Читать книгу Fantasmas, Chicas Y Otros Espectros - Stephen Goldin - Страница 12

Оглавление

El límite de la ciudad estaba justamente a medio metro de la punta de las botas de Ryan. Ryan estaba allí parado, sin apuro particular por cruzar la línea. Cincuenta centímetros era todo lo que había entre él y la posible locura. Contempló la ciudad, intentando leer en su inescrutable silueta —intentando y fallando

Finalmente, sacó el comunicador de su bolsillo. La caja fría, metálica, rectangular se sentía curiosamente cómoda en su mano. Este era un símbolo de la Tierra, aquí en medio de lo alienígena de este planeta. De alguna manera, la nave —e incluso la Tierra misma — no estaba tan lejos siempre que lo sostuviera. Ryan no era un hombre excepcionalmente valiente; a pesar de toda la propaganda, los exploradores planetarios tienden a tener sus propias carencias y miedos humanos. El miedo de Ryan era la soledad.

Sin embargo, habló en un tono clamado, uniforme. Su voz se dirigía, no a ningún humano en la nave, sino a la computadora modelo JVA que la manejaba. La sociedad humana se había hecho demasiado grande, demasiado diversificada, demasiado compleja para que las mentes humanas pudieran comprender y por tanto se necesitaba de ayuda mecánica. Las computadoras se habían convertido en padre-madre-maestro de la raza humana. Java-10 era el complemento portátil al enorme cerebro que controlaba la Tierra.

“Estoy a punto de entrar en la ciudad”, dijo Ryan.

“Debo enfatizar la importancia de la precaución”, respondió Java-10. “Cinco expediciones previas se perdieron allí. Trata de mantener comunicación frecuente, si no constante. Y recuerda, si fallas, no habrá más intentos. La ciudad tendrá que ser destruida a pesar de su valor potencial”.

“Entiendo”, dijo Ryan lacónicamente. “Cambio y fuera”. Apagó su comunicador y lo devolvió a su bolsillo.

Se paró frente a la frontera y dudó. A la derecha, su nave exploradora ocupaba un puesto junto a cinco otras, preparada y lista por si surgiera la necesidad de despegue inmediato. Tras de sí, percibió el desierto, seco y mortal, con sus dunas de arena cambiando suavemente siempre que alguna brisa azarosa soplaba entre ellas. Delante de él esperaba la ciudad, definida en sus contornos, su belleza y su total condición alienígena. Las resplandecientes paredes emergían en ángulos disparatados, aparentemente producto del delirio de un arquitecto ebrio. Estructuras frágiles casi mágicas brotaban lateralmente unas de otras, a veces a cientos de metros del suelo. Otros edificios, incluso más impresionantes, parecían estar simplemente suspendidos en el aire, sin soporte visible. Ocasionalmente, un viento tocaba la ciudad y ponía a toda la obra a vibrar como un cristal cantante, así es que la ciudad parecía entonar una canción de sirena.

Los hombres habían entrado en esta ciudad, la única en un planeta por lo demás desolado, cinco veces anteriores. Ninguno de esos hombres había regresado jamás. Los detectores no habían mostrado ninguna forma de vida antes de que llegaran los hombres. Dieciséis formas de vida se registraban ahora —los dieciséis hombres que se habían desvanecido ahí dentro. Y ahora era el turno de Ryan de ser el diecisiete.

Nadie tenía idea de quién construyó la ciudad, ni cuando, ni por qué. Todo lo que se sabía es que se había tragado a dieciséis hombres, vivos pero aparentemente impotentes de escapar a pesar de los mejores armamentos que la Tierra podría proporcionar. La ciudad generó un campo de energía desconocida que se irradiaba, desde el centro de la ciudad, hacia afuera con forma esférica hasta una cierta distancia y no más allá. Algunos de los hombres que habían entrado al campo habían mantenido comunicación por radio con sus naves por algún tiempo; pero la información recibida había sido casi inútil, porque los hombres se habían deslizado hacia estados más y más profundos que sólo podían denominarse delirio, perdiendo eventualmente por completo el contacto con la realidad e interrumpiendo la comunicación.

La curiosidad de la Tierra y la necesidad de la tecnología que esta ciudad representaba, era poderosa. Debido a ello, dieciséis hombres habían ingresado a la ciudad y se habían vuelto locos.

Quizá, habría un número diecisiete.

Espirando ruidosamente, Ryan cruzó la frontera.

***

No pasó nada. Ryan se paró allí expectante, los músculos tensos y la mandíbula apretada, pero no había diferencias entre sus sensaciones actuales y sus sensaciones de hacía un momento. Sacó una vez más su comunicador del bolsillo, apreciando el alivio de tenerlo. “Acabo de cruzar la frontera hacia la ciudad. Hasta ahora, no siento ningún efecto”.

“Bien”, contestó la nave. “Procede hacia el centro de la ciudad. Avanza lentamente y no te arriesgue”.

“Entendido”, dijo Ryan y apagó de nuevo.

Los edificios más cercanos aún estaban a más de cien metros de distancia. Ryan se acercó a ellos con gran prudencia. Todos los sentidos estaban tensos, buscando alguna señal de peligro, aunque fuese débil. Nada se movía y los únicos sonidos eran los susurros del viento. La ciudad no olía a nada en lo absoluto, lo que era más notorio que un hedor. Ryan tenía la vaga impresión de estar entrando en un castillo de cristal, pero ese pensamiento se desvaneció rápidamente.

Llegó al primer edificio y estiró una mano titubeante para tocarlo. Era liso y duro como el vidrio, aun así opaco; no se sintió ni frío ni caliente en sus indagadores dedos, pero sí hizo hormiguear a las yemas de sus dedos. Retiró su mano. En los lugares en que sus dedos lo habían tocado, había marcas pequeñas, oscuras sobre la superficie por lo demás lechosa. Las manchas desaparecieron mientras miraba, hasta que toda la pared era uniforme de nuevo.

No había aberturas ni roturas en ninguna parte de la pared. Ryan camino al lado de la misma, en paralelo sin tocarla otra vez. Buscó una entrada o abertura de algún tipo, por la cual poder entrar al edificio. La pared parecía lisa, dura y continua sin entrada aparente. Aun así, de repente la pared resplandeció y dejó de existir, dejando un espacioso portal que Ryan podía utilizar. Saltó hacia atrás, sorprendido, luego sacó su comunicador y describió los últimos acontecimientos a la nave en órbita sobre él.

“¿Ha pasado algo más que sea potencialmente peligroso?”, fue la respuesta.

“Aún no. Aún no parece haber ningún signo de vida, más que la aparición de esta puerta”,

“Entonces debes asumir el riego de ir y explorar”, dijo fríamente el Java-10.

Claro, pensó Ryan, ¿qué te importa a ti? No es tu pellejo. “Entendido”.

Tenía una linterna consigo, pero un vistazo hacia adentro le mostró que no tendría que usarla. El interior del edificio estaba iluminado claramente, la luminosidad parecía difundir de las paredes. Al entrar, Ryan miró sorprendido a su alrededor.

El edificio estaba completamente libre de muebles. El único detalle dentro del mismo era una amplia escalera de caracol que ascendía junto con las paredes cilíndricas, y ascendía, y ascendía, y ascendía. El explorador inclinó su cuello hacia atrás para seguir el curso de la escalera, pero parecía continuar hasta el infinito. Cada veinticinco escalones, había un amplio descanso con una pequeña ventana en la pared para asomarse hacia la ciudad. Una barandilla de plástico transparente corría a lo largo del borde interior de la escalera.

Ryan avanzó lentamente, aún alerta por cualquier cosa que pudiera pasar. El eco que producían sus botas a medida que raspaban el duro piso de piedra, era casi ensordecedor en comparación con el silencio total que arropaba al resto de la ciudad. Llegó al inicio de la escalera y colocó su mano sobre la barandilla. El plástico se sintió fresco y extrañamente reconfortante, como si se hubiera encontrado con un viejo amigo entre esta extrañeza. Comenzó a subir la escalera con precaución, un pie delante del otro, con su mano firme en la baranda. Sus ojos exploraban de lado a lado, buscando cualquier peligro concebible. Pero no apareció ninguno. Entonces la impaciencia lo atenazo y comenzó a subir por la escalera corriendo.

Finalmente, se detuvo para recuperar el aliento, en el cuarto descanso. Estaba ahora a quizá a dieciséis metros del nivel del suelo. La entrada aún estaba allí, esperando pacientemente por su retorno, pero se veía mucho más pequeña desde esa altura. Caminó hasta la ventana, se asomó hacia afuera y miró

Nueva York a medio día, aceras llenas de hombres de negocios en su camino a almorzar, compradores en el tránsito entre tiendas con paquetes en sus brazos

Parpadeó y volvió a mirar. Sólo estaba la ciudad alienígena, reposando de cuclillas y silenciosa, esperando, siempre esperando. Silencio. Ningún movimiento, ningún sonido, ninguna sombra.

Con manos inquietas, Ryan prácticamente arrancó el comunicador de su bolsillo. Dejó que sus dedos temblorosos acariciaran su forma rectangular por un momento, luego realizó otra llamada a la nave. “Este es Ryan llamando a Java-10. Acabo de experimentar una alucinación”. Continuó describiendo brevemente lo que había aparecido ante él por sólo un segundo al mirar por la ventana.

“Interesante”, analizó la computadora. “Esto se correlaciona con los informes de otras alucinaciones observadas por tus predecesores. Lo que sea que les haya ocurrido a ellos, está comenzando a ocurrirte a ti. Debes tener doble precaución de ahora en adelante”.

Ryan se sentó en un escalón para recuperar la compostura. Deseó que le hubieran permitido a su compañero, Bill Tremain, acompañarlo en su misión. Bill y él habían sido un equipo siempre desde la escuela de entrenamiento. Juntos, habían explorado más de treinta mundos, enfrentando lo desconocido uno junto al otro. Sabía que no estaría sintiéndose tan solo ahora, si Bill estuviese aquí con él. Pero la computadora no quería arriesgar más personal que el absolutamente necesario. Además, todas las exploraciones anteriores habían sido realizadas por equipos de dos o más personas y todos habían fallado; quizá un único hombre tendría mejor oportunidad.

Ryan captó un movimiento con el rabillo del ojo. Giró rápidamente para ver lo que parecía una figura humana que corría hacia debajo de la escalera donde estaba y que desaparecía. Una figura con cara rojiza. La figura de Bill Tremain. Y eso era evidentemente ridículo, porque Bill Tremain estaba a bordo de la nave.

Sin embargo, Ryan bajó de nuevo la escalera, lentamente, para investigar. Por supuesto, no había nadie ahí; la pared debajo de la escalera era lisa y dura, sin ningún lugar para esconder persona alguna que hubiese corrido hasta ella. No, el edificio está desierto excepto por mí. El silencio lo atestiguaba.

“¿Buscas algo, Jeff?”. Se oyó una voz desde arriba.

***

El hombre parado en el tercer descanso no era el compañero de Ryan. En su lugar, era Richard Bael, un antiguo conocido de los días de la Academia. “Oh, no te preocupes”, sonrió Bael. “Soy bastante real”.

Eso tenía sentido. Bael había sido uno de los primeros dieciséis en entrar a la ciudad. “¿Cómo llegaste ahí?”. Balbuceo Ryan.

“Oh”, se encogió de hombros Bel, “hay maneras”. Comenzó a bajar suavemente por la escalera. “Aprenderás luego de una semana o dos”.

“No tengo planeado quedarme tanto tiempo”, respondió Ryan a la defensiva. Trató de buscar lentamente el comunicador en su bolsillo, pero Bael detectó su movimiento.

“Oh, ¿vas a llamar a tu nave? ¿Puedo decirles unas palabras?”.

“Les encantaría saber de ti”, dijo Ryan. “¿Qué le pasó a tu unidad de comunicación?”.

“Debo haberlo puesto en algún lugar y luego lo olvidé”, dijo Bael agitando su mano. “No pensé realmente que fuera tan importante”. Llegó hasta al lado de Ryan y le extendió la mano. Ryan le dio el comunicador.

“Hola allá arriba, este es Richard Bael llamando. ¿Pueden oírme?”.

“Sí”, respondió la voz sin emociones de Java-10.

“Tengo un informe atrasado que hacer en relación con mi exploración de esta ciudad. Imagino que están grabando todo, listos para captar cada palabra del mismo”.

“Correcto”.

“Bien, entonces aquí va: Váyanse al diablo”. Apagó el equipo y se lo devolvió a Ryan. “Siempre quise hacer eso, pero nunca antes tuve las agallas”, sonrió de buen humor.

Ryan le arrebató el comunicador de las manos, ligeramente horrorizado por la acción de Bael. “Este es Ryan llamando a Java-10. Me escuchan?”.

“Afirmativo. ¿Bael está realmente ahí contigo?”. Esta pregunta era llana más que incrédula.

“Parece estar”.

“Realmente soy Peter Pan”, comentó Bael juguetón.

“¡Cállate!”, gritó Ryan.

“No hay necesidad de ser tan delicado, Jeff. Sólo trataba de ayudar”.

“Pregúntale porque no deja la ciudad”, insistió Java-10.

“Oh, no contestes, Jeff. Estoy cansado de jugar los juegos endiosados de esa computadora”. Comenzó a moverse hacia la entrada. “Guarda ese estúpido equipo. El día está muy agradable para desperdiciarlo hablándole a una caja”.

Ryan dudó.

“Mira, viniste a explorar la ciudad, ¿no es así?”. Continuó Bael. “Bueno, yo estoy listo para darte un tour guiado. ¿Qué esperas —una invitación impresa? Okey, ten una”.

Sacó una pequeña tarjeta de su bolsillo y la lanzó a los pies de Ryan. Ryan se agachó y la recogió. Impreso en ella , en letras doradas, estaban las palabras: EL SR. RICHARD BAEL GENTILMENTE SOLICITA LA PRESENCIA DEL SR. JEFFREY RYAN PARA UN TOUR GUIADO PERSONAL POR LA CIUDAD.

¿Es suficiente para ti?”. Preguntó Bael informal.

Ryan guardó la tarjeta cuidadosamente en su estuche de muestras para posterior análisis. “Está bien Bael, hagámoslo a tu manera”. Guardó de nuevo el comunicador en su bolsillo. “Guíame”.

Con floritura, Bael salió por la puerta, con Ryan dos pasos atrás de él. Luego de que Ryan la atravesó, la apertura se desvaneció y la pared era sólida una vez más. Se negó a preocuparse por un detalle menor como ese. No dudaba que la ciudad tendría pronto mayores sorpresas reservadas para él.

Y tenía mucha razón.

***

Los dos hombres caminaron por la ciudad, Bael a un paso relajado y Ryan irritado, con impaciencia de tener que ir al exasperante lento paso del otro. No había verdaderas carreteras que seguir, ya que la ciudad no parecía haber sido establecida con ningún patrón discernible y no había tramos largos de espacio abierto, suficientemente anchos para ningún tipo de vehículo. Edificios de todas las formas, tamaños y colores surgían por todas partes; un cilindro aquí, un cono allá, una semiesfera más allá...había incluso un par que cambiaban de forma mientras Ryan los miraba.

“¿Quién construyó la ciudad?”, preguntó a Bael. “¿Por qué lo hicieron?”. “¿A dónde fueron?”.

“Es un lugar agradable, ¿no es así?”. Bael ignoró las preguntas e hizo gestos mostrando la ciudad a su alrededor.

“Eso no es una respuesta”.

“Claro que no. No tengo una. Las preguntas no son importantes aquí, por tanto las respuestas son irrelevantes".

“Por supuesto que no lo son. Debo saber —”

“Corrección: Java-10 tiene que saberlo. No tienes que hacer nada sino disfrutar”. Cloqueó Bael compasivamente. “Pobre tonto bastardo, te han lavado tanto el cerebro que ni siquiera reconoces la libertad cuando te besa en la cara. “Sentémonos y hablemos por un momento”.

Dos sillones confortables aparecieron detrás de ellos. Bael tomó uno y le hizo señas a Ryan para que tomara el otro. El explorador lo probó tímidamente antes de apoyar todo su peso en él. “¿De qué quieres hablar?”, preguntó después de que se había acomodado.

“Comencemos con el porqué estás aquí”.

“La misma razón que tú: para averiguar sobre la ciudad”.

“¿Por qué?”.

“La tecnología mayormente. Quien quiera que haya construido un lugar como este, debe estar tan adelantado respecto a nosotros que podemos aprender algo con sólo examinar sus artefactos. Tenemos que enterarnos —”

¿Tenemos?”. Interrumpió Bael. “¿Realmente te incluyes a ti mismo en eso?

La interrupción le hizo perder a Ryan el hilo de pensamiento y sólo pudo pestañear sin comprender.

“Sé honesto. ¿Estuviste tú, personalmente, alguna vez tan curioso sobre lo que hay en esta ciudad como para arriesgar perder tu sanidad mental al bajar aquí?”. Los ojos de Bael estaban radiantes de vida mientras apoyaba con entusiasmo su punto de vista. “Te ofreciste de voluntario para esta misión o lo ordenó Java-10? Ah, se dio cuenta como se puso inquieto. ¿Esta no fue tu idea, o sí?

“Eso no tiene nada que ver —”

“Tiene todo que ver. Jeff, tú eres una marioneta, un esclavo de esa nave de allá arriba. Has bien tu trabajo, efectúa bien la misión y recibirás una palmada en la espalda, una recomendación, quizá hasta una medalla. “¿Eso es todo el valor que tu vida tiene para ti?”.

“Tengo una responsabilidad con el Cuerpo, con la Tierra”.

“¿Que se vayan al diablo! ¿Y qué hay de tu responsabilidad con el viejo buen número uno? ¿Qué tal aprender a cómo divertirte?”.

“La Tierra me necesita —”

“Seguro, tanto como el Presidente Ferguson necesita otro orificio en su trasero”. Bael miró a su alrededor. “Oye, amigos, venga a unirse a la fiesta”.

Quince hombres más se pasearon por el espacio abierto en el que Ryan y Bael estaban sentados. Vinieron de todas direcciones y su andar era tan relajado como había sido el de Bael. Eran el resto de exploradores que habían venido a la ciudad en las expediciones previas. Ryan conocía a la mayoría de ellos, si no personalmente, al menos por su reputación. Antes de venir a la ciudad, habían sido hombres rudos, experimentados. Ahora parecían amables, relajados y bien satisfechos. Todos ellos saludaron a Bael y sonrieron cálidamente a Ryan.

“Sin duda”, dijo Bael, “quieres sacar tu comunicador e informar a Java-10 la buena noticia de que todos estamos vivos y bien, y reunidos todos en un mismo lugar”.

De hecho, eso era exactamente lo que Ryan quería hacer. A pesar de la expresión amistosa en las caras de los hombres, sentía una aguda incomodidad de estar rodeado por dieciséis desertores. Ahora mismo, quería más que nada, sostener esa fría caja metálica en sus manos, que le diera la cálida seguridad de que había alguien allá arriba que se interesaba por su bienestar. Pero esta conversación parecía estarse convirtiendo en un duelo entre Bael y él mismo y se rehusaba a darle a su adversario la satisfacción de estar en lo correcto. Entonces dijo en su lugar, “Puedo informar más tarde”.

“¡Buen chico!”. Sonrió Bael. “Ya estás aprendiendo. En un par de días, serás tan libre como cualquiera de nosotros.

Ryan tenía el incómodo sentimiento de haber caído en la trampa del otro. “Pero no tengo un par de días”, respondió rencoroso. “Si no me voy de aquí para mañana a medio día, seré considerado perdido, al igual que ustedes. Y si lo soy, Java-10 bombardeará esta ciudad hasta partículas subatómicas”.

Los otros hombres dejaron de sonreír. Todos menos Bael, cuyo buen humor parecía inquebrantable. “No creo”, dijo tranquilamente, “que la ciudad vaya a permitir que eso suceda”.

Era el turno de Ryan de quedarse en silencio por un momento. “Hablas como que si fuera un ser vivo”.

“No tengo ni la mínima idea si lo es o no. Pero después de que has estado aquí por algún tiempo, comienzas a preguntártelo. Ciertamente sabe lo que está en nuestras mentes. Actúa sobre nuestros pensamientos y moldea nuestros sueños. Nos ama, Jeff y no dejará que nada nos lastime”.

Un escalofrío recorrió la espalda de Ryan. Bael lo decía en serio, como sólo un demente podría hacerlo. Tragó grueso y dijo, “Sin embargo, a mí no me gustaría estar aquí para probar su amor cuando empiecen a caer las bombas”.

“Eres libre de irte cuando quieras”, señaló Bael. “Nadie te detendrá”.

Ryan se dio cuenta con sorpresa que Bael tenía razón. Él estaba seguro de que encontraría una fuerza diabólica acechando en algún lugar de la ciudad, que trataría de retenerlo allí en contra de su voluntad. En cambio, todo lo que había encontrado hasta ahora era una maravillosa tecnología y dieciséis lunáticos amigables. Él no había sucumbido —aún— a la demencia de los otros y no sentía ninguna compulsión extraña de evitar esta partida. Era libre de irse en cualquier momento.

“Por supuesto”, dijo Tashiro Surakami, uno de los otros exploradores a quien Ryan conocía vagamente, “Java-10, podría no estar del todo contenta contigo si lo hicieras”.

Esa era la trampa. Si se iba ahora, no tendría nada significativo que informar. Lo enviaron para descubrir por qué estos hombres no habían regresado a sus naves. Hasta ahora, excepto por algunas generalizaciones hedonistas pronunciadas por Bael, aún no tenía una pista de la razón. Si dejaba la ciudad ahora y regresaba a la nave, podría muy bien nunca regresar.

“Aún tengo que hacer mi trabajo”, insistió Ryan obstinadamente. “No voy a rendirme a la mitad. Tengo que descubrir por qué...” Y se detuvo.

“¿Por qué enloquecimos?”. Terminó Bael por él. “Desde nuestro lado de la cancha, es por qué nos sanamos. La respuesta está a tu alrededor, si sólo te detienes a buscarla. Los otros chicos y yo probablemente te estamos distrayendo. Quizá ayudará si te quedas solo un rato. Amigos, dejemos a Jeff aquí por un momento. Recuerda Jeff, si quieres hablar con alguien, sólo grita. Alguien te escuchará.

Bael y los demás comenzaron a alejarse como si nada, hablando y riendo entre ellos. Era como si de repente Ryan hubiera dejado de existir para ellos. En un minuto, todos se habían ido. Regresó una vez más el sofocante silencio, dejando a Ryan sentado en el medio de una ciudad aparentemente desierta.

El explorador buscó rápidamente su comunicador y escupió rápidamente un informe desesperado a la nave de arriba. Esperaba consejo, pero la nave sólo confirmó secamente la recepción del mensaje, le dijo que se mantuviera cauteloso y apagó.

No fue sino hasta que se paró de nuevo que vio a la chica.

***

La miró fijamente por un largo momento, incapaz de decir nada.

La chica no tenía la misma dificultad. “Hola, Jeff”, le dijo en tono suave. “¿Te acuerdas de mí?”.

¿Recordarla? ¿Cómo podía olvidar a Dorothy, la primera chica con la que se había acostado? Dorothy, con sus pequeños pero femeninos senos, su risa de campana, su cálido deseo de complacer...

“No existes”, afirmó llanamente Ryan. “Tú no eres real”.

Dorothy ladeo su cabeza de esa forma graciosa en que siempre lo había hecho, siempre que él decía algo que ella no entendía. “¿No lo estoy?”.

“No estoy de humor para jugar juegos de preguntas y respuestas. Primero Bael, ahora tú. Lo que quiera que seas, no eres Dorothy. Ella está a cientos de pársec de distancia, ella está casada y tiene tres niños. Tú no eres más que un fraude. Vete”.

Dorothy sólo miraba fijamente a sus pies y no se movió. “Ya no me amas”.

“Mira”, dijo Ryan, “admito que eres un engaño inteligente. Es sólo que sé que no eres real. No es tu culpa...lo intentaste.

“¿No soy real?”. Dorothy miró hacia arriba, sus ojos enrojecido y llorosos, su voz vacilante. “¿Puedes verme y escucharme, o no? Si te acercaras un poco más, podrías oler mi perfume. Si estiraras la mano, me tocarías. Si me mordieras, me saborearías. ¿Qué tanto más real podría ser?”. Su ruego rayaba en la histeria.

Ryan dudó. Ella debe ser una alucinación. No había duda de ello. El bien entrenado oficial dentro de él deseaba buscar el comunicador en su bolsillo. Pero el hombre en él dijo que no. Una tercera parte de su mente seguía repitiendo, “Eres un tonto”. ¿Pero cuál parte era la tonta? No podía amar bien a un producto de su imaginación que de alguna manera se había materializado delante de él. Esta Dorothy era fría, irreal, una sombra producto de la ciudad misterio.

Y de repente ella estaba en sus brazos, se sentía muy real, muy viva. Su rostro se elevó, buscando el de él. Sus pequeños senos se pegaron a él, su cadera se presionaba contra la de él con pequeñas ondulaciones que eran claramente sexuales. Ryan trató de resistirse, trató de decirse a sí mismo que esto no estaba pasando. Él tenía su selección de mentiras, pero la Dorothy en sus brazos era de alguna forma la más convincente. La mano izquierda de ella acarició el cabello del lado derecho de la cabeza de él. La mano derecha de ella tocó ansiosamente los botones de cuello de la túnica de él. Su boca presionada contra la de él, abierta y su pequeña lengua afuera, firme, recorría el borde de los dientes de él.

Ya no había, no podía haber ninguna duda. ¡Al diablo con su lógica ! Esto era real. Esto no era un delirio de su mente, sino el artículo genuino en carne y hueso. Nadó en un mar de sensaciones. Los dos cayeron al suelo, que de alguna manera pareció hacerse gomoso y elástico. Pero su mente no tuvo la oportunidad de permanecer en estos asuntos, porque su cuerpo se rehusaba a permitírselo. La razón se marchitó ante la pasión, como ha hecho siempre por los siglos.

Tan absorto estaba, de hecho, que ni siquiera notó el insistente zumbido de su comunicador.

***

Más tarde, Dorothy volvió a ponerse de pie. “Me tengo que ir”, dijo ella.

“¿Tienes que irte?”.-

Ella asintió. “Pero regresaré en cualquier momento que me necesites. Sólo llámame. Yo sabré”. Y se fue.

Ryan estaba ahí acostado boca arriba, mirando fijamente hacia el cielo. Era mucho más tenue de lo que había sido antes y no lastimaba tanto sus ojos. Debía ser finales de la tarde. En pocos minutos, se levantaría y continuaría su inspección, pero en este momento estaba demasiado saciado para moverse. Incluso parpadear parecía un esfuerzo gigantesco...

“¿Divirtiéndote?”, le preguntó una vos familiar.

Ryan giró su cabeza bruscamente para ver a Bael parado a unos pocos metros, sonriéndole. Un arrebato de culpa, vergüenza y de indignante rabia lo puso de pie. “¿Qué haces, me estás espiando?”.

“No”, dijo Bael, y se amplió su sonrisa. “Sólo pasaba por aquí y pensé en visitar. Además, yo podría hacerte la misma pregunta, excepto que conozco la respuesta”.

Ryan no estaba seguro qué lo enfurecía más — si la fluidez de Bael o su propia incapacidad de lidiar con este desertor. Antes de que pudiera pensar en algo, Bael continuó, “Supongo que fue sexo”.

La expresión de Ryan lo traicionó. “Me imaginé que lo sería”, asintió sabiamente Bael. “Eso parece ser lo que la mayoría de nosotros, solitarios exploradores tipo héroe, necesitamos más. Es la única cosa que la computadora de la nave no puede darnos. La ciudad sabe, Jeff. No importa que tan fuertemente trates de esconder algo en tu mente, la ciudad sabe”.

“Tú crees que está viva”. No era una pregunta.

“No lo sé. Eso depende de a qué llamas vivo. Si tú quieres decir viva y respirando, lo dudo. Si quieres decir consciente e informada de lo que ocurre, sí , definitivamente”.

“Pero como —”

“¿Debes seguir haciendo esas preguntas infernales?”. Sólo por un momento la máscara de Bael se rompió y le ofreció a Ryan un muy breve vistazo a la inseguridad bajo la superficie. Luego regresó la suavidad y Bael era el mismo casual y despreocupado de antes. “Sólo acepta esto por lo que es, Jeff. Esta ciudad puede cumplir tus sueños. Quiere ayudarte. No sé cómo lo hace; no me importa. Sus constructores la hicieron de esta forma, esos es suficiente para mí”.

“¿Y dónde están ellos ahora? Los constructores. ¿Qué les pasó?”.

Trataba de ver si podía quebrar la compostura de Bael de nuevo, pero esta vez falló. “No lo sé. Probablemente se fueron a hacer cosas mayores y mejores. En cierta forma es una pena, porque realmente me gustaría agradecerles”.

“¿Agradecerles por qué?”. Preguntó Ryan cínicamente. “¿Por convertirte en un vegetal? Sólo estás por ahí y dejas que la ciudad haga todo por ti, ¿no es así? Te olvidaste de ser un hombre y comenzaste a convertirte en un vividor —”

“¿Eres tú más hombre, Jeff?”. Replicó Bael, y cualquiera fuese la presión bajo la que estaba, se acercaba más a la superficie. “¿Quién es el marioneta aquí? ¿Quién brinca cada vez que Java-10 mueve los hilos? ¿Quién no puede aguantar estar lejos de su unidad de comunicador por más de un par de segundos? ¿Cuál de nosotros está en esta ciudad porque está bajo órdenes y cuál de nosotros va adonde quiere?”.

“Solías ser un buen oficial, Bael”, dijo Ryan en voz baja. Por un momento, al menos, sus papeles se invirtieron —Bael estaba en el borde y Ryan era quien desconcertaba.

“Seguro, solía serlo”, logró decir Bael. “Seguía órdenes y arriesgaba mi vida por la vieja querida Tierra, Y qué me daba ella? Un puñado de medallas, un pequeño bono en mi sobre de pago en Navidad, un fondo de pensiones que se iba acumulando rápidamente. Todo careció de sentido después de un tiempo, Jeff. Pero no aquí. La ciudad me quiere, me necesita. Fue construida para servir a las personas, para darles lo que necesitan. Sólo quiere ayudar. ¿Es eso tan terrible?”.

“Sí lo es —si logra hacer lo que te hizo a ti”.

Bael luchaba por recuperar su autocontrol. “No luches contra ello, Jeff. Es sólo una advertencia amistosa. La ciudad puede protegerse de ti, fácilmente. Puede concederte tus sueños, claro; pero las pesadillas también son sueños. No creas que puedes luchar contra todas tus pesadillas de una vez”. Bael se dio la vuelta y se marchó.

Ryan se puso de pie y lo miró marcharse. Incluso después de que el desertor había desaparecido tras unos edificios, Ryan permanecía de pie, inmóvil. ¡Estaba Bael sólo amenazando o podía la ciudad dragar también las pesadillas así como los sueños? Se inclinaba a creer esto último. De nuevo, pensó en lo real que había sido Dorothy y se estremeció. No había tenido pesadillas en un largo tiempo, pero aun así...aun así.

Sacó el comunicador de su bolsillo e hizo otra llamada a Java-10. “¿Por qué no contestaste la última llamada?”, fue la respuesta inmediata de la nave.

Vagamente, Ryan recordó el zumbido que había emitido la unidad durante su interludio con Dorothy. “Lo...lo siento”, tartamudeo. Luego, como un niño con sentimiento de culpa enfrentando a un padre que sabe, se encontró a sí mismo dando detalles sobre todo lo que había ocurrido desde la última vez que habló con la nave.

Java-10 escuchó desapasionadamente todas sus revelaciones. Fuiste negligente en tus labores durante ese devaneo”, lo amonestó cuando él había terminado.

“Lo sé. No dejare que vuelva a pasar”.

“Muy bien. Pero eso no excusa el que haya pasado la primera vez”. Luego la máquina cambió completamente a otro asunto. “Comienza a aparecer una imagen coherente de los trabajos de esta ciudad. Pareciera haber algún poder o poderes automáticos que operan detrás de la escena y son conscientes de lo que ocurre. Es razonable asumir que este poder controlador posee algún tipo de habilidades telepáticas, que le permite descubrir tus deseos y proyectar ilusiones a tu mente”.

“Debe haber algo más, algo adicional. Ese sillón en el que me senté era real. Soportaba mi peso. La chica también fue real. Esas definitivamente no fueron ilusiones.

La Java-10 dudó. Entonces, “También podría ser apropiado postular un sistema de transformación de materia-energía, de tal forma que el poder que opera la ciudad puede ser capaz de crear materia en la forma que lo desee. Todas estas conclusiones tentativas presuponen una increíble cantidad de sofisticación técnica de parte de los constructores de la ciudad. Parece imperativo ahora que descubramos los secretos de la ciudad.

“Debe haber un área central de control, algún lugar en el que residen las funciones cerebrales superiores de la ciudad. Debes buscar esta área e incapacitarla sin destruirla, de tal manera que pueda ser estudiada de forma segura”.

“¿Pero cómo puedo hacer eso?”. Protestó Ryan.

“La información es insuficiente en este momento para contestar a tal pregunta”, respondió Java-10. “Primero debes aprender más sobre este sistema”.

“Puede ser peligroso”. Ryan repitió la amenaza de Bael sobre las pesadillas. “¿No podrías mandar unos hombres más para acá abajo a ayudarme?”.

La respuesta fue inmediata y cruel en su brusquedad. “No. Si un hombre no puede hacer esto, entonces las probabilidades están en contra de que un grupo sea capaz de hacerlo. Si la ciudad te vence, vencerá a cualquier otro que pudiéramos mandar. No podemos arriesgar más vidas. Si fallas, la ciudad debe ser destruida, sin importar su valor”. Y, sin tan si quiera desearle buena suerte, Java-10 apagó.

***

Era final de la tarde. La estrella roja que hacía de sol para este mundo se estaba poniendo, convirtiéndose en una bola manchada de rojo a medida que se acercaba al horizonte. Su color cambió la coloración de toda la ciudad y los edificios reflejaron los macabros tonos con un sentido de inquietante deleite mezclado con aprensión. La siempre presente brisa ahora helaba un poco y Ryan, de pie al aire libre, se estremeció involuntariamente.

No había comido nada desde el desayuno y estaba sintiéndose bastante hambriento luego de la actividad inusual del día. Buscó una ración en su bolso de sobrevivencia

y notó, hacia un lado, una gran mesa aparentemente dispuesta para el banquete de un hombre rico. La mezcla de olores agradables de jamón horneado, pollo frito, langosta hervida y bistec asado, asaltaron sus fosas nasales. Más allá de estas entradas, podía ver pilas de puré de papas amarillas con mantequilla, y guisantes, y

“¡No!”, dijo en voz alta. “No, no me vas a hacer esto a mí de nuevo. Me hiciste caer una vez, pero ya no me vas a engañar más”. Comenzó a alejarse de la mesa.

La mesa, sobre ruedas, lo seguía.

“No esta vez”, confirmó él. Agarró una lata de ración sin abrir y la agitó al aire. “Esta vez, tengo mi propia comida. Puede no ser tan apetitosa como la tuya, pero al menos no tiene compromisos asociados”.

Ryan haló de la arandela para abrir la lata. Caminando dentro, sobre la carne, había varios insectos negros, grandes y desagradables. Instintivamente, lanzó la lata alejándola de sí. La mesa cargada de comida se acercó aún más.

“Está bien”, dijo Ryan testarudo, “pasaré hambre por unas horas más. No voy a rendirme ante ti tan fácilmente. Que Bael y los otros sean tus esclavos, pero no cuentes conmigo”. Ese discurso lo hizo sentirse muy orgulloso de su propia integridad. Desafortunadamente, no sirvió para aplacar los gruñidos de su estómago.

Encuentra el cerebro central de la ciudad, le había dicho Java-10. Más fácil de decir que de hacer. ¿Dónde buscaría? El centro geográfico podría ser el punto lógico, pero cómo ¿cómo lo encontraría? No tenía idea de dónde estaba en este momento e incluso si la tuviera, no tenía direcciones. No podía haber referencias en una ciudad que cambiaba constantemente, en la que los edificios cambiaban su forma y su color de minuto a minuto.

Decidiendo, luego de un rato, que cualquier dirección era tan buena como otra, Ryan comenzó a caminar. La mesa con el banquete lo seguía como un ansioso cachorrito. Él la ignoraba y concentraba su mirada directo al frente.

Cuando el crepúsculo se convirtió en oscuridad, se encendieron las luces de la ciudad. No las regulares luces blancas, estériles de una metrópoli terrestre, sino una fantasmagoría de claridad y color, como si la ciudad se hubiese convertido en una gran exhibición de fuegos artificiales. Luces de todos los tonos titilaban y brillaban en mezclas de patrones regulares y azarosos. Remolinos y combinaciones hipnóticas subían por el lado de un edificio y bajaban por otro, en un repertorio interminable. No había esquinas donde la oscuridad pudiese esconderse y por eso se fue, dejando a la ciudad tan clara como de día.

Ryan ignoró las luces y siguió caminando.

Eventualmente, la mesa tras él se dio por vencida y desapareció. Uno de los primeros exploradores surgió de un edificio con una botella en la mano. Cuando vio a Ryan, lo saludó con la mano de forma agradable y natural y lo invitó a unírsele.

Ryan le pasó por el lado.

“¡Jeffrey!”.

No pudo evitar voltear ante tal grito. Allí, en la entrada de uno de los edificios estaba su madre, quien había muerto hacía cuatro años. Tenía el cabello largo, como había estado de moda cuando Ryan tenía tres años, pero su rostro era el de su vejez. Ella estiró su mano hacia él. “Ven conmigo, hijo”, suplicó ella en voz baja.

Ella no es real. Mamá está muerta. Esto es una farsa. Falsificación. Ilusión. Fraude.

Se voltio lentamente para irse.

“¡Jeffrey!”. Jeffrey, hijo mío, ¿no conoces ni a tu propia madre?”.

Ryan se detuvo y se mordió el labio inferior, pero no se voltearía a mirarla de nuevo. No se atrevía.

“Jeffrey, mírame. Por favor”.

“No. Tú eres falsa, falsa como todo lo demás en este condenado lugar. ¡Vete y déjame en paz!”.

Ella corrió hacia él lo mejor que pudo, apoyándose en su pierna izquierda por la artritis como siempre lo hizo. Lanzándose a sus pies, ella se aferró a su manga. “Soy tu madre, Jeffrey”, lloró ella. “Di que me reconoces. Por favor. Tu propia madre”. Sus ojos mojados se levantaron para mirarlo al rostro y él desvió la mirada rápidamente.

“¡SUÉLTAME!”, gritó él. La empujó para alejarla. Ella se cayó hacia atrás y su cabeza se estrelló contra el duro suelo. Se oyó un crujido y comenzó a brotar sangre del sitio donde ella se había golpeado la cabeza. Ella estaba muy quieta, con sus ojos fijos en él como un pez muerto. A él le dieron náuseas, pero su estómago estaba vacío y no subió nada excepto el amargo sabor del ácido.

Cuando se detuvieron los espasmos digestivos, él se enderezó y continuó caminando, a pesar del hecho de que podía sentirla muerta, con su mirada fija clavada en la nuca. Él sabía que si volteaba, ella estaría mirándolo. Saberlo hacía muy difícil el no voltear.

Ryan siguió caminando.

***

Lo estaban esperando cuando volteó en la esquina. Bael y otros siete exploradores, parados en una única fila bloqueando su paso. “Si no vas a jugar con las reglas, tendrás que parar el juego, Jeff”, dijo Bael con ecuanimidad.

“¿Me van a dejar pasar?”.

El otro agitó su cabeza. “No. No podemos dejarte avanzar más”.

“¿Entonces qué se supone que haga ahora?”.

“Una de dos: o te vas, o te unes a nosotros”.

“¿Y qué hay de mi misión aquí?”.

“Deja de jugar al soldadito de plomo, Jeff. Eres capaz de mejores cosas”.

“Creo que quiero ver qué hay atrás de ustedes”.

“Nosotros somos ocho, Jeff, y tú sólo uno”.

“Sí, pero yo tengo una pistola”.

“No funcionará”, dijo Bael con ecuanimidad. “No en nosotros. La ciudad no lo permitiría”.

Y Ryan sabía que él tenía razón. Cualquiera que fuese la fuerza a cargo aquí, no permitiría que él destruyera nada importante. Pero debía estar acercándose a algo, o no hubiesen hecho este esfuerzo concertado para detenerlo.

“Bueno”, comenzó a decir lentamente. Luego, en un impulso, se movió hacia la línea de hombres. El hombre más cercano dio un paso para bloquear su camino; Ryan le dio una rápida patada en la ingle y el hombre se dobló hacia adelante, dejando el camino libre para pasar corriendo. Ryan corrió y siguió corriendo junto a la vía entre los edificios.

“¡Tras él!”. Gritó Bael —innecesariamente, porque ya los otros hombres habían comenzado a perseguirlo. En un principio, su conocimiento sobre la disposición de la ciudad los mantuvo casi a su ritmo, pero la desesperación le dio velocidad a los pies de Ryan. Por el momento renunció a pensar, permitiendo que el puro instinto lo guiara entre las agudas esquinas, que de otra forma hubieran aturdido su mente. Se encontró a sí mismo corriendo directamente a una pared vacía, sólo para que una abertura apareciera justo antes de que la golpeara. Se apresuró a través de edificios, subió escaleras, cruzó delicados puentes en arco elevados cien metros en el aire, luego bajo y salió. Dentro, fuera, alrededor, junto; su avance era tan azaroso y tan rápido como lograba que fuera. Sus perseguidores quedaron muy atrás de él, hasta que eventualmente ya no podía verlos. Luego, hasta sus pisadas salieron de rango. Ryan se detuvo.

De nuevo cayó el silencio, el silencio que le había dado la bienvenida a esta ciudad. El único sonido era su propio persistente jadeo en busca de aire. Calló de rodillas, sus temblorosas piernas ya no eran capaces de sostenerlo. Entonces se acostó de lado, mientras enormes bocanadas de aire quemaban en su paso hacia el pecho.

Su mano fue de nuevo al bolsillo trasero, tocando el comunicador. El frío metal de la caja de nuevo tuvo un efecto calmante en su maltrecha psique. Había una Tierra. Había una nave orbitando muy arriba de la ciudad, lista para ayudarlo. No estaba sólo, únicamente consigo mismo, en este calvario,

“Aún no me doblegas, Bael”, jadeo suavemente.

“No lo he intentado”, le llegó la voz de Bael. Ryan miró hacia arriba, sorprendido. Sobre su cabeza estaba suspendida una gran pantalla en 3-D, ocupada por la imagen de Bael. “No hay necesidad de correr, Jeff, la ciudad puede mantenerme informado de tu paradero cada minuto. Puedo encontrarte cada vez que quiera. Si quieres estar por tu cuenta, es tu decisión. Tratamos de salvarte; lo que sea que pase ahora es tu responsabilidad. Adiós”. La pantalla quedó en blanco.

Ryan miró su mano, para descubrir que sus nudillos estaban blancos de tanto apretar la unidad de comunicación. Aflojó el agarre y al mismo tiempo su mano comenzó a temblar incontrolablemente. Inició una serie silenciosa de maldiciones, como una letanía, contra todos y todo lo relacionado con esta misión, desde Java-10 hasta Richard Bael y terminando con lo que parecía ser su principal adversario, la ciudad misma.

La sombra le dio una advertencia de un segundo antes de que el ave lo atacara.

***

Era un águila, quizá, o un halcón —Ryan nunca pudo darle un buen vistazo. Un borrón marrón bajó en picada sobre él, con las garras extendidas. Las afiladas, puntiagudas zarpas buscaban directamente su rostro, el pico curvo parecía ver de soslayo maliciosamente. Sus ojos pequeños y brillantes estaban fijos sin parpadear sobre sus rasgos, esperando captar cualquier reacción que pudiera tener esta presa.

Fantasmas, Chicas Y Otros Espectros

Подняться наверх