Читать книгу Edgar Allan Poe y la literatura fantástica mexicana (1859-1922) - Sergio Hernández Roura - Страница 4

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Prólogo

En 1927 apareció el libro The influence of Edgar Allan Poe in France, del doctor Célestin Pierre Cambiaire, notable ensayo que rastrea las correspondencias del escritor estadounidense con sus pares europeos, particularmente con Charles Baudelaire, “su traductor en más de un sentido”, según escribió Jorge Cuesta, el escritor mexicano con quien Poe guarda numerosas afinidades. La palabra inmediata que viene, al examinar el destino de ambos, es la de trágico. Sin embargo, ¿quién que es no es trágico? ¿Quién que verdaderamente es, al menos no roza la tragedia, la vive, la deshecha o monta en su vértigo? Poe nace en 1809 bajo el siglo de Carpricornio; Cuesta, el 21 de septiembre de 1903, determinado por Libra. En su primera juventud, ambos son atacados por el sol negro atraído por los que hacen del pensamiento razón principal de su vida. A los 25 años de edad, Poe expresa, en una carta de 1834: “En este momento me encuentro en un estado verdaderamente lamentable... He luchado en vano contra la melancolía”. Comienza entonces a beber. Por su parte, Cuesta comienza a tener, a la misma edad, dolores de cabeza en la hipófisis. Con su lucidez implacable, confesaba a su esposa: “Esto no tiene remedio, a los treinta y cinco años, te juro, voy a ser loco... he estudiado todos los tratados sobre las glándulas, y eso es una de las cosas que producen la locura”. A los 36 años de edad, Poe publica su poema mayor; a los 35, Cuesta escribe las últmas estrofas de “Canto a un Dios mineral” mientras espera a los enfermeros que habrán de trasladarlo al hospital psiquiátrico. Baudelaire fue biógrafo y hagiógrafo de su alma gemela. Su trabajo es notable no sólo por lo que humano tiene sino porque descubrió al mundo la modernidad y las aportaciones fundamentales de Poe. Por eso Cuesta, con sus contemporáneos, pudo concluir: “Sin tener presentes a Baudelaire y Poe, no se explican una tan transparente verdad de la ficción, una tan exacta inteligencia de lo imprevisto, un tan lúcido rigor del azar como en la poesía de Mallarmé y de Paul Valéry ocurren, y en que La ciencia poética ningún límite traza a su demoniaca pasión de conocer”.

Poe fue plenamente leído y asimilado en nuestro país con la llegada de la luz eléctrica. En 1880 se instalaron 40 focos alimentados por la nueva energía en la Plaza Mayor de la Ciudad de México y en la arteria que al desembocar en ella con distintos nombres era la más privilegiada de la urbe: Plateros, San Francisco, Corpus Christi. Ante la irrupción de la intrusa que amenazaba clausurar el imperio de las sombras, las presencias cambiaron de armas y estrategias. El estudio científico de las complejidades del alma humana y la amplitud del espectro sensorial permitió a nuestros grandes torturados comprender una afirmación de Poe: sus historias no imitaban modelos alemanes sino nacían de las profundidades de su corazón.

Todo lo anterior es más claro y sistemático gracias al erudito trabajo de Sergio Hernández Roura que ahora el lector tiene la fortuna de tener en sus manos. Tuve el privilegio de conocer al autor cuando en la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales llevaba a cabo su investigación doctoral sobre Edgar Allan Poe en México, defendida en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde tuve la fortuna de ser parte del jurado.

Trabajó la que inicialmente fue una magnífica tesis para convertirla en este libro que es paradigma de actitud crítica y de espíritu creador, como hubiera querido el propio Poe. Hernández Roura lleva a cabo una investigación profunda, en la cual rastrea el ingreso de Poe la sensibilidad mexicana mediante las traducciones francesas que inicialmente llegaron hasta nosotros para después aparecer publicado en español. Con gran penetración y espíritu de investigador literario y filológico, comparó las diferentes traducciones y estableció una poética que permite detectar las diferentes formas en que la imaginación de Poe, su vida y su obra, penetraron en la literatura y el pensamiento de nuestro país.

La primera virtud de este libro es que su autor reconoce la innegable trascendencia de la obra de Edgar Allan Poe. La llamada literatura de terror estuvo durante mucho tiempo confinada en los anaqueles de librerías a un ghetto reducido y casi vergonzoso. De ser considerado extravagante y marginal, Poe ha llegado hasta nosotros como uno de los arquitectos del pensamiento artístico, la lucidez y el profesionalismo literario. En pleno siglo XXI es un autor admirado y estudiado por el joven que descubre sus propios fantasmas y por el erudito que rastrea las rutas de su pensamiento. Una de sus grandes lecciones ha sido enseñarnos la veracidad de la frase de otro poeta que supo traducir la majestuosa hermosura de la muerte: la belleza no es sino el principio del terror que todavía podemos soportar.

Edgar Allan Poe no tuvo hijos, pero su genio y su fecundidad pusieron la semilla de la que surgió una dinastía de descastados: el inmenso Charles Baudelaire, quien de no haber escrito nada, hubiera pasado a la Historia como el más generoso y eficaz agente literario, príncipe de los amigos en el más ingrato y solitario de los oficios; Horacio Quiroga, poseído por la fiebre diurna que azuzó los terrores de Arthur Gordon Pym; el visionario Howard Phillips Lovecraft, vagabundo en las calles de Providence, descubriendo en cada esquina que los monstruos viven dentro de nosotros. Jorge Luis Borges, amante de los laberintos y la limpieza matemática de la prosa, nos enseñó a entrar con más cuidado en senderos de los que Poe fue pionero.

El mal no termina, y para encontrar las fuerzas que lo mueven no bastan los tecnócratas: es necesaria la fuerza y la tenacidad de un August Dupin. El detective sigue siendo –por fortuna- un hombre común, víctima de sus iluminaciones y desastres. La literatura, tal y como Poe la concibió, sigue siendo un juego de inteligencia, de pasión domada: el azar es consuelo de los mediocres. El triángulo brevedad-intensidad-efecto que resolvió con limpidez de teorema en “La filosofía de la composición” está marcado a fuego en todo aquel que desea transladar la horrible realidad a la existencia incorruptible del texto perfecto.

A siglo y medio de su partida, Edgar Allan Poe es cada vez más joven. Si vuelve a morir, será por nuestra incapacidad para seguir mirando los fulgores de su exigente diamante. Así lo demuestra este libro ejemplar y estimulante, resumen de los trabajos y los días de Sergio Hernández Roura.

Vicente Quirarte

Introducción

Hasta hace muy poco la literatura fantástica había sido un género infravalorado en México, cuando no se dudaba de su existencia.

La aparición de antologías dedicadas a esta producción ha jugado un papel importante en el cambio de perspectiva, ya que “han sido capitales para su reconocimiento e incluso para su formulación como elemento vital en la construcción de[l] canon de distintas literaturas regionales” (Morales, 2008: XVIII). Además de la rica selección que presentan, algunas de ellas incluyen textos introductorios que permiten conocer tanto lo que sus antologadores entienden por “lo fantástico”, como sus criterios de selección.

De valor indiscutible ha sido el rescate en los últimos años de la obra de escritores como Francisco Tario o Amparo Dávila, así como la revaloración de la vena fantástica de autores como Carlos Fuentes y Elena Garro; a estos esfuerzos se suma la rica y variada producción de obras literarias que se distancian de la corriente mimética como las de Gerardo Piña, Mario González Suárez, Fabio Morábito, José Luis Zárate, Alberto Chimal, Bernardo Esquinca o Ernesto Murguía, sólo por mencionar algunos.

Como se observa, la literatura fantástica vive un momento alentador del que incluso no ha podido sustraerse el ámbito académico, que ha respondido a tal seducción con interesantes estudios. Sin embargo, es importante señalar que el empuje que encontramos en lo que respecta a los estudios sobre el siglo XX se ha visto frenado cuando se intenta vislumbrar los orígenes de este género en nuestro país, debido a que el siglo XIX es una etapa en la historia de la literatura mexicana considerablemente menos estudiada y en la que aún falta mucho por investigar tan sólo en lo que respecta a obras canónicas. A esto se suma el hecho de que la aproximación a él implica la consulta de textos de difícil acceso diseminados principalmente en la prensa periódica.

Consciente de la titánica labor que subyace a la escritura de una historia de la literatura fantástica en México y de las dificultades particulares que implica una investigación sobre ese siglo, he decidido enfocar la investigación en un periodo clave, el de la asimilación de la obra de Edgar Allan Poe; un fenómeno de recepción cuyo estudio resulta esencial para entender el rumbo que adoptó lo fantástico en la segunda mitad del siglo XIX. Las creaciones de este autor representan un hito no sólo para el desarrollo de la literatura fantástica en general, sino para la literatura mexicana; su manera de entender la poesía y el cuento cambió radicalmente las concepciones de la época y fue determinante para las manifestaciones literarias posteriores.

Al partir del hecho de que el fenómeno de traducción ha sido ajeno a los estudios sobre la literatura fantástica del siglo XIX, ya que se ha tendido a narrar la historia desde una “estética de la producción y la exposición” (Jauss, 1967: 159), decidí realizar un estudio de la recepción y la influencia de lo fantástico a partir de la figura de Poe como una alternativa viable para entender su lugar en la cultura mexicana decimonónica. Considero que esta perspectiva permite dar cuenta de la adopción de un género o modo literario considerado ajeno a la sensibilidad mexicana, dentro de un proceso dinámico que se aparta de la imagen monolítica con la que se tiende a contemplar las obras del periodo y que permite tener conciencia de la complejidad del fenómeno:

La obra literaria no es un objeto inexistente para sí que ofrezca a cada observador el mismo aspecto en cualquier momento. No es ningún monumento que revele monológicamente su esencia intemporal. Es más bien como una partitura adaptada a la resonancia siempre renovada de la lectura, que redime el texto de la materia de las palabras y lo trae a la existencia actual (Jauss, 1967: 161).

El presente estudio sobre la recepción de Poe ayudará a responder un conjunto de interrogantes que sin duda pueden brindar una mayor compresión de la historia de la literatura fantástica, tales como su significado para los autores mexicanos y los motivos que los condujeron a expresarse mediante esta modalidad textual, además de esclarecer qué dicen los textos de la sociedad de su tiempo. Asimismo, explicará, por un lado, las causas del retraso de su arribo con respecto a otros países, como España o Francia y, por el otro, “su falta de originalidad”, dos constantes que algunos críticos se han encargado de señalar, pero a las que no han dado explicación.

La acotación del periodo que abarca esta investigación (1859-1922) corresponde con la aparición de la primera mención a Poe que me ha sido posible encontrar, hasta su normalización; es decir, cuando su presencia ya forma parte del bagaje cultural del lector promedio. He decidido extender el estudio hasta este año ya que no me parecía apropiado dejar a medias el proceso de transición que ocurre a principios del siglo XX, aún conectado íntimamente con el modernismo.

La búsqueda de material bibliohemerográfico, principalmente en el Fondo Reservado de la Biblioteca y la Hemeroteca Nacional de México, así como en la Biblioteca de Catalunya y en la Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas en Austin, ha permitido reunir tres clases de textos: 1) las traducciones que se hicieron de las obras de E. A. Poe; 2) los textos críticos que dan cuenta de la manera en la que fue recibida su obra; y 3) los textos de creación de carácter fantástico en los que es evidente su asimilación. Dicho material ha permitido realizar una interpretación que permita explicar el fenómeno de recepción. En él se hacen presentes tanto los lectores especializados, que dan sus opiniones en diarios y revistas de la época, como los lectores comunes, que se hacen visibles en el incremento de ediciones y son responsables de que Poe se haya convertido en un referente de uso común, incluso en ámbitos distintos al literario. También es posible observar el papel que jugó en este fenómeno el intermediario o mediador, ya fuera editor, traductor, crítico, reseñista, articulista, intérprete o librero. Y, por supuesto, se considera la reacción de los escritores mexicanos mediante un corpus de textos de carácter fantástico que permiten dar cuenta de la asimilación que tuvo en México este autor.

Antes de terminar esta introducción debo señalar las principales limitaciones de este trabajo. Primero es necesario aclarar que no pretendo agotar todas las posibilidades de lo fantástico que existían a finales del siglo XIX en México, ni tampoco llegar a generalizaciones esencialistas consistentes en definir el carácter mexicano en la literatura fantástica; esto último es algo que no me parece muy productivo en un trabajo que muestra la permeabilidad de las fronteras. Este libro ha sido el resultado de una investigación más amplia a la que remito al lector interesado en ahondar con respecto a los datos y la ampliación de argumentos (Hernández Roura, 2016).

Así, en las siguientes páginas mostraré que la asimilación de este autor fue un paso fundamental para el desarrollo en México de una rica producción fantástica.

No me queda sino expresar mi agradecimiento a David Roas, Ana Laura Zavala por su interés y guía en la realización de este proyecto; a Lilia Vieyra y Vicente Quirarte, quienes me brindaron la información de una investigación en proceso sobre Poe. A Eduardo Becerra y Víctor Martínez-Gil, quienes me brindaron consejos muy útiles para ampliar esta investigación.

Mi agradecimiento al personal de la Biblioteca y la Hemeroteca Nacionales de México, así como a la Hemeroteca Nacional Digital de México. A la Biblioteca de Catalunya, la Biblioteca Nacional de España y de la Universidad de Texas en Austin, en particular a Michael O. Hironymous, encargado de Rare Books and Manuscripts, Benson Latin American Collection.

A los miembros del GEF y en particular a mis compañeros del Colectivo Lofantastico.com, en especial a Ada Cruz y Consuelo Sella.

También a Juan Luis Bonilla, editor de este libro, por su interés y por el reto de poner al alcance de un público amplio una investigación bastante compleja.

Edgar Allan Poe y la literatura fantástica mexicana (1859-1922)

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