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Nota a la edición

Presencias del pasado publica un conjunto de estudios del profesor Roger Chartier escritos todos, menos uno, en castellano por el autor y seleccionados por él mismo para esta ocasión. La elección ha privilegiado ocho estudios de entre la riquísima, atractiva y sugerente actividad investigadora llevada a cabo. Existe, no obstante, entre todos ellos un elemento común que ha actuado como cohesio nador. Roger Chartier ha convertido el texto en una encrucijada a la que dirige su mirada, hacia la que camina y en la que escruta los entresijos del proceso comunicativo que alumbró los textos que han alcanzado la actualidad, sin olvidar a las personas que participaron tanto de forma activa como pasiva en ellos. Gracias a ellos él escucha «con los ojos a los muertos», como recordó F. Quevedo.

En el texto, fruto de un proceso creativo continuado en el tiempo y guiado por el autor, confluyen, además, los diferentes actores merced a los cuales se transformó en un objeto material. Esta propuesta interpretativa es el resultado de haber superado los confines académicos disciplinares, haberlos frecuentado con asiduidad y haber asumido su mejor lección. El autor ha procedido del mismo modo que don Quijote al entrar en la imprenta barcelonesa. El hidalgo manchego descubrió allí las diferentes actividades desarrolladas por los profesionales que hicieron posible el encuentro entre el autor y el lector, facilitando un diálogo infinito entre ambos y permitiendo que el lector actual pueda escuchar el rumor de las voces silentes de una época pretérita y extinguida.

La inscripción del texto comportaba la superación del tiempo, del intercambio hic et nunc, y, en consecuencia, del carácter efímero y transitorio de la vida. Así las cosas, el texto transita entre la idea del autor, podría decirse la parte sustantiva de la obra, incorpórea e inmaterial, y los objetos que el lector lee. Una vez el texto se independizó del autor, otros, en la imprenta, decidieron las características materiales que lo pondrían en circulación. Al hacerlo mediatizaron la relación entre el texto, transformado en objeto, y el lector. Gracias a ellos deja de ser una mera abstracción, intangible, privada de una existencia física, para transformarse en un objeto que camina al encuentro del lector superando la ausencia comunicativa que media entre ambos. En este deambular el texto ya no viaja solo, está acompañado por todos aquellos profesionales, incluso los ocultos y silentes, que contribuyeron a definir su factura material facilitando un diálogo fructífero y creativo.

De lo anterior se desprende la necesidad de prestar atención, por una parte, al discurso, en el que el autor representa una realidad y proyecta, además, una alternativa a la existente, y, por otra, a los objetos que dan vida a los discursos. La escritura exterioriza exponiendo la idea esencial de la obra, proyectando sobre el conjunto social una intención, tal vez un deseo, una aspiración que revela y expone. La centralidad del texto ha permitido al profesor Chartier servirse de las representaciones de la cultura escrita para indagar las prácticas culturales movilizadas por una sociedad dada, distinguiendo entre las estrategias de dominación por parte del poder y las prácticas de apropiación desarrolladas por los potenciales usuarios. Las implicaciones de esta apuesta metodológica superan los límites de la representación, entendida sea como mero recuerdo o como propuesta alternativa de futuro, y han favorecido la reflexión sobre las fuentes del conocimiento utilizadas por el historiador, por una parte, y sobre la construcción del relato resultante, por otra.1

Los lectores, viajeros impenitentes, transitan espacios ajenos, se apropian de las experiencias transformadas en discursos que otros atesoraron. Ellos viajan libres o constreñidos por las convenciones sociales. Acomodan a los objetos que reciben sus formas de apropiación, condicionadas por las convenciones de lectura, por las comunidades de interpretación y por sus propios intereses personales. Muchos de estos lectores depositaron huellas de uso en los mismos libros, sedimentándose unas sobre otras, enriqueciendo las palabras iniciales, primigenias, con otras secundarias introducidas como comentarios exegéticos, notas de lectura o glosas de diverso género. El discurrir del tiempo no lo ha sido en vano, actúa seriamente sobre los textos favoreciendo su inestabilidad; a ella contribuyen las formas de producción y circulación de los discursos, así como las modalidades de apropiación practicadas por los lectores.

La mirada escrutadora del profesor Chartier ha encontrado en el Siglo de Oro español y, especialmente, en sus textos literarios, materiales suficientes para definir un laboratorio de experimentación desde la historia cultural de lo social.2 Las representaciones transmitidas por la literatura del periodo le han permitido estudiar la circulación de los textos entre las comunidades de lectura, las formas de apropiación de los discursos y, en general, las modalidades comunicativas, las prácticas culturales y las realidades sociales conexas. La experiencia alcanzada en el espacio de estudio descrito se proyecta sobre otros periodos históricos en los que analiza las problemáticas íntimamente relacionadas con la circulación de la cultura escrita, sea en el ámbito universitario evaluado en una larga duración, entre el siglo XV y el XXI,3 o la existencia de un conjunto de lecturas en la res publica litterarum contemporánea compartidas por generaciones de lectores.4

El mundo actual, condicionado por la comunicación digital, contempla cómo se han modificado las formas y los espacios destinados para la producción de los textos, los dispositivos utilizados para su diseminación por el ciberespacio, los usuarios potenciales y los lugares de almacenamiento de la memoria, entre otras transformaciones sustantivas. En este contexto, el viaje, como lectores, que nos propone Presencias del pasado aporta claves de análisis desde la perspectiva de la historia cultural de lo social y proporciona elementos de comprensión de las profundas mutaciones a las que nos somete el mundo digital. La experiencia del texto se presenta, pues, como un antídoto, servirá de guía para circular por el desorden informativo del presente y ayudará a discriminar lo sustantivo de lo accesorio. Según el profesor Roger Chartier, a la Historia corresponde «procurar a los ciudadanos de hoy en día los instrumentos críticos que permiten rechazar las falsificaciones y establecer los conocimientos sin los cuales no hay democracia».

FRANCISCO M. GIMENO BLAY

1. «Presencias del pasado».

2. Concretamente en «Curiosidad, lectura y ocio en el Siglo de Oro», «Barroco y comunicación», «La construcción estética de la realidad», «Encuentros. Cervantes en Inglaterra, Inglaterra en Cervantes» y «Los hombres encantados».

3. «Edición y Universidad (siglos XV-XXI)».

4. «Esto no es una ego-historia. Generaciones de lecturas».

Presencias del pasado

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