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ОглавлениеCapítulo 2
Al pie de Katram Lur
Una tarde de primavera Kazú se encontraba sentado al pie de Katram Lur, la montaña más alta en todo Etérea. Solía subir hasta allí para meditar y despejar su mente, además de admirar el paisaje que presentaban las pequeñas aldeas situadas al sur de este coloso natural.
Luego de meditar y orar, Kazú se quedó sentado en un pequeño claro de la gran montaña. Mientras observaba su aldea no pudo evitar ver a los habitantes de la misma. Los había visto antes, incluso desde ese mismo lugar, pero nunca se había detenido a pensarlos como tales, como personas, como otros de uno mismo.
“Somos todos diferentes —pensó— pero también somos todos iguales”.
Siguió pensando mientras se preguntaba:
“¿Será posible?, ¿será posible que seamos tan distintos pero iguales?”.
Esas y otras preocupaciones ocuparon su mente mientras seguía con la mirada perdida en el horizonte de Etérea.
De pronto entendió, comprendió lo que siempre estuvo frente a sus ojos.
Antes de comenzar el descenso por la gran montaña escribió en su diario:
“Todas las personas somos iguales y a la su vez infinitamente diferentes. Esa es la verdadera riqueza, poder empatizar con quien es reflejo de la propia e inmensa diversidad que poseemos”.