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Desarrollo, competitividad y capital territorial

Enfoque del desarrollo territorial: factores determinantes

El enfoque del desarrollo territorial ha sido resultado de las aportaciones de varios científicos sociales que han considerado a la variable espacial en su análisis económico, como hemos mencionado, desde aquellas realizadas por Walter Isard hasta las más recientes contribuciones de Paul Krugman, Masahisa Fujita, Anthony Venables, Roberto Camagni, Roberta Capello, entre otros, quienes han estudiado el tema de la distribución y dinámica económica en los espacios geográficos. Cabe señalar, que también algunos científicos latinoamericanos han contribuido al desarrollo de este enfoque quienes, preocupados por la desigualdad económica entre regiones, han examinado las causas y han establecido planteamientos que nutren este marco teórico conceptual, entre ellos: Sergio Boisier, Sergio Sepúlveda, Clemente Ruiz Durán, Rafael Echeverrí, Julio Berdegué, Carlos Caicedo Cuervo y Javier Delgadillo.

El enfoque de desarrollo territorial se diferencia de otros marcos teóricos en dos aspectos centrales: el primero es que enfatiza en que si bien el crecimiento económico de un territorio es fundamental, no sólo se trata de lograr este crecimiento, sino de promover un proceso de desarrollo, comprendiendo por éste: un proceso social que pretende lograr un territorio cohesionado social y territorialmente, es decir, una sociedad integrada por medio de la equidad, la solidaridad, la justicia social y el sentido de pertenencia, así como un territorio en que los espacios, recursos, sociedades e instituciones estén integrados en tejidos que forman regiones, naciones y espacios supranacionales (Rodríguez, 2002, p. 45), propósitos a los cuales debe contribuir la competitividad; el segundo aspecto es que concibe al territorio como un todo integrado, como un área que contiene múltiples dimensiones, a saber: dimensión económica, dimensión socio-cultural, dimensión ambiental y dimensión política-institucional, esto es, como un territorio multidimensional y multisectorial, porque en él se desenvuelven múltiples sectores.

De estas premisas se desprende que los espacios deben ser vistos desde un enfoque integral, es decir, desde una perspectiva holística que reside en reconocer sus múltiples dimensiones, la variedad de sus sectores (agrícola, industrial, servicios), las interrelaciones sociales que se producen en ellos, su articulación territorial, la heterogeneidad de sus actores, así como sus vínculos con otros espacios en el contexto mundial.

Esta perspectiva reconoce la dimensión territorial de los fenómenos económicos, sociales, político y culturales, esto es, la visión de que el territorio es resultado de las interacciones sociales, es producto de las relaciones de poder, razón por la cual es necesario transformar las formas de uso y aprovechamiento de éste, modificar las relaciones sociales que se producen en él, y que lo construyen para lograr su desarrollo, lo que lleva a colocar al territorio como el centro y sujeto de acción del desarrollo. De ahí que se considere necesario incorporar en los planteamientos de desarrollo esta dimensión territorial, que supone plantear y realizar políticas y estrategias de desarrollo que contemplen la territorialidad de los procesos sociales, económicos y políticos, lo que da lugar al nuevo enfoque de desarrollo territorial.

Como se ha mencionado, el enfoque del desarrollo territorial considera necesario que el territorio se constituya en el objeto y sujeto de políticas de desarrollo, lo cual a su vez plantea la exigencia de elaborar y ejecutar políticas públicas de desarrollo, pero sustituyendo las políticas públicas sectoriales por políticas territoriales multisectoriales, con base en una planificación del territorio, planificación en la que se contemplan todas las interrelaciones económicas, sociales y políticas que se producen en el territorio.

Más aún, sugiere la formulación de políticas transversales que tendrán fuertes repercusiones en las estrategias de desarrollo, y juzga indispensable un cambio radical en la planificación, la que desde esta perspectiva debe dejar de ser una planificación centralizada y convertirse en una planificación descentralizada en la que se sustente la concepción del territorio como “unidad de gestión” (Boisier, 1999).

Inclusive este enfoque propone algunas acciones que considera indispensables para lograr que los territorios se conviertan en entidades sociales y espacialmente integradas, las cuales de acuerdo con Alexander Schejtman y Julio Berdegué (2003) y Javier Delgadillo (2005), son las siguientes:

a) La transformación productiva, con la introducción de innovaciones productivas y la calificación de recursos humanos, acción con la que se busca lograr una mayor participación en los mercados (local, regional, nacional e internacional) en el contexto de la creciente competitividad global.

b) La transformación institucional, esto es, la reforma de las instituciones o incluso la creación de nuevas para convertirlas en instrumentos eficaces de desarrollo.

c) La participación social concertada de los diferentes actores socio-económicos regionales públicos y privados, en la toma de decisiones para actuar sobre su espacio determinado, a fin de aprovechar las condiciones con las que cuenta su territorio, con una utilización eficiente y sostenible de los recursos endógenos y para aprovechar las oportunidades que ofrece el contexto externo.

Una particularidad fundamental de esta visión del desarrollo es que este es concebido como un proceso en construcción por la propia comunidad territorial, lo que significa que la comunidad territorial debe ser la autora, gestora y beneficiaria de su propio desarrollo, y ello entraña activar una nueva forma de gestión del desarrollo. Una gestión del desarrollo más eficiente a través de la colaboración de todos los actores del territorio en cuestión, por medio de la construcción de sinergias, alianzas, asociaciones, en un proyecto de desarrollo territorial compartido por todos.

Dicho proyecto de desarrollo es considerado un verdadero reto para el Estado y la sociedad civil, puesto que ello significa alterar las relaciones político-sociales entre los diversos actores sociales, las cuales deberán basarse en principios tales como la confianza, la justicia social, la reciprocidad, el bien común, la democracia; y traducirse en la transferencia de competencias del gobierno a los actores sociales locales, es decir, reflejarse en la descentralización de funciones por el gobierno, en la adquisición de responsabilidades y compromisos por parte de los actores locales en el proceso de desarrollo de su territorio, con otras palabras, en la injerencia de los actores sociales en los lineamientos, políticas, estrategias, ejecución y evaluación del proceso de desarrollo.

En efecto, este enfoque territorial del desarrollo especifica que de lo que se trata es de “construir las regiones”, y de convertir al territorio en el sujeto de su propio desarrollo, lo que involucra no sólo la actuación del Estado, sino la intervención conjunta del Estado con la sociedad civil, por medio de la creación de un proyecto político regional. Y juzga a este proyecto político regional como prioritario para propiciar la convergencia de todos los actores regionales, con el objeto de definir una meta común y clara, que contemple el crecimiento económico, justicia social, democracia y sostenibilidad ambiental. Además, explica que se trata de un proyecto político y no simplemente de un plan, porque su ejecución repercutirá en las relaciones político-sociales establecidas, ya que, al participar diversos actores gubernamentales, sociales, empresariales en el diseño y ejecución de un proyecto colectivo de desarrollo, en realidad se trataría de procesos de negociación política (Boisier, 1999, pp. 29-30).

De modo que, la nueva gestión del desarrollo tiene como fundamento la participación ciudadana, es decir, el involucramiento social entendido como el compromiso de acción de las comunidades en la propia construcción territorial, por lo que en las comunidades se debe crear cooperación entre actores públicos y privados con el objeto de coordinar y concentrar recursos organizacionales, técnicos y materiales para solucionar en forma concertada problemas definidos colectivamente” (CEPAL, 2000, p. 39). Y para lograr dicha cooperación se requiere que los actores reconozcan la complementariedad de sus respectivos intereses.

Precisamente el que la comunidad territorial tome parte activa en la proposición, ejecución y evaluación de las políticas públicas de desarrollo, bajo el principio de que las comunidades tienen que ser las protagonistas de su propia mejora, constituye el mayor reto que enfrentan las políticas territoriales de desarrollo, porque hay que construir una nueva relación político-social entre los diversos actores y entre ellos y el Estado, una relación bajo un esquema de corresponsabilidades y sustentada en el fundamento de la democracia.

De tal suerte que esta gestión territorial de desarrollo tiende a la autonomía de los territorios, a la autonomía de las comunidades para que éstas construyan su territorio de acuerdo con sus deseos. Se sustenta en una nueva relación entre el Estado y la comunidad territorial en la que se admite que las comunidades tienen capacidad de decidir por sí mismas, de convertirse en las protagonistas de su propio desarrollo, lo que representa una gran tarea.

Además, los autores de este enfoque territorial piensan que es necesario invertir simultáneamente en los capitales con los que cuentan los territorios, a saber: capital económico, capital humano, capital social y capital natural. El primero de ellos referido a la riqueza, a los bienes y servicios producidos, el segundo alusivo a los conocimientos de las personas, al “know how”, a su alimentación, salud, cultura; el capital social concerniente a los grados de asociación, de confianza de cooperación entre las personas y los grupos sociales, a la democracia y el capital natural que atañe a los recursos ambientales del territorio.

Ahora bien, con respecto al libre mercado, el enfoque territorial del desarrollo juzga que la sola acción de las fuerzas del mercado no es suficiente para lograr el desarrollo, sino que se requiere de una planeación territorial, como forma de conseguir el desarrollo, es decir, que se requiere la intervención del Estado en la economía, aunque con una fuerte participación social, intervención que indudablemente deberá tener en cuenta la dinámica de la economía capitalista global que transforma a los territorios. Ello significa que, si bien este enfoque juzga que el libre mercado por sí solo no logrará el desarrollo de las sociedades y territorios, tampoco considera que es un obstáculo para el desarrollo, es decir, que estima que es posible tomar en cuenta el mecanismo de mercado para lograr una posición ventajosa para cada territorio en cuestión. Planteamiento que conlleva el conocimiento y desarrollo de las ventajas competitivas de cada territorio.

Competitividad territorial

Sin duda, el enfoque territorial del desarrollo considera que los territorios tienen que lograr “competitividad”, pero no sólo entendida como la capacidad de afrontar la competencia del mercado, sino que también tienen que garantizar al mismo tiempo la sostenibilidad medioambiental, económica, social y cultural, mediante prácticas de integración en redes y de articulación territorial” (Observatorio Europeo, 1999). Razón por la cual, en realidad se plantea que los territorios tienen que ser competitivos en cuatro distintas esferas:

 Competitividad económica comprendida como la capacidad de los agentes para producir y mantener el máximo de valor añadido en el territorio mediante el refuerzo de los vínculos entre sectores y haciendo que la combinación de recursos constituya activos para valorizar el carácter específico de los productos y servicios locales.

 Competitividad social concebida como la capacidad de los agentes para actuar eficazmente de manera conjunta sobre la base de una concepción consensuada del proyecto y fomentada por una concertación entre los distintos niveles institucionales.

 Competitividad medio ambiental pensada como la capacidad de los agentes para valorizar su entorno haciendo del mismo un elemento “distintivo” de su territorio, garantizando al mismo tiempo la conservación y la renovación de los recursos naturales y patrimoniales.

 La localización en el contexto global percibida como la capacidad de los agentes para situarse con relación a los otros territorios y al mundo exterior en general, con el objeto de hacer progresar su proyecto de territorio y de garantizar su viabilidad en el contexto de la globalización” (Observatorio Europeo Leader, 1999, p. 5).

Además, este paradigma establece que, para lograr la competitividad, y por ende el desarrollo, cada comunidad territorial deberá revalorar su potencial económico y buscar compatibilizar la dinámica del mercado con un desarrollo social justo. Con este propósito la comunidad deberá promover y apoyar el tipo de producción y de servicios que su territorio pueda ofrecer, tales como: cadenas productivas, especialización productiva, así como propiciar y apoyar el desarrollo de la ciencia y la tecnología local, y el acceso y uso de las novedades tecnológicas.

Explícitamente el Desarrollo Territorial sostiene que su objetivo es impulsar un proceso de desarrollo endógeno, creando sinergias entre los distintos actores que comparten el territorio para generar crecimiento económico y buscar una mejor distribución del ingreso entre la población. Se insiste en la endogeneidad, considerada como la capacidad que tienen que adquirir las regiones para apropiarse de una parte del excedente generado en ellas y reinvertirlo en las propias regiones, así como en su capacidad de desarrollar o apropiarse de la ciencia y la tecnología, de generar su proceso de cambio tecnológico, además de tener la capacidad de tomar decisiones y ejecutar acciones acordes a su proyecto de desarrollo.

Sin duda, esta visión territorial del desarrollo exige aprovechar los esquemas de economía de mercado predominantes en el capitalismo global actual, pero persiguiendo el beneficio de la mayoría de la población, buscando cuáles podrían ser los usos alternativos del territorio de los cuales podrían obtenerse mayores beneficios económicos, lo que conduciría al desarrollo de nuevas actividades económicas que ofrezcan más y mejores oportunidades de empleo, ingreso y progreso; teniendo en consideración la interpretación y significado que le dan los propios actores locales al territorio, en suma, su dimensión cultural y social.

Realmente el Desarrollo Territorial estima que la política pública deberá fomentar aquellas actividades productivas y no productivas que generen mayores externalidades positivas a la sociedad y no aquellas que sólo generen rentabilidad privada, es decir, que deberá apoyar a aquellas actividades que producen beneficios sociales. En términos generales, lo que propone es que, en el contexto de una economía globalizada, se desarrolle una nueva economía del territorio, desplegando estrategias de desarrollo productivo y de servicios, fortaleciendo cadenas productivas, optimizando las relaciones y flujos entre los distintos eslabones de las cadenas, así como propiciando encadenamientos productivos.

Asimismo, sugiere robustecer a mercados internos y locales, examinar los actuales modelos productivos y buscar otros alternativos, del mismo modo que los sistemas tecnológicos, para generar o apropiarse de la tecnología más accesible y adecuada para las condiciones de los territorios.

En síntesis, indica que habría que pensar en estrategias que fortalezcan aquellas actividades, procesos y recursos naturales que constituyen o pueden llegar a constituir ventajas para la región, tomando en cuenta las ventajas de localización, así como las que estén encaminadas a mejorar la calidad de los servicios, y a crear o fortalecer cadenas productivas orientadas a la competitividad, a buscar estrategias con las que se logre que el territorio ocupe una mejor posición en el mercado mundial.

En términos más particulares plantea que es indispensable la identificación de los factores de la región que ofrezcan ventajas, y en consecuencia el aumento y mejora de recursos y condiciones con las que cuenta, entre ellas: la infraestructura vial, los transportes, parques industriales, puertos, energía, equipamiento urbano, en suma, el incremento y avance de las condiciones de localización para el desarrollo de actividades innovadoras, en el marco de visiones estratégicas para el desarrollo.

Además, encuentra que es primordial realizar esfuerzos para crear economías de escala, para disminuir costos de producción, desarrollar nuevas cadenas de valor, así como generar y fortalecer relaciones de cooperación entre empresas para obtener ventajas de aglomeración, entre ellas las de intercambio de información; y aún más, considera ineludible generar una mejor relación entre el capital y el trabajo, lo que significa mejorar las condiciones laborales. Igualmente, plantea como condición de desarrollo la movilización de recursos endógenos, la promoción de sectores estratégicos, y sobre todo la creación de externalidades locales positivas, y la promoción de las inversiones regionales (pensando sobre todo en aquellas zonas más atrasadas).

Cabe hacer mención, que el enfoque de desarrollo territorial ha tenido un fuerte impulso derivado de la instauración de la Unión Europea (UE) en 1993, la cual se constituye con la intención de la creación de un mercado único, con libre circulación de mercancías, servicios, personas y capitales, es decir, con el propósito de promover una integración continental por medio de políticas comunes.

De hecho, la Comunidad Europea se ha convertido en una comunidad política de derecho, ya que ha desarrollado un sistema jurídico y político, para propiciar una integración y gobernanza de los países que la componen (hasta octubre de 2020 está formada por 27 países –el Reino Unido salió de esta comunidad el 31 de enero de este mismo año–). Efectivamente, se rige por un régimen de democracia representativa y para ello cuenta con las siguientes instituciones: el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo, el Consejo, la Comisión Europea, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el Tribunal de Cuentas y el Banco Central Europeo. Cada una de estas instituciones se encarga de determinadas funciones, el Parlamento y el Consejo lo hacen de las cuestiones legislativas, el Consejo Europeo se hace cargo de la orientación de la política general.

La formación de la Unión Europea, con su sistema de gobierno transnacional, promueve la integración de sus países miembros por medio de políticas comunes, fundamentalmente económicas, por este motivo, la Comisión Europea en 1999 plantea una Estrategia Territorial Europea que pretende alcanzar un desarrollo equilibrado y sostenible del territorio de la Unión Europea, en la que destacan la contribución de la política de desarrollo territorial.1 Con esta estrategia los estados miembros y la propia Comisión acuerdan modelos y objetivos territoriales comunes para el futuro desarrollo del territorio de la Unión Europea.

En esta estrategia se despliegan una serie de políticas de desarrollo territorial que persiguen tres objetivos fundamentales a saber: 1) cohesión económica y social, 2) conservación y gestión de los recursos naturales y del patrimonio cultural y 3) competitividad más equilibrada del territorio europeo (Comisión Europea, 1999). Para el desarrollo de estas políticas territoriales, se hace patente que se requiere la colaboración de los Estados miembros y entre sus autoridades regionales y locales, especialmente la colaboración por encima de las fronteras nacionales, pero bajo un principio que llama la atención, el principio de subsidiariedad.

La Unión Europea reconoce que

no todos los territorios europeos cuentan con las mismas condiciones de partida, lo que complica el fortalecimiento de la cohesión económica y social de la UE. Por eso es tan importante procurar el logro paulatino de un equilibrio territorial con el objetivo de llegar a un crecimiento mejor repartido geográficamente por todo el territorio de la UE (objetivo de cohesión).

Sin duda, entre las principales preocupaciones de la Unión Europea se encuentran las disparidades regionales, por lo que busca que los proyectos regionales, nacionales o comunitarios realizados en un Estado, puedan tener gran influencia sobre la estructura territorial de otros Estados miembros, como parte de la integración económica y social que se pretende. Además, se piensa que las diferencias regionales de productividad no podrán seguirse compensando mediante modificaciones nacionales de los tipos de cambio, por lo que se señala que la ordenación del territorio puede contribuir a evitar el incremento de dichas disparidades regionales (Comisión Europea, 1999).

Con la Estrategia Territorial Europea se pretende que los proyectos de desarrollo de los distintos Estados miembros se orienten hacia los objetivos de desarrollo territorial establecidos en común. La Comisión Europea señala que las políticas sectoriales de los Estados requieren orientaciones de desarrollo que sobrepasen las delimitaciones territoriales. Sin embargo, la propia Comisión enfatiza que la diversidad cultural de los territorios que ahora forman parte de ella constituye uno de los principales factores potenciales de desarrollo de la Unión Europea, por lo cual no puede perderse, de ahí su interés en que las políticas implementadas –que repercuten en las estructuras territoriales– no deben uniformizar las identidades locales y regionales (Comisión Europea, 2009, p. 7).

Sin lugar a duda, la Unión Europea coloca precisamente al “territorio” como centro y objeto de acción del desarrollo, y considera varios principios y planteamientos del enfoque territorial, entre los principales se encuentran:

 Consideración del contexto mundial de desarrollo de la economía y la tecnología (tendencias generales de evolución demográfica, social y ambiental)

 Armonizar las exigencias sociales y económicas del desarrollo con las funciones ecológicas y culturales del territorio y contribuir de esta forma a un desarrollo sostenible y equilibrado a gran escala.

 Combinación de los objetivos de desarrollo equilibrado y conservación

 Estructura equilibrada del territorio

 Ordenación del territorio

 La transformación institucional, al crear un nuevo sistema jurídico-político y diferentes instituciones

 Colaboración de los diferentes niveles de gobierno y administración

 Creciente importancia de autoridades regionales y locales

 Participación de las ciudades y regiones en el desarrollo territorial

 Superación de la perspectiva de las políticas sectoriales (nuevas formas de cooperación)

 Desarrollo de un sistema equilibrado y policéntrico de ciudades y una nueva relación campo-ciudad

 Crecimiento económico “visible” para los ciudadanos en forma de más puestos de trabajo (lucha contra el elevado desempleo)

 Conservación del patrimonio natural y cultural

 Garantía de acceso equivalente a las infraestructuras y al conocimiento

 Convergencia de condiciones de vida y de trabajo

Cabe señalar que, para la aplicación de la Estrategia Territorial Europea con base en los objetivos que esta estrategia propone, se establecen políticas comunes a seguir por los Estados miembros de la UE, para realizarse de manera paulatina, lo que, a su vez, da lugar a la elaboración y ejecución de diversos proyectos territoriales. Entre las principales políticas que desarrolla la Comisión Europea se aprecian las siguientes:

 La política comunitaria de competencia

 Las redes transeuropeas (RTE)

 Los fondos estructurales

 La política agrícola común (PAC)

 La política de medio ambiente

 La política de investigación y desarrollo tecnológico (I+D)

 Las actividades de préstamo del Banco Europeode Inversiones (BEI)

Ahora bien, como parte de la Política Agrícola Común (PAC) la Comisión Europea adopta el Enfoque Liason entre actions de développment rural (Leader) y crea el Observatorio Europeo Leader, para promover el desarrollo sostenible en las zonas rurales europeas, ya que más de la mitad de la población de la UE vive en zonas rurales, las cuales representan el 90% del territorio de la UE (Observatorio Europeo Leader, 1999, p. 5). El enfoque Leader se centra en la perspectiva territorial del desarrollo y con él se llevan a cabo varios proyectos e iniciativas con financiamiento de la UE.

Entre las actividades realizadas por el Observatorio Europeo Leader, se encuentra la publicación de varios cuadernos y revistas, en las que se expone el propio enfoque territorial del desarrollo y se realizan aportaciones importantes sobre el mismo, también se presentan algunos proyectos ejecutados por Leader. Se menciona este Observatorio y sus publicaciones por sus contribuciones al desarrollo del propio enfoque territorial, entre las que destaca la construcción del nuevo concepto, el de Capital Territorial, y su relevancia para el desarrollo regional, concepto que abordaremos a continuación.

El capital territorial

Justamente en el marco del enfoque de desarrollo territorial y de la ponderación que se hace del desarrollo endógeno, el Observatorio Europeo Leader (en 1999) define al “Capital Territorial” como aquello que hace referencia a la dotación de elementos a disposición del territorio, de carácter material como inmaterial, que pueden constituir, de cierto modo, activos, y de otro, dificultades (Observatorio Europeo Leader, 1999, p. 19). Señala que se trata de la riqueza que tiene cada territorio, esto es, de los bienes de diversa clase con los que cuenta, a saber: recursos naturales, paisajes, patrimonio, conocimientos técnicos, edificaciones, infraestructura, historia, recursos humanos y sus capacidades, organización, identidad, valorización del territorio.

Para el análisis del capital territorial, el Observatorio Europeo Leader, propone una clasificación de una serie de sus componentes, que permitan establecer una visión global. Establece ocho componentes a saber:

 Los recursos físicos y su gestión, en particular los recursos naturales (relieve, subsuelo, suelo, vegetación y fauna, recursos hidráulicos, atmósfera), los equipamientos e infraestructuras, el patrimonio histórico y arquitectónico.

 La cultura y la identidad del territorio, los valores comúnmente compartidos por los agentes del territorio, sus intereses, su mentalidad, sus formas de reconocimiento, etc.

 Los recursos humanos, los hombres y las mujeres que viven en el territorio, los que acuden a vivir y los que se van, las características demográficas de la población y su estructuración social.

 Los conocimientos técnicos implícitos/explícitos y las competencias, así como el control de las tecnologías y la capacidad de Investigación y Desarrollo.

 Las instituciones y administraciones locales, las reglas de juego político, los colectivos, y, más en general, lo que se llama hoy la “gobernación” del territorio; en este componente se incluyen también los recursos financieros (de las instituciones, de las empresas y las personas, etc.) y su gestión (ahorro, crédito, etc.), en la medida en que la gobernación de un territorio es inseparable del compromiso formal que los agentes locales están dispuestos a asumir juntos (financiaciones públicas y privadas, etc.).

 Las actividades y empresas, su mayor o menor concentración geográfica y su estructuración (tamaño de las empresas, sectores, etc.).

 Los mercados y las relaciones externas, en particular, su integración en los distintos mercados, redes de intercambio, de promoción, etc.

 La imagen y la percepción del territorio, tanto interna como externa” (Observatorio Europeo Leader, 1999, p. 22).


Poco tiempo después, en (2001, p. 15) la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (:OCDE), establece que las unidades territoriales dentro de los países cuentan con un capital específico –esto es el “capital territorial”– que es distinto de otros de otras áreas y es determinado por muchos factores […]” que pueden incluir:

 la localización del área geográfica,

 su tamaño,

 dotaciones de factores de producción,

 clima,

 tradiciones,

 recursos naturales,

 calidad de vida,

 economías de aglomeración provistas por sus ciudades,

 incubadoras de negocios,

 distritos industriales u otras redes de negocios que reducen costos de transacción.

Otros factores pueden ser:

interdependencias no comerciales, tales como entendimientos, costumbres y reglas informales que permiten a los actores económicos trabajar juntos bajo condiciones de incertidumbre o de solidaridad, asistencia mutua y cooptación de ideas que a menudo se desarrollan en grupos de pequeñas y medianas empresas que trabajan en el mismo sector (capital social).

Por último, según Marshall, hay un factor intangible, “algo en el aire”, llamado “ambiente” y que es el resultado de una combinación de instituciones, reglas, prácticas, productores, investigadores y responsables políticos que hacen posible una cierta creatividad e innovación” (:OECD, 2001, p. 15).

Por su parte, el economista Roberto Camagni, en el año 2009 define el “capital territorial” como el sistema de una variedad de bienes o activos territoriales de naturaleza económica, social, cultural y medio ambiental y específica los bienes o activos de la siguiente manera:

 Un sistema de externalidades localizadas, tanto pecuniarias (donde sus ventajas son apropiadas mediante transacciones de mercado) como tecnológicas (cuando las ventajas son explotadas por la simple proximidad a la fuente).

 Un sistema de actividades de producción localizadas, tradiciones, habilidades y conocimientos.

 Un sistema de relaciones de proximidad localizadas, que constituyen un “capital” –de carácter social, psicológico y político– en el sentido de que eleva la productividad estática y dinámica de los factores locales.

 Un sistema de elementos y valores culturales que atribuyen sentido y significado a las prácticas y estructuras locales y definen las identidades locales, elementos que adquieren un valor económico siempre que puedan transformarse en productos comercializables – bienes, servicios y valores – que pueden impulsar la capacidad interna de explotación de las capacidades locales.

 Un sistema de reglas y prácticas que definen un modelo de gobierno local (Camagni R., en Capello, Caragliu y Nijkamp 2009, p. 120).

Además, Camagni elabora una clasificación para los elementos del capital territorial de acuerdo con su grado de competencia, a saber: bienes privados y bienes públicos y éstos a su vez los clasifica en bienes tangibles, duros, bienes tangibles mixtos (duros-blandos) y bienes intangibles, los cuales dependiendo de su uso, desarrollo y aprovechamiento alcanzan un cierto nivel de competencia: alta o baja (Camagni, 2009, pp. 121-122). Más adelante ahondaremos en ellos.

La clasificación de Camagni permite la identificación y análisis de los bienes y activos que posee cada territorio y especialmente conocer aquellas interacciones que existen entre diversos factores y descubrir cuáles son aquellas que pueden constituir una fuente de impulso al desarrollo endógeno, constituir su base para el logro de la competitividad.

Es importante señalar, que tanto para el Observatorio Europeo Leader, como para la :OECD y para Roberto Camagni, el capital territorial es mucho más que sólo una lista de activos locales, de hecho, en la perspectiva territorial del desarrollo se subraya que no sólo se trata de un inventario contable, sino de la identificación de especificidades susceptibles de aprovecharse y ponerse de relieve (Observatorio Europeo Leader, 1999, p. 19). Por su parte, como se ha mencionado, la :OECD destaca que el capital territorial también está integrado por activos inmateriales, es decir, por patrones culturales, ideas, relaciones sociales, políticas e interacciones entre los distintos actores de un territorio, a lo que denomina “algo en el aire”, en el “ambiente”. De tal suerte, que lo que tiene cada territorio es distinto, no sólo por las diferentes dotaciones de bienes, sino especialmente por las especificidades del ambiente que ha creado, aquellas que pueden significar un potencial para lograr un mayor desarrollo. Incluso ello lleva a la :OECD a afirmar que “Esto significa que las áreas no solo tienen las ventajas comparativas que David Ricardo señaló (es decir, que son más competitivas debido a los costos relativos de los factores de producción), sino también tienen ventajas absolutas, porque tienen activos únicos” (:OECD, 2001, p. 16). Con respecto a esta afirmación, Camagni, va más allá, al señalar que “Las regiones no compiten entre sí sobre la base del principio Ricardiano de las “ventajas comparativas”, el cual garantiza a cada región un papel en la división internacional del trabajo, sino más bien sobre el principio de Smith, de la “ventaja absoluta” (Camagni, 2002).

Para Camagni, la importancia del capital territorial descansa en que se pueden definir las propiedades de los activos locales, e identificar las potenciales interacciones y sus implicaciones para las políticas de desarrollo. Incluso, anota que el potencial de este concepto reside en el reconocimiento de posibles interacciones entre factores de distinta naturaleza. De tal suerte, que se considera que el “capital territorial” puede desempeñar un papel esencial en el logro del desarrollo de los territorios, en conseguir competitividad en la economía global, lo cual depende de la capacidad de los actores locales para utilizar de manera efectiva sus activos o capacidades, de valorizar sus activos (naturales, patrimoniales, de conocimientos, técnicos, relaciones sociales, patrones culturales, instituciones, etc.).

Sin embargo, Camagni reconoce que el nuevo concepto de capital territorial merece ser examinado más profundamente, especialmente por lo que respecta a sus componentes y significado económico. Para este autor está claro que algunos elementos del capital territorial pertenecen a la misma clase y otros difieren sólo en términos del enfoque teórico de sus proponentes, mientras que otros faltan. Incluso cuestiona acerca de la pertinencia de aplicar la noción de “capital” a algunos de los elementos, porque no implican inversión, o remuneración ni son un factor de producción expresado en términos cuantitativos (Camagni, 2008, p. 37).

Un aspecto importante que el Observatorio Europeo Leader, subraya sobre el concepto de capital territorial, es que éste no es estático, sino dinámico, porque está asociado al proyecto político territorial que los actores locales deben construir, así como a la búsqueda de la competitividad territorial. Además, plantea que para evaluar el capital territorial es indispensable hacerlo en función de la historia del territorio, para comprender el presente, y poder reconocer elementos del pasado con los cuales se pueda desarrollar una estrategia de desarrollo para el momento y con una visión a futuro. Esto último porque los actores locales deben forjarse una visión de futuro de su territorio, en la cual la identificación y ponderación del capital territorial con el que se cuenta se convierte en un elemento clave para desprender estrategias con las cuales se aprovechen las especificidades del territorio, y el uso inteligente de los recursos disponibles.

Razón por la cual, el Observatorio Europeo Leader sostiene que el análisis del capital territorial es fundamental y puede contribuir a descubrir elementos olvidados o descuidados del territorio, que pueden convertirse en factores clave para el proyecto de desarrollo de un determinado territorio. Pero, precisa que no se pueden olvidar los vínculos del territorio con el exterior, porque son elementos determinantes del capital territorial, que pueden llevar a descubrir oportunidades en los mercados, las intenciones de inversiones exteriores, la toma de conciencia de recursos potenciales (Observatorio Europeo Leader, 1999, p. 21).

Camagni también concede una gran importancia al análisis del capital territorial, porque para él

los elementos incluidos bajo el concepto integral de capital territorial, representan el potencial de desarrollo de los lugares, las dotaciones de capital territorial regional en sí mismas plantean implicaciones políticas relevantes, ya que ‘cada región tiene un capital territorial’ específico que es distinto del de otras áreas y genera un mayor rendimiento para tipos específicos de inversiones que para otros, ya que estos son más adecuados para el área y usan sus activos y su potencial con mayor eficacia (2009: 120, citando a la Comisión de Desarrollo Regional de la Unión Europea, 2005, p. 1).

Ciertamente, tanto para los organismos internacionales, como para científicos sociales que han contribuido a la comprensión y definición del concepto capital territorial, éste constituye un factor relevante para el desarrollo de las regiones, para su competitividad.

El capital territorial: desarrollo y competitividad regional

Como puede apreciarse, las regiones se han constituido en los principales territorios a los que se han orientado las estrategias y proyectos de desarrollo territorial tanto en Europa como en América Latina, aunque el paradigma comprende al territorio en distintas escalas geográficas y por ende la aplicación de sus propuestas de acción para el logro del desarrollo en espacios de diferente tamaño. Pero el interés en el desarrollo regional es significativo, por varias razones, entre ellas, la existencia o incluso ampliación de las disparidades regionales, el menor desarrollo que presentan las áreas rurales respecto a las urbanas, porque se han convertido en los actores principales que compiten internacionalmente entre sí, por capital, tecnología y mercados, a causa de la dinámica de la economía capitalista de alcance global; y porque dichos espacios son los más próximos y determinantes para los distintos bienes y servicios que sus poblaciones gozan, tales como: empleo, educación, vivienda, salud), motivos por los cuales, las regiones (aunque también las comunidades) hoy en día se han constituido en la plataforma del desarrollo. Sergio Boisier2 señala, que hay que considerar que estos espacios no son independientes, sino que se articulan entre sí (desde el espacio mundo, el de país, el de las regiones o entidades hasta llegar al ámbito local), en una real jerarquía, sin que ello signifique que los espacios de menor tamaño no puedan gozar de grados de libertad (1999, p. 26).

Precisamente Boisier considera que el potencial de desarrollo de las regiones reside en los vínculos que pueden crearse en los elementos del entorno interno, lo que en realidad significa la capacidad de las regiones de conducir y aprovechar los elementos que tienen para posicionarse mejor en el contexto global, es decir, de ser “exitosas”. Con lo que está planteando el que las regiones deben tomar en cuenta los recursos naturales, los factores económicos con los que cuenta para ser exitosas, pero enfatiza en que no sólo deben considerar esta clase de factores, sino también a los patrones culturales, a las interacciones sociales, a los aspectos psicosociales, es decir, a los recursos a los que se les ha denominado capital social.

De tal manera que Boisier, sin utilizar el concepto de capital territorial, alude a él, puesto que advierte la relevancia que tienen elementos de carácter social, cultural y político, las interacciones entre los distintos agentes que habitan una región y que construyen un entorno interno, lo que la :OECD denomina un cierto “ambiente. Por ello señala la necesidad de identificar y generar nuevo conocimiento sobre esos elementos que pueden contribuir al desarrollo de las regiones, y su obligada valorización (1999, p. 29), afirmación con la cual hace alusión sobre la necesidad de generar conocimiento y valoración del capital territorial de las regiones.

De hecho, Boisier considera que para que las regiones sean “exitosas” es fundamental contar con la información y el conocimiento sobre el territorio, con la base científica del conocimiento sobre los fenómenos del desarrollo territorial, como apunta

en otras palabras, no hay conocimiento más importante que aquel que da luz sobre los factores determinantes del desarrollo. En todo esfuerzo contemporáneo de fomento del desarrollo territorial hay que responder explícitamente a una pregunta central: ¿De qué depende el desarrollo de un territorio en un contexto de economías de mercado abiertas y descentralizadas? Si no es posible responder a esta pregunta, es claro que todo intento de intervenir sobre el proceso latente, a fin de desatarlo o acelerarlo, será un intento azaroso que dará resultado si se tiene buena suerte (1999, pp. 27-28).

El autor responde a la pregunta, afirmando que, para lograr el desarrollo, no es suficiente la obtención de información y de conocimiento sobre los factores causales del desarrollo (desde aquellos relativamente clásicos como los recursos naturales, hasta los de más moderna concepción, como la capacidad de crear progreso técnico) sino que es indispensable la generación de una sinergia entre los factores, es decir, a través de una articulación cohesionada e inteligente de los factores causales. También aclara que en realidad se trata de un proceso complejo y permanente de coordinación de decisiones por los diversos actores del territorio, que debe convertirse en una “matriz decisional” orientada al desarrollo (1999, p. 28). Esta matriz decisional debe convertirse en un proyecto político de desarrollo que advierta las fuerzas endógenas y exógenas del crecimiento y del desarrollo para propiciar interrelaciones dinámicas que beneficien a las regiones (1999, p. 22).

Evidentemente para Boisier no sólo se trata de la generación de información y conocimiento del capital territorial con el que cuentan las regiones, sino de su aprovechamiento por parte de los actores locales, quienes deben emplearlo en la construcción y ejecución de su proyecto político de desarrollo, especialmente en el contexto de la globalización, en el cual los territorios compiten entre sí por el capital y los mercados. Así que, el empleo inteligente del capital territorial puede permitir responder mejor a los actores locales frente a las fuerzas económicas de la globalización, esto es, de manera rápida, flexible, y obtener más ventajas, con otras palabras, ser más competitivos.

Cabe señalar, que de acuerdo con Boisier, el proyecto político de las regiones debe suscitar el desarrollo, entendido como no el privilegio de unos pocos; es el derecho de todos, que se alcanza mediante procesos colectivos basados en el conocimiento, en la asociatividad, en el liderazgo político.” (1999, p. 30), impulsando para ello los factores de crecimiento y desarrollo que posee la región.

Concepción del desarrollo que conlleva el conocimiento y utilización acertada del capital territorial de la región, puesto que esta capacidad de conocimiento, de grados de asociación y ejercicio de liderazgo político supone el aprovechamiento y valoración no sólo de recursos físicos, naturales y económicos, sino especialmente de los ethos de los actores, de los aspectos culturales, psicosociales, las interacciones sociales, en suma, de los denominados capital humano y capital social. Como puede apreciarse, Boisier sin emplear el concepto de capital territorial, hace referencia a la importancia que tienen los activos de las regiones para lograr su desarrollo.

Como hemos visto, Camagni le otorga una gran importancia al capital territorial para el desarrollo de las regiones, pero para comprender cuáles son los factores que él considera clave para el logro de la competitividad regional o territorial, es oportuno conocer la diferenciación que él realiza de los bienes que forman este capital, así como la definición que realiza de éstos, a saber:

1) Bienes y recursos públicos. Aquellos bienes públicos tradicionales, tales como capital social e infraestructura social, recursos naturales y culturales de propiedad pública, recursos ambientales. Bienes que constituyen la base general de atracción del territorio local, y representan externalidades, las cuales permiten mejorar la rentabilidad de las actividades locales. Aunque advierte que estos pueden ser explotados de manera insostenible.

2) Bienes tangibles intermedios, de competencia mixta. Son redes propietarias en el transporte, comunicación y energía; bienes públicos sujetos a efectos de obstrucción de su circulación; bienes colectivos compuestos por una mezcla de bienes públicos y privados como el paisaje urbano y rural, o bienes complementarios que definen un sistema de patrimonio cultural.

3) Capital Fijo Privado y Bienes de Peaje. El stock de capital fijo privado, que es un componente tradicional del capital territorial, que a corto plazo puede permitir tomar ventaja de la ampliación de la demanda del comercio mundial, pero a largo plazo puede ser volátil y móvil. También pueden ser externalidades pecuniarias de naturaleza dura que abarcan bienes de capital de alta calidad o bienes intermedios producidos en el contexto local y vendidos en el mercado.

4) Capital social. Son bienes intangibles de carácter público o colectivo. Se pueden definir como el conjunto de normas y valores que gobiernan las interacciones entre las personas, las instituciones en las que se incorporan, las redes relacionales establecidas entre los diferentes actores sociales, y la cohesión general de la sociedad (Camagni añade que no está suficientemente definida su naturaleza y componentes económicos).

5) Capital relacional. Se puede interpretar como el subgrupo de vínculos bilaterales / multilaterales que los actores locales han desarrollado, tanto dentro y fuera del territorio local, facilitado por un ambiente de fácil interacción, confianza, modelos y valores de comportamiento compartidos. El capital relacional se asemeja al concepto de “medio local”, lo que significa un conjunto de relaciones de proximidad que reúnen e integran un sistema de producción local, un sistema de actores y representaciones, así como una cultura industrial, la cual genera un proceso dinámico localizado de aprendizaje colectivo.

6) Capital humano. Es un activo disponible para que los territorios puedan competir en el ámbito internacional mediante el fortalecimiento de actividades locales y atrayendo las extranjeras. Las teorías del crecimiento endógeno desarrollaron el concepto en modelos de crecimiento formalizados.

7) Economías de aglomeración, conectividad y receptividad. Son bienes públicos o colectivos de naturaleza mixta: duro y blando, son elementos que conciernen: economías de aglomeración –caracterizados por especialización en algunos sectores, tecnologías o filières– economías de distrito, ciudades y distritos industriales. Proporcionan ventajas económicas como la reducción de costos de transacción, externalidades cruzadas, división del trabajo y economías de escala que constituyen una gran parte del capital territorial.

8) Redes de cooperación. Integra activos tangibles e intangibles y produce bienes y servicios tradicionalmente suministrados a través de redes de cooperación públicas / privadas o privadas / privadas. Alianzas estratégicas para Investigación y Desarrollo, para la creación de conocimiento apoyadas por organismos públicos de difusión del conocimiento, que operan en mercado abierto con algún apoyo público.

9) Servicios privados relacionales. Servicios de naturaleza relacional pueden ser proporcionados en su totalidad por el mercado: un ejemplo, cuando las empresas buscan socios externos y proveedores (a través de instituciones financieras o agencias de consultoría especializadas), o en los casos de transferencia tecnológica, asociación y difusión, así como los efectos indirectos de las universidades (Camagni, 2008).

Como hemos mencionado Camagni elabora una clasificación de los componentes del capital territorial que se expone a continuación (ver cuadro 2.1).


Ahora bien, de acuerdo con su taxonomía (en la que establece bienes tangibles, intangibles e intermedios con alta y baja competencia), diseña dos cuadros con una cruz, en uno define los factores tradicionales del capital territorial (que han sido considerados factores determinantes del desarrollo regional) en los esquemas de política regional (capital, trabajo, infraestructura) que denomina la cruz tradicional y en el otro, establece los factores innovadores (procesos cognitivos, la capacidad de trasladar elementos virtuales e intangibles en acciones efectivas, para cooperar e implementar asociaciones público-privadas, en convertir el potencial relacional en vínculos reales entre los agentes económicos) que están relacionados a la lógica de acumulación y que con una sabia explotación pueden constituir un soporte para la política de desarrollo regional, por lo que la llama una cruz innovadora (Camagni, en proceso de publicación).


Con esta cruz innovadora, Camagni le concede una gran importancia a los elementos que él denomina capital relacional, es decir, que reconoce que estos elementos desempeñan un papel clave actualmente para que las regiones logren ser competitivas. De hecho, considera que es indispensable una fuerte relacionalidad para la gobernanza del proceso de desarrollo local, especialmente cuando se trata de la gestión de los bienes de grupo o bienes públicos impuros que pueden ser sujetos de obstrucción o ser aprovechados por comportamientos oportunistas de algunos agentes, por lo que se requieren nuevas formas de gobernanza, de participación e inclusión, para que sean aprovechados por la comunidad local (Camagni, 2008, p. 46).

Camagni señala que, para hacer frente a la cuestión de la sociedad del conocimiento, la política pública en lugar de inyectar dinero público directamente en el sistema de empresas, universidades y centros de investigación (que en general tienen sus propios objetivos específicos) debe apoyar acciones “relacionales”, tales como esquemas comunes y proyectos de producción resultado de la cooperación entre estas instancias que operan en el ámbito local o a escala regional. De manera que su enfoque sugiere una nueva función para los responsables políticos locales o regionales como “facilitadores” de los vínculos y la cooperación entre actores, tanto a nivel regional como a nivel interregional / internacional (Camagni, 2008, p. 47).

Por su parte los economistas Roberta Capello, Andrea Caragliu y Peter Nijkamp (2009), parten de reconocer la importancia que tienen actualmente las regiones en un mundo globalizado, y sostienen que estos espacios geográficos son cada vez más atractivos para el crecimiento económico y la innovación, pero que al mismo tiempo existe una distribución desigual del aumento de la productividad y el crecimiento económico entre ellos en una economía de libre mercado. Para estos autores, las desigualdades regionales (en términos del :PIB per cápita, empleo, desempleo) no sólo se explican por el menos eficiente uso de los factores de producción (capital-trabajo), sino que también pueden deberse a las condiciones de inercia que tiene un sistema regional.

Cabe hacer mención que estos autores toman en consideración la taxonomía del capital territorial elaborada por Camagni, y que ellos sostienen que el desempeño económico de las regiones puede ser el resultado de dos condiciones:

1) de la producción local-regional y el uso de conocimiento apropiado y avanzado (es decir, de su condición cultural-cognitiva); y 2) de la disponibilidad y la implementación efectiva del capital territorial (es decir, las amenidades y condiciones geográficamente localizadas). Capello, Caragliu y Nijkamp (2009, p. 4),

enfatizan que el uso efectivo del capital territorial puede contribuir a mejorar la eficiencia del crecimiento económico, si se tiene una orientación empresarial en la región, es decir, una disposición a la apertura y a la creatividad, una actitud empresarial de búsqueda de oportunidades, de sistemas institucionales locales orientados a responder a los desafíos.

Además, ellos consideran que la gestión del conocimiento y del capital territorial son factores clave para el logro de crecimiento económico y el desarrollo de la innovación en las regiones, porque consideran que si se tiene la capacidad de gestionar la información para identificar y resolver problemas de forma adecuada, particularmente en el ámbito económico, esta capacidad conducirá a transformar la información en innovación y en aumentos de productividad, por medio de la interacción cooperativa o de mercado. Pero destacan que el conocimiento no sólo es resultado de los esfuerzos individuales, sino fundamentalmente de procesos de aprendizaje interactivos que involucran a muchos clientes y proveedores en las cadenas de suministro, que en general el conocimiento es resultado de capacidades que se complementan y que de hecho se convierte en un factor de producción crítico que se suma a la ventaja comparativa de las naciones y regiones, por lo que contribuye a la competitividad regional (Capello, Caragliu y Nijkamp, 2009, p. 4).

Para Capello, Caragliu y Nijkamp, los elementos espaciales que explican las diferencias para captar innovación y convertirla en crecimiento económico entre las regiones son los activos intangibles altamente territorializados con los que cuentan las regiones, particularmente: la confianza local y el sentido de pertenencia territorial. Estos autores aseguran que el crecimiento económico regional no sólo se logra teniendo disponibilidad de capital y mano de obra calificada, sino que es decisivo contar con sentido de pertenencia territorial, confianza local, creatividad y conectividad. Para ellos, el que las regiones posean la capacidad de que sus actores económicos trabajen juntos, bajo principios de solidaridad, asistencia mutua, aprovechamiento de ideas que se desarrollan en pequeñas y medianas empresas, en suma, que tengan la capacidad de construir entornos altamente creativos e innovadores (resultado de la combinación de instituciones, reglas, prácticas, productores, investigadores, legisladores) genera oportunidades de crecimiento económico. De tal suerte, que la capacidad de las regiones para llevar a cabo procesos de innovación y tornarse en crecimiento económico, depende de un uso eficiente de los activos intangibles de los que disponen las regiones.

Estos autores comparten la idea de que el crecimiento regional deriva de la presencia equilibrada de elementos tangibles e intangibles de las dimensiones económica y social (factores de producción, infraestructura, capital humano, capital social –propensión a la cooperación entre los actores–, capacidad de aprendizaje de las personas, empresas e instituciones locales), pero destacan la importancia de la capacidad de los agentes económicos para establecer sinergias y cooperación, así como la disposición de capital real o financiero, los procesos de capacitación de la fuerza de trabajo, el uso de nuevas tecnologías, la difusión de la información y la dotación de infraestructura.

De acuerdo con estos autores, el crecimiento económico de una región y por ende su nivel de competitividad depende no sólo de los recursos materiales de los que dispone, sino también de manera crucial

de la riqueza de elementos cognitivos, o la forma en que los individuos piensan y se comportan. Debido a que el capital es hipermóvil, la competitividad de las regiones depende de los recursos intangibles y su desarrollo. Elementos intangibles relacionados con la cultura y la capacidad innovadora se acumulan a través de procesos lentos de aprendizaje individual y colectivos impulsados por la información, la interacción y las inversiones en investigación y capacitación. Tales elementos son por lo tanto intrínsecamente localizados y acumulativos, incorporados en el capital humano y en las redes relacionales locales, en el mercado labo-

ral y en el contexto local, en consecuencia, son altamente selectivos en términos espaciales (Capello, Caragliu y Nijkamp, 2009, p. 7).

Capello, Caragliu y Nijkamp piensan que ciertos elementos tales como: la creatividad, el espíritu emprendedor, las relaciones de capital social y las economías de aglomeración influyen en la capacidad de una región para lograr rendimientos crecientes, por lo que centran su atención en estos elementos, especialmente en las redes de cooperación, capital relacional y economías de aglomeración. Aunque aclaran que el capital relacional puede diferenciarse del efecto agregado de las redes sociales y de la confianza que se genera con las interacciones socio-

económicas, para lo cual citan a Camagni, quien afirma:

Si bien puede argumentarse que existe un capital social dondequiera que exista una sociedad, el capital ‘relacional’ puede interpretarse como el conjunto de vínculos bilaterales / multilaterales que los actores locales han desarrollado, tanto dentro como fuera del territorio local, facilitado por una atmósfera de fácil interacción, confianza, modelos de comportamiento compartidos y valores (Capello, 2009, p. 9, citando a Camagni, 2008).

Considerando este capital relacional, Capello, Caragliu y Nijkamp (2009) plantean que la proximidad sociocultural, el sentido de pertenencia a una cultura común (que fomenta el entendimiento mutuo, que ayuda a la formación de confianza individual, y con el paso del tiempo a una confianza colectiva) contribuye de manera significativa a formar un entorno socioeconómico más eficiente. De hecho, ellos piensan que la presencia de elementos cognitivos del capital territorial en una región y su alta capacidad de explotar el conocimiento ayudará a lograr rendimientos crecientes en los procesos de crecimiento, esto es, que los elementos cognitivos actuarán como catalizadores para las interacciones económicas.

Con base en un modelo conceptual y analítico desarrollado por estos economistas, ellos identifican un conjunto de variables que fomentan las interacciones socioeconómicas en una región, y precisamente se trata de las economías de aglomeración, el capital social y relacional, la receptividad del conocimiento y la gobernanza. Comprueban que los elementos cognitivos del capital territorial a saber: el aprendizaje colectivo, la comprensión mutua, la confianza recíproca y el compromiso social, ejercen un papel importante en el desempeño económico a largo plazo, es decir, que son elementos que inciden en la creación y acumulación de riqueza.

Sin lugar a dudas, la riqueza del concepto de capital territorial ha venido siendo utilizada para explicar y comprender la importancia que tienen las dotaciones de bienes tangibles e intangibles con las que cuentan las regiones y su uso eficaz para un mejor desempeño económico, sin embargo, queda mucho trabajo por realizar, si se piensa no sólo en el desarrollo económico de las regiones, sino en su desarrollo integral, es decir, en su competitividad territorial, lo que significa descubrir y explicar cuáles son los activos territoriales que deben utilizarse de manera eficaz para lograr competitividad en todas las otras dimensiones presentes en los territorios, a saber: social, cultural, medioambiental y político institucional.

Con base en la taxonomía del capital territorial de Camagni y con la clasificación hecha por el Observatorio Europeo Leader, bajo nuestra perspectiva, se exponen los componentes del capital territorial que pueden ser clave en el logro de cada una de las competencias que forman parte de la competitividad territorial, lo que a continuación se presenta en los cuadros 2.2, 2.3 y 2.4:




Si bien el Observatorio Europeo Leader no contempla a la dimensión político-institucional en su concepción de competitividad territorial, nosotros la consideramos e incluimos en el logro de la competitividad, porque consideramos que esta dimensión juega un papel crucial para el desempeño y alcance del desarrollo regional, y en última instancia, para que las regiones logren ser competitivas en términos territoriales. Razón por la cual, con base en los planteamientos del Observatorio Europeo Leader y de Sergio Boisier, definimos a la competitividad político-institucional, como la capacidad de las instituciones (locales, regionales y nacional) de gobernar a su territorio por medio de un proyecto político de desarrollo territorial –lo que supone la construcción de sinergias entre los distintos agentes del territorio y fundamentalmente la confianza en las instituciones gubernamentales– que identifique y utilice de manera efectiva los activos de los que dispone para lograr la competitividad económica, socio-cultural y medioambiental en el contexto de la globalización.


No hay duda de que el capital territorial desempeña un papel clave para el logro del desarrollo de las regiones, con otras palabras, el alcance de su competitividad territorial, pero se requiere profundizar en su estudio para descubrir y medir los efectos de los distintos componentes del capital territorial en las diferentes dimensiones que están presentes en los territorios, especialmente sus interrelaciones, para llevar a cabo su uso eficaz y eficiente por parte de los actores locales, en la elaboración y ejecución de proyectos políticos de desarrollo regional.

Proyectos que deberán partir del conocimiento del capital territorial con el que cuentan sus territorios, de la comprensión de la compleja realidad, de que las interacciones o repercusiones del uso y aprovechamiento de los bienes que componen su capital territorial puede ser múltiple y variado, y que se requiere de una articulación y gestión inteligente de los bienes, gestión que deberá considerar no sólo el entorno interno, sino también el externo. A continuación, presentamos una figura sobre lo que, desde nuestro punto de vista, comprendería la gestión de un territorio, especialmente a escala regional para el logro de su desarrollo y competitividad.


Como hemos visto, la identificación, valoración y uso eficaz del capital territorial con el que cuentan las regiones es fundamental para el desarrollo regional, pero especialmente, es necesaria la construcción de sinergias, consenso entre los diversos agentes locales e instituciones, el fortalecimiento del capital relacional, el fomento de una cultura de innovación, la articulación de políticas multisectoriales y multi niveles (local, regional y nacional), sin perder de vista la dinámica de la globalización.

Notas del capítulo 2

1 El documento en el que se expone la Estrategia Territorial Europea fue resultado de un intenso debate de los Estados miembros entre sí y con la Comisión Europea, así como de una amplia participación de instituciones y grupos responsables del desarrollo territorial. Ver Comisión Europea, 1999. La Estrategia Territorial Europea.

2 Sergio Boisier es uno de los científicos latinoamericanos pioneros en incorporar la visión territorial al análisis del desarrollo regional. Ver Boisier S. 1999 Teorías y metáforas del desarrollo regional.

La competitividad de la región centro del estado de Guanajuato y valoración de su capital territorial

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