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Prefacio

En años recientes, he llegado a ver algo que quizás para muchos ha sido obvio hace mucho: Cuando discutimos de religión y de teología, en realidad estamos discutiendo sobre el tipo de mundo en el que queremos vivir.

A muchos de nosotros se nos enseñó que la religión y la teología no hacían sino revelar la verdad objetiva sobre cómo son las cosas. Por ejemplo, la religión nos dice cómo llegaron a existir las cosas, cuándo, y por qué. Nos dice quiénes son los buenos y quiénes los malos. Nos dice quién irá al infierno y quién al cielo. Define qué creencias son legítimas y cuáles son falsas.

Sin embargo, estoy llegando a ver que la religión trata sobre algo mucho más profundo, mucho más práctico, mucho más subversivo, e incluso peligroso. La religión es crear el mundo que habitaremos nosotros, nosotras, y las futuras generaciones.

Si quieres un mundo donde los hombres están al mando y las mujeres no, la religión puede ayudarte a conseguirlo. Si quieres un mundo donde las personas blancas se dan un banquete y donde las personas no blancas suplican por sobras, la religión puede ayudarte a hacerlo. Si quieres un mundo donde se te permita destruir, digamos, una montaña que tardó millones de años en formarse, para cortar sus árboles por dinero y luego extraer el carbón para obtener más dinero, y luego hacer fracking con el sustrato restante para obtener aún más dinero… la religión puede ayudarte a conseguir lo que quieres.

Eso explica por qué muchas personas están hartas del complejo industrial teológico: ha ayudado a ciertas personas a crear un mundo que está dañando a otra gente y al planeta.

También me ayuda a entender por qué las personas se enojan tanto, hasta llegar a la violencia, por argumentos religiosos: se dan cuenta de que tales no son simples abstracciones, teorías o conversaciones sobre temas esotéricos. No, son debates con consecuencias políticas, económicas y personales: debates que afectan nuestras vidas, y no solo las nuestras, sino también las de nuestros vecinos. Y va más allá de nosotros y de nuestros vecinos, estos debates moldearán la vida de nuestros hijos y nietos durante generaciones en el futuro.

Pero he aquí lo que pocos entienden: así como la religión y la teología pueden usarse para dañar, también pueden usarse para sanar. Si quieres un mundo donde hombres y mujeres sean iguales y copartícipes; o un mundo donde todas las personas de todas las etnias sean iguales en valor, no a pesar de sus diferencias, sino gracias a ellas; o un mundo donde las montañas, los arrecifes de coral y el clima de la tierra tengan un valor intrínseco que trascienda el dinero, la religión y la teología te pueden ayudar.

Sí, la mala religión puede dañarte (de verdad). Pero la buena religión puede ayudarte (también de verdad), incluso salvar tu vida y nuestro futuro, en especial cuando la mala religión dirige el espectáculo, como ahora.

La vida del Fr. Richard Rohr ha estado dedicada a la articulación, defensa y encarnación de la buena religión y la buena teología; una teología que nos puede ayudar a crear un futuro mejor. Y, de todos los libros de Richard, este se siente de una importancia especial en este sentido.

Cuando voltees las páginas para sumergirte de lleno en los capítulos de este libro, serás invitado a ver la fe cristiana de un modo radicalmente nuevo y fresco. Serás desafiada a ver de manera diferente los credos, la Eucaristía y las doctrinas de la Encarnación, Resurrección y Expiación.

Aún más importante: serás invitado a mirar de manera diferente la vida, el universo y el cosmos a través de todos los tiempos, y el hacerlo te llevará a mirar diferente a tu propio perro, gato, pez o jardín.

Bien podrías desear que Richard te lleve por un proceso simple, lineal, paso a paso, hasta llegar allí, como cuando sigues una receta o un conjunto de instrucciones que vienen con los muebles que “requieren un poquito de ensamblaje”. Pero no creo que ese sea el modo en que suceden este tipo de transformaciones. Lo que hace Richard es más parecido a lo que hizo Jesús cuando habló en parábolas: te lleva a ver desde un ángulo, luego retrocede y te lleva a verlo desde otro ángulo, y luego desde otro, y luego desde otro, hasta que comienza a surgir en ti una forma de ver completamente nueva.

Este proceso puede llegar a resultarte frustrante, placentero, o un poco de ambos. La introspección puede sucederte lenta y gradualmente, o puede golpearte de repente, en un momento clave. Incluso al principio puede desilusionarte y solo tener sentido mucho después de que hayas terminado el libro.

Pero si eres como yo, y como una buena parte de nosotros y nosotras, no importa la manera en la que las nuevas percepciones lleguen; una vez que lo veas, serás incapaz de no verlo, y cambiará el modo en que ves todas las cosas.

De eso se trata la mejor religión y la mejor teología. Si ves con nuevos ojos, nuevas y mejores cosas se vuelven posibles.

—Brian D. McLaren

El Cristo universal

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