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ОглавлениеTras los pasos de Jesús
"Quien quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mt 16,24)
"Tras los pasos de Jesús", implica un seguimiento muy profundo al maestro. Seguir de cerca a Jesucristo, es el objetivo principal de nuestro ser cristiano. Seguir incesantemente a Cristo. El deseo de seguir a Jesús es lo que da dinamismo a toda nuestra vida y familia. Un seguimiento que implica una llamada que Jesús hace para que se le siga. Lo importante es tener en cuenta que
La llamada parte de la iniciativa de Jesús. La llamada al seguimiento parte siempre de una iniciativa de Jesús. Si alguno pretende seguir por propia iniciativa es invitado a tomar otro camino (cf. Mc 5,18-20). De este modo, Jesús podrá decir más tarde: "No me han elegido ustedes a mí, sino yo a ustedes" (Jn 15,16). Nadie se hace a sí mismo discípulo. Es Jesús el que hace discípulos. El hombre puede ponerse en camino tras de Jesús, sólo después que Él se ha puesto a caminar por los senderos del hombre. Seguir a Cristo, es experimentar que uno ha sido conquistado. Así lo experimentó Pablo y los discípulos de todos los tiempos: sentir la llamada al seguimiento es sentirse "escogido, alcanzado y ganado por el Señor Jesús" (Fil 3,8-12). Por esta misma razón, el seguimiento culmina con la transformación existencial que da lugar a un nuevo yo: "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (Gál. 2,20).
La llamada es demostración del amor gratuito de Jesús. "Antes que fueses formado, en el seno materno, yo te conocí; antes que salieses del seno de tu madre, yo te consagré y te hice profeta" (Jer 1,5). La misma "confesión" hace Isaías (cf. Is 49,1) y Pablo (cf. Gál 1,15-16). "Dios nos ha amado primero" (1Jn 4,10), por eso la llamada, fruto del amor del Señor hacia quien llama, por lo tanto no se basa en los méritos de éste, es un don gratuito. Jesús pasa, ama y llama a los que él quiere (cf. Mc 3,13), cuando él quiere y como él quiere, "no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su propósito y de la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eternos" (2Tim 1,9).
… La llamada es un acto imperativo, que respeta la libertad. La llamada es presentada siempre como una orden: "Vete", dirá el Señor a Abraham (cf. Gén 12,1), a Moisés (Ex 3,10), a Gedeón (cf. Jueces 6,14), a Amós (cf. Am 7,15), a Isaías (cf. Is 6,9). "Vengan", dirá Jesús a sus primeros discípulos (cf. Mc 1,17); "vengan y vean", dirá a los discípulos de Juan (cf. Jn 1,39); "sígueme", dirá a Mateo (cf. Mt 9,9).
La llamada siempre es para una misión determinada. Toda "llamada" es a servir y a la misión (cf. Rom 11,13; 12,17; 1Cor 3,5). "Ve 'dirá Yahvé a Moisés', yo te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto" (Ex 3,10); "Los haré pescadores de hombres" (Mc 1,17), dice Jesús a sus primeros discípulos. Es una llamada a dejarse implicar en el proceso de misión: "Me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia -dirá Pablo-, para que le anunciase entre los gentiles..." (Gál 1,15-16). La misión es componente esencial de la llamada.
La misión está en función de las familias, es ardua y urgente. La llamada coloca al servicio de los demás, en nuestro caso, como miembros de la Obra, de las familias. Cuando uno es llamado, no lo es simplemente para alcanzar una perfección individual. El discípulo es llamado para utilidad pública: "Han recibido gratis, gratis deben darlo" (Mt 10,8). Tampoco "se enciende una lámpara para ponerla debajo de la cama, sino para que alumbre a todos los de la casa" (Mt 5,15). "Yo los he destinado para que vayan y den fruto..." (Jn 15,16). El trabajo por las familias es urgente: "Abraham, Abraham" (Gén 22,11); "Moisés, Moisés" (Ex 3,4); "Samuel, Samuel" (1 Sam 3,10). Dios parece tener prisa. La misión a la que llama a Abraham, Moisés y Samuel es urgente. La misión urge, no hay tiempo que perder en preparativos que podrían luego entorpecer la misión. La misión lleva siempre un aspecto de incomodidad, de desgaste y de coraje. Las lágrimas son frecuentes en los inicios y también durante la misión misma. La alegría se conquista después, en el esfuerzo por adecuarse a los compromisos más duros de la misión (cf. Mt 10,16).
Por todo esto, debemos decir que seguir a Jesús, mueve a buscar en lo cotidiano la voluntad de Dios y obedecerle. Seguir a Jesús mueve al despojo hasta del propio "yo", imitándolo dado "que se rebajó, obedeciendo hasta la muerte" (Fil 2,8).
Seguir a Jesús, lleva a asumir, como una de las prioridades más importantes de la vida el espíritu de oración. Seguir a Jesús motiva a la vida comunitaria y fraterna, sin ella es imposible seguirlo. Seguir a Jesucristo, motiva para ser en las familias y en el mundo instrumentos de reconciliación, paz y esperanza. Seguir a Jesucristo, el enviado del Padre, nos mueve, en fin, a proclamar en el mundo el Evangelio a todas las familias. Seguir a Jesús es participar de la dinámica discípulos y misioneros.
El seguimiento más de cerca de Jesucristo, caminar tras sus huellas, inspira, orienta y motiva nuestra vida y justifica el contenido de nuestra acción evangelizadora. Si el "seguir" a Jesús es la sustancia del Evangelio, el seguimiento de Jesús es nuestra última razón de ser y de existir. Desde un profundo cristocentrismo, Hogares Nuevos evangeliza para que cada familia camine tras los pasos de Jesús. Es el único modo de garantizar una familia feliz, proyectada hacia la eternidad.
Oración para el inicio de la lectura y reflexión de estas páginas.
Señor Jesús,
Queremos caminar tras tus pasos,
Que nos dan seguridad en nuestro accionar,
Solidez en nuestras debilidades,
Serenidad en las tristezas,
Multiplicidad del gozo en nuestras alegrías.
Queremos seguirte siempre,
No permitas, con tu gracia, que abandonemos el camino,
Perderíamos el sentido de nuestra existencia,
Quedarían nuestras vidas sin rumbo.
Ayúdanos a no desmayar jamás en tu seguimiento,
Sabemos que la corona de la vida, está al final del camino.
Amén.