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Prólogo

Comienzo a escribir este prólogo en Santiago de Chile, la noche del 8 de marzo de 2020. Hoy hubo una manifestación pública masiva en conmemoración del Día de la Mujer (el “8M”) y, al parecer, asistieron entre uno y dos millones de casi solo mujeres, contando únicamente a Santiago. En diez días más se cumplen cinco meses desde el Estallido Social (el “18/O”), la revuelta ciudadana más grande de la historia de este país, y dentro de un mes habrá votaciones populares para decidir si se elaborará una Nueva Constitución de Chile. Son momentos de crisis, de peligro y oportunidad. Pero también de confusión. La sociedad organizada en lo que llamamos un “país” es, claramente, un sistema y, en particular, un sistema complejo. Este solo hecho es una herramienta conceptual con una potencialidad tan grande, que cuesta entender cómo es que esta perspectiva aún no se convierte en el eje del pensamiento político práctico y de las políticas públicas. Este libro puede ser, y espero sinceramente que así sea, entre otras cosas, un catalizador para tan provechoso fin. La sistémica va más allá de los sistemas sociales y claramente este es un libro científico, que no es solamente útil para la política, pero los momentos de convulsión en que nos encontramos me obligan en este instante a llamar la atención sobre ese punto. Yo recomendaría Deja a la estructura hablar como lectura obligada para cualquier persona que ocupe un cargo de responsabilidad pública. Este libro creo será parte de la historia de la sistémica y la convulsión en la que surge me obliga a llamar la atención también sobre la coincidencia, tal vez significativa, entre hitos importantes de la sistémica y la gran convulsión social dentro de la que han ocurrido:

1905, Rusia. Alexander Bogdánov, el fundador actualmente indiscutible del pensamiento sistémico, lideraba el Partido Bolchevique, el que tomó las riendas de la Revolución rusa contra la monarquía y que instauró el socialismo (urss). En la segunda jerarquía del partido estaba Vladimir Lenin, quien escribía un libro filosófico en contra de las ideas de Bogdánov. Bogdánov proponía que el conflicto, la oposición, era el resultado solo de la falta de organización. En cambio, para los marxistas, el conflicto, la lucha, es absolutamente inevitable. De hecho, es la fuente de todo cambio. Para la “dialéctica”, fundamento del marxismo, el cambio surge de la oposición, la disputa, el conflicto, la búsqueda de uno por dominar sobre otro, siempre habiendo dos bandos antagónicos. Finalmente, Lenin supera a Bogdánov en las elecciones del Partido y al tiempo se prohíbe la difusión del pensamiento del primer pensador de “los sistemas en sí”.

1942, Estados Unidos. Los fundadores de la cibernética comienzan a reunirse en los seminarios interdisciplinarios que terminarían llamándose Conferencias Mecy, financiadas por las Fuerzas Armadas de EEUU. Comienzan las reuniones en plena Segunda Guerra Mundial y continúan en la posguerra. Ya había quedado claro para las superpotencias que la tecnología y la inteligencia eran fundamentales para lograr el desarrollo y el poder. Las máquinas en interacción con los seres humanos serían el futuro de la nación y del mundo. Los cibernéticos se dan cuenta de que los humanos y las máquinas siguen principios sistémicos comunes, lo que les permite aprender a los unos de las otras y viceversa, y también acoplar su funcionamiento conjunto. Muy al estilo estadounidense esta corriente de pensamiento deriva hacia un enfoque tecnológico, formando parte de los orígenes de la computación, la robótica y la inteligencia artificial. Sin embargo, su pretensión científica y filosófica queda relegada a un segundo plano.

1973, Chile. Humberto Maturana y Francisco Varela, fundadores de la Autopoiesis, publican el libro De máquinas y seres vivos, haciendo renacer la sistémica en tanto conocimiento científico y filosófico de los sistemas. Varela había vuelto pocos años antes a Chile por su interés en apoyar el experimento chileno del socialismo democrático, que desde su inicio despertó esperanzas y convulsiones. El presidente Salvador Allende es derrocado en un golpe de Estado liderado por el general de Ejército Augusto Pinochet, que pronto destruye uno de los proyectos estrella de la coalición gobernante, la Unidad Popular: el Cybersin (o proyecto Synco). Se trataba de una sala de comando que centralizaría la información y las decisiones del Estado sobre la nación, entendida como un sistema, según la concepción del cibernético Stafford Beer, quien también llegó a Chile por la Unidad Popular. Se trató del intento más notable (a nivel mundial) de aprovechar el pensamiento sistémico para desarrollar estrategias y tecnologías en las políticas públicas. Pero, al parecer, los militares no vieron en este proyecto sistémico, pionero a nivel mundial, una herramienta útil para su régimen.

2020, Chile. Se publica Deja a la estructura hablar. Han transcurrido casi cinco meses desde que se desarrollara una batalla campal entre ciudadanos y las fuerzas policiales del Estado de Chile. Los ciudadanos cuentan con cascos de ciclismo, gafas de maestranza, ropa de calle, escudos artesanales, piedras, bombas molotov y leche de magnesio para atenuar el efecto de los gases lacrimógenos. Las fuerzas policiales cuentan con cascos, lentes, escudos, botas, ropa militar, escopetas de perdigones, escopetas de bombas lacrimógenas, carros lanza aguas y carros lanza gases. Ya han muerto más de cuarenta; eran del bando ciudadano. La gente clama por un cambio “estructural” en la organización política y económica de las naciones. Quieren otro modo de relación con la naturaleza, quieren otro trato hacia las mujeres, hacia las minorías, otra forma de convivencia. Ahora una pandemia de Coronavirus invade el mundo y llegó a este páıs hace unos días. No existen anticuerpos, no existe vacuna. La amenaza es implacable y, pareciera, solo podemos ralentizar su expansión a través de intervenir en las relaciones entre humanos. Las autoridades intentan suprimir los contactos entre las comunidades y se cierran las fronteras entre naciones. Algo anda mal, son momentos de confusión. Las aglomeraciones en protesta aumentan la propagación del virus, pero la pandemia obligó a las personas a transportarse menos, a quedarse en casa, a convivir más con su familia y vecinos, y menos con sus compañeros de trabajo y transportistas, un proceso de “nucleación” urbana. Más encuentro entre cercanos, más demanda hacia el comercio local de pequeña escala (evitando aglomeraciones), más tiempo para reflexionar. Un estallido social y una pandemia, dos eventos inesperados (para cualquier persona individual) y con alto impacto social (dos “cisnes negros”). Todo está conectado en la sociedad. Como el autor subraya y reitera, los problemas importantes son problemas complejos, que deben enfrentarse con una mirada sistémica. Después de leer este libro será más accesible entender por qué y en qué sentido la sociedad (y no solo ella) es un sistema complejo, cómo usar un enfoque sistémico para abordar los problemas sociales y socioecológicos y cuán importante puede ser el papel de la ciencia interdisciplinaria en el progreso de la humanidad.

El comprender la sociedad como sistema nos llama directamente a buscar soluciones a sus problemas en: (a) la necesaria comprensión de la operación y relación entre sus componentes (y subcomponentes) y (b) la búsqueda de reconfiguración de los componentes de la sociedad (según Bogdánov, todo problema es organizacional). Y el comprender la sociedad como sistema complejo nos llama a (i) no caer en la ilusión de que los sistemas son algo parecido a un ajedrez, donde un agente central y externo al sistema puede tomar control y reconfigurar a este y sus componentes a voluntad, y a (ii) no asumir que el efecto de un componente sobre el resto del sistema es algo que un componente pueda determinar por sí mismo, por lo que toda consideración sobre los efectos de un componente sobre otro debe incluir la consideración de ese otro; lo que en sociología podría tal vez asociarse a la empatía, las consideraciones de la teoría de juegos, el determinismo estructural de Maturana, el concepto de interacción, etc.

El sistema que más tuvo en mente Bogdánov era el sistema social; los cibernéticos se enfocaban en la máquina y el cuerpo orgánico vivo, Maturana y Varela se centraron en la célula viva y la mente. Me resulta difícil no ver en este libro un enfoque inspirado en los ecosistemas. Y no es de extrañar, pues su autor es un excelente científico de los ecosistemas. Sin embargo, el presente libro tiene la virtud de ser una propuesta sistemática de estudio de los sistemas en general, algo que realmente hacía falta para el desarrollo y enseñanza de la sistémica hoy. Su autor, con quien he aprendido, compartido y trabajado activamente, tiene una virtud epistémica difícil de encontrar: la honestidad intelectual. Este volumen refleja esa honestidad, lo que, junto a su rigor y amplitud de mirada, lo convierten en una obra de exquisita lectura para mentes frescas y autónomas de pensamiento.

Es destacable en esta obra la bien lograda introducción al estudio de sistemas mediante modelos matemáticos. El tratamiento de este tema es lúcido, riguroso y al alcance de cualquier estudiante o profesional. El uso de modelos se ha consolidado como una herramienta indispensable en cualquier área del saber y faltaba una obra que ayude a su comprensión en lengua castellana. Sin duda será de gran ayuda tanto para científicos de la naturaleza en formación como para estudiantes y profesionales de ciencias sociales, comunicaciones y para educadores.

Aunque la sistémica en sí misma es adisciplinaria, se puede diferenciar en ella la aproximación científica a los sistemas, la “ciencia de los sistemas” y la aproximación filosófica a los sistemas, el “pensamiento sistémico”. Este libro brinda una importante oportunidad, a quien lo lea en profundidad, para aprender a desplegar su pensamiento y prácticas personales desde dichas aproximaciones. En estos momentos de convulsión social, recomiendo particularmente este libro a aquellas personas que quieran afrontar los desafíos que presenta la sociedad en su conjunto y a quienes quieran organizar racionalmente su vida en armonía con sus propias expectativas y con el entorno socioecológico en el que vive.

Pablo Razeto Barry

Director del Instituto de Filosofía y Ciencias de la Complejidad

Nuñoa, Santiago de Chile, 9 de enero de 2020.

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