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La osadía del descontrol: suspenso y sólida escritura en una narración de tema político1

Sergio S. Olguín

En una de sus primeras novelas históricas, En esta dulce tierra, Andrés Rivera escribió: “Nada había acabado del todo: ni la jerga trastornada de ese tiempo ni el susurro aún inteligible de la historia”. La frase la podría suscribir Carlos Gamerro en su novela Las Islas, en la que diez años después de la Guerra de Malvinas sus protagonistas vuelven obsesivamente sobre aquellos días. Una especie de retorno constante a episodios que no cerraron sus heridas: la última dictadura militar, la represión, la derrota en Malvinas, la marginalidad de los excombatientes.Felipe Félix es un sobreviviente de aquella guerra y lleva una esquirla metida en la cabeza como recuerdo permanente. Es también un especialista en sistemas de computación que suscribe un contrato muy especial: a cambio de cien mil dólares, utilizará su habilidad de hacker informático para penetrar en los archivos de la SIDE y obtener datos sobre los testigos de un crimen cometido por el hijo de un empresario muy poderoso. Sin darse cuenta, Felipe entra así en un juego perverso en donde se suceden crímenes, delaciones y mentiras. Y, en medio de esa trama maliciosa, el regreso de lo que nunca se había ido: la guerra, o, mejor dicho, los desastres de la guerra.

Planteada como un thriller, Las Islas se desarrolla como novela política, sin perder de vista el clima de suspenso que todo policial reclama hasta sus últimas páginas. Tamerlán, el empresario poderoso, es cruel e impío como el Tamerlán de las dos tragedias de Christopher Marlowe. Felipe se mueve con destreza entre poderosos, criminales, militares y demás excombatientes, pero esa habilidad, sin embargo, se verá siempre amenazada porque nunca llega a descifrar la verdad de lo que está pasando y porque la otra Historia, la de su pasado, lo acosa.

Gamerro despliega la acción de Las Islas en dos espacios y tiempos definidos: Buenos Aires, en 1992, y Malvinas, diez años antes. El territorio malvinense es un lugar desolado, repleto de jóvenes con hambre y frío que deben soportar el maltrato de sus superiores. Buenos Aires aparece diversificada. Por un lado, una zona casi fantasmal en Puerto Madero (el edificio de Tamerlán) y otra, muy realista, por donde Gamerro hace deambular a Felipe: Parque Chas, Constitución, San Cristóbal, Agronomía. En Las Islas Buenos Aires se siente, con sus matices barriales. También se siente en sus ámbitos más peculiares: el Borda, los grupos de venta piramidal, los colectivos, los taxis.

Una escritura sólida sostiene este argumento que va ganando en complejidad a medida que avanza la historia. Gamerro sabe manejar el ritmo de la narración con inteligencia, si bien por momentos se extiende demasiado en algunos episodios (el divertido diario del Mayor X, por ejemplo, corta inútilmente el desarrollo final de la historia). Esa extensión desmedida (esperable, por otra parte, en una novela de seiscientas páginas) atenta, a veces, contra el interés del texto.

A la hora de buscar “padres literarios” en Las Islas el resultado puede resultar asombroso: la solidez y dureza de Fogwill, algunos delirios conspirativos dignos de Fontanarrosa y hasta la crueldad de El niño proletario, de Lamborghini, en las reacciones de Tamerlán. Gamerro, nacido en 1962, se anima a ir más allá de las propuestas actuales de los escritores de su generación. Hay cierto descontrol en Las Islas y cierta osadía en Gamerro al haber asumido el riesgo de que el relato se le escapara en cualquier dirección. En este punto, el descontrol, se cifra gran parte de los aciertos de esta novela: descontrol de los personajes, de la historia, del lenguaje, de la política. No es un texto bienpensante ni manso. Se rebela constantemente contra los prejuicios del lector, que se ve arrastrado, como quería Kafka, hacia rincones que no soñaba visitar.

Por otra parte, resulta sorprendente que el propio Gamerro haya tenido que recurrir a una edición paga de su libro, cuando los grandes grupos editoriales desesperan a la caza de nuevos autores. El hecho de que esta novela no haya sido publicada por un sello importante habla a las claras de cierta miopía editorial generalizada. Mientras textos gentiles pero inocuos y olvidables triunfan en concursos y ventas, Las Islas, con la capacidad explosiva de su narración, se asegura lo que las otras novelas no tienen: un lugar entre la mejor narrativa argentina de estos años.

Notas

1 Publicado en La Nación, 24 de enero de 1999.

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