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Ardiendo en sal

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Si alteras parte de mis secretos,

vences mis deseados infiernos,

arde la cuna del llanto inocente

y deshojas las margaritas

de los ajados años con estrecheces.

Si vences la ironía hermosa del verbo yaciente amado,

ese que narra lo oscuro que resucita la elegancia,

la constancia vence las penas y maldice las tragedias.

Si eres capaz de seducirme con tu alabanza sin el credo,

de los que mantienen sellado un te quiero,

sin el desconsuelo alejado de los miedos

y la versión de si para siempre te espero.

Si de repente noto tu piel inquieta sobre mi vientre,

tu mirada fija en mi interior visualizando donde me perdí,

aquel mal día que fui infeliz,

sanando mis heridas

y dejando trepar tus caricias

en mis ideas desalentadas por el amor.

Si eres capaz de viajar

recorriéndome los deseos más cautivos

con un verso en mi aliento,

desnudándome el cuerpo sin desvestirme la piel,

si eres capaz de realizar eso,

si justamente detienes tu prestancia,

para anteponer mis penurias

y alejarlas de mi sal que arde

cuando el tiempo se antoja ser cobarde.

Si obviamente desnudas tus ideas para crecer junto a mi persona

haciendo simplemente del amor una fortuna,

si realmente eres capaz de formar parte de todo esto,

si desterramos juntas la cama,

hacemos de nuestro vientre la alianza,

apresuramos las confidencias unidas

y derrochamos la densidad de las penas

en un cajón sin opción a cadenas,

si hacemos la pasión fiel compromiso,

cual ilustración quemada en la piel de la sinrazón

hasta la locura perder y encontrar la sensatez,

deseo encontrarte dentro de mi deseo,

arder por ti en los infiernos y morir en los intentos

de permanecer siempre junto a tus rasgadas vestiduras,

a tu corazón dolorido por amar plenamente los sentidos.

Si todo eso eres capaz de lograr,

entenderé que soñar es gratis

y deseo en mi incertidumbre, soñarte una vez más.

El exilio del verso

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