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Capítulo 3

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El Casco del Sueño parecía quemarse cuando aquel cubículo blanco se materializó de vuelta a la realidad. Wayne tenía que luchar contra el impulso de arrancárselo; en su lugar, se lo sacó con cuidado de su cabeza y lo colocó sobre el sofá junto a él. A veces me pregunto como puedo aguantarlo, pensó, sabiendo que a su vez no podría vivir sin ello. Como Soñador, era adicto al Casco del Sueño —emocional, no físicamente— tal como lo era un yonki a su heroína. Existía una sensación especial que conocían todos los Soñadores. Soñar era una parte de ellos, por eso se convirtieron en Soñadores.

Su estómago estaba avisándole como de hambriento se sentía. Podía comer antes de empezar su Sueño, pero no copiosamente, pues lo distraería de su representación si su estómago estuviera demasiado lleno. Y Soñar en si mismo le cansaba mucho, y aunque la estación amplificaba sus señales para que pudieran llegar a miles de telespectadores que lo habían sintonizada, todavía tenía que proyectar una gran parte de si mismo en su papel. Cualquier buen actor conoce la sensación de entregarse a si mismo por completo a su trabajo convirtiéndose tal experiencia como la de un duro día de trabajo manual. Wayne solía terminar hambriento cuando terminaba un Sueño, y nunca dejada de preguntarse como sería Vince Rondel haciendo tal esfuerzo.

Ernie White llamó a la puerta de su cubículo. “Ya está, Wayne”. El Sueño había terminado oficialmente, sin ningún tipo de problemas técnicos de los que preocuparse. Si hubiera alguno en la red, deberían empezar un Sueño nuevo tras los obligatorios catorce minutos de descanso, simplemente trayendo a un nuevo Soñador para empezar otra historia. Pero Sueños Dramáticos tan sólo era una cadena local de L.A. No tenían la infraestructura para estar toda la noche emitiendo. A veces tenían la suerte de poder apretar todos sus recursos para hacer algo toda la noche. Podían usar a Wayne y Janet primero uno y después otro en lugar de ambos en el mismo Sueño, pero eso supondría un decrecimiento de la audiencia por el factor de identificación de género. Bill DeLong, el coordinador del programa, jugó con las audiencias usando dos Soñadores juntos. Fue un juego que, aparentemente, podría haber perdido.

Los telespectadores en sus casas no tenían que levantarse y reajustar la configuración de sus Cascos del Sueño para poder cambiar las cadenas durante la noche. Cada cadena publicaba resúmenes y horarios de sus Sueños de la noche, tanto en formato diario en papel como en la Web; el telespectador podía planificar la selección sin tener que moverse. En ese momento, veintidós mil Cascos del Sueño en L.A estaban funcionando a la vez. Algunos de ellos se apagarían por completo, pero la mayoría cambiarían la emisión de una cadena a otra.

Cuando Wayne salió de su cubículo, se encontró de frente con un hombre calvo con bastantes marcas en su frente. “¿Ha ido todo bien?” preguntó Mort Schulberg, el mánager de la cadena. “Ernie dijo que hubo un pequeño fallo en el penúltimo acto”.

“Pequeño es la palabra” dijo Wayne algo irritado. Levantó la mirada para ver a White, pero el ingeniero hizo ver que no lo veía debido a lo ocupado que estaba en los controles. “No tienes que preocuparte por ello”.

“Por supuesto, pero no es tan fácil como dices”. Schulberg se puso a caminar dentro de la oficina como un muñeco articulado. “Para ti, tan sólo es un trabajo. No tienes a ningún superior controlándote en todo momento, sobretodo los del FCC. Forsch, su hombre, estará pasado mañana aquí para comprobar el trabajo de Spiegelman. ¿Cuándo empezarás a preocuparte? ¿Después de que le quiten la licencia?

“Solo fue un fallo tonto” repitió Wayne. Parece que, una vez más, se le esté comparando implícitamente con el perfecto Vince Rondel. Rondel era un Maestro de los sueños. Todo lo que Rondel hacía era perfecto. Rondel nunca cometía errores. Por supuesto —Rondel era bueno, y Wayne tan sólo un recién llegado a la cadena, pero eso no le daba derecho a criticar cada error que cometía.

“Sé que no soy Vince Rondel, pero hago un buen trabajo en los Sueños” añadió mientras su voz empezaba a apagarse. “Janet y yo vamos perdiendo coordinación —y lo haríamos mejor si tuviésemos nuestros guiones un día o dos antes”.

Estamos trabajando bien juntos, Mort” dijo Janet mientras salía de su cubículo. Había estado escuchando la conversación, y sus palabras interrumpieron a Wayne. Se dio cuenta que ella estaba intentando calmar la situación, y le gustaba. “Este último acto funcionó como un reloj”.

Schulberg estaba preparado para contestar a Wayne con alguna de sus típicas respuestas, pero no fue así pues le giró la cara. Janet sabía como jugar con él y ser femenina al mismo tiempo, pudiendo anticiparse a los instintos de Schulberg. “¿Estás segura?”.

“Quizás querías que yo lo hubiera parado todo para preguntarle al público?” dijo Janet, imitando el acento de Schulberg.

Wayne no podía ver como Ernie White reía en su despacho de ingeniero, a pesar de encontrarse de espaldas sin poder escuchar la conversación. Con la cara roja, Schulberg dijo sin rencor “Por supuesto, seguid con ello, reíros de mi. Es lo que soy, tan sólo un tipo gracioso que paga vuestras nóminas. Me gustaría veros reír cuando el FCC cierre la cadena y a vosotros no os lleguen más nóminas. Entonces sabréis de que va el desempleo.

Abandonó la sala negando con la cabeza caminando desde la sala hasta la oficina murmurando algo tan bajo que no lo podían oír. “Si no estuviera al cargo de este lugar, otro gallo cantaría...”

Wayne le devolvió una sonrisa a Jane. “Gracias por ayudarme. Empezaba a ser insoportable”.

“Eso nos pasa a todos” contestó Janet. “En especial con los Sueños —estamos todos un poco sensibles. Pero no deberías dejar que Mort haga eso contigo. No se lo toma con algo personal, tan sólo es innato en él preocuparse por lo profesional.

“Lo sé. Pero me siento como el nuevo”.

“Mejor aléjate de Mort hasta que todo lo de FCC haya terminado. Realmente está pudiendo con él, y no me compadezco. Todos estaremos mejor cuando haya terminado”.

Wayne asintió. El llamado asunto Spiegelman, y la investigación por parte del FCC que lo siguió, continuó siendo el tema principal de conversación en la oficina, incluso un mes después de los hechos.

De un lado, Wayne tenía que estar agradecido; fue gracias a Spiegelman que fue contratado aquí. Pero quizás por eso, su comportamiento fue visto sospechosamente por cada uno de los que lo rodeaban.

Eliott Spiegelman había sido Soñador en el equipo; y además, era el yerno de Mort Schulberg. Un mes antes, Spiegelman había realizado un Sueño, una historia de detectives en los años 30 al estilo de Raymond Chandler. El guión era lo suficientemente bueno, y había sido aprobado tanto por Bill DeLong como por el departamento legal, pero cada Soñador sabía que no importaba lo bien que estuviera el guión, el Soñador en si mismo tenía carta libre para extrapolarlo.

Aparentemente, Spiegelman hizo exactamente eso. Al día siguiente, empezaron a llegar llamadas y cartas a la cadena acusando a Spiegelman de usar el Sueño para sus propios quehaceres económicos y políticos, algo evidentemente inapropiado. Spiegelman añadió leña al fuego afirmando a un periodista que los movimientos socialistas habían sido muy populares en los 30, y todo lo que estaba haciendo era explicar un periodo de la historia. Aquello trajo más cartas y más llamadas telefónicas.

No había manera objetiva de determinar lo que había sucedido, ya que era imposible grabar un Sueño para su consiguiente visionado. Cada Soñador actuaba en directo, y borrado de la memoria al terminar. En ese punto, la Comisión Federal de Comunicaciones, siempre sensible a temas de manipulación política por parte de los medios, entraron a escena.

Spiegelman fue suspendido de inmediato hasta la revisión de su caso. Durante un tiempo, parecían que también serían suspendidos Schulberg, Bill DeLong y el escritor del guión; algunos de los ciudadanos más enfadados pedían que fuera retirada la licencia a todo el estudio. El FCC decidió no ir tan lejos, pero pusieron a un hombre llamado Gerald Forsch, un viejo crítico de la industria del Sueño, a investigar el incidente.

El estudio estaba en su mejor momento cuando Wayne fue contratado por Eliott Spiegelman. La industria en general, y Sueños Dramáticos en particular, estaban preocupados de que aquel caso podría tener repercusiones serias. Para evitar los peores augurios, la investigación de Forsch fue llevada con deliberada lentitud. Por consejo de su abogado, Spiegelman no hacía declaraciones públicas. La opinión generalizada dentro de la industria de los Sueños era que Spiegelman sería sacrificado por la causa. Toda la culpa recaería sobre él; sería apartado para siempre de los Sueños, y Sueños Dramáticos no lo acusaría más allá de una simple reprimenda. Pero el pobre de Mort Schulberg no podía salir ganando; a pesar de que salvó su compañía, tuvo que aguantar ver a su familiar como caía en desgracia y era echado de su profesión para siempre. Sí, efectivamente, Schulberg le preocupó todo el asunto de Spiegelman.

Pero la persona por la que Wayne sentía realmente pena era Eliott Spiegelman. Los Soñadores lo eran por las visiones de las que tenían que vivir. En tiempos antiguos, hubieran sido sacerdotes, escritores, artistas, o actores —aquellos que veían cosas diferentes al resto y tenían que convencer a los otros de sus visiones. Soñar era una manera de cumplir esa comunicación a la perfección. Una vez habías probado dicha perfección, ¿cómo podía cualquier Soñador conformarse con menos? La vida de Spiegelman no había terminado del todo; había otras maneras con las que podía expresar sus sentimientos y emociones. Pero ninguna de ellas tenía el poder y la gloria que poseían los Sueños. Un Soñador que ya no era capaz de Soñar era menos que uno que si pudiera, y llevaría esa pena el resto de su vida.

Wayne suspiró, una acción involuntaria que llevó sus pensamientos hasta el presente. Janet había permanecido fuera de la habitación, posiblemente para buscarlo. “¡Ei!” gritó Wayne “No se tú, pero yo estoy hambriento. ¿Porqué no bajamos y vemos si queda algo para comer?

Janet se detuvo y lo miró. Le proporcionó una de sus miradas más extrañas, como si estuviera intentando leer un mensaje escondido en sus palabras. “Ah, gracias, Wayne” dijo finalmente “pero ahora no tengo mucha hambre. Quizás en otro momento.”

“Es lo que siempre dices”. Aquellas palabras salieron de él antes de que pudiera hacer nada para evitarlas.

Janet sonrió. “Lo sé. Lo siento. Te agradezco el ofrecimiento, de verdad, pero... pero...”

Se miró los pies, evitando mirarlo a los ojos. “No creo en realidad que la empresa sea un buen lugar para nadie. Tengo muchas cosas que arreglar por mi mismo, y no quiero que te afecten”.

Wayne permaneció de pie, sin saber como responder. No había nada que deseara más que decir algo. “Por favor, me gustaría llorar en tus hombros, desearía que me confiaras tus problemas” pero no supo muy bien como salvar esa brecha en su privacidad. Y si intentaba decir que sus problemas no le importaban, parecería que él no creyera que fueran lo suficientemente importantes para preocuparse por ellos.

Mientras permanecía inmóvil por su indecisión, Bill DeLong hizo acto de presencia en la habitación. El coordinador de programa era un hombre alto de unos cincuenta y pico años. Toda señal de edad en su pelo era contrarrestado por la juventud de sus ojos. La mayor parte del día vestía casual con un suéter y unos pantalones, pero su carácter amigable no hacía buenas migas con su afilada mente que dormía dentro de él.

“Coordinador de programa” era un buen título que atraía a una multitud de almas. DeLong era el escritor jefe, principal censor, quien administraba el programa, y el consultor para todo del estudio. Mientras Schulberg llevaba el tema financiero del negocio, DeLong era la cabeza pensante de lo creativo. DeLong no era un Soñador en si mismo, pero si era amigo de todos los Soñadores del equipo. También tenía las funciones, cuando era necesario, de confesor para cualquiera que necesitara un amigo. Si Schulberg era la cabeza de los Sueños Dramáticos, DeLong era su alma.

“Janet, estoy contento de haberte encontrado” dijo DeLong. Tenía un acento de Texas y Oklahoma. “Tengo listo para ti el siguiente guión” dijo dándole una montaña de hojas.

“No lo creo. ¿Un guión a tiempo por primera vez? Sé que no es mi regalo de cumpleaños, porque fue hace tres meses. ¿Me lo merezco?”

“Claro que sí. Helen lo terminó esta tarde y me dijo que al final encontró la inspiración para terminarlo tan rápido. Y eso es bueno. Siempre tendría que haber alguien que inspirara a esa mujer más a menudo. Es una buena escritora cuando se lo propone.”

“Bien. Le echaré un vistazo. Gracias.” Dijo Janet a DeLong con una sonrisa, para luego salir de la habitación rompiendo el ambiente enrarecido que había entre ella y Wayne.

“Jack me prometió que tendría el tuyo listo para mañana por la tarde” dijo DeLong a Wayne “Es un Western, según me comentó.”

“No, otro no” se quejó Wayne.

“Bueno, no podemos hacer Hamlet todo el rato. Al menos, los Westerns son rápidos y apolíticos.”

“Lo sé. Tan sólo es que noto como pierdo el tiempo. Me gustaría tener la oportunidad de mostrar mis cualidades, y no gastar toda mi energía en esos papeles.”

“Palabras de alguien que si sabe” dijo DeLong “En cualquier profesión creativa, los mejores son los que empiezan haciendo cosas sencillas y van a más. Shakespeare, Dumas, Dickens, Michelangelo y da Vinci lo hicieron. Necesitas una base sólida antes de poder construir cosas mayores sobre ella. He visto multitud de súper estrellas brillando de la nada y dejando alucinados a todo el mundo durante una temporada; normalmente terminan apagándose tan rápido como aparecieron. Este camino puede ser el más lento, pero también es el más seguro.”

“Pero mientras tanto, es jodidamente frustrante” dijo Wayne.

“Sí, lo sé. ¿No te he oído decir algo sobre comer cuando entré? No soy tan guapo como Janet, pero tengo tiempo si necesitas compañía.”

Wayne se lo pensó. “Por supuesto. ¿Por qué no? Vamos.”

Los dos hombres abandonaron el estudio y se dirigieron al hall. El edificio en el que Sueños Dramáticos estaba no era ni nuevo ni muy viejo. El paso del tiempo había ennegrecido el suelo marrón y el tejado blanco, pero todavía no necesitaban una reforma. Las blancas paredes estaban llenas de agujeros, pero era algo que cualquiera se acostumbraría rápidamente y ya no le importaba. Los paneles de luces sobre sus cabezas estaban llenos de grietas, y un tercio de los fluorescentes que estaban en el pasillo hacia el ascensor parpadeaban. Aquellos detalles ya no permanecían en la mente de Wayne tras un mes estando allí. Tan sólo era un lugar donde trabajar, mucho mejor que cualquier en el que tuvo que hacerlo.

Lo único que realmente le afectaba era el silencio. La mayoría de las compañías con oficinas en aquel edificio seguían un horario normal, y sus empleados ya se habían ido. Sueños Dramáticos, en el sexto piso, era una excepción. Ya que no había ninguna manera para grabar los Sueños para emitirlos posteriormente, tenían que hacerlo en directo. La gente que vivía de la industria de los Sueños, a excepción de los escritores, que podrían decidir cuantas horas trabajaban, se sentían vivir en una vida diferente. Cualquier Soñador podía adaptar su trabajo nocturno.

Wayne todavía odiaba aquel silencio. Había una gran cortina entre él mismo y el resto de la humanidad. Proporcionaba Sueños para pasar las horas de sueño a grandes multitudes en la ciudad, aunque con el paso del tiempo, cada vez tenía menos contacto con ella.

A medida que el sonido de las pisadas de los dos hombres resonaban por el corredor, DeLong dijo, “¿Quieres escuchar un pequeño consejo aunque no lo hayas pedido?”

“¿Eh? ¿Sobre qué?”

“Sobre Janet. Ahora está pasando un momento malo. No la presiones. Amos sois jóvenes, y tenéis mucho tiempo para hacer cosas”. Llegaron al ascensor y DeLong pulsó el botón.

Wayne se sonrojó. “No me había dado cuenta que era algo tan obvio.”

El ascensor llegó rápidamente, y ambos entraron dentro. “Quizás alguien tan ciego como yo lo hubiera visto” dijo DeLong “pero tengo que estar informado de todo lo que ocurre a mi alrededor. No puedo tener a unos de mis Soñadores —y uno de los más prometedores— estando en la luna por uno de los otros. Es malo para el alma, y te distrae del trabajo. Sin mencionar el hecho de que lo haces mal, la perderás, algo que no quiero. Ambos sois buenos.”

“No creo que se pueda decir 'estar en la luna'” replicó Wayne.

“Bueno, llámalo como quieras, el efecto es el mismo. Cuando mi hijo tenía quince años e intentaba tener su primera cita, mostró tener más don de gentes que tú. No eres ningún adolescente intentando dar la nota. ¿Qué sucede?”

Wayne se encogió de hombros. “No lo sé. Ella es mejor Soñador que yo. Quizás tengo miedo que ella piense que estoy por debajo de ella. O quizás ella se siente peor que yo por lo que hice antes de venir a aquí.”

DeLong resopló. “Janet es una profesional, amigo. Ella sabe lo que tienes que hacer para sobrevivir cuando estás empezando. En verdad no creo piense eso de ti.”

“Seguro que hay algo.”

“Sí” admitió DeLong, “pero no tiene nada que ver contigo.”

El ascensor los llevó hasta el primer piso, y atravesaron el oscuro hall hacia las máquinas de comida. La cafetería consistía principalmente en unas máquinas de comida en una gran habitación, con tan sólo unas pocas luces. Mesas de plástico estaban esparcidas por el suelo como si fueran setas, cuyas patas las sujetaban como si fueran anillos. Las pisadas de los dos se escucharon mucho más misteriosas a medida que caminaban hacía las máquinas.

“¿Cuál es el problema, entonces?” preguntó Wayne.

DeLong pretendió, por un momento, no haberlo escuchado, y miró los dispensadores gritando “¡Mierda! Los que llenan las máquinas algún día se darán cuenta que harán negocio si nos ofrecieran cosas decentes. Todo lo que nos dan es lo que los del turno de día no quieren comer, ¡y está todo rancio!”

El coordinador del programa al final escogió un patético sándwich de jamón y queso y una taza de café negro, pero Wayne estaba más hambriento que él, aunque la oferta no era muy apetitosa. Terminó escogiendo una lata caliente de sopa de tomate, una ensalada ya marchitada, una zarzaparrilla y un plato de un pudin esponjoso para acompañar aquel sándwich de jamón y queso. Intentando que no se le cayera la comida, se dirigió hacia la mesa donde DeLong ya se había sentado.

DeLong cogió su sándwich y lo estuvo contemplando durante un rato hasta que se atrevió a acercárselo a su boca. “¿Ya sabes” dijo de repente “que Janet tuvo un romance con Vince Rondel?”

Wayne dejó de tomar la sopa. “Bueno, escuché cierto rumor.”

DeLong agitó su cabeza. “No es un rumor. No solamente fue algo sabido en toda la cadena, si no que me lo dijo la misma Janet durante una cena. La relación se terminó hasta un año y medio, y fue antes de lo de Spiegelman. Quizás si no hubieras estado tan ocupado intentando rehacer las cosas con Janet, deberías haber prestado más atención con lo que Eliott estaba haciendo, aunque no creo que le podríamos haber parado los pies.”

“¿Porqué me estás contando esto?” preguntó Wayne “¿Estás intentando traicionar su confianza?”

“Probablemente” contestó DeLong de una manera despreocupada. “Pero creo que puedo confiar contigo para que no uses eso contra ella, y definitivamente creo que tenías que saberlo.”

“¿Por qué?”

“Por que te hará comprender lo sucedido cuando dos Soñadores de la misma cadena dejan que sus emociones los dominen. Janet era una chica confundida cuando llegó para trabajar aquí hace unos pocos años —¿Por qué nunca hay Soñadores sanos?— pero ella tenía mucho potencial. Vince trabajó con ella y su gran talento. Su gran personalidad la ayudaba, pero estoy seguro que hizo mucho por ella como persona.

“Terminó acudiendo a mi llorando hace un mes, y me dijo que no podía más y que tenía que alejarse de Vince. Tengo que admitir por mi propio ego, que ella es demasiado buen Soñador y que no quería perderla. Entonces ocurrió lo de Spiegelman, y no pudimos permitirnos perderla. Por lo que la coaccioné, halagué y persuadí para que permaneciera con nosotros, aunque eso significar que cada día tuviera que seguir viendo a Vince. No fue algo fácil para ella, creo que una gran parte en ella lo sigue queriendo.

“¿Cómo termino el romance?” preguntó Wayne.

DeLong al final mordió un trozo de su sándwich, y se acomodó en su asiento para masticarlo reflexivamente. “La madre de Vince” terminó diciendo. “La Sra. Rondel es la causa de muchas y grandes cosas malas, pero ninguna es Vince en si. Esta comida es realmente desagradable, ¿no? Me doy cuenta de ello cada vez que vengo aquí.”

Volvió a colocar el sándwich de vuelta al plato de papel y miró a Wayne a los ojos. “Pero ayudando a Janet tras una desafortunada relación, podrás ver la razón por la cual no quiero hacerlo de nuevo. Si algo va mal, uno de vosotros, o ambos, deberíais dejarlo —y tal como dije, vosotros dos sois demasiado buenos. No quiero perder a ninguno de vosotros. Deberías sentirte halagado.

“Así es, pero...”

“No soy uno de esos jefes que no quiere que sus empleados socialicen después del trabajo. No estoy diciendo que no puedas ver a Janet, o establecer una amistado con ella, o incluso casarte con ella y tener diecisiete hijos. Lo que dijo es que no la presiones. Deja que ocurra lo que tenga que ocurrir. Todavía hay heridas que no han cerrado.”

Da igual cómo de buen intencionado seas, si dejas que se caiga, nunca se recuperará. Ambos sois gente muy atractiva, y a la larga es posible que terminéis juntos.”

“Ya estás otra vez” dijo Wayne. “Primero me dices que sea paciente con mi carrera, y ahora tengo que serlo con Janet.”

“Parece un disco rallado, ¿no?” sonrió DeLong. “Pero es cierto. Hay gente que han escalado las montañas más altas del Himalaya, con gran riesgo y gasto, para consultar grandes maestros y recibir el mismo consejo que el que te he dado. Amigo, has recibido el saber de los Antiguos gratis. Muestra un poco de gratitud.”

No Hagas Soñar A Tu Maestro

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