Читать книгу Mal que sí dura cien años - Rodrigo Ospina Ortiz - Страница 9
ОглавлениеComo en la epidemia de 1918, la Cruz Roja acude ahora a las barriadas con médicos, enfermeras, abrigos, alimentos y medicinas. Ni en rancho, inquilinato o casa sus habitantes han escapado a la epidemia. Como en 1918, observan hoy las enfermeras la misma miseria, promiscuidad de sexos, edades y animales, los mismos desaseo y desabrigo, la misma falta de menaje de comedor y de cocina, de muebles como camas, asientos o bancos, etc. Lugares encontraron donde en un solo cuarto estaban padres y niños acostados en el suelo sin colchón ni una cobija.1
Estas palabras, que parecen tomadas de algún medio durante la pandemia de 2020, las escribió el médico Jorge Bejarano hace más de sesenta años. En aquel entonces la gripe provocaba nuevamente una crisis en varios países y traía a la mente recuerdos nefastos de cadáveres esperando tendidos en las calles para ser llevados a recibir cristiana sepultura. Llama la atención de ese momento la miseria de las clases populares, vulnerables, abandonadas, cuya suerte dependía, como ahora, de la caridad de los buenos samaritanos, incluido el Estado. Y es que según las estadísticas la miseria, llamada hoy de manera técnica y rimbombante “pobreza monetaria extrema”, afecta a casi tres millones y medio de personas quienes ni siquiera consiguen el ingreso suficiente para alimentarse de manera digna y nutritiva2.
Como si no fuera suficiente cruz la pobreza, la enfermedad se ensaña siempre con los necesitados. Ellos son los que con mayor frecuencia aportan a los números crecientes de contagios de covid-19 y a los de las muertes que provoca, incluso en los países ricos3. Su padecimiento se acrecienta con las medidas que el gobierno toma para atacar y reducir la expansión de la enfermedad: aislamiento y distanciamiento social, limitación de actividades, etc., medidas que condicionan y restringen su oportunidad de subsistir, además de afectar la economía en general. Ante tal panorama, y con el fin de atacar la recesión y su impacto en la pobreza4, diferentes sectores de la sociedad insistieron en reabrir la economía y volver a la normalidad, (¡como si pudiera existir una normalidad en medio de una pandemia!), incluso contra las voces autorizadas de aquellos que luchan en la primera línea del frente de batalla: los médicos.
Sus diagnósticos, opiniones y veredictos recuperaron la importancia de hace muchas décadas, cuando ayudaron a la clase política, de la cual formaban parte, a realizar la tarea de sanear un pueblo que requería insertarse en la senda del progreso social y del desarrollo económico, enseñándole, por ejemplo, la importancia de usar zapatos, alimentarse bien o de lavarse de manera correcta las manos, usando agua y jabón. La sociedad, en buena mayoría, siguió sus recomendaciones al pie de la letra; la verdad del médico, del experto, del especialista, volvió a ser casi irrefutable no obstante la presión de aquellos que consideraban tales recomendaciones, exageradas o innecesarias.
Aunque la economía de mercado convirtió al tradicional médico de familia —al que la persona escogía y se convertía en su protector a lo largo de los años— en un asalariado más; aunque ya el médico no forme parte de la intelectualidad más allá de la academia ni participe en la política como otrora lo hiciera; y aunque su quehacer no se considere más una labor mesiánica y heroica en favor del desarrollo humano y social, la vigencia de sus luchas y de sus viejos enemigos permite reencontrar a Jorge Bejarano, primer ministro de Higiene, quien combatió los factores que hacían del pueblo colombiano, según cientos de sus contemporáneos, una “raza degenerada”.
En esta biografía política del médico vallecaucano Jorge Bejarano Martínez se destacan sus orígenes, formación académica y trayectoria profesional y burocrática. Se profundiza en los rasgos políticos del intelectual a partir del análisis de su pensamiento, el cual se refleja en sus columnas de opinión y sus escritos más importantes5. Esto, con el fin de sustentar el carácter histórico de Bejarano en la política, es decir, su reconocimiento como intelectual orgánico del liberalismo.
Durante la primera mitad del siglo XX se incorporó al lenguaje cotidiano de las élites, sectores intelectuales, académicos e incluso obreros, el interés por mejorar las condiciones de vida de la población por medio de la higiene. Las campañas contra el alcoholismo, la promoción de la vivienda higiénica, la sanidad rural, la educación materna e infantil y otros asuntos relacionados, estaban condicionados por una ideología específica de los grupos dirigentes y por un contexto político y económico particular. Este interés por la higiene estaba vinculado a proyectos de control social, de progreso racial y de incorporación de los trabajadores y movimientos obreros a la dinámica del sistema capitalista a escala mundial6.
Por su parte, el cuerpo médico formado en el ámbito universitario tenía una concepción específica sobre su profesión, de su pertenencia a la clase política y su vinculación con los estamentos gubernamentales que se puede explicar a partir de tres aspectos7. En primer lugar, la profesión médica era concebida como un apostolado, una misión de carácter casi religioso en la que el médico tenía como objetivo salvar al pueblo de los males producidos por la ignorancia y la falta de higiene. La medicina era una de las más altas magistraturas intelectuales de su época y le concedía al médico una alta dosis de prestigio social y, por ende, de poder político. La palabra del médico era la palabra de Dios y no admitía contradictores fuera del círculo de los pares profesionales. En segundo lugar, la pertenencia de los médicos a los diferentes grupos políticos obedecía a la relación que creaban las clases políticas, incluyendo a sus intelectuales, con la gente del común: una relación vertical y paternalista que se expresaba además en la exclusión social desde el punto de vista político, donde el pueblo representaba simplemente un caudal electoral al que se debían ofrecer condiciones de sostenimiento tales para sustentar dicha exclusión, así como su control y aprovechamiento. En tercer lugar, la vinculación del médico a los estamentos del gobierno tiene que ver con la configuración histórica de la sociedad, que heredó de la Colonia la burocratización de las profesiones liberales. Ante la ausencia de un campo de acción social y profesional de mayor envergadura, debido a la precariedad económica, el Estado se convirtió en el principal proveedor de cargos y opciones laborales para los profesionales.
Hasta finales del siglo XX, la historia política nacional se había centrado en estudios sobre las constituciones, las ideas políticas, las diferentes administraciones, el Estado y sus instituciones, las élites políticas, entre otros8. Salvo contadas excepciones, se dejó de lado el estudio de las estructuras inferiores de la política (partidos minoritarios, mandos medios, grupos de electores, etc.), de los mecanismos de ascenso político, de las relaciones clientelares en los contextos locales de la política, y de las elecciones a escala local9. Luego, a comienzos del siglo XXI, se presentó una reflexión acerca de la forma y los temas que podrían renovar el estudio de la historia política colombiana en la que se resaltó la importancia del estudio de los intelectuales10. El estudio de la intelectualidad colombiana, en los niveles intermedios y bajos de la estructura política, se hace necesario para entender las estrategias de control social que se difunden por medio de discursos ideológicos de modernización, desarrollo y progreso11. En este sentido, estudiar a Jorge Bejarano es interesante para analizar las formas como se asume y expresa el discurso del higienismo como herramienta de legitimación del poder, de confrontación política dentro de las élites o como estrategia en contextos electorales12. Además, al adentrarse en la intimidad de las relaciones entre los políticos, las situaciones personales que influyen en sus decisiones, los conflictos que se aprecian en su privacidad, etc., se puede establecer la fuerza del vínculo entre la ideología y la práctica política.
El interés por la vida y obra de Jorge Bejarano parte de los cursos sobre intelectuales e historia política dictados en 2002 por el profesor César Ayala en la Universidad Nacional de Colombia. De estos cursos surgió una investigación preliminar en la que se caracterizó a Jorge Bejarano como un intelectual, a partir de diferentes estudios —tanto nacionales como extranjeros— sobre este concepto. También ayudó la contextualización histórica de su carrera política y el análisis de sus intereses, logros y perspectivas en el campo profesional de la higiene. Se intentó una tipificación particular y novedosa en la que se definió a Bejarano como un técnico humanista, es decir, un intelectual poseedor y difusor de un saber específico, pero condicionado por una formación intelectual característica de los primeros años del régimen conservador13.
¿Por qué los médicos participan en política? Esta fue la pregunta que guio un trabajo posterior sobre Bejarano14 en el que se demostró que el cuerpo médico mantuvo siempre una relación con la política nacional para proteger una condición social especial, elitista, adquirida por medio del estudio universitario, del ejercicio profesional en el campo privado y público, de la vinculación a agrupaciones científicas y clubes sociales. Por su parte, la visión modernizadora de la sociedad fue uno de los rasgos principales que unió a las élites económicas y políticas con los pocos profesionales que surgían del sistema educativo. En dicha visión se entrelazaban elementos de un conocimiento científico experimental aplicado al sistema social —es decir, la sociedad percibida como un organismo biológico susceptible de modificaciones— con un profundo sentimiento religioso que permeaba a todas las estructuras sociales, económicas e institucionales del país. Si la pregunta inicial fue el porqué de esta participación, luego se profundizó en el cómo se dio dicha participación en la política. El trabajo realizado en esa última investigación y sus resultados son los que se presentan en este libro.
El caso de Jorge Bejarano muestra que en los intelectuales también existe una inclinación a la política de manera consciente y voluntaria. La cooptación de un intelectual a la clase política no se da por una simple cuestión de mérito. Requiere encontrar nexos y filiaciones sociales con sus miembros; requiere la participación directa en sus asuntos, la adaptación a sus costumbres y prácticas y una disciplina que exprese cohesión frente a los adversarios políticos. Los diferentes cargos públicos que Jorge Bejarano ejerció no solo expresan el deseo del intelectual de aplicar su visión técnica en favor de la sociedad. También representan una de las vías por las que el intelectual se integra a la élite y desarrolla un proyecto de vida político, en este caso, el proyecto de un militante disciplinado y un intelectual orgánico del Partido Liberal.
Las huellas de Bejarano se hallan en un trabajo de Humberto Cáceres y Zoilo Cuéllar Manrique, ambos vinculados a la Academia Nacional de Medicina, en el que se recopilan pequeñas biografías de los miembros de la Academia desde su fundación en 1873 hasta 199615. Aquí se presenta un breve recuento de las obras de cada personaje, las instituciones a las que estuvo vinculado, las fechas más importantes de su vida, entre otros aspectos. Por su parte, Gerardo Molina, en Las ideas liberales en Colombia, identifica a Bejarano como un intelectual liberal de la generación del Centenario y expone varios rasgos característicos de estos personajes: un marcado sentimiento nacionalista, la pasión por las libertades públicas y la repulsión por el sectarismo, entre otros16. El trabajo de Oliverio Perry, Quién es quién en Colombia, es a grandes rasgos un directorio biográfico de los personajes más destacados de su época, en el que se relacionan, entre otros datos, la filiación partidista de Bejarano, los cargos que desempeñó y algunos datos de su origen17. Las obras relacionadas ayudaron a la ubicación cronológica y a la identificación de algunos referentes políticos y sociales que influyeron en la estructuración ideológica de Bejarano.
En 1987 se publicaron los trabajos de Herbert Braun, Mataron a Gaitán18, y el de Daniel Pécaut, Orden y violencia19. La huella de Jorge Bejarano en la obra de Braun es ínfima; solo se referencia su nombramiento como ministro de Higiene en el gabinete formado días después del asesinato del caudillo en 1948, y con un tono despectivo, como referencia para comentar la prohibición de la chicha. Sin embargo, el estudio de Braun es una muy buena fuente para el análisis de los rasgos de los intelectuales de la generación a la que perteneció Bejarano, a los que denominó convivialistas. De esta generación formaron parte Eduardo Santos, Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez, entre otros.
Por su parte, Pécaut analiza el proceso de conformación de la burguesía cafetera en las élites nacionales, así como el desarrollo de la política de la Revolución en Marcha en la que se da una tentativa de modernizar vía institucionalización política de lo social mediante la incorporación de la noción colectiva de ciudadanía popular20. También se estudia la coyuntura histórica del desmonte de los mecanismos de intervención del Estado y la aparición del gaitanismo, el cual es identificado como una clase de populismo. Jorge Bejarano solo se menciona por su participación en el movimiento gaitanista cuando fue nombrado miembro de la Dirección, en el momento de mayor poder e influencia del caudillo liberal. Como se mostrará más adelante, dicho acercamiento pudo haber sido similar al de varias personalidades del partido, es decir, seducidas por su popularidad, o impulsado por la existencia de unos nexos intelectuales específicos y coyunturales relacionados con el pensamiento higienista de Gaitán.
La huella de Bejarano es muy notoria en la historia de la ciencia. El trabajo de Christopher Abel, Ensayos de historia de la salud en Colombia, analiza el proceso de desarrollo de los servicios de salud en Colombia, ubicándolo dentro de su marco político, socioeconómico y demográfico21. Jorge Bejarano aparece aquí como un publicista en la época del debate sobre la degeneración de la raza y como el primer colombiano eminente interesado en atacar algunos avances en lo relacionado con los alimentos procesados. Abel lo muestra en sentido positivo, como un científico modernista que luchaba contra las concepciones tradicionalistas de la sociedad en el campo médico, siendo este uno de los trabajos que resalta la contraposición del pensamiento de Bejarano con el de Miguel Jiménez López en lo referente al tema de la degeneración de la raza22.
Diana Obregón, Emilio Quevedo, Néstor Miranda Canal, Mario Hernández, Carlos Noguera y otros investigadores han realizado estudios sociológicos e históricos de gran amplitud que no ponen mayor énfasis en personajes particulares, salvo por referencias a hechos históricos, como algunos de sus planteamientos, los debates en que se vieron involucrados o su participación y/o vinculación a estamentos académicos o instituciones gubernamentales. Estos trabajos son importantes en la medida en que presentan información sobre la filiación política de los médicos, su influencia y sus expectativas gremiales. También, porque dichos trabajos buscan vincular por medio de la reconstrucción histórica de las instituciones de salud los procesos sociales, políticos y económicos inherentes al desarrollo del país, alejándose de la tradicional historia de las instituciones o las biografías apologéticas de grandes personalidades23. Las referencias sobre Jorge Bejarano, utilizadas como fuente primaria para el desarrollo de los planteamientos de los investigadores, ubican temporal y espacialmente al médico en algunos periodos y contextualizan el ambiente ideológico y político en el que se desenvolvió e influyó.
Óscar Iván Calvo y Marta Saade, en La ciudad en cuarentena24, incorporan en este trabajo de historia cultural la relación entre las concepciones científicas imperantes y la estructura política e intelectual de Colombia durante la primera mitad del siglo XX. Calvo y Saade realizan una aproximación histórica de la prohibición de la chicha en 1948 desde sus antecedentes legales a finales del siglo XIX. Se analiza la influencia de actores como científicos, políticos, sectores obreros, que impulsaban estas medidas y que estaban entrelazados con una visión modernizante de las élites. En algunas de las numerosas referencias sobre Bejarano (uno de los principales protagonistas del evento estudiado) se caracteriza su comportamiento como temperante o moderador. Este rasgo se acerca a la noción presentada por Gerardo Molina respecto de la generación de los centenaristas y al carácter de los convivialistas definido por Herbert Braun. Tres caminos que conducen a una misma dirección: la personalidad de Jorge Bejarano.
Por su parte, Zandra Pedraza elaboró un perfil biográfico de Bejarano en el que lo caracteriza como un intelectual y describe parte de sus principales intereses en el campo de la higiene (infancia, maternidad, mejoramiento de la raza, alimentación, entre otros). Mediante el análisis de varios de sus libros, artículos y algunos referentes teóricos, Pedraza define a Bejarano como biopolítico (siguiendo a Christopher Abel) cuya labor especializada lo aleja de la distinción como intelectual orgánico o de ideólogo25. Este último aspecto, contrario a lo planteado desde la primera investigación sobre Bejarano en 2005, se sustenta a partir de la identificación del intelectual letrado de Aguirre y McEvoy, para quienes dicho intelectual construye y ejerce el poder en actividades administrativas a través de la letra26. Según Pedraza, Bejarano no concuerda con esta caracterización y, además, afirma que:
Aunque hace parte de los intelectuales latinoamericanos que se especializaron para trascender el uso de la gramática y la retórica, no se identifica plenamente como alguien que realizó su actividad al haberse incorporado a determinados partidos políticos ni a la relación escritura-poder. De hecho, los trabajos escritos del médico no son propiamente exposiciones de su pensamiento, a la manera de las obras ensayísticas de muchos de sus contemporáneos. A diferencia de la mayoría de ellos, se concentró en su labor médica sin incursionar en los terrenos de la ensayística o de la literatura […]. En cambio, se encargó de hacer una tarea como publicista que se traduce en muchos artículos periodísticos y en el carácter de popularización de todos sus escritos.27
Tal caracterización de Bejarano parte del desconocimiento de los elementos que configuran al intelectual orgánico definido por Antonio Gramsci, como su origen de clase y su función dentro del grupo social dominante, esta es, darle homogeneidad y sustentar ideológicamente su poder político por medio de un conocimiento específico28. Finalmente, Pedraza termina su análisis con unas líneas que contradicen sus propias apreciaciones:
Con todo, Jorge Bejarano es un intelectual porque hizo su carrera en pos y en ejercicio del poder, y con la conciencia de formar parte de una colectividad de hombres semejantes a él y de que sus ideas se tradujeran en un programa político determinado.29
¿No son estos los rasgos de un intelectual orgánico?
Finalmente, estudios recientes mantienen la tendencia de tomar la información de Jorge Bejarano como fuente primaria para argumentar acerca de temas específicos relacionados con su vida y obra: el debate sobre la degeneración de la raza de 1920, la lucha contra el alcoholismo, la educación física, la alimentación y la niñez, entre otros30. Muchos de dichos trabajos son tesis elaboradas por estudiantes universitarios en campos de la historia cultural y la historia de la ciencia, pero no se configuran como aportes específicos para la historiografía de la historia política.
En cuanto a las fuentes primarias, las notas necrológicas de diversa procedencia se constituyeron en la principal veta de información para ayudar a estructurar el esqueleto inicial de la biografía31. Luego, se prosiguió con sus obras publicadas. El primer texto analizado de Jorge Bejarano fue su tesis de grado de la Universidad Nacional que data de 1913, un estudio sobre la importancia de la educación física32. Posteriormente, se ubicaron artículos en revistas médicas y algunos libros, cuyos temas van desde lo exclusivamente científico hasta reflexiones sobre la vida cotidiana, la sociedad y los valores universales ligados a la medicina. Cabe resaltar acá una conferencia sobre alcoholismo pronunciada en Buga en 1914 en la que se halla la primera referencia publicada sobre la lucha que Bejarano libró a lo largo de su vida en contra de este problema33.
En sus trabajos más extensos encontramos reflexiones sobre temas de interés primordial durante su trayectoria intelectual, como la maternidad, la alimentación, los vicios, la Cruz Roja, entre otros34. Lo que caracteriza a dichas obras es la presentación de un esquema narrativo que entrelaza el contexto histórico y la crítica social con el conocimiento técnico y científico de los elementos expuestos. La contextualización histórica amplia no se utiliza solamente como un recurso literario, sino también, como un mecanismo de legitimación del saber, es decir, algo que permite dar un carácter de objetividad y veracidad a sus escritos. La crítica social trasciende en ocasiones los ámbitos académico y político, dejando ver uno de los rasgos típicos de los intelectuales. Por último, el aspecto técnico y científico de su producción escrita (la especificidad de su conocimiento) no solo forma parte de su condición de profesional; también es utilizado como estrategia discursiva frente a diferentes destinatarios y en diferentes contextos, con sus respectivas consecuencias políticas y sociales.
Gran cantidad del material de opinión sobre Jorge Bejarano se halla a partir de la década de 1920. Desde muy temprano, la prensa bogotana, principalmente El Tiempo, comenzó a interesarse por este personaje gracias a las relaciones sociales que estableció cuando regresó a la capital en 1917. Entrevistas y comentarios sobre su trabajo en el Concejo, el Ministerio y en las oficinas y dependencias a las que estuvo vinculado, sus planes de gobierno en épocas de campaña electoral y una columna de opinión forman parte del repertorio de Jorge Bejarano35. Comentarios Médicos, por ejemplo, es el nombre de la columna que dedicaba El Tiempo a las reflexiones de Jorge Bejarano desde 1940. Su antecedente inmediato fue la “Página Médica”, aparecida por primera vez en abril de 1929 y que perduró hasta bien entrados los años cincuenta. En esta sección, a cargo de Bejarano, se trataban asuntos exclusivamente médicos y sanitarios, por lo que la expresión abierta de opiniones frente a diversos temas debía hacerse por otro medio: editoriales o columnas de opinión. Tal necesidad, sumada a factores coyunturales de 1940, motivó la aparición de “Comentarios Médicos”. Esta columna estándar, ubicada en el centro de la página 4, junto al Editorial, cuya extensión no superaba usualmente las 1200 palabras, mezclaba cuestiones sanitarias con asuntos políticos, sobre la base de un lenguaje técnico, pero sencillo, dirigido a diversos destinatarios, principalmente, miembros de las élites.
Diferentes artículos fueron tomados también de la prensa para contextualizar la época, los asuntos y los problemas relacionados con Jorge Bejarano. Sin perjuicio de la información que de allí se obtiene, la crítica de este tipo de fuentes prevaleció sobre su uso directo, teniendo en cuenta que la prensa escrita ha sido utilizada primordialmente como medio de expresión de los grupos políticos dominantes. Su influencia, su tiraje y su tiempo de circulación reflejan también la capacidad económica de los dueños de estos medios, de modo que la independencia, la objetividad y la veracidad de las informaciones solo pueden ser analizadas mediante la contextualización, la comparación y la crítica.
Todas estas fuentes se organizaron de dos maneras: en primer lugar, se agruparon cronológicamente por décadas para tener un registro más claro de la cantidad de fuentes obtenidas; en segundo lugar, se separaron los textos de Jorge Bejarano teniendo en cuenta una estructura temática: sus obras principales, los artículos científicos, las columnas de opinión y los discursos políticos en épocas de campaña proselitista.
Las fuentes se sometieron a análisis de contenido para identificar los elementos más relevantes de su discurso en cada periodo histórico (las unidades de registro, las macroproposiciones, etc.)36. A partir de un análisis cuantitativo elemental, en el que se resaltaron los conceptos que más se repetían en cada fuente, se fueron construyendo las unidades de registro (política, mujer, educación, etc.). Dichas unidades se organizaron en una base de datos que relaciona cada una de las fuentes escritas por Jorge Bejarano (desde 1913 hasta 1966) con la cantidad de veces que aparece la unidad de registro. Para el caso de fuentes como los Anales del Concejo o los Anales del Congreso, donde se relacionan las intervenciones de Bejarano en estas dos corporaciones, se elaboró otra base de datos que registraba la fecha de cada sesión, la participación o ausencia de Bejarano, la forma como había participado, lo que el intelectual había dicho o lo que se había dicho sobre él.
Luego se aplicaron técnicas de análisis discursivo para casos específicos (como las concepciones sobre la mujer o el seguimiento de la prensa en algunos contextos electorales)37. El análisis discursivo partió en un primer momento de los resultados del análisis de contenido, que luego derivaron hacia una revisión de la estructura de las fuentes: su concordancia y coherencia temática, el estilo del discurso, los parámetros de enunciación utilizados por Bejarano, entre otros elementos. Posteriormente, entramos en una fase del análisis que implica la interpretación de los contextos en los que se plantea el discurso, los otros discursos de los que toma referentes o a los que quiere dar respuesta y los efectos que produce, es decir, el entorno de intertextualidad. Este análisis fue muy relevante para identificar los cambios y continuidades en el pensamiento del intelectual y para identificar la forma como Bejarano asumió la práctica de la academia y de la política. Por último, todo lo anterior se complementó con análisis cualitativos para interpretar acontecimientos y contextos específicos de su vida38.
Conceptualizar a Jorge Bejarano
El Diccionario de la Real Academia Española define higiene como la parte de la medicina que tiene por objeto la conservación de la salud y la prevención de las enfermedades, y salud como el estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones. En la actualidad, para la gente del común, el término higiene está asociado exclusivamente a limpieza y aseo; sin embargo, para la medicina de la primera mitad del siglo XX, la higiene estaba asociada a todos los elementos del entorno social que permitían a las personas tener salud física y mental: alimentación, vivienda, acceso a servicios como agua y alcantarillado, vestuario, deporte, recreación, educación, justicia y acceso a los servicios médicos, entre otros. La higiene se configuró como una categoría sociológica, pues atendía gran parte de los asuntos inherentes a la sociedad.
Fue el mismo Jorge Bejarano quién recalcó la importancia de la higiene como categoría sociológica al criticar el cambio de nombre que se le dio al Ministerio de Higiene por Ministerio de Salud Pública en 1953:
De la mismísima Grecia nos vino el vocablo que ahora repudiamos. Esculapio, dios de la medicina, dio a su hija el nombre de Higieia, que desde entonces se consagró como diosa de la salud. Así pues, “sano”, “salud” es lo que traducen los vocablos “hygiees” e “hygieia”, vocablos contemporáneos de la cultura del hombre, y que nosotros los médicos estamos obligados a perpetuar por su origen médico y a traducir como el arte de vivir en plena salud; como el conjunto de normas para preservarla y conservarla; como ciencia de la vida porque enseña al hombre a rodearla de ambiente propicio para lograrla; porque lo magnifica y hace libre enseñándole a desarrollar y conservar las facultades del cuerpo y del espíritu y porque en fin, prolonga la existencia, haciéndola grata y amable a quien la disfrute. La salud pública, no es la higiene misma. Es el resultado de su aplicación. Es su consecuencia.39
La higiene, y todos los elementos asociados a ella, formaba parte de la cognición social de muchos miembros de la clase política, lo cual le permitió trascender lo eminentemente médico para llegar al campo de la ideología. Esta, por su parte, es la forma como se manifiestan ciertos comportamientos, valores y representaciones en un grupo social y actúa como un eje que transversaliza todos los aspectos individuales y colectivos en los que dicho grupo está inmerso. La ideología se manifiesta con acciones políticas directas y se difunde por medio de estrategias discursivas. Según el lingüista Teun van Dijk, las ideologías:
[…] representan el conjunto de intereses variados de los grupos sociales (a menudo en relación con otros grupos o con temas sociales), como son su identidad, sus tareas, objetivos, valores, posición y recursos sociales. En este sentido, las ideologías son como un conjunto de esquemas de los que dispone un grupo y que tratan de sí mismo y de su posicionamiento en la estructura social.40
Teniendo en cuenta esa caracterización, se puede afirmar que la higiene era parte integral del imaginario social (ideología) de gran parte de las élites gobernantes de la primera mitad del siglo XX, quienes pretendían llevar a Colombia a un estado de modernidad y progreso. La higiene y sus prácticas eran el instrumento por medio del cual el pueblo colombiano podía dejar de lado aquellos rasgos ancestrales que los acercaban a la barbarie (como el consumo de chicha o el uso de alpargatas) para convertirse en el pueblo civilizado, disciplinado y laborioso necesario para el desarrollo requerido por la economía capitalista. La higiene debía transformarse en un valor moral inherente a la persona y, a su vez, en un hábito social perteneciente a un imaginario colectivo. Por esta razón, debía ser enseñada, difundida y asimilada; inclusive, en muchas ocasiones debía ser impuesta si la tradición luchaba contra la modernidad.
Esto último remite al carácter político de la higiene. La política se puede interpretar como el espacio en el que el poder circula y en el que se aplican una serie de saberes y prácticas. La higiene como política se entiende como un dispositivo de poder, como un mecanismo de control y gestión social necesario para el gobierno de la población41. Esto significa que durante la primera mitad del siglo XX, los asuntos higiénicos no eran necesariamente una cuestión técnica ni médica cuyo ámbito de aplicación fuera exclusivamente el individuo. La higiene como política se manifestó en el entorno social por medio de prácticas como la adecuación de espacios urbanos (construcción de barrios obreros y viviendas para campesinos, acueductos y alcantarillados, hospitales, etc.); el fomento de la inmigración de ciertos grupos étnicos (preferiblemente anglosajón) y de la educación primaria como base de la formación de nuevos ciudadanos; la legislación sobre bebidas fermentadas o el uso de vestuario para trabajadores, entre otros aspectos.
Con respecto al concepto de intelectual orgánico, Antonio Gramsci estableció mediante el estudio de los mecanismos culturales utilizados para el sometimiento del proletario que los intelectuales son los encargados de ayudar a realizar dicho proceso de dominación, de una manera no violenta. Para Gramsci: “todo grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, crea a la vez orgánicamente, una o más capas intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de sus propias funciones”42. Esto significa que el intelectual orgánico es aquel que cumple la función de, por un lado darle identidad a la clase dominante y por el otro, llevar a cabo la dominación y la hegemonía social de las clases subalternas43. Para el caso del modo de producción capitalista, el intelectual orgánico por excelencia es el organizador técnico, es decir, un especialista en ciencia aplicada que mantiene todos sus rasgos característicos de orden y disciplina intelectual en función del ordenamiento social necesario para la economía capitalista44.
El político francés Hugues Portelli, en su estudio del concepto gramsciano de bloque histórico, nos presenta una síntesis muy acertada de la forma como Gramsci identificaba la función del intelectual orgánico:
Los intelectuales son las células vivas de la sociedad civil y de la sociedad política, ellos son quienes elaboran la ideología de la clase dominante, dándole así conciencia de su rol y transformándola en una “concepción del mundo” que impregna todo el cuerpo social. En el nivel de la difusión de la ideología, los intelectuales son los encargados de animar y administrar la estructura ideológica de la clase dominante en el seno de las organizaciones de la sociedad civil (iglesia, sistema escolar, sindicatos, partidos, etc.) y su material de difusión (mass media). Funcionarios de la sociedad civil, los intelectuales son también los agentes de la sociedad política, encargados de la gestión del aparato de Estado y de las fuerzas armadas […] Cada una de estas funciones —hegemónica, coercitiva, económica— contribuye a la unidad de la clase fundamental y a su hegemonía en el seno del bloque histórico.45
Lo anterior significa que el intelectual no es un agente pasivo ni independiente; y esto es de gran relevancia porque nos remite a dos asuntos esenciales dentro de la caracterización de Jorge Bejarano como intelectual orgánico: la autonomía del intelectual y la lucha por el poder. En el primer caso, Gramsci explica que, aunque los intelectuales se sientan una clase autónoma, no lo son, sino que forman parte del bloque hegemónico o son cooptados de otros sectores sociales, por ejemplo, del clero. En el segundo caso, los nuevos intelectuales de la era industrial entran en pugna con los intelectuales “tradicionales” (es decir, con los que caracterizan el orden económico y social de las sociedades rurales) por el control hegemónico del nuevo entramado social. Esta lucha refuerza el vínculo orgánico entre los intelectuales y la clase dirigente que busca consolidarse en el poder. Además, dicha clase permite que algunos intelectuales tradicionales sean cooptados con el fin de consolidar su dominio. Pero esta cooptación se da en la medida en que el intelectual, nuevo o tradicional, asuma los postulados ideológicos del grupo dominante y le sirva para sustentar su hegemonía.
De esta manera, se concluye que Jorge Bejarano es un intelectual orgánico de la élite gobernante de la primera mitad del siglo XX, pues en su larga vida política e intelectual y, en especial, en su lucha por la higienización del país, se observa ese proceso de dominación no violenta o de “consentimiento espontáneo de las grandes masas de la población a la dirección impresa de la vida social por el grupo fundamental dominante”46.
El concepto de política se aborda no solo como la competición electoral y la distribución burocrática del poder, sino como una relación más compleja entre acciones y conocimientos aplicados a un entorno social. Lo anterior se guía por los preceptos del investigador italiano Giovanni Sartori, para quien la política es el espacio en el que se relacionan la teoría y la práctica, el saber y el hacer, y de cómo por ello, los proyectos políticos triunfan o fracasan en la acción47. Este autor parte de un análisis teórico del momento en que se separan la esfera política de la social en el siglo XIX para hacer una aproximación a dos rasgos de la política: la autonomía y la identidad. Estos rasgos se ligan a los comportamientos políticos, lo que fue parte del interés por estudiar a Bejarano: “En la política no se da un comportamiento que tenga características de uniformidad asimilables a los comportamientos morales y económicos […] no equivale a indicar un tipo particular de comportamiento sino un ámbito y un contexto”48.
En el contexto de esa separación de esferas, en el que no hay un control político, sino un control social, y en el que las estructuras de los conglomerados humanos crean una relación de verticalidad entre las esferas, Sartori afirma que conceptos como poder y coerción no bastan por sí solos para caracterizar y circunscribir la esfera de la política49. Se debe tener en cuenta la existencia de otros poderes y otros estilos de coerción (jurídicos, económicos, religiosos) que interactúan en la esfera social. En el siglo XX, a la verticalidad de las esferas sociales y políticas se le une una dimensión horizontal con la democratización o masificación de la política. La política, antes identificada exclusivamente con los asuntos del Estado, aparece ahora articulada a los procesos sociales de manera más horizontal, lo que nos lleva a pensar la sociedad y el Estado en términos de sistema político y de subsistemas. Sin embargo, la verticalidad no se pierde. Con respecto a los procesos electorales afirma Sartori: “Basta observar que los procesos electorales son un método de reclutamiento del personal que irá a ocupar posiciones políticas; de lo que se desprende que son parte de los procesos verticales del sistema político”50. Además, aclara que no se debe confundir la influencia sobre el poder con tener poder; así, debemos distinguir el cómo y el dónde se genera el poder político, del cómo y dónde se lo ejerce.
Sobre estos elementos se puede afirmar con Jorge Bejarano que la política, por ende, es el espacio en el que se entrelazan elementos objetivos como las diferentes estructuras sociales, económicas, académicas, profesionales, etc., con elementos subjetivos como la vocación y la ambición política, entendida esta última no en sentido negativo, sino como la necesidad de integración a una estructura política jerarquizada en la que se escalan posiciones.
Por su parte, la relación entre el saber y el poder, base del comportamiento político de Jorge Bejarano, se abordó desde los planteamientos teóricos de Michel Foucault. En la obra Microfísica del poder, el filósofo francés parte de la observación de que el ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder51. Esta relación se manifiesta en acciones de carácter político para el control sobre los individuos (legislación penal, teorías y prácticas médicas, organización del trabajo, etc.) y en formas discursivas de expresión del poder. Pero para entender el poder en su verdadera dimensión, Foucault afirma que este debe ser analizado desde sus formas menos jurídicas, desde los mecanismos sutiles que permiten que sea ejercido (como la influencia o difusión de ciertas ideas sobre el manejo del cuerpo), desde sus intenciones, desde su funcionamiento como un factor circulante entre todos los individuos de la sociedad y no solo desde aquellos que lo detentan. El poder, más que un “algo” que se posee, es una relación de diversos elementos. Lo que se forma con esta relación entre poder y saber es una sociedad de la normalización52. Los avances de la medicina, por ejemplo, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etc., tienen lugar en el frente en el que se encuentran los dos planos heterogéneos de la disciplina y de la soberanía53.
Foucault también se refiere a los intelectuales, la relación que sostienen entre teoría y praxis, y la forma como asumen el concepto de verdad. Parte del contexto de mayo del 68 para afirmar que la idea del intelectual como “agente de conciencia”, situado al margen de la sociedad, se ha desdibujado desde el momento en que las masas descubren que no necesitan de ellos para saber54. Este intelectual era por excelencia el escritor, aquel que se situaba fuera de la esfera del Estado y defendía una verdad universal. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, se produce una politización del intelectual en cuanto se aleja de aquella universalidad mencionada y da un giro hacia la especificidad de su saber. Se convierte entonces en un “intelectual específico”, que deriva sus rasgos de su condición de científico-experto, y que defiende un régimen de la verdad que es reglamentado desde las instancias de poder55. En el transcurso de esta biografía se demuestra que la transformación del intelectual que explica Foucault se presenta de manera mucho más temprana en el caso de Jorge Bejarano.
Para entender las estructuras cognitivas de la clase dirigente con respecto a la higiene, en esta investigación se consultó al historiador Carlos Ernesto Noguera, quién logró plasmar con claridad los postulados foucaultianos a la realidad colombiana. Según Noguera, los asuntos higiénicos no eran necesariamente una cuestión técnica ni médica. Estaban vinculados a intereses políticos y concepciones ideológicas. El control de las clases obreras y campesinas trató de imponerse por medio de lo que identificó como el dispositivo higiénico, es decir, una forma de mecanismo de poder en el que antes que el mejoramiento de las condiciones de vida prima un interés político dominante56. Los acueductos, alcantarillados, la vivienda higiénica, la buena alimentación, la protección materna e infantil, la prohibición de ciertos vicios, la prevención de enfermedades y demás aspectos relacionados formaban parte de una cognición social que, junto con los condicionamientos del desarrollo del capitalismo y el progresivo avance de los movimientos reivindicativos de las clases obreras, se propusieron imponer un prospecto de sociedad moderna que necesitaban las élites nacionales para insertarse en el mundo exterior.
Con respecto al concepto de discurso político se trabajó a partir de los postulados hechos por el sociólogo y semiólogo argentino Eliseo Verón57. Para Verón, el discurso político debe ser tratado como campo discursivo en el que se presentan intercambios (juegos) y en el que interactúan diferentes tipos discursivos y sus variantes. Dichos intercambios, por una parte, ocurren en un sentido diacrónico, lo que hace variar la estrategia discursiva a lo largo del tiempo; por otra parte, se manifiestan de diferentes maneras en cuanto a los medios de difusión en que aparecen —prensa, radio, televisión, etc.—, hecho que debe ser tenido en cuenta. Para el caso de Bejarano, los modos de manifestación del discurso se identificaron con la prensa, la tribuna pública y la academia.
Verón también considera que el discurso político se construye desde la identificación de un “adversario”, lo cual le permite definir tres tipos de destinatarios que surgen desde el enunciador: el primero es el de los prodestinatarios, de carácter positivo, los cuales tienen una relación con el enunciador de “colectivo de identificación”, unidos por un lazo de “creencia presupuesta”. En otras palabras, se está hablando de los seguidores del discurso, del “nosotros”. El segundo es el de los contradestinatarios, de carácter negativo, aquellos excluidos del colectivo de identificación y cuyo lazo de creencia se da en sentido inverso, es decir, el “otro”. El tercero y último es el de los paradestinatarios, aquellos a los que va dirigido todo lo que en el discurso político se encuentra en el campo de la persuasión. En el discurso de Jorge Bejarano se identificaron estos tres destinatarios en diversos contextos.
Por otra parte, se usó el concepto de comunidad epistémica de Teun van Dijk y los planteamientos que presenta este autor con respecto al análisis de la prensa, medio de expresión por excelencia de Jorge Bejarano. Van Dijk parte del hecho de que la noción de episteme —saber o conocimiento verdadero según su acepción clásica— no debe entenderse simplemente como un “conocimiento compartido”, sino que dicho concepto debe definirse en términos socioculturales a partir de los criterios y estándares que la comunidad construye sobre ese conocimiento. Lo anterior significa que una comunidad epistémica es una agrupación social poseedora de un conocimiento al que se aplican ciertos criterios de valoración propios de dicho grupo. Esos estándares de conocimiento que identifican a una comunidad epistémica son desarrollados por expertos e instituciones en diferentes sociedades y momentos, lo cual implica que los discursos manejados por ellos no deben ser analizados solo desde la estructura discursiva per se, sino también, desde las relaciones de poder de quienes los emiten y hacia quienes son emitidos58.
En relación con lo anterior, para el lingüista holandés el análisis de las opiniones —editoriales, columnas de opinión, etc.— debe hacerse desde un triángulo que relaciona la cognición, la sociedad y el discurso59. Esto lleva a entender la opinión como una representación mental y como una creencia evaluativa, es decir, un conocimiento que puede estar sujeto a criterios de verdad o falsedad, compartidos social y culturalmente. Más importante aún es la diferenciación que hace Van Dijk entre opiniones mentales —representaciones y valoraciones de algo— y opiniones discursivas —opiniones localmente emergentes o fabricadas que se expresan, de manera verbal o escrita, en un contexto específico—60, pues son estas las que se tomaron como uno de los referentes para el análisis de Jorge Bejarano. El discurso de opinión se caracteriza por una estructura argumentativa y una construcción semántica particular de su contenido, a lo que se agrega un estilo de entonación específico según la intención del discurso o sus destinatarios. En palabras de Van Dijk, “[…] a menudo las opiniones no se expresan tanto por lo que se dice, sino por cómo se dice”61.
Para finalizar, se tuvieron en cuenta los planteamientos de Mijail Bajtín con respecto a los géneros discursivos, con el fin de identificar y describir el o los estilos discursivos utilizados por Bejarano62. Bajtín plantea la existencia de construcciones semánticas a las que llama “enunciados”, en las cuales se conjugan diferentes factores —principalmente culturales y lingüísticos— para dar forma a estilos de discurso o géneros discursivos. Dichos géneros pueden ser simples (primarios) o complejos (secundarios), de acuerdo con la forma en que los enunciados sean presentados o las cargas ideológicas (culturales) que traigan tras de sí. Otro elemento importante de los enunciados es que generan una relación activa entre diferentes sujetos discursivos, es decir, provocan respuestas y construcciones adicionales a los enunciados. Además, Bajtín identifica un rasgo esencial de los enunciados que es la entonación expresiva, la cual representa una expresividad típica del género discursivo del hablante o se trata de un eco del matiz expresivo, ajeno o individual, que hace que la palabra muestre la totalidad del enunciado ajeno como determinada posición valorativa63. En este sentido, se identificaron en el estilo retórico de Bejarano esos matices que permiten ver la intencionalidad de un discurso o una manera de dirigirse a sus destinatarios.
La biografía como género histórico se ha rescatado desde hace varias décadas64. Frente al rechazo y deslegitimación procedente de la consolidación de los temas estructurales de la historia social en los años sesenta en Colombia, se presentan ahora iniciativas para adecuar este tipo de investigación a los parámetros de la disciplina histórica. El historiador Gilberto Loaiza ha tratado de plantear algunos elementos para tener en cuenta al abordar un personaje histórico por medio del esquema biográfico:
[…] la biografía contemporánea trata de reconstruir la vida de individuos en situación. Si la biografía no sitúa al individuo, si no construye en su relato un diálogo intenso entre contexto normativo y el microproceso existencial del individuo, el resultado será muy cuestionable.65
Por otra parte, la biografía
[…] debe estar precedida de un proceso que abarca la definición de criterios de selección del personaje biografiable; la precisión de cuál debe ser el acervo documental que no suele restringirse (y no puede restringirse) a la documentación que proporcionen herederos o albaceas; el aparato teórico interpretativo acompañado de un conjunto de hipótesis; las decisiones sobre la mezcla de narración y explicación en la organización del relato; la conciencia de la continua tensión entre contexto normativo y libertad individual limitada.66
Aunque todos los aspectos destacados por Loaiza son relevantes, vale la pena resaltar lo que menciona sobre el hecho de no restringirse a las fuentes otorgadas por herederos. En primer lugar, la investigación sobre Jorge Bejarano se realizó sin intervención de sus herederos, debido a diversas dificultades que se presentaron para rastrearlos. Hacia comienzos de 2010 se logró encontrar a uno de sus nietos, el señor Juan Manuel Saiz, hijo de Blanca Bejarano Martínez, quien tras una breve entrevista permitió corroborar algunos de los datos obtenidos mediante las fuentes escritas.
Por otra parte, encontrar fuentes críticas sobre un personaje como Jorge Bejarano, identificado como una de las figuras más importantes en el campo de la medicina y la higiene durante la primera mitad del siglo XX, fue bastante difícil, sobre todo desde los ámbitos académicos mencionados. Y desde el ámbito político, la cuestión de la crítica al intelectual se tornó un poco más difícil de rastrear, si se tiene en cuenta que él no es percibido como una figura política. Esto obligó a extender la búsqueda de información a la prensa conservadora de varios lugares del país y a los debates políticos registrados en fuentes como los Anales del Concejo y los Anales del Congreso. El trabajo que se presenta a continuación, aunque se enfoca en un aspecto particular del personaje, trata de mantener la línea crítica y contextual que permite dar una dimensión histórica explicativa de Jorge Bejarano.
Notas
1“Comentarios Médicos”, El Tiempo, septiembre 4 de 1957, 4.
2DANE, Boletín Técnico Pobreza Monetaria en Colombia 2018 (Bogotá, 3 de mayo de 2019). https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/ pobreza/2018/bt_pobreza_monetaria_18.pdf. Consulta realizada el 10 de julio de 2020.
3https://www.rtve.es/noticias/20200427/virus-desigual-ricos-pobres-coronavirus-afectaforma-desigual-ricos-pobres/2012876.shtml. Consulta realizada el 10 de julio de 2020.
4https://uniandes.edu.co/es/noticias/desarrollo-regional/covid19-sus-efectos-de-pobrezay-desigualdad-en-colombia. Consulta realizada el 10 de julio de 2020. El dato que revela la Universidad de los Andes en el estudio publicado en mayo de este año indica que se puede retroceder a los niveles de pobreza monetaria de 2002, que afectaban al 49,7 % de la población.
5En el anexo A se puede apreciar una síntesis gráfica de la producción escrita de Jorge Bejarano por periodo estudiado.
6Para una mejor apreciación de los elementos mencionados se pueden consultar los siguientes trabajos: Carlos Noguera E., “La medicina y la cuestión social la politización de la medicina o la medicalización de la política en Colombia (1900-1940)” (tesis de grado de la Maestría de Historia, Bogotá, UNAL, 1998). Mario Hernández Álvarez, La Salud Fragmentada en Colombia 1910-1946 (Bogotá: UNAL, 2002). Del mismo autor: La Organización Panamericana de la Salud y el Estado colombiano: Cien años de historia 1902-2002 (Bogotá: OPS Oficina Regional, 2002). Historia Social de la Ciencia en Colombia (Bogotá: COLCIENCIAS, 1993. Vols. VII y VIII Medicina.). Oscar Iván Calvo Isaza y Marta Saade Granados, La ciudad en cuarentena: Chicha, patología social y profilaxis (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2002). Christopher Abel, Ensayos de historia de la salud en Colombia 1920-1990 (Santa Fe de Bogotá: CEREC, 1996). También se han intentado acercamientos desde la historia social y la historia económica: Mauricio Archila Neira, Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945 (Santa Fe de Bogotá: CINEP, 1991).
7Se diferencia el cuerpo médico universitario de aquel que practicaba la medicina, pero no era profesional, los llamados “teguas”, contra los cuales luchaban los titulados en la universidad.
8Medófilo Medina, “La historiografía política del Siglo XX en Colombia”. En La historia al final del milenio. Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana (Bogotá: Editorial Universidad Nacional de Colombia, vol. II, 1994).
9Véase el trabajo de Fernán González, Para leer la política. Ensayos de historia política colombiana (Bogotá: CINEP, 1997), sobre la relación entre cultura y política; César Augusto Ayala, El populismo atrapado, la memoria y el miedo: el caso de las elecciones de 1970 (Medellín: La Carreta, Universidad Nacional de Colombia, 2006), sobre las elecciones presidenciales de 1970 y el trabajo Resistencia y oposición al Establecimiento del Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular (Anapo), Colombia 1953-1964 (Bogotá: Colciencias, Cindec, 1996); Medófilo Medina, Historia del Partido Comunista (Bogotá: CEIS, 1980), o Fabio López de la Roche, Izquierdas y cultura política. ¿Oposición alternativa? (Bogotá: CINEP, 1994), sobre la historia de la izquierda en los años 60 en adelante.
10Gilberto Loaiza, “Los intelectuales y la historia política en Colombia”. En: La historia política hoy; sus métodos y las ciencias sociales, editado por César Augusto Ayala Diago (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004). Otros acercamientos a la relación de los intelectuales colombianos con la política se presentan en trabajos como: Gonzalo Sánchez Gómez, Los intelectuales y la política (Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales IEPRI, UNAL, 2003). Andrés Botero Bernal, El papel del intelectual: Pasado, presente y futuro inmediato (Medellín: Editorial ISB, 2002). Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, estado y nación en Colombia. De la Guerra de los Mil Días a la Constitución de 1991 (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2002).
11Uno de los trabajos que ha tratado de adentrarse en el estudio de los intelectuales de rango medio dentro de la política es el de Gilberto Loaiza Cano, Manuel Ancízar y su época. Biografía de un político hispanoamericano del siglo XIX (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2004).
12Al respecto, los últimos trabajos del historiador César Augusto Ayala abordan la relación entre los aspectos discursivos de la clase política y sus prácticas. Véase: Exclusión, discriminación y abuso de poder en el tiempo del Frente Nacional: una aproximación desde el análisis crítico del discurso (ACD) (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008). Desde el género biográfico tenemos como referente la obra El porvenir del pasado. Gilberto Alzate Avendaño, sensibilidad leoparda y democracia (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2007), la cual aborda al intelectual conservador desde una perspectiva que integra la historia, la sociología y la antropología de la política colombiana. (tesis para optar al título de historiador, Universidad Nacional de Colombia, 2005).
13Rodrigo Ospina Ortiz, “Jorge Bejarano. El intelectual, la política y la medicina, 1888-1996”
14Ospina Ortiz, Jorge Bejarano. Un intelectual orgánico….
15Humberto Cáceres y Zoilo Cuellar Montoya, Academia Nacional de Medicina de Colombia. Sus miembros 1873-1997 (Santafé de Bogotá: Academia Nacional de Medicina, 1998), 118-119.
16Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia 1915-1934 (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1974, tomo II), 67.
17Oliverio Perry, Quién es quién en Colombia (Bogotá: Oliverio Perry & Cia., 1948. Segunda edición).
18Herbert Braun, Mataron a Gaitán: vida pública y violencia urbana en Colombia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Centro Editorial, 1987), 342 y 366.
19Daniel Pécaut, Orden y violencia. Evolución socio política de Colombia entre 1930 y 1953 (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2001. Segunda edición).
20Medina, Historiografía política del siglo XX en Colombia…, 471.
21Abel, Ensayos de historia…, 12.
22Ibíd., 39.
23Los trabajos mencionados al respecto son: Néstor Miranda Canal, “La medicina colombiana de la Regeneración a los años de la Segunda Guerra Mundial”. En Nueva Historia de Colombia (Santafé de Bogotá: Planeta Colombiana Editorial, 1989, Volumen IV); Noguera, La medicina y la cuestión social. Néstor Miranda C., Emilio Quevedo V. y Mario A. Hernández, “La institucionalización de la ciencia en Colombia”. En Historia social de la ciencia en Colombia (Bogotá: Colciencias, 1993). Del mismo autor: La Salud Fragmentada en Colombia 1910-1946 (Bogotá: UNAL, 2002 Tomo VIII). Diana Obregón, “Historiografía de la ciencia en Colombia”. En La historia al final del milenio. Ensayos de historiografía colombiana y Latinoamericana, editado por Bernardo Tovar Zambrano (Bogotá: UNAL, 1994). Hernández Álvarez, La Organización Panamericana de la Salud….
24Calvo Isaza, La ciudad en cuarentena.
25Pedraza, Jorge Bejarano, 391.
26Carlos Aguirre y Carmen McEvoy, “Introducción”. En Intelectuales y poder. Citado por Pedraza, 392.
27Pedraza, Jorge Bejarano..., 392.
28Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura (México: Juan Pablos Editor, 1975), 27.
29Pedraza, Jorge Bejarano..., 392.
30Martha Lucía Herrera, Educar el nuevo príncipe ¿asunto racial o de ciudadanía? (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2013). Rubén Ardila, Historia de la Psicología en Colombia (Bogotá: Editorial Manual Moderno, 2013); Ximena Pachón, “La infancia y la antropología en Colombia. Una aproximación”. En Infancia y adolescencia. Análisis desde la antropología, compilado por Maritza Díaz y Mauricio Caviedes (Bogotá: Universidad Javeriana, 2015); Alejandro Salazar Bermúdez, “Visiones sobre el alcohol y la prohibición en los debates médicos y la prensa en Colombia, 1918-1923”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social, n.° 9 (2017); Claudia Leal León, “Un tesoro reservado para la ciencia. El inusual comienzo de la conservación de la naturaleza en Colombia (décadas de 1940 y 1950)”, Historia Crítica, n.° 74 (2019); Jairo Gutiérrez Avendaño, “Mens sana in corpore sano: incorporación de la higiene mental en la salud pública en la primera mitad del siglo XX en Colombia”, Historia Caribe XIV, n.° 34 (2019); Michel Faizal Geagea, “La educación médica”, Revista de Medicina 42, n.° 1 (2020); María Alejandra Vallejo Castro, “Para contener a las ‘clases peligrosas’: análisis del discurso liberal. El caso del chichismo en Colombia durante la primera mitad de siglo XX” (tesis de maestría en Historia, Bogotá, Universidad de los Andes, 2013); Joan Manuel López Solano, “El laboratorio de lo social: configuración, trasformaciones y aplicaciones de una ciencia de la sociedad en Jorge Eliecer Gaitán, 1920-1946” (monografía de pregrado en Historia, Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, 2016).
31“Discurso pronunciado por el académico Juan Pablo Llinás en la sesión solemne en homenaje al profesor Jorge Bejarano, celebrada en la biblioteca Luis Ángel Arango el 6 de julio de 1966”, Revista Médica 4, n.° 1 (1967): 53-60. En el anexo B se puede apreciar una cronología general de la vida y obra del intelectual.
32Bejarano, La educación física.
33Jorge Bejarano, “Lucha antialcohólica”, Repertorio de Medicina y Cirugía 6, n.° 4 (1914): 164-175 (aparece publicado en enero del año siguiente).
34Véase Jorge Bejarano, La madre y su primer bebé. Consejos útiles y necesarios a las madres (Bogotá; Editor J. Casis, 1919); El libro de la maternidad (Bogotá: Editorial Minerva, 1924); La obra de la Cruz Roja Nacional (Bogotá: Tipografía Regina, 1934); Alimentación y nutrición en Colombia (Bogotá: Editorial Cromos, 1941); La derrota de un vicio, origen e historia de la chicha (Bogotá: Editorial Iqueima, 1950). Nuevos capítulos sobre el cocaísmo en Colombia (Bogotá: Editorial Minerva, 1952); Literatura y tuberculosis (Bogotá: Editorial Iqueima, 1959); Reseña histórica de la higiene en Colombia (Caracas: Multilith ICSS, 1961).
35Ejemplos importantes de estas fuentes son: Jorge Bejarano, “Noticias de Higiene Pública”, El Tiempo, septiembre 6 de 1921, 3. “El Programa Liberal del Doctor Bejarano”, El Tiempo, mayo 8 de 1931, 4; “Higiene”, Revista Semana, febrero 12 de 1949, 11. “Cómo deben resolverse los grandes problemas de Bogotá”. El Tiempo, mayo 4 de 1930, 1 y 14. “Problemas Municipales”, El Tiempo, marzo 26 de 1930, 3.
36Se utilizará el libro de Klauss Krippendorf, Metodología del análisis de contenido: teoría y práctica (Barcelona: Ediciones Paidós, 1990).
37Aquí se utilizó el libro de Van Dijk, Racismo y análisis crítico de los medios; el de Ruth Wodak y Michael, comps., Métodos de análisis crítico del discurso (Barcelona, Gedisa, 2001) y el de Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista (Buenos Aires: Eudeba, 2003).
38Algunos de los trabajos que se tuvieron en cuenta fueron: François Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado (Buenos Aires: FCE, 1999); Thomas Sebeok y Jean Umiker Sebeok, Sherlock Holmes y Charles S. Pierce. El método de la investigación (Barcelona: Editorial Paidós, 1987). Gonzalo Abril, “Análisis semiótico del discurso”. En: Métodos y técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales, coordina por Juan Manuel Delgado y Juan Gutiérrez (Madrid: Editorial Síntesis, 1995).
39“Comentarios médicos”. El Tiempo, junio 30 de 1953, 4.
40Van Dijk, Racismo y análisis crítico de los medios, 236.
41Noguera, Medicina y política…, 123.
42Gramsci, Los intelectuales…, 27.
43Ibíd., 16.
44Gramsci, La constituzione del Partito Comunista. Citado en Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico (México: Siglo XXI Editores, 1979), 101.
45Ibíd., 99.
46Gramsci, Los intelectuales…, 35.
47Giovanni Sartori, La Política. Lógica y método en las ciencias sociales (México: FCE, 1992, segunda edición en español), 10.
48Ibíd., 217.
49Ibíd., 219.
50Ibíd., 221.
51Michel Foucault, Microfísica del poder (Barcelona: Planeta, 1994), 99.
52Ibíd., 151.
53Ibíd., 152.
54Ibíd., 79.
55Ibíd., 185.
56Noguera, La Medicalización de la política..., 139.
57Eliseo Verón, “La palabra adversativa”. En El discurso político. Lenguajes y acontecimientos editado por varios autores (Buenos Aires: Librería Hachette, 1986), 13-26.
58Teun Van Dijk, “Discurso, conocimiento, poder y política. Hacia un análisis crítico epistémico del discurso”, Revista de Investigación Lingüística, n.º 13 (2010): 175.
59Van Dijk, Racismo y análisis crítico de los medios…, 253.
60Ibíd., 271.
61Ibíd., 274.
62Mijail Bajtín, Estética de la creación verbal (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2005).
63Ibíd., p. 279.
64Franco Ferrarotti, “Las biografías como instrumento analítico e interpretativo”. En La historia oral: métodos y experiencias, compilado por Cristina Santamaría (Madrid: Editorial Debate, 1993).
65Gilberto Loaiza Cano, “El recurso biográfico”, Revista Historia Crítica, n.° 27. www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/rhcritica/27/elrecurso.htm. Para una aproximación más profunda de los fundamentos teóricos sobre la biografía, véase la introducción del libro de Loaiza Cano, Manuel Ancízar y su época.
66Ibíd.