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PRÓLOGO

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A finales del año 2018, cuando ya había terminado mi libro De la guerra a la paz. Las Fuerzas Militares, 1996-2018 (Bogotá, Planeta, 2018) y estaba en la imprenta, recibí una solicitud por parte del director del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana, Jefferson Jaramillo, para escribir el prólogo a esta interesante y novedosa tesis doctoral que, por su indudable calidad, ameritaba ser publicada por la Editorial Pontificia Javeriana. Lamenté mucho en aquel momento no haber podido leer antes este trabajo y, por tanto, no haber podido incorporar sus sorprendentes hallazgos a mi propio libro.

Como dice el autor, en Colombia se ha estudiado de manera más o menos satisfactoria el tema militar a nivel macro —es decir, las instituciones militares y sus vínculos con el Estado y la sociedad—, pero ha sido casi nulo el análisis micro referido a las percepciones de sus miembros sobre sí mismos y sobre su papel en la sociedad. En esta tesis doctoral de un antiguo oficial de la Armada Nacional, institución en la cual transcurrieron veintisiete años de su vida, se llevan a cabo más de mil encuestas a oficiales de las tres armas (Ejército, Marina y Fuerza Aérea), además de discusiones focales en profundidad con más de cien oficiales y una amplísima revisión de la literatura tanto nacional como internacional, una bibliografía que sorprende por su pertinencia y profundidad. Se trata, sin duda, de un trabajo serio, sistemático y sobre todo —lo que tiene más valor en el campo de la investigación científica— que llena un enorme vacío. El autor abre un camino inexplorado en los estudios militares en Colombia.

Recuerdo que hace muchos años era común entre quienes estudiábamos el tema militar afirmar que el origen de los oficiales provenientes de clases medias explicaba su conservadurismo, debido a que la institución militar (al lado, de la Iglesia católica) era uno de los pocos canales de ascenso social que había en un país con jerarquías sociales muy rígidas. Así mismo, se afirmaba que, de acuerdo con las recomendaciones de los asesores militares estadounidenses, el ideal era reclutar la oficialidad en las clases medias de ciudades intermedias, menos expuesta a debates ideológicos y a movilizaciones políticas y, por tanto, menos “contaminada” por ideas radicales.

Sin embargo, más allá de estas afirmaciones generales, sin mayor fundamento empírico, era muy poco o casi nulo el conocimiento que había sobre quiénes eran, cuál era la imagen que tenían de sí mismos los propios oficiales de las Fuerzas Militares y qué pensaban del papel de las instituciones militares en la sociedad, en la guerra y en la paz.

Samuel Rivera-Páez empieza su libro contando una anécdota muy elocuente. Un miembro de una ONG le preguntó en alguna ocasión las razones para que hubiese transitado “de este lado para este (otro) lado”. El autor de la tesis le respondió que él no se sentía ni de un lado ni del otro, sino como un puente para el diálogo necesario entre el mundo militar y el mundo académico. Un diálogo que ha sido, hasta el momento, muy limitado. En nuestro país no han existido, como sí ocurre en otras naciones, centros de pensamiento ni instituciones académicas de carácter civil de real envergadura e influencia sobre temas militares. Esto se refleja en la penosa ignorancia de las élites políticas sobre los temas referidos a la defensa nacional, un hecho que ha tenido efectos muy negativos: si “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, como decía el gran teórico militar de Occidente, el general prusiano, Karl von Clausewitz, en Colombia la política y la conducción de las operaciones militares han sido dos instancias no siempre debidamente conectadas la una con la otra. Por ello, cada día existe mayor conciencia en el país de la necesidad de pensar el tema militar desde la sociedad y la academia. La Pontificia Universidad Javeriana es, sin duda, una de las líderes en esta nueva y necesaria tendencia.

El autor cuenta que, asimismo, por recomendación de sus tutores, mantuvo un diario desde el primer hasta el último día de la investigación, que se prolongó durante cuatro años. Definitivamente una tesis doctoral es una síntesis del proyecto de vida de su ejecutor: refleja sus intereses intelectuales, sus experiencias personales y sus sueños futuros. Marca también un antes y un después. Creo que el autor de esta tesis ha abierto una trocha investigativa inédita que difícilmente podrá abandonar en el futuro. Sus aportes van a constituir una fuente indispensable para quien escriba en adelante sobre el tema militar en Colombia.

El general Álvaro Valencia Tovar lamentaba que las Fuerzas Militares se hubiesen convertido en un gueto, con débiles lazos de comunicación con el resto de la sociedad. Sin duda, el conflicto armado tan prolongado que ha vivido Colombia, la construcción de redes de amistad limitada a sus congéneres en los cuarteles bajo amenaza constante, el fenómeno del autorreclutamiento (es decir, que los oficiales provienen, principalmente, de familias con tradición militar) y la ausencia de derechos políticos básicos, como el voto, reforzaron este sentimiento de grupo cerrado, autosuficiente, que el autor describe como sentimientos de pertenencia a una ciudadanía paralela. El Hospital Militar, el Club Militar y la Universidad Militar eran tres símbolos de este encerramiento que conllevaba un riesgo de incomunicación: “nosotros”, con nuestros símbolos, trajes, ritos y tradiciones y “ellos”, el resto de la sociedad, con sus propios signos de identidad.

Ante esta realidad, Samuel Rivera-Páez se propuso, entonces, abrir la “caja negra” y mostrarnos el rostro real de los oficiales colombianos. Rompiendo mitos y prejuicios arraigados, el autor de este libro nos muestra a una oficialidad con un alto sentido de identidad institucional, pero diversa en sus orígenes sociales (aunque predominen los oficiales de clase media urbana, debido a los altos costos de la matrícula y el sostenimiento en las escuelas de formación), en sus valores (los hay muy conservadores que quieren preservar el statu quo, pero, igualmente, existen corrientes reformistas arraigadas), en sus visiones sobre la institución y el país e, incluso, de manera creciente, en su composición de género. “De hecho, como afirma el autor, Colombia es en la actualidad el único país en América Latina que no restringe a las mujeres para ocupar cualquier cargo en el interior de la organización militar”. Constituyen hoy en día el 9,2 % de los oficiales activos: 1346 de los 14 649 oficiales son mujeres.

Un dato, entre muchos otros, sorprende en este estudio: alrededor del 54 % de la oficialidad de las Fuerzas Militares se ubica en el centro del espectro ideológico. Es decir, la idea de que se trata de una oficialidad rabiosamente conservadora no tiene fundamento real. Esta es una buena noticia para quienes creemos que el país requiere cambios profundos para consolidar la paz y construir una sociedad más equitativa. Y que las Fuerzas Militares pueden ser un actor clave: basta pensar en los batallones de ingenieros que pueden realizar obras, en zonas apartadas e inseguras, que la empresa privada no está dispuesta a realizar.

Para el autor de esta investigación, sus resultados no tienen solamente un gran valor heurístico. Además, puede ser una herramienta para adelantar transformaciones positivas en el ámbito militar: por ejemplo, para ampliar sus redes de comunicación con la sociedad, para ampliar sus interlocutores externos con personas y organizaciones con agendas diversas e, incluso, críticas, para ahondar su compromiso con la paz no solo comprendida como el silenciamiento de los fusiles (la paz negativa como la denominaba Johan Galtung), sino como los cambios sociales que el país requiere para construir una sociedad más justa (o la paz positiva, en el discurso del sociólogo noruego). El alto nivel educativo de la oficialidad en Colombia —que se halla muy por encima del promedio nacional— es un capital muy valioso que el país debe aprovechar para avanzar más hacia el desarrollo.

El autor nos recuerda en sus páginas finales el principal lema de los mensajes actuales de las Fuerzas Militares destinados a la opinión pública: “Estamos en el corazón de los colombianos y allí nos vamos a quedar”. Este libro puede contribuir a que ese hermoso lema eche cada día raíces más profundas.

Eduardo Pizarro Leongómez

4 de marzo de 2019

Militares e identidad

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