Читать книгу Reflexiones sobre vivir en compasión - Robert Gonzales - Страница 9
ОглавлениеCOMPASIÓN Y AUTOCOMPASIÓN
La compasión es la conciencia espaciosa, acogedora y sin juicio del corazón. Cuando la descubrimos y nos abrimos a esta cualidad de ser, vivimos la compasión.
Acoger la reactividad
Aceptar cualquier reactividad que experimentemos sin convertirla en un enemigo es un cambio radical. En vez de decir: “Tengo que superar esto, librarme de esto” o “debo sanar esto”, nos acercamos a nuestra reactividad y la vemos como nuestra fuerza vital expresándose, diciendo: “Mírame, permíteme ser”. Nuestra liberación, nuestra libertad está en atender nuestros mayores miedos con presencia y dándoles permiso para existir. La autocompasión consiste en llevar la atención hacia aquello que percibimos como el bloqueo en nuestra vida.
La presión interna se libera
La forma de pensar que nos aleja de la vida genera una presión interna, emocional y física. Aceptar nuestros pensamientos es permitir nuestra experiencia, lo cual abre espacio para que la energía vital retenida se despliegue y se libere.
Los momentos en los que juzgo siempre me instan a abrir espacio a la compasión en mi interior.
Las necesidades, satisfechas o insatisfechas, desencadenan emociones y pensamientos que, si procedemos con habilidad y cuidado, pueden llevarnos a identificar la bella energía vital que se manifiesta en nuestra conciencia en forma de necesidad, y a conectar con ella.
Las causas del sufrimiento
Es muy fácil quedarse atrapado en una especie de vórtice de desconexión, una espiral de sufrimiento. Mi sufrimiento no lo causa lo que observo, veo o escucho. Mi sufrimiento lo causa mi respuesta interior a cualquier estímulo. Y lo que hago después con ella. Hay dos capas de reactividad. Una es la que llamamos nuestros juicios, nuestros miedos, nuestra historia, pero la capa más sutil es la resistencia que tenemos a nuestros propios pensamientos y sentimientos reactivos.
Autoconsciencia
La autocompasión tiene una cualidad espaciosa. Ser simplemente conscientes conlleva un permitir, de modo que, si sentimos dolor o temor y podemos abrirnos al espacio de nuestra propia presencia, permitimos que esa parte nuestra herida pueda relajarse lo suficiente como para expresarse y ser acogida por nuestra profunda vida interior.
Aceptación
Puede que haya una parte de ti que quiere que cambies de alguna manera, que no está a gusto con cómo eres; pero mi esperanza es que puedas darte cuenta de que puedes aceptar de forma compasiva esa parte en vez de intentar cambiarla. Esa parte de ti no es más que un anhelo, el deseo de ser simplemente lo que eres, de ser amado por ser quien eres sin pensar que tienes que ser o hacer nada.
Ternura
En el corazón de la autocompasión está el anhelo de ternura. Todos deseamos conectar con esta parte nuestra inocente y tierna. Lo que afrontamos en el mundo, la mayor parte del tiempo, es algo diferente de la ternura y la inocencia. Hay algo que es rígido y no está vivo, o no satisface nuestras necesidades. No es la cualidad que tanto anhelamos en nuestro corazón.
Aceptación incondicional
Paradójicamente, cuando de verdad sentimos que nos aceptan y nos aman por quienes somos, la sanación y el crecimiento surgen de manera natural. Esto no ocurre porque hayamos intentado sanar y crecer, sino porque la autoaceptación incondicional permite que emerja un flujo natural de esta energía viva, de nuestra esencia.
Cuando somos capaces de descansar y habitar en la belleza y la calidez de la aceptación y la confianza incondicionales, no buscamos algo en el exterior para mejorar nuestro bienestar interno. Sólo actuamos para dar y para crear lugares de encuentro en nuestras interacciones. En mis propios momentos de desconexión me doy cuenta de lo presentes que están las reacciones y formas de pensar que alienan de la vida, de lo generalizados y automáticos que son esos pensamientos. Cada momento de desconexión es una llamada a la aceptación.
El espacio compasivo libera el sufrimiento
Cuando simplemente estamos con el bloqueo sin intentar resolverlo, esto en sí mismo crea espaciosidad*. El nudo de nuestra experiencia que intentamos superar quiere espacio, más que cualquier otra cosa. Quiere ser, quiere abrirse y quiere fluir. No quiere ser manipulado, superado ni resuelto. Ni siquiera quiere recibir “empatía” si es con el objetivo de que se transforme en algo diferente. Cuando el nudo de nuestro sufrimiento interno está en presencia de ese espacio de compasión, la valiosa vida que lo habita se libera de la atadura de la opresión.