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SUPLANTACIÓN (SPOOFING)
ОглавлениеEl sonido del iPhone de Alanna la despertó. Su cuello se endureció al levantar la cabeza del sofá. Qué estúpida. Desmayarse ante el estupor producido por la droga no era parte del plan. Cuando el sonido cesó, le echó una mirada a Brayden que estaba boca abajo en su lado del sofá. Se tropezó en estado de confusión para sacar su teléfono del bolso que estaba sobre el piso. Después de llevárselo a la cara vio que quien llamaba había dejado un mensaje de voz.
Era el agente Palmer. Estaba en contacto con ella para asegurarle que, además del interés de su gente en Javier, su seguridad era prioritaria. Le advirtió que la gente de AntiAmérica eran fanáticos antigubernamentales capaces de recurrir a la violencia para lograr sus fines. Al final del mensaje decía que si alguna vez sentía que su vida estaba en peligro, debería llamarlo, de día o de noche.
Se levantó del sofá con el teléfono en la mano, Parecía agradable. No como la boba fascista. Incluso los malvivientes resultaban agradables. Hasta que quisieran algo. Entonces se preocupaban menos por tu bienestar y más por el de ellos. Era sólo cuestión de tiempo para que te convirtieras en un medio para un fin. Era el lado feo de la naturaleza humana, todo el mundo lo escondía pero estaba ahí, listo para salir.
Sonó un pitazo en su iPhone. Un texto había llegado mientras estaba desmayada. Jadeó cuando el número del celular de Javier apareció en su pantalla. Con la FCCU leyendo sus mensajes tenía que preocuparse por los textos con información dañina sobre Javier. Rápidamente tocó la pantalla para leer el contenido: “Alana. Tengo un secreto que compartir contigo. Por favor ven a encontrarme. Te lo diré todo”.
Tres textos en tres días. Ni una sola vez Javier le había enviado mensajes tan crípticos como estos antes. Si no tenía su celular, ¿Quién estaba enviando los textos? ¿La agente McBride y la FCCU? El primer texto pudo haber sido para pescarla como informante. Quizás estaban enviando más textos como una motivación extra para que encontrara a Javier. Quienquiera que fuese tenía que saber que no sería tomada por tonta.
Escribió una respuesta “Prueba que eres Javier. ¿Qué me regalaste en mi último cumpleaños? El mensaje no tenía palabras. Sólo un adjunto JPEG. Abrió un close up de ella misma en un bikini negro. La foto le hizo erizar la piel. Sólo una persona lo sabía: Javier. Poco después recibió otro texto: “Soy Javier. Si quieres que yo comparta más de tus secretos, puedo hacerlo. Ven a buscarme o yo te encontraré”.
La agente McBride no ganaba nada con enviarle esa foto. Sólo podía haber sido robada de tres fuentes posibles: Javier, la FCCU, o su propio disco duro. En cualquier caso, este tipo era un maldito buen hacker. Tenía que ser un tipo, la foto del bikini lo había delatado. La red oscura estaba llena de pervertidos como él, enviando fotos de desnudos y datos enviados desde discos duros y webcams infectados.
El Voyerismo, era el juego previo para ellos. La humillación era el juego final. Este pendejo sin lugar a dudas se vendría con cualquier indicación de sufrimiento o indefensión por parte de ella. Metió el celular en su bolsillo. Una respuesta enojada le daría a entender que había logrado meterse en su cabeza. Su mirada se dirigió hacia la entrada mientras se imaginaba que Bogdan, la FCCU o quien enviaba los textos entrarían cualquier momento. Buscó en su bolso y sacó la laptop de respaldo.
Mientras esperaba que arrancara, desactivó el GPS de su iPhone antes de quitarle el caché de localización. Tenía que evitar que estos locos rastrearan sus movimientos. La foto estaba infestada con un virus, estaba segura de eso pero los textos y el GPS deshabilitado atraerían la atención de la FCCU. Tenía que terminar sus asuntos con Brayden y marcharse.
Aún estaba desmayado con la cabeza cerca del borde del sofá. Después de presionar en la app del kit de seguridad en la pantalla de su laptop, se deslizó detrás de Brayden. Su teléfono inteligente estaba en cojín del sofá al lado de su mano izquierda, Mientras estiraba la mano para tomarlo, se aseguró que sus ojos estuviesen cerrados. Cuando tuvo el teléfono asegurado, se dirigió en puntillas hasta su portátil y luego escribió un texto en el teclado para enviarlo a ese celular.
Después de presionar enviar en el mensaje, el malware fue descargado en su teléfono. La puesta en marcha del Plan B estaba completa. Ella borró el texto. El siguiente texto más reciente provendría de un número desconocido. Su curiosidad sacaba lo mejor de ella. Cuando las palabras aparecieron en la pantalla, ella cubrió una sonrisa con los dedos. Brayden chasqueó los labios. Ella se apuró para meter el desechable y la portátil en la bolsa antes de regresar a su lado del sofá.
Cuando lo sacudió por los hombros, se sentó con los ojos medio abiertos. “¿Qué haces?”
Ella le puso el celular en la mano. “Tenemos que salir de aquí”.
“¿Por qué? ¿Qué pasó?”
“No hay tiempo, te lo explicaré afuera”.
Brayden la maldijo mientras ella le pedía que se parara. Alanna lo tomó por los brazos para ponerlo de pie. Pasó su mano por su espalda bajo su axila mientras él arrastraba los pies por el pasillo. Al pasar cerca del bar Alanna vio que Natalya los miraba mientras mezclaba una bebida antes de decirle “Lo siento” como respuesta.
Alanna miró alrededor del área principal del salón. Música Trance resonaba en los parlantes. Los asistentes eran una mezcla de jóvenes elegantes vestidos como si pudieran pagar las bebidas con precios excesivos. No había asientos disponibles y la mitad de la gente estaba parada. La niebla en el aire era mucho más densa que cuando había llegado. Apartó con su mano el olor de los narguiles que llenaba sus narices. Brayden sonreía mientras movía sus caderas al ritmo de la música. Ella le dio una mirada de disgusto y le gimió en el oído que se apurara hacia la entrada principal mientras ella salía por atrás. Levantó su quijada en un gesto de asentimiento y luego salió cautelosamente hacia la pasarela principal hacia un pequeño grupo reunido en el centro. Cuando un cliente lo tropezó, perdió equilibrio.
Cayó sobre un sofá de cuero al lado de un europeo del este bien vestido y su cita. Luego comenzó a reírse. Alanna miró a Natalya quien frunció el ceño y le hizo una seña con la cabeza para que remediara la situación. El europeo de seis pies de alto con una barba corta se levantó con sus puños cerrados. Brayden sonrió – ajeno a la amenaza que tenía en frente – cuando ella corrió a su lado. Mientras lo levantaba por el brazo le pidió disculpas al europeo, quien frunció el ceño.
Ella colocó su brazo alrededor de su cintura mientras se abrían paso a través del gentío. Iban a medio camino hacia la puerta, cuando el guardia de seguridad se les atravesó en el camino. Los vio con desprecio con ojos que quemaban. Alanna le pidió disculpas en nombre de Brayden y le explicó que ya se iban. El guardia echaba humo al ordenarles que se fueran de una maldita vez.
Asintió repetidamente antes de arrastrar a Brayden hacia la puerta del frente con el guardia detrás de ellos. Todos los estaban viendo mientras caminaban por el resto del pasillo hasta la entrada. El guardia les mantuvo la puerta abierta y le dio un regaño a Brayden diciéndole que jamás volviera a ese salón. Afuera, ella apoyó el hombro de Brayden al lado de la entrada antes de asomarse a la calle. Miró sobre los rezagados cerca del club a toda la gente que estaba en la acera.
El la haló de la manga derecha. “Dime qué está pasando”.
Una vez que estuvo segura que no había ninguna amenaza señaló hacia el Starbucks más abajo en la calle. “Más tarde, espérame allí”
“Vas a hablar – “
Ella gruñó mientras lo levantaba por el brazo. Una vez que estuvo parado lo empujó por detrás “Iré justo detrás de ti”
Brayden se tambaleó, pero se movió lo suficientemente estable como para caminar sin ayuda. Ella no tenía ninguna opción que fuese buena. Arriesgarse a que los federales la vieran con él o dejar a su amigo sólo. Después de esperar cinco minutos estaba pendiente de que alguien la estuviese espiando mientras seguía sus pasos. Un par de estudiantes universitarios la miraban. Cuando pasaron cerca de ella, evitó el contacto visual.
Dentro del Starbucks casi todas las mesas y silla estaban tomadas. Vio a Brayden sentado en una de los taburetes de madera que estaban cerca de la ventana. Su codo derecho estaba sobre la mesa alargada y su cabeza apoyada en la mano. La gente alrededor de él estaba demasiada ocupada con sus cafés y sus laptops para prestarle atención.
Alanna le tocó el hombro y estiró la mano. “Dame tu teléfono”.
Cuando movió sus dedos, él sacó el teléfono de su bolsillo delantero.” ¿Qué quieres hacer con él?”
Se lo arrebató y comenzó a buscar entre sus apps. “Voy a llamarte un Uber”.
“Yo puedo manejar-“
“No puedes ni siquiera caminar derecho sin caerte sobre algún completo extraño”.
Levantó su mano en dirección a ella “Fue tu culpa, ¿Por qué diablos me empujabas hacia la puerta?”
“Recibí un texto amenazador desde el celular de Javier”
“¿Qué decía?”
Ella escribió la dirección en la app sin prestarle atención a la pregunta.
Él curvó los labios en una mueca mientras retrocedía hacia la mesa. “Aprende la diferencia entre misteriosa y grosera”
A Alanna le preocupaba menos la foto que el comentario acerca de compartir información privada. De ninguna manera iba ella a correr el riesgo de compartir secretos con Brayden. Nunca le había revelado su vida personal a él ni a nadie. A pesar del hecho de que él era su mejor amigo, que siempre estuvo dispuesto a apoyarla en el peor momento de su vida y en cualquier momento desde entonces, era posible que no permanecieran siendo amigos si ella le mantenía su pasado en privado.
Le devolvió el teléfono. “¿Te sientes mejor?”
Él entrecerró los ojos brevemente. “Si, mi cabeza se está aclarando”.
“Mejor espera afuera. Tu Uber debe estar por llegar. ¿Puedo confiar en que te mantendrás lejos de los problemas?”
Él se impulsó desde la mesa para pararse firme sobre sus pies. “¿Puedes confiar en mí? Dímelo tú”.
La quijada de Alanna tembló. El golpe la había agarrado por sorpresa. Cuando avanzaba hacia la entrada le dijo las únicas palabras de despedida que le pudo dirigir: “Llámame cuando sepas algo de Javier”.
“Ordenó un latte helado mientras Brayden esperaba cerca de un semáforo. Después de recoger su bebida, vio a Brayden entrando en un Civic blanco. Sorbió parte de la bebida de la taza plástica helada mientras se dirigía hacia al parque de estacionamiento. Al cruzar la calle hacia su Corolla, una van negra encendió su motor en el extremo más alejado de la cuadra Se detuvo un momento para buscar sus llaves en el bolso antes de echar un vistazo a la van. Esta apenas se movía al separarse de la acera. Alanna permaneció en control mientras entraba en su vehículo. Apartó el Corolla de la acera antes de pisar el acelerador con fuerza atravesándosele a un carro que se acercaba, Mientras aceleraba a toda velocidad por el canal derecho dirigía miradas al espejo retrovisor cada pocos segundos. La van negra la seguía un par de carros detrás de ella. Estaba dispuesta a apostar que era la FCCU, pero no quería arriesgarse.
La van la persiguió durante unas cuadras más antes que ella se encontrara con un tránsito más lento. Aceleró hacia el canal izquierdo que estaba libre. Un jeep giró detrás de ella, la van lo alcanzó y quedó detrás de él. Los carros al lado de ella bajaron la velocidad cuando la luz del semáforo se puso amarilla. Apretó los dientes antes de saltarse la luz al cambiar a rojo.
No había rastro de su perseguidor cuando tomó la rampa hacia la A1A dirigiéndose hacia el oeste. Al entrar en el Causeway, su iPhone sonó de nuevo antes que lo apagara. No quería hablar con nadie hasta que estuviera a salvo en su apartamento. Si la FCCU preguntaba, le explicaría que había actuado así porque estaba asustada por los mensajes de texto que había recibido. No tendría que actuar mucho para ello.
El tránsito liviano y la tibia briza por Bicayne Bay no lograron cambiar su estado de ánimo mientras pasaba por el centro de la ciudad hacia la Dolphin Exrpressway. Su pie mantenía fijo el acelerador todo el tiempo hasta la calle que llevaba a su apartamento en el edificio de ladrillos amarillos. Pisó los frenos al ver alguien que se dirigía al medio de la calle. Las luces de su carro alumbraron a la agente McBride. Después de estacionarse cerca de ella, Alanna bajó la ventana.
Antes de que pudiera decir algo, la agente agarró la puerta y se acercó. “¿Por qué diablos no respondías tu teléfono?”
“Lo apagué. ¿No viste los mensajes?”
Masticó una bola de goma de mascar durante algunos minutos antes de responder. “Si, la próxima vez que tu novio te contacte, haz un mejor trabajo para sacarle información”.
Alanna se aferró al borde de su asiento. “Ese no era Javier”.
“Era el número de su celular”.
“No pudo responder la pregunta sobre la fecha de mi nacimiento”.
“Lo dedos de la agente McBryde tamborilearon sobre la puerta. “Te dio una prueba, la foto”.
“Otro hacker pretendía ser él”.
En un principio Alanna pensó que el número podría haber sido suplantado (spoofed) con una app de Spoofing como el que haya había descargado en su celular desechable antes. Los datos del emisor podrían alterarse para que mostraran cualquier dirección de email o número que quisiera, pero podía enviar y recibir textos desde el mismo número, lo que significaba que probablemente tenía acceso al número de Javier.
“Entonces ¿Qué – deshabilitaste tu GPS por un texto qué te asustó?”
Los ojos de Alanna se entrecerraron después de ver la actitud presumida de la agente McBride. “Lo deshabilité porque mi teléfono está infectado con un virus”.
“¿Siempre exageras cuándo recibes mensajes extraños?”
“Conozco ese tipo de gente. Me la paso con ellos de noche y de día”.
La agente McBride miró hacia otro lado y negó con la cabeza. “Muy bien, digamos que tienes razón. ¿Quién más, además de tu novio se molestaría en infectar tu teléfono?”
“AntiAmérica”.
“¿Por qué estás tan segura que él no es AntiAmérica? Si lo es, debería estar completamente asustada. Son asesinos de sangre fría. Tenemos testigos que ponen a esa gente en el apartamento de Paul antes de que su compañero de cuarto fuese muerto a golpes”.
“¿Tienes prueba de que Javier es parte de AntiAmérica?
“¿Por qué lo proteges todavía?” Levantó la voz. “Te amenazó con venir a buscarte. Sabía tu número, tenía tu foto y dijo que compartiría más secretos. ¿De qué secretos estaba hablando?”
Ese era exactamente el tipo de conversación que Alanna no quería tener con ella. “¿Cómo diablos debería saberlo? No me importa si no me crees. Alguien que no es Javier envió ese texto e infectó mi teléfono con malware”.
“O estás aumentando el número de mentiras. ¿Por qué estás tan segura que tu teléfono está infectado?”
“Cualquiera que sea lo suficientemente bueno como para robar esa foto puede infectarlo con un virus, sin problema”.
“Te apuesto a que tu novio es lo suficientemente bueno”.
Inclinó los ojos. “Deberías estar persiguiendo a Paul, no a Javier”.
“Deja que yo me preocupe por mi investigación. Los dos trabajan juntos. Los estamos investigando a ambos”.
“¿No me oyes? Paul está inculpando a Javier”.
“No soy el agente Palmer. No estoy interesada en cualquiera de las excusas que estés maquinando. Has estado mintiendo desde el primer momento que abriste la boca. Tu novio es la única razón por la que no estás en prisión. Haz tu trabajo y encuéntralo”.
“¿Y qué pasa con mi teléfono?”
La agente McBride extendió su mano derecha. “Dámelo, le echaremos un vistazo”.
Alanna le dio el teléfono desde el asiento del pasajero. “¨ ¿Qué se supone que debo hacer sin un teléfono?”
La agente de la FCCU negó con la cabeza. “Lo juro, la tecnología ha hecho de ustedes los jóvenes unos inútiles. Sube a tu apartamento y espera que te contactemos. Hasta que tu teléfono sea reemplazado no podremos seguirte la pista si el loco de tu novio intenta lo que sea”.
Alanna estaba perdiendo la paciencia con esta boba. “Parece que ya ustedes han decidido que es culpable”.
“¿Te pedí tu opinión? Preocúpate por ti misma”.
Frunció los labios antes de hablar. “¿Terminamos?”
“No, la próxima vez que quieras hacer algo drástico como apagar tu GPS, consúltalo conmigo primero. ¿Me entiendes?” No seré tan educada la próxima vez que tenga que buscarte”.
Alanna respondió presionando el botón que subía el vidrio de la ventana. Sin molestarse en ver la reacción de la agente McBride, hizo un cambio de velocidad y se dirigió hacia el estacionamiento. Después de estacionarse en el primer espacio abierto gritó con todos sus pulmones. Estaba harta de que la gente la maltratara a cada momento, y lo peor era que no podía responder.
“Prométeme que, no importa qué, no terminarás indefensa como yo – una víctima”.
Se golpeó la parte trasera de su cabeza contra el descansa cabeza. Las palabras de su padre le recordaban las peleas entre él y su madre. En sus mejores días Alanna no era ni la mitad de manipuladora que su madre. Ella la sometía a todo tipo de abuso emocional a menos que se alineara con su interés de subir en la escala social. El abuso verbal que su padre soportaba era mucho peor.
El recuerdo fijo en su memoria fue cuando trató de ponerla en contra de su padre. Después de buscar una pelea porque no tenía suficiente dinero para mudarse a una urbanización mejor, se dirigió a Alanna cuando él estalló en cólera. “Tu padre está loco. ¿Lo sabías? Un psiquiatra los diagnosticó con Trastorno Límite de la Personalidad. Puedes verlo ¿No es así? Que hay algo malo con él.”
Cuando se mantuvo silenciosa su madre miró hacia arriba ¿Por qué te estoy preguntando? Eres igual que él. Apuesto que también estás loca”.
Ni por un segundo Alanna extrañó el crecer bajo el mismo techo con la perfecta tormenta de auto inducido cinismo y una falta total de control. Abrió los ojos y sacó el pen drive y el papeleo de Jessica de la guantera. Al salir del Corolla con el bolso de mano y la bolsa, buscó a cualquiera que pareciera un agente federal dentro del garaje.
Su corazón latía con cada paso que daba hacia el ascensor. Durante todo el tiempo que estaba subiendo tamborileó los dedos contra su muslo izquierdo. Era algo estresante el tener evidencia de una identidad falsa mientras estaba bajo la vigilancia de los federales. No podía evitar pensar que la agente McBride o cualquiera de sus amigos de la FCCU se escondían en las sombras, listo para saltarle encima.
Una vez que estuvo en el apartamento sacó la portátil de su bolsa y tiró el resto del contenido sobre la mesita de café de roble que estaba al lado de su sofá. Una tarjeta de plástico se deslizó desde la pila de objetos hasta la alfombra color café. La mancha de sangre alrededor de sus bordes provocó un temblor en Alanna. Su primera licencia de conducir. La metió debajo del resto de la pila. No era el momento para recuerdos dolorosos.
Incluso sin recuerdos repentinos apareciendo, El germen de la nostalgia la había estado molestando desde que había roto con Javier. Había pensado más sobre su familia en las últimas semanas que en el resto del tiempo que había estado en el sur de la Florida. Al contrario de su padre, normalmente bloqueaba el impulso de hurgar en el pasado – especialmente los momentos más terribles. Sus esqueletos no habían sido dejados colgando en un closet. Estaban bien enterrados en tierra santa para nunca ser pisados de nuevo.
Se sentó en el extremo del sofá con la portátil de respaldo funcionando sobre la mesita de café. No había hecho nada con ella aparte de bajar algunos archivos y apps hacía seis meses. Ésta y el desechable debían ser seguros. Necesitaban mantenerse así. Sus datos debían estar encriptados. Los archivos que no eran esenciales debían guardarse en otra parte. Las búsquedas y los mensajes se limitarían a fuentes en las que ella confiaba.
Copió los contenidos del pen drive en la laptop. Los registros de Jessica, cuentas y tarjetas bancarias. Luego se aseguró que todos sus datos estuvieran respaldados transfiriendo todos los datos que tuviera en la laptop a su pen drive. Era mejor tener todos sus datos a mano en caso que su acuerdo con los federales se fuese al diablo. Entonces le mostraría a la agente McBride cuan inútil la había hecho la tecnología al desaparecer justo debajo de su nariz.
Pero un escape de emergencia no sería necesario mientras pudiera ponerse en contacto con Javier. Lo convencería para que terminara respondiendo sus preguntas, y con suerte, la ayudara a quitarse de encima a la agente McBride y el resto de los federales. Llamó a la app de sustitución en su desechable. Si Brayden le estaba mintiendo acerca de contactarse con Javier, tenía listo el plan B.
Alanna dejó de escribir en su portátil y tomó un hondo respiro. Sospechaba que Brayden tenía secretos que no le decía. Le dolía oírlo cuestionar su lealtad y expresar sus desconfianzas. Pero nunca esperó encontrarse con el texto que había leído en su teléfono: “Quítame a esa perra de encima, o no te pagaré”.