Читать книгу Arrancados de la tierra prometida - Óscar Garrido Guijarro - Страница 4
ОглавлениеIntroducción
En nuestro mundo globalizado donde una noticia acaecida en cualquier punto del planeta es recogida casi en tiempo real en Internet, los acontecimientos de Oriente Medio –que son cotidianamente noticias remarcables– han pasado a formar parte de la actualidad informativa que envuelve nuestras vidas, hasta el punto de que el ciudadano español medio, suficientemente informado, tiene hecha una opinión sobre la conocida como primavera árabe ocurrida en Egipto, en Túnez o en Libia; los intermitentes conflictos entre Líbano e Israel a cuenta de los ataques y amenazas de Hizbullah; la guerra de Iraq en 2003 y los continuos atentados terroristas que se están sucediendo desde la caída de Sadam Husein; la represión del régimen de Al Assad contra el pueblo sirio o la proclamación del califato por parte del grupo yihadista Daesh en tierras iraquíes y sirias.
En medio de estas noticias sobre Oriente Medio se cuelan nombres como «coptos», «caldeos» o «maronitas», que al final nos acaban resultando de alguna manera familiares, «nos suenan», pero no sabemos bien dónde situarlos, ni de dónde han salido, ni qué lugar ocupan en el complejo tablero de ajedrez en el que se ha convertido esta región del planeta. Al menos en nuestro país, la inmensa mayoría de los ciudadanos, incluso de formación universitaria, desconocen que hay países en Oriente Medio que no son completamente musulmanes. Este desconocimiento se debe, en parte, a que tendemos a identificar lo árabe con lo musulmán. Ignoran que alrededor del 39% de la población libanesa es cristiana[1], que los cristianos suponen el 10% de la población en Egipto[2] y suponían hasta hace bien poco un 10% en Siria[3] o entre un 3% y un 5% en Iraq[4]. Según el informe del año 2016 de Open Doors, una organización americana dedicada al seguimiento de las persecuciones contra los cristianos en el mundo, en Egipto hay aproximadamente 10 millones de árabes cristianos, en Siria había 1,7 millones antes de la guerra, en Iraq alrededor de 330.000 y en Palestina cerca de 40.000.
Con este libro queremos dar a conocer a las principales comunidades árabes cristianas de Oriente Medio: quiénes son estos grupos, sus orígenes, su situación actual como comunidades minoritarias, las persecuciones que sufren, cómo son percibidos por sus conciudadanos musulmanes o cuáles son sus perspectivas de futuro en términos de libertad e igualdad.
Naturaleza dual de los árabes cristianos
Los miembros de las comunidades árabes cristianas en Oriente Medio son ciudadanos de segunda clase en su tierra –en términos de libertades, igualdad y derechos sociales y políticos– y han sido y son objeto de ataques, discriminaciones y persecuciones, aunque con diversa intensidad dependiendo de la época histórica y del país. Han sido considerados como ciudadanos de segunda clase de manera clara y como tal «legislada» a lo largo de la historia del islam, y lo siguen siendo ahora en nuestra época contemporánea. Hay que singularizar sin embargo la situación que viven los cristianos en Líbano, donde no son una minoría, o dicho de otra manera, en Líbano no hay mayorías. Mientras que Egipto, Iraq y Siria adoptaron regímenes laicos nacionalistas tras su independencia (a pesar de las peculiaridades de esta naturaleza laica, que no es asimilable al concepto de laicidad occidental), Líbano optó por un sistema de organización distinto inspirado en la idea tradicional otomana de organización en base a comunidades. Líbano construyó un sistema político basado en la concepción de una sociedad democrática construida por muchas comunidades religiosas distintas. Gracias a que los cristianos suponían más de la mitad de la población pudieron influir en la creación de un nuevo Estado en el que gozan de un papel político único comparado con el resto de vecinos árabes. La consideración constitucional de que el jefe de Estado libanés debe ser un cristiano no solo garantizaba la igualdad, sino que también se conseguía un importante símbolo: por primera vez desde la expansión del islam en Oriente Medio, los musulmanes no detentaban el monopolio del más alto poder político tal y como dicta la tradición política musulmana.
Desafortunadamente, la identidad árabe automáticamente equivale a la identidad musulmana a los ojos de la opinión pública y también muchas veces reina esta idea entre los mismos líderes musulmanes. La identidad árabe cristiana es dual, lo que muchas veces produce un choque con el islam y también otras dificultades a la hora de establecer relaciones con su otra contraparte, el Occidente cristiano. Esta compleja identidad les distingue del resto de cristianos y de la mayoría musulmana que les rodea, pero es con sus conciudadanos musulmanes con quienes han compartido durante siglos una misma sociedad y con quienes deben trabajar conjuntamente para crear las nuevas bases culturales que hagan posible la integración nacional de las distintas comunidades religiosas en el seno de los Estados. Los árabes cristianos pueden contribuir –y cuando se les ha permitido, han contribuido– activamente a la evolución cultural y política de las sociedades de Oriente Medio a las que pertenecen. En este sentido, en una carta dirigida a los cristianos de Oriente Medio (23 de diciembre de 2014), el papa Francisco apuntaba la siguiente valoración:
La mayor parte de vosotros vive en un ambiente de mayoría musulmana. Podéis ayudar a vuestros conciudadanos musulmanes a presentar con discernimiento una imagen más auténtica del islam, como quieren muchos de ellos, que repiten que el islam es una religión de paz, que se puede armonizar con el respeto de los derechos humanos [...]. Casi todos vosotros sois ciudadanos nativos de vuestros países y, por lo tanto, tenéis el deber y el derecho de participar plenamente en la vida y crecimiento de vuestra nación.
La naturaleza dual de los árabes cristianos encierra, además, una paradoja: el cristianismo encuentra su origen y da sus primeros pasos en Oriente Medio, su base cultural e histórica es semítica (hebrea y árabe) y solo después occidental, cuando el cristianismo se convierta en el principal ingrediente cultural y religioso sobre el que se construye la civilización occidental.
Con respecto a Occidente, los cristianos árabes nunca han ocupado un papel significativo en la política de Estados Unidos, principal valedor y defensor de los valores occidentales en Oriente Medio. La situación, las amenazas o las agresiones que sufren estas comunidades nunca han sido consideradas seriamente. La política exterior norteamericana siempre ha preferido pasar de largo respecto a las dificultades de los cristianos en Oriente Medio. Estados Unidos no ha sentido nunca la situación de estas comunidades como una presión económica, política o de seguridad a la cual debiera enfrentarse. Los cristianos árabes han perdido su confianza en Occidente en general y en Estados Unidos en particular. Sienten que Europa en ocasiones ha demostrado ser sensible a su situación, pero saben de las limitaciones europeas. Europa se ha convertido en un continente postcristiano que, además, carece del poder militar y de la influencia internacional con la que cuenta todavía Estados Unidos.
Además, a lo largo de la historia, la actuación de las potencias europeas en defensa de los árabes cristianos ha conllevado problemas para estas comunidades. Se han visto todo tipo de circunstancias de peligro para los árabes cristianos, a lo largo de los siglos, cuando se han visto envueltos en medio de conflictos entre musulmanes y europeos. En ocasiones, los musulmanes han percibido a los árabes cristianos como colaboradores del enemigo.
Por otro lado, hay que destacar que las comunidades árabes cristianas son, en el mejor de los casos, igual de complejas que cualquier otra comunidad, si no más. Hay que abandonar la visión de los árabes cristianos como un todo compacto, como grupos sociales homogéneos basados en una identidad religiosa que deciden y actúan del mismo modo en el seno de un Estado. Como vamos a ver en este libro, las diversas comunidades son muy distintas las unas de las otras desde muchos puntos de vista: cultural, de tradición histórica e incluso respecto a las tendencias políticas. Tanto es así que han protagonizado, y siguen haciéndolo, numerosos capítulos de desencuentro en el seno de cada una de las comunidades y, por supuesto, en las relaciones de unas con otras.
Presente y perspectivas de futuro
El presente y el futuro de las comunidades árabes cristianas dependen de un complejo número de factores. Los recientes acontecimientos que han causado o están causando cambios en el devenir político y social de Iraq, Siria y Egipto afectan sin duda al estatus de las comunidades árabes cristianas en estos países. Dos son los componentes a tener en cuenta en este análisis: el desarrollo político y cultural árabe se ha mostrado insuficiente para asimilar, sin más, los principios clásicos de secularización y democracia incluso aunque estos tres países hayan adoptado políticas teóricas de integración nacional sobre una base laica; por otro lado, el auge del islamismo político –moderado y fundamentalista– se ha extendido y durante un cierto tiempo ganó la batalla política en Egipto, de la mano de los Hermanos Musulmanes, y la está ganando en Siria y en Iraq, de la mano del grupo yihadista Daesh, que ha conseguido instaurar un califato en el que se expulsa o se mata a los cristianos. El objetivo de Daesh es conquistar territorios, borrar viejas fronteras coloniales y, en una primera fase, unir Iraq y Siria en un nuevo califato que está llamado a extenderse por todo la Tierra.
La propuesta del islamismo político de volver a una estructura política basada en la sharia o en la tradición legal islámica está conduciendo a las comunidades árabes cristianas a una marcha atrás en términos de libertades y derechos, y lo que es más grave, el derecho más básico, el derecho a la vida, se ve amenazado para muchos cristianos. La noción de ciudadanía y de igualdad de derechos tal y como es considerada en la cultura política occidental todavía está sin resolver en la tradición cultural y política musulmana, donde la ciudadanía sigue descansando en la afiliación religiosa y no en la simple afiliación al Estado. Se hace necesaria todavía una evolución seria en la confluencia del islam con la modernidad. La democracia no puede ser reducida a una cita con las urnas.
En los últimos años las dictaduras laicas de Egipto y de Iraq han sido derrocadas, y la de Siria está tocada de muerte. Como acertadamente describe M. A. Bastenier en el diario El País, en un artículo publicado el 25 de junio de 2014, «el régimen tiránico y sanguinario de Sadam Husein era la hermética tapa que cerraba la caja de Pandora. En su territorio no prosperaba Al Qaida porque entre las gravísimas taras del dictador –como Assad en Damasco– no figuraba el integrismo religioso, y su dictadura no consentía competidores». Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, destaca en un en artículo publicado también en El País, el 27 de noviembre de 2013, que «la primavera árabe que transformaría democráticamente Oriente Próximo ha resultado ser un periodo de violentas incertidumbres y realineamientos geopolíticos inesperados. Los optimistas estrategas de la promoción de la democracia no previeron que la caída de los dictadores podría generar una fragmentación violenta de la región con ondas expansivas». Ante la nueva situación, pues, no es extraño que tanto en Egipto, como en Iraq y en Siria, muchos árabes cristianos clamen que «con el régimen Baath se vivía mejor» y surja la nostalgia por dictaduras pasadas.
Por otro lado, no podemos dejar de destacar que la emigración continúa siendo el principal problema interno de las comunidades árabes cristianas y este se ha agudizado especialmente en los últimos años. La caída del número de cristianos no solo supone un recorte cuantitativo en las estadísticas sino que también conllevará un recorte cualitativo en cuanto que estas comunidades perderán influencia social, cultural, económica y política. Los árabes cristianos se enfrentan al reto de encontrar el camino para emprender estrategias no solo de naturaleza política, sino también de naturaleza económica, social, educativa o sanitaria de manera que sus miembros, que sufren guerras, revoluciones y persecuciones, persistan en su empeño de continuar habitando sus ciudades de origen y no sucumban ante el atractivo tanto cultural como de Estado de bienestar que puede ofrecerles Occidente.
Arrancados del Nilo, del Éufrates, del Tigris, del Jordán y del Litani
En una carta dirigida a los cristianos de Oriente Medio (23 de diciembre de 2014), el papa Francisco denunciaba:
Por desgracia, nunca han faltado tribulación ni aflicción en Oriente Medio tanto en el pasado como recientemente. En los últimos meses se han agravado debido a los conflictos que afligen a la región, pero especialmente por la actividad de una reciente y preocupante organización terrorista, de unas dimensiones nunca antes vistas, que comete todo tipo de abusos y prácticas inhumanas, golpeando especialmente a aquellos de vosotros que han sido brutalmente expulsados de sus tierras, en las que los cristianos están presentes desde la época apostólica [...]. Sigo instando a la comunidad internacional para que venga en ayuda de vuestras necesidades y de las de otras minorías que sufren; en primer lugar, promoviendo la paz a través de la negociación y la actividad diplomática, tratando de atajar y detener cuanto antes la violencia que ya ha causado demasiado daño. Reitero la más firme condena del tráfico de armas. Necesitamos en cambio proyectos e iniciativas de paz, para promover una solución global a los problemas de la región.
La conquista de Mosul por parte del grupo yihadista Daesh en junio de 2014 y las consiguientes expulsiones o asesinatos de los cristianos iraquíes que habitaban en esta ciudad –también de otros grupos minoritarios–, han hecho visible ante los ojos de la opinión pública mundial las violentas persecuciones que sufren actualmente los cristianos en muchas partes de la geografía mundial, y en Oriente Medio en particular. Las macabras fotografías y vídeos de torturas y crucifixiones de cristianos aireadas por los propios terroristas para sembrar el pánico han supuesto un toque de atención a las conciencias de muchos líderes políticos y sociales del planeta. El impactante vídeo de los terroristas de Daesh decapitando a cuchillo en una playa de Libia a 21 cristianos coptos procedentes de Egipto dio la vuelta al mundo en febrero de 2015. Lo mismo las imágenes de las casas de los cristianos marcadas con la letra árabe nun –inicial de la palabra nasrani, «nazarenos», que es como en algunos lugares de Oriente Medio designan a los cristianos–, que nos recuerda lo que hacían los nazis para señalar, aterrorizar y estigmatizar a los judíos, ha hecho caer en la cuenta al mundo entero sobre este fenómeno, que se manifiesta de diversas formas. Esta persecución contra los cristianos ha sido denunciada por algunas personas e instituciones en numerosas ocasiones, también antes de la irrupción de Daesh. He aquí algunos ejemplos tomados del estudio de Javier Rupérez La persecución de los cristianos en el siglo XXI, publicado en Papeles FAES el 25 de noviembre de 2013.
El 6 de febrero de 2012 la activista holandesa de origen somalí Aayan Hirsi Ali publicaba un artículo en el semanal norteamericano Newsweek que llevaba por título La guerra global contra los cristianos en el mundo musulmán. Aayan Hirsi Ali denunciaba:
Los cristianos están siendo asesinados en el mundo islámico a causa de su religión. Es un creciente genocidio que debería provocar la alarma global [...]. La conspiración del silencio que rodea esta violenta expresión de intolerancia religiosa debe detenerse. Nada menos que el destino de la cristiandad –y en última instancia de todas las minorías religiosas en el mundo musulmán– está en juego.
El 2 de octubre de 2013 el secretario ejecutivo del American Jewish Committee, David Harris, publicaba un artículo en el diario El País titulado Silencio ante la persecución de los cristianos, en el que resaltaba la pasividad y el mutismo ante este fenómeno de intolerancia y violencia:
Lo que ha habido es silencio. Como judío encuentro ese silencio incomprensible. Los judíos sabemos muy bien que el pecado del silencio no es una solución ante los actos de opresión [...]. ¿Cuántos ataques más, cuántos fieles muertos más, cuántas iglesias destruidas más y cuántas familias más tendrán que huir antes de que el mundo encuentre su voz, manifieste su indignación moral, exija algo más que fugaces declaraciones oficiales de aflicción y no abandone a las comunidades cristianas en peligro?
Según Open Doors, en la actualidad alrededor de cien millones de cristianos sufren algún tipo de persecución en más de sesenta países, y más de 7.000 cristianos murieron en el mundo, durante 2015, por causas relacionadas con su fe. Esos datos coinciden en lo esencial con los publicados en el estudio del Pew Research Center sobre restricciones globales a la religión correspondiente al año 2011. International Society for Human Rights, una ONG alemana, estima que el 80% de la discriminación religiosa que actualmente tiene lugar en el mundo está dirigida contra los cristianos. Y de acuerdo con el Center for the Study of Global Chrisianity del Gordon Conwell Theological Seminary, una institución evangélica situada en South Hamilton, Massachusetts, más de 100.000 cristianos han sido asesinados entre 2000 y 2011. Esta cifra ha sido acogida como cierta por la Santa Sede, cuyo representante diplomático, el arzobispo Silvano Maria Tomasi, la mencionó en la sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en mayo de 2013.
La mencionada organización Open Doors elabora anualmente un ranking de los países donde mayor grado de persecución sufren los cristianos, el Índice mundial de persecución. El estudio es fruto del análisis de varias variables como el asesinato de cristianos por razones religiosas o ideológicas, los actos violentos perpetrados contra los cristianos –que no han conllevado la muerte– por el hecho de ser cristianos o el número de iglesias, conventos o edificios cristianos clausurados o destruidos. En el ranking general publicado en 2016, que analiza los actos de persecución contra los cristianos perpetrados en 2015, el primer puesto lo ocupa Corea del Norte, el segundo Iraq, el tercero Eritrea, el cuarto Afganistán, el quinto Siria, el noveno Irán, el vigésimo segundo Egipto, el vigésimo cuarto Palestina y el vigésimo séptimo Jordania.
En el ranking basado en el número de asesinatos perpetrados contra los cristianos en 2013, el primer lugar lo ocupó Siria con 1.213 cristianos asesinados, el cuarto lugar Egipto con 83 y el octavo Iraq con 11. En el año 2014 Siria ocupó el tercer lugar en la lista del número de cristianos asesinados –tras Nigeria y Centroáfrica– con 271, Iraq el sexto puesto con 60 y Egipto el octavo con 43.
En la clasificación basada en el número de actos violentos de persecución perpetrados contra los cristianos, en 2013 el primer puesto lo ocupó Egipto, con 167 actos de persecución, y el cuarto Siria con 83. En el ranking de clausuras o destrucciones de iglesias y de edificios cristianos en 2013, Egipto repitió en el primer puesto, con 492 clausuras o destrucciones, y Siria ocupó el tercer lugar con 78. En 2014, 107 edificios cristianos fueron atacados en Siria (cuarto puesto en el ranking), 58 en Egipto (sexto) y 53 en Iraq (séptimo).
El 13 de marzo de 2015, cincuenta países firmaron una resolución en el Consejo de derechos humanos de la ONU, que se reunía en Ginebra, «en apoyo de los derechos humanos de los cristianos y otras comunidades, sobre todo en Oriente Medio». La resolución, cuyos principales impulsores fueron Rusia, Líbano y la Santa Sede, pide a los países que apoyen la presencia histórica arraigada de todas las comunidades étnicas y religiosas en Oriente Medio, y recuerda que las comunidades cristianas en esta región se encuentran en particular peligro:
Oriente Medio está viviendo una situación de inestabilidad y conflicto que recientemente se ha visto agravada. Las consecuencias están siendo desastrosas para el conjunto de la población de la región. La existencia de muchas comunidades religiosas está seriamente amenazada. Los cristianos están viéndose ahora especialmente afectados. Estos días incluso su supervivencia está en cuestión [...]. La situación de los cristianos en Oriente Medio, una tierra en la que llevan viviendo durante siglos y donde tienen derecho a permanecer, es motivo de grave preocupación. Hay muchas razones para estar seriamente preocupados por el futuro de las comunidades cristianas que cuentan con más de dos mil años de existencia en esta región, donde el cristianismo tiene su lugar y comenzó su larga historia. La positiva contribución de los cristianos en los diferentes países y sociedades de Oriente Medio es bien conocida [...]. Ahora experimentan una seria amenaza a su existencia por parte de los llamados Estado islámico y Al Qaida, y grupos terroristas afiliados, que han irrumpido en la vida de estas comunidades y han provocado el riesgo de la completa desaparición de los cristianos[5].
Tres días después de la aprobación de la mencionada resolución, el representante diplomático del Vaticano ante la Naciones Unidas en Ginebra, Silvio Tomasi, en una entrevista en el periódico Crux, respaldaba una intervención militar en forma de fuerza internacional para impedir que Daesh siguiera protagonizando ataques en Siria e Iraq contra los cristianos y otros grupos minoritarios: «Tenemos que parar esta especie de genocidio. De lo contrario, en el futuro nos preguntaremos por qué no hicimos nada, por qué permitimos que una tragedia tan terrible sucediera», defendió Tomasi.
En marzo de 2016, la Administración Obama y la Cámara de representantes de Estados Unidos acordaron declarar como «genocidio» la matanza que Daesh está llevando a cabo contra los cristianos y los yazidíes en Iraq y Siria. El secretario de Estado, John Kerry, en una comparecencia solemne en el Departamento de Estado, acusó al grupo terrorista de cometer crímenes contra la humanidad y de hacer limpieza étnica. Un mes antes había sido el Parlamento Europeo el que, en una resolución, había calificado también de genocidio los asesinatos masivos y sistemáticos perpetrados por Daesh contra los cristianos y otras minorías en Iraq y Siria.
Quiero terminar esta introducción con unas palabras sobre los cristianos árabes sacadas de la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, de Benedicto XVI, que fue presentada por el mencionado Papa en la visita que realizó a Líbano en septiembre de 2012:
La Iglesia católica mira con estima a los musulmanes que ofrecen un culto a Dios, especialmente mediante la oración, la limosna y el ayuno; que veneran a Jesús como un profeta, aunque sin reconocer su divinidad, y que honran a María, su Madre virginal. Sabemos que el encuentro del islam y el cristianismo ha tomado a menudo la forma de controversia doctrinal. Lamentablemente, estas diferencias doctrinales han servido de pretexto a los unos y a los otros para justificar, en nombre de la religión, prácticas de intolerancia, discriminación, marginación e incluso de persecución.
A pesar de esta constatación, los cristianos comparten con los musulmanes la misma vida cotidiana en Oriente Medio, donde su presencia no es nueva ni accidental, sino histórica. Al formar parte integral de Oriente Medio, han desarrollado a lo largo de los siglos un tipo de relación con su entorno que puede servir de lección. Se han dejado interpelar por la religiosidad de los musulmanes, y han continuado, según sus medios y en la medida de lo posible, viviendo y promoviendo los valores del Evangelio en la cultura circundante. El resultado es una simbiosis peculiar. Por tanto, es justo reconocer la aportación judía, cristiana y musulmana a la formación de una rica cultura, propia de Oriente Medio.
Concluida esta introducción, vamos a analizar en la primera parte del libro cómo juzga la tradición islámica que debe considerarse y tratarse a los no musulmanes que viven en países musulmanes. En la segunda parte estudiaremos las principales comunidades árabes cristianas que viven en Oriente Medio y sus condiciones de vida en los países donde su presencia es relevante numéricamente.