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ОглавлениеConstructivismo e interrelaciones entre la teoría fundamentada y la teoría de sistemas sociales
OBJETIVO GENERAL DEL CAPÍTULO
• Presentar una propuesta innovadora para el estudio cualitativo, basada en la interrelación entre la teoría de sistemas sociales y la teoría fundamentada, denominada metodología de sistemas fundamentada, la cual se basa en un enfoque constructivista.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS DEL CAPÍTULO
• Exponer los principales fundamentos de la concepción epistemológica constructivista y su relación con la metodología cualitativa.
• Identificar puntos de comparación entre el constructivismo sociológico aportado por la teoría de sistemas sociales autopoiéticos y la elaboración de explicaciones empíricas de la teoría fundamentada.
• Exponer argumentos, premisas y directrices que sustenten el planteamiento de una metodología de sistemas fundamentada.
• Exponer indicaciones fundamentales que permitan la utilización adecuada de la metodología de sistemas fundamentada.
EL CAPÍTULO 2 pretende aportar a la profundización del debate sobre los aportes realizados por el constructivismo y la metodología cualitativa. Por este mismo motivo es desarrollado en un capítulo aparte. Su intención es no alterar el patrón de lectura que puedan tener el investigador iniciado en metodología cualitativa y la interrelación que hemos realizado con “paradigmas” en ciencias sociales que se encuentran relativamente consolidados y reconocibles por la comunidad científica.
Este capítulo responde en este sentido a la necesidad de realizar una mayor problematización del debate más reciente que está teniendo lugar. Por ello es que se pone especial atención a las interrelaciones entre la teoría fundamentada (Grounded Theory) y la teoría de sistemas sociales luhmanniana. Una versión preliminar de estas disquisiciones fue presentada al Congreso de Sociología Pre-Alas, en la mesa de metodología sociológica, llevado a cabo en la ciudad de Concepción, Chile, en noviembre de 2008.
2.1. Investigación cualitativa y las propuestas constructivistas
Concordamos con algunos autores (Denzin y Lincoln, 1998), cuando plantean que la metodología cualitativa ha vivido profundos cambios y transformaciones en las últimas décadas, que la ha llevado a cuestionar sus propios fundamentos, ello entendido como una doble crisis. Por un lado, de representación; es decir, cuestionamientos sobre si los investigadores cualitativos pueden capturar de forma directa —sin intermediaciones— la experiencia vivida. Tal experiencia, se argumenta, es creada en un contexto social, el cual es descrito posteriormente por el investigador. Esta crisis incluye: a) la problematización por el acceso a fenómenos sociales desde un punto de vista cualitativo y b) la capacidad que tiene el investigador de producir un conocimiento objetivado en informes que tienen como base comunicacional el lenguaje.
Por otro lado, una crisis de legitimación, referido al criterio tradicional que permite evaluar e interpretar la problemática de la investigación cualitativa. Incluye los siguientes cuestionamientos: ¿cómo se logra la validez de un conocimiento cualitativo?, ¿cómo se consigue la generalización de un determinado conocimiento?, ¿cómo deben evaluarse los criterios de calidad de una investigación cualitativa?
Los investigadores cualitativos de principios de siglo XXI se encuentran actualmente frente a estas disyuntivas cuando pretenden llevar a cabo o reflexionar sobre sus investigaciones. Las salidas posibles a estos cuestionamientos pueden tomar desde nuestra perspectiva dos posiciones aparentemente dicotómicas. En primer lugar, dar cuenta de su quehacer: a) reafirmando su estatus de investigador, entendiendo que el proceso de conocimiento recae en la expertise; b) describiendo fenómenos sociales, los que se entienden como una realidad externa, abordable mediante sus técnicas; c) estudiar significados, construidos por actores sociales; y d) interpretando dichos significados mediante procesos más o menos convencionales —analíticos o hermenéuticos.
En segundo lugar, otros investigadores han tomado la opción de dar cuenta de su quehacer: a) relativizando su propio estatus, puesto que entienden que el conocimiento es un proceso generativo propio de la comunicación; b) realizando procesos de descripción de fenómenos sociales, entendidos como alterables y modificables; c) en los cuales el investigador cualitativo “construye” junto al actor una explicación que resulte más o menos plausible; y d) donde la eficacia de la explicación recae en su reconocimiento por una comunidad.
Centrémonos en el segundo de los aspectos considerados, por novedoso y más “radical”. En contraposición a los postulados analíticos y neopositivistas, hermenéuticos, fenomenológicos, estructuralistas y posestructuralistas puede indicarse la emergencia de la concepción epistemológica constructivista. Esta postura, al igual que el enfoque analítico, no se circunscribe a una disciplina en particular de las ciencias sociales. Por el contrario, su transdisciplinariedad es una de las características y virtudes más buscadas. Aquí podemos encontrar autores inspirados en la sociología del conocimiento de Berger y Luckmann (1968) o la teoría general de sistemas y de otras vertientes teóricas, como Heiz von Foerster, Humberto Maturana, Francisco Varela, Jesús Ibáñez, Niklas Luhmann. El presupuesto ontológico del constructivismo se ancla en la proposición que indica a la realidad social, y en cuanto tal, la entiende como múltiple y construida, por lo que no existe en forma tangible, única y fragmentable (Lincoln, 1990). Ello, como veremos más adelante, tiene una serie de implicancias para el proceso de explicación y generalización de la información cualitativa.
De acuerdo a esta postura, los argumentos científicos, el conocimiento, no pueden basarse en una “realidad” preexistente al ser humano. Es el investigador quien observa la realidad (observación en cuanto acto experiencial, no visual). Le está negado al investigador realizar otros tipos de conocimientos que no estén ligados a su propia experiencia (experiencia mística u otros tipos de conocimiento se incluyen en su propio experienciar). No es posible, en este sentido, dar cuenta de “realidades” que no ha experimentado. El acto de conocer se relaciona, entonces, directamente con la experiencia conocida (Maturana, 1997).
Desde el punto de vista epistemológico, la posición constructivista abandona la dicotomía sujeto/objeto del objetivismo, para reemplazarlo por la distinción observador/observación, lo que plantea una diferencia radical con los otros postulados. Bajo este enfoque, al sujeto cognoscente se le llamará observador, en cuanto ente capaz de vincular sus propios procesos cognoscitivos con su experiencia del vivir. La figura principal en el acto de conocer es el observador en la experiencia de observar. Una de las características principales del constructivismo es que el observador no es un supuesto ontológico a priori, pues no existe el observador separado u alejado de la observación. No existe observación sin observador ni observador sin observación, quedando así clausurada tal distinción. Como señala Maturana (1997), el observador aparece en la distinción del observar cuando nos preguntamos por el observador y el observar.
En cuanto sistema preocupado por el estudio del devenir social, las ciencias sociales pueden ser mejor comprendidas bajo este enfoque si se la trata como sistema de observación, donde su propia constitución como sistema observador la constituye como tal, por lo cual es imposible que elabore distinciones desde otra configuración. Una vez adquirida esta cualidad, todo acto cognoscente ocurre por medio de la observación realizada por el observador. Bajo este prisma, las operaciones que competen a las ciencias sociales entran en juego cuando por medio de la aplicación de distinciones, un observador fija con sus indicaciones el mundo social.
Reflexiones inspiradas en el enfoque constructivista nos indican que la descripción de nuestras ciencias no refiere a la constatación de fenómenos sociales en sí, en cuanto ello remitiría a una observación de primer orden. La observación del observador es una observación de primer orden. Desde la perspectiva del cientista social, la observación de primer orden acerca de lo social no tiene cabida en nuestras formas habitualizadas de conocimiento. Esta última operatoria corresponde más bien a disciplinas ligadas a fenómenos naturales o si se prefiere físico-químicos, como la biología, la química y la física, las cuales utilizan de forma preferente métodos experimentales de investigación.
La observación de nuestras ciencias, en cuanto proceso de aplicación de distinciones, remite a una observación de segundo orden. ¿Quién realiza observación de segundo orden? Habitualmente, las ciencias cuyo objeto de estudio son observadores. Aquí entran las ciencias sociales. Es propio de las ciencias sociales que se dediquen a fenómenos de gran complejidad. Ello porque observan fenómenos como la cultura, la sociedad, la política, en sus diferenciaciones estatales y de regímenes gubernamentales, e incluso fenómenos acotados como la personalidad y la conciencia, y las formas y estrategias fiables y válidas de intervención en dichos fenómenos. Obviamente no es lo mismo observar la conciencia que las regularidades sociales, pero la operatoria de la ciencia es equivalente en su conformación funcional. Opera con los mismos mecanismos selectivos.
La observación de segundo orden pretende dar cuenta, en ciencias sociales, la observación de sistemas observadores (Luhmann, 1993; Ibáñez, 1991). Análogamente, el sistema de las ciencias sociales lo que hace es dar cuenta de la observación y descripción que realizan distintos observadores de fenómenos sociales. La importancia de entender a las ciencias sociales como un sistema observador de segundo orden recae en que esta perspectiva tiene el privilegio de poder distinguir y describir lo que otros observadores no pueden hacer, iluminando sus puntos ciegos o funciones latentes. La observación de segundo orden oferta posiciones para observar a otros observadores, mientras aplican sus distinciones en sus observaciones. Su objetivo central consiste en hacer distinguible las formas del distinguir. Su propio conocimiento emerge mediante operaciones de observación y descripción que indican cómo otros sistemas llevan a cabo sus operaciones y cómo, en dependencia de ellas, construyen su quehacer (Arnold y Robles, 2000).
En parte, la observación de segundo orden se relaciona con la distinción entre la perspectiva Etic —objetivismo u observación de primer orden— y la Emic —apunta a los esquemas y modelos de significación de los observados. La aplicación de estos términos en la teoría social fueron mejor explicados por Harris (1994), con el fin de diferenciar dos estrategias en investigación cultural: aquellas que dirigen su observación a las dimensiones de la cultura de acuerdo a categorías internas a ellas mismas y las que observan las culturas de acuerdo a categorías externas, propias de la ciencia.
Toda observación social representa la operación de esquemas diferenciadores —también abiertos a la observación—, que permiten consignar la realidad en un sentido u otro y hacer de ella horizonte para acciones y experiencias. La observación de las distinciones pretende dar cuenta de los esquemas que utilizan los sistemas sociales, los que pueden ser agrupados en conjuntos ordenados de distinciones. Conjuntos ordenados no significa necesariamente igualitarios, reglamentados o coherentes. La coherencia no tiene nada que ver con los fenómenos sociales estudiados, tal como lo señalara Radcliffe-Brown (1974). Con el término conjuntos ordenados hacemos referencia a que ellos tienen cabida en la sociedad y en la cultura. Desde orientaciones constructivistas los llamaremos ahora esquemas de distinciones, al poseer las propiedades antes expuestas (Flores, 2006a).
En cuanto objeto de estudio preferente, los esquemas de distinciones hacen posible la comprensión de un sistema social y cultural. Apelan, por ejemplo, a valores, creencias profundas, concepciones acerca del bien y del mal, la moral, creencias religiosas, el valor de la amistad, el dinero, entre otros. El registro de esquemas de distinciones abre la posibilidad, desde las ciencias sociales, de interceptar —interferir, intervenir— comunicaciones y adentrarnos en los fundamentos de lo social —expectativas cognitivas, explicaciones y haceres— en sistemas complejos.
En cuanto proceso de observación de segundo orden, el conocimiento de los fenómenos sociales se construye, dinámica y activamente, como resultado de operaciones de observación del sistema. Es el propio sistema científico el que realiza procesos de observación de la distinción realizada por los sistemas observadores de los sistemas sociales. Su descripción, propia del proceso de observación realizado, se encuentra ligada al mismo sistema. Ello, clausura la operación de conocimiento realizado por nuestras disciplinas, poniendo en tela de juicio las aseveraciones que indican que las ciencias sociales se realizan en los patrones sociales de los actores y no desde ella misma.
Esta constatación, por cierto, lo único que hace es abrir las posibilidades de nuestras disciplinas a futuras distinciones. La más importante dice relación con el criterio de aceptación de la comunicación generada en la investigación social. La contingencia nunca puede ser reducida del todo, por lo cual la comunicación de la descripción de la observación de la experiencia del fenómeno social no garantiza, en ningún caso, su aceptación. Ninguna observación realizada por el sistema, introducida en la sociedad como comunicación, tiene garantizada su comprensión ni menos aun su aceptación. Ella puede también no ser comprendida por la comunidad científica o puesta en tela de juicio, y sus efectos se encuentran siempre sujetos a la observación cuando se actualizan en la comunicación.
Un elemento importante de destacar desde el punto de vista constructivista, es que las explicaciones y descripciones que se realizan de las experiencias vividas por los observadores no reemplazan en ningún caso a lo que ellas explican o describen. El observador que las escucha o las rememora sólo hace eso: escuchar y rememorar, pero en ningún caso “vive” esa experiencia vivida y rememorada. La “realidad” de la experiencia vivida no puede ser “re-vivida”. La “realidad” queda restringida al observador en su experiencia concreta y acotada, y lo transmitido por medios especializados se convertirá en una “nueva realidad” que alude a una experiencia concreta pasada, pero que no “es” la experiencia concreta pasada.
En este sentido, es interesante relevar los aportes realizados por el biólogo chileno Humberto Maturana (1986), y su implicancia para la metodología cualitativa, al cuestionar radicalmente la existencia de una realidad objetiva que se encuentre fuera del observador, y que a la vez pueda ser conocida por éste. Maturana, al partir de la premisa de la imposibilidad de distinguir entre ilusión y percepción, da cuenta de la improbabilidad de apoyar la tradicional investigación científica en el objeto externo o realidad objetiva, como un factor que permita validar el conocimiento científico. En este contexto, la objetividad tan propia de las concepciones tradicionales, pasa a ser relativizada o simplemente puesta entre paréntesis. Desde allí se emprenden decididos y obligados pasos hacia la descripción detallada de la perspectiva según la cual se hacen posibles las “observaciones” realizadas, las que adquieren “real” corporeidad en el lenguaje.
Para este biólogo, los dominios cognoscitivos son cerrados, por lo cual su validación no se produce por la referencia a condiciones exteriores. Por el contrario, ellos están determinados por el criterio de validación de las afirmaciones que les son propias y que especifican el modo de ser en él. La ciencia, vista como un dominio cognoscitivo, se encuentra definida por su particular y consensual criterio de validación. Desde ahora y en adelante, el criterio de validación científica debe basarse en nuevas concepciones, de forma que sea comprendida como la proposición de un mecanismo generativo que a partir de la experiencia del observador, pueda explicar un objeto o fenómeno, usando otras experiencias distintas de aquellas que se explica, y que sea aceptada como tal por otros observadores a partir de su escuchar con algún criterio propuesto por ellos (Maturana y Varela, 1984: 14; Maturana, 1986: 116).
En este contexto, el planteamiento de Maturana constituye una redefinición de gran importancia para el quehacer científico. La rigurosidad propia de la investigación en la ciencia adquiere mayor relevancia por el carácter asumido en la explicación científica. La responsabilidad del investigador se hace inexcusable, dado que ya no puede responsabilizar de sus errores a un objeto externo, sino a su propia experiencia o a sus explicaciones de ésta.
La objetividad no debe ser comprendida en este sentido como adecuación al objeto, sino como una adecuación a un conjunto de criterios de validación aprobados por la comunidad de observadores. Las explicaciones, por otra parte, no reemplazan las experiencias que explican. Unas y otras tienen lugar en dominios fenoménicos distintos, dado que una explicación es una reformulación —en el dominio explicativo— de la experiencia.
Este punto de partida obliga, sin lugar a dudas, a replantear muchos de los supuestos implícitos con los cuales han operado tradicionalmente nuestras disciplinas. No constituye la intención de estas líneas hacer una revisión crítica de ellas. Sin embargo, al parecer algunos cientistas sociales cualitativos han reaccionado hace algún tiempo a nuevas y crecientes gradientes de complejidad en sus escenarios de estudio, desde diferentes puntos de vista. Tampoco ya no nos resulta extraño que se admita la coexistencia de variados tipos y niveles de objetividades presentes al interior de la sociedad, cada uno inserto en niveles de significación determinados, los cuales —de una u otra forma— limitan a su propio contexto los dominios explicativos y comunicativos provenientes de la ciencia. Las explicaciones disciplinarias comienzan a ser asumidas últimamente como tan solo una de las muchas posibles formas del conocer social.
Con el objeto de ilustrar de mejor manera las consideraciones indicadas anteriormente, es posible construir un cuadro resumen en el cual se expone la orientación empírico-analítica y su diferencia con la orientación constructivista. Al ser leído, se debe guardar recaudo de que no se pretende establecer una dicotomía entre ambas orientaciones, sino solo pretende servir de ejemplo de las convergencias y divergencias. Algunos autores (Arnold, 1998) han intentado realizar con anterioridad un esquema dicotómico entre ambas macroorientaciones sin mayor éxito, puesto que sus exposiciones han resultado ser imprecisas, confusas y demasiado simplificadas. Imprecisas y confusas, pues pone en un mismo nivel orientaciones epistémicas y características metodológicas; y simplificadas, en cuanto no permiten apreciar las convergencias y divergencias entre las orientaciones (Flores, 2006).
En resumidas cuentas, de acuerdo a la postura constructivista, la explicación de los fenómenos sociales no puede basarse en la existencia de una realidad preexistente, sino que es construida en el acto de explicación. El fenómeno cognoscente se realiza por medio de distinciones sucesivas, realizadas por un observador en el acto de observar, por lo que pretende superar la clásica relación sujeto/objeto. El investigador social es un observador externo, especializado en la observación de observadores; es decir, un observador de segundo orden. Asimismo, su propósito es establecer explicaciones sobre los fenómenos sociales, las cuales se encuentran limitadas por condiciones de contexto y temporalidad. Sin pretender realizar una generalización excesiva, técnicas cualitativas como el grupo de discusión se encuentran fuertemente ligadas a estas proposiciones. En el grupo de discusión, lo social emerge en forma espontánea, sin directrices aparentes del preceptor. El rescate de la comunicación dominante y la constitución de consensos y disensos, hace posible la emergencia de experiencias semánticas exitosas.
2.2. Puntos de encuentro entre la teoría de sistemas sociales autopoiéticos y la teoría fundamentada
Desde la postura de algunos investigadores, es posible realizar interesantes aproximaciones a la metodología cualitativa incorporando el constructivismo sociológico aportado por la teoría de sistemas sociales autopoiéticos y los intereses de elaboración de explicaciones fundada en la empiria de la teoría fundamentada. Sus aportes consisten básicamente en hacer converger la teoría de sistemas sociales (Luhmann, 1998), el constructivismo basado en distinciones (Luhmann, 1993; Spencer-Brown, 1979), la lógica del observador (Maturana, 1997) y la teoría fundamentada (Glaser y Strauss, 1967).
Ello puede ser sustentado, si recordamos cómo el propio Luhmann fue capaz de integrar elementos de disciplinas tan diversas como la biología (por ejemplo, por medio del concepto de autopoiesis de Maturana y Varela) o la lógica formal de Spencer-Brown. No obstante, desarrollos contemporáneos provenientes de otras áreas del saber no fueron incluidos de forma igualmente fructífera en su formulación de la teoría sistémica de la sociedad. El esfuerzo de vincular estas tradiciones radica en iluminar la presentación y explicación de diversos desarrollos en metodología cualitativa, que han intentado complementar desde las potencialidades de sus respectivos ámbitos, aquellas zonas más oscuras de la teoría de sistemas en su formulación luhmanniana. Es de especial interés las aportaciones que éstas pueden entregar hacia la resolución de la problemática de la investigación empírica.
Algunos autores han realizado interesantes aproximaciones en este sentido. Este es el caso de Mills, Bonner & Francis (2006), Charmaz, (2000; 2006), Gibson, Gregory & Robinson (2005), y Clam, (2000), entre otros, dentro de los cuales yo mismo me encuentro (Flores, 2006). Tales posiciones, en todo caso, comienzan a consolidarse, sobre todo con la reciente aparición del libro de Kathy Charmaz, el 2006, denominado Constructing grounded theory: a practical guide through qualitative analysis.
Estas tendencias en investigación cualitativa pretenden dar nuevas respuestas a antiguas preguntas, por lo que es normal que quienes suscriben la teoría fundamentada no necesariamente las compartan. Este es el caso de Glaser (2002), quien ha respondido con una negatividad rotunda a estas posiciones, defendiendo no sólo a la teoría fundamentada, sino al método comparativo constante como forma de análisis cualitativo alejado del constructivismo.
La cuestión radica en la posibilidad de discutir métodos de investigación cualitativos que respondan a la concepción de la sociedad como un nivel de emergencia distinto al individual. Se apunta a la superación de las tensiones propias de la perspectiva micro y macro social ante la observancia de la sociedad como un orden emergente de comunicaciones que es susceptible de ser modelada, sin atentar contra los presupuestos propios de su carácter contingente.
El precepto que guía es la necesidad de problematizar su dimensión empírica y sus potencialidades metodológicas, en vistas a la propia estabilización de la teoría en el sistema de la ciencia. Así enunciado, el desafío consistirá en identificar métodos que guarden una relación lógica entre el desarrollo de técnicas de producción y análisis de información, y los conceptos y obstáculos que una teoría como la de Luhmann identifica para la investigación social tradicional. En ese contexto se contempla a las modelaciones cualitativas como un campo potencialmente fecundo de desarrollo de una “metodología sistémica”, que pasamos a denominar metodología de sistemas fundamentada.
La teoría de sistemas, como una teoría general, desarrolla ciertas expectativas acerca de lo que es observable, mientras la teoría fundamentada en cuanto método para la observación, entrega direcciones y pautas sobre cómo mirar lo social. Si puede plantearse una intersección teórica y práctica entre las teorías de sistemas y la fundamentada como la que aquí se plantea, esta última en esencia debería desarrollar operaciones que tengan lugar y trabajen dentro de las expectativas generadas en el nivel teórico general (Gibson, Gregory & Robinson, 2005; Charmaz, 2000 y 2006; Clam, 2000; Mills, Bonner & Francis, 2006).
Como sabemos, la teoría de sistemas social de Luhmann y la teoría fundamentada fueron escritas en épocas muy distintas del desarrollo sociológico. Parte de la tarea de comparación por lo tanto, implica reconocer que ambas llevan algunas distinciones intelectuales asociadas con la época en la cual fueron desarrolladas. Veamos a continuación algunos puntos de posible comparación:
a) En primer lugar, podemos decir que entre la teoría de sistemas sociales y la teoría fundamentada existe cierta convergencia en lo que podemos denominar el punto de observación de lo social. La teoría de sistemas sociales autopoiéticos se presenta a sí misma como el esfuerzo desplegado y consciente por realizar una descripción de la sociedad compleja. Para ello se sustenta en la lógica de las distinciones (Spencer-Brown, 1979) y en la teoría de la observación (Maturana, 1997). Tales esfuerzos interpretativos no implican necesariamente realizar una descripción “punto a punto” de lo social, sino avanzar sostenidamente en la elaboración de conceptos y categorías de alto nivel abstracto.
La idea de descripciones altamente abstractas de lo social puede conectarse a la crítica que se hace a la teoría de Luhmann: de carecer de orientaciones metodológicas para poner a prueba los propios planteamientos de la teoría (Mascareño, 2006), entre los cuales se podrían incluir los referidos a la clausura total e imposibilidad de intervención externa. Con tal ausencia, ella aparece como una teoría que no genera sus propios mecanismos de irritabilidad y pone límites, quiéralo o no, a sus capacidades de autoaprendizaje. Esta teoría no aborda sistemáticamente con respecto a sí misma este problema, ni profundiza en la variedad de mecanismos existentes —tanto para las ciencias naturales como sociales—, a través de los cuales el programa metodológico, en complementación con el téorico, genera irritabilidad para el sistema.
Por su parte, el esfuerzo de la teoría fundamentada se centra en producir comunicaciones científicas que posean un fuerte componente empírico; es decir, que sus afirmaciones se sustenten inductivamente por medio de la evidencia proporcionada por los sistemas sociales. Ello implica un esfuerzo decidido por realizar explicaciones con certero valor heurístico (Glaser y Strauss, 1967).
b) En segundo lugar, es posible indicar que ambas orientaciones teóricas poseen una declarada perspectiva ontológica desde la cual pretenden realizar sus descripciones de lo social. En este sentido, la teoría de sistemas sociales autopoiéticos, aunque se sustenta en el concepto mismo de contingencia, posee en su noción de sistema el fundante concepto que permite la observación de la sociedad (Luhmann, 1993). Los sistemas existen y pueden ser descritos por medio de la sociología, explicando su función y operatoria. En el caso de la teoría fundamentada, el presupuesto ontológico se sustenta en la capacidad para generar descubrimientos en el mundo de lo social a partir de evidencia cualitativa. Las descripciones de los actores no sólo son tomadas como verídicas, sino que ellas son el fiel reflejo de fenómenos existentes en el mundo de lo social. En este enfoque, los fenómenos hablan y el investigador descubre las relaciones y el orden inmanente (Glaser, 2002). Ello se encuentra en concordancia con los presupuestos ontológicos definidos para las perspectivas paradigmáticas en investigación social cualitativa (Denzin y Lincoln, 1998).
c) En tercer lugar, podemos sostener que ambas orientaciones realizan un decidido esfuerzo por establecer indicaciones lo más adecuadas posibles sobre el mundo social. Desde la perspectiva luhmanniana, la teoría de sistemas permite realizar distinciones operantes que tienen por función hacer indicaciones en el mundo social. De esta manera, la teoría se convierte ella misma en un proceso generativo —también creacional— y a la vez inclusiva. Generativa, en cuanto la teoría permite establecer indicaciones de sistemas en lo social. Porque los sistemas son capaces de generar distinciones, por medio de sus operaciones básicas (sistema/entorno), parece posible describir lo social. Inclusiva, en cuanto lo distinguido incorpora necesariamente lo no distinguido, por contraste u oposición (Spencer-Brown, 1979). En la teoría fundamentada, por otra parte, se plantea la necesidad de que el investigador cualitativo elabore afirmaciones que se encuentren orientadas a distinguir fenómenos sociales, de forma de hacer emerger la estructura teórica. Tales distinciones, elaboradas en códigos de diverso tipo y categorías de análisis, se encuentran orientadas a desarrollar creativamente explicaciones hipotéticas sobre fenómenos (Glaser y Strauss, 1967).
d) En cuarto lugar, ambas perspectivas, desde sus particulares puntos de arranque, sostienen el requerimiento conceptual de la iteración y la variación, según indican algunos autores (Clam, 2000). Como lo plantea la teoría luhmanniana, cada diferencia que se construye al describir lo social, desde su primer evento itera y produce un núcleo de redundancia y también de variación (Luhmann, 1998). La iteración es la diferencia básica que permite el desarrollo del proceso de los sistemas, mientras que la variación es la diferencia marginal. En cada distinción su lado positivo es el lado que el sistema reconoce y en que las operaciones del sistema ocurren y es conocido como la “indicación”. La observación en sistemas de comunicación siempre lleva el lado oscuro de la distinción en el corazón de la observación, entonces ambos momentos de la observación son “efectuados” en la operación de la observación. Por ejemplo, a la ciencia como un sistema social le concierne el establecimiento de la verdad y haciéndolo no puede evitar también designar lo que es falso.
En el mismo sentido, en la teoría fundamentada todo comienza con un núcleo de redundancia a partir de una primera observación, activándose un proceso que permite variaciones posteriores. La observación ocurre denotando semejanzas y diferencias en las observaciones de observaciones. En otras palabras, una declaración u observación son catalogadas/indicadas y luego resumidas por una segunda observación. Cuando la observación sigue, los incidentes similares podrían ser observados y éstos son notados como similares o diferentes. Los incidentes que son similares no indican la variación adicional, mientras que los incidentes que son diferentes necesitan ser notados por indicación de la variación en códigos existentes o sugiriendo el desarrollo de nuevos códigos. Algo que no ha sido codificado aún está por ser integrado en la teoría por cambios constantes de su estructura. Por lo tanto, la teoría es justificada únicamente por la interpretación de sus operaciones, lo cual hace que la teoría fundamentada “emerja”. En síntesis, desde la redundancia, se genera variación y las estructuras comunicativas emergen desde la observación.
Como se ha indicado, las iteraciones propias de la teoría fundamentada producen redundancia y variación en la comunicación emergente. Estos procesos conllevan el desarrollo de una “saturación teórica”, y la formalización de la estructura de la categoría central por medio de “las familias teóricas”. Una “familia teórica” es aquella que resulta a partir de categorías complejas. Por ejemplo, la identidad se puede componer de: autoimagen, autoconcepto, autovaloración, autoevaluación, autorrealización, etcétera.
Si se quiere vincular la teoría de sistemas sociales autopoiéticos con la teoría fundamentada, es posible justificar tal sintonía a partir del concepto de observación, donde una indicación es aplicada y reaplicada.
2.3. La emergencia de una metodología de sistemas fundamentada
Desde nuestra perspectiva, es posible vincular la teoría sociológica de sistemas autopoiéticos con las operaciones metodológicas de la teoría fundamentada. Entendemos que ello implica forzar ambas teorías a transitar caminos metodológicos —en el primer caso— y teóricos generales (no empíricos) —en el segundo— que no han contemplado y sobre los cuales no necesariamente poseen respuestas adecuadas. Sin embargo, entendemos que existen argumentos suficientemente poderosos como para intentar una utilización como la aquí expuesta.
Un argumento a favor de la conciliación de ambas perspectivas, dice relación con la constatación que han realizado diversos autores sobre la utilización de la teoría fundamentada como una forma de análisis comunicativo de lo social, y no necesariamente como una forma de hacer análisis sociológico. Por ello es que la teoría fundamentada ha llegado a estar tan inmersa dentro de varios campos profesionales de investigación, como la enfermería, la educación o el trabajo social, haciéndose cada vez más autónoma de la empresa sociológica. Por otro lado, podemos indicar que la teoría de sistemas proporciona un marco sociológico general que permitiría anclar las distinciones sociales de la teoría fundamentada.
Junto con esto, nuestro objetivo ha sido sopesar el grado en el cual la combinación entre las teorías de sistemas y la fundamentada puede generar conocimiento para el mundo social. Por ello se propone esta metodología alternativa. Esta aproximación implicaría perfilar la noción de “observación de sistemas fundamentada” y los productos generados, como proponen algunos autores (Gibson, Gregory & Robinson, 2005), podrían ser llamados entonces “metodología de sistemas fundamentada”. Nos gustaría sugerir ese nombre para la metodología que estamos proponiendo, ya que profundiza mucho más en la idea de sustentar elementos, relaciones entre elementos y conceptos por medio de información empírica.
La metodología de sistemas fundamentada, como aquí se sugiere, debiera sustentarse en una serie de premisas y directrices, las que detallamos a continuación:
a) En primer lugar, el análisis social cualitativo debe centrarse en develar la comunicación presente en la sociedad. La comunicación, como hecho social por excelencia y elemento mínimo de lo social, aleja el análisis sociológico de la acción y su tradición antropocéntrica, centrada en la persona (Luhmann, 1993). Ello, en cierta medida, es coincidente con el análisis realizado por la metodología cualitativa, pues por medio de la utilización de las técnicas nos interesa rescatar la semántica que se encuentra presente en la sociedad (Gutiérrez y Delgado, 1994) en cuanto dicha comunicación es tributaria de un nivel de emergencia distinta a la individual, creencia sociológica que lleva más de cien años (Durkheim, 2003).
Analizar la comunicación permite aislarla como fenómeno social y observar en ella otras distinciones; por ejemplo, su mecanismo especializado de transmisión, el lenguaje, dispositivo que permite hacer reflexiva la comunicación. Es con el lenguaje que la comunicación puede referirse a sí misma (Luhmann, 1993) y completarse como “cierre” comunicativo. Ello no siempre ha sido bien entendido, pues nuestras técnicas cualitativas habitualmente se despliegan en ambientes interaccionales y tendemos a personalizar la información. La misma idea tan arraigada en metodología cualitativa de “actor social” que tiene cabida en un “escenario”, confunde y personaliza el análisis. Muchos consejos y directrices pretenden justamente hacer tratable esta complejidad personal; por ejemplo, la misma idea de Rapport. El análisis debe hacerse sobre la comunicación que emerge por medio de la aplicación de las técnicas y ella debe ser entendida como distinta de las disposiciones personales que le dieron origen. Por ejemplo, cuando realizamos/analizamos historias de vida, nos interesan los casos particulares en cuanto ellos son el reflejo de la semántica que tiene cabida en la sociedad y no necesariamente en sus características estructurales. De ahí la importancia del muestreo teórico, tal como lo realizó Lewis en sus obras La cultura de la pobreza y Los hijos de Sánchez. Si la comunicación es selectividad coordinada (Luhmann, 1993), entonces la doble contingencia hay que entenderla como productora de emergencia social, no como la puesta en juego de significados intersubjetivos, y que puede ser rescatada por medio de técnicas cualitativas.
b) Si centramos nuestro análisis cualitativo en la comunicación, entendemos que ella es “generada” (Maturana, 1997) y co-construida entre un observador y un sistema observado (Rodríguez, 1992). Se entiende que no es una realidad externa “observada” o “levantada”; no es una cosa ni tampoco un dato que está allá afuera, lejos de la experiencia del observador como se ha propuesto desde la sociología clásica (Durkheim, 2003). En este sentido, nos atrevemos a proponer el reemplazo de la idea de dato empírico, que explicita una idea de realidad inmanente, externa al investigador, por el concepto de información, la que debe ser generada por medio de la utilización de las técnicas cualitativas. Para ello, seguimos a algunos autores (Maturana, 1997), que plantean el reemplazo de la idea de objetividad tradicional —entendida como un argumento explicativo que tiene por fin la obligatoriedad de aceptación de los enunciados—, por la de objetividad, que reúne las características antes descritas por nosotros; y la noción de realidad representada, por la noción construcción de conocimiento. En tal tránsito, se debe tratar la observación de distinciones presentes en la comunicación como fuente de análisis, ya que ellos son la expresión de los medios observacionales e interpretativos disponibles en el repertorio de la sociedad.
c) La metodología cualitativa genera conocimiento, estableciendo distinciones pertinentes sobre las comunicaciones que realizan los sistemas sociales parciales en la sociedad. La distinción es el trazo que marca una diferencia, la cual denota dos lados de un fenómeno (Spencer-Brown, 1979). No es posible conocer sin establecer una distinción, pues la distinción permite “crear diferencias”. Lo que hace la distinción es interrumpir un continuo entre lo que se observa y lo que permanece en el trasfondo: se refiere a algo que se indica (indication) y simultáneamente se distingue del resto (distinction). La operación de la observación siempre comprende los dos momentos de indicación y distinción, que aparecen conjuntamente: cuando se tiene una indicación se tiene siempre una distinción y viceversa. Tales reflexiones son consistentes con la idea de codificación abierta de la teoría fundamentada (Glaser y Strauss, 1967). La función de los códigos es justamente realizar una abstracción, altamente conceptual, del material objetivado —sea una transcripción o una imagen— que dispone el investigador. Por medio de los códigos se realiza un proceso de “síntesis” del material registrado, uniendo propiedades y dimensiones (Glaser, 1978). Este proceso no deja de ser creativo y altamente construido por el investigador.
Como lo sugiere la lógica del observador (Maturana, 1997; Rodríguez, 1992), no se pueden generar explicaciones sobre fenómenos sociales, si ellos son considerados en forma independiente de las operaciones mediante las cuales se generan. De este modo, la investigación cualitativa permite y hace posible el conocimiento mediante la observación y descripción de observaciones; es decir, haciendo distinciones e indicaciones cuyos resultados constituyen horizonte o piso para la emergencia de nuevas distinciones e indicaciones en forma recursiva (Spencer-Brown, 1979). Sabemos que una vez trazada la primera distinción, todas las distinciones siguientes tienen su base en ella; sin embargo, no puede ser traída a la sociedad sino en cuanto comunicación.
d) En cuarto lugar, si aceptamos la centralidad de la comunicación, entonces es objetivo de la metodología cualitativa buscar sus elementos comunes en los sistemas propios de la diferenciación vertical establecidos por la teoría de sistemas: interacción, organizaciones y sociedad (Luhmann, 1998). Ello supone evidenciar una serie de problemas, los que deberían ser salvados por nuestras técnicas. Por ejemplo, el acceso a los sistemas funcionalmente diferenciados de la sociedad no es directo. Sabemos sus problemas y su comunicación dominante, pero no sus características específicas. Asumimos que la tradición indica que nuestras técnicas se encuentran ancladas en sistemas interaccionales. En este sentido, las técnicas cualitativas, desde la perspectiva de una metodología de sistemas fundamentada, debería generar estrategias que permitieran encontrarse orientadas a relevar la comunicación dominante de los sistemas parciales de la sociedad, no sólo dando cuenta de sus códigos, sino también programas y operatorias específicas. Este trabajo se encuentra en fase de desarrollo por diversos autores, aunque reúnan otras perspectivas metodológicas (Mascareño, 2006).
Menos problemáticos resulta el acceso de las técnicas cualitativas a sistemas de menor complejidad, como organizaciones e interacciones. En el caso de las organizaciones, algunos autores han propuesto el desarrollo de estrategias cualitativas que sean capaces de dar cuenta de la recursividad de las decisiones y sus premisas latentes (Rodríguez, 1992). Ello obliga a abordar en forma adecuada el problema de la formalidad/informalidad organizacional. La formalidad se representa en el ámbito decisional como lo previsto que ocurra, lo formal, lo que debe suceder. Asociado a su estructura, procesos y procedimientos. Lo informal recae en lo no previsto, no decidido y esperado; es decir, contingente (motivaciones específicas, satisfacción, liderazgo, identificación y compromiso, etcétera). Las técnicas cualitativas aparecen como adecuadas para dar cuenta de las comunicaciones de decisiones y expectativas condensadas.
En el caso de las interacciones, se debe reconocer la ventaja evidente que poseen nuestras técnicas cualitativas al desplegarse en estos ambientes, lo que no implica necesariamente que no puedan capturar información de otras complejidades sistémicas. Con tal afirmación contradecimos las propuestas desarrolladas por otros autores, quienes ven en las técnicas cualitativas una limitante estructural para dar cuenta de su complejidad (Mascareño, 2006). Nuestra propuesta es entender que cuando realizamos investigación cualitativa, nos encontramos desplegando técnicas que nos permitan generar información en la sociedad que no requiera necesariamente copresencia, aunque la suponga. Los medios técnicos de registro y el despliegue de instrumental virtual comienzan a dar luces de que estos procesos de indagación son posibles de realizar por medio de nuestras técnicas.
e) En quinto lugar, quisiéramos relevar la importancia de la utilización de técnicas grupales. Si seguimos los postulados del punto b) y d), las técnicas cualitativas debieran ser reconceptualizadas para dar cuenta de la complejidad de la sociedad moderna. Los instrumentos deben focalizarse en una observación que apunte a desentrañar las formas del ver y del leer cotidiano —de acuerdo a las operaciones en las cuales basan sus observaciones; es decir, quedar desplegadas en la búsqueda de la semántica comunicacional. Desde nuestra perspectiva, este es el caso de las técnicas grupales que aparecen como más apropiadas para capturar tal semántica —focus groups o grupos de discusión. La particularidad de los grupos como forma de análisis sociológico es de por sí interesante, sobre todo en el caso de los grupos de discusión, si él es entendido desde la distinción de la autopoiesis del sistema de comunicación y de la inclusión del observador en el sistema observado; es decir, la re-entry del investigador y de la contextura que produce su observación de segundo orden (Ibáñez, 1979). Esto es claramente un paso más allá de la clásica pregunta si se puede estudiar la sociedad desde fuera de la sociedad.
Sin embargo, desde la perspectiva aquí expuesta, hay que abandonar casi todo lo que dice Ibáñez sobre su constitución como sistema, anclado en la interacción y en el lenguaje, y su fundamento socioanalítico y estructural. Ello, de suyo, implica en términos prácticos olvidarse de Ibáñez y refundar la técnica, lo cual no necesariamente es una mala idea. No obstante lo anterior, técnicas grupales como los focus groups y los grupos de discusión, utilizados con los recaudos teóricos y metodológicos aquí expuestos, privilegian el conocimiento de los fenómenos desde el punto de vista de la comunicación emergente, de acuerdo a sus categorías y distinciones significativas, validadas por la misma comunicación, lo que se encuentra en estrecha relación con el constructivismo y los preceptos de la autopoiesis.
Entendemos que las técnicas grupales desarrollan en sí mismas un tipo de comunicación en la sociedad que reúne una serie de atributos que las hacen ser preferidas por la metodología de sistemas fundamentada. Por ejemplo, privilegiando los procesos de autoconformación del grupo —al desincentivar su preexistencia y negar su característica de grupo natural—, dan cuenta de su autorreferencia comunicativa —toda comunicación relevada es comunicación del grupo—, observando su clausura operativa —toda comunicación que emerge es comunicación en el grupo— y de su determinismo estructural —no pueden existir elementos y relaciones que no sean los elaborados y propuestos por el propio grupo.
Igualmente decimos que las técnicas grupales permiten el rescate de comunicación en la sociedad para contraponerla a la idea de que estas técnicas pueden ser un reflejo de la comunicación de la sociedad. Según han propuesto algunos autores (Mascareño, 2006), entendemos que los grupos de discusión y focus groups no tienen la capacidad como para reproducir punto a punto la comunicación de la sociedad, como el muestreo estructural pretende resolverlo. En este sentido, no concordamos con aquellos que plantean que los grupos de discusión tienen la capacidad de representar estructuralmente hablas presentes en la sociedad (Ibáñez, 1979), pero tampoco aceptamos la idea de que lo social puede ser descrito en forma transparente, sin interferencia del observador (Maturana, 1997).
f) Si la comunicación de los sistemas es el referente de la metodología cualitativa propuesta en este texto, entonces surge como un elemento importante la pregunta por el sentido. El sentido es el medio que permite la creación selectiva de todas las formas sociales. Tiene una forma específica, cuyos dos lados son realidad y posibilidad, o también actualidad y potencialidad. De este modo, es la premisa para la elaboración de toda experiencia: se presenta como un excedente de referencias de un dato experimentado a ulteriores posibilidades de experimentar. Es la forma que ordena el experimentar determinando la referencia a ulteriores posibilidades: presentación simultánea de real (actual) y posible (potencial). Como dice Luhmann, en el caso de la comunicación, el sentido ofrece posibilidades de conexión que permitirán al sistema producirse y reproducirse (Luhmann, 1998). El sentido ofrece una cierta disponibilidad de posibilidades de actualización y dentro de ellas, también la posibilidad de la negación. En cuanto el sentido se constituye sólo en sistemas sociales, el experimentar y actuar del sentido son determinados en operaciones de observación de un sistema social (comunicación). El sentido da forma a la operación de los sistemas sociales e igualmente permite distinguir los límites de un sistema que lo constituye respecto a su entorno, por lo que se habla de los límites de sentido. Se trata de ayudas selectivas y no de límites espaciales o territoriales. Los límites del sentido demarcan el ámbito de posibilidades al interior de un sistema, por lo que vuelven observable tal sistema como contexto selectivo que produce sólo las propias operaciones, distinguiendo un desnivel de complejidad entre sí y su entorno.
Para la metodología cualitativa, el sentido es un orden emergente. El método y las técnicas cualitativas, de esta forma, son puestos en tensión para capturar el sentido de la comunicación en sistemas sociales; es decir, el dispositivo que permite la emergencia de los sistemas y constituye sus límites comunicativos.
2.4. Reflexiones para el uso de una metodología de sistemas fundamentada
Bajo los principios de una metodología de sistemas fundamentada, se argumenta que la realidad social no puede ser entendida como algo externo al observador que la describe (Maturana, 1997), como lo indican las orientaciones positivistas y pospositivistas (Denzin y Lincoln, 1998). De esta manera, se entiende que los fenómenos sociales pasan a ser comprendidos como co-construcciones, producidos en ambientes que privilegian comunicaciones dinámicas y activas.
En cuanto la sociedad se clausura mediante la comunicación, mecanismo que no es atribuible a aspectos externos, sino que constituye la operación misma que el sistema social produce y reproduce, correspondiendo a la distinción entre información, participación y comprensión —es decir, transformando las diferencias en diferencias (Luhmann, 1998)—, es necesario establecer algunas directrices e indicaciones a fin de utilizar en forma adecuada una metodología de sistemas fundamentada:
a) Sin lugar a dudas, la investigación cualitativa es tremendamente creativa e interpretativa. Nuestros investigadores ya no vuelven del campo con innumerables datos recolectados en material empírico, para ser analizados en las universidades y centros de estudio. Comienza a asumirse que el proceso de generación de conocimiento cualitativo tiene mucho de interpretación y de co-construcción, lo que obliga al investigador a realizar un continuo tránsito que va desde sus notas y técnicas a la escritura de sus interpretaciones y viceversa, tantas veces como sea posible. Este proceso descriptivo incluye la escritura de un “texto” que intenta ajustarse al proceso experiencial de investigación vivido y aprendido, pero que no necesariamente refleja la dinámica social “tal cual es”.
b) Exponer las comunicaciones co-construidas y registradas por medio de las técnicas cualitativas a la mirada de múltiples observadores. Ello se consigue estableciendo instancias adecuadas que permitan generar ambientes donde observadores, observaciones y medios de observación sean rescatados en procesos comunicativos que privilegian el reconocimiento de lo social desde el punto de vista de sus miembros, por medio del relevamiento de sus categorías y distinciones significativas, validadas por ellos mismos. Ello no implica desconocer el determinismo estructural propio de todo sistema, sino que releva el punto de vista desde el cual se realizan las observaciones.
c) Generar descripciones plausibles de distinciones y esquemas de distinciones atribuibles a la comunicación co-construida. Para el caso de la indagación social cualitativa, es importante tener presente que ella misma debe encontrarse orientada a rescatar el sentido de la comunicación. Este proceso se encuentra unido al relevamiento de las explicaciones que los propios actores sociales realizan de sus categorías de análisis, las cuales les permiten ordenar el mundo social circundante. Debemos reconocer que ninguna observación agota todas las posibilidades de distinción. Siempre se trata de una perspectiva. Con ello, rescatamos la comunicación explícita, dejando de lado estructuras latentes. La observación puede someterse ella misma a la observación, con el objeto de develar sus puntos ciegos, las distinciones no distinguidas. En este sentido, se requiere la utilización de técnicas cualitativas que fomenten la observación de estos puntos ciegos, no distinguidos ni previstos.
d) Movilizar las capacidades de observación y multiplicar los planos a ser tomados en cuenta aumentando la complejidad. Para lograr esta situación, se privilegiará, por ejemplo, la utilización de técnicas cualitativas que sometan juicios, análisis y observaciones a la observación de los descritos. Talleres que expliciten las orientaciones investigativas, fomento de la participación de los observadores en los resultados de las indagaciones, informantes calificados que participan en los estudios, etcétera, son algunas de las alternativas que pueden ayudar a ampliar la variedad de la observación, disminuyendo la incongruencia y acercando las observaciones realizadas.
e) No renunciar a la posibilidad de esquematizar lo social. Avanzar hacia la utilización de una metodología de sistemas fundamentada supone necesariamente entender que lo social puede ser suficientemente capturado como para realizar esquemas de análisis que sean puestos a consideración de los sistemas observados, a fin de garantizar su poder descriptivo. Tanto la teoría de sistemas (Luhmann, 1998) como la teoría fundamentada (Glaser, 1978) sostienen la necesidad de utilizar conceptos y categorías de alto valor explicativo, que permita avanzar en la representación esquemática de lo social.
Es posible construir un cuadro que resuma los postulados establecidos por las propuestas constructivistas y sus interrelaciones entre teoría fundamentada y teoría de sistemas sociales.
Ontología | Los fenómenos sociales son construcciones (sociales), que operan en consecuencia. Su constatación exige el involucramiento activo del investigador, quien debe desarrollar estrategias e instrumentos apropiados para distinguirla. |
Epistemología | Monista, basada en la lógica de las distinciones observador/observación. No puede darse uno sin el otro. No se requiere la existencia de una objetividad o subjetividad implícita, sino perspectivismo. |
Metodología | Elaboración de técnicas y procedimientos especializados —coconstrucción. Técnicas de recogida de información asociada a grupos. Técnicas de interpretación vinculantes con la teoría fundamentada. |
CONTROL DE APRENDIZAJE
• Releve la importancia que para la investigación cualitativa podría significar el lograr una interconexión entre la teoría de sistemas sociales autopoiéticos y la teoría fundamentada.
• Indique y explique cuatro puntos de encuentro entre la teoría de sistemas y la teoría fundamentada.
• Señale las ventajas que presenta la metodología de sistemas fundamentada planteada en el capítulo.
• ¿Qué tipo de técnicas podrían ser utilizadas en mejor forma para el desarrollo de una teoría de sistemas fundamentada?