Читать книгу La competitividad de la región centro del estado de Guanajuato y valoración de su capital territorial - Susana Suárez Paniagua - Страница 5
ОглавлениеGlobalización y competitividad de los territorios
Globalización y reconfiguración territorial
La globalización es un fenómeno económico y social, que ha sido objeto de reflexión teórica en las distintas áreas del conocimiento, cuyo estudio ha permitido entender que no sólo se trata de un fenómeno meramente económico, sino que también tiene efectos en el ámbito político, social, cultural y geográfico o territorial, siendo así, un fenómeno multidimensional.
Si bien es un término ampliamente usado en los ámbitos de la vida social y con distintos fines científicos como ideológicos, lo cierto es que no existe una sola definición de la globalización. En la literatura es posible encontrar diversas concepciones que enfatizan diferentes aspectos de esta, de acuerdo con la disciplina y el paradigma teórico que la estudia. Así, desde una perspectiva económica, la globalización se presenta como un proceso definido por la creciente internacionalización de la economía y el aumento de las relaciones capitalistas de mercado. En el ámbito de las relaciones internacionales este concepto hace referencia al incremento de la densidad de las relaciones interestatales y el desarrollo de políticas globales. Por otra parte, en las ciencias jurídicas y el derecho, la globalización constituye la intensificación y transformación de reglas y normas que rigen la emergente sociedad mundial (Mayor, 2000, pp. 114-117).
Desde la sociología, se ha suscitado un importante debate con la participación de teóricos como Beck, Giddens, Pitersen, Bauman, De Sousa Santos, Sassen, Wallerstein, entre otros autores; los cuales han pretendido responder la pregunta ¿qué es la globalización y cuáles sus características y consecuencias para todos los ámbitos de la vida social? No es la intención del presente capítulo abordar ese nutrido debate, baste con decir que en el enfoque sociológico se han identificado dos proposiciones sobre la globalización, aquella que la define como un proceso hacia la homogeneización y por lo tanto se concibe como un proceso de convergencia entre sociedades, de concentración capitalista y al mismo tiempo como una fase de expansión de su modelo de desarrollo, de homogeneización cultural, social y jurídica (Mayor, 2000, pp. 125-138).
La otra proposición define a la globalización como un proceso que propicia heterogeneidad, es decir, un proceso en el que convergen diferentes elementos de cuya relación emergen nuevos elementos, algunos viejos se conservan mientras otros nuevos surgen, mediante procesos de sincretismo, hibridación, interpenetración cultural, glocalización. Al nivel de las naciones este proceso permite el nacimiento de un nuevo espacio: el espacio transnacional en el cual nuevos actores crean nuevas formas de organización política y de relaciones sociales y culturales que se trastocan. Estos procesos han llevado a un aumento significativo de las relaciones sociales a nivel global permitiendo el nacimiento de la llamada sociedad mundial (Mayor, 2000, pp. 125-138).
Ahora bien, se ha dicho que la globalización es un proceso histórico, que hasta nuestros días lo vivimos, un proceso que ha configurado el desarrollo de los territorios, transformándolos de distintas maneras a lo largo de sus distintas fases, las cuales exponemos a continuación.
Fases del desarrollo de la globalización
En la literatura se hace referencia a tres fases de desarrollo de la globalización. La primera fase (de 1870 a 1913) se caracterizó por una gran movilidad de los capitales y de mano de obra, acompañados del auge comercial promovido por los bajos costos del transporte. La segunda fase comprende el periodo de 1945 a 1973, estuvo marcada por el desarrollo de instituciones internacionales de cooperación financiera y comercial, por el comercio de manufacturas entre los países desarrollados, así como por una limitada movilidad del capital y de la mano de obra. La tercera fase, ubicada en el último cuarto del siglo :XX, se caracteriza por la marcada generalización del libre comercio con una mayor presencia de empresas trasnacionales, así como por la expansión y la considerable movilidad de los capitales, por la tendencia a la homogeneización de los modelos de desarrollo y las restricciones impuestas al movimiento de mano de obra (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2002, pp. 18-19).
De esta manera, para algunos teóricos de las ciencias sociales, la globalización no es un fenómeno nuevo, sino que se trata de tendencias y procesos que vienen ocurriendo en el mundo desde hace mucho tiempo atrás, que tiene sus raíces en el capitalismo. Lo que presenciamos ahora es solo, lo que se ha denominado la fase contemporánea (Serna, 2016, pp. 52).
Para Camagni (2002) lo nuevo que presenta la globalización es la aceleración de muchos procesos de integración que se refuerzan y se compenetran entre sí de múltiples maneras. Siguiendo con el autor, en esta fase contemporánea, lo nuevo de la globalización es, por un lado, que el comercio internacional ha crecido a un ritmo acelerado y ha pasado del intercambio de bienes finales entre los sistemas de producción nacional, al intercambio de bienes intermedios dentro de redes de producción organizadas a escala mundial. Por otro lado, las inversiones extranjeras directas también se han incrementado espectacularmente sobre todo en los países en vías de desarrollo, y ha crecido significativamente la movilidad y volatilidad del capital financiero (p. 65).
De tal manera que siguiendo con Camagni, la globalización es un proceso de creciente integración planetaria del mercado de bienes y servicios, del mercado de localización de la actividad económica y del mercado de los factores de producción como las tecnologías y de la información.
Otro aspecto nuevo de esta etapa de la globalización, que señala este teórico economista, es la relación dialéctica y confrontación entre la hipermovilidad de algunos factores de producción y el anclaje territorial de otros, que actúan como importantes factores de localización para procesos productivos más avanzados, como las innovaciones tecnológicas de la información y la comunicación (TIC). En efecto, afirma Camagni (2002), el desarrollo de las TIC´s, ha hecho más eficiente el stock de capital y ha permitido integrar nuevas funciones dentro y fuera de las firmas acordes con el nuevo paradigma organizativo basado en la idea de flexibilidad y descentralización integrada.
Es evidente que las innovaciones tecnológicas en el transporte, información y comunicaciones permitieron cambios en la producción, impulsaron el crecimiento económico e intensificaron el comercio internacional y el movimiento mundial de capital financiero, político (desarrollo de acuerdos internacionales, liberalización de los mercados, normas sociales, debilitamiento del Estado) (0bservatorio Europeo Leader, 1999).
En suma, podemos decir que son elementos característicos de la globalización: la intensificación de las relaciones sociales a escala mundial, el surgimiento de una forma de organización de la actividad económica de alcance transnacional, la formación de redes trasnacionales de generación, flujo e intercambio de patrones culturales, la emergencia de problemas de dimensión planetaria.
Como hemos mencionado, la globalización es un fenómeno multidimensional, por lo que tiene implicaciones económicas, políticas, sociales, culturales, medioambientales, geográficas o territoriales, enseguida hacemos referencia a estas dimensiones.
Dimensiones de la globalización
La dimensión económica ha sido la más estudiada por la influencia que ejerce en las demás dimensiones, más adelante la abordaremos con mayor profundidad, basta mencionar aquí que dicha dimensión ha consistido en cambios en la producción, el mercado, la mano de trabajo y las finanzas.
En la producción, los cambios están marcados por el advenimiento de las nuevas tecnologías aplicadas a la electrónica, la informática y las comunicaciones, el fortalecimiento de los servicios, la emergencia de nuevos sectores, actores, de nuevos países líderes, de nuevas configuraciones de la geografía productiva y en la organización de la producción mediante la firma global (Cuervo, 2006, p. 33).
En lo comercial se caracteriza porque la principal fuente de crecimiento económico son las exportaciones, las cuales se han incrementado significativamente gracias a los acuerdos comerciales, uniones aduaneras, y a los procesos de integración económica. Se ha generado una nueva división del trabajo a escala mundial basada sobre todo en la competitividad y la inserción de cada sector en los flujos y redes del nuevo sistema económico (Caravaca, 1998, p. 13).
En su dimensión social la globalización se caracteriza por la intensificación de las relaciones sociales a escala mundial. Como señala Giddens (2004, p. 68), esto ha permitido que lugares lejanos se enlacen y que acontecimientos locales sean configurados por aquellos ocurridos en lugares distantes y viceversa. Las relaciones sociales se expanden, en y, a través de nuevas dimensiones de actividad (tecnológica, organizacional, administrativa, legal, etc.) y la intensificación de la interconexión impulsada por las redes de comunicación e información modernas. Con lo que el movimiento de bienes y capitales, el flujo de comunicación, el intercambio cultural, así como la movilidad de personas se han intensificado (Held, 1997 citado por Serna, 2016, p. 55). Para Boisier (1998) la intensificación de las relaciones sociales ha modificado la inserción laboral de una gran proporción de la población.
En su dimensión política, la globalización ha debilitado la noción tradicional del Estado nacional y fortalecido los estados supranacionales y subnacionales, lo que ha modificado el patrón de las relaciones internacionales con el surgimiento de nuevos actores e instituciones con una gran influencia política, tales como empresas multinacionales, organizaciones inter y suprarregionales, organizaciones no gubernamentales y particulares. Los Estados Nación ya no están solos en la política internacional, Serna señala que “ahora tienen que compartir el escenario global con un número creciente de actores globales […] generando una estructura policéntrica del poder” (2016, p. 57). Por otro lado, siguiendo con el autor, se observa que la demarcación entre la política interior y la política exterior se hace más difusa; ahora las relaciones transnacionales permiten que los actores externos tengan injerencia en los asuntos internos de los Estados.
Respecto a su dimensión cultural, Boisier (1998) señala que la globalización lleva a la propagación a escala mundial de patrones o modelos culturales. La evolución de los massmedia ha eliminado las fronteras geográficas y acortado las distancias permitiendo el acceso a nuevas experiencias y significaciones sociales, culturales e incluso a discursos que antes no eran posibles. Con lo cual se ha intensificado la escala, la intensidad, la velocidad y volumen de las comunicaciones culturales (Held, 1997 citado por Serna, 2016, p. 58).
Globalización económica y reconfiguración territorial
Ciertamente, la dimensión económica de la globalización ha sido la dimensión que más se ha analizado, y enseguida abordamos sus efectos espaciales, o territoriales.
La globalización ha generado importantes cambios en el orden económico mundial que se pueden enunciar de la siguiente manera: 1) el surgimiento de patrones de integración productiva que cruza las fronteras nacionales; 2) este nuevo patrón de organización productiva da lugar a lo que se ha llamado “economía global”, la cual implica la operación de una red global de operaciones especializadas para la producción, reproducción, mantenimiento y financiamiento de esa economía global; 3) surgen las ciudades globales, como espacios estratégicos que concentran los actores clave para la realización de esas funciones especializadas que requiere la economía global (Serna, 2016, p. 56).
Con respecto a los patrones de integración productiva, podemos señalar que la incorporación masiva de las innovaciones tecnológicas a la producción, generaron cambios en la fabricación de los bienes, así como en la organización de las empresas y en la localización de las actividades económicas (Caravaca, 1998, p. 6). Uno de estos cambios fue la subcontratación internacional de tareas que requieren del uso intensivo de mano de obra, dando paso a la segmentación y especialización de la producción. En efecto, la producción se divide en distintas etapas permitiendo que algunos componentes sean realizados por otras empresas, las cuales pueden incluso estar localizadas en otro país, y que son contratadas por que se han especializado en la realización de ciertas fases del proceso productivo y el ensamble de algunos modelos. Lo cual ha conducido a una nueva división espacial del trabajo estructurada entre agentes económicos que operan en redes (CEPAL, 2002, pp. 18-19; Bervejillo, 1995).
Esta automatización, flexibilidad, segmentación y descentralización productiva fueron posibles gracias a las innovaciones tecnológicas, dando lugar a la formación de sistemas de producción integrados que trascienden las fronteras nacionales. Con ello aumentaron los flujos de comercio y de inversión extranjera directa, así como el protagonismo de las empresas transnacionales, gracias indudablemente a la liberalización del comercio, de los flujos financieros y de las inversiones en los países en desarrollo (Caravaca, 1998; CEPAL, 2002, p. 19). Todo ello contribuyó a la progresiva terciarización del sistema productivo, que como señala Caravaca (1998), condujo a la formación de una economía de servicios, con la consecuente decadencia o pérdida e importancia económica de los otros sectores.
Por todo ello, se considera que la globalización ha sido un proceso que ha llevado a la interdependencia económica entre los países, a través del comercio internacional, flujo de capital y producción internacional. Como señala Müller (1995, citado por Boisier, 1998), “la globalización empuja a poblaciones e individuos, a países, regiones y localidades, a nuevas formas de interdependencia” (p. 757), la cual no es solo económica, sino también política.
Sin duda la globalización económica conlleva una reconfiguración territorial, que va más allá de la formación de instituciones globales y de la interdependencia entre los Estados-nación del mundo, o con la disminución del papel del Estado en la actividad económica. Para Sassen (2000), la globalización requiere una nueva estructura organizativa, es decir, un espacio global que configura lo que ha sido llamado una economía global.
Los espacios globales son territorios estratégicos en donde se materializan los procesos globales y los vínculos que los conectan, siendo así un espacio de interdependencias, de flujos y movilidades de productos, de personas, de capital. De acuerdo con Bervejillo (1995) en estos espacios globales se despliega un conjunto de sistemas globales, cuyos componentes funcionan de una forma muy integrada, a pesar de la dispersión y la distancia. Se trata pues, de sitios estratégicos para producir y reproducir las actividades especializadas requeridas para el funcionamiento y coordinación de la economía global.
En estos espacios se materializan las nuevas dinámicas globales, las cuales implican la operación de una red mundial de fábricas, oficinas, subsidiarias y empresas de servicio que conforman un sistema (Sassen, 2000, p. 373). Los nodos de la red son las ciudades globales entre las que ocurren los principales flujos, concentran cada vez más las funciones de dirección, gestión, producción de conocimientos e innovación, convirtiéndose en los centros rectores del nuevo modelo económico. De esta forma, como apunta Caravaca (1998) en las ciudades globales, se gesta la forma espacial dominante de articulación y concentración del poder y de la riqueza (p. 9).
Vemos que la globalización lleva a una reestructuración en el modo de producción económico, el cual se caracteriza por presentar al mismo tiempo procesos de dispersión-descentralización y de concentración de actividades económicas. Esta reestructuración económica tiene importantes consecuencias socio-culturales y espaciales, pues el espacio global generado por la globalización no es un espacio homogéneo, al cual se han integrado en su totalidad y de la misma manera todos los territorios. Es más bien un espacio en el que se han agudizado las desigualdades existentes entre los territorios. Es, de acuerdo con Caravaca (1998, p. 7), un espacio desequilibrado y muy cambiante en el que se distinguen y contraponen áreas innovadoras y bien conectadas a la red, con áreas marginadas o excluidas por su falta de innovación y deficiencia de su conexión.
Si bien la globalización pretendía conformar una economía global, con la integración de la economía a nivel planetario, esto no ha ocurrido. Como afirma Braudel (1986), la integración económica lograda ha sido parcial e incompleta, desigual y jerarquizada. Es un hecho que no todos los territorios se han incorporado de la misma manera en el mercado global, ni han podido aprovechar las ventajas que la liberación del comercio para ampliar las oportunidades de desarrollo y por lo tanto para ser territorios competitivos.
Las economías no han crecido de la misma manera, con las mismas tasas, algunas se han estancado, e incluso algunas han experimentado procesos de desaceleración (retroceso) económica. Es notoria también una diferencia entre los territorios y al interior de ellos en su capacidad de lograr una mejora en la distribución del ingreso y en los niveles de vida de la población, generando mayor polarización sociodemográfica y económica, así como tensiones sociales. Lo que queda evidenciado por las grandes desigualdades que muestra el Producto Interno Bruto (:PIB) en los territorios y al interior de estos. Tan solo el :PIB de territorios como Argentina, Brasil o México es 10 veces menor que el :PIB generado por los países más ricos del mundo (Llisterri, 2000).
Como resultado de la dinámica económica global, se ha conformado una nueva geografía económica caracterizada por espacios ganadores y espacios perdedores, dando lugar a una tipología de territorios ricos, pobres, ganadores y perdedores. De acuerdo con Silva, los territorios ganadores (y los potencialmente ganadores o en marcha) son aquellos cuyas economías han crecido por arriba del promedio nacional al igual que su :PIB y que tienen un comportamiento exitoso frente a los procesos de la globalización (Silva, 2005, p. 92). Se trata de los territorios que han sabido aprovechar sus ventajas comparativas, o han concentrado en sus territorios gran actividad económica, transformándose en centros financieros y de capitales, en otras palabras, son los que se encuentran bien articulados a la red global.
Los territorios potencialmente ganadores, pero en marcha, son aquellos que se encuentran en un proceso de crecimiento económico asociado al uso de las nuevas tecnologías y a procesos de reconversión productiva, que les ha permitido aprovechar las ventajas competitivas que permanecían latentes para impulsar su sector primario-exportador o agregar valor a sus procesos productivos a partir de los recursos locales.
Los territorios potencialmente perdedores, estancados o en retroceso, son aquellos no dinámicos con bajo o alto :PIB que han crecido por debajo de la media nacional. En esta categoría encontramos a territorios que han pasado por procesos de desindustrialización que no se han acompañado de una reconversión productiva, o es el caso también de territorios con economías rurales de muy baja productividad y escaso capital humano que no han podido insertarse en la economía global. Finalmente, los territorios en retroceso son aquellos que han pasado por periodos de contracción económica derivados del agotamiento de sus recursos naturales o pérdida de su competitividad o mercados, por lo que han perdido sus ventajas comparativas (Silva, 2005, p. 93-94).
De tal manera que algunos países, los más desarrollados y productivos, han tenido las mejores ventajas en el escenario mundial, mientras que los menos desarrollados se encuentran desconectados de las redes, por lo que no han logrado entrar de manera favorable para sus economías locales y su población, y se quedan al margen y son excluidos del sistema global, reforzando así las desigualdades existentes entre los territorios. Pues como señala Caravaca (1998), en la economía global solo quedan articulados y se integran aquellos territorios que son necesarios por ser funcionales y rentables, los demás territorios y sus pobladores, ineficientes y poco competitivos son excluidos (p. 21).
Como se puede observar, la globalización afecta de manera diferente a los territorios, de acuerdo con su historia y a las dotaciones y capacidades acumuladas con las que entran al juego de la economía global, pues de ello depende la forma en que estos territorios logran articularse y formar redes en la economía global. Es decir, depende de la dinámica de la relación entre lo local y lo global. Como argumenta Sassen (2007:5), la globalización es un proceso con dos dinámicas, una global y la otra local, las cuales llevan a analizar la interacción entre lo nacional y lo global, pues las dinámicas globales generadas inciden en los territorios y sociedades locales y con ello esa relación entre lo local-global aumenta la complejidad territorial y la incertidumbre respecto a sus posibilidades de desarrollo en las nuevas reglas del juego global establecidas (Bervejillo, 1995).
Pues en efecto, la globalización no tiene efectos iguales en todos los territorios, para algunos representa una oportunidad de desarrollo, mientras que para otros representa una amenaza. Es una oportunidad de desarrollo al brindar la posibilidad de promover y comercializar esos productos y servicios específicos del territorio. Para algunos territorios constituye una amenaza por varias razones:
1. Porque elimina las barreras (geográficas, legales, identitarias) que daban protección a los productos y cultura local, promoviendo la competencia directa entre los productos similares procedentes de distintos territorios (Observatorio Europeo, Leader, 2001).
2. Implica la amenaza de una integración económica subordinada y frágil dependiente de las inversiones de actores globales externos, los cuales pueden retirarse atraídos por condiciones más ventajosas en otros territorios, por lo que representa pérdida de autonomía e irrupción de nuevos actores globales o desaparición de actores locales (Bervejillo, 1995).
3. Representa marginación o exclusión, para aquellos sectores de la población que dejan de ser necesarios o relevantes para la economía global.
Ello conduce a la pregunta ¿De qué depende que los territorios conviertan las condiciones generadas por la globalización económica en amenazas u oportunidades? La ciencia económica ha tratado de responder esta pregunta desde la fase de globalización del capitalismo. Por otra parte, desde hace mucho tiempo, varios enfoques teóricos han brindado explicaciones sobre las causas o factores determinantes que inciden en el logro del crecimiento económico de los territorios y recientemente sobre su competitividad.
No cabe duda de que, en la actualidad, los territorios buscan ser competitivos en el marco de una economía capitalista globalizada, porque ello significa conseguir una mejor posición en ella, conseguir un mejor desempeño económico, para lo cual despliegan una serie de estrategias competitivas. Cabe señalar que los territorios en sus distintas escalas: ciudad, región y país persiguen esta competitividad (centrada principalmente en su dimensión económica). Pero, es preciso señalar que durante muchos años, la ciencia económica en gran medida no consideró a la variable espacial, con excepción de algunos trabajos, como el de Von Thünen, como lo señala Cuadrado
…la Economía tendió casi desde un principio a minimizar el papel y la influencia del ‘espacio’ en los procesos económicos, entendiendo como ‘espacio’ el territorio que soporta la actividad económica y que influye y se ve influido por los procesos de producción, circulación y distribución de los bienes, servicios, factores y rentas (2014, p. 7).
Ciertamente, las teorías económicas durante muchos años no tomaron en consideración la variable espacial, aunque algunas de ellas empezaron a incorporar la variable distancia, para analizar el comportamiento de empresas y consumidores. El objetivo principal de estos marcos teóricos-conceptuales era identificar cuáles eran las causas o factores que influyen para lograr el crecimiento económico, lo que conducía de alguna manera al esclarecimiento de la ampliación de las disparidades económicas entre países y regiones.
No obstante, en las últimas décadas ha habido numerosas aportaciones de economistas y geógrafos quienes han contribuido al desarrollo del Análisis Económico Regional (aun cuando se reconoce que hubo varios trabajos precursores tales como los de Walter Isard, Christaller y Losch), en los que la variable espacial cobra gran relevancia, especialmente con las contribuciones recientes de Paul Krugman, Masahisa Fujita, Anthony Venables, Roberto Camagni, Roberta Capello, entre otros. Sin duda, las más recientes teorías económicas y de análisis económico regional consideran al territorio en su examen de los procesos económicos y sociales, no sólo por ser contenedores de factores de producción y de procesos productivos, sino porque se toman en cuenta los agentes económicos y sociales que en él actúan.
De tal suerte que existen varios planteamientos y enfoques de la corriente principal de la teoría económica, y especialmente del análisis económico regional, que no sólo han establecido explicaciones distintas sobre las disparidades regionales y determinado los factores que consideran pueden detonar un desarrollo regional, sino, que como lo señala Cuadrado (1995, p. 5) también han tenido implicaciones en el terreno de las políticas regionales, porque han servido de soporte para las propuestas y acciones de los políticos en torno a los problemas regionales.
A continuación, presentamos un breve recuento de los principales postulados de algunas teorías económicas y de los análisis económicos regionales1 con el propósito de comprender algunos elementos que ellas plantean y especialmente los factores que consideran determinantes para el logro del crecimiento económico o bien del desarrollo económico.2
Teorías económicas y análisis económico regional: factores determinantes del crecimiento económico
a) La Tesis sobre las Etapas de Crecimiento. Esta tesis postula que el proceso de crecimiento económico es consecuencia de la evolución interna de la división social del trabajo, que los cambios que se producen en la economía dan lugar a una secuencia de fases casi determinística de la fase agraria, a la manufacturera y luego a la de servicios. (Fisher, Clark y Rostow). De acuerdo con Cuadrado, las fases que establece esta tesis son:
a) una fase de economía de subsistencia, autosuficiente; b) una fase de crecimiento merced a la especialización de la producción en actividades primarias y al comercio interregional, que se produce gracias a las mejoras introducidas en la infraestructura de transportes; c) el despegue de los sectores secundarios, vinculado a la elaboración de los productos primarios (agrícolas, forestales y minería) y a las necesidades derivadas de una población en aumento (construcción, industria ligera), lo que a menudo va unido al empleo de capital y conocimientos técnicos foráneos; d) la diversificación del sector industrial, basada en las relaciones internas entre los distintos sectores (producción de bienes de capital y de inputs intermedios y especializados), el aumento de las rentas –cambio en el consumo– y la aparición de nuevas actividades, y por último, e) la evolución hacia actividades terciarias avanzadas, con la posibilidad de exportar servicios, capital y personal especializado (1995, p. 7).
b) Teoría Centro-Periferia. Esta teoría plantea que existe un sistema económico mundial que al mismo tiempo genera desarrollo en los centros y subdesarrollo en la periferia. Existe una desigualdad entre las economías de los centros y las de la periferia en cuanto al grado de avance tecnológico, penetración y difusión, así como en los niveles de productividad del trabajo e ingreso real medio. La periferia está formada por economías cuya producción permanece rezagada desde el punto de vista tecnológico y organizativo. Los centros experimentan una fase de desarrollo hacia afuera y la estructura productiva de la periferia adquiere un carácter especializado, generalmente del sector primario-exportador, e importador de bienes y servicios (Rodríguez, 1977, p. 206).
c) La Teoría de la Base Exportación. Esta teoría sostiene que la demanda externa (las exportaciones) son el motor del crecimiento local y/o regional, estableciendo su alcance por medio del efecto multiplicador que las exportaciones generan sobre actividades locales, especialmente en los servicios y en la construcción (North
y Friedman). Esta teoría contempla las relaciones comerciales entre regiones como vínculos interregionales, y el hecho de que cada región compita con el resto en determinados sectores especializados. La capacidad competitiva de la producción local resulta un elemento clave y los factores de la oferta son de primer orden (Cuadrado, 1995, p. 9).
d) Modelo Neoclásico de Crecimiento Regional. Este modelo aborda las cuestiones relativas a los determinantes en el nivel del producto, las diferencias en las tasas de crecimiento entre países y dentro de un país a través del tiempo. Enfatiza la importancia del ahorro, la tasa de inversión y la razón capital-producto determinada tecnológicamente (Harrod y Domar). Posteriormente Robert M. Solow construyó un marco de referencia contable para medir los factores determinantes del crecimiento, así como un modelo para analizar la relación entre ahorro, acumulación de capital y crecimiento económico. En este modelo, el crecimiento económico se debía en gran medida al progreso tecnológico, la tasa de cambio tecnológico determina la tasa de crecimiento del ingreso per cápita, es decir, el crecimiento del producto por persona. De manera cuantitativa se mostró que la inversión en tecnología era más decisiva para el crecimiento que otros factores, tales como inversión en mano de obra o en capital fijo, además, la tecnología debilitaba los rendimientos decrecientes. Para Solow, la función de producción tiene rendimientos constantes a escala, esto es, que al aumentar los insumos trabajo y capital en una determinada proporción, el producto se incrementa en la misma proporción.
La variable básica es la fluctuación regional (y la tasa de crecimiento) del capital per cápita, lo que determina el nivel (y la tasa de crecimiento) de la productividad de la mano de obra, de los salarios y de la renta por habitante. En condiciones de mercado, y en ausencia de fricciones o limitaciones a la movilidad, se piensa que el trabajo se desplazará desde regiones atrasadas hacia las regiones avanzadas, y el capital lo hará en dirección opuesta, ya que la tasa de rendimiento marginal suele ser mayor en aquellas regiones en que los salarios y el capital per cápita son más bajos (Cuadrado, 1995, p. 10).
e) Teoría del Crecimiento Endógeno. Esta teoría (desarrollada inicialmente por Paul M. Romer y Robert E. Lucas Jr.) plantea que el crecimiento económico es un resultado endógeno del sistema económico y no de las fuerzas externas. Sostiene que el nivel de ingreso a largo plazo depende de la acumulación del capital físico, capital humano y conocimiento, los cuales están determinados endógenamente por decisiones de ahorro e inversión de agentes económicos que actúan racionalmente (Moncayo, 2002, p. 38). De acuerdo con Cuadrado, se realizaron varios estudios en los que se determinaron cuatro elementos a los que se les atribuía el éxito de ciertas economías locales: 1) talento empresarial, 2) un sistema productivo flexible, 3) las economías generadas en los distritos industriales y 4) la existencia de algún ‘agente individual o colectivo’ capaz de actuar como catalizador para movilizar el ‘potencial’ autóctono: un banco local, los mayoristas, las asociaciones industriales de carácter local, algún empresario de talento, etcétera (1995, p. 17).
En esta teoría Romer postula que aquella economía que cuente con una gran acumulación de conocimientos experimentará un crecimiento más rápido, es decir, afirma que un gran stock de capital humano es decisivo para el crecimiento económico y aclara que la formación del capital humano comprende: la escolaridad, el entrenamiento en el trabajo y el aprendizaje haciendo.
f) Perspectiva del Neoinstitucionalismo. Bajo el enfoque del crecimiento endógeno se desarrolló esta perspectiva, que sostiene que el desempeño de las instituciones es determinante para el crecimiento económico, comprendiendo por instituciones “las reglas de juego de una sociedad”, reglas que son de dos tipos: las formales (marco legal), y las informales (normas de comportamiento, convenios y códigos de conducta que regulan la vida social). Para Douglas North, las instituciones constituyen la base del proceso dinámico del desarrollo económico, porque considera que
ellas forman ‘la estructura de incentivos de una sociedad y, como tales, constituyen los factores determinantes del desempeño económico’ y, por tanto, para North ‘toda recomendación económica que no tenga en cuenta las instituciones está condenada al fracaso’ (Rodríguez, 2005, p. 23).
g) Teoría de la Causación Circular Acumulativa. Esta teoría le otorga especial atención a los procesos acumulativos que tienen lugar en la interacción entre la oferta y la demanda. Se sostiene que las inversiones se producen en función de la dimensión y del crecimiento esperado de la demanda, tanto local como externa, más que en función de la tasa de beneficios que puedan producir. Por ello, las regiones avanzadas y dinámicas se aprovechan de un doble proceso, acumulativo y cualitativo, como lo señala Cuadrado:
a) En primer lugar, el crecimiento inicial de una determinada zona o punto geográfico, a veces por razones no económicas, genera un flujo de inmigración que, a su vez, determina la creación de un mercado interno más amplio y en crecimiento. Este hecho estimula nuevas decisiones de inversión que producen un relanzamiento de la demanda local y del potencial de crecimiento. b) En segundo lugar, la existencia de economías de escala y de aglomeración y la adopción de innovaciones de proceso que acompañan a las nuevas inversiones y bienes de capital, dan lugar a que aumente la productividad y la competitividad de la economía local, lo que permite atraer nuevas demandas externas. La expansión de las exportaciones produce, a su vez, un aumento del empleo, nuevos flujos de inmigración y más desarrollo (1995, pp. 11-12).
Esta teoría indica que si dos regiones caracterizadas por enormes diferencias de renta o por su distinta especialización (p. ej.: agricultura e industria manufacturera) compiten dentro de una zona comercial unificada, no funcionan ni el principio de la ventaja comparativa, ni los mecanismos neoclásicos de ajuste, sino que, por el contrario, la región rica se ve favorecida por unos mayores rendimientos e impide el desarrollo de las más pobres.
h) Teoría de los Polos de Crecimiento. Esta teoría postula que la inversión en industrias dinámicas localizadas en centros estratégicos puede estimular un crecimiento económico más generalizado a través de encadenamientos hacia atrás y hacia adelante con las empresas que funcionan como proveedoras o demandantes de sus productos (Kuri, 2003). Toma como punto de partida una industria líder o ‘clave’, localizada por decisión de una autoridad pública, por azar o por otra razón, dentro de una zona económicamente atrasada. Esta industria por su dimensión y desarrollo tecnológico produce para mercados distintos del de la localización, aunque tiende a demandar y crear in situ una gran parte de los requerimientos y servicios que precisa. Esta teoría, señala Cuadrado, sostiene que la industria líder genera un conjunto de efectos de polarización y de desarrollo en torno al lugar en que está emplazada, en especial:
a) efectos derivados del multiplicador keynesiano, activados por el gran número de trabajadores empleados y por sus mayores niveles salariales; b) efectos input-output directos e indirectos, activados por la demanda interna de inputs intermedios (los “vínculos hacia atrás y hacia delante” a causa del carácter “básico” de la especialización local); los proveedores encuentran ventajas en instalarse cerca del polo; c) efectos de aceleración de Aftalion, a causa de las altas tasas de inversión y reinversión de beneficios; d) efectos ligados a las ventajas de localización, debido a la existencia o creación de infraestructuras y capital social; e) efectos de imitación y aprendizaje que producen una mejora en los niveles locales de conocimientos y técnicas y en la capacidad empresarial y de gestión (Cuadrado, 1995, p. 13).
i) Las Teorías del Comercio Internacional y de las Uniones Aduaneras en el ámbito regional. La principal corriente teórica sobre el comercio internacional coincide con las premisas y conclusiones de la teoría neoclásica del crecimiento regional. Afirma que, si existe una perfecta movilidad de los factores de producción y una imperfecta movilidad de las mercancías, los factores deberían dirigirse hacia aquellas regiones en que obtengan mayores rendimientos, conduciendo todo ello a una situación de equilibrio e igualando, por consiguiente, los precios de los productos en todas las zonas. Si, por el contrario, los factores de producción fueran inmóviles, pero existiera un libre comercio para los productos, cada zona se especializaría en aquellas producciones que hicieran mayor uso de los factores que allí fueran más abundantes (Cuadrado, 1995, p. 14).
j) La Innovación como Impulsora del Desarrollo Regional. La innovación (en productos como en procesos) se ha convertido en uno de los factores clave para impulsar el desarrollo regional, incluso en el factor más importante del éxito de las economías locales (Nijkamp, 1986 citado por Cuadrado, 1995, p. 19). Desde los años ochenta del siglo :XX, aumentó el interés por la economía espacial de la innovación y el progreso técnico, se enfatizó en: a) los procesos de concentración geográfica de las actividades de investigación y desarrollo (I+D) y de innovación; y b) la expansión inter e intrarregional de la innovación” (Cuadrado, 1995, p. 19).
También se han desarrollado nuevos conceptos tales como el de milieu innovateur o “entorno innovador”. Este enfoque plantea que
La actividad de innovación tiende de manera natural a la concentración espacial. De hecho, una concentración de instalaciones permite una más fácil explotación de los conocimientos científicos y tecnológicos desarrollados en los centros de investigación y universidades, un mejor y más fácil acceso a la información, una mayor movilidad de la mano de obra cualificada y un mayor desarrollo de los servicios avanzados. La experiencia muestra que, dentro de los estrechos límites de las zonas metropolitanas y centrales, o de algunos “valles”, “pasillos’’ y corredores especializados, se generan toda una serie de procesos de apoyo mutuo en la innovación, de sinergias entre las unidades de investigación y las de producción, de efectos expansivos en la movilidad de la mano de obra gracias, especialmente, a los contactos personales o al fácil acceso a la información necesaria en cada momento (Cuadrado, 1995, p. 19).
También este enfoque postula que los procesos de innovación son de carácter acumulativo, justificado por las economías externas y por los efectos expansivos de la mano de obra cualificada y los conocimientos tecnológicos y organizativos que impulsan un proceso de generación de la innovación tecnológica en un área determinada (Cuadrado, 1995, p. 20, citando a Nelson y Norman, 1977 y Goddard y Thwaites, 1980). Procesos de innovación que se producen con mayor probabilidad en las regiones centrales, por lo que existe un profundo desequilibrio regional en la capacidad de innovación.
k) La tesis del “entorno innovador”. En el marco de la teoría del crecimiento endógeno se desarrolla esta tesis, que admite que el desarrollo se produce en zonas geográficas concretas, a causa del complejo conjunto de relaciones e interacciones que tiene lugar dentro de sus fronteras y le otorga un papel importante al factor de la oferta en el logro del éxito local. También concede relevancia a los procesos de innovación, al “entorno innovador”, al medio en que actúan los elementos que se consideran fuentes de creación del desarrollo económico, los cuales se benefician del elemento de proximidad geográfica y de las homogeneidades económicas y culturales que permiten definir territorialmente el propio medio o entorno local/regional. Los elementos económicos que caracterizan al
“entorno innovador son: a) economías externas y “economías de distrito”, las cuales promueven una especie de “clima industrial” capaz no sólo de reducir las desventajas en términos de costos de las pequeñas empresas locales, sino de ayudarlas en sus procesos de innovación. A este grupo pertenecen, por ejemplo, el importante proceso educativo y formativo que se produce dentro del citado medio o entorno; b) economías de proximidad, que reducen los costes de transacción al facilitar la circulación de la información, generar un mayor número de contactos personales y disminuir el costo de obtención de la información dentro de la economía local; c) elementos sinérgicos, que mejoran la capacidad local de innovación por medio de procesos de imitación, interacciones entre agentes locales, sociedades mixtas privadas y públicas para proyectos de infraestructura y servicios, interacciones entre centros de investigación y empresas potencialmente dispuestas a adoptar invenciones con rapidez, colaboración entre clientes y proveedores (Cuadrado, 1995, p. 23).
Cuadrado destaca que la capacidad innovadora de un medio no sólo puede atribuirse a su funcionamiento interno, sino que necesita de alguna energía externa,
en forma de nueva información tecnológica, organizativa o de mercado, y los canales que permitirán recibir y utilizar dicha energía de modo eficiente en el proceso de producción son las redes transterritoriales. Aparte de las redes de infraestructuras tradicionales (aunque sean avanzadas), las formas más importantes de “redes” son las de cooperación que se establezcan entre empresas (acuerdos de colaboración tecnológica, alianzas estratégicas, acuerdos de comercialización), entre instituciones de investigación, e incluso entre instituciones públicas, como los gobiernos regionales o municipales que deseen colaborar en proyectos tecnológicos, educativos o de infraestructura (1995, p. 24).
l) Teoría de la Acumulación Flexible. Esta teoría explica que la producción masiva y en gran escala llega a sus límites como modelo dominante de industrialización, y surge la especialización flexible, basada en la manufactura de productos con especificaciones de los clientes y con una maquinaria con tecnología de múltiples propósitos y métodos de producción flexible, con trabajadores calificados. La nueva tecnología de maquinaria computarizada permitió a las firmas responder de forma más flexible a los cambios en la demanda de las especificaciones de los productos. La empresa puede dejar de organizar todo el proceso productivo dentro de su propia planta y conseguir ciertos componentes de otras firmas. La especialización se vuelve ventajosa para cada una de las firmas pequeñas. La subcontratación entre las firmas constituye la base de una especialización sectorial. Las economías internas de escala que habían sido la base de la producción a gran escala en una empresa son reemplazadas por economías externas que surgen de la división de trabajo entre muchas firmas. Por lo que se afirma que se pasó de un modo de acumulación fordista a un modelo de acumulación flexible (Helmsing, 1999).
m) La Nueva Geografía Económica. Esta perspectiva proporciona una explicación sobre la formación de una gran diversidad de formas de aglomeración (o concentración) económica en espacios geográficos. Fujita y Krugman afirman que “La aglomeración de la actividad económica tiene lugar en distintos niveles geográficos y presenta una variedad de formas distintas” (2004, p. 179). Estos autores proponen algunos elementos clave, el primero es el modelo de equilibrio general de una economía espacial, considerada en su conjunto, el segundo es el de los rendimientos crecientes que conducen a una estructura de mercado caracterizada por la competencia imperfecta, la tercera son los costos de transporte (que hacen que la localización sea importante) y por último el movimiento locacional de los factores productivos y los consumidores que constituyen elementos a considerar en el estudio de la aglomeración (Fujita y Krugman, 2004, p. 180).
Además, sostienen que la estructura geográfica de una economía es determinada por la tensión existente entre las fuerzas centrípetas (enlaces, densidad de mercados, difusión del conocimiento y otras externalidades económicas puras) que concentran la actividad económica (la aglomeración) y las fuerzas centrífugas (inmovilidad de factores, renta de tierra, desplazamientos, congestión y otras deseconomías puras) que la separan (op. cit. p. 196).
n) Geografía Socio-Económica e Industrial. En esta perspectiva teórica el espacio no es el plano homogéneo e isotrópico, sino la dimensión material de las relaciones sociales, las cuales constituyen la sustancia misma del espacio, es un campo de fuerzas en donde interactúan factores históricos y físicos, con la acción múltiple de los agentes sociales (Moncayo, 2001, p. 31, citando a Benko, Georges y Alan Lipietz, 2000, p. 13).
A continuación, en el cuadro 1.1 se presenta un resumen de las teorías económicas y de los factores que consideran determinantes para el crecimiento económico, para posteriormente profundizar en el Enfoque del Desarrollo Territorial.
Como puede apreciarse, existen distintas respuestas en torno a las causas o factores que pueden detonar un crecimiento económico, o bien en la actualidad, conseguir la competitividad de los territorios, pero lo que es un hecho es que los países más desarrollados son los que han obtenido las mayores ganancias de la economía global, en la cual se han insertado de manera competitiva y aprovechado sus ventajas competitivas no sólo de sus lugares, sino también de otros territorios, siendo así los ganadores, garantizando el éxito en los mercados globales, mientras que los países en vías de desarrollo no han logrado aprovechar las oportunidades presentadas en el juego contexto global-local para insertarse de manera ventajosa en la economía global y lograr su desarrollo.
De acuerdo con Boisier (1998), en el juego de la globalización, en el desarrollo territorial confluyen dos escenarios: el contextual y el estratégico. El primero se refiere a la apertura externa económica y a la apertura interna (política, proceso de descentralización). Respecto al escenario estratégico, el desarrollo depende de las nuevas modalidades de configuración regional (pivotales asociativas, virtuales), y el otro vinculado a la interpretación entre los bienes públicos y privados, es decir, con un modelo de gestión regional basado en criterios de gestión privados, que incluyan la flexibilidad (aumentar posibles respuestas a las demandas del entorno), la velocidad (aprovechar oportunidades para salir y entrar rápidamente de acuerdos y redes), maleabilidad (capacidad de adaptación estructural a los intersticios del entorno y a las características del medio regional ), y la imaginación creativa (condición para poder hacer más con menos). El desafío consiste en ayudar a que los territorios ocupen nichos que sean a la vez modernos, competitivos, participativos y equitativos con la finalidad de posicionarse en ese escenario global como entidades ganadoras (pp. 758-759).
Es por ello, que los territorios buscan incorporarse en una buena posición, revalorizando todos sus bienes patrimoniales e identificando aquellos recursos que les confieran ventajas competitivas y con ello lograr una buena posición en la economía global. Incorporarse de manera competitiva en el mercado global implica desarrollar una capacidad innovadora que les permita aprovechar y utilizar de manera imaginativa, racional y equilibrada sus recursos locales en aras de su desarrollo (Caravaca, 1998, p. 6) (Ver figura 1.1).
Competitividad de los territorios en el contexto global
Como hemos visto, la globalización económica ha modificado las reglas del juego del mercado internacional generando nuevas condiciones para el libre comercio como la superación progresiva de las barreras legales, geográficas (distancia y acceso) y culturales. En este contexto de libre comercio los productos locales, elaborados en los países en vías de desarrollo, tienen que competir con aquellos productos similares, pero elaborados en los países desarrollados, los cuales gozan de menores costos de producción o incluso subsidios, o son de mejor calidad, por lo que ingresan a los mercados locales en mejor posición.
En las condiciones establecidas para el libre mercado, los territorios tienen que afrontar una competencia, ahora planetaria, ante la cual han tenido que adaptarse. Por una parte, los territorios han transformado sus sistemas de producción nacionales y locales, pero también han generado nuevos conocimientos para atraer a los consumidores, llevando a establecer mejores mecanismos de comunicación, de gestión y entablar alianzas estratégicas para lograr posicionarse de manera ventajosa en el mercado y hacer frente a los retos de la globalización para lograr el desarrollo (Observatorio Europeo Leader, 2001, p. 14).
Uno de los retos que enfrentan los territorios en el contexto global, es precisamente el ser competitivos. Esto quiere decir que tienen que:
1) Poseer la capacidad para atraer y retener la inversión extranjera directa
2) Generar empleos y valor agregado
3) Lograr altas y sostenibles tasas de crecimiento
4) Generar excedentes crecientes de exportación
5) Generar y mantener niveles crecientes de productividad
6) Mantener calidad de vida elevada
Como se puede apreciar, la competitividad es un concepto que hoy se vincula a la globalización económica, y ha sido utilizado como sinónimo de la fortaleza económica de una nación, industria o una empresa. Los parámetros más recurrentes para medir la competitividad son el nivel de productividad alcanzado y la calidad de vida de su población. Elementos importantes para asegurar una adecuada participación en el mercado internacional y el comercio (Sobrino, 2001, p. 311; Sobrino, 2005).
El logro de la competitividad impone a los territorios enfrentar ciertos desafíos. Por una parte, tienen que situarse en los espacios abiertos por la globalización, desarrollar intercambios, así como formas de solidaridad y de transferencia interterritorial. Además de mantener un diálogo entre actores e instituciones encaminado a establecer políticas de desarrollo favorables a las situaciones de los territorios; afirmar su especificidad y capacidad de respuesta a los problemas generados por el contexto global (Observatorio Europeo Leader, 2001, p. 15).
Es un hecho que no todos los territorios tienen las mismas condiciones para competir, ello depende de su capacidad para adaptarse y superar las limitaciones y condiciones que impone la economía global, así como las limitaciones que imponen su propia historia y sus características estructurales, es decir, su estructura productiva, su mercado de trabajo, sus capacidades tecnológicas, organizacionales y comerciales.
En este contexto de libre mercado y libre competencia, lograr que los territorios sean competitivos y mantener o incrementar esa competitividad, representa una prioridad para los gobiernos, pues la competitividad se ha convertido en un punto de referencia con base en el cual los agentes económicos globales toman sus decisiones para elegir los territorios en donde localizarán su actividad productiva, de gestión y demás actividades económicas.
Aunado a lo anterior, la competitividad ha adquirido mayor relevancia por la influencia que ejerce en todos los aspectos de la vida social, más allá del ámbito económico. Así, ha sido usada como un referente analítico no solo del desempeño económico de una empresa, industria o nación, sino también de las regiones, de las ciudades e inclusive de los territorios.
A pesar de su importancia, es un hecho que no existe un consenso conceptual sobre la competitividad. Bhawsar y Chattopadhyay (2015) señalan que al igual que la globalización, la competitividad ha sido ampliamente abordada desde distintas perspectivas: económica, administrativa, histórica, política y cultural, desde las cuales se ha generado una abundante literatura, que permite afirmar que la competitividad es un concepto con varias dimensiones, no solo la económica, sino con otras, lo que conduce a señalar que son muchos los factores los que la determinan.
Por ello, es importante revisar las principales concepciones de la competitividad, sin pretender llegar a un consenso conceptual, sino que nos permitan señalar cuáles son las dimensiones que la conforman según la concepción, saber quién compite y por qué compite, conocer los factores que promueven o determinan la competitividad, para saber cómo se puede ser competitivo, y comprender cuáles son las estrategias que han seguido o pueden seguir para lograr un desarrollo equilibrado y sostenible.
Como se verá en los apartados siguientes, según la perspectiva de análisis y el enfoque teórico, se puede decir que la competencia ocurre entre las empresas, las industrias o las naciones. En una concepción más amplia se establece que en las ciudades, las regiones e incluso de manera más general, en los territorios tiene lugar la competencia.
Niveles de la competitividad
De manera general, el análisis de la competitividad se hace en tres niveles: el micro, el meso y el macro. Desde la dimensión micro se analiza la competitividad entre las empresas que hay en una nación o región; la dimensión meso se refiere a la industria y la región, mientras que la dimensión macro analiza la competitividad entre las naciones (Cellini y Soci, 2002) (Ver figura 1.2).
Nivel microeconómico
La competitividad microeconómica, es definida como la capacidad de una empresa para competir con éxito en el mercado doméstico o en el de exportación, incrementando sus bienes físicos, a la par que logra crecer (Sobrino, 2001). A nivel de la empresa, la competitividad se deriva de su ventaja competitiva en los métodos de producción y organización (precio y calidad del producto final) frente a sus competidores específicos, basa su adaptabilidad y capacidad para obtener ganancias a largo plazo, en la combinación de precio y calidad del bien o servicio ofrecido. Esta combinación le da capacidad a la empresa para cumplir de manera sostenible el doble propósito de cumplir con los requisitos del cliente con fines de lucro (Romo y Abdel, 2005).
Cuando se logra establecer una dinámica saludable en la competitividad de las empresas, y éstas consiguen organizarse para establecer asociaciones, cooperación, eslabonamientos productivos, aprender y especializarse, se genera un ambiente propicio que favorece la competitividad de la industria y de la región, lo que a su vez incide en la competitividad de las naciones (Romo y Abdel, 2005).
Nivel meso: competitividad de la industria
La industria suele definirse como el conjunto de empresas que se dedica a actividades económicas similares. De tal manera que la competitividad de la industria resulta en gran medida de la competitividad de las empresas; es decir de su capacidad para ser constantemente rentables en el mercado abierto. De acuerdo con Romo y Abdel (2005) las empresas que forman parte de una industria competitiva se benefician de diferentes maneras, al generarse un círculo virtuoso entre el desempeño de la empresa y el de la industria (p. 204).
Según estos autores, una industria competitiva fomenta el desarrollo de infraestructura especializada como centros de investigación e instituciones educativas que permiten el desarrollo de habilidades técnicas y conocimientos para la industria. Esto favorece la formación de eslabonamientos verticales, es decir, la formación de relaciones interempresariales (una empresa adquiere bienes y servicios como insumos de producción de otras compañías en la cadena de producción), otorgándole a la industria mayor capacidad de respuesta y flexibilidad ante los requerimientos del mercado. Beneficiando así el desempeño de la empresa a su vez que el fortalecimiento del desarrollo industrial del país (Romo y Abdel, 2005).
Otros autores dan una definición más amplia de la competitividad de la industria, afirmando que es el grado en que una industria satisface las necesidades de los clientes, con la combinación peculiar de productos / servicios, precio, calidad e innovación, y las necesidades de varias partes interesadas, como proporcionar un lugar de trabajo seguro a los trabajadores (Bhawsar y Chattopadhyay, 2015, p. 667).
Nivel macro: la competitividad entre naciones
De manera general la competitividad de una nación se ha definido como la habilidad, la capacidad de una nación de brindar un ambiente adecuado para que sus empresas y sus industrias prosperen. El Foro Económico Mundial (2013) define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país (Bhawsar y Chattopadhyay, 2015, p. 667). Porter (1990), señala que la productividad de un país, y por tanto su competitividad, depende de la capacidad de su industria para innovar y mejorar continuamente. En este sentido, como se ha señalado, la competitividad es una medida del desempeño económico del país en la exportación. De esta manera un país será competitivo en la medida que logre expandir su participación en el mercado internacional y al mismo tiempo elevar el nivel de vida de su población. Pues como señala Porter, el principal objetivo de la nación es generar altos y crecientes estándares de vida para sus habitantes.
Sin embargo, existen algunas opiniones que discrepan en torno a la competitividad de las naciones, para algunos autores el enfoque de competitividad desde la perspectiva de las cuotas de mercado tiene sentido para las empresas, pero no a nivel de las economías nacionales. Chitea (2015) señala que “una economía nacional no sale del mercado como una empresa individual no competitiva” (p. 133).
Al respecto, es muy conocido el argumento de Paul Krugman (1994) respecto de la competitividad nacional. El autor afirma que el concepto de competitividad carece de validez en un contexto nacional por tres razones:
1) No se puede establecer una analogía entre la empresa y la nación. Dado que, si una empresa que no tiene éxito llega, finalmente, a la bancarrota y detiene su actividad, esto no pasa en el caso de una nación.
2) Las empresas compiten por las cuotas del mercado y el éxito de una puede ser en detrimento de otra empresa, en las naciones el éxito de una crea, más que destruye, oportunidades para otras naciones.
3) La competitividad no es más que otra manera de decir productividad; el incremento en la calidad de vida de los ciudadanos está relacionado principalmente con el incremento en las tasas de productividad.
Desde esta perspectiva eminentemente económica, se considera que el elemento central de la competitividad es la productividad. Así para lograr la productividad y mantener niveles elevados de la misma es indispensable que la industria sea capaz de adoptar innovaciones tecnológicas que se traduzcan en un incremento de la productividad (Porter, citado en Sobrino, 2001, p. 317). Los indicadores de la competitividad son el comportamiento de las exportaciones y el balance en la cuenta corriente, el nivel y crecimiento del producto interno bruto.
Ventajas competitivas
Desde la perspectiva tradicional de la economía, se han explicado los factores que generan competitividad en términos de las ventajas comparativas. El concepto de ventaja comparativa se refiere a que las naciones, mediante la especialización, se pueden beneficiar del comercio, aunque no posean una ventaja absoluta. Esta perspectiva afirma que el comercio refleja las diferencias entre las naciones en cuanto a la dotación de factores (tierra, trabajo, recursos naturales y capital), por lo que las naciones ganan ventaja comparativa si se especializan en aquellos sectores de la industria que utilicen intensamente algún factor de los que posee en abundancia (Porter, 1999).
Pero, en los años ochenta del siglo :XX, Porter propone su teoría de la competitividad nacional, basada en ventajas competitivas, la cual reside en que una empresa o país posea una ventaja única y sostenible respecto de sus competidores, y que dicha ventaja le permita obtener mejores resultados y por tanto tener una posición competitiva superior en el mercado; de ahí que una premisa importante desprendida de esta teoría es que “la prosperidad nacional no se hereda, sino que es creada por las oportunidades que brinda un país a sus empresas, porque son las únicas responsables de crear ventaja competitiva a través de actos de innovación” que permiten incrementar la productividad, que para Porter es el indicador de la competitividad.
La ventaja competitiva hace referencia a un instrumento activo o proceso dinámico de acumulación de factores internos y externos para la producción. Para obtener estas ventajas influye la lógica interna y externa del proceso productivo, así como la infraestructura de la firma, el manejo de los recursos humanos y la adopción de innovaciones tecnológicas (Sobrino, 2001, p. 319).
Para explicar los factores que promueven la competitividad Porter parte de un enfoque sistémico, al relacionar elementos microeconómicos, derivados de las estrategias competitivas de las empresas, y los factores macroeconómicos, establecidos por la dinámica del comercio internacional. En suma, vincula el nivel empresarial, regional e industrial, en su conocido modelo de diamante de la competitividad, que se muestra en la figura 1.3.
En el modelo, Porter argumenta que las ventajas competitivas se crean y sustentan mediante procesos altamente localizados que relacionan atributos específicos de los países. Estos atributos son los factores que determinan la competitividad:
1) Condiciones de los factores para la producción: se refiere a la oferta de mano de obra especializada o capital humano, infraestructura, creación y dotación de factores, financiamiento para poder competir en una industria determinada.
2) Condiciones de la demanda: Se refiere a la naturaleza o complejidad de la demanda en el mercado nacional para los bienes y productos elaborados por una industria determinada; y del comportamiento de la demanda exterior.
3) Condiciones de los sectores conexos y de apoyo. Con esto se refiere a la presencia de proveedores y a otras industrias relacionadas, para el acceso oportuno y eficaz a los principales insumos, unidades para coordinar o compartir actividades en la cadena productiva y formar clúster.
4) Condiciones de estrategia, estructura y rivalidad de la empresa referentes a cómo se crean, organizan y gestionan las empresas, así como la naturaleza de la competencia entre ellas (Porter, 1991, citado en Sobrino, 2005, p. 128; Romo y Abdel, 2005).
Como se puede observar en el modelo (ver figura 1.3) los cuatro factores interactúan entre sí para generar un entorno que permite a las empresas desarrollar o acumular habilidades para aumentar su ventaja competitiva. Una de esas habilidades es, para Porter, la capacidad de aprendizaje e innovación.
Por su parte, Krugman afirma que los factores internos a la empresa son los factores decisivos para la competitividad, al ser la productividad la fuerza de equilibrio para el desempeño competitivo de un país. Pero Porter considera que la ventaja competitiva se crea y mantiene mediante procesos localizados, resultado de la conjugación de factores microeconómicos (derivados de las estrategias competitivas de las empresas) y macroeconómicos (establecidas por el comportamiento del comercio internacional).
Una tercera perspectiva establece que la competitividad de un país depende de la habilidad empresarial que una firma individual pueda tener, puesto que la agregación de las empresas lleva a la competitividad de la industria regional y nacional en su conjunto, influye por tanto para la competitividad el mercado de factores, las instituciones con las que se interactúa y estructura de incentivos (Sobrino, 2001, p. 321 y 2005, p. 131).
En suma, tomando en consideración las tres perspectivas arriba señaladas sobre la competitividad de un país, Sobrino establece que esta está en función de la eficiencia microeconómica de sus empresas, de las políticas gubernamentales que permiten promover el crecimiento económico, y del desempeño de las principales ciudades para atraer nuevas inversiones que generan empleos y ayudan al crecimiento económico local (2001, p. 322).
A nivel de la empresa se considera que los factores importantes para la competitividad son de carácter interno, pero también hay factores externos referentes a la industria y la región que determinan el grado de competitividad de la empresa tales como: la concentración de mercado, la diferenciación de productos, los precios internacionales de los bienes producidos, la existencia de una política industrial específica para el sector en cuestión, presencia de infraestructura apropiada, capital humano calificado, proceso de aglomeración, e incluso el tipo de cambio y tasas de interés (Romo y Abdel, 2005, p. 204).
Al nivel de la industria, los factores que inciden en la competitividad son: la naturaleza de los bienes producidos, concentración del mercado y barreras de entrada, intensidad de capital y complejidad técnica, potencial de exportación, transferencia de tecnología, y estrategia seguida por los inversionistas extranjeros (Romo y Abdel, 2005, p. 205).
La competitividad regional, ¿las regiones compiten?
Cabe señalar que, de los niveles de análisis de la competitividad, el del nivel meso (región) es el que tiene un menor consenso respecto a su definición, así como sobre una delimitación metodológica para su determinación empírica. En este nivel de análisis se ha tomado como unidad de estudio a la región, agrupando a la competitividad urbana, rural o local.
Entre los problemas que se presentan para su comprensión está el hecho de que, hasta el momento, el indicador de la competitividad a nivel empresarial y nacional era la productividad. En el caso de la región se presenta el problema empírico de entender cómo interpretar el significado de la productividad regional. Aunado a lo anterior, es necesario entender que las regiones no son simples agregaciones de empresas, ni son versiones reducidas de naciones, por lo que no se puede analizar la competitividad regional desde un enfoque micro o macro.
En relación con lo anterior, Cellin y Soci (2000, citado por Kitson, Roy y Tyler, 2004, p. 994) afirman que la competitividad adquiere diferentes significados de acuerdo con la escala o nivel en el cual se use ese término. Por lo que propone el nivel meso para analizar la competitividad de los sistemas económicos locales, que incluye los distritos industriales (lo que Porter ha llamado clusters) y las regiones.
Uno de los conceptos más trascendentes de la competitividad regional es el dado por Porter (1990), que la define como “la habilidad que posee una economía de mantener y atraer a las empresas con cuotas de mercado estables manteniendo, o aumentando los niveles de vida de los que participan en la economía”. Por su parte Chitea (2015) la define como el grado en el que las regiones compiten entre ellas de cierta manera para atraer capital o fuerza de trabajo, es decir compiten por atraer a las empresas para que se localicen en sus territorios.
La región adquiere un papel importante para el logro de la competitividad de las empresas, pues las condiciones prevalecientes en su entorno influyen en el desempeño y el desarrollo empresarial. De tal manera que un buen entorno, caracterizado por una adecuada infraestructura, centros de educación e investigación, calidad de vida, políticas gubernamentales para atraer inversión, favorece la concentración empresarial en regiones geográficas específicas, dando origen a lo que Porter señala como clusters, es decir, grupos geográficamente cercanos de empresas, proveedores, prestadores de servicios e instituciones relacionadas en un campo particular, que están interconectados y vinculados entre sí por aspectos comunes y complementarios.
De acuerdo con Porter, los clusters impactan de manera positiva la competitividad pues: 1) incrementan la productividad de la empresa al reducir los costos de transacción y de capital por la proximidad física; 2) elevan la capacidad de innovación e incremento de la productividad; 3) estimulan la generación de nuevos negocios que llevan a expandir el cluster impulsando la innovación (Romo y Abdel, 2005).
Respecto a la competitividad urbana, autores como Lever y Turok (1999) y Sobrino (2001) afirman que se refiere al grado en el cual las ciudades pueden producir bienes y servicios, de lo que depende su capacidad para penetrar en el mercado regional, nacional e internacional; así como de su crecimiento económico local, e igualmente del incremento del ingreso real y la calidad de vida de sus habitantes.
Como puede apreciarse en estas concepciones de la competitividad se hace referencia a otros ámbitos más que el económico, considerando como elementos de su definición y medición, la calidad de vida de la población.
Sin embargo, para autores como Cellini y Soci (2002) la competitividad regional significa más que la capacidad potencial de exportación o el superávit en la balanza comercial; para ellos, la competitividad regional va mucho más allá de la producción de bienes incluyendo una amplia gama de insumos materiales e inmateriales y su movilidad, desde la vivienda y la infraestructura hasta las comunicaciones y las redes sociales.
Profundizando en esta discusión Camagni (2002) afirma que las regiones compiten para atraer a las empresas, es decir, por capital, así como por trabajadores y por acceder al mercado, pero esta competencia se basa en las ventajas absolutas y no sobre las ventajas comparativas. ¿De dónde vienen estas ventajas competitivas absolutas? Siguiendo con este autor, las regiones tienen un conjunto de factores o activos externos a las empresas pero que las benefician permitiéndoles obtener una alta productividad que de otra manera no sería posible. Cuando una región posee estos factores externos (activos tecnológicos, sociales, de infraestructura o institucionales) adquiere ventajas competitivas absolutas, favoreciendo que las empresas se localicen en su territorio (p. 2396).
Se considera que estos factores afectan la competitividad de las regiones, factores a los cuales se les ha denominado externalidades o recursos que posee la región y que son externos a las empresas, pero que influyen en su productividad y competitividad. Kitson, Ron y Tyler (2004) señalan que estas externalidades en cierta forma están reconocidas en el modelo explicativo de la competitividad de Porter, quien menciona que las ventajas competitivas derivan de procesos localizados geográficamente, colocando elementos clave para la competitividad en factores externos “blandos” tales como el grado de integración social, la existencia de redes sociales como capital social y estructuras institucionales (p. 994).
Para Camagni la competitividad territorial pone en relieve la importancia que desempeña el territorio, en cuanto a proporcionar un ambiente innovador para generar herramientas competitivas a las empresas. De acuerdo con este autor, el territorio desempeña un papel importante para la competitividad al ser un espacio en donde se llevan a cabo procesos de acumulación del conocimiento y el desarrollo de códigos de interpretación, modelos de cooperación y la toma de decisiones en las que se basa el proceso de innovación de las empresas locales (2002, p. 2396).
Con estas contribuciones, se ha explicado la competitividad regional con base a estas externalidades “soft”, que aluden a aspectos que rebasan el ámbito de la productividad, poniendo mayor énfasis en los procesos de generación del conocimiento local, del aprendizaje y la creatividad. A partir de estos elementos Kitson, Roy y Tyler (2004), proponen un modelo explicativo de la competitividad regional que contempla dichas externalidades blandas como sus dimensiones clave, y que se muestra en la figura 1.4.
El modelo contempla como dimensiones de la competitividad:
a) la calidad y cualificación de la mano de obra (capital humano)
b) el alcance, la profundidad y la orientación de las redes sociales y las formas institucionales (capital social/institucional)
c) la variedad y la calidad de los bienes y servicios culturales (capital cultural)
d) la presencia de una clase innovadora y creativa (conocimiento y capital creativo)
e) escala y calidad de la infraestructura pública
f) finalmente, el capital productivo, es decir el conjunto de elementos externos arriba señalados, que son importantes para apoyar e impulsar una base productiva eficiente para la economía regional (Kitson, Ron y Tyler, 2004, p. 994).
El análisis de la competitividad regional ha llevado a identificar que el territorio desempeña un papel importante para el logro de la competitividad, reconociendo que otros factores externos a las empresas y conglomerados industriales, tienen que ser considerados como factores clave en ese análisis.
Ahora bien, nos encontramos que se ha desplegado un enfoque de la competitividad desde la perspectiva del desarrollo territorial, que contempla un nuevo concepto, el de capital territorial, factor al que se le otorga un peso decisivo en el logro del desarrollo y la competitividad, lo que a continuación exponemos.
Notas del capítulo 1
1 Para este recuento de las teorías de desarrollo regional, se recurrió en gran medida a los trabajos de Juan R. Cuadrado Roura (1995) y de Edgar Moncayo Jiménez (2001) (2002).
2 De acuerdo con Zermeño, el crecimiento significa el aumento de la producción que registra un país a través del tiempo. El desarrollo estudia el crecimiento de un sistema económico en un periodo largo de tiempo, incorporando las transformaciones que en ese horizonte ocurren: se transforma la estructura productiva, la tecnología, las instituciones, las relaciones sociales y políticas que inciden en la economía, las pautas de distribución del producto. Mientras que el desarrollo puede ser comprendido como el objetivo de un país, de una sociedad, de un colectivo. El desarrollo generalmente significa un avance en el bienestar social. Así, el crecimiento económico sólo es desarrollo en función de un mayor bienestar, si es equitativo, si es modernizador y al mismo tiempo impulsor del progreso social, si es sustentable, si finalmente significa desarrollo humano, entendido como un avance hacia la plena realización de todas las personas (Zermeño, F. 2004).