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El viaje astral

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Muy de madrugada nuevamente apareció «Ojitos». Esta vez ya estaba en la habitación cuando me desperté, lo cual me sorprendió, pero gratamente, y me senté en la cama. Y mientras me desperezaba frotándome los ojos lo saludé y él me respondió, diciendo mi nombre:

–¡Hola, Tanis!, ¿cómo estás?

Me asombré mucho y abrí los ojos de tal manera que me terminé de despertar. Era una voz de hombre, muy melodiosa, que inspiraba confianza, pero la sentía o escuchaba en mi cabeza. Se parecía a la de mi papá... Me dijo que no había necesidad de que me levantara de la cama sino que me volviese a acostar y me relajara.

Así lo hice, por lo que, siguiendo la voz de «Ojitos» que me guiaba, comencé a tomar unas respiraciones lentas y profundas. Me decía que inhalara, retuviera y exhalara el aire, sobre todo por la nariz, que ello me ayudaría a estar atenta y a recordar luego.

Yo no sabía de qué se trataba pero igual hacía el esfuerzo. Luego me dijo que me imaginara que estaba acostada sobre la arena en la orilla de una playa y que las olas del mar venían y me acariciaban los pies y las piernas. Y que al retirarse las olas, cualquier molestia se marcharía fuera de mí, mientras la arena cedía por el peso de mi cuerpo, hundiéndome cada vez más en el suelo. Me sentía muy bien y me lo imaginaba tal cual.

Una y otra vez las olas avanzaban hasta llegar a mi cintura, luego a la espalda, los brazos, el cuello, la cabeza, hasta sentir que el mar me llevaba y flotaba sobre él. Y realmente, al cabo de un ratito sentí que flotaba, que me sostenía en el aire al lado de «Ojitos». Recordé entonces que en muchos sueños me veía así, y que aquellos eran los sueños que más disfrutaba.

Entonces la esfera me dijo:

–Esto se llama «viaje astral», o sea que estás dejando tu cuerpo físico y me vas a acompañar con tu cuerpo astral.

Yo lo disfrutaba tanto que no me importaba cómo se llamara; lo importante era que me sentía de maravilla.

Me vi entonces atraída hacia la ventana y descendí al suelo, y, al darme la vuelta, vi mi cama y en ella mi cuerpo, por lo que me pegué un gran susto. Era como si me hubiese muerto.

«Ojitos» me dijo:

–No te espantes. La mayoría de las personas no recuerdan ni están conscientes durante la salida astral de su cuerpo, aunque todas las noches lo viven porque estos viajes astrales repiten los mismos síntomas de la muerte. Esto es, dejas de ser la persona que crees que eres para pasar a ser la que siempre has sido.

»Siempre que duermes te desdoblas, o lo que es lo mismo, te sales astralmente con tu cuerpo astral. A veces sales muy rápido y también regresas bruscamente, y eso te hace olvidar lo que soñaste.

–¿Por qué se olvida tan fácilmente? –pregunté interrumpiendo.

–Es como un tren cargado de vagones –dijo la esfera–. Cada vagón es un sueño; porque durante la noche tienes varios sueños. Si no has aprendido a detenerte en la estación (que es tu cuerpo físico), te estrellas contra ella y al final te quedan los restos de todos los vagones mezclados con la locomotora.

»También es importante que sepas que durante la salida astral puedes moverte en el plano físico o en el astral. Pero si es en el plano astral, las cosas no suelen estar en el mismo sitio que en el físico; hasta suele haber muchas cosas diferentes.

–Hace poco fuimos con mi familia en el tren de la sierra. Fue un paseo muy especial –comenté.

–Lo sé. Lo del tren lo leí en tu mente, por eso he usado ese ejemplo –dijo «Ojitos».

–¿Tú puedes leer lo que estoy pensando y lo que tengo en la cabeza? –pregunté maravillada.

–¡Claro que sí! Se llama telepatía. Es comunicarse más allá de las palabras, con los meros pensamientos, que son universales, sin la barrera de los idiomas. Más adelante te enseñaré cómo puedes desarrollarla y practicarla con tu familia en forma de juego.

–¡Qué bonito! Podré leerle la mente a mi hermana, a mis amiguitas de la escuela y también a mi gato. ¡Y al hámster!

»Pero, ¿qué es el cuerpo astral? –consulté mientras me elevaba nuevamente y sentía que salía por la ventana.

–El cuerpo astral es el cuerpo de tus emociones y deseos. Todas las personas tienen siete cuerpos, seis además del físico, pero todos ellos sutiles. Cuando duermes, ese doble tuyo de emociones viaja y vive muchas otras experiencias.

–Hace un momento dijiste que las personas nos negamos a recordar la salida astral porque dejas de ser la persona que crees que eres. ¿Qué quieres decir con eso? –pregunté, intrigada.

–Poco a poco irás descubriendo que hay muchas vidas y que tu personalidad actual es solo una parte de tu ser real. En cuanto a quién eres realmente, eso es algo que tú misma llegarás a saber muy pronto. Tienes que aprender a buscar en tu interior.

–¿Y cómo miro para adentro?

–¡Con los ojos del corazón, mi querida niña!

–Cuando estás en astral, ¿los demás te pueden ver? –consulté con curiosidad.

–¡No!, pero te pueden sentir. Solo te podrá ver aquel que esté también en el astral –sentenció la esfera.

–¿Y a dónde vamos ahora, «Ojitos»?

–Hacia una nave para que empieces a conocer lo que se te tiene preparado y termines de perder el temor.

–¡Pero yo no les he dicho nada a mis papás! Tengo que pedirles permiso –expresé preocupada.

–Ellos no extrañarán tu presencia porque tu cuerpo físico se ha quedado allí en la cama.

–¡Ah, bueno! –dije yo.

Tanis y la esfera dorada

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