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ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Por otra parte te pregunto seriamente si para mi psicología que lleva tras la consciencia es lícito usar el nombre de metapsicología.
Carta a Wilhelm Fliess, del 10 de marzo de 1898
En 1915, Freud emprende la tarea de —según sus propias palabras— “aclarar y profundizar las hipótesis teóricas que podrían ponerse en la base de un sistema psicoanalítico”.1 Para ello, iniciará la labor de escribir, entre marzo y agosto de ese mismo año, una serie de doce artículos referidos a un conjunto de temas que determinarán la estructura misma del cuerpo psicoanalítico. Ese mismo año, se publican tres de los doce escritos de Freud (Pulsiones y destinos de pulsión; La Represión; Lo Inconsciente). En 1917 fueron publicados dos artículos más (Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños y Duelo y melancolía) los cuales serán los últimos conocidos de esta serie por los lectores de la época. Respecto de los otros siete artículos, nunca salieron a la luz pública (a excepción del texto sobre la Sinopsis de las neurosis de transferencia, descubierto en 1985 por Ilse Grubrich-Simitis) llevando a especular que estos fueron destruidos por el propio Freud. En la introducción a la recopilación de textos metapsicológicos, que lleva por título Trabajos sobre metapsicología, James Strachey señala tener conocimiento de los temas trabajados en cinco de esos siete artículos: la conciencia, la angustia, la histeria de conversión, la neurosis obsesiva y el ya mencionado acerca de las neurosis de transferencia en general; y menciona que posiblemente la sublimación y la proyección habrían sido los temas principales de los otros dos artículos no especificados.2
Pese a que el plan original no pudo ser materializado en su totalidad, los textos que sí fueron publicados permitieron sentar las bases (ya avanzadas en El proyecto de psicología para neurólogos y La interpretación de los sueños), a través de modelos conceptuales, sobre los cuales podía descansar el psicoanálisis (al menos hasta la primera tópica). El esfuerzo de Freud, plasmado en el desarrollo de esta “criatura ideal de mis desvelos”,3 es decir de su metapsicología entendida como superación de la psicología, como un más allá de la psicología, como psicología de lo inconsciente, o como dirá Assoun, el núcleo teórico del psicoanálisis,4 no puede obviar el hecho que en el origen, la metapsicología está estrechamente vinculada a la metafísica. Assoun plantea que ella (la metapsicología), podría ser vista como una especie de “hijo bastardo de la metafísica y de la psicología”.5 Por cierto, para Freud, este vínculo se establece al modo de una superación. Para el primer psicoanalista, la metapsicología no es sólo superación de la psicología, es también y necesariamente una superación de la metafísica.
Creo, de hecho, que buena parte de la concepción mitológica del mundo, que penetra hasta en las religiones más modernas, no es otra cosa que psicología proyectada al mundo exterior. El oscuro discernimiento (una percepción endopsíquica, por así decir) de factores psíquicos y constelaciones de lo inconciente se espeja -es difícil decirlo de otro modo, hay que ayudarse aquí con la analogía que la paranoia ofrece en la construcción de una realidad suprasensible que la ciencia debe volver a mudar en psicología de lo inconsciente. Podría osarse resolver de esta manera los mitos del paraíso y del pecado original, de Dios, del bien y el mal, de la inmortalidad, y otros similares: trasponer la metafísica a metapsicología.6
La necesidad de Freud de cimentar su psicología sobre la base de la observación y la clínica (es decir, sobre fundamentos científicos), lo conducen rápidamente a tomar distancia del ámbito meramente especulativo (pese a su temprano interés por asuntos de filosofía, asistiendo por ejemplo a los cursos de Brentano sobre Aristóteles). No obstante, estas aprehensiones hacia lo especulativo7 comienzan a perder fuerza hacia el final de su obra. Si en 1901, cuando debuta el término metapsicología en la obra de Freud, aquel hace referencia principalmente a una psicología de lo inconsciente, en 1937, en uno de sus últimos trabajos, el término apunta más bien a una especulación necesaria sin la cual no se puede avanzar en los caminos que permitirían despejar la relación de la pulsión al yo. Reticencia.
[…], queremos significar otra cosa, que en términos aproximados se puede designar como el «domeñamiento» de la pulsión: esto quiere decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, es asequible a toda clase de influjos por las otras aspiraciones que hay en el interior del yo, y ya no sigue más su camino propio hacia la satisfacción. Si se pregunta por qué derroteros y con qué medios acontece ello, no es fácil responder. Uno no puede menos que decirse: «Entonces es preciso que intervenga la bruja».” La bruja metapsicología, quiere decir. Sin un especular y un teorizar metapsicológicos —a punto estuve de decir: fantasear— no se da aquí un solo paso adelante. Por desgracia, los informes de la bruja tampoco esta vez son muy claros ni muy detallados. Tenemos sólo un punto de apoyo —si bien inestimable—: la oposición entre proceso primario y secundario, y a este he de remitir aquí.8
Si en un primer momento del desarrollo del psicoanálisis, el proyecto de una serie metapsicológica se vuelve necesario para dar consistencia conceptual y teórica a la observación clínica, en un segundo momento, el conjunto de nuevas elaboraciones que emergerán alrededor de 1920 (lo que se conoce como “el giro freudiano”) y que significará, entre otras cosas, repensar el papel de las pulsiones al interior del aparato anímico (en particular la incorporación de la noción de pulsión de muerte), el rol de la compulsión a la repetición y la reorganización de lo traumático, y las insuficiencias del yo de la primera tópica (que llevan a Freud a postular una segunda tópica), implican repensar la tarea de organizar una serie de escritos en torno a una metapsicología. La sistematización conceptual que había pensado Freud en torno a sus doce textos metapsicológicos a mediados de la década de 1910 se veía entonces cuestionada a causa de los nuevos descubrimientos teóricos y de las dificultades que presentaba la clínica. Freud siempre se cuidó de no abandonar el terreno clínico y de no construir teorías que no estuvieran sostenidas en la observación, tomando así distancia del terreno especulativo.
Así, la propuesta de una pulsión de muerte (1920) que lleva a una reorganización del punto de vista económico y la aparición de la segunda tópica (1923), entre otros aportes, terminarán por hacer desistir a Freud, del proyecto de una metapsicología. Dos intentos de sistematización a partir de la idea de modelos habían sido propuestos con anterioridad a este proyecto (en El proyecto de psicología para neurólogos de 1895 y en el capítulo VII de La interpretación de los sueños de 1900-1901). Por el contrario, este tercer intento (los textos de la metapsicología), no vio la luz más que de modo fragmentario. Como sabemos, Freud renuncia finalmente a publicar una metapsicología. Así lo expresa a Lou Andrea Salome el 2 de abril de 1919:
¿Dónde está mi Metapsicología? En primer lugar, no ha sido escrita aún. No me es posible elaborar el material de manera sistemática; la índole fragmentaria de mis observaciones y el carácter esporádico de mis ideas no lo permitirían. Sin embargo, si vivo diez años más, puedo seguir trabajando durante todo ese tiempo, no me muero de hambre, no soy asesinado, no quedo demasiado sumergido por la desdicha de mi familia o de quienes me rodean —y es pedir que se den muchas condiciones—, entonces prometo hacer ulteriores contribuciones a ella. En esta línea, una primera estará contenida en mi ensayo “Más allá del principio de placer”.9
Durante el tiempo comprendido (desde El proyecto…, hasta los Trabajos sobre metapsicología, pasando por La interpretación de los sueños) el problema, de orden epistemológico, que intentó resolver Freud no es sino el mismo: como dice Lutereau (2010) “formalizar el factor cuantitativo”.10 Las dificultades de Freud en poder definir el terreno de acción de la pulsión y las relaciones de esta con la representación vienen a evidenciar la complejidad de dicha formalización. De esta forma, el proyecto de un compendio de metapsicología que pudiese incorporar el conjunto de su obra (al menos la primera y la segunda tópicas) se vuelve una tarea imposible para Freud. En este sentido, con los aportes contemporáneos a la teoría del psicoanálisis ¿se puede pensar en una nueva metapsicología?, ¿qué otros conceptos podrían estar incluidos en esta nueva metapsicología? O quizás, ¿por qué no desistir de la tarea de una metapsicología tal como lo expresa Lacan?
Los textos que componen esta obra tienen como origen un conjunto de ocho jornadas que se realizaron durante los meses de agosto a noviembre de 2015 en la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar, organizadas por el área clínica de la carrera de Psicología y cuyo nombre fue “Jornadas de Metapsicología Freudiana”. El libro no retoma el orden ni la integralidad de las ponencias presentadas en aquellas jornadas. El orden del texto está referido a cuatro ejes que corresponden a las cuatro partes de la obra:
• Pulsión e Inconsciente como elementos centrales de la metapsicología.
• Las relaciones entre historicidad, filogenia y temporalidad metapsicológica.
• La metapsicología en sus relaciones a la clínica psicoanalítica.
• Propuestas de superación de la metapsicología freudiana.
Así, en la primera parte, Cattaneo abre la recopilación trabajando el concepto de pulsión, noción fundamental para la metapsicología e insistiendo sobre el carácter transgresor, de artificio, de “montaje” dirá Lacan, de toda sexualidad humana, superando así toda visión psicológica y biológica de aquella, en la cual siguen inmersos muchos discursos científicos actuales. En un segundo tiempo, explorando el espacio de trabajo de la pulsión, el autor pone en tensión el discurso de la psiquiatría y la necesidad de construcción de un concepto como el de instinto frente al discurso psicoanalítico, para finalmente persistir en el hecho que la pulsión es una insistencia perturbadora que atraviesa y constituye a la subjetividad satisfaciéndose sólo por su recorrido, su tensión es un lazo y su meta el retorno en circuito, sin nunca alcanzar una totalización biológica.
El texto de Bornhauser, atravesado por el análisis filológico, propone que la metapsicología deviene tal no tanto por proponer un nuevo topos, un más allá de la psicología (más allá de la consciencia), sino principalmente porque ella pone de relieve y permite el despliegue de una diferencia no domeñable de la pulsión, en sus relaciones a la lengua. Así, partiendo de la búsqueda y sentido de los primeros registros freudianos del término metapsicología hasta un interesante examen del vocablo alemán Trieb, Bornhauser nos muestra cómo la metapsicología no podría ser pensada sin el estudio de la pulsión.
Por su parte, Manuel Coloma se propone acceder a la metapsicología abordándola desde los aportes realizados en los trabajos de Victor Tausk a la noción de inconsciente freudiano en relación al lenguaje; en particular, desde su abordaje de la esquizofrenia, que permite esclarecer el modo de trabajo de los procesos primarios y secundarios, y el problema de las representaciones-cosa y representaciones-palabra, tanto en la neurosis como en la esquizofrenia. Para ello, un singular eje atraviesa implícitamente todo el trabajo del autor: el triángulo intelectual-afectivo Freud- Lou Salomé-Tausk, mostrando la influencia de este último en el texto “Lo inconsciente” de 1915 de Freud, uno de los ejes de su metapsicología.
El texto del psicoanalista Rolando Karothy aborda el tema de la metapsicología partiendo del vocablo griego que le da origen: la μετὰ φισικα, y un comentario de Ferenczi al respecto, del cual tomará distancia. Para el autor el psicoanálisis se ocupa del Otro, de la relación al semejante y del objeto sexual, en una tarea cuyo eje articulador no es otro que el inconsciente. Mostrando el valor que tienen las diferentes épocas de la enseñanza de Lacan para la comprensión del inconsciente, el autor nos conduce a una interesante reflexión en torno a la estrecha relación entre goce y palabra, insistiendo en que en el último tramo de la enseñanza de éste, pensar la comunicación no tenía tanto una exigencia ética o técnica sino una perspectiva metapsicológica, en la que sólo existe el monólogo. De esta forma, la interpretación en análisis, ese espacio autístico de a dos, podría poner límite al monólogo autístico de l’apparole.
El trabajo de Lorena Souyris se inscribe en las relaciones de la metapsicología con la pulsión de muerte. Para ello, la autora penetra en la complejidad de lo ominoso, ocupándose de aquello “no-yo” que, repudiado por el yo, vuelve al yo como doble a través de la experiencia de la creación en la obra de arte. Pulsión de muerte y experiencia de despersonalización que muestran al deseo como ese resto, esa pérdida que es plasmada en la representación estética. Tomando algunas referencias freudianas y articulándolas a los trabajos de Bataille, Souyris se interroga acerca de la estética y el erotismo, en razón de sus lazos a la pulsión destructiva, afirmando que la actividad erótica no se reduce a la reproducción sino al ejercicio de transgresión que le liga a la muerte.
En la segunda parte, el texto de Cornejo trae a presencia el problema del tiempo en psicoanálisis. En el seno de la disciplina creada por Freud, ya no es posible hablar de tiempo, sino de temporalidad psíquica en la medida en que el tiempo es un dato de la consciencia mientras la temporalidad psíquica (o atemporalidad/Zeitlos como la llamaba Freud), gobernada por los procesos inconscientes, da cuenta de una insistencia de las mociones de deseo cuya estructura se expresa a través del concepto temporal de Nachtraglichkeit. Si bien Freud nunca postuló explícitamente una teoría del tiempo o de una temporalidad inconsciente, el autor intenta rastrear los textos que permitan dar luces acerca de la posición freudiana frente a la temporalidad psíquica.
El texto de Mauro Vallejo inicia recorrido subrayando el carácter de fallido de la metapsicología (Freud abandonó el proyecto de publicar un libro con varios de los textos que había escrito y que había pensado inicialmente como el edificio conceptual sobre el cual se sostendría el psicoanálisis), sosteniendo que en gran medida las dificultades para llevar a buen puerto el proyecto metapsicológico radicaron en que dos de sus componentes siempre fueron y han sido aún en la actualidad, un obstáculo en la interpretación freudiana: la filogenia y lo real. Realizando un recorrido de la etapa pre-analítica (correspondencia con Fliess), Vallejo pone en tensión el concepto de temporalidad en sus relaciones a la filogenia y la ontogenia, mostrando cómo la búsqueda de “lo real” traumático en el sujeto fue un problema frente al cual Freud nunca cedió terreno.
Silvana Vetö nos presenta uno de los textos perdidos de la metapsicología freudiana: Sinopsis de las neurosis de transferencia (recuperado en 1983 por Ilse Grubrich-Simitis) con el objetivo de discutir a la historiografía y ciertas corrientes postfreudianas que han tendido a ocultar la “hibridación”, tal como la denomina la autora, entre el psicoanálisis y la biología. Vetö destaca una afirmación de Ritvo, para quien estos textos desechados por Freud (El Proyecto…, los escritos metapsicológicos que no vieron la luz), en su carácter de restos, permitirían demostrar que las especulaciones o incluso los errores, tienen un lugar fundamental en el proceso de construcción de su pensamiento. En este sentido, Vetö muestra cómo la tesis filogenética expuesta en este documento extraviado, aún con el componente de especulación resaltado por el propio Freud, es una idea que no abandona jamás la pluma del creador del psicoanálisis, estando presente hasta en su última obra.
La tercera parte de la obra, centrada en una reflexión que toma a la clínica psicoanalítica como eje, Délano nos introduce en el problema del juego infantil en sus relaciones a lo inconsciente. Para ello, nos ofrece un recorrido que va desde la clasificación de juegos en Roger Callois, pasando por el trabajo de Freud en torno al juego, hasta la presentación de un caso clínico. Esta puesta en escena de los personajes por parte del niño, similar a la posición de espectador de un adulto frente a la obra de teatro, no sólo movilizaría un goce inconsciente que explicaría el carácter repetitivo de esta actividad en el niño, sino que al mismo tiempo le posibilita situarse en otro lugar, crear una nueva realidad que le permite elaborar el displacer de la ausencia materna.
Belén Valdés se toma del concepto de lo traumático en sus relaciones a Freud y Ferenczi, para comenzar una reflexión que la llevará a compartir y analizar algunos casos clínicos en los cuales se revela la complejidad de escuchar y trabajar en torno a lo traumático, proponiendo la posibilidad de construir un velo que permita soportar y hacer existir al sujeto más acá y más allá del trauma.
Por su parte, Miriam Pardo nos presenta un detallado examen del concepto de pulsión en Freud, partiendo de Pulsiones y destinos de Pulsión, pero también haciendo referencia a otros textos, como Tres ensayos de teoría sexual y Más allá del principio del placer, en un esfuerzo por establecer una reflexión, incluyendo la presentación de un caso clínico, acerca del papel del juego y su vínculo a la pulsión de muerte, la compulsión de repetición y al lugar vacío dejado por el objeto perdido.
La cuarta parte y final del libro, consagrada a las propuestas que intentan pensar la metapsicología y sus limitaciones, abre con el texto de Miguel Reyes quien, partiendo de la pregunta de por qué Lacan no utilizó con regularidad el término metapsicología en su enseñanza, realiza un recorrido histórico y epistemológico mostrando la necesidad freudiana de elaborar una metapsicología, estableciendo una diferencia entre la “actividad metapsicológica” y los “trabajos metapsicológicos”, para luego dar paso a una reflexión que revela el carácter renovador del saber lacaniano y en qué medida, permaneciendo fiel a la enseñanza freudiana, toma distancia de su metapsicología.
Por su parte, Fernando Valenzuela, situándose desde el estudio de nuevas formas de interacción en contextos de salud, se propone trabajar en torno a la posibilidad de comprensión del fenómeno de la eficacia simbólica en Lévi-Strauss a la luz de la metapsicología freudiana, observando en esta última un modelo eco-sistémico que abriría las puertas a un trabajo interdisciplinario, posibilitando modos de acoplamiento estructural entre los sistemas psíquicos y otros sistemas (fisiológicos, culturales y sociales).
A más de cien años de la publicación de los primeros escritos dedicados a lo que Freud denomina su “bruja metapsicológica”, la reunión de estos trece textos demuestra que ella sigue muy viva y a la espera de nuevas discusiones en torno a su legado.
Rodrigo Cornejo