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ОглавлениеMétodos cualitativos de investigación social
OBJETIVO GENERAL DEL CAPÍTULO
• Presentar los principales elementos históricos y epistémicos que permitan comprender al lector las grandes corrientes que confluyen en la constitución de los métodos de investigación cualitativos.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS DEL CAPÍTULO
• Identificar las características históricas de las diversas modalidades de investigación cualitativa.
• Reconocer la existencia de distintas tradiciones epistémicas y su contribución a la metodología cualitativa en relación con:
- ¿Cómo se concibe la naturaleza del conocimiento y la realidad?
- ¿Cómo se concibe la naturaleza de las relaciones entre investigador y conocimiento generado?
- ¿Cómo se genera la información por parte del investigador?
HACE YA MÁS de veinte años, Taylor y Bogdan (1992: 15), en un libro que se ha convertido en un clásico de lectura obligada para el estudiante e investigador iniciado en métodos y técnicas cualitativas, indicaban: “El término metodología designa el modo en que enfocamos los problemas y buscamos las respuestas. En las ciencias sociales se aplica a la manera de realizar la investigación. Nuestros supuestos, intereses y propósitos nos llevan a elegir una u otra metodología. Reducidos a sus rasgos esenciales, los debates sobre metodología tratan sobre supuestos y propósitos, sobre teoría y perspectiva”. Con esta definición, los autores distinguían una de las características más significativas de los métodos cualitativos: la capacidad que tienen para abordar áreas de interés y enfocarlas de forma problematizada, con el objeto que se busque una solución acorde.
En forma concordante, Pérez (2001) ha indicado que por método es posible entender un conjunto de operaciones y actividades, las que se encuentran al interior de un proceso preestablecido, y que se relacionan de una manera sistemática con el objeto de conocer y actuar sobre ciertos fenómenos sociales de interés. Por técnica, mientras tanto, esta autora entiende el conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o arte. Con ello queda caracterizada la forma y el hacer de una determinada disciplina o conjunto de ellas. Este texto justamente pretende realizar una descripción pormenorizada de las técnicas cualitativas de investigación social más comúnmente utilizadas por las ciencias sociales.
1.1. Breve explicación de su devenir histórico
Como lo indican Denzin y Lincoln (1998), los estudios cualitativos pueden ser entendidos como una compleja e interconectada familia de términos, conceptos y supuestos, los cuales incluyen sinnúmero de metodologías y prácticas investigativas que adquieren unidad en el trabajo de campo. Bajo su alero, es posible encontrar tradiciones tan dispares como el positivismo, la hermenéutica y el constructivismo, los que son utilizados como perspectivas de investigación, dando sentido y orientación a las técnicas utilizadas.
En este sentido, entender y comprender las técnicas cualitativas de investigación social, supone poner en perspectiva su propia condición y trasfondo histórico. De acuerdo a algunos autores (Denzin y Lincoln, 1998; Vidich y Lyman, 1998), los estudios cualitativos operan bajo un campo histórico de complejidad que incluye cinco momentos destacables desde su consolidación académica. Ellos describen un primer momento que denominan tradicional (1900-1950), una edad de oro modernista (1950-1970), otra etapa de géneros velados (1970-1986), una cierta crisis de representación (1986-1990) y tiempos presentes que denominan posmodernos (1990 al presente).
Estando o no de acuerdo con tal nomenclatura, quizá sea bueno dar cuenta del interés por comprender lo social bajo presupuestos cualitativos, desde tradiciones genéricas y no necesariamente disciplinarias, lo que podría ser considerado su prehistoria. Siguiendo a Vallés (2000), el origen de la dicotomía cualitativo/cuantitativo en el estudio y comprensión de fenómenos sociales se remontaría incluso a los griegos antiguos. Los escritos de Platón y Aristóteles pueden ser vistos como los primeros representantes de posturas epistemológicas procuantitativas y procualitativas, respectivamente. Esta dicotomía, que permite entender fenómenos y procesos sociales, éticos, morales, etcétera, permanecerá durante toda la antigüedad hasta entrada la Edad Media. Será con el transcurrir de la Edad Media, específicamente entre los siglos XII al XIV, que se producirá un tránsito hacia formas matematizables de comprender y explicar el mundo de la experiencia, al aceptar, por ejemplo, la existencia del cero y del vacío.
Es en este devenir histórico que aumenta la diferenciación de la ciencia como sistema social, distinguiéndose los aportes de destacados intelectuales como Galileo y Newton. Con sus postulados se indica la diferencia según la cual, la información de las formas especializadas de conocimiento fisico-naturales y las filosófico-sociales no se recogen, sino que son expresión de los instrumentos diseñados para tales efectos. En este contexto, la obra de Descartes (1596-1659), al declamar la importancia de las matemáticas y la objetividad en la búsqueda de la verdad, puede ser entendida como un reforzamiento de los postulados filosóficos cuantitativistas (Vallés, 2000).
A partir de los postulados de Kant (1724-1804) se observa una ruptura progresiva con el objetivismo cartesiano y un desplazamiento hacia un modelo de conocimiento basado en el entendimiento humano, poniendo como foco de atención la comprensión y la interpretación. En este proceso contribuye igualmente el trabajo de Dilthey (1833-1911), al realizar la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. Las ciencias del espíritu o humanas tienen como objeto de estudio la conciencia, como algo que es posible conocer por medio de la comprensión (Verstehen), la cual se opone al término más antiguo de explicación (Erklärung). Se entiende que las ciencias del espíritu dan cuenta de las experiencias vividas por los individuos (Erlebnis) y que intentan relacionarlas con su contexto sociohistórico y cultural.
Haciendo un tránsito hacia procesos de diferenciación social y emergencia de las disciplinas sociales, encontramos la institucionalización de la matematización en el quehacer investigativo. Destacan en esta dirección autores como Comte (1798-1857), fundador del enfoque lógicoanalítico en la explicación de los fenómenos sociales, y Durkheim (1858-1917), iniciador de las explicaciones funcionalistas. Durkheim (2003: 27 y ss.) presenta las implicancias de sus constataciones, al indicar las características de un fenómeno social: “En toda sociedad existe un grupo determinado de fenómenos que se distinguen claramente de los que estudian las otras ciencias de la naturaleza... [se trata de] mi tarea de hermano, esposo o ciudadano, cuando respondo a los compromisos que he contraído, realizo deberes que están definidos, fuera de mí y de mis actos, en el derecho y en las costumbres... He aquí, entonces, un orden de hechos que presentan características muy especiales: son modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se imponen sobre él... [de modo que] adquieren de esta manera un cuerpo, una forma sensible que les es propia y constituyen una realidad sui géneris, muy distinta de los hechos individuales que la manifiestan” y del método que se debe seguir. Nos dice que “la primera regla y la más fundamental consiste en considerar los hechos sociales como cosas” (ibid., pág. 37),... [por lo cual] “es necesario desechar sistemáticamente todas las prenociones... por lo menos, si alguna vez la necesidad le obliga a recurrir a ellas, que lo haga teniendo conciencia de su escaso valor, a fin de no hacerles desempeñar en la doctrina un papel que no merecen” (ibid., 50).
En tales postulados se observa una preocupación evidente por categorizar los fenómenos de interés sociológico hasta denominarlos como cosas, y darles la propiedad de ser externas al individuo. Recordemos que este autor señala que los fenómenos sociales pueden ser entendidos como “cosas” de un orden distinto a los de la conciencia; en definitiva, constituidores de una realidad sui géneris. Del mismo modo, es una característica común el interés primordial por tratar con datos cuantificables y determinables, mediante la utilización de cuestionarios, inventarios, estudios demográficos; es decir, que produzca información susceptible de ser analizada estadísticamente.
Un elemento destacable, dentro de este recorrido histórico, lo conforman la serie de estudios culturales realizados a partir de mediados del siglo XIX, por misioneros, colonizadores y antropólogos, interesados en conocer las formas y costumbres de sociedades diversas y diferentes a las occidentales, tanto de América como en África, Asia y Oceanía. El método utilizado en estos estudios incluyó, desde un comienzo, la etnografía y el interés por “conocer” distintos atributos sociales o instituciones como la economía y sistemas de intercambio, las creencias religiosas y el trato con lo trascendente, el parentesco y los vínculos familiares, la magia y la sanación, el uso y distribución del poder, entre otras. Para ello fue necesario “vivir” por largas temporadas con los pueblos que eran de interés, aprendiendo su lenguaje y sus costumbres por medio de relatos orales y observaciones de primera mano, proceso de investigación que hoy conocemos como ligado al trabajo de campo, pero que se diferencian sustantivamente en condiciones de fondo —disciplinares— y de forma —tiempo destinado, utilización de diversas técnicas, etcétera. Ello marcó una impronta definitiva y diferenciadora en los métodos y técnicas cualitativas de investigación y generación de información social que perdura hasta ahora. Destacan aquí los trabajos de Franz Boas (1858-1942) sobre los kwakiutl y el de Bronislaw Malinowski (1884-1942) entre los trobriandeses.
Para Franz Boas, la tarea específica del etnógrafo consistía en investigar las tribus “primitivas” que carecían de historia escrita, descubrir los restos prehistóricos y estudiar los tipos humanos que habitan y habían habitado el mundo. Dicha investigación implicaba la descripción de las formas y funciones del cuerpo, así como las manifestaciones de la vida mental. El estudio del lenguaje constituía una parte fundamental de su antropología, no sólo porque él proporcionaba un más completo acceso a las respectivas culturas, sino también porque las formas y categorías gramaticales aparecen, para este investigador, como inconscientes para sus hablantes, por lo que proporcionaban al cientista social un mapa de la “organización básica del intelecto humano”.
Siguiendo con el recorrido histórico que estamos planteando en torno a los métodos cualitativos, debemos mencionar la serie de estudios, investigaciones y publicaciones que se llevaron a cabo en la Universidad de Chicago hasta los años cincuenta del siglo pasado. El interés de esta escuela por el desarrollo, utilización y difusión de métodos y técnicas cualitativas, quedó de manifiesto en los procedimientos utilizados para abordar diversos fenómenos sociales, como los problemas de integración racial, guetos y áreas naturales urbanas, pandillas y organizaciones e instituciones.
Este período incluye el trabajo llevado a cabo por Bronislaw Malinowski, de quien sus etnografías gozaron desde el principio de gran reputación. De hecho, sus obras Argonautas del Pacífico occidental (1922), La vida sexual de los salvajes (1929) y Los jardines de coral y su magia (1935) aún aparecen mencionadas como uno de los más importantes textos de metodología antropológica. Malinowski fue el primer científico social que practicó una intensiva “observación-participante”; sus estudios no tienen parangón y sus dotes lingüísticas eran excepcionales. Sus áreas de interés abordan casi todas las grandes instituciones culturales (economía, religión, política, educación, entre otras).
En forma convergente, la Escuela de Chicago, con su énfasis en el trabajo de campo, el material etnográfico y las historias de vida, ejerce una gran hegemonía en esta época. De la gran variedad de estudios e investigaciones que se desarrollaron bajo el influjo de esta organización universitaria, pueden mencionarse aquellos que utilizaron la técnica de la observación participante (Anderson, The hobo, 1923; Cressey, The Taxi-Dance Hall, 1932) y la utilización de historias de vida de criminales y delincuentes juveniles (Shaw, The Jack-Roller, 1966; Sutherland, The professional Thief, 1937) También cabe destacar la serie de estudios y publicaciones generadas por Lloyd Warner (1898-1970), quien aplicó la perspectiva cultural al estudio de las organizaciones formales estadounidenses. Warner utilizó la teoría funcionalista y la metodología de la observación participante en sus estudios comunitarios de Yankee City, realizada en 1941 en la ciudad de Newburyport, en el estado de Massachusetts, donde vinculó las características de la comunidad regional e ideologías organizacionales con el comportamiento de los empleados. En 1942, se trasladó a Chicago y junto a algunos colaboradores —entre los que se contaban Arensberg, Chapple, Richardson y otros— fundaron la Sociedad para la Antropología Aplicada. Los objetivos fundacionales de la entidad fueron promover la investigación científica en los principios de las relaciones humanas y fomentar su aplicación en problemas prácticos. Del ejemplo infundido por Warner y sus colaboradores, surgieron otros investigadores interesados en este tipo de estudios. Sólo a modo de referencia se puede citar a William Whyte, quien estudió etnográficamente la sociedad de la esquina (Street Corner Society, 1943) y las relaciones humanas en diversas industrias, restaurantes, hoteles, acero, automóviles, vidrio y petróleo. Igualmente significativo es el caso de Burleigh Gardner, quien en sus estudios sobre relaciones humanas observó a la organización como un sistema social vinculado a la comunidad y la sociedad. Ejemplo de ello fue su investigación realizada en 1945 sobre el supervisor como un hombre intermediario (Arnold y Flores, 2003).
Entre 1950 y 1970 observamos la emergencia de diversas vertientes epistémicas que pretenden enfatizar y promover el uso de métodos y técnicas cualitativas de investigación social de forma cada vez más rigurosas. Aquí encontramos los estudios de Becker, Geer, Hughs y Strauss (1961), denominado Boys in White, y de Glaser y Strauss (1967), The discovery of grounded theory, perspectiva que analizaremos con algún detalle en otro acápite de este mismo texto. Surgen igualmente perspectivas aún coexistentes, como la fenomenología, el interaccionismo simbólico y la etnometodología, que rescatan al actor social como protagonista fundamental de los fenómenos sociales y las interpretaciones y significaciones que para ellos tiene la denominada “realidad”.
Es destacable en este período, los aportes de investigadores sociales influenciados por la semiótica y la hermenéutica, entre los que podemos nombrar una variedad significativa de enfoques como el posestructuralismo de Barthes, el neoenfoque analítico de Phillips, el neomarxismo de Althusser, las teorías rituales del drama y la cultura de Turner, el deconstructivismo de Derrida, la etnometodología de Garfinkel y la descripción densa de fenómenos sociales, como lo platea Geertz.
Mención especial merece la descripción densa de fenómenos sociales desarrollada por Clifford Geertz (1973). Geertz adhiere a una concepción de ciencia que se entronca directamente con el idealismo filosófico alemán, el cual distingue claramente entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. En estas últimas se destaca una concepción de lo humano que resalta sus características únicas, como la reflexivilidad, creatividad e intencionalidad, los propósitos y significados; en fin, todos aquellos asuntos que están ausentes en el mundo natural y animal, y a los cuales no pueden ser aplicados los modos de análisis con que se estudian los fenómenos físicos o biológicos. Lo social, bajo esta perspectiva, se hace inteligible a través de procedimientos especiales: la comprensión (Verstehen), la empatía y un conjunto de operaciones técnicas como la observación participante, las historias de vida y en general gran parte del instrumental metodológico cualitativo que caracteriza a los estudios de campo.
El programa propuesto por Geertz implica una ruptura con el patrón de explicación causal en favor de las explicaciones interpretativas. Él invita seriamente, en una evidente alusión a los procedimientos hermenéuticos, a considerar la actividad humana como un texto y la acción simbólica como su contenido. El análisis de fenómenos sociales supone en consecuencia, una actividad interpretativa del investigador y que consiste en descifrar estructuras de significación socialmente establecidas. Estas significaciones no son privadas ni idiosincráticas, y de ninguna manera fenómenos psicológicos. Por el contrario, es social y así lo es la significación. A pesar de que lo simbólico es “ideacional”, no lo encontramos en la cabeza de nadie, y no siendo “material”, no es una entidad oculta, inaccesible a la observación. El objetivo más importante de este enfoque semiótico es invitarnos a acceder al mundo conceptual en que viven nuestros “observados”, de modo que podamos en un sentido amplio del término, incorporarnos a sus “conversaciones”, participando en su entramado cultural.
El proceso que utiliza Geertz se denomina “descripción profunda o densa”, noción que tomó prestada del filósofo Gilbert Ryle, de gran importancia en la antropología británica de los años cincuenta. La descripción densa implica el hecho de que cualquier aspecto del comportamiento humano tiene más de un significado. La conducta es el movimiento del cuerpo que posee más capas significativas. Aquí, la analogía con la arqueología es útil; el comportamiento humano tiene desde el punto de vista de Geertz, una variedad de niveles de significado. Encontrar y explicar estas intenciones es el papel del etnógrafo, quien, en el proceso, afila su mejor arma: el concepto de cultura. El propósito de este autor consiste en buscar un significado, una explicación (literaria) y no la propuesta de leyes, como es el caso de la ciencia experimental. Interpretación es el nombre de la herramienta que utiliza para cumplir el objetivo de buscar el significado.
En los últimos años, es posible observar un relevamiento y redescubrimiento de los modos y formas de investigación cualitativa, basadas principalmente en una crítica creciente y fundamentada al concepto mismo de ciencia analítica y la emergencia y dominación del enfoque constructivista en la explicación social, junto a nuevas resignificaciones. En ella observamos una crítica consistente a la conformación de investigación social. Es posible constatar dos procesos convergentes: por un lado, una crisis de representación y por otra, una crisis de legitimación (Denzin y Lincoln, 1998).
La crisis de representación dice relación con la puesta en duda de las premisas de la investigación cualitativa tradicional, al cuestionarse la posibilidad del investigador de aprehender la experiencia vivida como experiencia en sí y de poder transmitirla en cuanto conocimiento institucionalizado. Dicha experiencia queda desde el enfoque constructivista, clausurada en la descripción realizada por el investigador, como una creación propia e independiente de los fenómenos sociales. Ello lleva a poner en tela de juicio principios tradicionales del conocimiento cualitativo y asume la forma de preguntas cuestionadoras de la otredad: ¿quién es el otro?, ¿se puede esperar el acceso inmediato a la experiencia de otro? Y si ello no es posible, ¿cómo construir una ciencia social basada en la otredad? Como es posible observar, muchos de los cuestionamientos surgidos en esta época provienen de la disciplina antropológica y la realización de etnografías, donde confluyen variables como el género, la clase social y la étnia. Los investigadores han insistido en realizar preguntas cuya respuesta aún se encuentra en construcción.
Otro punto importante en esta discusión sobre la crisis de representación tiene que ver con el lugar desde el cual habla el científico cualitativo. Desde un punto de vista tradicional, el texto o reporte de investigación no sólo refleja la realidad social de interés disciplinar, sino que su autor es célebre por generar un conocimiento lo más claro de los escenarios de interés. Los cuestionamientos actuales llevan a replantear esas lógicas, sobre todo considerando que el investigador no se encuentra ajeno a grupos de interés, a los cuales él mismo pertenece, y que reflejan la necesidad de preservar cierto statu quo o modificar situaciones sociales existentes. Este es el caso de investigaciones de carácter feminista, género o influenciada por el origen étnico.
Del mismo modo, los estudios cualitativos se han visto presionados por lo que ciertos autores denominan como crisis de legitimación (Denzin y Lincoln, 1998). Por crisis de legitimación se entiende los cuestionamientos realizados a los principios básicos de la investigación científica tradicional, como los criterios de validez y fiabilidad, por considerarlos obsoletos y caducos. Tradicionalmente, todo texto de autoría científica debía cumplir el requisito de ser acotado, verdadero y completo. Tales criterios eran garantizados por las determinaciones de validez y confiabilidad. Al producirse, con mayor fuerza a mediados de los años ochenta, un fuerte cuestionamiento de la objetividad científica (Maturana, 1986), estos requerimientos han debido adaptarse a las nuevas demandas. Como veremos en el capítulo dos de este texto, aparecen ahora criterios de calidad que aseguran la construcción de un texto consensuado y en permanente autoconstrucción. Reemplazando la validez tradicional, comienzan a usarse las expresiones credibilidad, transferibilidad, dependencia y confirmabilidad (Colas, 1992).
Estas problemáticas y cuestionamientos no deben entenderse como mutuamente excluyentes, como lo indican Denzin y Lincoln (1994: 11), puesto que cada una de las descripciones sobre metodología cualitativa opera todavía en el presente, ya sea como herencia o como conjuntos institucionalizados de prácticas que los investigadores siguen utilizando. Nos encontramos actualmente en un momento desconcertante, por la sobreproducción de comunicación de explicaciones. Nunca antes el investigador cualitativo dispuso de tantos paradigmas, métodos, técnicas e instrumentos o estrategias de análisis para elegir. Es de interés destacar que estamos ante un instante de descubrimiento y redescubrimiento de nuevas formas de ver, interpretar, argumentar y escribir.
Muchos de los investigadores cualitativos identifican esta forma de actuar con la posmodernidad. Por este motivo, la investigación cualitativa no puede seguir contemplándose desde una perspectiva neutral y objetiva. Conceptos sociales, como género, clase social, raza, entre otros, configuran el procedimiento de investigación, haciendo de ella un procedimiento multipropósito, multidiscursivo y multicultural. La consecuencia fundamental de tal forma de entender el proceso de investigación cualitativa, radica en comprender los procesos sociales como construcciones de experiencias de vida, no siempre concordantes con el fenómeno en sí, pero alejados también del solipsismo, siendo una construcción conjunta entre el investigador y los investigados. Las proyecciones más recientes de esta discusión, serán tratadas en este libro.
1.2. Perspectivas contemporáneas de investigación social cualitativa
Con el objeto de comprender y entender de forma adecuada las características metodológicas y técnicas de la investigación social cualitativa, realizaremos un breve repaso de sus bases epistémicas, lo que permite atribuir sentido a los procedimientos, directrices y modos de operar típicos de nuestras conformaciones disciplinarias.
Cada proyecto o estudio de investigación cualitativa utiliza una serie de estrategias que considera más adecuada de acuerdo a sus particulares intereses, los que habitualmente se encuentran en conformidad con una variedad de modelos conceptuales que permiten realizar una interpretación y análisis posterior de la información obtenida. Ello ha llevado en algunos casos, a la generación de ciertas confusiones. Por ejemplo, es habitual que los textos y manuales de referencia sobre metodología cualitativa la vinculen con algún referente epistémico particular, lo cual ha sido latamente contradicho por la experiencia internacional (Guba, 1990; Denzin y Lincoln, 1998).
En este sentido, toda investigación científica utiliza modelos conceptuales o paradigmas, como lo indicara Kuhn (1962) a mediados del siglo pasado. La imprecisión e indefinición en la que ha caído este término, por su excesiva e indiscriminada utilización, no debe impedirnos constatar la existencia de cierto consenso en entender por paradigma a una visión de lo que es el quehacer investigativo de un conjunto de científicos, lo que implica la utilización de una metodología determinada, lo que les permite enfocar los problemas y la forma que se tiene de resolverlos de una determinada manera.
No obstante, cabe hacer una distinción previa. Las técnicas cualitativas que utilizamos de forma cotidiana en investigación social, no se encuentran necesariamente atadas a determinados modelos conceptuales. La metodología cualitativa y sus técnicas no quedan circunscritas al paradigma fenomenológico y hermenéutico, ni tampoco a la severa crítica realizada al enfoque positivista, pues su aparición y utilización en ciencias sociales antecede a las proposiciones epistémicas, como lo hemos indicado en el apartado anterior. Son nuestros intereses y propósitos los que nos guían en la elección de una determinada metodología y las técnicas a ellas asociadas.
Un cuadro resumen, que incluye distinciones pertinentes sobre lo que acabamos de indicar, se presenta a continuación.
Tomado de Rodríguez, Gil, García (1996)
Teniendo estos antecedentes en cuenta, cuando se mencionan las principales perspectivas que se han utilizado en investigación social, generalmente se realizan graves omisiones o generalizaciones excesivas. Asumiendo que pueden darse estas dos dificultades, realizaremos una breve descripción de los patrones de orientación más representativos que han posibilitado el ejercicio de nuestras disciplinas. Como lo propone Guba (1990: 18), realizamos una interesante síntesis que permite distinguir entre una diversidad de enfoques o paradigmas de investigación social a partir de tres preguntas características:
• En primer lugar, ontológica: ¿cómo se entiende la naturaleza de lo conocible? O, ¿cuál es la naturaleza de la realidad?
• En segundo lugar, de carácter epistemológico: ¿cómo se entiende la naturaleza de las relaciones entre investigador y conocimiento en general?
• Y por último, de tipo metodológica: ¿cómo el investigador construye o desarrolla un conocimiento científico?
De acuerdo a la respuesta que se dé a estas preguntas, es posible clasificar el sistema de creencias o paradigma adoptado por los investigadores cualitativos. De esta forma, releva una clasificación simplificada, pero efectiva, de las perspectivas epistemológicas de investigación social más utilizadas, entre las que encontramos:
a) Perspectiva prevaleciente, clásica, racionalista, marcada por un enfoque analítico, positivista y pospositivista, por un lado.
b) Perspectivas dialógicas, naturalistas, hermenéuticas y comprensivas. Y
c) Perspectiva emergente, alternativa y constructivista.
Esta nomenclatura, aunque excesivamente generalista, como lo hemos indicado, resulta bastante efectiva en la labor explicativa, pues permite distinguir entre aquellas perspectivas que asumen la existencia de una sola realidad, que posee el carácter de objetiva, contrastable por medio de los sentidos, sujeta a leyes universales y manipulable por medio de procesos lógicos; y aquellas que asumen la existencia de múltiples significaciones de la realidad, que poseen manifiestas diferencias entre cada una de ellas, las que no siempre pueden resolverse por medios lógicos o de tamaños muestrales. Algunas de estas epistemologías sostienen que el investigador tendría una participación activa en la conformación de las realidades explicadas, mediante procesos de comprensión e interpretación. No desconocemos la existencia de diferencias entre la perspectiva positivista, pospositivista y los cuestionamientos que provienen de otras orientaciones, como la perspectiva crítica y otras afines (de género, de clase, étnicas), fenomenológicas y constructivista.
Reconocemos que la investigación cualitativa en ciencias sociales puede ser mejor entendida como un proceso en cambio constante, que no se encuentra ajeno a tensiones, contradicciones y vacilaciones, las cuales tienden a coexistir más que a verse como un área de estudios unificada y solidificada. En tal sentido, la revisión de perspectivas que a continuación realizaremos, no pretende constituirse en una revisión exhaustiva de todas aquellas que pueden ser identificadas y que han ejercido alguna influencia sobre la metodología cualitativa. Por el contrario, tan solo pretendemos representar procesos complejos, de múltiples agregaciones y coexistencias, ejemplificadas con la explicación sucinta de algunas de las perspectivas más fácilmente identificables, como lo hizo Guba (1990) hace algún tiempo, al incluir el positivismo, la teoría crítica y el constructivismo.
1.2.1. Enfoque positivista como forma de explicación social
Como forma especializada en el proceso de conocer, el método científico puede ser entendido como el estudio sistemático, controlado, empírico y crítico de proposiciones hipotéticas acerca de presuntas relaciones entre varios fenómenos. En él se sustentan las bases del proceso cognoscente caracterizado por la conjunción de por lo menos seis factores: a) la observación, en cuanto se pretende aplicar los sentidos a un objeto o a un fenómeno, para estudiarlo tal como se presenta en realidad; b) la inducción, o la acción y efecto de extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares, el principio general que en ellas está implícito; c) la generación de hipótesis o la generación de determinados supuestos que se busca comprobar o refutar; d) comprobación de la hipótesis por experimentación; e) la demostración o refutación de la hipótesis; y f) el establecimiento de conclusiones lógicas de acuerdo a los pasos anteriores.
Así queda definido el método científico como es normalmente entendido; es decir, la representación social dominante del mismo. La sociedad compleja ha seleccionado a la ciencia como “el elemento” central de conocimiento. En ella se encuentra la base del conocimiento contemporáneo, presente en todas sus versiones. Desde esa matriz, guiada por el mismo proceso del dividir para conocer, emergen las ciencias sociales. Su carácter se define como aplicaciones especializadas de la ciencia sobre “objetos” humanos, sociales y culturales. Para ello se sustenta en un conjunto de patrones claramente identificables, entre cuyos elementos encontramos:
• Existencia del ser de la realidad con independencia de su observación (ontologismo).
• Distanciamiento metódico con el objeto (separación sujeto/objeto), y
• Enfoque analítico; es decir, subdivisión de categorías en unidades menores.
En este contexto, un actor privilegiado es el enfoque empírico analítico, caracterizado por el positivismo. El enfoque analítico centró sus bases en una serie de corrientes filosóficas y epistemológicas, que hunden sus raíces en dos vertientes: el realismo y el empirismo.
El realismo se basa en tres premisas básicas: a) en primer lugar, la realidad conocida existe aunque nosotros no la conozcamos; b) a la realidad conocida no le afecta para nada el hecho de que nosotros la conozcamos, su ser no queda modificado por el acto de conocimiento, por el hecho de haberla conocido o de estar ahora conociéndola; c) y por último, lo conocido es independiente del sujeto cognoscente. Dicho de otra manera, las corrientes positivistas aceptan la existencia de “cosas independientes del pensamiento”; es decir, una realidad objetiva, dirigida por normas y mecanismos claramente determinados. A partir del siglo XVIII, se sientan las bases del empirismo filosófico de John Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1766). Locke se interesó por el acto de conocimiento teniendo como referencia los aportes de Descartes y Kant sobre las ideas. Su propuesta, el empirismo, argumentaba que todas las ideas del entendimiento provienen del conocimiento sensible, producto de los sentidos y de las sensaciones, llamadas por Locke “ideas simples”. Las ideas simples tienen por consecuente a un conjunto de otras ideas, “complejas”, las que son dadas a la luz por medio de una serie de procesos de asociación y combinación.
Por otro lado, el interés de Hume se centró en llevar el empirismo de Locke hasta el extremo. De acuerdo a su parecer, el acto cognoscente se compone de impresiones sensibles y de ideas que se forman a partir de la información de los sentidos. Ello resulta ser una afirmación radical, pues no podemos realizar ningún tipo de explicación que vaya más allá de lo que los sentidos pueden comprobar, siendo las ideas de existencia y verdad injustificables.
El enfoque analítico delimitó los parámetros de lo que es ciencia acorde a la estructura y forma de sus investigaciones. Para esta corriente de pensamiento, una afirmación es correcta si reúne una serie de requisitos, entre los cuales destaca por sobre todos, el de coherencia lógica; es decir, alejarse de explicaciones tautológicas y contradictorias. Para ello es posible asumir tan solo dos valores: verdadero o falso. Una explicación reúne esta cualidad cuando es corroborada como verdadera. Con esta afirmación se sustenta la idea según la cual el mundo de lo científico queda marcado por la necesidad de corroborar las afirmaciones empíricas; esto es, de acuerdo a la experiencia y sustentadas en la lógica.
En esta postura va a tener un destacado papel en las ciencias sociales, desde sus primeros pensadores del siglo XIX, tal como Auguste Comte, quien deseaba desvincular a la sociología de la metafísica filosófica y de la tradición místico-religiosa. Desde aquellos tiempos, el enfoque analítico renunciará a la elaboración de grandes interpretaciones y a los intentos de valorar las estructuras sociales y los procesos evolutivos. Por el contrario, buscará comprender “objetivamente” lo social desde sus diversas dimensiones y variables. Para ello requirió la elaboración de teorías parciales sobre las relaciones de causa-efecto o las relaciones funcionales y métodos convencionales para la confirmación de la hipótesis.
Con una fuerte crítica al enfoque positivista tradicional y a su criterio de verificación de hipótesis, va a emerger en el siglo XX la figura de Karl Popper (1902-1994). Popper criticó con fuerza el principio de verificación, base fundamental del enfoque analítico, al considerar que en él no se cerraba el proceso de conocimiento. Frente al proceso de conocimiento, existen diferencias claramente identificables entre positivismo y pospositivismo. Mientras el primero sostiene que las entidades o cosas pueden ser conocidas por medio de generalizaciones relativamente libres, el pospositivismo sostiene que la realidad nunca podrá ser totalmente aprehendida, pues las normas que gobiernan su comportamiento sólo podrán ser aprehendidas de forma incompleta.
En cuanto recurso metodológico asociado al acto cognoscente, la verificación debe ser entendida para este intelectual como un proceso inacabado. El proceso de verificación científica no concluye cuando las hipótesis no pueden ser verificadas, sino todo lo contrario, se abren otros espacios y otras posibilidades. A esta forma de entender el acto de conocimiento, Popper la denominó falsación. Si las hipótesis permiten interpretar y solucionar problemas, entonces se puede indicar que las hipótesis son verdaderas. De hipótesis verdaderas sólo se pueden deducir conclusiones de la misma naturaleza. No obstante, la particularidad de las explicaciones científicas es que toman la forma de proposiciones universales, donde la evidencia recogida en la empiria siempre es particular. Esta tensión, por cierto, no garantiza la verdad de la explicación. Para Popper, sólo la refutación de la explicación provisional puede entregar un conocimiento certero y verdadero, por lo cual la aspiración de un científico se encuentra asociada a la falsación de sus hipótesis. Con el criterio de falsación, el enfoque analítico pierde su ingenuidad en cuanto acto de conocimiento. En su argumentación, se entiende que la investigación científica adolece de errores de enunciado que deben ser corregidos, por lo que sólo es posible asegurar un conocimiento cuando se indica que él no es correcto.
Dentro de la investigación social, deben destacarse los ejemplos elocuentes de los estudios con un enfoque analítico realizados por los cientistas sociales de la Escuela de Chicago, quienes, aunque presentaban metodologías y técnicas diferentes a las cuantitativas, se encontraban orientados por los principios de la existencia de una realidad objetiva, única y verificable.
Las implicancias de estos enfoques para la metodología cualitativa son evidentes. Es posible constatar una clara diferencia entre lo que habitualmente denominamos como “realidad empírica”, objetiva, con referencia al conocimiento que de ella se puede construir. Para los enfoques positivistas, es posible constatar la existencia de realidades independientes del sujeto que conoce. Aquí encontramos los postulados clásicos de Durkheim (2003), al entender los fenómenos sociales como cosas, poseedoras de una realidad externa al individuo; mientras que para los enfoques pospositivistas, se requiere la presencia de un sujeto cognoscente, el que está influido por una serie de relaciones sociales particulares, que hacen que la realidad dependa de su definición, comprensión y análisis (Morse, 1994). De ello se desprende que resulte necesario que el investigador asuma una posición distante y no interactiva con los fenómenos sociales de estudio, lo cual se convierte en una condición de rigor para realizar un posible conocimiento. Ello le permite la ilusión de librarse de juicios de valor o cualquier otra influencia a la que se vea sometido el investigador en sus análisis e interpretaciones.
Un cuadro que resume los postulados positivistas y que ayuda a entenderlo de mejor forma, considera tres dimensiones: ontología, epistemología y metodología, tal como lo propone Guba (1990: 20).
Ontología | Realista, la realidad existe “allá afuera” y es conducida por leyes naturales inmutables. El conocimiento de estas leyes y sus mecanismos es convencionalmente analizado en el eje temporal, adoptando la forma de causa-efecto. |
Epistemología | Dualista/objetivista, los que son esenciales en la adopción de una postura distante e inactiva. Los valores y otros juicios emitidos por el observador son excluidos de forma automática por considerarlos nocivos para la investigación. |
Metodología | Experimental/manipulativa. Las preguntas y las hipótesis son presentadas como un avance en la proposición de pruebas empíricas bajo ciertas condiciones que permanecen controladas. |
Las perspectivas positivistas y pospositivistas han dejado una impronta en la metodología cualitativa que debe ser reconocida. En primer lugar, bajo su influjo fueron desarrollados disposiciones y métodos característicos. Por ejemplo, el interés por desarrollar un trabajo de campo intensivo y sistemático se ancla en esta perspectiva. La realización de diseños de investigación acotados y entendidos como “científicos”, desplegados por medio de criterios de confiabilidad y validez, hoy son objeto de debate en la literatura sociológica (Morse, 1994).
La misma Escuela de Chicago desarrolló profusamente la utilización de métodos cualitativos en forma metódica y estandarizada. Técnicas tradicionales de levantamiento de información, como la observación en su dimensión más estructurada, por medio de las listas de registro y de distribución, son claros ejemplos de cómo una vez conocidas las variables, pueden realizarse observaciones sistemáticas y controladas aun en ambientes naturales y de no laboratorio. Asimismo, las observaciones desplegadas en ambientes no naturales o con fines clínicos, son un claro ejemplo de la utilización de técnicas cualitativas desde este enfoque.
Lo mismo sucede con la técnica de la entrevista. Entrevistas extensas, relatos orales e historias de vida, fueron y son realizados en forma sistemática y metódica. En su dimensión biográfica, técnicas como la historia de vida y relatos orales, fueron desplegados bajo este influjo; por ejemplo, el estudio desarrollado por Thomas y Znaniecki, sobre el campesino polaco en Norteamérica. Algunos de ellos, en cambio, lograron elaborar categorías de análisis que permitieron crear constructos de un elevado poder explicativo. Este es el caso de Oscar Lewis (1969), sobre la cultura de la pobreza y la migración puertorriqueña a Estados Unidos.
En términos de análisis de información, técnicas como el análisis de contenido (Kripperndorff, 1990), pueden ser mejor implementadas desde esta perspectiva, en cuanto su conformación analítica y necesidad de codificar el contenido de diversos registros de información llevan asociado distribuciones porcentuales.
1.2.2. Fenomenología, interaccionismo simbólico y etnometodología
En el transcurso de la década de los sesenta del siglo pasado, surgió un conjunto de diferentes críticas a la metodología empleada en investigación social (Garfinkel, 1967), las que apuntaban justamente a los presupuestos analíticos descritos anteriormente. Bajo su influjo se entendió que la realidad social era algo construido, producido y vivido por sus miembros.
Entendemos que los enfoques como la etnometodología, la fenomenología y el interaccionismo simbólico, no son ni deben ser comprendidos como sinónimos; sin embargo, ellos pueden ser reagrupados de acuerdo a la crítica, más aparente que real, que realiza al enfoque analítico. Para la fenomenología, la conducta humana, lo que el actor social dice y hace, es producto del modo en que define su mundo. La tarea de las explicaciones sociales consiste justamente en aprehender este proceso de interpretación. En este sentido, describe las estructuras de la experiencia como se presentan en la conciencia, sin recurrir a teoría, deducción o suposiciones.
La fenomenología basa sus explicaciones en la idea de “intencionalidad de la conciencia”, la que indica que no es posible conocer un objeto (algo) si no damos por hecho la existencia de quien conoce (sujeto). Desde este punto de vista, el objeto de conocimiento no existe con independencia de la conciencia del sujeto, sino que se descubre y recrea como resultado de la intuición dirigida hacia él. Estos postulados tienen una enorme implicancia para la idea tradicional de ciencia y el modo en que se verifica el conocimiento. Para la fenomenología, el criterio de verdad se centra en las vivencias personales de los actores sociales. Debe prestarse atención especial a la característica distintiva de esta orientación, pues vista desde la distancia que dan los más de treinta años de existencia, puede ser caracterizada como una posición radicalizada, sustentada en la objetividad. La intencionalidad de aprehender los fenómenos sociales como ellos son, no es más que un reforzamiento del empirismo tradicional de la ciencia.
En una apretada síntesis, deberíamos indicar que los presupuestos en los cuales se fundamenta el análisis fenomenológico incluye la preponderancia que otorga a la idea de experiencia subjetiva, entendida como base de conocimiento; estudiar los fenómenos sociales desde la perspectiva de los actores; y el interés que da a la experiencia e interpretación que hacen los actores sobre el mundo social. Al interior de la propuesta fenomenológica en ciencias sociales, es posible distinguir por lo menos dos corrientes de pensamiento. La primera de ellas es el interaccionismo simbólico y la segunda corriente es la etnometodología.
El interaccionismo simbólico fue acuñado por Herbert Blumer, siguiendo la obra de George Mead, con el objeto de identificar un conjunto de investigaciones microsociológicas inspiradas en la fenomenología, la filosofía y la psicología sociales. Bajo su postulado se destaca la idea que el ser humano no se encuentra inserto en un medio natural, sino que vive en un mundo configurado simbólicamente. Ello tiene una importancia radical, pues los símbolos que se encuentran en relación con determinados significados (letras, palabras, etcétera) son compartidos por personas que viven dentro de una determinada cultura. Tal conjunto de símbolos y significados compartidos, permiten la definición o redefinición de situaciones sociales y de las acciones que se influyen mutuamente. De dichos procesos de definición, surgen las posiciones sociales y las conductas de rol (padre, madre, hijo). Las interacciones transmitidas simbólicamente pueden repercutir en el sistema simbólico y de roles, produciendo su transformación y cambio a largo plazo.
La forma en que esta postura epistémica entiende el conocimiento, queda conformada por un continuo de procesos de interacción, por medio de los cuales se produce la realidad social y donde ella es dotada de significado. De esta manera, es la dinámica de producción de significado por parte del actor social el eje conceptual y metodológico que se desea relevar. Herbert Blumer (1969), principal representante del interaccionismo simbólico, consideró que la comprensión de los fenómenos sociales debe centrarse en el entendimiento de tres premisas básicas:
• Las personas actúan respecto de las cosas y de otras personas, sobre la base de los significados que estas cosas y personas tienen para ellas. Por tanto, los actores sociales no responden sólo a estímulos o exteriorizan guiones culturales. El significado lo determina la acción; es decir, no hay patrones determinantes que rijan la conducta de las personas.
• Los significados son productos sociales que surgen durante la interacción: el significado que tiene una cosa para una persona se desarrolla a partir de los modos en que otras personas actúan con respecto a ella en lo que concierne a la cosa que se trata. Una persona aprende de las otras a ver el mundo.
• Los actores sociales asignan significado a las situaciones, a otras personas, a las cosas y a sí mismos a través de un proceso de interpretación. Las personas están constantemente interpretando y definiendo de acuerdo a las cosas que les ha tocado vivir.
Escribe Blumer (1969: 5): “Este proceso tiene dos pasos distintos. Primero, el actor se indica a sí mismo las cosas respecto de las cuales está actuando; tiene que señalarse a sí mismo las cosas que tienen significado. En segundo lugar, en virtud de este proceso de comunicación consigo mismo, la interpretación se convierte en una cuestión de manipular significados. El actor selecciona, controla, suspende, reagrupa y transforma los significados a la luz de la situación en la que está ubicado y de la dirección de su acción”. Con ello Blumer desea señalar justamente el proceso de interpretación y definición que deben realizar los actores sociales, cada vez que transitan por situaciones diferentes.
Desde este enfoque, los grupos, organizaciones y comunidades se encuentran constituidos por actores sociales que se encuentran insertos en procesos permanentes de significación e interpretación del entorno circundante. Se destaca así, que una explicación verdadera es el resultado de un acuerdo social e históricamente condicionado, donde la forma de definir la realidad social queda expresada por lo que es posible aprehender de ella. Este proceso de conocimiento es efectuado por medio de los sentidos y se elabora a través de la mente de los actores.
Ello pone un punto de inflexión con el enfoque analítico, pues la realidad, para el interaccionismo simbólico, nunca será reflejada en su verdadera naturaleza. Con ello, se pone énfasis en la idea de que se puede adoptar el papel del otro para comprender conductas por medio de la definición de la “situación” desde el punto de vista de los participantes. Dicha postura tiene enormes implicancias para el criterio de validez del conocimiento, pues él ahora pasa a depender del consenso que es necesario desarrollar entre aquellos que interpretan esa realidad. Sus datos son los discursos sociales y el contexto de justificación es el significado cultural.
Haciendo este brevísimo repaso de consideraciones epistémicas, es necesario indicar los aportes y contribuciones de la etnometodología en las técnicas cualitativas. La etnometodología puede ser entendida como un tipo de investigación particular cuyo foco de atención se encuentra en las formas que adquieren las acciones cotidianas, sean ellas conversaciones, formas de saludo, despedida, preguntas y cuestionamientos. Para ello, se excluye de su programa el estudio de las causas o formas de existencia de determinadas formas de conducta. La etnometodología centra su enfoque en el conocimiento cotidiano que disponen los individuos sobre su propia sociedad y el uso en que dicho conocimiento es puesto en juego en sus acciones cotidianas de interacción con otros. La complejidad de su análisis consiste en poder determinar la forma en que los actores sociales aplican reglas abstractas y percepciones de sentido común a situaciones concretas.
De aquí, las realidades humanas, las de la vida cotidiana, se manifiestan de muchas maneras: a través del comportamiento e interacción con otros miembros de su grupo, de mímica, de gestos, del habla y conversación, etcétera. Ello requiere ser estudiado a fondo, con el objeto de llegar a una adecuada interpretación. De este modo, todo investigador cualitativo se enfrenta a un conjunto de impresiones, documentos y notas que lo desafían a buscar el sentido o los sentidos que puedan tener. Sin embargo, no se pretende abordar la realidad social desde cero; se usa, con prudencia, los recursos que la propia sociedad le ofrece. La interpretación estará influida por instrumentos locales, como categorías reconocidas, vocabulario familiar, tareas organizativas, orientaciones profesionales, cultura grupal y otros marcos conceptuales que les asignan significado a los asuntos en consideración.
Por ejemplo, Harold Garfinkel (1917), fundador de la etnometodología, tuvo por interés de estudio el dar cuenta cómo las personas interaccionan en el marco de las estructuras sociales de la vida cotidiana, dando valor a preguntas fundamentales sobre los fenómenos que se dan por sabidos en la vida y en la acción, cómo se hacen las cosas y cómo se han hecho desde siempre (Garfinkel, 1984). Para este autor, las actividades, las circunstancias y el razonamiento sociológico prácticos poseen un lugar equivalente a lo banal ordinario y a lo trascendental extraordinario. En este sentido, lo social se encuentra en constante construcción, por lo que los hechos sociales sólo pueden ser entendidos en cuanto son concebidos como realizaciones que tienen cabida en una sociedad determinada.
La forma que poseen los etnometodólogos de comprender la realidad social los vincula estrechamente con el análisis institucional y el de la pragmática, al poner el acento en los procesos que los miembros de una conformación social utilizan para reconocer el mundo y hacerlo familiar. La tarea del investigador es dar cuenta de los medios utilizados por los miembros de la sociedad para ordenar su vida común. Para ello requiere indicar una estrategia que le permita descubrir lo que hacen los miembros de un determinado colectivo o comunidad, para posteriormente desentrañar el significado íntimo del mundo social al que pertenecen. Esto implica realizar un muestreo cualitativo que permita focalizar la mirada de las observaciones y la realización de análisis que posean pertinencia y adecuación.
Ontología | Realista/subjetivista, la realidad existe “allá afuera”; sin embargo, se encuentra influida por dimensiones históricas y contextuales. El conocimiento de lo social se realiza por medio de un involucramiento activo del investigador. |
Epistemología | Dualista/objetivista, los que son esenciales en la adopción de una activa e inclusiva mirada del investigador para dar cuenta de estructuras latentes. Los valores y otros juicios emitidos por el actor social son incluidos de forma automática, por considerarlos ricos y densos en la explicación de lo social. |
Metodología | Naturalista. La realización de estudios en condiciones naturales, asociados a “donde ocurren las cosas”, se vuelve algo necesario e indispensable. Preguntas y técnicas se dirigen al rescate de significados profundos. Surgen explicaciones asociados a lo simbólico. |
Las implicancias más directas de los enfoques antes descritos para la metodología cualitativa, dicen relación con la necesidad de rescatar las percepciones e intereses más profundos de los actores sociales. La misma idea de “actor social” que se desenvuelve en un “escenario”, como si se tratara de una obra, en la cual despliega consistentemente diversos roles o papeles que deben ser bien interpretados, van justamente en esta dirección. Este es el caso de Goffman (1984); por ejemplo, en sus clásicos estudios en instituciones, donde el individuo queda prescrito al rol mayoritario que desenvuelve o le es asignado.
De esta manera, la influencia sobre la metodología cualitativa se despliega en la consideración de un contexto social determinado —interacción social—, el cual es descrito en forma profusa y sostenida, por medio de técnicas de levantamiento de información pertinentes.
El desarrollo e implementación de dispositivos técnicos de levantamiento de información de campo, realizada en contextos naturales, se colige como necesaria e indispensable. Estrategias de muestreo intencionado o “bola de nieve” se infieren como fundamental de implementar, de acuerdo a la realidad del fenómeno en estudio. Técnicas como la observación participante adquiere un nuevo matiz, al permitírsele al investigador dar cuenta, en un contexto no intencionado, de fenómenos sociales como una experiencia de primera mano, que se supone cualitativamente distinta a aquella que pueda provenir de un relato.
En el caso de la entrevista, ella se complejiza para dar cuenta de estructuras latentes y de sentido. Este es el caso de la utilización de la entrevista en profundidad o su variante etnográfica (Spradley, 1979), por medio de la cual se entregan consejos y directrices para formular preguntas orientadas a develar significados. Del mismo modo, el desarrollo de etnografías complejas, denominada “descripción densa”, fue desarrollada profusamente (Geertz, 1973), y orientada a dar cuenta de símbolos y significados.
1.2.3. El caso de la teoría fundamentada
Hemos indicado que este capítulo pretende destacar los aportes que presentan los distintos paradigmas a la investigación cualitativa. En el caso de la Grounded Theory, no nos encontramos hablando de un “paradigma”, tal como lo hemos tratado en este texto. No obstante, su influencia sobre el desarrollo de la metodología cualitativa ha sido tal, que merece tratarse con algún nivel de detenimiento. Grounded Theory no es sólo un método ni un modo de trabajo —que también lo es—, sino que su importancia radica en ser la única propuesta que emerge desde la metodología cualitativa, que pretende a partir del levantamiento de datos empíricos, elaborar teorías explicativas de rango medio sobre fenómenos sociales.
La teoría fundamentada fue propuesta en forma original por dos sociólogos, Barney Glaser y Anselm Strauss, a fines de la década de los años sesenta del siglo pasado, y ha sido revisada y ampliada en diversas direcciones. Los estudios desarrollados por Glaser y Strauss sobre el personal hospitalario en contacto con pacientes diagnosticados como moribundos, sirvieron de información privilegiada para su desarrollo. Uno de los focos de interés principal de la teoría fundamentada consiste en ofrecer una base de racionalidad que permita establecer la conformación explicativa, generada y desarrollada por medio de la información que se produce en el proceso de investigación. Tal como lo indicara Merton con el concepto de “Teorías de alcance medio”, Glaser y Strauss (1967) entienden que la teoría fundamentada ayuda en la conformación de conocimientos que permiten estrechar las diferencias entre la investigación empírica y la conformación de explicaciones al respecto.
Un punto importante que se debe tener en cuenta es que esta perspectiva no ha permanecido estática y unificada; por el contrario, se ha visto enriquecida por diversos enfoques y actualizada a los complejos fenómenos de principios de siglo. Por ejemplo, en investigaciones más recientes, Strauss y Corbin (1990ª) implementaron una serie de procedimientos que debían ser observados por quienes desearan utilizar tal teoría, a lo que Glaser se distanció, argumentando que habían llevado la teoría a un proceso de descripción que resultaba forzado.
El enfoque de la teoría fundamentada es una metodología general que permite desarrollar explicaciones a partir de la información que ha sido generada de forma sistemática; de modo que se convierte en una forma que permite reflexionar a partir de la información cualitativa y la construcción de explicaciones. La teoría fundamentada se sustenta en una serie de principios analíticos que tienen por fin generar conceptos y desarrollar líneas de explicación sobre fenómenos sociales a partir del material proveniente de estudios de casos. De esta manera, la teoría fundamentada no constituye en sí misma una técnica o una metodología de análisis de información, pese a que entrega directrices y orientaciones en tal dirección. Su objetivo es más bien una forma de realizar análisis sociológico proveniente de la información generada de forma cualitativa, lo cual incluye la utilización de herramientas metodológicas características, como es el caso de la definición de diseños investigativos por medio del muestreo teórico o la realización de análisis de “comparaciones constantes”.
Glaser y Strauss pretenden fomentar el uso, aplicación y rigurosidad de análisis en los métodos y las técnicas cualitativas, tanto como lo han sido las cuantitativas. Su principal referente conceptual es el interaccionismo simbólico descrito en este mismo texto; sin embargo, es tributario también de los aportes de la sociología cualitativa de Ervin Goffman y las obras de J. Dewey, G. Mead y C. Peirce, en lo que dice relación con el énfasis analítico dado al concepto de acción y la definición de una situación problemática. Un elemento importante del desarrollo de esta forma de hacer investigación cualitativa radica en la fuente interaccionista de la acción de la cual se nutre (Legewie y Schervier-Legewie, 2004). Es así como para Strauss, las normas y prescripciones que regulan el comportamiento humano no permanecen fijas e inmutables en la sociedad, sino que requieren ser negociadas de forma continua, en cada situación concreta. La investigación social pretende justamente describir estos procesos de interacción negociada. Del mismo modo, reciben los influjos de la tradición sociológica de la Escuela de Chicago y el fomento que esta casa de estudios impuso en la utilización de métodos y técnicas cualitativas en la investigación de fenómenos sociales complejos, en los que destacaron el trabajo de campo y la aplicación de la técnica de observación participante y entrevistas abiertas, no estructuradas.
La teoría fundamentada posee como premisa fundamental el sostener que los diversos niveles de generalidad en las explicaciones, es decir, la construcción teórica, es un paso indispensable en la constitución del conocimiento sociológico. Es más, si se pretende desarrollar un tipo de explicación sobre un fenómeno social concreto, el investigador no debe nunca ni en ningún momento limitarse a realizar una mera descripción, por medio de codificaciones y análisis de información que resulte ser significativa.
La utilización de las técnicas cualitativas, como la entrevista abierta y no estructurada, los distintos tipos de observación y las técnicas cualitativas basadas en la conformación de grupos, deben encontrarse constantemente bajo observación, análisis y reinterpretación no sólo de la información que permiten generar, sino ellas mismas en cuanto técnicas que son utilizadas en la generación de conocimiento. En este sentido, Glaser y Strauss entienden que cualquier tipo de avance en la generación de explicaciones teóricas se encuentra en íntima y estrecha relación con los procesos de generación de información. Ello se aplica indistintamente para investigadores que establecen explicaciones a partir de una serie de información generada en el trabajo de campo o la empiria, así como para aquellos sociólogos que realizan explicaciones e intelecciones que se sustentan en modelos teóricos.
Glaser y Strauss (1967) entienden que existe una fuerte y estrecha interrelación en el desarrollo de una teoría, en cuanto proceso explicativo, y la generación de categorías comprensivas y sus propiedades particulares, como las hipótesis. Las categorías poseen la virtud de permitir al investigador cualitativo dar cuenta de los incidentes; es decir, una serie de fenómenos, hechos o acontecimientos particulares, que poseen una gran significación, y que aparecen en el material del investigador por medio de la utilización de sus diversas técnicas. Las propiedades, en cambio, dicen relación con las características más concretas que son susceptibles de ser conceptualizadas, como es el caso de una idea, cosa, actividad, acontecimiento, etcétera. Tanto las categorías como las propiedades poseen un carácter estrictamente analítico-conceptual, lo cual incluye procesos de clasificación y taxonomía, pero no se restringe a ello, por lo que son indispensables en la elaboración de las explicaciones.
Para la teoría fundamentada, las categorías deben ser definidas de acuerdo a varias propiedades. Tal proceso, denominado dimensionalización por sus autores, permite establecer una serie de distinciones, las que se plasman en dimensiones y subdimensiones. Como es presumible, las categorías, debido a su generalidad, contienen información de diversa índole, pero que guardan entre sí cierto grado de afinidad y complementariedad. Las categorías centrales cumplen la labor de integrar y densificar la explicación. A su vez, las hipótesis hacen referencia a una serie de respuestas provisionales sobre las relaciones conceptuales que se establecen entre categorías y entre diversas propiedades de categorías.
Glaser y Strauss (1967) indican que la forma de desarrollar la teoría fundamentada puede realizarse por medio de dos vías no excluyentes entre sí, las cuales poseen importantes implicancias para la investigación social cualitativa. La primera de ellas dice relación con criterios de muestreo y calidad, y se vincula con la técnica del muestreo teórico. El muestreo teórico consiste en la selección de nuevos casos que lleva a cabo el investigador de acuerdo al potencial que posee para contraer o expandir los conceptos y teorías en uso. El segundo elementos tiene que ver con el análisis de la información generada. En este sentido, el método comparativo constante permite al investigador de forma simultánea, codificar y analizar la información generada por medio de la aplicación de técnicas específicas, con el fin de establecer argumentaciones y explicaciones que aumenten el conocimiento sobre un determinado fenómeno. Ambas orientaciones, el muestreo teórico y el método comparativo constante, serán explicados más adelante en este mismo texto.
Es posible construir un cuadro que resuma los postulados establecidos por las propuestas del interaccionismo y la teoría fundamentada. Tal cuadro sólo pretende establecerse como un referente explicativo de alta densidad, por lo que puede parecer a los ojos de otros investigadores como una simplificación de dichos enfoques. No obstante, creemos que esta proposición puede servir para describir sus propuestas fundamentales.
Ontología | Realista. La realidad social existe, aunque exige la participación activa del investigador, quien debe desarrollar instrumentos para captarla en “profundidad”. |
Epistemología | Dualista, continúa con la separación sujeto/objeto, aunque acepta la injerencia de cierta subjetividad por parte del investigador para dar cuenta de la “esencia” de lo social. |
Metodología | Elaboración de técnicas y procedimientos especializados —descripción densa, método comparativo constante. |
Haciendo un resumen del enfoque expuesto, puede indicarse que entienden, entonces, que el conocimiento es una realidad que es compartida, que surge por medio de una interacción entre el investigador y los actores sociales, donde una serie de condicionantes sociales, como valores y preferencias, median o influyen en la generación del conocimiento. El trabajo cualitativo es altamente valorado, pues estos enfoques privilegian realizar “trabajo de campo” e “inmiscuirse en la realidad”, objeto de estudio, con el fin de realizar adecuadas descripciones e interpretaciones lo más fieles posibles. Como se observa, la noción misma de realidad no es cuestionada en lo más mínimo por estos enfoques. Su rescate, adecuado y pertinente, sólo puede ser realizado poniendo el acento en la “subjetividad e intersubjetividad”, las que se conciben como instrumentos que permiten conocer el comportamiento humano.
Ello puede verse facilitado a través de un diseño emergente, el que se estructura por medio de una serie de hallazgos o constataciones que son identificadas a lo largo de la investigación. La validez de las aseveraciones realizadas en el estudio se garantiza por medio del diálogo, la interacción y la vivencia; es decir, se van concretando mediante una serie de consensos que surgen del intercambio de procesos de diálogo y reflexión de un sentido compartido. Las exigencias para la metodología cualitativa son elocuentes, no sólo se exige un esfuerzo por orientarse hacia la comprensión de los fenómenos sociales, en el entendido que lleva a la identificación del sentido de lo que los actores sociales desean indicar con sus palabras y omisiones, sino también la posibilidad de construir generalizaciones que lleven a comprender el comportamiento humano en sociedad.
1.2.4. Investigación cualitativa y las propuestas estructuralistas y posestructuralistas
En términos generales, el estructuralismo tiene por objetivo la búsqueda de las leyes universales e invariantes de la humanidad que operan en todos los niveles de la vida humana, tanto en las sociedades menos complejas como en las más complejas. La fuente del estructuralismo moderno tiene su origen en la lingüística. La obra de Ferdinand de Saussure (1857-1913), recogida póstumamente en su Curso de lingüística general, destaca por su importancia en la lingüística estructural. Es particularmente relevante la distinción entre significante (forma fónica o imagen acústica) y significado (concepto mental al que corresponde la imagen acústica), conformando el dual signo lingüístico. Del mismo modo, separa al lenguaje en la lengua (sistema de signos) y el habla (manifestación particular de ese sistema en el acto de comunicación), tomando la lengua como objeto de estudio; la de diacronía (estudio del lenguaje a lo largo del tiempo) y sincronía (estudio del lenguaje en un determinado momento histórico); o la de paradigma (relación en ausencia entre los elementos que pueden formar parte de una enunciación) y sintagma (relación que se establece en presencia entre los elementos de la enunciación, lineal, en un tiempo y en un espacio determinados). Es labor de la lingüística lograr dar cuenta de esas leyes. La existencia de la lengua hace posible el habla. El habla constituye el discurso real, la manera en que los hablantes usan el lenguaje para expresarse.
La preocupación por la estructura se proyecta más allá del uso del lenguaje para estudiar todos los sistemas de signos. El estudio de la estructura del sistema de signos se denomina semiótica. La semiótica es un campo de estudios más amplio que la lingüística estructural al abarcar no sólo al lenguaje, sino también otros sistemas de signos y símbolos como las expresiones faciales, el lenguaje del cuerpo, los textos literarios y de hecho, todas las formas de comunicación.
La importancia de la perspectiva estructuralista se despliega con gran intensidad a partir de los trabajos del etnólogo francés Claude Lévi-Strauss, que incluye las relaciones entre la estructura del lenguaje y la cultura de una sociedad. Basándose en los aportes de Sausseare, Lévi-Strauss (1995) indica que los fenómenos culturales son fenómenos del mismo tipo que los lingüísticos. Asi como el lenguaje consta de unidades mínimas que capa tras capa (como en la geología), se ordenan según una serie de reglas para producir un significado, la cultura, que según Lévi-Strauss (1995) es comunicación, también se constituye de unidades mínimas que se combinan según ciertas reglas en unidades mayores que forman un significado. Descomponer la cultura en sus unidades básicas y comprender las reglas mediante las cuales se combinan, es entender el significado de la cultura. En resumidas cuentas, este es el método estructural. Este planteamiento abre la posibilidad de explorar las relaciones existentes entre lenguaje y sistema de referencia y el sistema de valoraciones y actitudes humanas frente a fenómenos naturales.
El punto de vista estructuralista considera la lengua como un sistema organizado por una estructura a descubrir y describir. La finalidad sería comparar las estructuras básicas de las diferentes lenguas, para elaborar modelos mínimos cuyas propiedades formales fueran comparables entre sí, con independencia de las unidades que las componen; es decir, alcanzar en última instancia, el modelo lógico de organización básica que establece la coherencia de estos sistemas convencionales que son las lenguas y que permiten la comunicación, dadas sus determinaciones formales.
El método de Lévi-Strauss parte de un principio fundamental, que es la diferencia que existe entre relaciones, modelos y estructuras sociales. Las relaciones sociales son lo dado social, externo al sujeto. Ellas constituyen la realidad empírica. No son lo mismo que la estructura social. En el proceso de conocimiento, el modelo se encuentra entre ambas, uniéndolas. La materia prima para la construcción del modelo son las relaciones sociales, de las cuales debe partir, pero no se confunde con ellas. La función del modelo es la de trascender el plano de la observación empírica para llegar a una interpretación, que se aparta de los datos manifiestos y que tiene a la vista la posibilidad de descubrir una forma común a las diversas manifestaciones de la vida social. El modelo, partiendo de la realidad empírica, sirve para explicarla mostrando las características comunes de sus elementos.
De los modelos mencionados por Lévi-Strauss hay que mencionar los siguientes: los conscientes o inconscientes según el nivel en que funcionan. Entre los conscientes encontramos las normas, mientras que los inconscientes son del interés manifiesto del etnólogo. Los modelos mecánicos y estadísticos, según sea su composición con la escala de los fenómenos. Un modelo mecánico es aquel cuyos elementos constitutivos se encuentran en la misma escala que los fenómenos; este es el caso de los grados matrimoniales prohibidos. El modelo estadístico es aquel cuyos elementos se encuentran en una escala diferente; por ejemplo, los matrimonios posibles. Modelo reducido es el que condensa en una escala menor los temas abordados en una escala mayor; por ejemplo, la escala del ámbito mitológico de América entera. El modelo, en la medida en que puede ser manipulado, es un instrumento de investigación, un procedimiento artesanal, operativo.
Otro supuesto en la obra de Lévi-Strauss se refiere a la estructura consciente e inconsciente del espíritu humano. Hasta 1965, Lévi-Strauss piensa que la estructura del espíritu humano no es temporal y existe a nivel inconsciente. Los fenómenos sociales de todo orden (lenguas, creencias o técnicas) son elaboradas por el espíritu a nivel inconsciente. Al no ser temporal precede a los factores irracionales provenientes del azar y de la historia, y funciona de acuerdo a leyes universales que hay que percibir, para lo cual el método estructuralista es el adecuado.
Junto a lo anterior, algunas tendencias posestructuralistas también realizaron aportes de interés en la metodología cualitativa, aunque el término mismo no posea un componente de homogeneidad en su interior. El posestructuralismo comparte una preocupación por establecer y cuestionar las jerarquías implícitas en la identificación de oposiciones binarias que caracterizan no solo al estructuralismo, sino a la metafísica occidental en general. El posestructuralismo está preocupado en reafirmar la importancia de la historia y en desarrollar al mismo tiempo un nuevo entendimiento teórico. Uno de los autores más recurrentes dentro de esta perspectiva es Michel. Foucault.
Uno de los ejes temáticos de mayor importancia en la obra de Foucault es el poder. Tanto es así, que no puede ser localizado en una institución —o en el Estado—; está determinado por el juego de saberes que respaldan la dominación de unos individuos sobre otros al interior de estas estructuras. El poder no es considerado como algo que el individuo cede al soberano, sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad determinada. Por lo tanto, el poder, al ser relación, está en todas partes, el sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado independientemente de ellas. El poder, según dice, no sólo reprime, sino que también produce efectos de verdad y produce saber (Foucault, 1985).
Foucault desarrolló una teoría del discurso, que utilizó para problematizar instituciones como hospitales, manicomios, prisiones y escuelas. Su análisis no se centra únicamente en el aparato coercitivo y en su funcionamiento, sino en los discursos; es decir, en el lenguaje de las disciplinas que definen qué es un ser humano (Foucault, 1966). Se trata de los lenguajes de la burocracia, de la administración, de la medicina o del psicoanálisis —en definitiva, los lenguajes del poder—, al excluir al individuo de la sociedad y de determinar las condiciones de su admisión en ella. Su estrategia es describir en detalle cómo surgen las afirmaciones de verdad, qué fue lo que de hecho se dijo y escribió, y cómo esto encaja en la formación de los discursos. Quiere evitar toda interpretación y alejarse de los objetivos de la hermenéutica.
Entendemos que los enfoques de observación estructuralista y posestructuralistas no se agotan en los autores indicados. Sin embargo, no es nuestro objetivo en este libro realizar un tratamiento detallado y minucioso de ellos, sino más bien indicar su interconexión con la metodología cualitativa, relevando sus aportes específicos. De esta manera, es posible construir un cuadro que resuma los postulados establecidos por las propuestas de este enfoque. Este cuadro sólo pretende establecerse como un referente explicativo de alta densidad.
Ontología | Construida socialmente. La realidad social existe, poniendo en tensión al investigador al dar cuenta de sus estructuras trascendentales. |
Epistemología | Crítica a una concepción dualista sujeto/objeto. Tal dualidad debe ser superada e incorporarse recursos como la historia y su interpretación. |
Metodología | Elaboración de técnicas y procedimientos especializados —anclados en la significación y el símbolo—, y develamiento de estructuras de significación. |
Algunos aportes específicos realizados a la metodología cualitativa desde estas perspectivas pueden ser identificados. Existe una valoración por desarrollar categorías de análisis que sean capaces de realizar adecuadas interpretaciones de lo social. En este sentido, análisis comparados sobre fenómenos sociales como los mitos y parentesco (Lévi-Strauss, 1995), o análisis históricos sobre el poder en distintos contextos (Foucault, 1985), han sido profusamente desarrollados.
Contextos específicos asociados al estudio de estructuras de sentido, vinculados a la semiótica y la semántica, inscritas en los discursos de los actores sociales, son uno de los focos preferentes de indagación. Por ello más que una forma de investigación asociada a técnicas para el levantamiento de datos, la contribución preferente para la metodología cualitativa se encuentra en el análisis del discurso, en su versión análisis estructural y su representación por medio del cuadro semiótico, propuesto por A.J. Greimas (1979), entendido como “la representación visual de la articulación de un conjunto de símbolos dados” (Greimas, 1979).
CONTROL DE APRENDIZAJE
• Analice los elementos que se han rescatado de cada una de las etapas históricas descritas en el surgimiento de la investigación cualitativa.
• Elabore un cuadro comparativo con los enfoques epistémicos en investigación cualitativa, considerando su dimensión ontológica, epistemológica y metodológica.
• Describa y analice los principales elementos de las perspectivas analíticas de investigación social.
• Describa y analice los principales elementos de las perspectivas interpretativas de investigación social.