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2. LOS JÓVENES EN UN MUNDO EN CRISIS

En todos los países, entre aquellos que eran demasiado jóvenes para luchar [en la Primera Guerra Mundial] (…) existe hoy en día el sentimiento de que la generación mayor ha fracasado una vez más.1

2.1. LA JUVENTUD EN LA EUROPA DE ENTREGUERRAS

Todo el mundo se arroga el derecho de hablar en nombre de la juventud, (…) se la disputa (…) Parece que es de su asentimiento, de su participación, de lo que depende hoy el éxito decisivo, para un partido, para una idea o para una formación social.2

El desarrollo de los movimientos juveniles como organizaciones autónomas o, al menos, con un programa y una política claramente dirigidos a los jóvenes está determinado por el proceso de conformación de la juventud como grupo social, un proceso histórico que estuvo condicionado no solo por los cambios económicos asociados a la llamada modernización, sino también por la formación y consolidación del Estado liberal y la creación por parte de éste de instituciones y leyes que delimitaron el periodo de la vida que comprendía este grupo de edad –el desarrollo de la educación primaria y secundaria, el establecimiento del servicio militar obligatorio, la regulación de la participación en la política a través del sufragio, establecido en función de la edad, o la limitación del trabajo de niños y jóvenes–, y los cambios sociales y culturales que todos estos procesos produjeron. Estas transformaciones llevaron al desarrollo de programas concretos dirigidos hacia la juventud por parte de diferentes instituciones sociales y políticas y al surgimiento de organizaciones juveniles, en muchos casos, como simples apéndices de las organizaciones de adultos. Con el fin de crear una juventud respetable, las diferentes confesiones religiosas, especialmente la Iglesia Católica, potenciaron la creación de asociaciones juveniles desde principios del siglo XIX, al mismo tiempo que surgían los primeros movimientos juveniles autónomos en el ámbito de la enseñanza universitaria. Las organizaciones juveniles obreras, por su parte, se crearon a partir del último cuarto del siglo XIX, principalmente como resultado del agrupamiento de los propios jóvenes por sus derechos, no por decisión de sus respectivas organizaciones de adultos.3

Sin embargo, el proceso de modernización y, por tanto, el proceso de desarrollo de la juventud como grupo social independiente y la formación de organizaciones juveniles, tuvo una cronología diferente en los distintos países de Europa. Ya en 1914 el asociacionismo juvenil había alcanzado un desarrollo considerable en gran parte de Europa occidental, pero las consecuencias de la Primera Guerra Mundial implicaron cambios cuantitativos y cualitativos en las condiciones de la juventud europea y en la evolución de su organización. Es un lugar común decir que la Gran Guerra creó una nueva generación en Europa. Las reacciones fueron distintas en función de las diferencias nacionales, de clase, y hasta personales, pero las vidas de muchos europeos quedaron tremendamente influidas por el impacto de la conflagración mundial, que tuvo una mayor importancia entre los jóvenes. La guerra bloqueó o debilitó los elementos principales de socialización de los jóvenes: las familias se desintegraron, el grupo de edad adulto desapareció o quedó seriamente debilitado, y muchos niños y jóvenes se quedaron huérfanos y asumieron responsabilidades que antes no tenían, al igual que los jóvenes cuyos padres estaban en el frente. Se produjo, además, la desaparición de los restos de las sociedades tradicionales, principalmente en las zonas rurales, mientras se desorganizó el sistema educativo de muchos países. También las crisis económicas, tanto la de la posguerra como, especialmente, la Gran Depresión de 1929 afectaron principalmente a los jóvenes, no sólo porque el desempleo fue más importante entre ellos, sino porque las respuestas a éste y a la crisis económica les afectaron también directamente: las familias retiraron a sus hijos de los centros de enseñanza, los gobiernos recortaron sus presupuestos educativos y cientos de jóvenes de clase media y de la entonces llamada aristocracia obrera vieron peligrar su futuro profesional o sus posibilidades de ascenso social,4 a pesar de que tras el conflicto bélico, la extensión de la educación secundaria había crecido considerablemente, aunque todavía fuera escasa la proporción de jóvenes que tenía acceso a ésta.

Las acampadas y las excursiones –puestas de moda por los Wandervögel alemanes a principios del siglo XX–5 se volvieron formas de ocio habituales de la juventud. Y aunque los jóvenes tampoco habían sido ajenos a la participación política, especialmente en la etapa previa a la primera conflagración mundial,6 esta participación alcanzó el carácter propio de la nueva sociedad de masas tras la Gran Guerra. Algunas de las organizaciones juveniles más importantes en el periodo de entreguerras existían con anterioridad al conflicto bélico –es el caso de los Boy-Scouts, pero también de organizaciones políticas como las juventudes socialistas–, pero alcanzarían en ese momento su mayor desarrollo, y en el caso de las últimas citadas, sus mayores cotas de independencia. En casi toda Europa, las organizaciones juveniles socialistas fueron las principales exponentes del rechazo a las posiciones nacionalistas adoptadas por muchos de los partidos socialistas ante la Primera Guerra Mundial y reclamaron una participación más activa en las decisiones políticas. Fueron también, en casi todos los países y como consecuencia de la crisis de la Internacional Obrera Socialista (IOS) o Segunda Internacional y del impacto de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, el origen de los partidos comunistas.7

No menos importante fue el sentimiento de fracaso que provocaron los estragos de la Gran Guerra en todos los países europeos –incluso en aquellos que no la habían sufrido, como España– que dio lugar a nuevas actitudes de y hacia los jóvenes. Por una parte, se desarrollo una legislación que les consideraba personas con problemas a las que había que proteger, pero, por otra, fueron vistos como la base del futuro, los transformadores de la sociedad. La imagen de los jóvenes como fuerza para la renovación y la regeneración cobró una gran importancia durante el breve periodo de entusiasmo por la reconstrucción que siguió al armisticio de 1918. Por ejemplo, la Ley de Bienestar de la Juventud de la República de Weimar, de 1922, consideraba que los jóvenes iban a empezar «el proceso de curación y renacimiento físico, mental y ético» de Alemania. Ya en los años treinta, los llamamientos a la juventud como fuerza de cambio se hicieron generales en prácticamente todo el espectro político europeo: en el caso francés, se ha destacado que en todas las organizaciones «había una esperanza común de que el mañana no sería como el ayer y que la juventud proporcionaría el ímpetu para los cambios, revolucionarios o no, que Francia necesitaba».8

Los jóvenes mantuvieron sus organizaciones recreativas tradicionales, que lograron un gran crecimiento, pero también renacieron o se crearon organizaciones políticas juveniles que vivieron un doble proceso: por una parte, un gran crecimiento y la búsqueda de mayor autonomía frente a las organizaciones de adultos y, por otra, una mayor participación en la política y de una forma más radicalizada, opción favorecida por la crisis económica, social, política e ideológica de la época: el desempleo, la ruptura de las lealtades políticas tradicionales, las mayores dificultades en las condiciones de vida de los jóvenes, una cultura que apoyaba valores violentos y agresivos y que consideraba a la juventud como agente del cambio social, el abandono de los valores sociales tradicionales por parte de los jóvenes, que creían que las fórmulas de los adultos habían fracasado, o el desarrollo de nuevas ideologías, como el fascismo y el comunismo, que daban un papel muy activo a la juventud. Este doble proceso de autonomía y radicalización se ha destacado en toda la Europa de entreguerras y para todos los ámbitos ideológicos, incluyendo desde países como Checoslovaquia y Polonia a organizaciones como las juventudes del Partido Radical Francés.9 Una característica común a esta movilización juvenil, especialmente en los años treinta, fue la paramilitarización: grupos de jóvenes uniformados y armados marchaban por las calles de las principales ciudades europeas, produciéndose numerosos enfrentamientos entre grupos política e ideológicamente opuestos, como muestran los ejemplos de Alemania o Austria.10 Los jóvenes adoptaron una actitud poco respetuosa hacia los adultos que les habían fallado –como parecía haber demostrado la Primera Guerra Mundial y la evolución política del periodo y la crisis económica de 1929 parecían confirmar–, como se refleja en la frase con que comienza este capítulo, y la juventud jugó un papel destacado, e incluso protagonista, en la conflictividad social y política: la actividad social y política de los jóvenes se extendió a buena parte de la juventud de la clase media y de la clase obrera urbana y rural.11

Esta movilización juvenil de escala continental fue claramente percibida por los jóvenes españoles. Así, la Federación de Juventudes Socialistas (FJS), la organización juvenil del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), planteó en 1934 que «el eje alrededor del cual vivieron los países occidentales durante los cuatro años sangrientos [la Primera Guerra Mundial] fue sólo éste: la juventud» y «al firmarse el armisticio, las grandes masas supervivientes inundaron las ciudades, los partidos políticos, las organizaciones sindicales», rompiendo «el ritmo normal de vida de sus respectivos países». La organización juvenil socialista consideraba que el fascismo y el bolchevismo habían tenido como base la juventud, «que les abrió camino, que los alienta, que los estudia y que tiene fe en ellos», y concluía que «hoy, las Juventudes Socialistas no son la cola del león, la retaguardia del Partido» sino que tenían que ocupar «el primer puesto de la lucha». También los organizadores del primer fascismo español tenían muy claro el papel que estaban jugando los jóvenes en Europa. El fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas (JONS), Ramiro Ledesma, dijo en 1935 que «el paso al frente de las juventudes es una orden del día (sic) incluso mundial. Están siendo por ello en todas partes el sujeto histórico de las subversiones victoriosas».12

Y es que el retraso español en la modernización socioeconómica y en el establecimiento de un verdadero sistema democrático tuvo su correlato en un más tardío desarrollo de las políticas dirigidas hacia la juventud y de las organizaciones juveniles. Sin embargo, a pesar de que España había permanecido neutral en la Primera Guerra Mundial, la sociedad española no iba a escapar a lo que se puede considerar la primera oleada de movilización juvenil europea.13 Aunque algunas organizaciones juveniles surgieron con anterioridad al periodo de entreguerras, su movilización y la participación de los jóvenes en la política no cobrarían importancia hasta el final de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y prácticamente alcanzarían el carácter que tenían en el continente europeo en los años treinta. Como han destacado los escasos estudios previos existentes, sólo a partir de finales de los años veinte y principios de los años treinta se puede hablar en España de «organizaciones juveniles propiamente dichas».14

Esta movilización juvenil se reflejó en el papel de los jóvenes en la caída de la dictadura de Primo de Rivera, principalmente de los estudiantes agrupados en la conocida como Federación Universitaria Escolar (FUE), aunque oficialmente se llamaba Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH):15 las Asociaciones Profesionales de Estudiantes existentes (APEs) se coordinaban en cada distrito universitario en las FUEs, la primera de las cuales se formó en Madrid, según José López-Rey, en enero de 1927. Esta movilización estudiantil contra Primo de Rivera, como ha estudiado Isaura Varela, era muy diferente a la de principios de siglo, centrada en temas exclusivamente académicos y definida por el adjetivo troyano con el significado que se le dio en los años treinta: un tipo de estudiante «amigo de algaradas, poco amante del estudio y escasamente comprometido con su entorno cultural y social». La acción de la FUE estuvo influida por las dificultades para la estabilización profesional de los jóvenes universitarios, se inició como oposición a la reforma educativa que permitía a los colegios religiosos dar grados universitarios y dio paso a una clara politización de la organización, que recibió el apoyo de destacados profesores liberales y se convirtió en un movimiento contra la dictadura.16 La organización estudiantil no pudo celebrar su primer congreso hasta después de la caída de aquella, en abril de 1930, cuando contaba ya con 127 asociaciones y se definió como una organización «sin carácter confesional ni político», centrada en la acción social, económica y cultural.17

El papel destacado de la juventud fue reconocido y alentado por destacados intelectuales del momento: Gregorio Marañón escribió en 1928 que el «deber fundamental» de la juventud era «la rebeldía»; y Luis de Zulueta, que se estaba en «una época de juventud», y que lo que se le pedía a ésta no era «un programa, sino una dirección».18 Renovación, el órgano de prensa de las juventudes socialistas, planteó que la creciente movilización de la juventud era consecuencia de la «vieja política» y del caciquismo que nunca dio a los jóvenes «intervención en las contiendas públicas». Pero la misma publicación había reconocido anteriormente que entre 1917 y 1929 las Juventudes Socialistas habían realizado «una labor mínima, reducidísima (…); que más la desacredita que dice en su favor» y en el IV Congreso de la organización, celebrado en febrero de 1932, se dijo que «no hemos tenido relación alguna» con los movimientos estudiantiles habidos durante la dictadura de Primo de Rivera y que su influencia «en los medios escolares ha sido relativamente escasa».19

Y es que aunque las juventudes socialistas surgieron en septiembre de 1903, cuando se creó la primera sección juvenil en Bilbao, no alcanzaron un desarrollo importante hasta los años republicanos. También en Bilbao celebró la FJS su primer congreso nacional el 25 de marzo de 1906, cuando estaba formada por 20 secciones, con 1.109 afiliados, la mayoría de ellos en el País Vasco. En 1910, la dirección nacional de la federación se trasladó a Madrid. La conjugación de los conflictos en Marruecos con la Primera Guerra Mundial y la campaña desarrollada por la FJS para democratizar las levas permitió un crecimiento de la organización juvenil, que alcanzó a tener, en octubre de 1915, 108 secciones y 3.779 afiliados. Las regiones en que contaba con más militantes eran el País Vasco y Asturias, aunque la única en que no había organizaciones juveniles socialistas era Canarias. Destacaba la escasa implantación de la organización en Extremadura, donde sólo contaba con una sección, y no sorprende la falta de secciones juveniles en Cataluña, por la fuerte presencia anarcosindicalista.20

Durante los primeros años de su existencia, la acción de la juventud socialista se centró en la realización de actividades educativas, la lucha antimilitarista y la colaboración con el PSOE en campañas de propaganda, lo que se vinculaba con el papel fundamentalmente educativo y subordinado que se dio a las organizaciones juveniles socialistas en toda Europa, y al rechazo a su participación en la política por parte de las respectivas organizaciones de adultos.21 Al igual que sus homólogas europeas, la FJS no surgió por una decisión del partido socialista, sino por la iniciativa de los jóvenes vascos frente a la «reticencia y [el] recelo» de los líderes del partido –recordados por el mismo Indalecio Prieto bastantes años después– que no veían la necesidad de una organización juvenil independiente, concepción que se reflejó en la expresión «organismo auxiliar» que el PSOE utilizó para referirse a ella.22

Desde la Primera Guerra Mundial la organización juvenil prácticamente vegetó hasta los años 30. En el congreso celebrado por la FJS en 1915 se dijo que la crisis provocada por la guerra y que había diezmado a las Agrupaciones Socialistas había hecho que éstas pensasen «en fusionarse con las juventudes, lo que reputamos un tremendo error», y que, según la dirección juvenil, había tenido como consecuencia que, en los lugares en que la unificación se había producido, «no haya hoy ni agrupación ni juventud socialista». El escaso carácter juvenil que tenía en estas fechas la organización socialista y su concentración en su estructuración y en la propaganda se reflejó en que la mayor parte de las proposiciones presentadas a dicho congreso se centraban en asuntos internos –organización y relaciones con el partido– o en cómo desarrollar la propaganda y las formas que debía adoptar ésta. Las proposiciones referidas a cuestiones socio-políticas y culturales fueron escasas aunque se empezó a pedir la reducción de la edad a partir de la cual se tenía derecho a voto, reivindicación que se convertiría en una constante del movimiento juvenil en todo el periodo que analizamos.23

La FJS, además, prácticamente desapareció en 1920, cuando fue la punta de lanza de la tendencia pro-bolchevique en el seno del PSOE. En su congreso de diciembre de 1919 decidió adherirse a la Internacional Comunista (IC), Tercera Internacional o Comintern y, en abril de 1920, los jóvenes socialistas –los llamados despectivamente «cien niños»– formaron el Partido Comunista Español. Éste publicó el 21 de julio una resolución en la que manifestaba su voluntad de crear una organización juvenil con las siglas UJC, que sería independiente pero debía servir de correa de transmisión de las ideas del partido.24 La política del PSOE de colaboración con la dictadura de Primo de Rivera no permitió la recuperación de su organización juvenil,25 que se dividió entre partidarios y detractores de dicha colaboración. En 1928 se produjo una larga polémica en Renovación sobre «socialismo reformista» y «socialismo revolucionario» entre el dirigente estudiantil socialista Graco Marsá y Ricardo Alba, que había sido elegido presidente de la FJS en su Segundo Congreso, celebrado en 1927.26 También muestra que hubo grandes tensiones en la organización juvenil en este periodo la memoria del congreso de 1929, en la que el Comité Nacional decía haber pasado «momentos de amargura» ante los «ataques, a nuestro juicio, injustificados, que se nos han dirigido». En ese mismo congreso se produjeron enfrentamientos que llevaron a la anulación de la primera votación de los miembros del Comité Nacional, tras aprobarse una reforma de los estatutos para que este órgano quedara formado por una comisión ejecutiva elegida por el congreso y un delegado de cada una de las federaciones regionales, frente a las normas anteriores en que los cargos, excepto el de presidente y vicepresidente, eran elegidos por la Juventud Socialista Madrileña, por ser la capital del Estado la sede del comité.27 Si a esto se suman las dificultades económicas que la misma memoria del congreso recogía en diferentes páginas no puede extrañar que el trabajo fuera escaso.

Mientras tanto, tampoco el nuevo movimiento comunista consiguió desarrollar una organización juvenil importante. Aunque se habla de dos organizaciones juveniles comunistas, la del Partido Comunista Español y la del Partido Comunista Obrero Español (formado por exafiliados del PSOE en abril de 1921) debían ser ambas casi testimoniales cuando su conferencia nacional de unidad, celebrada en 1922, formó lo que sería la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), cuyo límite de edad se fijó en los 25 años. El Partido Comunista de España (PCE) fue una fuerza meramente testimonial hasta los años treinta y durante la dictadura de Primo de Rivera su organización juvenil no pasó de unos centenares de afiliados, caracterizados por su radicalismo y por los métodos sindicalistas que utilizaban.28 Influyeron en este fracaso, frente a otras experiencias europeas, la cooptación de los jóvenes procedentes de la juventud socialista para un PCE escaso en militantes y sin cuadros destacados y la coincidencia del periodo de estructuración y organización con la dictadura de Primo de Rivera, que la hizo pasar a la clandestinidad prácticamente sin estar acabada de conformar. Sin embargo, ya el 1 de mayo de 1927, El Joven Obrero, órgano de la UJCE, publicó un llamamiento a la juventud que contenía reivindicaciones que la afectaban muy directamente como la prohibición del trabajo de los menores de 16 años; la prohibición del trabajo nocturno para los menores de 18 y del trabajo en las industrias insalubres a los menores de 21; mayores posibilidades de aprendizaje; jornada de seis horas para los menores de 18 años sin reducción del salario; vacaciones anuales pagadas; higienización de los talleres; creación de grupos deportivos; y plenitud de derechos políticos desde los 18 años,29 en lo que se puede considerar un programa juvenil que, por ejemplo, la FJS no empezó a elaborar hasta su congreso de 1929, y en el que esta última incluyó, junto a reivindicaciones generales, como el restablecimiento de la constitución, algunas muy alejadas de la juventud, como la rebaja de la edad para la percepción del retiro obrero, y otras puramente juveniles, como la enseñanza secundaria gratuita y obligatoria de los catorce a los dieciocho años, dar posibilidad de acceso a la enseñanza superior a los jóvenes sin recursos económicos, o que la enseñanza en todos sus grados tuviera «un carácter ajeno a toda confesión religiosa o política». Significativamente, entre las peticiones más detalladas en este momento por la Federación de Juventudes Socialistas estaban las relacionadas con las mujeres, lo que muestra el papel fundamental que se daba a la juventud en la organización y concienciación de la mujer, como veremos más adelante.30

La incorporación de los jóvenes a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), formada en 1910, se anticipó muchos años a la creación de una organización juvenil propia, ya que todo parece indicar una preponderancia importante de la juventud en el movimiento anarcosindicalista. Por ejemplo, en 1920, los miembros más importantes del grupo de acción «Los Solidarios» eran varones solteros de 19 a 25 años de edad, con trabajos no cualificados y eventuales y, en una de las ciudades más desarrolladas de España y feudo confederal como Barcelona, muchas de las pandillas callejeras de jóvenes obreros estaban en la órbita de los sindicatos de la CNT.31 Algunos dirigentes anarquistas, como Manuel Buenacasa, identificaron al sector más radical de la CNT de los años treinta (los faístas) con la juventud, mientras que el sector más moderado y sindicalista (los treintistas) serían de mayor edad. Susanna Tavera ha demostrado que esta diferencia existía, al menos entre los dirigentes, mientras que Chris Ealham ha destacado la escasa edad de los expropiadores relacionados con la CNT que actuaban en la Barcelona republicana y de los participantes en el ciclo insurrección anarquista de 1932-1933, en su mayoría «obreros jóvenes, solteros y no cualificados», lo que relaciona no solo con que a los jóvenes les resultaba más fácil aceptar el coste potencial de un enfrentamiento frontal con las fuerzas estatales por sus menores responsabilidades familiares, sino también con la falta de oportunidades para los jóvenes obreros.32 Sin embargo, la presencia continuada de jóvenes en el movimiento anarcosindicalista no fue acompañada de un discurso referido a la juventud, como grupo específico, con objetivos, problemas y características propias, hasta bien entrada la Segunda República.

Con la proclamación de ésta, su correlato de modernización social y democratización política se sumó al creciente peso demográfico de los jóvenes para hacer que destacase la presencia en la vida política de organizaciones específicamente juveniles vinculadas a los distintos partidos y asociaciones estudiantiles con diferentes simpatías político-ideológicas y que tuvieron distinto grado de éxito. Los partidos políticos mantuvieron a menudo una relación conflictiva con sus organizaciones juveniles, ya que buscaron alentar su activismo sin otorgarles una participación real en la toma de decisiones políticas, temiendo que se escaparan de su control. Casi todas las organizaciones juveniles sufrieron también durante la Segunda República un proceso de radicalización que las llevó a tener planteamientos más extremistas que los de sus respectivos partidos y a intentar ampliar su autonomía con respecto a éstos.33

Los partidos republicanos, que conservaban el carácter de partidos de notables, fracasaron en sus intentos de crear un fuerte movimiento juvenil, como reflejan los intentos de formar una Federación de Juventudes Republicanas por parte del cada vez más conservador Partido Republicano Radical. Las organizaciones juveniles de los partidos republicanos de izquierda, la Juventud de Acción Republicana, las Juventudes Federales y la Radical Socialista independiente, por su parte, mantuvieron posiciones más radicales que las de sus partidos: ya el 16 de septiembre de 1933 protestaron contra «los parlamentarios que se han dejado arrebatar la República»; y el 4 de noviembre del mismo año la Juventud de Acción Republicana y la Radical Socialista independiente se quejaron, en un manifiesto conjunto, de «la labor antirrepublicana y antipatriótica» del gobierno de Lerroux, y expresaron su voluntad de lanzarse a la calle «unidos a los proletarios» porque «antes que Alemania preferimos para nuestro país un régimen análogo al de Rusia». A partir de 1934, las Juventudes de Izquierda Republicana (JIR) unificaron a la organización juvenil de Acción Republicana con la de los radical-socialistas y desde ese momento, y especialmente durante la guerra civil, se buscaría, como veremos, la creación de unas juventudes republicanas unificadas. Y aunque las organizaciones juveniles radical socialista y de Acción Republicana situaban los límites de edad entre los 18 y los 23 años al constituirse Izquierda Republicana (IR), su organización juvenil optaría por el tope de los 30 años, mientras que al escindirse Unión Republicana (UR) del Partido Radical, también en 1934, su organización juvenil, la JUR –probablemente casi testimonial– estableció los límites de edad entre los 15 y los 35 años.34

Las organizaciones políticas de las derechas partieron de cero en la formación de sus organizaciones juveniles, con la excepción de las juventudes tradicionalistas, que cobraron un gran impulso e intensificaron sus actividades políticas ante el programa republicano de separación de la Iglesia y el Estado. Mucho más importante fue la Juventud de Acción Popular (JAP), la sección juvenil primero de Acción Nacional, con el nombre de Juventud de Acción Nacional (JAN) y, después, de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), la gran organización de masas de la derecha conservadora católica durante la República. Su militancia, que debía tener más de 16 años y menos de 35, era de extracción interclasista: profesionales liberales, obreros, comerciantes y empleados. Su cantera fueron las organizaciones juveniles confesionales, como la Juventud de Acción Católica de España, congregaciones religiosas o asociaciones estudiantiles católicas. La JAP también vivió un proceso de radicalización y tras la victoria electoral radical-cedista de noviembre de 1933, incrementó su radicalismo verbal antidemocrático y antisocialista, mientras que la actitud de los líderes de la confederación y, concretamente, de José María Gil Robles, ante esta posición de sus jóvenes fue más que ambigua. A la altura de las elecciones de febrero de 1936, era la formación juvenil derechista más numerosa y decía contar con unos 225.000 afiliados.35

El fascismo español apareció desde sus orígenes como una opción claramente juvenil, opuesta tanto a la elite política gobernante como a los movimientos juveniles influidos por ideologías consideradas «foráneas», como el marxismo en sus distintas variantes, pero también los nacionalismos periféricos o la misma JAP. La formación de Falange Española y de las JONS, el 14 de febrero de 1934, fue producto de la convergencia de grupos eminentemente juveniles en torno a Falange Española, fundada, en 1933, por José Antonio Primo de Rivera. Según éste, la «misión» de la juventud era «llevar a cabo por sí misma la edificación de la España entera, armoniosa (…); sin intermediarios ni administradores». Sin embargo, en competencia con la JAP, Falange sólo logró atraer a un grupo bastante reducido de intelectuales de clase media y media-alta cuya edad oscilaba entre los 25 y los 30 años. Su principal cantera fue el Sindicato Español Universitario (SEU, creado en 1933), al que se sumaron los estudiantes de enseñanza secundaria. El fracaso electoral de la CEDA en 1936 favoreció una defección en masa de los elementos más radicalizados de la JAP hacia Falange aunque ésta, prácticamente en la clandestinidad desde mediados de marzo de 1936, probablemente no fuera capaz de organizarlos.36

Durante la Segunda República cobraron fuerza las organizaciones estudiantiles que reflejaban diferentes tendencias políticas, como la Asociación de Estudiantes Tradicionalistas (AET), creada en la primavera de 1930, o el SEU. En el primer bienio republicano la FUE siguió extendiéndose por el ámbito universitario y en la enseñanza secundaria. En el congreso que celebró en 1934, la organización estudiantil se declaró antifascista.37 A lo largo del periodo republicano cobraron más importancia en ella los estudiantes socialistas y comunistas, aunque también perdió a un sector de su organización, al formarse la FNEC (Federació Nacional d’Estudiants de Catalunya), que consideraba a la FUE demasiado centralista y «castellanizada».38

También los nacionalismos periféricos organizaron la participación juvenil, aunque de distintas formas y con diferente éxito. Al constituirse Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), en marzo de 1931, se creó la Joventut d’Esquerra Republicana-Estat Català (JEREC). La aceptación del marco jurídico-constitucional español por parte del partido llevó a sus jóvenes a rechazar lo que consideraban moderación de los dirigentes de ERC en el poder y desarrollaron un populismo autoritario basado en un ejecutivo fuerte y un partido único, un patriotismo exacerbado y una hipervaloración de la disciplina, la obediencia y el liderazgo, lo que se reflejó en su propensión por la acción violenta de carácter paramilitar, que les llevó a tener una actuación destacada en la insurrección del 6 de octubre de 1934 en Barcelona. En mayo de 1936, una parte importante de sus afiliados abandonó la organización para formar el nuevo grupo independiente Joventut d’Estat Català (JEC), que al mes siguiente se vincularía al Partit Nacionalista Català y a otros grupos abiertamente separatistas.39 El Partido Nacionalista Vasco (PNV) contaba con una importante base juvenil, encuadrada desde edad muy temprana en diferentes grupos que mantenían un alto grado de participación en sus actividades sociales e intervenían de forma poco activa en la toma de decisiones políticas, aunque algunos, como la Juventud de Bilbao, se convirtieron en portavoces oficiosos del radicalismo independentista frente al autonomismo de la dirección del partido. En Galicia, por su parte, recién en enero de 1934 se celebró la asamblea fundacional de la Federación de Mocedades Galleguistas del Partido Galleguista, que tuvo un escaso desarrollo.40

Y dado que entre las organizaciones juveniles que apoyaron a la República en guerra las que alcanzaron un mayor desarrollo fueron las vinculadas a partidos y sindicatos obreros –las más importantes, también, entre las organizaciones juveniles progresistas, en sentido amplio, en el periodo prebélico– se hace necesario analizarlas más detenidamente.

2.2. JUVENTUDES OBRERAS Y REPÚBLICA

Todos los partidos políticos, desde el fascista hasta el comunista, buscan su fuerza y expansión en la juventud (…) ¿Por qué los anarquistas no han de preocuparse de la juventud? (…) Nadie mejor que las nuevas generaciones para asimilar nuestras ideas.41

La República fue vista por la Federación de Juventudes Socialistas, al igual que por gran parte del movimiento socialista español, como un primer paso hacia una evolución gradual y pacífica hacia el socialismo. De cara a las elecciones del 14 de abril de 1931, la organización juvenil elaboró un llamamiento a votar que contenía un programa reivindicativo centrado en cuestiones generales, como la libertad o la amnistía. Pidió también que los jóvenes, aunque no pudieran votar, hicieran «sonar de una manera clara» su voz para que la tuvieran en cuenta los votantes, porque «en estos momentos de la vida española la juventud juega un papel importante y hasta decisivo» y «el día de mañana votaremos nosotros. Y exigiremos responsabilidades».42 Esta idea de misión generacional aumentó con el gran crecimiento que experimentó la organización juvenil socialista durante la Segunda República, cuando logró el mayor número de militantes alcanzado hasta entonces: en su cuarto congreso, en febrero de 1932, habló de 12.000 afiliados, y de más de 20.000 en el quinto, celebrado los días 29 de marzo y siguientes de 1934. Se convirtió así en una de las organizaciones juveniles políticas que contaba con más afiliados y la más importante entre las organizaciones juveniles obreras.43

Hasta la primavera de 1934, las juventudes socialistas desarrollaron un amplio trabajo de estructuración interna, creando federaciones regionales y provinciales. En el congreso de 1929 solo existían las federaciones regionales de Asturias y Levante. En 1932 ya se habían formado en Andalucía, Castilla La Vieja y Castilla La Nueva.44 En diciembre del mismo año se constituyó la Federación Provincial de Vizcaya, que celebró su primer congreso en marzo de 1934, cuando decía contar con 23 secciones.45 Tras el cuarto congreso de la FJS (1932), se dieron normas para la constitución de federaciones provinciales, que se hicieron obligatorias en las provincias donde hubiera más de cinco secciones. En el congreso de 1934 se informó de que ya existían federaciones en 24 provincias.46

En su primer congreso, en octubre de 1932, la Federación Provincial Montañesa de Juventudes Socialistas contaba con cinco secciones; en el segundo, en marzo de 1934, tenía ya 11. Los datos de ocho de éstas daban un total de 587 afiliados, sólo 88 mujeres, más de la mitad concentradas en la sección de Santander. Las localidades con más afiliados eran la capital, Torrelavega y Los Corrales.47 El Comité Provincial de Alicante se constituyó en junio de 1932 y dos años más tarde hablaba de 1.000 afiliados y 158 simpatizantes en 22 secciones, siendo las más importantes las de Elche y Villena, con más de 100 afiliados cada una.48 Las Juventudes Socialistas Valencianas celebraron su segundo congreso provincial en junio de 1933, con representación de 10 secciones que decían contar con sólo 288 afiliados, siendo las más importantes las de la capital y Alzira.49 El proceso de organización que vivían las juventudes socialistas se reflejó en todos estos congresos en la existencia de muchas propuestas sobre cuestiones de índole interna y de funcionamiento de las secciones, cotizaciones o creación de bibliotecas para los militantes.

El crecimiento de la FJS se produjo con afiliados de escasa formación política, lo que se destacó en las páginas de Renovación desde fechas muy tempranas,50 y llevó a dar gran importancia a la educación política, como muestra la aprobación, en el congreso de 1932, de la organización de una «Escuela Socialista de Verano», de la que llegaron a realizar dos, una en dicho año, en la que participaron 90 jóvenes,51 y otra en el verano de 1933, a la que asistieron ya 200 militantes.52 Se planteó también crear una «Escuela Juvenil Marxista», para la que la organización juvenil llegó a elaborar un reglamento. El proyecto se aplazó por el acuerdo de los congresos de la UGT y del PSOE, a propuesta de la juventud socialista, de crear una «Escuela Superior Obrera», idea que quedó paralizada tras las elecciones de 1933.53 A pesar de su carácter de escuelas de formación política eran también unas «vacaciones juveniles», como el mismo órgano de la FJS destacó. Tampoco se puede menospreciar el valor que pudo tener como ámbito de socialización de jóvenes de ambos sexos, y se podían convertir, como pasaría con las excursiones realizadas por las diferentes secciones juveniles aunque también tuvieran un contenido político, en lo más parecido a unas vacaciones a lo que podían tener acceso algunos de estos jóvenes,54 que en muchos casos asistieron a estas escuelas gracias a becas pagadas por las organizaciones socialistas o por militantes importantes de ellas.55

Sin embargo, la primera actividad política destacada de la organización juvenil socialista con el cambio de régimen fue la organización de unas milicias,56 de las que se responsabilizaron los miembros de su ejecutiva José Castro y Felipe García, y «cuya misión principal, sin perjuicio de defender la República contra los ataques reaccionarios, sería la de vigilar nuestra organización y nuestros centros». Estas milicias protegieron edificios oficiales en Madrid tras la proclamación de la República y se encargaron del servicio de orden en la manifestación organizada el 19 de abril de 1931 en honor a Pablo Iglesias y en la del Primero de Mayo del mismo año. Desde las páginas de Renovación se insistió en la necesidad de la existencia de milicias para defender la República frente «a todo intento involucionista monárquico». Sin embargo, según se informó en el IV Congreso de la FJS, «significativos camaradas» les pidieron que «se pusieran en relación con otros elementos» y formaran «guardias cívicas» -es decir, que dirigentes del PSOE les pidieron que se pusieran de acuerdo con los republicanos. Al no llegarse a un acuerdo con éstos y, considerando «que habían sobrepasado sus atribuciones», porque creían que eran el PSOE y la UGT quienes debían ocuparse de la organización de estos grupos, «suspendieron los trabajos».57

La FJS planteó sus peticiones a los poderes públicos a través de un programa lleno de contenido juvenil, cuya primera expresión fue el manifiesto elaborado por su ejecutiva con motivo del Primero de Mayo de 1931, que se proponía expresamente recoger reivindicaciones «peculiares a los jóvenes» y citaba prácticamente las mismas que había aprobado en su congreso de 1929: derecho de voto a los 21 años, que era la edad en que los jóvenes se incorporaban al ejército, por lo que «es lógico que al propio tiempo se les otorgue el derecho a intervenir en los negocios públicos que han de verse obligados a defender»; que se diera derecho de voto a los soldados; clausura de las academias militares, reducción a seis meses del tiempo en filas, supresión de las cuotas y abandono de la acción militar en Marruecos; disolución de la guardia civil; separación absoluta de la Iglesia y del Estado y expulsión de los jesuitas; concesión a la mujer de los mismos derechos civiles y políticos que al hombre; «creación de escuelas en número suficiente»; segunda enseñanza gratuita y obligatoria de los 14 a los 18 años y «acceso libre de todos los ciudadanos a la universidad»; establecimiento de la edad mínima de acceso al mercado laboral en 16 años, vacaciones pagadas o enseñanza profesional obligatoria.58

Tras las elecciones a Cortes Constituyentes de 28 de junio de 1931, Renovación destacó la importancia de la presencia de la juventud en aquellas frente a los parlamentos monárquicos: «son bastantes los jóvenes que como actores figuran en los rojos escaños del Congreso»; «los hay en todas las minorías». Por primera vez había miembros de la FJS en las Cortes aunque, por la forma en que se proponían los candidatos y por los militantes de la FJS que eran diputados, parece estar más influido por el hecho de que el PSOE contaba por primera vez con un importante grupo parlamentario que porque le diera un papel más destacado a su organización juvenil, aunque sirviera para que entre los jóvenes creciera la idea de su importancia. Desde el órgano juvenil socialista se hizo una defensa condicionada de la democracia: «somos los jóvenes los que tenemos la mayor obligación de salir a la defensa del parlamento. Debemos educar a nuestra generación en el sentido de que los problemas pueden ser resueltos de manera pacífica», pero «de no encontrar el paso franco a nuestras justas reivindicaciones, por la cerrilidad de la clase burguesa» deberían «recurrir a otros procedimientos que no quisiéramos emplear, pero que no desdeñamos».59

Cuando aún no hacía un mes de la proclamación de la República, la juventud socialista insistió en reivindicar el derecho de voto a partir de los 21 años, justificándolo porque a esa edad ya se tenía «suficiente madurez», por equiparar la legislación española a la del resto de Europa, y por el papel que habían jugado los jóvenes en el triunfo de la República y el que jugarían «en su defensa». Sin embargo, al debatirse la constitución republicana, la comisión constitucional, que en un primer momento había planteado establecer el derecho de voto a los 21 años, finalmente fijó la edad de voto en los 23. La FJS consideró que esta decisión se había debido al «temor a que el espíritu revolucionario de la juventud se infiltrase en el país», y agregó que los impulsos juveniles tenían «que encontrar un cauce (…) que si se le niega en la ley habrá de hallarlo contra ella».60

La participación de los jóvenes en la política y las mismas relaciones con el PSOE fueron objeto de conflicto entre las organizaciones socialistas ya en el primer bienio republicano: nada más proclamarse la República, la FJS protestó ante el partido por la intervención de Indalecio Prieto en la manifestación de homenaje a Pablo Iglesias, que la juventud socialista se había planteado como un acto de afirmación socialista, fin que consideró desvirtuado por las palabras de Prieto.61 La organización juvenil expresó también su preocupación por los motivos de la masiva afluencia de afiliados a las filas socialistas, considerando que había un «nuevo tipo» de militante, «el electoral, atraído por el ambiente que a veces lo que busca es servirse del partido». El PSOE protestó por estas críticas e insistió en el papel educativo de la organización juvenil.62 Desde Renovación se aceptó que el partido socialista era en cada país «la única expresión política de la clase proletaria», pero se defendió que esto no significaba que los jóvenes debieran renunciar a expresar su propio criterio, aunque se proponía hacerlo en las agrupaciones del PSOE. Se dijo también que la FJS no atacaba al partido, sino «las inconsecuencias» de algunos militantes y de «arribistas» presentes en todas las organizaciones. En 1932, con motivo de los congresos del PSOE y de la UGT, Renovación publicó un artículo con el significativo título de «Debemos opinar los jóvenes».63

Pronto comenzó en el órgano juvenil un debate sobre la participación en el gobierno, rechazada por José Castro y Mariano Rojo –presidente y secretario de la FJS, respectivamente– frente a Carlos Hernández Zancajo y Santiago Carrillo. Ya en el Cuarto Congreso, en febrero de 1932, la FJS aprobó que cuando se disolvieran las Cortes Constituyentes y se acabasen de elaborar las leyes fundamentales, el PSOE abandonara el gobierno, «asumiendo únicamente el poder si el Partido dispusiere de aquellos medios precisos que garanticen la realización de un programa afín con nuestros principios»; y que, si encontrase resistencia, fuera «directamente a la conquista del Poder por la acción revolucionaria de las masas».64

En el congreso que el PSOE celebró en octubre de 1932, Mariano Rojo apoyó que los socialistas dejaran el gobierno, posición que fue rechazada por la mayoría de los delegados. Sí se decidió que, en lo sucesivo, no se podrían incluir en las listas electorales «elementos ajenos» al Partido, como había propuesto la organización juvenil. Sin embargo, la ambigua relación de los militantes adultos con sus jóvenes se expresó en el hecho de que no se leyeron los telegramas solicitando que la minoría socialista no votara el presupuesto de guerra que la dirección juvenil había hecho que sus secciones enviaran al congreso, y en que hubo un grupo de delegados que propuso que fuese incompatible pertenecer a la vez al PSOE y a la FJS, aunque esta propuesta no llegó a discutirse. En septiembre de 1933, el Comité Nacional del PSOE decidió admitir a un representante de la FJS, con voz pero sin voto.65

Ya en su Quinto Congreso, la ejecutiva de la FJS se quejó de que la dirección del partido se había negado a enviarle una lista de sus agrupaciones, que le había solicitado para que éstas ayudaran a organizar nuevas secciones juveniles, y que tampoco quiso –al igual que la dirección de la UGT– concederle ayuda económica para actos de propaganda, aunque también informó de que cada vez eran más las agrupaciones en las que las Juventudes Socialistas tenían voz aunque no voto. Pero las situaciones regionales, provinciales y hasta locales debieron ser muy variadas. Por ejemplo, la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Vizcaya protestó por las «limitaciones» que suponía para su organización la formación de agrupaciones socialistas: la sección juvenil de Aranguren se había dado de baja al formar la agrupación socialista, mientras que el presidente de la Agrupación Socialista de Durango se había mostrado contrario a la formación de la organización juvenil ya que «dentro de la Agrupación hay un núcleo bastante numeroso de jóvenes y esto llevaría a mermar la fortaleza de la misma».66

A comienzos de 1933 las tensiones internas en la organización juvenil entre partidarios de la acción política y de una función meramente educativa se intensificaron: Carlos Hernández Zancajo se quejó de que la actividad de la FJS había «vuelto a caer en la mayor de las postraciones, para seguir vegetando de la manera más estúpida»: «si las juventudes no sirven para nada es mejor disolverlas; pero si sirven hay que cultivarlas. Si los encargados de hacerlo no están en condiciones, hay que plantearlo para resolverlo». Le respondió Mariano Rojo defendiendo que la actuación de la organización debía ser la formación socialista de los jóvenes: «en los años difíciles de la dictadura se pedía que las Juventudes, más revolucionarias que nadie, se dedicaran exclusivamente a combatir la monarquía. Otros entendíamos que (…) nuestro papel era el de formar conciencia socialista», lo que consideraba la línea acertada dado el crecimiento experimentado por la organización desde la proclamación de la República y porque «la mayoría de nuestras secciones no están formadas por socialistas. Solo por aspirantes».67

Sin embargo, y a pesar de la división sobre la participación socialista en el ejecutivo republicano y de las críticas que realizaron a la actuación de éste,68 también se apoyó la política del gobierno durante el primer bienio, especialmente en relación con las reformas educativas, o en temas como el debate sobre el laicismo del Estado, la confiscación de los bienes de la Iglesia y la separación de ésta última de la educación. Las juventudes socialistas realizaron una especial defensa del artículo de la Ley de Congregaciones Religiosas que quitaba a éstas el derecho a ejercer la enseñanza, justificándolo por el control por parte de la Iglesia de todos «los resortes de la educación» por su predominio anterior: para la FJS implantar la libertad de enseñanza equivaldría a dejar la educación en manos de la Iglesia.69 La organización juvenil tuvo también especial cuidado en no dañar la imagen del PSOE en el gobierno: por ejemplo, su ejecutiva nacional llamó la atención a la federación provincial alicantina por mandar una circular a las secciones pidiendo que protestaran ante la minoría socialista por la ley de orden público de 1933, definida como «literalmente fascista y desde todos los puntos de vista antirrevolucionaria».70

En las conclusiones del congreso de 1932 se repitieron las reivindicaciones planteadas el Primero de Mayo de 1931, detallando más las relativas a los jóvenes trabajadores: reducción del tiempo de trabajo de los jóvenes a 40 horas semanales, comprendidas la enseñanza profesional y la limpieza del taller o fábrica; medidas de previsión a favor de los jóvenes parados, incluyendo seguro de desempleo pagado por el Estado y cursos de formación; o la creación de escuelas de Artes y Oficios en todas las ciudades de más de 10.000 habitantes. Se pidió también el aumento del presupuesto de instrucción pública y la disminución, hasta su supresión, del presupuesto de guerra, la reducción de la duración del servicio militar y que éste quedase reducido a la instrucción militar, aunque la organización juvenil se siguió declarando partidaria del principio de la «nación armada».71 Las resoluciones del Cuarto Congreso incluyeron un rechazo expreso al nacionalismo por ser opuesto a «la fraternidad de los pueblos»; la defensa del esperanto y, concedido el voto a la mujer, «buscar atraerla a las filas socialistas». Se dio mucha importancia a los temas culturales y de higiene, proponiendo colaborar con los maestros, crear bibliotecas ambulantes, incorporar a los sindicatos a la lucha contra el analfabetismo, solicitar a la FUE que realizase actividades culturales en diferentes localidades, apoyar las Misiones Pedagógicas, prohibir la prostitución, organizar cursos de puericultura e higiene, crear Institutos de Orientación Profesional y solicitar que se establecieran zonas verdes, campos deportivos y jardines para la infancia.72

Se insistió en que los afiliados que trabajasen debían afiliarse obligatoriamente al sindicato que les correspondiera, para lograr que las organizaciones ugetistas adoptaran una política juvenil y defender a los sindicatos socialistas frente a los ataques comunistas y anarquistas. Por ello, se decidió que en todos los comités de la FJS se creara una secretaría sindical, pero la memoria del Quinto Congreso reconoció que pocas secciones habían nombrado un responsable para esta secretaría y que al trabajo sindical «no se le ha prestado la atención que mereciera». Aunque una de las indicaciones dadas a las secciones tras este congreso fue que «estando próxima la renovación de cargos en la mayoría de las organizaciones [sindicales] debían procurar que en ellos entraran elementos jóvenes», es prácticamente imposible obtener datos sobre la resolución de éstos procesos electorales.73 Además, el gobierno del primer bienio republicano también limitó la participación de los jóvenes en las organizaciones sindicales: la Ley de Asociaciones de 1932 estableció que solamente podían ingresar en las «asociaciones profesionales obreras» los trabajadores mayores de 16 años, que los menores de 18 años solo tenían voz, pero no voto, en las juntas generales de sus sindicatos, y que para ser miembro de las juntas directivas de las sociedades obreras se debía ser mayor de 21 años.74

En su Quinto Congreso, la ejecutiva de la FJS explicó que había enviado sus reivindicaciones a los ministros correspondientes, al PSOE y a la UGT y, aunque se congratuló de la aprobación de los matrimonios civiles, dijo también que sólo había recibido respuesta de Fernando de los Ríos (ministro socialista de Educación) y que se había entrevistado con Azaña, que había dicho que tendría en cuenta sus consideraciones sobre el ejército, aunque la República no llegó a modificar el sistema de cuotas ni la duración del servicio militar. Transmitió nuevamente la solicitud del derecho de voto a los 21 años al grupo parlamentario socialista tras las elecciones de 1933 y éste le respondió que ello supondría «una modificación en la propia Constitución, cosa imposible de hacerse en unas Cortes ordinarias».75

Por último, y por la importancia que adquirirían las relaciones internacionales juveniles durante la guerra civil, hay que indicar que hasta la llegada de la Segunda República los contactos internacionales de las Juventudes Socialistas habían sido escasos. En el IV Congreso, en 1932, se decidió incrementar las relaciones con la Internacional Juvenil Socialista (IJS), procurando enviar delegados al siguiente congreso y proponer la creación de un secretariado para los países de lengua castellana, desempeñado por la FJS. Aunque no pudo asistir al congreso celebrado por la organización internacional en octubre del mismo año –por cuestiones económicas y por coincidir con los congresos del PSOE y la UGT– la propuesta de un secretariado hispano fue aceptada por la IJS y sí asistió la organización juvenil española a la reunión que el Comité Ejecutivo de la Internacional celebró en agosto de 1933. En esta reunión, propusieron, conjuntamente con la delegación belga y la francesa, un comunicado que planteaba que «las mayores posibilidades de reclutamiento del fascismo están en la desesperación de los jóvenes trabajadores condenados al paro» y que rechazaba el frente único por la base propuesto por los comunistas pero defendía llegar a alguna «inteligencia» con sus direcciones. Criticaba también lo que llamaba «fetichismo de la democracia», indicando que «el respeto desmesurado a la democracia puede llevar a restringir las libertades que se tratan de defender» y que «el régimen socialista no podrá conquistarse más que por una acción revolucionaria».76

La proclamación de la República, con la recuperación de las libertades políticas, abrió más posibilidades de actuación a la UJCE, pero los ataques al nuevo régimen y la defensa de una revolución de tipo soviético aislaron en 1931 a los comunistas españoles, mientras que el rechazo a las reformas del primer bienio republicano, el mantenimiento de la política de clase contra clase y los choques con la CNT les enfrentaron con las demás fuerzas obreras e impidieron un crecimiento destacado de sus organizaciones, aunque en junio de 1933 la UJCE decía contar con algo más de 11.000 militantes, concentrados principalmente en Andalucía, donde había más de 4.000, la región «vasco-navarra» y Asturias, con unos 1.300 en cada una.77

Para la conferencia de unidad sindical de julio de 1932, que dio origen al sindicato comunista Confederación General del Trabajo Unitaria (CGTU), los grupos juveniles de las Oposiciones Sindicales Revolucionarias (OSR)78 de Madrid elaboraron un programa de reivindicaciones juveniles, que ampliaba y, en algunos casos, cambiaba las reivindicaciones planteadas por la UJCE en 1927 y que muestran la importancia que se les daba desde el comunismo como forma de atraer a los jóvenes.79 Así, por ejemplo, se pedía que se suprimiera realmente el trabajo de los menores de 14 años, planteando que la legislación era papel mojado, y proponiendo, para lograrlo, que se subvencionara a los padres con una cantidad equivalente a la que ganarían sus hijos.80 Se mostraba una preocupación especial por los jóvenes aprendices, solicitando que dependieran directamente del patrón y no de los oficiales; que el aprendizaje se redujera a dos años, y que la preparación técnica se realizara en las horas de trabajo. Se rechazaba también el internado en el comercio y la industria.81 Destaca que una de las críticas que se hacía a los sindicatos existentes era que no prestaban una «atención especial» a los jóvenes, considerando que éstos no se sentían atraídos hacia la lucha sindical porque no se incluían reivindicaciones juveniles y porque los más jóvenes no tenían derecho a ser elegidos para la dirección de los sindicatos. Por esto, proponían toda una serie de medidas como la creación de secretariados juveniles en los sindicatos, que los periódicos de éstos incluyeran un suplemento juvenil o que hubiera una representación proporcional de los jóvenes en sus órganos directivos.82

La expulsión del PCE del grupo de Bullejos en 1932 supuso también un cambio en la dirección de la UJCE, que empezó a preparar un nuevo congreso nacional, para el que se planteaba tratar de salir del ghetto político creando «oposiciones fuertes» en las demás organizaciones, especialmente en las juventudes socialistas, que «son una organización con millares de jóvenes obreros y campesinos», y mediante la atracción de los jóvenes parados.83 El ascenso de Hitler al poder en 1933 hizo a la UJCE empezar a colaborar con otras organizaciones. En octubre de ese año se formó en Madrid el Comité Nacional de Jóvenes contra la Guerra y el Fascismo, en el que participaron las organizaciones juveniles republicanas y algunos militantes de las juventudes socialistas.84 La FJS, que rechazaba este tipo de organismos porque «contra el fascismo (…) sólo puede luchar una organización netamente clasista», reconoció que algunas de sus secciones habían entrado a formar parte de ellos y recomendó que no se colaborase con ellos.85 La creación del Bloque Escolar de Oposición Revolucionaria (BEOR) dentro de la FUE también dio a la UJCE una cierta presencia en los ámbitos estudiantiles. Pero todavía en mayo de 1934, cuando finalmente lograron celebrar su segundo congreso, la UJCE estableció oficialmente que el objetivo de la organización era «la conquista de los jóvenes socialistas y anarquistas y el rompimiento de sus organizaciones»,86 aunque el año 1934 sería cuando la UJCE comenzara a salir de su aislamiento político.

Entonces fue el mismo Buró Político de la organización juvenil comunista el que aprobó un programa de reivindicaciones juveniles –recogiendo todas las planteadas anteriormente aunque, cuando ya se veía la radicalización de las juventudes socialistas, se decía que todos los jóvenes «quieren la revolución», y se definía un programa «máximo» a realizar por un «gobierno obrero y campesino» y un programa «mínimo» de reivindicaciones inmediatas.87 No hay demasiadas novedades con respecto a los programas de los jóvenes comunistas analizados anteriormente, aunque en el programa «del gobierno obrero» se le daba una mayor importancia a la educación y al deporte, incluyendo la defensa de la «enseñanza en el idioma nacional en Catalunya, Vizcaya y Galicia» –lo que era un planteamiento completamente distinto al de la FJS– y la «protección y desarrollo del deporte obrero y de la cultura física». Entre las reivindicaciones inmediatas destacan algunos temas nuevos, probablemente respuesta al desarrollo de la legislación republicana en tres aspectos importantes: el derecho de voto de la mujer, los estatutos de autonomía y la ley de reforma agraria. Así, se pedía un seguro de maternidad con el salario íntegro pagado por los patronos y el Estado, una baja por maternidad seis semanas antes y después del parto, o el derecho al aborto y la liberación de «las jóvenes trabajadoras encarceladas por tal motivo». Se reclamaba el «derecho a la autodeterminación hasta la separación total, del Estado imperialista de España, de los pueblos oprimidos, como Catalunya, Vasconia y Galicia», la «retirada de las tropas de Marruecos y las demás colonias», y que los jóvenes participaran activamente «en el apoderamiento inmediato de las tierras de los grandes terratenientes y de la Iglesia». Se volvía también a un tema tradicional en las organizaciones juveniles obreras: el servicio militar. Así, se reivindicaba el «derecho a cumplir el servicio militar en su respectiva región o punto de residencia», la «abolición del saludo obligatorio» y la «supresión de las maniobras y marchas nocturnas». Se mantenía la reivindicación de los derechos sindicales y políticos de los más jóvenes, por lo que se rechazaba la Ley de Asociaciones republicana, definida como «fascista».88

En cuanto a las juventudes de la Izquierda Comunista (ICE), Pelai Pagés dice que hubo un intento de organización en torno a lo que se llamó Juventud Comunista de Izquierda Española en 1932, que no prosperó y la organización fue disuelta ese mismo año. Sin embargo, el año siguiente todavía se estaba discutiendo este tema, como muestra una propuesta para la conferencia nacional de la ICE que consideraba que «ni la fuerza numérica de la organización, ni el periodo de formación ideológica por que atraviesan sus militantes, de los cuales su mayoría son precisamente jóvenes, justifican, ni siquiera aconsejan» crear un organismo juvenil, que en la práctica sólo existía «en el papel» y al que decían que se oponía el grupo más numeroso de jóvenes que era el de Madrid. Se planteaba que la mayoría de los grupos de la ICE «sufrirían un grave quebranto» si se mantuviese la organización juvenil y que «la organización independiente de los jóvenes debe sustituirse por una mayor convivencia y colaboración de éstos con los adultos». Se encuentran también en 1934 propuestas de la juventud de la ICE a la juventud socialista, lo que hace suponer que en algunos sitios esta organización mantuvo su existencia, siquiera formal. El Bloc Obrer y Camperol (BOC) había creado a finales de 1931 la JCI (Juventud Comunista Ibérica) aunque, como el mismo BOC, su organización se concentraba en Cataluña: en un partido también muy joven, la edad de los militantes de la juventud se limitó a los 21 años.89

Como muestra la carta con que se inicia este apartado, el desarrollo de las organizaciones juveniles de los diferentes partidos fue uno de los factores que influyó en la decisión de crear una organización juvenil anarcosindicalista, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), a propuesta de un grupo de jóvenes de la organización de Madrid, donde se estableció su dirección, el Comité Peninsular. La memoria del congreso constitutivo de la organización, celebrado en junio de 1932, decía que el objetivo era crear «un organismo que recogiera los entusiasmos revolucionarios de la gran cantidad de jóvenes que entonces comenzaba a afluir a los Sindicatos» y «apartar de las organizaciones políticas a la juventud rebelde, pero inconsciente». Y esta influencia llevaría a algunos militantes anarcosindicalistas a decir que las juventudes libertarias se crearon «como copia, más que como necesidad».90

El carácter educativo que se pretendía dar a la organización también explicaría que en algunos lugares de España y en su primer congreso se hablara de Juventudes de Educación Libertaria (JEL) y que uno de los temas principales del congreso fuese la propaganda y las labores educativas para formar a los jóvenes en el anarquismo. Aunque los delegados al congreso sólo representaban a 1.490 afiliados, la nueva organización decía contar con 85 secciones y aproximadamente 5.000 militantes teniendo en cuenta las localidades que habían enviado adhesiones al congreso pero no habían podido asistir. Las juventudes libertarias se estructuraron de forma federalista y no se estableció ningún programa juvenil. Por el contrario, se aprobó que «ante todo, la juventud ha de velar por los principios federalistas de la C.N.T. y tender en todo momento a conservar la pureza de nuestros ideales», además de extender las ideas anarquistas en los sindicatos, aunque se planteaba, como hacía la FJS, que en un movimiento revolucionario «las juventudes serán fuerza en vanguardia», por lo que el nuevo Comité Peninsular de la recién creada FIJL debía dedicar especial atención a la «coordinación revolucionaria».91

Al igual que había sucedido cuando se formó la FJS con los dirigentes del PSOE, algunos militantes libertarios consideraron que la organización juvenil no era necesaria. Por ejemplo, las secciones de la FAI de Cataluña y de Centro se mostraron contrarias a su creación, por actuar «al margen de nuestra organización específica» y «sin aceptar la tutela de ninguna organización». Desde Cataluña se llegó a citar a una representación de las juventudes «conminándolas a que aceptaran el control de la FAI o de lo contrario serían saboteadas», aunque se aceptó la explicación del delegado de la FIJL que planteó que éstas aceptaban «por entero los postulados anarquistas y se mueven bajo el control de la FAI». La organización juvenil provincial de Valencia decía todavía en agosto de 1935 que en la capital del Turia tenían «serios inconvenientes que entorpecen el desarrollo de estas J.L [Juventudes Libertarias] ya que hay muchos militantes de la C.N.T. y la FAI que no están de acuerdo con las J.L. y debido a esto muchos jóvenes no ingresan», y había militantes que defendían «ingresar en la F.A.I. como sección de cultura y propaganda»; mientras que la organización alicantina planteaba que «por parte de la F.A.I. desde que se organizaron las Juventudes ha habido siempre una tirantez formidable en contra de las mismas» (sic).92

A partir de su primer congreso, la FIJL vivió también un proceso de organización, con más sobresaltos que el desarrollado por las juventudes socialistas por las sucesivas insurrecciones anarquistas, y marcado por diferentes posturas en cuanto a su relación con las organizaciones hermanas, especialmente con la FAI. Por ejemplo, la Regional del Norte celebró un pleno en Bilbao, en enero de 1933, en el cual estuvieron representados algo más de 200 afiliados, repartidos entre Vitoria, Bilbao, Miranda del Ebro, Santander, Baracaldo y Vizcaya. Se destacó que «las Juventudes Libertarias son las Escuelas donde se han de formar los nuevos anarquistas», por lo que se rechazó formar parte de la FAI. Son también los temas de propaganda y puramente organizativos los que predominan en las actas: así, se rechazó el sello y el carnet «peninsular» por «no creerlos propios de libertarios». Por el contrario, las Juventudes Libertarias de Cataluña decidieron ingresar en la FAI y darse de baja de la FIJL, lo que el Comité Peninsular definió como un error porque significaba convertirse en «menores» tutelados, lo que, a su juicio, dificultaría la labor de captación de jóvenes.93

En 1933, el mayor desarrollo de la organización juvenil libertaria se había alcanzado en Asturias y Andalucía. La regional andaluza contaba con 68 secciones, mientras que la Regional del Norte tenía 10; estaban a punto de constituirse la Regional de Centro, con 18 juventudes, y la de Aragón, Rioja y Navarra, con 12, entre las que destacaba la de Zaragoza, y la de Canarias. La FIJL contaba también con grupos en Galicia, Palma de Mallorca, Tetuán, Ceuta y Melilla.94 En enero de 1933 se creó la Regional de Asturias y León con sede en León, y con algo menos de 600 afiliados, concentrados principalmente en León capital y en Sama y La Felguera (Asturias). Se rechazó pertenecer a la FAI aunque se aprobó que los Grupos Anarquistas tuvieran un delegado en la organización juvenil. Se acordó que los jóvenes debían esforzarse por «emanciparse de los prejuicios políticos y religiosos y de los vicios del alcohol, que degradan y embrutecen», pudiendo llegarse a la expulsión de aquellos que tuvieran problemas de alcoholismo, pero también de quien «por imposición de la familia» o «por falta de carácter claudicara en la cuestión religiosa».95

Planteamientos similares se habían realizado ya desde la FJS: en 1931, en Renovación se escribió que «tres enemigos terribles tiene la juventud en los naipes, el alcohol y el tabaco, pues los primeros la envilecen, el segundo la embrutece y el tercero corona la obra destructiva»; considerando que era la «burguesía» la que había «sumido» a los trabajadores en «los antros de la taberna, donde con el juego y la bebida se fomentaba nuestro embrutecimiento», mientras que diversos congresos regionales de la organización juvenil socialista habían analizado la cuestión de las relaciones de sus afiliados con la religión: el primer congreso de la Federación Provincial Socialista Montañesa aprobó recomendar a sus militantes que optasen por los actos civiles; en Alicante, la organización de Elda sugirió que los afiliados que realizasen actos «solicitando el servicio de la Iglesia» fueran recriminados y se les separase de sus cargos por un año; y, en Vizcaya, la organización de Gallarta propuso que «todo compañero que se casase por la iglesia fuera expulsado» y la de La Arboleda que no se admitiese en la FJS a nadie que «practicase ritos religiosos».96

Como muestra el caso asturiano, el debate sobre la existencia de la FIJL y su relación con la FAI no se circunscribió a la regional catalana. El 14 de junio de 1934, a propuesta del Comité Peninsular, las organizaciones de Santander y el País Vasco aceptaron constituir el Comité de Relaciones del Norte de España, tras la dimisión del Comité Regional del Norte existente previamente. Esta dimisión había sido provocada porque las organizaciones juveniles locales de Santander, Bilbao y Vitoria querían ser autónomas. Una asamblea general de las Juventudes Libertarias de Bilbao, realizada el 26 de mayo de 1933, había decidido que «las juventudes libertarias en su misión de propaganda y capacitación» podían «desenvolverse fácilmente sin necesidad de estar federadas comarcal, regional e ibéricamente» y que los «comités superiores impiden el libre desenvolvimiento de las juventudes locales»: «la labor de coordinación solo es necesaria para estructurar los planes defensibos y ofensibos (sic) de lucha frente al sistema» y para esta misión coordinadora «existe ya de hecho la F.A.I.». La organización de Villena (Alicante), por su parte, decidió, el 15 de enero de 1933, «darse de baja de la Federación de Juventudes, pues cree que aisladamente puede hacer su labor local».97

Y, siquiera parcialmente, se inició un debate sobre la legalización de la organización que se mantendría –y acrecentaría– durante la guerra civil, como muestra la correspondencia cruzada entre la llamada Juventud de Educación Libertaria de Granada y el Comité Peninsular en el otoño de 1932. La primera reconocía actuar desde su constitución con un reglamento que parecía el de «una sociedad deportiva», lo que le permitía «organizar mítines y conferencias en toda la provincia sin que se metan con nosotros para nada» y agregaba que esto le facilitaba la labor proselitista entre los jóvenes socialistas, «acostumbrados a los reglamentos». El Comité Peninsular de la FIJL, por el contrario, consideraba que «el sentido legalista que tenéis acerca de vuestra juventud, es una de tantas lacras de origen burgués que no habéis podido desechar» y ponía como ejemplo la actuación de la FAI: la juventud «tiene que romper con todo el pasado, no reconociendo más autoridad que su temeridad y entusiasmo, ni más legalismos que la razón de ser y vencer en sus luchas» y la FIJL podía «aumentar y controlar sus cuadros juveniles al margen de la ley, desarrollando una propaganda de captación en talleres, fábricas, campos y barriadas».98 Sin embargo, no parece que desde la FIJL se hiciera una actividad propiamente juvenil destacada: el Comité de Relaciones de Levante publicó una octavilla en septiembre de 1934 llamando a los jóvenes a apoyar las ideas libertarias y organizarse para la revolución pero sin ninguna referencia específica a temas juveniles. Ya en enero de 1936, preparando su segundo congreso regional, el mismo comité diría que se había hecho un trabajo escaso por los problemas económicos y la «difícil» situación existente desde octubre de 1934.99

Durante la Segunda República, por tanto, todas las organizaciones juveniles obreras se desarrollaron, pero la única que adquirió verdadera importancia fue la Federación de Juventudes Socialistas, que se puede decir que se conformó como un verdadero movimiento juvenil, dado que desarrolló un programa propio y una autonomía cada vez mayor con respecto a las organizaciones de los adultos, buscando, por una parte, influir en el PSOE y, por otra, desarrollar su propia política hacia la juventud. En este sentido, se puede decir que fue, hasta la formación de la Juventud Socialista Unificada (JSU) –que se puede considerar la prueba definitiva de la transformación que la FJS sufrió en los años treinta– una organización más juvenil que la UJCE, porque ésta mantuvo una dependencia mucho mayor del PCE, y que la FIJL, cuyo desarrollo antes de la guerra civil parece haber sido escaso.

2.3. MOVILIZACIÓN POLÍTICA JUVENIL Y PROCESOS UNITARIOS

En el planteamiento y realización de la revolución de Octubre en el año 34, fue donde la Juventud Hispánica quedó consagrada definitivamente como puntal irrenunciable para cualquier tentativa de tipo revolucionario.100

Las posibilidades de una acción común entre la Federación de Juventudes Socialistas y las demás organizaciones juveniles prácticamente no existieron durante el primer bienio republicano (1931-1933), por la participación del PSOE en el gobierno entre abril de 1931 y septiembre de 1933 y las duras críticas que esta colaboración recibió por parte de las organizaciones anarcosindicalistas y comunistas. Pero la situación cambió a lo largo de 1933 con el desarrollo de movimientos autoritarios y/o fascistas en Europa en general y en España en concreto; la creciente dificultad en la aplicación de las reformas republicanas y la salida de los socialistas del gobierno. Entonces, la FJS publicó una nota viendo con satisfacción la ruptura de los compromisos con «los partidos burgueses» y considerando que había «llegado el momento de organizar nuestras fuerzas en forma que se basten por sí solas para impedir el desarrollo del fascismo en nuestro país» y que era «necesario conquistar la democracia social recurriendo para ello a cuantos procedimientos se consideren precisos hasta llegar a la total implantación del socialismo».101 Las elecciones de 1933 dieron el triunfo a las organizaciones de centro-derecha y llevaron, en la práctica, a la paralización de muchas de las reformas desarrolladas durante el primer bienio, lo que influiría en la radicalización de las bases socialistas,102 especialmente importante en su organización juvenil.

Las juventudes socialistas prestaron una especial atención a la extensión de los movimientos fascistas en Europa: ya el 21 de mayo de 1932 Renovación preveía que «será Alemania, a no tardar, quien tenga posiblemente que resignarse a soportar el fascismo», aunque todavía expresaba cierta confianza en la socialdemocracia de este país, «que sucumbiría antes que permitir la dictadura», y, al igual que la Internacional Comunista, veía en el avance del fascismo «el fin inminente del capitalismo».103 El triunfo de Hitler les convenció de que la democracia burguesa y las tácticas reformistas socialdemócratas eran incapaces de frenar al fascismo. El 15 de junio de 1933 la Comisión Ejecutiva de la FJS publicó en Renovación un manifiesto en que se decía partidaria de la democracia, pero siempre que se garantizase «el libre ejercicio de la misma» y, ante las primeras formulaciones fascistas españolas, llamaba a los jóvenes a impedir «por todos los procedimientos» que creciera el fascismo en España. En otro artículo publicado ese mismo día se apoyaba adaptar las formas de lucha a las «necesidades de cada hora»: «cuando nuestros enemigos nos tienden la celada para que nos estrellemos, el instrumento democrático no nos sirve».104

La crisis política española del segundo semestre de 1933 y la derrota del partido socialdemócrata austriaco –junto con el alemán, espejo en que se miraba la socialdemocracia europea de entreguerras–, en su tardía insurrección frente al autoritarismo de Engelbert Dollfuss en febrero de 1934, acentuaron estas posiciones, como refleja un pleno celebrado por la organización juvenil socialista alicantina para la que el ejemplo austriaco demostraba que era necesario «el triunfo de la revolución social», que «no se debe atrasar más de lo preciso». Ya tras la primera vuelta de las elecciones de 1933, la ejecutiva de la Federación Provincial Madrileña de la FJS había expresado a la dirección del PSOE su opinión de que se daban «las condiciones necesarias para poder intentar con éxito el asalto al Poder». La vía legal hacia la toma del poder quedó cerrada definitivamente con el fracaso electoral: Renovación planteó que las Cortes no representaban la voluntad popular y los trabajadores sólo tenían un camino: «el de la insurrección».105

El desarrollo de movimientos autoritarios y fascistas en el conjunto de Europa también aumentó la atracción que ejercía la URSS sobre las juventudes socialistas,106 lo que también se reflejó en los planteamientos culturales de Renovación. Así, aunque éstos pasaron a un segundo plano en el órgano juvenil ante las exigencias políticas, también sufrieron cambios importantes: es en 1934, por ejemplo, cuando Renovación empezó a destacar las «realizaciones» culturales soviéticas en el cine o el deporte.107 No se abandonó la conmemoración de fechas tradicionalmente destacadas de la historia socialista, como la muerte de Pablo Iglesias (9 de diciembre), la Comuna de París, el asesinato, en 1914, del dirigente socialista francés Jean Jaurés, convertido en día de lucha por la paz por la Internacional Juvenil Socialista (31 de julio); o la muerte de Tomás Meabe, considerado fundador de la FJS (4 de noviembre).108 Sin embargo, a finales de 1933 y principios de 1934, Renovación conmemoró la revolución bolchevique rusa y el aniversario de la muerte de Lenin.109

También cambiaron los libros y folletos reproducidos o recomendados por Renovación. En 1931 se reprodujeron extractos de la obra Para ser socialista, del dirigente francés Leon Blum. Intermitentemente a lo largo de 1932 se publicaron programas del socialismo alemán del siglo XIX, y en 1932 y 1933, artículos sobre la revolución rusa de 1905 o partes del libro de Julián Zugazagoitia, Rusia al día.110 En 1933 el peligro fascista se adivinaba en la recomendación del libro Alemania ayer y hoy, de Antonio Ramos Oliveira, centrado en la relación entre el fascismo y el nazismo y en cómo habían llegado al poder, o del análisis realizado por el secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Pietro Nenni, sobre el asesinato de Matteoti, diputado del mismo partido. Y de la publicación de los programas reformistas del socialismo alemán se pasó a las «Palabras de Lenin» en El Estado y la revolución.111 Significativamente también, se inició 1934 con una nueva sección titulada «Literatura revolucionaria» en la que pretendían recoger «escritos de trabajadores empapados de preocupaciones de clase» y otros que «empujen hacia la revolución».112

En la creciente división interna del PSOE, la mayoría de la FJS tomó enseguida una posición clara de apoyo al sector izquierdista dirigido por Francisco Largo Caballero y atacó el reformismo de Julián Besteiro y el centrismo de Prieto: considerando que las únicas fuerzas revolucionarias en España eran las socialistas, planteó que dentro de ellas había que luchar «por vencer toda orientación reformista… obstáculo para toda acción revolucionaria de las masas»; «lastre» para una acción revolucionaria, que «si no se retira buenamente, será preciso desarraigar con violencia». Esto implicaba criticar a los partidarios de los otros sectores socialistas dentro de la misma organización juvenil: así, en un artículo firmado por Carlos Hernández Zancajo se criticó que José Castro, presidente de la organización, hubiera votado en contra de apoyar la táctica del partido en la Federación Española de Trabajadores de la Tierra y se pidió que todos los que pensasen así abandonasen el PSOE y sus juventudes. Tras la salida de los besteiristas –contrarios a toda acción insurreccional– de la dirección de la UGT, se inició la lucha contra la postura de Prieto, que defendía un movimiento que recuperase y radicalizase el proyecto del 14 de abril, pidiendo «la depuración del Partido». Renovación defendió, además, una independencia para la organización juvenil mayor de la que tenía: rechazó que las Juventudes Socialistas fueran «órganos secundarios» del PSOE. Por el contrario, eran «las fuerzas de asalto del Partido», «mientras éste siga su línea política, de acuerdo con el pensamiento de Largo Caballero», pero si se «desviara» de esta línea, «no nos consideraríamos obligados a nada con él». Muy lejos parecía ya el momento en que en el Cuarto Congreso habían acordado que «nunca se podrá pensar que los organismos juveniles (…) puedan considerarse obligados a señalar ni la doctrina ni la táctica del Partido».113

Renovación, más que otros periódicos socialistas y desde fechas más tempranas que éstos, desarrolló justificaciones de la violencia y realizó numerosas llamadas a la juventud para que se militarizara. Ya el 4 de noviembre de 1933 planteó que «al fascismo es preciso combatirlo en su terreno», el de la violencia, con una «violencia colectiva y constante». Y, como he analizado en otro trabajo, la misma conformación de las milicias socialistas que participaron en la insurrección de octubre de 1934 en Madrid no hubiera sido posible sin la participación de la FJS, que dio instrucciones para su constitución a través de diversas circulares, mientras Renovación asumió un papel de canal de información sobre su organización y las juventudes socialistas reivindicaron su papel en la creación de una organización paramilitar: «de estas columnas es de donde primeramente salió la consigna de militarizar nuestros cuadros».114

La nueva postura juvenil fue refrendada en el Quinto Congreso de la FJS, celebrado en abril de 1934, en el que incluso algunas organizaciones propusieron que «en los Estatutos de nuestra Federación conste de manera categórica la presión sobre el Partido Socialista para que éste no colabore con ningún partido republicano». Ya no se habló tampoco de milicias de carácter defensivo, como en el Cuarto Congreso, sino que se plantearon con una clara concepción de lucha por el poder. Este congreso eligió también una nueva Comisión Ejecutiva formada por Carlos Hernández Zancajo, como presidente; Enrique Puente y Rodolfo Obregón como vicepresidentes; Santiago Carrillo de secretario general; José Laín Entralgo, vicesecretario; y Federico Melchor, contador. Los vocales eran Segundo Serrano Poncela, Leoncio Pérez, Juan Pablo García y José Cazorla. Esta dirección no era sólo más radical, sino también, en líneas generales, más joven que la anterior: aunque no contamos con la edad de todos sus miembros, en 1934, José Castro tenía 32 años, Mariano Rojo 28 y Antonio Cabrera, 34; mientras que Carrillo tenía sólo 20 años, Enrique Puente, 25; Federico Melchor, 19; y Serrano Poncela, 22,115 a pesar de que desde la UJCE se dijo que en este Congreso de la FJS la mayoría de los delegados «pasaban de los treinta años» y había muchos que «nunca fueron obreros». La organización juvenil tercerista consideraba que sólo había habido «frases y más frases»: «“insurrección armada”, “dictadura del proletariado”»… Mentiras, palabras para contener el anhelo de lucha de sus propios afiliados»; mientras que desde las organizaciones comunistas heterodoxas se habló de «sinceridad revolucionaria» de la FJS, pero se agregó que el PSOE la dejaba «vociferar» sabiendo que las decisiones no dependían de ella.116

Sin embargo, la radicalización de esta nueva dirección juvenil era clara y una de sus primeras medidas fue buscar reforzar la propaganda de sus posiciones políticas, para lo que la FJS creó una revista teórica (Espartaco), cuyo primer número se publicó en julio de 1934 y que se estrenó con un duro ataque a la minoría parlamentaria socialista: «La Federación de nuestras juventudes no reconoce como suyas las voces socialistas alzadas en el Parlamento frente a muchos problemas. Para ella, la minoría no ha logrado encarnar el ambiente renovador del Partido ni la orientación revolucionaria del socialismo español».117

Los congresos provinciales también reflejaron la radicalización que vivían las Juventudes Socialistas. Al alicantino, por ejemplo, se presentaron varias peticiones de que la minoría socialista abandonase el congreso o «ver con disgusto» su actuación. La organización de Elda propuso que «las juventudes procuren que las Agrupaciones Socialistas no se aparten de la línea revolucionaria» y «que el congreso se dirija al partido manifestándole que vería con satisfacción se separe de la Segunda Internacional». El congreso de la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Vizcaya aprobó, a propuesta de la sección de Bilbao, «ir a la instauración de la República Social» y mostrar su adhesión a la campaña realizada por Largo Caballero y Renovación. Curiosamente, por su posterior fidelidad largocaballerista, en el segundo congreso Provincial de las Juventudes Socialistas de Valencia, una propuesta de Buñol para que el Partido Socialista estableciese en su programa «la dictadura del proletariado como medio para la implantación del Socialismo» fue rechazada por 261 votos en contra y 27 a favor.118

Sin embargo, las relaciones entre las organizaciones juveniles obreras estaban plagadas de las mismas dificultades y diferencias que las de sus correspondientes organizaciones de adultos y los primeros acercamientos solo fueron posibles como respuesta a los inicios de una movilización fascista en España, como la publicación de El Fascio, el 16 de marzo de l933. Estos primeros ejemplos de unidad de acción fueron todavía frenados por la dirección juvenil socialista, que, tras los actos para impedir la venta de esta publicación en Madrid y ante la propuesta comunista de constituir alianzas para evitar su distribución en provincias, envío una circular planteando que «no hace falta, por el momento, pacto o inteligencia alguna».119

Como planteó la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Vizcaya, ante las numerosas consultas de sus secciones por las «reiteradas invitaciones» hechas por los comunistas, no se podía «contraer ningún compromiso con ninguna entidad política ajena a la nuestra, sino sujetándose a lo dispuesto por el Comité Nacional del Partido». Esta federación llegó a expulsar a un afiliado por realizar un viaje a la Unión Soviética a pesar de la oposición de la dirección provincial, aunque en su congreso las proposiciones presentadas incluyeron que se pudiera pertenecer a la «Unión de Amigos de Rusia», hecha por la sección de Lejona; o que la juventud se dirigiese al PSOE para que no hubiera más alianzas con los republicanos y se viera la forma de «hacer una conjunción estrecha entre los elementos revolucionarios», presentada por Gallarta. Una petición similar a esta última hizo La Arboleda, que también propuso que las juventudes socialistas vieran la forma de mandar afiliados a la Unión Soviética y que se declarasen «enemigas del reformismo y fieles defensoras de la dictadura del proletariado», mientras que las secciones de Las Carreras y Valmaceda pidieron que se solicitase al PSOE que en caso de que se establecieran alianzas con otros sectores políticos fuera sólo con comunistas.120

También las proposiciones para el congreso provincial de Alicante incluyeron peticiones unitarias bajo diferentes formulaciones: de unidad de acción con los comunistas hablaba Novelda; de Alianza Antifascista, Alcoy; y de unidad o acuerdo con todos los partidos obreros, Alicante, Orihuela y Elda. Esta última propuso también la «unidad entre las juventudes proletarias en un frente único juvenil proletario», mientras que Villena planteó que no se pactase con los partidos republicanos. Así, también en el Quinto Congreso de la organización juvenil las propuestas de unidad fueron numerosas: por ejemplo, las secciones de Villarreal, Alcalá de Henares y Abarán pidieron «que se busque la más estrecha armonía con el Partido Comunista y las asociaciones obreras»; mientras que la de El Puerto de Santa María propuso suprimir la norma de no colaborar con los comunistas en los comités antiguerra y antifascistas; y la de Madrid, «que el congreso acuerde dirigirse al Partido Socialista para que éste estudie la posibilidad de llegar a una acción común con el proletariado marxista, al objeto de lograr lo más rápidamente la conquista del Poder político».121

El desarrollo de las organizaciones fascistas o que se consideraban fascistas, las convocatorias políticas de las organizaciones derechistas que eran vistas como ejemplo del retroceso de la República, y las medidas del gobierno que buscaban frenar el creciente activismo político juvenil hicieron que a lo largo de los primeros meses de 1934 se sucedieran diferentes llamamientos a la unidad desde todas las organizaciones juveniles obreras. Ya en enero de 1934, informando sobre la Alianza Obrera de Cataluña,122 la FJS reclamó «un frente único juvenil en toda España entre socialistas, comunistas y sindicalistas», a través de un acuerdo de sus direcciones. La UJCE, por su parte, elaboró un comunicado llamando a las juventudes socialistas y a las libertarias a formar un frente único por la base, pero mantuvo sus críticas a la FJS, a la que acusó de «infantilismo revolucionario», por lo que ésta consideró que «no quieren sinceramente el frente único». También en enero, la Izquierda Juvenil Comunista pidió la formación de un frente único y, al igual que los socialistas, creía que debía organizarse desde las direcciones y creando un frente juvenil. Las reivindicaciones que planteaba se centraban en la defensa de las conquistas logradas, la respuesta a la crisis económica y el freno de las organizaciones «fascistas», lo que a la FJS, ahora radicalizada, le parecieron objetivos limitados: el frente único había que realizarlo «para hacer triunfante la revolución».123

Los dirigentes de Renovación dejaron clara en varios artículos cual era su idea sobre el funcionamiento del «frente único juvenil»: rechazo del frente único por la base, pudiendo organizarse por localidades sólo si se ponían de acuerdo las direcciones, «autonomía de acción de las Juventudes Socialistas que actuarán con la consigna de todo el poder al Partido Socialista» –lo que, en la práctica, impedía la unidad-; las organizaciones juveniles trabajarían con sus respectivos partidos para la formación de un «frente proletario» de las mismas características, y estos organismos unitarios se podían romper si así lo decidía la dirección nacional de la organización.124 Probablemente estas explicaciones iban dirigidas no sólo a las otras organizaciones sino a las propias filas juveniles socialistas que estaban siendo literalmente bombardeadas por propuestas de unidad de acción sobre las que, generalmente –aunque no siempre–, consultaban a su dirección. Por ejemplo, en el País Vasco, la Federación Provincial Juvenil Socialista de Vizcaya recibió consultas de diversas secciones que habían recibido propuestas de los comunistas de realizar un frente único o de colaborar en el Frente Juvenil Antifascista. Sin embargo, en la primavera de 1934 desde Lejona directamente se informó de que habían organizado el «frente único local» con la juventud comunista, para defenderse de «los posibles ataques fascistas» e incluso habían «acoplado a nuestras milicias las comunistas».125

A propuesta de la UJCE se reunieron el 26 y 30 de julio de 1934 una delegación de ésta y otra de la FJS.126 En este debate se reflejaron las importantes diferencias que en cuanto a la misma definición de la situación española, estrategias, tácticas y objetivos había entre las dos organizaciones juveniles. Así, no hubo acuerdo sobre los objetivos que debía tener el frente único (lucha antifascista para los comunistas y conquista del poder político según los jóvenes socialistas); su composición (la UJCE defendía la participación de las juventudes republicanas y rechazaba que estuvieran las juventudes de la izquierda comunista heterodoxa –definidas como trotskistas–, lo que la FJS no aceptaba); el papel de las luchas parciales (que los comunistas defendían como medio de concienciar a las masas y los socialistas consideraban un desgaste de fuerzas); o sobre cual debía ser el órgano dirigente de la revolución (los soviets para la UJCE, en un simple traslado mecánico de la experiencia rusa, las Alianzas Obreras, para la FJS). Ambas organizaciones usaron profusamente ejemplos internacionales, desde las revoluciones rusas a la subida de Hitler al poder en Alemania –que para la FJS había supuesto el fracaso tanto de la táctica de la IC como de la de la IOS, por lo que ninguna de las dos internacionales obreras era adecuada–,127 o la insurrección de febrero de 1934 en Austria, lo que muestra la importancia de las experiencias internacionales, aunque las enseñanzas que sacaran de éstas fueran diferentes.

Las dos organizaciones sólo parecieron llegar a un acuerdo en el cese de los ataques mutuos y en el planteamiento, muy general, de que en las acciones concretas ambas organizaciones trabajarían juntas: el 28 de julio, Renovación recomendó a sus secciones que «en los casos de acción directa contra el fascismo se inteligencien localmente con las demás juventudes obreras». La UJCE, por su parte, dio instrucciones a los jóvenes comunistas de Madrid para que apoyaran la venta de Renovación, defendiéndola contra las recogidas policiales. El órgano de las juventudes socialistas anunció que en lugares como Sama o Badajoz las organizaciones de la UJCE habían ingresado en las Alianzas Obreras y dijeron saber que «en el seno de las células comunistas madrileñas se han producido actos de oposición» a la postura mantenida por los representantes de la UJCE en las conversaciones. Informó también de que muchas secciones de la UJCE estaban ingresando en la FJS, citando, por ejemplo, las de Móstoles, Ciempozuelos, El Pardo y Morata de Tajuña en Madrid, pero ésta es la única referencia con la que contamos de la existencia de organizaciones juveniles comunistas en pueblos donde parece que no había ni organización del PCE.128

Las juventudes socialistas planteaban sus relaciones con las organizaciones juveniles del Bloc Obrer y Camperol e Izquierda Comunista de distinta forma. Ya ante las elecciones de 1933 y la formación de una alianza entre el PSOE y el BOC en Cataluña, dijeron que dicha organización tenía más «conciencia» que «los de la Tercera Internacional». Posteriormente, Renovación agregó que «si trotskistas y bloquistas (…) vinieran a nuestro campo a ayudarnos a dar la batalla a la fracción reformista, los frutos serían más rápidos».129 Ya fuera por su menor número, por unas posiciones parcialmente más cercanas o porque no estaban implicados en organizaciones internacionales fuertes como la Internacional Comunista parece que veía factible una integración de las organizaciones comunistas heterodoxas en las socialistas.

Así, las diferencias hicieron difícil la unidad de acción de las organizaciones juveniles que se produjo a través de la misma acción colectiva y principalmente a partir de la primavera de 1934. La visión de la CEDA como origen de una amenaza fascista, compartida por todas las organizaciones obreras y que se acrecentaría en la FJS con la subida al poder del canciller socialcatólico Dollfuss en Austria, al que identificaron con Gil Robles,130 llevó a la FJS a convocar, el 22 de abril de 1934, una huelga general que paralizó por primera vez la capital de la República por motivos políticos, en este caso contra la concentración de la JAP en El Escorial, que era el colofón de su Primera Asamblea Nacional.131

Aunque la huelga no hubiera triunfado sin la participación de las organizaciones sindicales, tanto las ugetistas como las anarcosindicalistas, es significativo que las octavillas que convocaron la huelga y las que la dieron por concluida fueran firmadas sólo por la FJS. También los participantes en los enfrentamientos violentos que se produjeron desde el 20 de abril, y que fueron especialmente abundantes el 22, fueron principalmente jóvenes, al igual que la mayoría de los heridos. Desde la ICE se criticó que «el movimiento nació espontáneamente a última hora (…) Nada había preparado: el partido socialista decía que se bastaban los jóvenes; los jóvenes decían que se bastaban ellos, pero preferían gesticular y amenazar que arrostrar la preparación de la jornada», pero esta improvisación en todo caso también muestra la capacidad de movilización de las organizaciones socialistas y la concienciación de sus bases ante lo que consideraban peligro fascista dado el éxito que tuvo la convocatoria.132

El incremento de los enfrentamientos callejeros entre grupos de jóvenes de ideologías opuestas a lo largo del primer semestre de 1934 llevó al gobierno a tomar medidas que limitaban la participación política de los jóvenes. Los incidentes del 10 de junio de 1934 en la provincia de Madrid, en los que murieron una joven socialista –Juanita Rico–, y un falangista, y resultaron heridos otros seis jóvenes en diversos enfrentamientos producidos entre grupos juveniles falangistas y socialistas o comunistas; y los enfrentamientos producidos ese mismo día en la capital de la República entre guardias de asalto y grupos de excursionistas obreros (jóvenes principalmente), llevaron al Ministerio de la Gobernación a prohibir «los grupos en formación con insignias, banderas, emblemas», frente a la «reiteración de manifestaciones que a pretexto de jiras [sic] campestres o ejercicios de gimnasia se celebran en los alrededores de Madrid, constituyendo a veces actos políticos más o menos disimulados, y degenerando en ocasiones en reyertas que han producido diversas víctimas». Se estableció también que se impondrían multas a las organizaciones que realizasen estos actos y que se realizarían cacheos, principalmente los días festivos, en las salidas de Madrid. Renovación habló de «la continuas recogidas [del periódico juvenil], los camaradas encarcelados, la clausura de juventudes, la prohibición de actos y otras arbitrariedades más», para concluir que «en breve nos veremos precisados a actuar en la clandestinidad».133

Las medidas gubernamentales no frenaron la violencia juvenil: por ejemplo, el 7 de julio hubo un nuevo enfrentamiento entre falangistas y socialistas, con 3 jóvenes heridos; y el 24 de agosto otro en el que murió una persona y otras dos resultaron heridas, todas ellas jóvenes. El gobierno optó por prohibir –por decreto de 28 de agosto de 1934– la militancia política a menores de 16 años y a los que tuvieran menos de 23 sin el consentimiento de sus padres. La FJS consideró que era un «decreto fascista que pretende inutilizar nuestras actividades revolucionarias» y anunció que no lo cumpliría.134 Al día siguiente, 29 de agosto, la muerte de un miembro del Comité Central de la UJCE, Joaquín de Grado, en un enfrentamiento en Madrid con miembros de los sindicatos falangistas, llevó a las tres organizaciones juveniles obreras más importantes de la capital –la Juventud Socialista Madrileña (JSM), la Juventud Comunista Madrileña (JCM) y las Juventudes Libertarias– a firmar un llamamiento conjunto con numerosos sindicatos de oficio, para que se asistiese a su entierro, el 31 de agosto, como «homenaje a todos los militantes obreros asesinados». Los jóvenes socialistas y comunistas desfilaron juntos y uniformados, en la cabecera del cortejo fueron delegados de las organizaciones socialistas y comunistas, incluyendo diputados y dirigentes de ambas organizaciones, y en el acto intervino Enrique Puente, presidente de la JSM.135

Mientras tanto, se iba afirmando en la FJS el rechazo a la posición de la Internacional Juvenil Socialista, tras la reunión celebrada por su buró político en Lieja el 3 de agosto, en la cual uno de los temas tratados fue el frente único y la lucha contra el fascismo. La organización juvenil socialista española consideró que esta reunión había ratificado una «línea claudicante», al rechazar las posiciones de la izquierda de la IJS (las secciones francesa, española, belga e italiana), que habían propuesto iniciar conversaciones con la Internacional Juvenil Comunista, y que era «de todo punto imposible salvar a la Internacional». Esta ruptura con la Internacional Juvenil Socialista no supuso todavía un acercamiento a la comunista, ya que la FJS planteó que la organización juvenil tercerista debía «renunciar a la idea de que las secciones que se desgajen» de la IJS entraran en su seno y que eran «muchos los errores» de la Tercera Internacional. Definió como «peregrina» la propuesta que le hizo la UJCE de ingresar en la IJC y dijo que eran los jóvenes comunistas los que debían ingresar en la organización juvenil socialista: «Porque somos los más, porque nuestra influencia es mayor y porque vamos directamente a la conquista del poder proletario».136

A pesar de la continuación de las discrepancias, el rechazo al decreto que limitaba la militancia política de los jóvenes hizo que la FJS y la UJCE realizaran por primera vez acciones conjuntas no derivadas del asesinato previo de algún miembro de sus organizaciones. Sus secciones de Madrid convocaron una manifestación de protesta para el 6 de septiembre, que tuvieron que suspender al no ser autorizada. Finalmente, el 14 de septiembre, la JSM y la JCM celebraron por primera vez un acto unitario. Aunque convocado formalmente contra el decreto sobre la militancia juvenil, intervinieron no solo representantes nacionales de la FJS y de la UJCE, sino también del PSOE y del PCE, y los oradores se centraron en criticar la situación de la República, defender la toma revolucionaria del poder por parte de las organizaciones obreras y apoyar la unidad de acción.137

En las acciones violentas más importantes realizadas en Madrid durante la insurrección de octubre de 1934 participaron principalmente jóvenes e, ineficaz el comité revolucionario socialista, la escasa coordinación y dirección que hubo en la capital de la República fue realizada por los miembros jóvenes de las milicias, como José Laín Entralgo, del que se dijo que fue el que dio la orden de vuelta al trabajo a los milicianos, o Fernando de Rosa, destacado socialista italiano. Ellos eran también los responsables de los dos sectores de las milicias que más actuaron en octubre y la organización juvenil tuvo también un «mártir» madrileño, Ángel San Juan, de 21 años, muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de orden público en uno de los círculos socialistas de la ciudad.138

Y sí el importante papel de la juventud en los sucesos de octubre fue destacado ya en su momento por mayores de diferentes tendencias políticas, también los jóvenes fueron muy conscientes de éste, como indica la frase con que se inicia este apartado. José Leiva agregaba que en Asturias «las juventudes marxistas y libertarias desempeñaron funciones responsables y principalísimas», pero desde la juventud socialista ya se había dicho en abril de 1936 que los jóvenes habían sido «la vanguardia del proletariado en octubre».139

La represión de los sucesos de octubre de 1934 afectó en mayor o menor medida a todas las organizaciones juveniles progresistas y de izquierdas, no sólo a las relacionadas con los diferentes partidos obreros. Como cuenta Tagüeña, «las asociaciones profesionales de estudiantes habían sido expulsadas de sus locales universitarios y los falangistas, prácticamente, eran los dueños de la Universidad. El fracaso de la revolución de octubre resolvió la pugna entre la FUE y la Falange en provecho de esta última»: se anuló definitivamente la representación escolar de la UFEH, se cerraron sus locales y se prohibió que celebrara asambleas y congresos.140 Sin embargo, las organizaciones juveniles de izquierda continuaron actuando y relacionándose aunque fuera clandestinamente y con limitaciones.

La nueva situación política no impidió el funcionamiento de las Juventudes Libertarias –probablemente, además, más acostumbradas que las socialistas a la actuación en clandestinidad. Por ejemplo, el 22 de octubre de 1934 las Juventudes Libertarias de La Unión (Murcia) informaron al Comité Peninsular de que habían empezado a organizar el primer congreso provincial de la organización. El congreso se celebró finalmente el 13 de enero de 1935, con representantes de ocho secciones locales, mientras otras seis no pudieron asistir por falta de medios económicos.141 Sin embargo, los distintos grados de represión implicaron numerosas diferencias regionales y locales, como muestran los informes enviados por el Comité de Relaciones del Norte, que en agosto y septiembre de 1935 decía que poco a poco se iban reorganizando las secciones que habían quedado «destrozadas» tras octubre. El comité juvenil libertario reconocía su escasa influencia, cifrando en unos 64 los militantes concentrados en Beasain, Rentería, Reinosa y San Sebastián, mientras que no tenía noticias de otras cuatro secciones: Tolosa, Vitoria, Pasajes y Santander. La Federación Local de Juventudes Libertarias de Melilla decía el 21 de marzo de 1935 que «en el protectorado no hay libertad ninguna y se persigue toda la prensa obrera y liberal». Hablaba de la existencia de organizaciones juveniles libertarias en Melilla, Ceuta, Larache, Acila (sic) y Tetuán, aunque desde esta última se decía tener, en enero de 1936, sólo unos 15 afiliados.142

También las juventudes socialistas se empezaron a reorganizar rápidamente: por poner solo algún ejemplo, ya el 20 de noviembre de 1934 se reestructuró la sección de Gijón de la Juventud Socialista, acordando «eliminar (sic) transitoriamente (…) a los camaradas que hayan estado al margen del movimiento o que no merezcan confianza en estos momentos» y ya entonces se dio lectura a una circular de la dirección nacional de la FJS que pedía que se enviaran direcciones particulares para mantener el contacto. En diciembre, la ejecutiva nacional juvenil envió otra circular con «instrucciones para la estructuración de las secciones para la actuación en la clandestinidad», organizándose en células, según el modelo comunista. A finales de diciembre, la Juventud Socialista (JS) de Gijón acordó adoptar «la nueva estructura» propuesta por la dirección nacional.143 Y no fue solo la sección de Gijón la que se reorganizó: también lo hizo la de Oviedo que fue la que prestó los fondos que permitieron volver a funcionar a la comisión provincial, que celebró un pleno el 21 de abril de 1935.144 La Juventud Socialista Asturiana (JSA) organizó a sus secciones en células, aunque parece que las secciones juveniles socialistas prefirieron volver a la vía legal en cuanto fue posible: de 9 de enero de 1936 es un reglamento de una «organización juvenil socialista de Asturias» presentado el día 11 al gobierno civil provincial, mientras que la Federación Provincial de Alicante de la FJS celebró un pleno el 3 de noviembre de 1935 en el que se acordó legalizar la federación, lo que se hizo en diciembre.145 Esto no quiere decir que la represión no hubiera hecho mella en la FJS: por ejemplo, la JSA informó de que tras octubre de 1934, entre exiliados, presos, enfermos, y otros de los que se decía que se habían «alejado» de la organización, sólo habían permanecido activos dos miembros de su ejecutiva, Ramón Suárez y Rafael Fernández Álvarez.146

Probablemente aprovechando el fin del estado de guerra, la comisión ejecutiva provincial de Santander convocó el 19 de abril de 1935 un pleno de militantes que se celebró el día 28 y al que asistieron representaciones de 12 secciones, lo que nos hace suponer que asistieron todas las existentes, dado que en su congreso anterior contaba con 11. En ese pleno se debatió la organización en células propuesta por la Ejecutiva de la FJS, que rechazó la sección de Astillero considerando que «con la actual [estructura] realizan su misión con completa normalidad» y que era «una copia de la organización comunista», que podría usarlo a su favor. Santander planteó que el funcionamiento ilegal era necesario en las capitales con gran número de afiliados y se aprobó finalmente dar libertad a los pequeños pueblos de la provincia para implantar o no la nueva estructura organizativa. Se debatió también la posición de la FJS después de octubre y fue nuevamente la sección de Astillero la que, tras expresar su apoyo a la «posición revolucionaria», precisó que había «llegado el momento de emplear la táctica oportunista» y mostró su «profundo desagrado» con la campaña que desde el periódico clandestino de la FJS, Octubre, se realizaba contra «algunos elementos del partido»: la atención debía centrarse en conseguir la libertad de los presos y la conducta de los militantes debía enjuiciarse «en el seno de la organización». A propuesta de esta sección, se aprobó enviar un comunicado a la ejecutiva nacional solidarizándose con «la posición revolucionaria del periódico, pero no así con la campaña que sostiene contra algunos hombres del partido».147

Y es que el enfrentamiento entre las distintas tendencias del PSOE continuó, y la FJS, en la línea de los ataques realizados por Renovación antes de octubre, mantuvo en sus publicaciones clandestinas una postura muy radical frente a centristas y besteiristas. Ya en diciembre de 1934, los dirigentes besteiristas Andrés Saborit, Trifón Gómez y Lucio Martínez pidieron a la ejecutiva del PSOE que le comunicara a la FJS «su proceder inoportuno» por las críticas que estaba realizando. La ejecutiva respondió que no podía desautorizarla públicamente por «tratarse de notas publicadas en periódicos clandestinos», pero envió una carta a la Juventud Socialista Madrileña (que editaba un periódico llamado UHP), pidiéndole, «en previsión de que tengáis contactos con los inspiradores de esas hojas», que les hicieran ver que tenían que suspender su «campaña sobre divisiones necesarias». En marzo de 1935, la ejecutiva juvenil nacional elaboró un manifiesto en que ratificaba «su ferviente deseo de seguir luchando por el triunfo de la dictadura proletaria, llevando su combatividad hasta aniquilar la fracción reformista dentro de las Juventudes y del Partido».148

Ese mismo mes de marzo la FJS editó un boletín interno con el objetivo de «conseguir que todos los militantes socialistas tengan unas ideas generales acerca del marxismo» para fundamentar la lucha contra el reformismo –al que consideraba que había que «eliminar» de todos los puestos que ocupase en los sindicatos porque no era suficiente con que no estuviera presente en la dirección nacional de la UGT– y porque la «educación marxista» de los jóvenes socialistas era inferior a la de «los militantes comunistas». En el boletín se defendía la bolchevización de los cuadros de la juventud («reconocerse en posesión de las doctrinas leninistas. Militante convencido de la consigna: A la dictadura del proletariado por la insurrección armada»); se rechazaba el llamado «mesianismo de la legalidad», de la que se consideraba que nada se podía esperar por lo que recomendaba no legalizar las secciones juveniles que se constituyeran; y se insistía en que la organización juvenil estaba transformando su organización para adaptarla a la situación de clandestinidad, formando células. La caída de este boletín en manos de las fuerzas de orden público hizo que elaboraran otro, más reducido pero en el que se reprodujeron bastantes de las ideas del anterior incluso con las mismas frases, y que pedía, además, que los jóvenes influyeran en las agrupaciones locales para que se pronunciasen por abandonar la Segunda Internacional, ya que, una vez fuera de ésta, el PSOE «será el verdadero partido bolchevique», lo que tendría que reconocer la Internacional Comunista, que debía «modificar sus normas rígidas actuales (…) y entonces se producirá la reconstrucción del movimiento obrero internacional». Informaba también de que José Laín estaba en Moscú y se había reunido con los dirigentes de la IJC que habían expresado «su satisfacción por las acciones revolucionarias del proletariado español» y por «la línea política trazada y seguida» por la FJS; y se indicaba que se habían abordado «otros problemas (…) de vital interés», de los que se informaría en «ocasión más propicia», lo que parece indicar que fue Laín el que inició las conversaciones para la unidad. No obstante, se seguía defendiendo que los militantes de la FJS luchasen por la unificación del proletariado español en el PSOE y se indicaba que «las Juventudes Socialistas consideran como jefe iniciador de este resurgimiento revolucionario al camarada Largo Caballero».149

En el folleto Octubre: Segunda etapa la dirección de la FJS culpó del fracaso de la insurrección de octubre al reformismo y el centrismo, que habrían traicionado a la revolución. Defendió la primacía del PSOE como fuerza revolucionaria, y a la izquierda del partido, proponiendo la «depuración» de este último con «la expulsión del reformismo y la eliminación del centrismo en la dirección». Consideraba que la estructura orgánica de las organizaciones socialistas estaba hecha para la lucha legal y era ineficaz para la revolución y para la nueva situación de semiclandestinidad, por lo que abogaba por su centralización, transformándola según el modelo leninista. En cuanto a la política de alianzas, se rechazaba la propuesta comunista de bloque popular antifascista y cualquier posible acuerdo electoral con los republicanos y se defendía el mantenimiento de las alianzas obreras como «organismos que preparasen la insurrección». Se insistía en la unión de las diferentes fuerzas obreras en un único partido y una única central sindical, que habían de ser el PSOE y la UGT; y se proponía, por último, la salida del PSOE de la Segunda Internacional, mientras que se continuaba criticando el centralismo de la Internacional Comunista y se planteaba que ésta tenía que darse cuenta de que el PSOE era «el partido bolchevique de nuestro país» y, por tanto, «el único Partido con el cual tiene que tratar».150

La respuesta de la corriente centrista fue dada por Indalecio Prieto en una sucesión de artículos que, bajo el título de Posiciones Socialistas, publicó el periódico El Liberal, de Bilbao, entre abril y mayo de 1935, y en los que partía de rechazar la misma edición del folleto juvenil porque la discusión no debía haberse hecho pública. Insistía en que la revolución social no era posible en España, por lo que la labor de los socialistas era consolidar la República mediante una conjunción electoral con los republicanos, considerada también como la única fórmula para lograr la amnistía, a la vez que criticaba duramente la bolchevización defendida por las juventudes. Prieto también decía que del folleto Octubre discrepaban públicamente organizaciones juveniles socialistas «que acaban de elegir Directivas de criterio contrario, como las de Asturias, Badajoz, [y] Madrid». La JSM negó la versión de Prieto alegando que no había elegido comité directivo desde enero de 1934, y que el cinco de mayo de 1935 se había constituido una Comisión Gestora con los miembros de la anterior dirección que no estaban en la cárcel.151

Y la cuestión de la «disciplina» de las juventudes socialistas fue otro motivo de enfrentamiento entre los sectores centrista e izquierdista del PSOE. Tras salir de la cárcel en noviembre de 1935, Largo Caballero rechazó tener relación con la edición del folleto Octubre. Segunda Etapa, pero también lo defendió, considerando que las Juventudes Socialistas habían «planteado problemas que el partido tendrá que discutir y resolver» y que habían tenido «más decisión que el partido». Agregó que «con muchas –aunque no con todas» las afirmaciones del folleto estaba totalmente de acuerdo, haciendo especial referencia a la dictadura del proletariado y a la bolchevización del PSOE, que definía como la depuración del partido, reafirmando su ideología marxista y reconstruyendo su organización para que fuera más eficaz.152

Tras la salida de Largo Caballero de la ejecutiva del PSOE en diciembre de 1935, toda la ejecutiva de la FJS se dirigió en un largo comunicado a «sus militantes, a los del Partido y los Sindicatos, a la clase obrera en general», lo que, aparte de inusual, resultaba completamente contrario a las normas socialistas, y que los firmantes justificaban por la «obediencia» que habían mostrado hacia las consignas de la dirección del PSOE y por haber asumido la dirección de la FJS debido a que en su anterior ejecutiva el partido no había encontrado «servidores leales y sinceros». El comunicado planteaba que las bases del PSOE estaban a favor de Largo Caballero, consideraba a la nueva ejecutiva «ilegítima» y pedía su dimisión, mientras que, como ya se había amenazado desde Renovación antes de octubre, la FJS se consideraba libre «de toda obligación para con los actuales poderes del partido», aunque decía mantenerse ligada, «sin reservas», a él. Desde El Socialista se respondió con un llamamiento a la disciplina de la organización juvenil porque «no se llaman juventudes socialistas por generación espontánea», sino que tenían que actuar al servicio del PSOE, idea que se repetía varias veces. Pero no se las atacaba con dureza, seguramente intentando no ahondar en el enfrentamiento, y se justificaba su actitud por su falta de experiencia y por el carácter juvenil «impaciente», mientras se destacaba su papel en el partido, su crecimiento y su fortaleza.153

Las tensiones y las divisiones socialistas se trasladaron a las diferentes federaciones juveniles. Sirve de ejemplo la situación en Bilbao, donde la juventud socialista se propuso, ya en mayo de 1935, celebrar una consulta entre sus afiliados sobre una alianza con los republicanos, ante lo que un militante planteó, desde la cárcel donde cumplía condena por los sucesos de octubre, que no se debía hacer porque había una decisión en contra del último congreso de la FJS. Tras la dimisión de Largo Caballero, en la cárcel de Larrinaga, donde estaban la mayoría de los jóvenes socialistas vascos presos tras octubre de 1934, circuló una carta de defensa de la «unidad del partido», en la línea de la Ejecutiva del PSOE, lo que produjo un debate «bastante lamentable» e inadecuado «dada la próxima contienda electoral y la importancia de ésta», según un afiliado que decía haberla firmado, y que llevó a otro grupo de jóvenes socialistas presos en la misma cárcel a pedir a la Juventud Socialista de Bilbao que expresara su apoyo al Comité Nacional de la FJS y, por tanto, a Largo Caballero, lo que hizo la asamblea de la organización celebrada el 16 de enero de 1936.154

El acercamiento entre los jóvenes seguidores de Largo Caballero y los comunistas oficiales continuó y una octavilla de la Juventud Comunista de Madrid, de fecha muy cercana a los sucesos de octubre, planteaba que, además de «haber luchado juntos jóvenes socialistas, comunistas, libertarios», la juventud socialista y la comunista habían formado un comité de enlace entre ambas organizaciones.155 Una representación de la FJS y otra de la UJCE se reunieron en Madrid el 1 y 3 de noviembre de 1934, en una reunión apenas citada por los historiadores, volviendo a discutir sobre la utilidad de las luchas parciales, la situación en Alemania y el papel de los partidos socialista y comunista en el ascenso de Hitler al poder; los cambios en la política de frente único de la Internacional Comunista y la crisis de la socialista. La FJS informó de un manifiesto que había aprobado su ejecutiva tras la lucha de octubre en el que se hacía un llamamiento a reconstituir la unidad del movimiento juvenil internacional sobre nuevas bases, insistiendo en el fracaso de las dos internacionales obreras y proponiendo unificar las organizaciones juveniles obreras españolas a través del ingreso de las juventudes del PCE, de la ICE y del BOC en la FJS, porque ésta se hallaba «en mejores condiciones que cualquier otra fuerza para realizar la unidad».156 Lo único que se llegó a aprobar fue potenciar las Alianzas Obreras para que actuaran de forma pública, reorganizando sus direcciones –en la línea propuesta por el PCE antes de octubre, con la presencia de delegados directos de comités de fábrica y de barriada– y crear una Alianza Obrera Nacional que presentase candidatos a unas futuras elecciones generales. Los jóvenes socialistas rechazaron la nueva propuesta de frente único desde arriba de la Internacional Comunista, porque incluía a «reformistas», mientras mantuvieron sus críticas al «excesivo dirigismo de Moscú» existente en la internacional, y a los comités antifascistas y asociaciones de amigos de la URSS, donde participaban la «burguesía de izquierdas» y «elementos reaccionarios».157

La juventud socialista informó también de que había contactado con las juventudes de izquierda de la Internacional Juvenil Socialista –las organizaciones británica, belga, francesa, suiza, checoslovaca y austriaca–158 proponiéndoles reunirse para analizar la situación de la Internacional Juvenil Socialista, con la que la organización española consideraba necesario romper. La UJCE planteó que si lo que se hacía era crear otra internacional se dificultaría aún más la unificación de los jóvenes. Propuso a la FJS que ingresara en la Internacional Juvenil Comunista y enviara una delegación a Moscú para discutir con otra de la UJCE y que solicitara que se la invitase al congreso que la IJC iba a celebrar, y que también se invitara a una delegación de esta última a la conferencia de las organizaciones juveniles de la izquierda socialista. Por su parte, el Secretariado Romano de la Internacional Comunista –encargado de los países latinos– se dirigió al PCE el 15 de enero porque consideraba la actitud de la UJCE demasiado «tolerante» hacia la FJS, rechazando especialmente el punto de «no agresión» que contenía el acuerdo proyectado entre ambas organizaciones. Ya el 20 de enero de 1935 se constituyó el comité de enlace de Torrelavega (Santander), «conforme a las instrucciones recibidas de la Federación Nacional», según informó la Juventud Socialista de esa localidad, mientras que el comité de enlace provincial de Asturias habló de la constitución de comités comarcales y locales en la región y agregó que esto no colmaba «las aspiraciones» de ninguna de las dos organizaciones, pero que era el «paso obligado para llegar a la unidad orgánica».159

Por otra parte, a principios de enero de 1935 se inició la ruptura de las relaciones entre la FJS y los grupos juveniles de la ICE. En una carta fechada el 6 de enero, la juventud socialista protestaba por el lenguaje «de traidores y contrarrevolucionarios» con que la juventud de la ICE se había dirigido a ella en una carta anterior, a pesar de que la FJS, aunque afirmaba ser consciente de la «insignificancia numérica» y la «reducidísima y esquilmada esfera de influencia» de la organización juvenil comunista heterodoxa, siempre la había defendido «por espíritu de solidaridad y por el deseo de llegar a una auténtica unidad». Consideraba que la causa de este maltrato era el «estrecho contacto» que mantenía la FJS con las «organizaciones de la Internacional Comunista», y daba por interrumpidas las relaciones «mientras no sean rectificadas las injurias contrarrevolucionarias que nos dedicáis». La respuesta de la organización juvenil de la ICE reconocía su «debilidad numérica» pero decía no encontrar motivos para las críticas que se le hacían. Afirmaba que a pesar de su rechazo al estalinismo nunca había desdeñado el contacto con el PCE y rechazaba tener una vinculación estrecha con Trotski. La UJCE, por su parte, continuaba atacando, como había hecho anteriormente, a las organizaciones «trotskistas», pero es interesante que en estos momentos acusaba a éstas de ser las que proporcionaban a los miembros de la ejecutiva de la FJS argumentos que impedían que se llegase a un acuerdo entre ésta y la UJCE.160

En febrero de 1935, la FJS y la UJCE se reunieron con una representación de la FIJL, a la que propusieron la realización conjunta de una amplia campaña contra la pena de muerte y por la amnistía. La dirección de las juventudes libertarias defendió participar en esta campaña –que incluía a los condenados por el movimiento anarquista de diciembre de 1933– porque «para defender la libertad y la vida de revolucionarios de no importa que tendencia, los anarquistas nunca regatearon su ayuda» y porque no suponía una «dejación de principios», pero la consulta a las secciones mostró la división presente en las filas de la FIJL:161 las regionales del Norte, Andalucía y Extremadura, Levante, Canarias, y Asturias se mostraron a favor, Centro se posicionó en contra, y Galicia, Aragón-La Rioja y Navarra no contestaron. Andalucía y Levante enviaron también el resultado de los referéndums que realizaron entre sus secciones: de las 27 de la regional de Andalucía y Extremadura que contestaron, sólo una, Jerez de los Caballeros, votó en contra; y las demás,162 votaron a favor. De la regional levantina, también votaron a favor 10 de las 11 seccio-nes,163 mientras que se posicionó en contra la organización de Mazarrón. La oposición quedó claramente reflejada en una circular a las secciones de la dirección de la Regional de Centro, que llegaba a negar que el Comité Peninsular de la FIJL tuviera derecho a opinar sobre las relaciones con otras organizaciones, y menos de una manera «tendenciosa» como consideraba que hacía, en un debate sobre las funciones del Comité Peninsular que, como veremos, se mantendría durante prácticamente toda la guerra civil. Sin embargo, aunque la dirección regional decía que –frente al órgano nacional– no «opinaba» ni «coaccionaba» sí que expresaba más que claramente su postura: «estas monsergas (…) no hacen más que obstaculizar nuestra labor sin ningún beneficio práctico para la organización juvenil libertaria ni para las ideas ácratas», y pedía a las secciones que dieran una respuesta «categórica» para que «en lo sucesivo no malgaste el tiempo ningún comité sobre estas cuestiones».164

El Comité Nacional de Enlace entre la UJCE y la FJS aprobó un programa para atraer a las juventudes libertarias que incluía la lucha por la amnistía y contra la pena de muerte, pero también responder a «las concentraciones reaccionarias», la defensa de los sindicatos de clase, y el restablecimiento de la libertad de prensa y la de reunión.165 La Juventud Comunista de Cataluña, por su parte, propuso a las Juventudes Libertarias una acción conjunta basada en la lucha contra la guerra, la libertad de los presos, la reapertura de los centros obreros y la libertad de la prensa obrera, que la dirección libertaria pasó a consideración de sus secciones aunque decía que «no es ahora el momento más oportuno para esta alianza, pues asunto es este merecedor de más amplio estudio y por otra parte no podemos ser instrumentos de sus consignas», en las que incluía –aunque la carta de la juventud comunista no lo nombraba– el «frente popular con todos los partidos políticos de la democracia burguesa», «teniendo en cuenta la actitud adoptada por la III Internacional que subvierte los intereses del proletariado del mundo entero a la defensa de los intereses imperialistas de la URSS»,166 una postura no muy diferente, como veremos, a la que mantendría la Juventud Comunista Ibérica del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), sobre la política fren-tepopulista.

Sin embargo, hubo algunos acercamientos entre jóvenes socialistas, comunistas y libertarios en los ámbitos locales y provinciales. Por ejemplo, en noviembre de 1935 la Juventud Libertaria de Torrelavega (Santander) propuso a la Juventud Socialista de la localidad la creación de un comité de enlace, considerando que había «una gran corriente, quizá algo simplista, hacia la unificación proletaria» y, aunque reconocía que las diferencias ideológicas hacían imposible la unificación, proponía crear «órganos de defensa» formados por miembros de ambas organizaciones «por instinto de conservación» para dar «al traste con los propósitos de la reacción de instaurar una dictadura jesuítico militar». La Federación Provincial de Santander autorizó a su sección a iniciar conversaciones sobre el tema mientras consultaba a la Ejecutiva Nacional juvenil socialista.167

Las mismas relaciones entre la FJS y la UJCE pasaron por numerosos altibajos. Siguiendo un proceso que repite lo sucedido antes de octubre, ambas organizaciones dijeron estar atrayendo a las bases de la otra, aunque también, al igual que antes de octubre, no hay ningún elemento que permita confirmarlo; y la dirección de la organización juvenil socialista se quejó de que los comunistas «no desperdician ocasión para arremeter contra nosotros», lo que puede ser la corrección en la práctica del acuerdo entre ambas organizaciones que pedía el secretariado romano de la IC en la carta de enero citada anteriormente. En junio, Joven Guardia informó de que las relaciones en el Comité Nacional de Enlace y en el de Madrid habían estado interrumpidas durante más de dos semanas por la negativa de la Comisión Ejecutiva de la FJS a continuarlas hasta que no comprobase ciertas denuncias hechas por algunas de sus secciones en relación con «maniobras comunistas sobre el trabajo en común», que «se aclaró que se trataba de una interpretación equivocada que alguna sección dio a unos comunicados del comité central» de la UJCE. Así, era difícil que las Juventudes Socialistas aceptasen las propuestas de la UJCE de «ampliar el carácter de órganos consultivos que actualmente tienen los comités de enlace a órganos ejecutivos con poderes para ejecutar un programa de lucha común», que debía incluir la lucha «por todas las reivindicaciones políticas, económicas y culturales de la juventud», la amnistía, y la «unificación de las milicias», entre otros temas.168

La FJS informó a sus secciones de esta crisis en una circular en la que les instaba a llevar la iniciativa planteando actividades a los comités de enlace: «Hasta ahora –y lo declaramos con orgullo– no ha habido una sola sección que haya obrado contra el criterio de la CE [Comisión Ejecutiva] en el problema de la unidad». Defendía que «los comités de enlace siguen siendo órganos de relación y proposición» y decía que había que «convencer a los jóvenes comunistas de que en tanto esta primera etapa no sea realizada con toda lealtad y se cree una plena confianza de una organización hacia la otra, no habrá posibilidad de avanzar más». A la vez, pedía a las secciones que informasen de cualquier «maniobra que podáis advertir» y que buscaran atraer a los jóvenes libertarios y hacer que sus organizaciones locales pidiesen al Comité Peninsular de la FIJL que se sumase al Comité Nacional de Enlace, ya que la dirección juvenil socialista seguía manteniendo que el trabajo común debía limitarse a las organizaciones obreras, «sin que debáis establecer relaciones con los jóvenes republicanos».169

Al igual que otros ejemplos que hemos visto y que veremos posteriormente, esta circular muestra que a pesar de la represión y de los problemas que ésta generaba, la comunicación entre las distintas secciones de la FJS se mantuvo –no sin dificultades– y en algunos casos llegó a ser muy fluida, lo que significa que las diferentes secciones juveniles socialistas pudieron estar muy al tanto de las relaciones y negociaciones entre su dirección nacional y la de las juventudes comunistas. Aunque este proceso generó tensiones ya antes del acuerdo de unificación orgánica, difícilmente se puede hablar de traición, engaño o venta de la Juventud Socialista a los comunistas por parte de la ejecutiva de la FJS, como se diría durante largo tiempo y se mantiene actualmente desde ciertas visiones partidistas.

Y si los jóvenes tuvieron un papel importante en la labor propagandística realizada por las organizaciones obreras durante el año 1935 –los detenidos y/o procesados por actividades de propaganda clandestina, principalmente el reparto de octavillas de distintas organizaciones, fueron principalmente jóvenes– la labor propagandística juvenil, tanto en el ámbito nacional como en los ámbitos locales, fue en muchos casos conjunta entre las organizaciones socialista y comunista, y, frente a la postura del PSOE, que circunscribió la acción conjunta con el PCE a aspectos puntuales de la lucha contra las consecuencias de octubre, incluyó tanto temas relativos a la represión posterior a octubre de 1934, como cuestiones políticas más generales. Así, se conservan octavillas conjuntas de la ejecutiva de la FJS con la de la UJCE no sólo contra las penas de muerte de procesados por los sucesos de octubre de 1934, sino también contra las concentraciones de la JAP en Uclés y Medina del Campo (26 de mayo y 29 de junio de 1935, respectivamente); sobre la ocupación de Abisinia por Italia o sobre el primero de mayo de 1935.170 Ya en enero de ese año, una octavilla conjunta de la juventud socialista y comunista anunció la conmemoración, entre los días 15 y 25, de la muerte de Lenin, Karl Liebknecht y Rosa de Luxemburgo, con el nombre de «semana de las tres L», como se hacía desde las organizaciones comunistas. Por recordar este aniversario colocando pegatinas con diferentes lemas firmadas por «Juventudes Socialistas y Comunistas de Madrid» fueron detenidos en la noche del 17 de enero cinco jóvenes, 2 de los cuales reconocieron ser miembros de la JSM y otros dos de la JCM. Esta actividad, según uno de los detenidos, se había acordado «entre un grupo de jóvenes comunistas y otro de socialistas». Joven Guardia destacó que en Madrid muchos trabajos de propaganda se habían hecho, «desde un comienzo», «sobre la base del frente único con los jóvenes socialistas».171

Continuó, por tanto, el acercamiento de la FJS a símbolos, movilizaciones y consignas comunistas que hemos visto en Renovación antes de octubre. Otro ejemplo es su defensa de una huelga general el primero de mayo, propuesta defendida por los comunistas. La JSM publicó una octavilla que llamaba «al paro absoluto y total de la clase trabajadora», frente a las consignas de la Casa del Pueblo de Madrid que planteó que parasen sólo los obreros de los oficios que tuvieran establecido en sus bases de trabajo que el primero de mayo no era día laborable. También la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Madrid dijo que «el deber de los jóvenes socialistas» era «evitar por todos los medios que se trabaje». Aún asumiendo las peticiones socialistas a los poderes públicos por «nuestros deberes de disciplina», decía rechazar este tipo de actuación: «al estado a que han llegado las luchas de clases (sic), y sobre todo, después de Octubre, a la burguesía no se le puede ir por las buenas a pedirles».172

También surgieron nuevos símbolos, procedentes de la lucha de octubre y las protestas políticas anteriores. El número de 25 de noviembre de 1934 del periódico clandestino juvenil socialista UHP incluyó una foto de Ángel San Juan, el joven socialista muerto en Madrid en las jornadas de octubre; y la JCM recordó la muerte de Juanita Rico y de Joaquín de Grado en una octavilla. Aunque la convocatoria de la huelga del 22 de abril de 1934 había provocado importantes discusiones entre la FJS y la UJCE en las reuniones de finales de julio del mismo año, Juventud Obrera, el órgano de prensa de la JCM, conmemoró dicha movilización en su primer aniversario, considerando que ese día se había «sellado» la unidad de acción entre ambas organizaciones, al igual que recordaron la fecha las direcciones nacionales juveniles en un manifiesto conjunto que pedía luchar contra la pena de muerte, por la liberación de los presos y el restablecimiento de la libertad de prensa, «el derecho de sindicación y organización sin limitaciones para los jóvenes obreros, trabajadores y estudiantes» y «contra los ataques a los derechos de los estudiantes y la FUE».173

Y la defensa de la organización estudiantil fue también una actividad conjunta de ambas organizaciones. Una circular de la FJS anunció la constitución de la Unión de Estudiantes Antifascistas entre los estudiantes comunistas y socialistas de la FUE, lo que confirma Segis Álvarez, que dice que fue lo que les permitió lograr el control de la UFEH en el congreso prácticamente clandestino que ésta celebró en diciembre de 1935 en Madrid,174 donde se insistió en defender como postulados de la FUE «la popularización de la cultura, la enseñanza gratuita, la reforma de la enseñanza y del profesorado, la autonomía universitaria; la lucha contra el paro intelectual, [y] la defensa de la paz». Como ya se había hecho en el congreso de 1933, se reclamó la revisión del profesorado, apartando a los profesores por abandono de cátedra o incapacidad docente; y se reclamaron garantías financieras, de autonomía y pedagógicas, frente a las «ventas de aprobados» que se producían en la universidad.175

Ante el primer aniversario de la insurrección de octubre, la dirección nacional de la FJS, a través de una circular firmada por su secretario general, es decir, por Santiago Carrillo, autorizó a sus secciones a hacer manifiestos con la UJCE. La circular explicaba que se había firmado un manifiesto conjunto nacional pero que las secciones debían intentar reproducirlo por la escasa tirada que se había podido realizar. Sin embargo, defendía también respetar la decisión del PSOE de que los actos se celebrasen sólo con organizaciones socialistas, aunque se quejaba de que el partido no hubiera dado instrucciones para el aniversario, por lo que la dirección juvenil planteaba las suyas propias: destacar que «Octubre había sido un movimiento proletario por la conquista del poder», que el Partido Socialista había sido su único dirigente –responsabilidad que el PSOE no asumió en ningún momento–, y que había detenido «la marcha ascendente del fascismo».176

Por tanto, aunque se ha destacado que la convivencia en la cárcel después de octubre de 1934 de dirigentes de la FJS como Carrillo y Hernández, y de la UJCE, como Trifón Medrano y Jesús Rozado, favoreció la unificación en las Juventudes Socialistas Unificadas, la participación conjunta en la acción insurreccional y/o huelguística de miembros de ambas organizaciones en octubre de 1934 y la importante labor unitaria tanto entre las direcciones nacionales como entre las organizaciones de base después de octubre sería igual o más importante para la unidad posterior. Como decía el primer «saludo conjunto» de las dos direcciones juveniles, «nuestra unidad se ha forjado a lo largo de los combates de Octubre, y posteriormente, en más de un año de luchas comunes».177

Se puede decir, por tanto, que a lo largo de 1935 la colaboración entre ambas organizaciones había llegado a un nivel importante –el comité nacional de enlace llegó incluso a elaborar un boletín interior titulado Unidad de acción178 y había continuado el acercamiento de la juventud socialista a símbolos, movilizaciones y consignas comunistas que se había iniciado antes de octubre. Y a pesar de todas las tensiones que hubo a lo largo de este proceso, fue ésta la única relación entre organizaciones juveniles que fructificó tras la insurrección de octubre, aparte de la unidad de las pequeñas organizaciones juveniles del BOC y de la ICE en la Juventud Comunista Ibérica en septiembre de 1935, al unificarse sus organizaciones de adultos en el Partido Obrero de Unificación Marxista, en un proceso inverso al que se produciría entre las juventudes socialistas y las comunistas oficiales, al realizarse primero la unión de los partidos. Pero la organización juvenil, que mantuvo el nombre de JCI, fue, como sus precedentes, una fuerza meramente testimonial en el conjunto del Estado, con la excepción de Cataluña. Y, significativamente, entre los militantes del BOC que se opusieron a la unificación con la ICE se encontraban miembros de la juventud como Martí Salvat o Eusebio Rodríguez Salas, que, como recoge Casterás, ingresaron en las Juventudes Socialistas.179

A la situación en que se encontraba la relación entre la FJS y la UJCE a mediados de 1935 se superpusieron, por una parte, el VII Congreso de la Internacional Comunista celebrado del 25 de julio al 21 de agosto de 1935, que estableció la política de frentes populares, y el VI de su Internacional Juvenil, celebrado a finales de septiembre y principios de octubre del mismo año y al que asistió, como delegado de la FJS, José Laín; y, por otra parte, la agudización de la crisis interna del PSOE, que culminaría en diciembre de 1935 con la salida de Largo Caballero de su ejecutiva. Y si las juventudes socialistas europeas fueron en el ámbito socialista las más atraídas por la política de Frente Popular,180 no parece este el caso en relación con la FJS. Aunque tradicionalmente se ha dicho –y yo misma lo he hecho– que dicha política favoreció el proceso de unificación entre la FJS y la UJCE, y si bien es cierto que el VII Congreso de la IC favoreció la unificación juvenil, no parece que fuera por la política de frentes populares en sí misma, sino por otras decisiones tomadas en el congreso comunista: para la FJS fue más importante el «paso previo» para la formulación de la política de frentes populares –es decir, la limitación de la subordinación de los partidos nacionales, a los que se dejó cierta libertad, la definitiva aceptación de un «frente único» desde arriba y el fin de la definición de los socialistas como «socialfascistas», como insistió en varios artículos publicados en Claridad en agosto de 1935 que seguían las líneas trazadas en el folleto Octubre. Segunda Etapa.181

En estos artículos, la Juventud Socialista decía estar prácticamente fuera de «la disciplina de la II Internacional», con cuya línea política «no nos hallamos conformes»,182 aunque se proponía mantener los contactos con las organizaciones de la izquierda de la Internacional Juvenil Socia-lista;183 y se insistía en que lo que separaba a los socialistas españoles de la III Internacional eran los estatutos aprobados en el congreso de 1928, que establecían una férrea subordinación de los partidos nacionales a las directrices del comité ejecutivo internacional.184

En septiembre de 1935 un congreso provincial de las Juventudes Socialistas de Valencia propuso «a las Ejecutivas del Partido y las Juventudes que activen las conversaciones para llegar a una inteligencia con la III Internacional (…), así como que la Federación Nacional de Juventudes Socialistas se dirija a los camaradas comunistas exponiéndoles la conveniencia de reunir o fundir en un sólo organismo nacional juvenil los actuales». Pero el congreso se adhirió también a las posturas expresadas en el folleto Octubre que, como hemos visto, estaban lejos de los frentes populares.185 Ya en octubre, José Laín publicó en Claridad un escrito donde elogiaba los acuerdos del VII Congreso de la IC, pero no había en él ninguna referencia a la política de frentes populares, sino que se destacaban los aspectos antes mencionados. En primer lugar, apoyaba la libertad que se daba a las secciones nacionales: «implícitamente la IC ha reconocido sus faltas. Sectarismo, espíritu estrecho, aplicación mecánica de las consignas, aislamiento de las masas (…) Se encarga a las secciones resuelvan por sí mismas, dentro de la línea de la Internacional, sin esperar el maná del acuerdo del comité ejecutivo. Y si esto se lleva a la práctica, ¡adiós a la dictadura moscovita!». En segundo lugar, destacaba la propuesta de unidad hecha a la socialdemocracia, que, según Laín, debía basarse en «rompimiento total con la burguesía, previa unidad de acción, reconocimiento por parte del partido unificado y de todos sus miembros de la necesidad del derrumbamiento violento de la burguesía, y de la dictadura del proletariado, ejercida a través de los Soviets». Y todavía a finales de diciembre de 1935, un periódico zaragozano que se presentaba como «expresión concreta de la unidad de acción establecida entre los jóvenes socialistas y comunistas de Zaragoza», defendía la creación y desarrollo de las Alianzas Obreras y Campesinas, que se identificaban con los soviets rusos, considerando que tendrían el mismo papel revolucionario que éstos.186

A los cambios producidos o apreciados en los congresos internacionales comunistas se sumó la diferente actitud adoptada hacia la insurrección española de 1934 por las dos internacionales obreras. La falta de solidaridad de las internacionales socialistas, de la que se quejaría el mismo Largo Caballero pero también los socialistas exiliados en diferentes países europeos, distanció a las juventudes socialistas de la IOS y las acercó a la Internacional Comunista. Como dijo Santiago Carrillo en el informe presentado al solicitar la entrada de la JSU en la Internacional Juvenil Socialista, en abril de 1937, el acercamiento de la FJS a la UJCE había sido favorecido por la ayuda que la Internacional Juvenil Comunista le había prestado a la primera tras octubre de 1934. La juventud socialista española «apenas ha sentido la influencia y el calor de la ayuda de la IJS» por lo que no podía «extrañar» que «nuestra federación se haya ido sintiendo cada vez más alejada» de ella.187

Estas «causas» quedaron reflejadas en noviembre de 1935 en un boletín interno elaborado por la Juventud Socialista Madrileña en el que se defendía la entrada en la Internacional Comunista por «no poder estar aislados de la organización internacional proletaria» –lo que implicaba una clara ruptura con la IOS–; porque «han desaparecido las causas que dificultaban nuestro ingreso» –la subordinación de las secciones nacionales–; por ser «el único medio de consecución de la unidad política en nuestro país» –objetivo de la FJS pero también, al menos en sus discursos públicos, de la izquierda del PSOE–; por «nuestra total identificación con las resoluciones de su VII Congreso en relación con el problema de la unidad», pero no de las alianzas interclasistas, sino de la unidad obrera; «por nuestra aceptación plena de la organización de la conquista del Estado, sobre las bases de la Revolución Rusa» –esto es, la dictadura del proletariado–; «por su solidaridad moral y material con el movimiento revolucionario de octubre» y «por su posición antiguerrera». Sometidos éste y otros planteamientos –como la propuesta de «bolchevizar» el PSOE– a votación entre las células madrileñas, 37 aprobaron por unanimidad sus posiciones; 10, por mayoría –aunque ciertas células plantearon algunas objeciones o propuestas (por ejemplo, que no se ingresara en la Internacional Comunista hasta que no lo hiciese el partido)–, y 11 discreparon de algunos puntos, pidieron aclaraciones sobre otros o hicieron sugerencias.188

Por tanto, sólo en cierta medida era cierto lo que decía Gerö, uno de los miembros del Secretariado Romano de la IC, de que «los JS emplean nuestro lenguaje», porque en muchos aspectos era el lenguaje anterior al VII Congreso. Además, este lenguaje no era unánime, como indica la misma votación entre las células de la JSM, pero también una carta enviada por los jóvenes socialistas presos en la cárcel de Oviedo a su comité ejecutivo nacional en la que le pedían explicaciones por el desarrollo de la insurrección de octubre en Madrid y por su actuación en ella, criticaban su propuesta de bolchevizar el partido y defendían una alianza electoral con los republicanos de izquierda.189 Como muestran otros ejemplos citados anteriormente, la división existente en el PSOE se daba también en su organización juvenil y aunque la dirección de la FJS y gran parte de sus militantes apoyaron a Largo Caballero, también hubo organizaciones provinciales y locales y cuadros intermedios que apoyaron al centrismo socialista representado por Prieto.

En todo caso, la posición hacia el VII Congreso de la Comintern muestra que en esos momentos el acuerdo de la FJS con la postura comunista no era total, sino que la organización juvenil seguía estando más cerca de las posiciones de la izquierda socialista que no aceptaba todavía la política de frente popular. Como ya dijo Santos Juliá, la lectura que los largocaballeristas hicieron del VII Congreso de la Internacional Comunista «era parcial y partidista, en el sentido de que leían exclusivamente aquello que coincidía con sus intereses en la lucha interna del partido y se olvidaban, o relegaban a un segundo plano, aquellas otras decisiones del congreso que impugnaban determinados aspectos de su política. Por ejemplo, la importancia que daba el congreso al bloque popular sobre el frente único».190

La valoración realizada por la juventud socialista de los resultados de los congresos internacionales comunistas explica también la postura que mantuvo ante la formación del Frente Popular en España, frente a la de la UJCE que, como hizo el PCE, pasó a apoyar la formación de un «Bloque Popular» tras el VII Congreso. A la FJS le costó apoyar la constitución de un Frente Popular por su rechazo a cualquier alianza con los republicanos. Este apoyo fue requerido especialmente por la izquierda socialista al ser la organización juvenil uno de sus principales baluartes. Todavía en noviembre de 1935 se hablaba de que dos de los tres representantes de la FJS en una reunión conjunta con el PSOE y la UGT –«Leoncio» (Pérez) y Hernández Zancajo–, estaban en contra de la coalición, aunque Santiago Carrillo dijo esperar que la organización juvenil la aprobara.191 La FJS aceptó el Frente Popular en diciembre de 1935, justificándolo por la «obligación de intentar salir a través de ella [la lucha electoral] de esta dolorosa situación», en clara referencia a las consecuencias de la represión de la insurrección de octubre de 1934, pero especificando también que no renunciaba a sus entonces objetivos máximos de «revolución y dictadura del proletariado»: este compromiso no va a «economizarnos una revolución». Planteaba también que, paralelamente, las organizaciones proletarias tenían que preparar «sus cuadros de lucha para los acontecimientos que puedan sobrevenir» y que debía «intensificarse la labor de depuración orgánica» del partido. Continuas referencias a la amnistía habría también en la «explicación oficial» de la dirección juvenil socialista. Y, dado lo analizado anteriormente, difícilmente se puede decir que estas matizaciones eran «manifestaciones justificativas del abrazo de las teorías de Dimitrov y de la Internacional Comunista», siendo Dimitrov uno de los principales, sino el más importante, impulsor del frentepopulismo en el movimiento comunista.192

Si bien es cierto que Carrillo se definió públicamente como «comunista» antes de la formación del Frente Popular («las rectificaciones de la III Internacional» nos colocan «en un plano político semejante al de los comunistas»), no es menos cierto que esta identificación no estaba tan clara con referencia a la política de alianzas, de la que no hablaba en su definición de «comunista».193 A finales de noviembre de 1935, le había dicho a Margarita Nelken que el discurso de Dimitrov en el congreso de la Internacional Comunista le parecía «magnífico», pero que había cosas con las que no estaba de acuerdo, «sobre todo en lo que se refiere al modo de llegar al Frente Popular en España, para el que no considera tramite obligado el frente previo de la clase obrera», lo que rechazaba: sin el frente obrero, no podía «haber una alianza con la burguesía».194

El papel de las organizaciones juveniles en el proceso de formación del Frente Popular fue bastante escaso. Ni la UJCE ni la FJS tuvieron representación propia en los comités que discutieron el programa y elaboraron las candidaturas del Frente Popular, aunque las juventudes socialistas consiguieron que miembros destacados de su organización estuvieran en las listas electorales y fueran elegidos diputados: es el caso, por ejemplo, en Madrid, de Carlos Hernández Zancajo (por la circunscripción de la capital) y Luis Rufilanchas195 (por la circunscripción provincial). Además, la FJS tuvo un representante (José Cazorla) en el llamado «comité paralelo» formado entre las organizaciones obreras, y éste firmó el programa del Frente Popular en nombre de la organización juvenil socialista, lo que muestra que ésta había logrado un grado de autonomía del partido mayor que el de la UJCE con respecto al PCE. Sin embargo, los responsables de las tres principales organizaciones juveniles de los partidos que integraban el Frente Popular fueron candidatos a diputados: Carlos Hernández Zancajo, por Madrid capital; Trifón Medrano, secretario de la UJCE, por Ciudad Real; y Prudencio Sayagués, presidente del Comité Nacional de la Juventud de Izquierda Republicana, por Huelva.196

La juventud jugó un papel destacado en la actividad propagandística de cara a las elecciones y el llamamiento conjunto de las direcciones de la FJS y la UJCE a votar al «bloque popular» utilizó ya el lenguaje del PCE, e incluyó también algunas reivindicaciones juveniles, como la enseñanza laica y gratuita, la creación de escuelas de oficios, el libre acceso a la universidad de todos los jóvenes capacitados, la jornada de seis horas para los menores de 16 años, la abolición de lo que llama «ley de Salazar Alonso», es decir, del decreto que limitaba la participación política de los jóvenes, o la concesión «de todos los derechos políticos» a la juventud. Recién entonces las organizaciones juveniles (comunista, socialista y republicanas) celebraron actos conjuntos.197 También realizaron llamamientos conjuntos pidiendo expresamente a los militantes de la CNT que votaran al Frente Popular.198

Mundo Obrero destacó el papel de los jóvenes en el triunfo del Frente Popular –«la juventud se ha volcado unánime en apoyo de la victoria», «lo mismo que preparó con su audacia y agitación el éxito de este día», fue el «rondín vigilante para la seguridad de la expresión de la voluntad popular», lo que creaba al nuevo gobierno republicano, según el periódico comunista, «una deuda urgente en cancelar», dando respuesta a las necesidades de la juventud. Se hacía una referencia expresa a la concesión de derechos políticos a los jóvenes desde los veintiún años, como había recogido el programa elaborado por la FJS, aspiración en la que, decía, «coinciden las grandes masas juveniles laboriosas de España».199

La FUE vio en el triunfo del Frente Popular «el fin de un bienio ominoso para la enseñanza y la promesa de un mejoramiento en todos los aspectos de la cultura». Pronto reconoció que el nuevo gobierno había intensificado la creación de escuelas pero «esto no es bastante»: «Continúa sin rectificarse el examen de ingreso, no se ha devuelto la representación escolar en los claustros. Prosiguen haciendo como que enseñan bastantes señores ineptos. Y sobre todo, permanece el señoritismo jactancioso como dueño de la Universidad». Parece que la recuperación de la legalidad tras las elecciones de 1936 permitió también un nuevo crecimiento de la organización estudiantil, como sucedería con otras organizaciones: por ejemplo, en la provincia de Alicante se informó de la creación de una Asociación Profesional de Estudiantes de Bachillerato (APEB) en la capital y otra en Elche, y de una Sociedad de Alumnos en la Escuela del Trabajo de Alicante.200

De cara a las elecciones municipales de abril de 1936, posteriormente suspendidas, la dirección de la FJS defendió apoyar la propuesta de programa presentada por los comunistas, frente al programa realizado por los republicanos. El primero contenía reivindicaciones juveniles que iban más allá de las que mantenía la organización juvenil socialista y que, en general, no podían ser llevadas a cabo por los organismos locales: «Plenos derechos civiles y políticos desde los 18 años», «jornada máxima de seis horas», «enseñanza profesional durante las horas de trabajo por cuenta de los patronos», o un «salario mínimo para los aprendices no inferior a la mitad del de los adultos». Pero esto, por otra parte, entraba dentro de la estrategia de la izquierda largocaballerista, que había defendido desde la UGT liberarse del compromiso del Frente Popular y pactar con los comunistas para dichas elecciones; y es significativo que en un número conjunto de los órganos centrales de ambas organizaciones juveniles, la crítica a Besteiro se realizara poniendo como ejemplo contrario a Largo Caballero.201

Y aunque las bases para la unidad orgánica fueron aprobadas por las direcciones de la FJS y la UJCE en marzo de 1936, la naturaleza y el carácter de la organización resultante, las Juventudes Socialistas Unificadas –o Juventud Socialista Unificada, que ambas formas fueron usadas en la época–, al igual que el desarrollo y las posiciones adoptadas por las demás organizaciones juveniles vinculadas a las fuerzas que lucharon con la República, y las relaciones entre ellas no se pueden explicar sin los condicionamientos que el estallido de la guerra civil, el 18 de julio, interpuso en todos estos procesos, como veremos a continuación.

Paso a la juventud

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