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Palabras preliminares

Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes ya desmoronados

de la carrera de la edad cansados

por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía

los arroyos del hielo desatados,

y del monte quejosos los ganados

que con sombras hurtó su luz al día.

Francisco de Quevedo

Tanto en su versión histórica como ficcional, los jardines, en su gran mayoría, son lugares de descanso, recogimiento y bienestar. Refugios para el amor, los jardines irradian posibilidades de felicidad. En la cultura occidental, en efecto, los jardines pueden ser resignificados como copias, representaciones o recreaciones del paraíso terrenal. No obstante, este espacio original y la experiencia inocente de sus habitantes son inenarrables: de aquel jardín mítico y primigenio, hemos sido expulsados para luego ser arrojados a la historia. Esa ausencia –que se modula en un perpetuo destierro– es tal vez el signo por excelencia con el cual se indica nuestra vulnerable condición humana. Por lo tanto, los jardines, derivaciones del Edén, tienen una marca fatal: la posibilidad de la ausencia del sujeto al interior de sus muros. Esta pérdida de sentido se ve intensificada con la naturaleza transitoria de los mismos jardines. Bastan solo unos días de descuido, para que ese lugar ameno se transforme en bosque indómito o en desierto. Del mismo modo, la monumentalidad de la representación de los jardines, tan frecuente en el barroco del siglo xvii1, es un artificio fugaz. La vanitas, usualmente identificada como un subgénero pictórico de la naturaleza muerta, es quizás la figura que la retórica nos ofrece para dar con una definición más universal del jardín no solo como espacio físico, sino también como lugar simbólico.

Dado lo anterior, el jardín puede ser pensado e imaginado, al contrario del sentido común, como una ruina. No me refiero aquí a la ruina como recurso ornamental tan cultivado por el jardín pintoresco, sino más bien a un fragmento, a la huella de una destrucción, o un presente que no se modula sino como despojo del pasado ¿Qué puede decirnos la literatura acerca de ese espacio? ¿Cómo podemos resignificar hoy el jardín con una literatura del ayer? Tal vez, la literatura puede iluminar el jardín que ya carece de su sentido original. En efecto, un jardín en ruinas puede ser una imagen pertinente para la actual sensibilidad medioambientalista y para la era del antropoceno. Un jardín descuidado o abandonado, abundante en las representaciones de la narrativa chilena de la segunda mitad del siglo xx, podría alterar las convenciones del gusto y del paisaje y relativizar, a su vez, las fronteras entre lo cerrado y lo abierto, lo urbano y lo rural, lo público y lo privado. En los jardines que se manifiestan como fragmentos, podemos redefinir lo humano y lo no humano, así como la relación entre el sujeto y la naturaleza. Se trata de una materialidad que no es nueva, pero que podría ser resignificada en momentos en los cuales la producción, los recursos naturales (hídricos, forestales, etc.) y los órdenes sociales y nacionales que hasta hace poco nos definían han entrado en crisis para operar de manera diferente. Es quizás ese el objetivo último de estos ensayos: imaginar un nuevo jardín cuando se tiene la impresión que todo su antiguo orden y sentido han terminado. El diseño actual de jardines en Chile ha asumido ese desafío. En nuestras latitudes, las humanidades tal vez puedan continuar el camino trazado por Gilles Clément (1943), quien forjó la noción de jardín planetario, es decir, un espacio ya no determinado totalmente por la noción de orden, sino más bien en sintonía con los movimientos del mundo2.

En este libro, estudiaremos las ficciones de jardines viejos y deteriorados que narradores chilenos describieron durante la segunda mitad del siglo xx. A pesar de una escritura experimental en la mayoría de los casos, los narradores realizan el gesto de mirar para atrás, alegorizando así sus propios momentos históricos. Junto a los lectores, quisiera yo también mirar un paisaje de antaño con la intención de repensar la articulación actual de la naturaleza con la cultura y el momento en el que los diseños, la combinación de lo autóctono y de lo foráneo, las tradiciones de composición de un jardín y la utilización de recursos naturales tienen una urgencia política y estética.

Para reflexionar sobre las dimensiones oscuras del jardín, las cuales fortalecen paradójicamente todavía más su belleza, revisaremos un corpus de narrativa chilena constituido principalmente por los autores José Donoso (1924-1996), Mauricio Wacquez (1939-2000) y Adolfo Couve (1940-1998). Los jardines que figuran en dicho corpus son decadentes espacios privados en los cuales una élite social se recreaba. Si bien se trata de jardines ficcionales, es fácil evocar con ellos a “una minoría selecta con ascendiente sobre el resto de la sociedad”3. En efecto, la ruina de los jardines descritos en el corpus narrativo indica el abandono por parte de una élite social que, según Manuel Vicuña (1970), se había constituido históricamente durante parte del siglo xix y los primeros años del siglo xx gracias a la hegemonía política, al poder económico, a una “notoriedad conquistada en el plano intelectual”4 y, finalmente, gracias al matrimonio que permitió establecer una familia extensa y transformar “a Santiago en tanto entorno material y, consecuentemente, vehículo de relaciones sociales”5. En su figuración literaria, el jardín se presenta entonces como una alegoría de la “clase dominante”6 de un periodo chileno que se definió a sí misma no solo a través de una ideología y de un modo de producción, sino también a través de una cultura, de un código y de un sistema simbólico. Ello explicaría, entre otras cosas, la “aristocratización del dinero”, gesto a través del cual se reafirma “la representación aristocrática que la oligarquía ha construido de su dominación”7. Sin embargo, el jardín abandonado que los narradores observan desde la segunda mitad del siglo xx es tan solo un vestigio de ese poder social ya desvanecido. La belle époque chilena, cuya consumación gira alrededor de la celebración del centenario, es el antecedente directo de “la crisis política del Estado oligárquico”8. La naturaleza alegórica del jardín consiste justamente en su capacidad de representar indirectamente esa desaparición o ese orden ya inexistente. Esa pérdida de vitalidad y esa incapacidad de referirse a un orden actual transforman a los jardines en espacios misteriosos, pero también significativos y dignos de atención.

Este libro también intenta develar una poética del jardín. A través de la teoría del paisaje, estableceremos una conexión entre la naturaleza visual del jardín y su descripción verbal. La relación metafórica entre lo pictórico y lo literario se forja a lo largo de los siguientes ensayos con dos principios que cruzan la totalidad del libro y que tal vez sea necesario ahora explicitar: la écfrasis y la compleja tensión existente entre paisaje y jardín.

Definida como la descripción verbal de un objeto de carácter visual, la écfrasis permite comprender el texto como una simulación. De este modo, la descripción no solo se presenta como una construcción verbal, sino que también figura como aquello que justamente no es, vale decir, una imagen visual. Las descripciones de jardines presentes en el mencionado corpus narrativo generan impresiones visuales en el receptor, permitiendo forjar una imagen muchas veces determinada por citas pictóricas y por referentes vinculados al paisaje. Tal como lo indica Luz Aurora Pimentel (1946), en la écfrasis:

el cuadro o la escultura como referentes extratextuales pasan a un primerísimo plano y son parte sustancial del significado del texto. En la écfrasis la descripción remite, por medio de la cita, al objeto plástico no sólo como referente, sino como soporte y como punto de partida de la descripción9.

El segundo principio presente en este libro es de naturaleza teórica. Las relaciones y distinciones entre las nociones de paisaje y jardín han sido complejas a lo largo del tiempo. Para algunos, el jardín sería más bien la negación del paisaje. Para otros, en cambio, los jardines son una condición básica para una cultura de paisaje. No se trata aquí de profundizar un debate de especialistas, sino más bien en pensar en cómo los jardines guardan relación con un imaginario de paisaje. Muchas veces construimos jardines al modo en que imaginamos el mundo y lo posible. El jardín sería entonces una materialización espacial que singulariza, expande o complejiza la imagen de paisaje construida por el sujeto a través de la mirada. Si bien no son sinónimos, el paisaje y el jardín podrían dar lugar a una síntesis capaz de superar binarismos y de posicionar al sujeto con el mundo.

La parte inicial del libro trata sobre aquel trasfondo del paisaje que se resiste a una representación literal. Los efectos visuales de las descripciones verbales de los jardines están en relación justamente con ese misterio: al modo de una alegoría, estos jardines pendulantes entre lo verbal y lo visual no serían otra cosa que una representación visible de una experiencia o de una idea abstracta e invisible. La segunda parte del libro, en cambio, pretende dar cuenta de una dimensión más política del jardín. El jardín es también un espacio crítico al citar y revisar otros espacios culturales. Al mismo tiempo, algunas metáforas vinculadas a la dislocación del sujeto, tales como el destierro, están contenidas en algunos de los jardines estudiados. Al figurar como una ruina, el jardín también pone en jaque la utopía para acercarse más bien a una modulación distópica. La tercera parte del libro, por último, contiene dos ensayos que iluminan la reflexión precedente. El texto escrito junto con Daniela Buksdorf nos permite acercarnos a El Mocho (1997), una obra póstuma de José Donoso aún poco estudiada, para situar al jardín en relación con otro autor chileno, Baldomero Lillo (1867-1923), y con el problema de lo social. El texto final de Sebastián Cottenie vuelve a conectar el jardín donosiano con la pintura.

Algunos capítulos de este libro fueron publicados previamente en revistas académicas. Ahora vuelven a ser presentados tras una revisión con el objetivo de volverlos más amigables al lector. El capítulo titulado “De la luz a las sombras: los jardines de José Donoso y Adolfo Couve” fue publicado originalmente en la revista Universum en el 2018. En esta ocasión, se han recogido los nuevos y valiosos aportes de Francisco Cruz y Leonidas Morales. “Muerte en el jardín: paisaje y heterotopía en José Donoso, Mauricio Wacquez y Adolfo Couve” apareció en la Revista Laboratorio en el año 2016. Esta vez, se presenta con nuevas imágenes y dialoga con algunos críticos sobre la obra de Couve, como Pablo Chiuminatto y Felipe Toro. Finalmente, “Jardines y paisajes para un (des)encuentro literario: El Mocho de José Donoso”, artículo escrito en conjunto con Daniela Buksdorf, fue publicado por la Revista Cuadernos de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana en el año 2017. Agradezco a todos los medios su generosidad al permitirme publicarlos en otro contexto con las necesarias modificaciones.

Por último, agradezco también a Daniela Buksdorf y a Sebastián Cottenie, quienes colaboraron en la escritura de este libro. Su mirada ha sido un aporte a mi experiencia como amante de los jardines y de los relatos que giran en torno a ellos.

1 Ver Baridon, Michael. Los jardines. Paisajistas, jardineros, poetas. El autor define el jardín barroco como aquel en el cual “la perspectiva se estira hasta perderse de vista, dando la impresión de que el jardín conquista todo el espacio hasta el punto de fuga colocado sobre el horizonte; y vemos, en fin, cómo las aguas amplían la gama de sus efectos añadiendo a las fuentes cascadas, grutas y canales vastos estanques conocidos como «espejos» o «parterres de agua»” (p. 488).

2 Clément, Gilles. El jardín en movimiento. p. 12.

3 Sagredo, Rafael. “Élites chilenas del siglo xix”. p. 104.

4 Vicuña, Manuel. La belle époque chilena. p. 13.

5 Ídem.

6 Moulian, Tomás. “Prólogo a la edición de 1978” en: Luis Barros y Ximena Vergara, El modo de ser aristocrático. El caso de la oligarquía chilena hacia 1900. p. 10.

7 Barros, Luis y Ximena Vergara. El modo de ser aristocrático. El caso de la oligarquía chilena hacia 1900. p. 81.

8 Moulian, op. cit. p. 9.

9 Pimentel, Luz Aurora. El espacio en la ficción. La representación del espacio en los textos narrativos. p. 113.

Ensayos sobre el patio y el jardín

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