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Nuestra espiritualidad ilumina la familia y la sociedad. (JUZGAR)

Hna. Mariana A. Morón.

Vicepresidente I de Hogares Nuevos – Obra de Cristo.

Conferencia en las Asambleas Nacionales Argentina y Paraguay, Agosto y Septiembre de 2013.

Voy a intentar expresarles el Juzgar. Esto me recuerda mi primera mesa de examen, como alumna de Pastoral Familiar. El profesor de la materia era el Padre Ricardo y en el medio del examen me preguntó: “si tendrías que elegir entre el ver, el juzgar y el actuar, que aparece en Familiaris Consorcio, aunque todas son importantes, cuál elegirías”. Rápidamente repasaba en mi cabeza… que el Ver es analizar la realidad. Juzgar: conocer los designios de Dios sobre el matrimonio y la familia. Actuar, la acción y la misión. Era una pregunta que con la respuesta tenía que dar en la tecla justa. El Espíritu Santo me iluminó y dije: “la del medio”. “Sí” me dijo. Es así, todos son importantes, pero si debo quedarme con una, es el Juzgar. Juzgar es poder tener las herramientas para conocer, juzgar y comprender los designios de Dios sobre el hombre, sobre su vocación al amor, al matrimonio y la familia, esto nos va a situar y mantener posicionados para analizar el pasado y actuar en el futuro. Desde este ejercicio del ver juzgar y actuar podremos iluminar las acciones.

Estamos llegando al final del periodo de la gran celebración de los 30 años de Hogares Nuevos. No se puede hablar de 30 años de Hogares Nuevos sin mencionar la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, que penetró en la vida del Padre Ricardo con impulso transformador y, también, despertó en muchas personas el ardor por la familia iluminando lo relacionado con la vida y el amor.

A través de esta Exhortación Apostólica, Hogares Nuevos construye sólidas bases para poder afrontar la destrucción de la persona, del matrimonio y de la familia, ataque que estamos presenciando día a día y que se manifiesta en la cultura de la muerte, por encima de la cultura de la Vida. La cultura de la Vida defiende el carácter sagrado de la vida humana desde el momento de la concepción. Pero la cultura de la muerte se manifiesta también desde la ideología de género, de la revolución sexual y de los nuevos modelos de familia que carcome los fundamentos del matrimonio y la familia.

A través de la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, hemos podido comprender la misión de la familia, para generar cambios sociales necesarios construyendo y reconstruyendo familias en pequeñas Iglesias domésticas, para dar nueva vida en el seno de la Iglesia madre.

Como matrimonios aquí presentes, cada uno de ustedes, que han dado un pasito al frente como animadores o coordinadores, siempre desean darle un poco más al Señor y servirle de la mejor manera, además, desean animar la vida de los hermanos, asumiendo la formación y el acompañamiento de los matrimonios de nuestras comunidades en cada una de las etapas de la vida matrimonial. ¡Se imaginan!, aquellos matrimonios que Dios ha puesto al lado de ustedes, para caminar juntos el camino de la fe, esto dará mucha fuerza a las familias, les ayudará a perseverar en el matrimonio y construirán familias más felices, y ustedes estarán asumiendo un compromiso evangelizador promoviendo el acompañamiento de matrimonio a matrimonio.

Juzgar la realidad familiar.

Muchas personas de la sociedad en general, pero también aquellas personas muy cercanas a cada uno de nosotros, compañeros de trabajo, amigos, familiares, piensan que la familia hace perder la libertar personal, que la familia esclaviza a la mujer, que si ejerce la maternidad será un obstáculo para su realización personal, porque los hijos son una molestia, la fidelidad al amor de los esposos se considera una ilusión, una utopía, en vez de descubrir que la fidelidad es un bien fundamental para el hombre y para una sana construcción de la sociedad.

El mundo moderno y el racionalismo moderno “que todo lo razona”, no tolera el misterio, entonces no acepta el misterio del hombre, varón y mujer, ni quiere reconocer que la plena verdad sobre el hombre ha sido revelada en Jesucristo (cfr. Concilio Vaticano II, Gratisiman Sane 19). Aquí está el rechazo del hombre a Dios, el mundo rechaza a Dios; esta corriente del racionalismo moderno no tolera el misterio del hombre, no tolera la presencia de Dios en el mundo, no quiere reconocer que la plena verdad sobre el hombre ha sido revelada en Jesucristo.

Cada uno de nosotros a través de la experiencia conversional, de nuestro encuentro con Cristo, abrazamos a Cristo Vivo, sumado a la perseverancia en Hogares Nuevos, poco a poco, día a día, se va alimentando el espíritu, elevando el espíritu, porque se busca y encuentra la verdad que redime y que libera (cfr. Concilio Vaticano II, Gratisiman Sane 19).

La familia es sujeto creativo, precisamente la familia es la que da, la que aporta la vida a la sociedad. La familia debe “salvaguardar y conservar al hombre” (L’Osservatore Romano, 5 de Octubre de 1980 p.1). Si se abraza a Cristo Vivo y se le enseña esto a los hijos, se estará aportando a la sociedad hombres y mujeres que reconocen a Dios como su creador, de este modo, se contribuirá a que intervenga Dios en el mundo.

El Papa Juan Pablo II afirmó en Familiaris Consortio: “Familia, sé lo que eres” (FC 17), pero más tarde, necesitó reafirmar: “Familia, cree en lo que eres; cree en tu vocación a ser signo luminoso del amor de Dios”. Es necesario que nosotros re-afirmemos en qué consiste la vocación al matrimonio y la familia. (Mensaje con vivo complacimiento, al Cardenal Camilo Ruini, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, con ocasión del XX Aniversario de la Familiaris Consortio, 15 de Octubre de 2001).

La Familia es el lugar donde un hijo vive la primera experiencia de comunión en la fe, en el amor y en el servicio a los demás. Cada uno hoy vivenciamos la fe, el amor y el servicio, de una manera consecuente con la primera experiencia que hemos recibido en la primera etapa de nuestra vida. Lo que hoy podemos dar en relación a la Fe, Amor y Servicio, está condicionado por la primera experiencia que recibimos en la infancia. Esto nos hace sentir muy necesario reafirmar las experiencias de comunión en la fe, en el amor y el servicio, que desarrollan nuestros hijos en la corta edad porque graba a fuego nuestra identidad cristiana. Cuando somos adultos tenemos distintas posibilidades de acrecentar la formación en esto, pero la primera experiencia condiciona lo que aprendemos a lo largo de la vida.

El sacramento del matrimonio es signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su esposa la Iglesia. Desde esta alianza de amor se despliegan la paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad, el compromiso de los dos por una sociedad mejor (Documento de Aparecida 433).

Todos quienes estamos aquí presentes creemos firmemente que “la familia es imagen de Dios y que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino que Dios es familia” (DP 582). En la comunión de las tres Personas divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino (Documento de Aparecida 434).

La familia es el valor más querido por nuestros pueblos, creemos que debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda acción evangelizadora de la Iglesia. Hogares Nuevos necesita ser útil en la pastoral familiar diocesana, tener presencia en los distintos rincones de las diócesis es muy necesario, pero mucho más importante es trabajar eficazmente en dar vida a la pastoral familiar inserta en los planes pastorales diocesanos, de manera “intensa y vigorosa” (DI). Nuestros pastores necesitan que nuestro ser y hacer sea intenso y vigoroso para proclamar el evangelio de la familia, promover la cultura de la vida, trabajando para que los derechos de las familias sean reconocidos y respetados. Si nuestras familias se van tornando en discípulas y misioneras, Hogares Nuevos entonces será una respuesta efectiva (cfr. Documento de Aparecida 435).

Nuestra Espiritualidad.

Hogares Nuevos les anunció a cada uno de ustedes esposas y esposos, a vivir la verdad íntima del amor conyugal, porque están llamados, por su nombre, a encontrarse con la esposa, con el esposo en plenitud personal (cfr. FC 32).

Nuestra Espiritualidad en Hogares Nuevos tiene como punto de partida aquel anuncio kerigmático que ustedes recibieron durante el encuentro en la mañana del domingo. El anuncio kerigmático que Cristo está en medio de ustedes dos por el sacramento del matrimonio. Cristo comparte su presencia viva y real en medio de los dos. Nosotros, los hijos, nos nutrimos del Cristo Conyugal, Cristo Vivo nos alimenta a través de los canales de Gracia y Santificación familiar. Las vivencias de la familia van nutriendo a los hijos, compartiendo con los padres, la presencia de Cristo en medio nuestro.

Como esposos recibieron aquella mañana del encuentro la invitación a descubrir a Cristo Vivo y Resucitado que quiso correr la piedra del sepulcro de nuestra vida, del sepulcro en el que se había transformado nuestro corazón. Y como dice el evangelio de Jn 20,1-9: “María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro y comenzaba a amanecer vio la piedra corrida, quitada del sepulcro…” ¿Quién nos correrá la piedra de nuestro sepulcro? Cristo Vivo y resucitado comenzó a quitar la piedra y abrir nuestro sepulcro para resucitar Cristo en nuestro corazón. ¿Quién nos va a correr la piedra? Hogares Nuevos nos ayudó a mover la piedra del sepulcro que no permitía experimentar la presencia de Cristo en la vida personal, de los esposos y la familia. Hogares Nuevos les ayudó a descubrir y encontrar a Cristo Vivo y resucitado y hacerlo protagonista de la vida familiar, con la eficacia de su presencia en cada uno de ustedes que, cuando reciben el sacramento de la penitencia y la eucaristía, y cuando se entregan como esposos, uniéndose al mismo tiempo a Cristo, construyen una comunión de personas, la primera comunidad de personas.

También, recibieron esa mañana el anuncio de que Cristo se quedó en medio de ustedes dos para llenar, colmar, las vasijas de ustedes, como lo hizo en las Bodas de Cana, con el mejor vino. Recuerden que cada vasija simbolizaba un regalo necesario para la felicidad de su matrimonio y familia. Recuerden que en el encuentro les dijeron que habían recibido, el día que se casaron, regalos especiales, como las vasijas de las bodas de Caná, que había que abrirlos porque estaban cerrados todavía y había que desempolvarlos.

Entonces, las vasijas son:

1-Completar, significa que el amor de Dios, toma el amor humano y lo completa, para poder amarse con el mismo amor de Él. Éste es el amor de caridad. Amar al esposo o esposa como Cristo lo haría en el lugar de cada uno.

2-Perdonar, es decir: para poder cultivar cada día la frescura del matrimonio y ser misericordiosos como el Padre lo ha sido con nosotros. Y lo seguirá siendo cada vez que necesitemos su perdón. Esta es la medida con que tenemos que llenar esta vasija del perdón.

3-Unir, porque cada día que amanece comienza el desafío de acercar los corazones y desterrar el individualismo de los dos y así construir la unidad que plenifica. Esa plantita que debemos regar cada día y que se llama Unidad.

4-Ser fecundos, la fecundidad es el fruto y el signo del amor entre los esposos, el testimonio vivo de la entrega plena y reciproca entre los dos (Cfr. FC28).

5-Elevar, aquella hermosa misión que como esposos tienen el uno para con el otro de tener el mejor del mundo y transformarlo en el mejor del cielo, para que un día como fruto de un proceso que les llevo toda la vida, puedan llegar al momento en que uno tenga que despedir al otro y decirle de corazón: ahora puedes ir en paz.

6-Iluminar, esta es una invitación muy fuerte que apunta a que deben ser el testimonio vivo de que la familia se transforma con Cristo en medio “como en una Sagrada Familia”: papá, mamá, los hijos y Jesús: en una Sagrada Familia actual que hoy debe iluminar la oscuridad del mundo que vive en tinieblas… humildemente nuestras familias deben ser modelo para las otras familias.

Estos seis regalos, seis vasijas durante tantos años los proveen a los matrimonios del buen vino. Si se encuentran un día que se les acaba el vino del amor esponsal acudan a María, a María Reina de las Familias, ella intervino para que su Hijo llenara las vasijas del mejor vino en aquellas bodas de Cana. Cristo está interesado de una manera primordial en acudir en ayuda a los esposos cristianos.

La vocación a la que todo matrimonio, pero sobre manera, un matrimonio con responsabilidades pastorales, debe vivir y anunciar “la verdad interior del amor conyugal, ustedes están llamados a entregarse en plenitud personal” (cfr. FC 32). Esta entrega en plenitud personal de ustedes dos beneficiará la familia, a Hogares Nuevos, a la vida de la Iglesia.

En la sociedad hay tantísimas parejas que no construyen sobre sólidos cimientos su amor y su familia, y también hay tantos matrimonios que solo tienen tinajas pero vacías de amor… Nuestra misión como Hogares Nuevos es salir a buscar en la periferia de la humanidad las familias, las parejas que necesitan el anuncio de Cristo, los jóvenes hoy se juntan y no saben por qué lo hacen, si por moda o porque son vidas heridas, en la niñez, por el desamor familiar.

Cristo quiere depositarse en el amor de dos personas, Él quiere que penetremos los rincones de nuestra sociedad y salgamos en ayuda a reconstruir las vasijas de los esposos, de las parejas, de las uniones de hecho, porque sus padres no los prepararon para el amor responsable y a su vez estos padres cuando eran pequeños carecían de la enseñanza del valor de la fidelidad, del valor de la familia. Es una cadena de desamor y falta de transmisión de lo esencial de la formación para la vida. En vez de juzgarlos, hay que acompañarlos y mostrarles el ideal, para luego re-construir esas familias.

Llevemos a María y a su Hijo a aquellos esposos y aquellas parejas que necesitan acompañamiento para regularizar su situación de vida, esta debe ser una tarea evangelizadora concreta de Hogares Nuevos… Hogares Nuevos tendrá que hacer una opción fundamental de apostolado por las familias, cada vez más definida y trabajada en nuestras diócesis y comunidades.

Si estas herramientas que Hogares Nuevos brinda para la vida matrimonial, se las refleja en la vida de comunidad, es la oportunidad en la que un matrimonio animador o con responsabilidades dentro de su comunidad o diócesis, pueda aportar el mejor vino de sus tinajas, entonces, estará aportando a su comunidad, equipo de trabajo, coordinación, diócesis… Entonces, a través de cada vasija, podrá dar:

1-Completar, poder llegar a completar el amor humano en amor de caridad. En los trabajos de comunidad, diocesanos, en la intencionalidad que se pone cuando se realizan las cosas… El amor de caridad.

2-Perdonar, esencial en la vida comunitaria, para construirla, sólidamente sin cúmulo de heridas.

3-Unir, desterrando el individualismo y construyendo la unidad que plenifica.

4-Ser fecundos, sobre todo, la fecundidad espiritual que hace que muchos tengamos hermanos, hijos y padres espirituales, pasando a tener, de algún modo, una segunda familia, cultivando lazos, tal vez mas importantes, con quienes se sienten más apoyados que incluso por los propios familiares. Conozco hijos de Hogares Nuevos que cultivan una relación espiritual muy profunda con los matrimonios que trabajan en el movimiento Hijos de Hogares Nuevos, que sienten que estos son sus segundos padres. Entonces, estamos llamados a ser fecundos en la comunidad, en nuestra relación de trabajo, en los equipos y con el movimiento Hijos de Hogares Nuevos.

5-Elevar, aquella hermosa misión de hacer de la comunidad la mejor del mundo y que lleguen a decir de nosotros: miren como se aman y luego, la comunidad llegue a ser la mejor del cielo. Hoy nosotros nos podemos nutrir de la palabra de Dios y del ejemplo de las primeras comunidades cristianas, ellas apuntaban a elevar la vida de cada uno de sus miembros.

6-Iluminar, pudiendo ser testimonio vivo de comunidades de familias que buscan ser transformadas como en una Sagrada Familia, porque Cristo esta en medio nuestro.

Queridos matrimonios, aportemos el mejor vino a nuestras comunidades, a nuestras diócesis, en el ambiente que estemos insertos y recordemos si se termina el vino en nuestras vasijas, imploremos a nuestra Madre, que vela por la familia, que intercede ante Jesús para que nos colme con su gracia.

La familia transmite la fe a sus hijos.

Quizá en este auditorio tenemos realidades variadas: matrimonios jóvenes y, también, matrimonios que están viviendo la experiencia de ser abuelos. Pero en ambos casos este es un llamado a reflexionar que nuestras familias descubran y tomen conciencia de su importante rol en la transmisión, educación y vivencia de la fe, abrazando la fe de todos los miembros de la familia, especialmente de los hijos.

Nos recuerda el Concilio Vaticano II: «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, ellos tienen la gravísima obligación de educarlos: los Padres son los primeros y principales educadores de sus hijos. Tan importante es este deber de la educación familiar, que difícilmente puede ser suplido» (Vat. II, GS 3). Los Padres colaboran con Dios en la transmisión de la vida. Colaboración en la transmisión de la Vida que implica no solo la gestación, sino también, la labor de padres que continúa gestando y animando la vida de los hijos en el Espíritu, durante toda la vida de los padres. La educación de los padres hacia los hijos no muere cuando mueren los padres, sino que el caudal de enseñanzas que los padres transmitieron a sus hijos perdura, sigue actuando mientras el hijo, o los hijos traen al presente, un consejo, una palabra, un ejemplo de vida de sus padres y lo buscan vivenciar, cuando evocan un consejo, una palabra de Papá o Mamá, allí continúan luego de muertos los padres, ejerciendo su educación a sus hijos. ¿Se imaginan si siguen actuando y ejerciendo en los nietos todas las enseñanzas que podamos volcar en ellos? Y así sucesivamente.

En los hijos hay un cuerpo, hay un alma, un espíritu, una vida de gracia sobrenatural, infundida por el Espíritu Santo. Recuerden:

-Por la crianza, el cuerpo del hijo recibió los cuidados precisos: abrigo, alimento, higiene, vacunas, calor humano de ustedes dos.

-Por la educación, el alma del hijo recibió progresivamente todo un conjunto de hábitos, conocimientos, artes y aprendizajes que modelaron su personalidad, y le hicieron cada vez más capaz de insertarse en una vida social y laboral.

-Por la educación en la Fe en el hogar, por la catequesis familiar, también al acostarse ejercitando las oraciones de iniciación en la Fe, y con ocasión de diversos sucesos, el espíritu del hijo recibió día a día todo un mundo de fe, que fue asimilando casi sin darse cuenta, casi jugando, toda una jerarquía de valores evangélicos, una serie de aprendizajes fundamentales: les enseñaron a rezar, servir, perdonar, amar y compartir. ¡Todo esto, le transmitieron en la vida de fe a sus hijos!

El niño pequeño, cuando recibe el bautismo no es capaz de un acto libre para recibir la fe, no puede confesarla todavía personalmente, por eso, la confiesan sus padres y padrinos en su nombre. Recordemos el momento de la ceremonia del Bautismo. Allí el niño es sostenido por sus padres y padrinos, es acogido en la fe de la Iglesia, simbolizada en la luz que el padre enciende en el cirio durante la liturgia del bautismo. Esta estructura del bautismo destaca la importancia de la unión entre la Iglesia y la familia en la transmisión de la fe. “La entrega al papá de la vela encendida simboliza la unión de la Iglesia con la familia”. A los padres corresponde, según san Agustín, no sólo engendrar a los hijos, sino también llevarlos a Dios (cfr. Lumen Fidei 43).

La Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás. El primer constructor es Noé, que en el Arca, logra salvar a su familia (cf. Heb 11,7). La fe debe ser vivida en familia, ilumina las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios (cfr. Lumen Fidei 50). El primer ámbito donde la fe ilumina a los hombres es la familia (cfr. Lumen Fidei 52).

La fe en la familia, está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia, los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven momentos sencillos pero profundos y hermosos de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir ellos la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad en su camino de crecimiento en la fe. Todos hemos visto, seguramente, en el mes de Julio las imágenes de Brasil durante la Jornada Mundial de la Juventud, cómo los jóvenes manifiestan la alegría de la fe, el compromiso de vivir una fe cada vez más sólida y generosa. ¡Parece mentira que se diga en la sociedad que el joven esta perdido, hay muchos jóvenes que desean conocer más a Cristo, que están en búsqueda de Dios! Los jóvenes aspiran a una vida grande. Permitámosle, esto a los jóvenes. El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, les da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente débil, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades (cfr. Lumen Fidei 53).

Cuando esta amasada, asimilada y profundizada en la familia, la fe es muy rica, ilumina todas las realidades del hombre. ¡Cuántos beneficios ha aportado la mirada de la fe en la vida de los hombres! Gracias a la fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona. En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, que hace preciosa y única la vida del hombre, Cristo Vivo (cfr. Lumen Fidei 54).

¿Pero qué hacer?

¿Qué hemos hecho en la transmisión de la fe? Hemos hecho todo lo posible por correr y espantar a la gente y a los jóvenes de la Iglesia. Nuestros templos están vacíos o en el mejor de los casos, todavía están firmes las viejecitas del pueblo que van a misa. ¿Qué hemos hecho? Hemos hecho todo lo posible para perder a nuestros hermanos en la fe. Este problema viene de generaciones muy anteriores a nosotros. No es fácil transmitir una fe viva, pero al mismo tiempo, gracias a Dios, hubo grandes santos que lo dieron todo por vivir la fe y transmitirla. Hoy la Iglesia está cimentada sobre la vida de tantos santos que dinamizaron la vida de fe de Ella.

Las formas tradicionales de transmisión de la fe para la realidad de nuestro mundo actual, no alcanza. Si queremos convencer con el catecismo de las 98 preguntas, hoy no alcanza. ¡Debemos realizar el esfuerzo de acercar la fe a la nueva cultura, tener la sabiduría suficiente para abrir espacios de creatividad y encontrar expresiones de la vida cristiana que sean atractivas y fieles al Evangelio y estén en sintonía para ser comunicadas astuta y eficazmente a quienes viven en este siglo! Las personas no se pueden perder lo hermoso de Jesucristo porque nosotros no podemos ni sabemos cómo transmitírselo. ¡A los jóvenes, a las nuevas generaciones tenemos que transmitirles el mensaje de Cristo, de forma atractiva! “¡Cuántos de nosotros nos hemos perdido años de nuestra vida sin conocer a Jesucristo!”

Queridos hermanos, todos somos invitados a reconocer que estamos siendo los protagonistas de un combate, de una lucha espiritual del cristiano de este siglo, porque todo corazón de hombre es un campo de batalla. El corazón del ser humano, para la Biblia, viene a ser el centro de operaciones, es sede de la inteligencia y de la voluntad. Entonces, ¡también el corazón de la familia, el seno de la familia es un campo de batalla permanente!

Somos fruto de padres y madres de la modernidad (y todo lo que esto implica) y somos padres y madres de la Post-Modernidad, testigos de la falta de educación de las conciencias propias y de las conciencias de nuestros hijos y de las próximas generaciones.

San Pablo afirma que la lucha de la fe, es la que nace de ella, de la relación vital con Cristo, aceptada desde nuestro bautismo y que tiene lugar en la fe, es decir, en la certeza de la victoria ya conseguida por Cristo mismo, y que también nosotros conseguiremos si permanecemos unidos a Cristo, esto debemos desear todos, esto deben desear los hijos y nietos, nuestros de hogares nuevos, las futuras generaciones.

Esta lucha espiritual consiste en defender la salud espiritual de las familias, de los hijos y de las próximas generaciones. La lucha espiritual de la familia de hoy, la vida espiritual de la familia se desarrolla y se cultiva por personas reales y concretísimas, que protegen cuando ven amenazada la integridad de su familia. Un papá, una mamá, un abuelo y una abuela son las personas reales, son como el Buen Pastor que protegen la vida espiritual y la integridad de sus familias. Los Padres y Abuelos son el buen pastor que defiende su rebaño de las garras de los lobos que habitan este mundo. Tal vez, esta es una época en que mamá y papá, los abuelos, tienen que defender con uñas y dientes a las ovejas de nuestro redil, la felicidad integridad de las familias, de los hijos.

Lucha y combate que debemos ganar, porque las ovejitas del redil de ustedes se lo agradecerán eternamente, porque todavía a ellos les queda toda una vida por recorrer, de pruebas y peligros que ustedes ya conocen, pero hoy todavía los tienen a ustedes, y se sienten como ovejas con un Pastor con rostro concreto: el tuyo, el nuestro.

Conclusión.

Frente a los ataques y cuestionamientos a la Iglesia católica sobre los valores y principios que ella abraza, los hogares nuevos debemos hacernos custodios y abogados de “principios no negociables”. No negociemos con las propuestas de nuestros políticos, con los proyectos de nuestros diputados y senadores, con los ataques de la cultura de la muerte. Los hogares nuevos debemos hacernos custodios y abogados de “principios no negociables”, traducidos en derechos fundamentados “sobre la ley natural inscrita en el corazón del hombre, presente en las diversas culturas y civilizaciones”, que son tan necesarios para una auténtica convivencia humana.

Benedicto XVI proponía, en su discurso a la Asamblea de las Naciones Unidas, en ocasión del 60º aniversario de la Declaración universal de los derechos del hombre, poner siempre a la persona humana en el centro de las instituciones, leyes y de la sociedad, respetando y promoviendo los derechos humanos, en su “universalidad, indivisibilidad e interdependencia” como “lenguaje común y sustrato ético de las relaciones internacionales”, así como “la estrategia más eficaz para eliminar las desigualdades entre países y grupos sociales”, incluso para combatir el terrorismo y aumentar la seguridad (cfr. Dr. Guzmán Carriquiry Lecour, Subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos de la Santa Sede. Vaticano, 15 de Agosto de 2008).

Naturalmente el hombre y la familia son importantes, sabemos que para Dios lo es. Estamos aquí convocados porque la familia es importante, dado que genera un futuro sano y prometedor.

La espiritualidad del Movimiento Hogares Nuevos es una fuente de luz creativa, que reorienta las metas del matrimonio y la familia. La espiritualidad de este Movimiento nos ofrece recorridos seguros para derrumbar las tristes situaciones que viven las familias de nuestra sociedad.

La espiritualidad de Hogares Nuevos nos enseña a reflexionar a diario sobre el ser y el hacer de la familia, es decir la misión de la familia, de cada familia en construir un mundo más esperanzado, más humano. Para esto, tenemos que generar que cada familia, vibre buscando vivir su vocación y misión en este mundo, como comunidad de vida y amor que busca ser una familia salvada y salvadora.

Les comparto un breve trozo de la Carta a Diogneto (una Obra de la apologética cristiana escrita en el siglo II, es un breve tratado dirigido a Diogneto, quien era pagano pero que defiende la fe de los primeros cristianos. Una pieza singular de nuestra literatura cristiana, y muy particular la postura de este hombre pagano que reconocía y estaba conmovido por el accionar de los cristianos en el mundo: “Lo que es el alma en el cuerpo, esto son los cristianos en el mundo” (VI.1, Funk 322).

El Evangelio de la Familia ha de resonar en el mundo como aquellas comunidades de los primeros cristianos y debe suscitar en nosotros “aquel asombro originario que, en la mañana de la creación, movió a Adán a exclamar ante Eva: ‘Es hueso de mis huesos y carne de mi carne’ (Gén 2,23)” (Grat. Sane 19). Es la realidad del matrimonio, patrimonio de la humanidad, que el Señor elevó a la altísima dignidad de sacramento, en la abundancia de su amor, se hace presente Cristo mismo, en el amor de los esposos.

Construyamos familias conscientes del papel social y político que como familia debemos desarrollar. Una familia consciente de su función en el mundo es una familia que constituye un bien para la humanidad, una familia que está llamada a ser corazón de la civilización del amor (Primer Enc. Mundial con las familias, en Roma, 1994).

Repetir con fuerza: Cada uno de nosotros a través de la experiencia conversional, de nuestro encuentro con Cristo, donde abrazamos al Cristo Vivo, más la perseverancia en Hogares Nuevos, poco a poco y dia a dia, vamos alimentando el espíritu, elevando nuestro espíritu, porque buscamos y encontramos la verdad que redime y libera (cfr. Concilio Vaticano II, Gratisiman Sane 19). Entonces, entreguemos lo mejor de nuestras energías y dones para trabajar por reconstruir el matrimonio y la familia en cada rincón de nuestra sociedad. Animemos la vida de fe de las familias, de los niños, adolescentes y jóvenes, animemos la vida de fe de nuestra sociedad.

Tras los pasos de Jesús

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