Читать книгу Alguien que te quiera con todas tus heridas - Raphael Bob-Waksberg - Страница 9

La cita está yendo bien.

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Es guapo, encantador

y todo lo que decía ser en la web.

Concluye que le gusta. Es la clase de tío que podrías presentar a tus amigos, se dice.

Al acabar la cena, él le sugiere que vayan a su casa. Abre una botella de vino y le sirve una copa. Le ofrece también una lata estrecha y alargada que tiene la tapa de goma: «¿Un anacardo circense salado?».

«¿Qué es un anacardo circense salado?», pregunta ella.

«Ábrelo», dice él. «Compruébalo tú misma».

Dirige la mirada a la lata. En la etiqueta se lee: La Compañía de Anacardos presenta —y en letras grandes y vistosas— LOS ANACARDOS CIRCENSES SALADOS; y luego, en letras más pequeñas, ¡DELICIOSOS! ¡SALADOS!, y luego, en letras aún más pequeñas: INGREDIENTES: ANACARDOS, SAL, y por el otro lado hay un dibujo de un hombre con un látigo —un domador—; todo el diseño de la lata tiene temática circense, y al domador le sale un bocadillo de la boca y dentro del bocadillo pone: ¡HOLA, AMIGOS! Disfrutad de estos anacardos circenses recién salados, cortesía de la Compañía de Anacardos. Han sido fabricados con los mejores ingredientes, combinados a la perfección, así que esta lata contiene exclusivamente los mejores anacardos circenses salados; te aseguro que no hay ninguna serpiente de mentira enroscada en un muelle que vaya a saltar y a asustarte cuando abras la tapa, si es eso lo que estás pensando. No, no; desecha ese pensamiento: aquí solo hay anacardos, te lo juro por Dios. Estoy siendo totalmente sincero. ¿Para qué iba a haber una serpiente aquí dentro? Menuda tontería. Mira: si abres esta lata y te salta a la cara una serpiente de broma, entonces te doy permiso para que no vuelvas a confiar en mí nunca más; pero ¿por qué ibas a dejar pasar la ocasión de comerte estos deliciosos anacardos salados solo porque hay una pequeñísima posibilidad de que todo esto sea una intrincada trampa para hacerte quedar como una idiota? Vale, veo que sigues sin abrir la lata. Y lo entiendo. Quizás lleves razón al ser cauta. Al fin y al cabo, ya te han engañado en el pasado. Tu corazón está agotado y repleto de cicatrices; lo han tratado muy mal y se ha ido desgastando con el tiempo. No eres ninguna tonta, y aun así sigues tropezándote una y otra vez con los trozos de tu maltrecho corazón; dejas que tus absurdas esperanzas vacías se lleven lo mejor de ti. Quizás todas las latas de anacardos escondan una serpiente de mentira, pero tú, ingenuamente, no dejas de abrirlas, porque en tu fuero interno sigues creyendo en los anacardos. Y cada vez que descubres la cruel mentira que se escondía en la lata de anacardos, te prometes que la próxima vez te vas a fiar un poquito menos, que te vas a abrir un poquito menos, que vas a ser un poco más dura. No merece la pena, te dices. Es que no la merece. Tú eres más lista que todo eso. De ahora en adelante, vas a ser más lista. Pues bien, estoy aquí yo para decirte que esta vez va a ser diferente, a pesar de que no tengo ni una sola prueba que pueda avalar esta afirmación. Tú abre la lata y todo saldrá bien. Los anacardos circenses salados te están esperando. Tienen muchísimo sabor, están deliciosos. Te vas a alegrar de haberte fiado de mí. Esta vez es diferente, te prometo que lo es. ¿Por qué iba yo a mentirte? ¿Por qué querría hacerte daño? Esta vez no hay ninguna serpiente acechando. Esta vez todo irá de maravilla.

Alguien que te quiera con todas tus heridas

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