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PRÓLOGO

Los primeros registros de plagas de insectos en la agricultura se remontan al Antiguo Testamento, cuando los enjambres de langostas eran una de las diez plagas infligidas a los egipcios por Dios, según el libro del Éxodo. El impacto que estas plagas tuvieron en las sociedades agrícolas en términos de daños a las cosechas, hambruna y pérdidas económicas está tan profundamente arraigado en la conciencia colectiva de las sociedades modernas que incluso hoy en día la visión de una nube oscura de langostas voladoras nos perturba. De hecho, los brotes de plagas de insectos siguen representando una de las mayores amenazas a la seguridad alimentaria y económica en muchas regiones del planeta.

Tratar de comprender y predecir los factores que causan estos brotes ha sido un enfoque tradicional y venerable en la ecología desde principios del siglo XX, con los trabajos pioneros de L. O. Howard y W. F. Fiske en 1911 sobre la importación de insectos parasitoides para controlar la plaga de la polilla gitana en USA. Los agricultores han estado relacionando la variación de un año a otro en las condiciones climáticas con la abundancia de las especies de insectos que dañan sus cultivos desde la misma revolución neolítica. Con el surgimiento de la agricultura, la humanidad comenzó a observar los efectos del clima en los rendimientos de los cultivos y en el desencadenamiento de plagas. Sin embargo, recién en el último siglo, con el surgimiento de la teoría evolutiva y ecológica, hemos comenzado a entender la dinámica conectada entre los ecosistemas agrarios y las poblaciones de insectos plagas.

De hecho, dos grandes innovaciones realizadas durante el siglo XX prometían solucionar el problema alimentario y la producción agrícola. Primero, el proceso de Harber-Bosch en 1913 que comenzó la producción de fertilizantes químicos para incrementar el rendimiento, y segundo, en 1939, el químico suizo Paul Hermann Müller descubrió el DDT que se comenzó a utilizar como veneno para el control de los insectos plagas. El DDT fue denominado como el insecticida “milagroso” capaz de salvar a la humanidad de la vieja amenaza de las plagas agrícolas y comenzó a aplicarse a lo largo del planeta. Sin embargo, algunos pocos entomólogos formados en la escuela teórica de la ecología evolutiva tenían sus reservas sobre el uso indiscriminado del DDT, ya que la posibilidad de evolución y resistencia al DDT, y la resurgencia de brotes secundarios causados por efectos indirectos, era probable de acuerdo a la teoría evolutiva y de dinámica de poblaciones. El tiempo les dio la razón, y sus temores se vieron justificados a lo largo de las últimas décadas.

Esta publicación aborda de manera diversa y detallada múltiples facetas del manejo de plagas y su relación con la teoría ecológica y evolutiva. A través de sus capítulos se recorren y conectan elementos de la teoría ecológica y del manejo de plagas a través de diferentes niveles de organización biológica y marcos conceptuales, desde la perspectiva organísmica hasta la ecosistémica, pasando por la dinámica de poblaciones, interacciones tróficas y comunidades. Pero, sobre todo, el libro es capaz de poner a conversar teoría y aplicaciones a través de los ejemplos en cada capítulo. Este aspecto lo convierte en una contribución muy interesante para diferentes lectores, desde estudiantes, entomólogos y ecólogos hasta tomadores de decisiones y funcionarios encargados del manejo y las normativas del control de plagas.

Hace treinta años, en 1991, Alan Andrew Berryman, ecológo, entomólogo y sobre todo dinamicista de poblaciones se preguntaba: “Why it is that applied entomologists pay so little attention to the same laws of nature that other technologists use so effectively?”. Este libro, editado por Sergio Estay, es una contribución para responder que los actuales ecólogos, entomólogos y manejadores están comenzando a aplicar la teoría ecológica y evolutiva para resolver problemas aplicados. Por lo tanto, esta publicación ilustra cómo se puede emplear la teoría ecológica y evolutiva para comprender y explicar las causas de las plagas de insectos y poder predecir cambios futuros en estos sistemas. En otras palabras, es un ejemplo de teoría ecológica aplicada, y pienso que es un aporte significativo ya que la ecología teórica es frecuentemente criticada por la falta de aplicaciones prácticas y poder predictivo.

MAURICIO LIMA ARCE

Profesor titular

Pontificia Universidad Católica de Chile

Bases ecológicas para el manejo de plagas

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