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PRÓLOGO
ОглавлениеEn este libro llevaré al lector a un recorrido por el cerebro autista. Estoy en la excepcional posición de poder hablar tanto de mis experiencias con el autismo como de las ideas que he adquirido después de someterme a numerosos escáneres cerebrales durante muchos años, siempre con la tecnología más reciente. A finales de la década de 1980, poco después de que se empezaran a utilizar las imágenes por resonancia magnética (IRM), me agarré a la oportunidad de emprender mi primer «viaje al centro de mi cerebro». En aquellos días, los aparatos para la obtención de imágenes por resonancia magnética eran una rareza, y la visión detallada de la anatomía de mi cerebro fue algo impresionante. Desde entonces, siempre que ha aparecido un nuevo sistema de escaneo, he sido la primera en apuntarme para probarlo. Las muchas resonancias de mi cerebro han dado posibles explicaciones del retraso en el habla que tuve en mi infancia, los ataques de pánico y los problemas para reconocer las caras.
El diagnóstico de autismo y otros trastornos evolutivos se ha de realizar aún con un sistema chapucero de perfiles conductuales establecidos en un libro llamado DSM, siglas de Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders.* A diferencia del diagnóstico de faringitis estreptocóquica, los criterios para la diagnosis de autismo han cambiado con cada nueva edición del DSM. Advierto a padres, profesores y psiquiatras de que no se dejen atrapar en las etiquetas. No son exactas. Se lo suplico: no permitan que ningún niño ni adulto sea definido por una etiqueta del DSM.
La genética del autismo es un embrollo extremadamente complejo. Intervienen en ella muchas pequeñas variaciones del código genético que controlan el desarrollo del cerebro. Una variación genética presente en un niño autista no lo está en otro. Voy a repasar lo más reciente sobre genética.
Se han hecho cientos de estudios sobre los problemas que las personas autistas tienen con la comunicación social y el reconocimiento facial, pero no se han tenido en cuenta los problemas sensoriales. La hipersensibilidad sensorial es un problema grave para unos y no tanto para otros. A algunas personas del espectro autista, los problemas sensoriales les pueden imposibilitar la participación en las actividades normales de la familia, y mucho más conseguir un empleo. Esta es la razón de que mi prioridad en la investigación del autismo sea unos diagnósticos precisos y unos mejores tratamientos de los problemas sensoriales.
El autismo, la depresión y otros trastornos se hallan en un continuo que va de lo normal a lo anormal. El exceso de un rasgo provoca una discapacidad grave, pero un poco de él puede ser una ventaja. Si se eliminaran todos los trastornos cerebrales de origen genético, es posible que fuéramos más felices, pero sería a un precio muy alto.
Cuando escribí Pensar con imágenes, en 1995, estaba equivocada al pensar que todas las personas que se encontraban en el espectro autista eran pensadores visuales fotorrealistas como yo. Al empezar a entrevistar a otras personas para averiguar cómo evocaban la información, me di cuenta de que estaba equivocada. Postulé que existían tres tipos de pensamiento especializado, y me entusiasmé al descubrir que varios estudios de investigación confirmaban mi tesis. Saber el tipo de pensador que eres te puede ayudar a respetar tus propias limitaciones e, igualmente importante, aprovechar tus virtudes.
Cuando yo nací, hace sesenta y cinco años, el panorama era completamente distinto del actual. Hemos pasado de internar a los niños con autismo grave a intentar facilitarles la mejor vida posible —y, como veremos en el capítulo 8, encontrar un trabajo significativo para quienes puedan realizarlo—. El lector encontrará en este libro todos los pasos de mi viaje.
TG