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ОглавлениеCapítulo 1
El fin de las tormentas
Luego de doce semanas de fuertes tormentas, el sol volvió a salir en las majestuosas tierras al sur de Etérea.
Sin mayor sorpresa, Kazú se despertó como todas las mañanas, en silencio, con respeto por un nuevo día. Luego de despabilarse, se arrodilló frente a su cama y rezó, agradeció y rezó.
Al salir de su choza encontró a otro habitante de su tribu, quien lo invitó a los festejos de la noche, festejos por el regreso de la luz a las tierras del viejo continente del agua.
Kazú, sin entender, preguntó:
—¿Por qué festejamos?
El alegre habitante respondió:
—Porque ha regresado la luz, y las tormentas han cesado.
Kazú hizo silencio, mantuvo su mirada en los ojos del habitante y con una sonrisa le dijo:
—Amigo, hermano etéreo, la luz siempre estuvo presente, nunca se fue, por tanto nunca regresó.
El habitante, un poco molesto por el exceso de positivismo de Kazú, dijo:
—¿Crees que no es motivo de festejo que, las tormentas, las tormentas que nos acosaban hayan cesado? Esta es una grata sorpresa y motivo suficiente.
Kazú mantuvo su sonrisa y respondió:
—Hermano, todos los días son motivo de festejo, todos los días las tormentas comienzan y terminan, dentro y fuera de nosotros, sin embargo, la vida, nuestra luz, cada día de ella es un nuevo regalo.
Al terminar la conversación Kazú anotó en su diario:
“Felicidad y tristeza habitan conjuntamente en nuestro interior, es nuestra elección el camino que tomaremos para transitar nuestra existencia”.