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EL CONTRALUZ: ELEMENTO ESTRUCTURAL

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Desde el punto de vista formal, la estructura de Ámbito presenta, como es sabido, una simetría casi perfecta entre los diecisiete bloques que la conforman.6 Se van sucediendo, alternativamente, bloques con un único poema (con la palabra Noche como antetítulo) y bloques de tres; pero esa lineal secuencia se ve fracturada, con toda intención, por dos secciones de número par de poemas: «El mar», con dos, y «Reloj», con cuatro. La simetría así rota aporta un significado bien elocuente: «El mar» y el «Reloj», la agitación permanente y la mudanza del tiempo, impiden el perfecto equilibrio de un orbe que ambiciona, sin conseguirlo, la serenidad, el sosiego. Excluidas esas dos secciones, «la disposición de Ámbito sería la de una simetría perfecta –como se afirmaba en un trabajo de 1989–,7 lo que hubiera producido la impresión de estabilidad, equilibrio, armonía. Pero Ámbito es (...) un libro desasosegado, de perfecciones frágiles, instantáneas (...)».

Lo que formalmente es una evidencia –la quiebra de la estabilidad–, en el plano del contenido encuentra también una correspondencia perfecta, y merece la pena detenerse en su análisis.

El contraluz, el cambio incesante entre luz y oscuridad, el día y la noche, es la fuerza poderosa que atraviesa de principio a fin estos poemas. La noche en Ámbito, flanqueada casi siempre por uno de sus dinteles crepusculares (atardecer o amanecer), ocupa el eje del libro y sirve de nódulo estructural a muchas de sus composiciones. No quiere decir esto que, en ocasiones, la noche no se erija en marco absoluto. Pero es infrecuente. Sólo en «Cerrada», «Agosto», «Mar y noche» y «Materia»8 se presenta la noche en sí misma, sin enmarcar por el filo de una luz transitoria. Lo normal –y así se vertebra la gran parte de los poemas de Ámbito– es que se capten dos momentos consecutivos, rara vez un número mayor, del curso natural del día, con fuerte contraste de luz entre ellos.

En unos casos, es la tarde derivando hacia la noche, como en «Cinemática», «Lazo» o «Íntegra».9 «Haces camino escapada / de la tarde», se le dice (vv. 33-34) en «Cinemática» al personaje femenino del poema, que no es otro que la encarnación del momento crepuscular en su caída hacia la noche. «Pasión de noche» (v. 37) le mueve, y la noche es su meta.

La noche siendo alcanzada ya por las primeras luces del amanecer es otro contraluz muy utilizado. «Riña», «Pájaro de la noche», «Mar y aurora» y «Cruzada»10 se organizan conforme a este movimiento cronográfico. «Cruzada» es un poema modélico, dentro de los del grupo, por su desarrollo. Comienza con la cerrada invasión de la noche: «¡Mira cómo / se adivinan los desvelos / de la noche!» (vv. 3-5), para acabar con explosión de júbilo al asomar la nueva claridad de la mañana: «¡Te adoro, / luz del día!» (vv. 31-32).

El amanecer disgregador de los negros retazos nocturnos sirve de dinámico apoyo a otra serie de poemas: «Voces», «Luz», «En el alba» y «Alba».11 En este último, la luz es descrita como la vencedora de la noche: «Derrota diáfana / de las sombras» (v. 11), que huyen (esas sombras) en desbandada, como un tropel oscuro de caballos: «tumulto equino ciego» (v. 12). La luz llega, por el contrario, lenta, apacible, como un rebaño de ovejas. El son de sus esquilas se transforma, sinestésicamente, en sonido de luz: «Esquilas de la luz titilan límpidas» (v. 21).

La relación de contrastes, vistos ya los casos por dualidad, se completa con aquellos en los que el movimiento de la luz admite una más sutil gradación. Esto sucede en el poema «Viaje»,12 donde la luz traza un arco completo: «mañana» (v. 1) → «mediodía» (v. 9) → tarde (= «luces últimas» [v. 35]) → «noche» (v. 37), y en el poema final, «Posesión»,13 que empieza cuando huye la tarde («de sus puertos despegados / cruzar el día se siente» [vv. 7-8]), se detiene gozosamente en el encuentro con la noche, bajo forma de gran banquete erótico (sobre el mantel, «flores y frutos de noche» [v. 19]), y concluye –último contraluz– con la irrupción del alba.

El esquema de contrastes que domina Ámbito tiene una clara función estructural. Escribe Gustavo Correa: «El movimiento de tránsito del crepúsculo a la noche, seguido por la presencia de la intensa oscuridad nocturna, y luego ésta por el tránsito de la noche al alba, cobra significación estructural en los poemas de Ámbito».14 Lo importante es que sea cual sea el punto solar del día, el paso de un momento a otro está visto casi siempre de modo conflictivo, como poderes reñidos, enfrentados entre sí. La noche luchará por imponerse a las luces crepusculares, y el amanecer por disolver la oscuridad. El círculo incesante, aunque natural y cotidiano, no deja de presentarse como una cruda contienda irrepetible. Por eso Ámbito es, como hemos dicho, un libro sin paz. El «orden pretendido» (v. 27) del que nos habla el poema «Viaje» acaba fracasando.

Se debaten en esta obra fuerzas antagónicas. Su propio estilo, suma de tensiones y distensiones –conformadas por cortantes encabalgamientos, interrogaciones y exclamaciones enfáticas, la concisión de la frase, las intercalaciones parentéticas, las agudas elisiones conceptuales–, da idea de un furor contenido. Las parejas en contraste Ausencia/Presencia, Luz/Noche, Aceptación/Rechazo, Movimiento/Quietud, exponen una visión del mundo en términos irreconciliables. Pocos poemas de Ámbito –como señaló en su día Ventura Doreste–15 escapan a esta pugna.

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