesia tenía mucho dinero y lo utilizaba para su propio provecho fue uno de los argumentos principales para estas matanzas e incendios. Hubo otras variantes como la calumnia, en Madrid, de que unas monjas repartían caramelos envenenados a los niños de los comunistas o anarquistas, para exterminarlos. Esta calumnia fue un desencadenante importante para que la marxista atea Regina García, directora de la prensa y propaganda del Partido Comunista español durante la guerra civil, al tener ocasión de comprobar la falsedad de esa noticia, decidiese convertirse al Cristianismo y a la Iglesia. Fue la consecuencia principal de su profunda decepción respecto a sus camaradas comunistas.
¿Para qué utilizaba el dinero la Iglesia Católica? Puede ser oportuno incluir aquí un listado que conservo facilitado por la agencia Fides, en el año 2007, sobre las instituciones que estaban económicamente mantenidas por la Iglesia. Diez años después podríamos encontrar datos semejantes.
África
En este continente, la Iglesia mantiene:
12.496 Escuelas maternas
33.263 Escuelas primarias
9.838 Escuelas secundarias
1.074 Hospitales
5.373 Dispensarios
186 Leproserías
753 Casas para ancianos, enfermos crónicos, minusválidos
979 Orfanatos
1.997 Jardines de infancia
1.590 Consultorios matrimoniales
2.947 Centros de educación o reeducación.
1.279 Otras instituciones
América
En este continente, la Iglesia mantiene:
15.788 Escuelas maternas
22.562 Escuelas primarias
11.053 Escuelas secundarias
1.669 Hospitales
5.663 Dispensarios
38 Leproserías
3.839 Casas para ancianos, enfermos crónicos, minusválidos
2.463 Orfanatos
3.715 Jardines de infancia
4.827 Consultorios matrimoniales
13.652 Centros de educación o reeducación.
4.239 Otras instituciones
Asia
En este continente, la Iglesia mantiene:
13.683 Escuelas maternas
15.698 Escuelas primarias
9.298 Escuelas secundarias
1.102 Hospitales
3.532 Dispensarios
293 Leproserías
2.095 Casas para ancianos, enfermos crónicos, minusválidos
3.367 Orfanatos
3.211 Jardines de infancia
969 Consultorios matrimoniales
5.379 Centros de educación o reeducación.
1.870 Otras instituciones
Europa
En este continente, la Iglesia mantiene:
23.602 Escuelas maternas
17.222 Escuelas primarias
10.338 Escuelas secundarias
1.363 Hospitales
2.947 Dispensarios
3 Leproserías
8.271 Casas para ancianos, enfermos crónicos, minusválidos
2.480 Orfanatos
2.524 Jardines de infancia
5.919 Consultorios matrimoniales
10.576 Centros de educación o reeducación.
2.761 Otras instituciones
Oceanía
En este continente, la Iglesia mantiene:
1.695 Escuelas maternas
2.949 Escuelas primarias
683 Escuelas secundarias
170 Hospitales
573 Dispensarios
1 Leproserías
490 Casas para ancianos, enfermos crónicos, minusválidos
87 Orfanatos
108 Jardines de infancia
294 Consultorios matrimoniales
592 Centros de educación o reeducación.
207 Otras instituciones
(https://es.aleteia.org/2016/07/16/lo-que-hace-la-iglesia-catolica-con-sus-riquezas-en-numeros/)