Читать книгу Proceso electoral 2016 - Thelmy María del Carmen Mendoza Michilot - Страница 6
Introducción
ОглавлениеLas campañas electorales son periodos convulsos (Restrepo, 2004) no solo en las altas esferas políticas, sino también en los medios de comunicación, que deben cumplir una labor impecable, equitativa y equilibrada pese a las urgencias de tiempo, espacio, plataformas y redes sociales, cuando el tradicional ciclo informativo de producir noticias cada veinticuatro horas no va más y la información se tiene que entregar, difundir y actualizar varias veces en un solo día.
En estas coyunturas, la función de narrar la realidad que se atribuye al periodismo se ve sometida a una prueba de fuego. El valor en juego es la veracidad, pero también la independencia, sobre todo cuando el oficio de informar se pone bajo sospecha y muchos se preguntan si los periodistas servimos al ciudadano que busca información útil para tomar decisiones acertadas o a ciertas élites de poder (Rincón, 2006).
Las elecciones generales del 2016 se realizaron cuando los principales medios se hallaban inmersos en un proceso de fusión/concentración que, según observadores, podría significar la consumación de ciertas prácticas corporativistas en la entrega de la información. De otro lado, se esperaba que los grandes medios convencionales no fueran los únicos en establecer la agenda ni el ritmo del debate político, sino que compartieran esa función con el espacio virtual (mediático, partidario y ciudadano).
Por ello, fue un avance que seis medios (América Televisión y Canal N, El Comercio, La República, Latina y Panamericana Televisión) firmaran un pacto ético para proporcionar al ciudadano información suficiente para que tome sus propias decisiones políticas. Aunque la experiencia señala que en ocasiones los acuerdos se incumplen, habría sido ideal que, en esta iniciativa, impulsada por el Instituto de Prensa y Sociedad, el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral en Perú (IDEA Internacional) y la Unión Europea, participasen todas las empresas de comunicación. Como anotan los académicos, los medios transfieren a sus destinatarios una lista de temas importantes y valoraciones que podrían contribuir a la creación de consensos (López-Escobar, McCombs y Rey, 1996) y también fijan la agenda en la opinión pública, lo cual podría implicar el desarrollo de una labor orientadora, sobre todo en sistemas políticos y noticiosos abiertos y libres (McCombs, 2006).
En este contexto, ¿cuáles serían las coincidencias y diferencias en los discursos de los medios más influyentes de Lima (convencionales y digitales) sobre las principales propuestas electorales? ¿Qué aportarían al debate, qué impacto tendrían en la formación de opiniones o corrientes de opinión y qué lecturas generarían entre sus eventuales destinatarios? Esta investigación trata de contestar estas interrogantes.
De las campañas electorales se ha dicho que son “la puesta en escena de la elección en la democracia”, pero también “el momento de la mentira” (Castells, 2010, pp. 299, 304). En un caso o en otro, como escribió Zygmunt Bauman (2001), en estas coyunturas se debe “elegir entre” las opciones disponibles (la agenda de opciones), con base en ciertas reglas “que le indican al individuo por qué debe preferir una opción por encima de otras” y cuándo “su elección ha sido acertada o desacertada” (p. 81) (código de elección). Tales limitaciones determinan la libertad de elección individual de cada persona.
En principio, se debe coincidir con Manuel Castells en que los electores toman como base, principalmente, la información que reciben procesada por los medios de comunicación (2010).
Más allá de la perspectiva discursiva, el papel de “representación” que ejercen los medios de comunicación en cada sociedad se ha comparado con el que cumplen los políticos, con la diferencia de que los periodistas no son electos por el voto popular. Sin embargo, las organizaciones de la comunicación pueden aportar a la democracia y a los consensos desde una perspectiva de largo plazo, mientras compiten con quienes se mueven en el “mundo del corto plazo y del conflicto subjetivo-partidario” (Annunziata, 2016, p. 81).
Conforme a esta visión, los medios pueden amplificar el quehacer de otras organizaciones de la sociedad civil respecto a la creación y la difusión de sus autoconvocatorias, hoy más que antes a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Pueden “deslocalizar” los nuevos movimientos sociales y sobre todo cumplir tareas inherentes a los representantes: pueden ser autorizados y reconocidos por la sociedad, y contribuir a la accountability o rendición de cuentas (Annunziata, 2016).
En época electoral, la función mediadora es indiscutible —o debería serlo— si, como señala Pierre Rosanvallón, la vida en democracia es sinónimo de foro abierto en el que se discuten públicamente los grandes temas o las controversias cuando estas estallan, por lo general, de manera sorpresiva. En dichas circunstancias, el papel de la prensa se magnifica y revalora porque “existen múltiples arenas dispersas en las diferentes instituciones y en los diferentes lugares de la vida social, de las que los medios de comunicación se hacen eco; ellos mismos desempeñan así un papel específico de filtros o aceleradores” (Rosanvallón, 2009, p. 197).
En el proceso del 2016, la prensa local cumplió una activa labor que se tradujo en amplias coberturas desde diciembre del 2015 hasta junio del 2016, intensas sobre todo en los meses de marzo, abril y mayo, antes de la primera y la segunda vueltas electorales, del 10 de abril y del 5 de junio, respectivamente.
En esos seis meses, podría decirse que la presencia y la ausencia de los candidatos al sillón preferencial estuvieron asociadas a la exposición, positiva o negativa, que tuvieron en los medios de comunicación. Allí se puede identificar a los políticos que se mantuvieron constantes en las portadas y los titulares durante la campaña; a aquellos que cobraron notoriedad poco a poco, al ritmo que subían en las encuestas; a los que renunciaron antes de la primera vuelta y que reclamaron amargamente al retirarse no haber existido para la prensa. En este último caso, vale la pena reflexionar acerca de si todos fueron ignorados o escasamente consultados, si sus propuestas y su ubicación en las encuestas los hizo poco atractivos para los votantes y también para los medios.
Rosanvallón sostiene que, en épocas no electorales, los medios principalmente audiovisuales suman a la denominada política de la presencia del gobernante, a la visibilización de los políticos e incluso de los impopulares congresos. Ello tal vez explique la centralidad de la televisión, que sigue ostentando el primer lugar en las preferencias del público a la hora de informarse. Una explicación más profunda es que esta función de “mostrar” o “poder empático responde de esa manera a la crisis de la representación, al orientarse a devolverle legibilidad y visibilidad a una política moderna que se había escabullido a los sentidos” (Rosanvallón, 2009, p. 274).
En la campaña 2016 sucedió algo muy similar. Los medios dieron a conocer lo que dijeron o no dijeron, hicieron o no hicieron los candidatos, pero sobre todo buscaron “mostrarlos”, repitiéndose una práctica que, en realidad, se ha convertido en una norma en las elecciones peruanas.
Los políticos más mencionados no fueron los que llegaron a la recta final necesariamente. Pero junto a sus portavoces interiorizaron y sintonizaron con esta forma de mediación sin ruborizarse, como rindiendo culto a la ansiada “visibilización”. Parte de tener notoriedad implicó que las principales agrupaciones de la contienda —como el Partido Nacionalista Peruano; el Partido Aprista (APRA) y su socio en esta campaña, el Partido Popular Cristiano (PPC); Fuerza Popular (FP); Perú Posible y Acción Popular— no dudaran en ventilar públicamente todo, incluyendo las crisis internas que arrastran en la mayoría de los casos por décadas o que han surgido en el contexto de un país donde, según Julio Cotler, no ha existido históricamente un sistema de partidos. Lo que existe es una gran fragmentación de pequeños segmentos que se unen esporádicamente bajo determinados intereses. “Un sistema [de partidos] es cuando hay una colaboración de las diferentes partes, pero compiten”, es decir, fuerzas que dialogan sobre la base de una plataforma común, una articulación de intereses sociales, puntualiza Cotler (2016a).
Parafraseando a Bauman (2017), además de la exposición de las diferentes opciones políticas que acudieron a la contienda, los medios pusieron en evidencia otra crisis: la de las reglas y los códigos que deberían haber normado la elección. Los analistas y expertos coincidieron en que la Ley de Organizaciones Políticas (LOP), antes Ley de Partidos, no debió haberse aprobado en el Congreso de la República ni ser aplicada por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) bajo interpretaciones que, fuera del resultado de los comicios y de las infracciones que se perpetraron, implicaron la adopción de “decisiones injustas y desproporcionadas” (“Creo que los”, 2016, p. 8).
Un acuerdo tácito entre gobernantes y gobernados fue que una nueva LOP requería, una vez culminado el proceso electoral, entrar a una reforma que alcanzase a todo el sistema; una meta largamente postergada en el país, sobre todo por la desidia de quienes han tenido en sus manos la posibilidad de legislar. Hoy, el país aún no ha sido gratificado con la reforma electoral que merece.
El Congreso actuó como juez y parte en este terreno. Los líderes de los partidos de mayor trayectoria política representados en el Parlamento 2011-2016 se mostraron a favor de aplicar —a última hora— reformas a la LOP, incluso cuando el proceso electoral ya se había iniciado. Un parlamentario que cambió de tienda política, cuya candidata perdió las elecciones, dijo: “El Perú es un país con predictibilidad jurídica donde las reglas ya están establecidas” (“Polémica por”, 2016, p. 5). Craso error.
En el primer capítulo de este libro, se presenta ese contexto y se identifica a los actores del espectro político durante la consulta 2016. Con base en información documental proporcionada por la dirección del Registro de Organizaciones Políticas (ROP), dependencia del JNE, se hace una aproximación a la situación de los partidos según sus afiliados y adherentes. Se explican los alcances de la legislación electoral vigente, que, a través de un “baile” de resoluciones del JNE, determinó la cancelación de inscripciones y la aplicación de sanciones por la entrega de dádivas a cambio de adherencias. Se pasa revista a las nuevas normas relacionadas con la valla que los organismos electorales decidieron no aplicar y que permitieron que un grupo de partidos no perdiera la inscripción.
Esta realidad problemática responde a varias causas: multiplicidad de partidos, aventurismo político, falta de cultura política de los peruanos en general, entre otros vacíos que esta investigación no pretende analizar, pero que se constituyeron en la base política y contextual sobre la cual se levantó la información periodística desde una perspectiva más noticiosa que interpretativa.
Como se explica en el segundo capítulo, la agenda mediática estuvo orientada a dar a conocer el día a día de la campaña y las promesas de los candidatos. No obstante, los resultados del análisis confirman que la cobertura se centró prioritariamente en los ataques, el conflicto y la confrontación entre los políticos.
El uso de las imágenes negativas más que las positivas ha contribuido a la percepción de que el periodismo solo busca las malas noticias, pero, como señala Omar Rincón, quedarnos en las críticas es “perder la utopía del periodismo” y no reconocer que nuestro reto es renovar el pacto de confianza con las audiencias y reinventar la credibilidad para que el ciudadano se sienta un ser humano mejor (Rincón, 2006, p. 118).
En época electoral, ese reto es mayor debido al impacto de la noticia en las votaciones, como destacó desde mediados del siglo pasado Walter Lippmann (McCombs, 1996), porque los medios no solo dicen sobre qué y cómo podemos pensar, sino incluso qué hacer, según concluye la teoría de la agenda-setting de Maxwell McCombs y Donald Shaw (López-Escobar, McCombs y Rey, 1996) de fines de la década de 1990.
En la campaña del 2016, una pregunta de fondo fue si los temas propuestos por la prensa eran los que todos querían conocer; en otras palabras, si hubo coincidencia entre la agenda de los medios y la agenda pública o de los ciudadanos; o si más bien prevaleció la agenda de los políticos, que suelen utilizar y alentar las imágenes negativas de sus contendores para atraer la atención de los votantes (Castells, 2010).
Acorde con los resultados, los impresos analizados abordaron todos los asuntos; incluso las cabeceras principales de los dos grupos mediáticos analizados —El Comercio y La República— coincidieron en muchos sentidos, sobre todo frente a las denuncias que cayeron sobre la candidata Fujimori, las que acumuló César Acuña, o aquella, probablemente menor, que ocasionó la expulsión de Julio Guzmán. Lo que varió fue la priorización que dieron a los acontecimientos, terreno en que se descubren las diferencias y las simpatías mediáticas hacia los políticos, la mayoría de los cuales hicieron méritos para ser desaprobados.
Los politólogos sostienen que la personalización o la imagen del político como estrategia electoral puede ser una fórmula exitosa para destacar los atributos personales del candidato y reforzar sus dotes de autoridad, liderazgo y actitud frente al poder. Los medios hacen eco de estas representaciones frecuentemente, aunque en ocasiones solo explotan el factor telegénico (Orejuela, 2009).
En el 2016, como se indica en el tercer capítulo, los medios debieron probar que los dichos y hechos de algunos candidatos no tuvieron correlato con la verdad, aunque parecieran verosímiles; las imágenes deterioradas de estos políticos se reflejaron también en los sondeos de intención de voto y en las redes sociales.
Más que una estrategia diseñada desde los partidos para centrar el mensaje en la imagen de sus candidatos, lo que vio el país fue su desmoronamiento, debido a la difusión de asuntos personales y políticos que solo aportaron datos negativos y que, al parecer, fueron minimizados por los equipos de campaña.
Sin duda, contribuyeron a estas imágenes las fuentes que los medios consultaron para construir las noticias sobre la campaña, entre las que se incluye a los protagonistas principales (los candidatos), pero también a sus adláteres y adversarios, así como a analistas, columnistas y políticos de sostenida exposición mediática.
Resulta claro que la agenda informativa y los enfoques periodísticos que ofrecieron los medios determinaron ciertos sesgos (Castells, 2010) o tonos en la descripción de los candidatos y de la coyuntura electoral (McCombs, 2006). Sin embargo, estos tonos no solo provinieron de la valoración positiva, negativa o neutra que hizo la prensa, sino del desempeño del candidato, su acción política, programas y calidad humana (Orejuela, 2009), e incluso sus formas de expresarse ante la prensa.
En el cuarto capítulo se explica cómo las portadas neutras fueron más que las favorables o desfavorables, lo cual indicaría que los medios se cuidaron, en esta campaña, de no mostrar un apoyo o rechazo abierto a los diferentes candidatos. El hecho de que las portadas negativas sean más que las positivas evidenciaría también que prevaleció una postura crítica hacia varios candidatos, lo cual no excluye la posibilidad de que ello haya beneficiado indirectamente a otros. En este aspecto, la investigación señala la importancia de la fuente y del tratamiento dado a la información mediante los géneros periodísticos, así como las limitaciones del llamado periodismo de declaraciones versus la interpretación y análisis de los hechos.
En el quinto capítulo, el libro analiza los enfoques periodísticos observados en la cobertura de cinco acontecimientos que marcaron esta agenda política, en medio de la vorágine que significó la campaña: la construcción de la Alianza Popular suscrita por el Partido Aprista y el Partido Popular Cristiano, la exclusión de la candidatura de César Acuña y la impugnación de la inscripción de Julio Guzmán por decisión de los organismos electorales, la autoexclusión del Partido Nacionalista y la denuncia de lavado de activos en contra del secretario general de Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, que coadyuvó al fracaso de la candidatura de Keiko Fujimori.
En cada caso, se reconocen el asunto o la situación problemática, se recoge el diagnóstico que hicieron los periódicos de los hechos, así como la responsabilidad que se atribuyó a los actores políticos, las soluciones que plantearon a las crisis descritas y los valores que, desde su perspectiva, estuvieron en juego. Como denominador común se halló un discurso que denunció el distanciamiento de la política respecto del ciudadano, la falta de credibilidad y de ética de algunos partidos, y los vacíos de nuestra institucionalidad.
¿Pero qué pensaba el ciudadano? Para saberlo, fue necesario un acercamiento a las redes sociales de los medios a fin de analizar qué noticias rebotaron en sus cuentas de Facebook y sobre todo recoger las reacciones de los seguidores. ¿Cuáles fueron los temas de debate que las informaciones difundidas en Facebook suscitaron en los cibernautas? ¿Qué motivaciones, juicios de valor y actitudes dejaron entrever los seguidores en sus narrativas sobre los comicios y los actores sociales? ¿Cuál fue el perfil del votante que concurrió al espacio virtual de noticias para aportar al debate público electoral?
Uno de los principales hallazgos del sexto capítulo, titulado “Las redes sociales como espacios deliberativos”, radica en la respuesta de los cibernautas. El análisis revela que los favoritos en las encuestas no lo fueron en Facebook y que muchos peruanos no votaron por PPK, sino contra Keiko Fujimori, lo que incidía en sus contradicciones.
Los consumidores de las redes no solo se distanciaron de las encuestas, sino que introdujeron temas diferentes a los levantados por los medios convencionales. Actuaron como individuos deliberativos, mayoritariamente críticos, y apoyaron al ganador. En perspectiva, llama la atención que los partidos no escucharan a estos conglomerados que algunos académicos reconocen como un contrapoder o coalición espontánea (Vergara, 2016). Otros se presentaron como públicos emotivos y reactivos (Tapia, 2014), que se apropiaron de y difundieron mensajes frente a los cuales reaccionaron, con los que concordaron o coincidieron, en ocasiones hasta la incondicionalidad y la obsecuencia (Castells, 2015). También los hubo poco interesados en el escándalo, la anécdota y la espectacularización.
Entre todas las valoraciones que un elector puede hacer de su candidato (biográficas, personales, profesionales, ideológicas y comunicativas), se podría decir que el público de las redes sociales se concentró en las dos principales: la competencia para llevar a cabo las promesas de campaña y la integridad o principios éticos esbozados para cumplir con responsabilidad el cargo al que postula (Orejuela, 2009). Tal vez allí esté una de las claves para explicar por qué ganó PPK y perdió Fujimori por algo más de 41 000 votos en una de las más ajustadas contiendas electorales realizadas en el país.
La investigación tiene un enfoque mixto en su propósito de observar la relación entre la cobertura informativa de un grupo de medios de comunicación limeños y los resultados de la campaña electoral. Se utilizó el análisis de contenido como técnica de recolección de datos, según una matriz de variables, categorías e indicadores.
Respecto a la muestra, se observaron medios convencionales y digitales que ostentaban en el momento del estudio la mayor audiencia de acuerdo con los índices de lectoría (prensa), rating (audiovisuales) y visitas (web) de Ipsos Apoyo, CPI, Concortv y Comscore. En prensa, se trabajó con El Comercio, La República, Correo y Perú 21, periódicos considerados influyentes y de alta lectoría dentro de la llamada prensa seria de Lima, y que pertenecen a dos grupos empresariales importantes en el diarismo local. Para la contextualización de los hechos, se trabajó con el semanario Hildebrandt en sus Trece. En televisión, con los magacines dominicales Cuarto poder, de América Noticias (canal 4), y Sin medias tintas, de Latina (canal 2). En radio, con los reportes noticiosos de Radioprogramas del Perú. En web, con las versiones digitales de los cuatro diarios mencionados (elcomercio.pe, larepublica.pe, diariocorreo.pe y peru21.pe), así como las de América TV (americatv.com.pe), Latina (latina.pe/noticias) y Radioprogramas del Perú (rpp.pe). El análisis incluyó las cuentas de Facebook de estos medios.
El primer análisis consistió en la evaluación de la tematización predominante, la presencia de actores sociales principales y las formas del decir, que incluye la identificación de los tonos (positivos, negativos o neutros), los géneros periodísticos empleados (noticias, editoriales, artículos de opinión, columnas y reportajes), las características de las portadas y los espacios de trascendidos en El Comercio, Correo, Perú 21 y La República.
Se trabajó con un censo de 11 926 unidades o piezas informativas publicadas durante siete meses de cobertura, entre diciembre del 2015 y junio del 2016. Luego del levantamiento de la información, se hizo un análisis cualitativo de las notas de los cuatro medios, en concordancia con las variables, las categorías y los indicadores mencionados. Luego, se introdujo esa data en la plataforma digital IP Noticias de la empresa DP Comunicaciones —abocada al monitoreo de información, análisis de métricas, organización de archivos digitales y de estrategias de comunicación—, cuyo software permitió efectuar una medición cuantitativa de la información.
Los resultados de ambos procesos, que aparecen en los capítulos dos, tres y cuatro, permitieron un doble acercamiento a las piezas seleccionadas.
En segundo lugar, se analizó de manera cualitativa los cinco acontecimientos de mayor repercusión en los cuatro periódicos, que se observaron desde la teoría comunicativa del framing. Para reconstruir dichas historias, como se aprecia en el capítulo quinto, se tomaron en consideración las noticias de los cuatro periódicos de la muestra, más las de Cuarto poder, de América Noticias; Sin medias tintas, de Latina, y Radioprogramas del Perú.
En tercer lugar, para el análisis de las redes, se seleccionaron 60 acontecimientos que se convirtieron en tendencia, generaron amplia interacción y fueron decisorios en la campaña. Con tal fin, se utilizó la plataforma Google Trends para determinar el nivel de consulta de las palabras clave —elecciones 2016 y elecciones 2016 Perú— en dos periodos: del 10 al 16 de abril y del 5 al 11 de junio. Se recogieron 194 entradas relacionadas con esos asuntos, difundidos en las cuentas de Facebook de El Comercio, Correo, Perú 21, La República, América TV, Latina y Radioprogramas del Perú; y se recolectaron 313 comentarios de los seguidores. La medición cuantitativa-cualitativa se hizo con base en la métrica de la red social y la plataforma NVivo.
Este acercamiento preliminar fue un gran hallazgo. Entre otras conclusiones, se encontró que los políticos deberían evitar embarcarse en campañas que den la espalda a los ciudadanos, quienes, a través de los medios sociales, gritan sus demandas. Si hubieran escuchado a las redes en el 2016, tal vez habrían intuido anticipadamente quién ganaría las elecciones antes de la segunda vuelta.
La investigación demandó una búsqueda documental de la información oficial difundida por los organismos electorales (sobre votantes, candidatos y partidos), así como la emitida por las agrupaciones sociales que participaron en la campaña. Adicionalmente, se hicieron entrevistas a dos expertos: Percy Medina, jefe de la misión para el Perú de IDEA Internacional, y Fernando Rodríguez, director del Registro de Organizaciones Políticas del JNE.
Con esta información, la presente investigación buscó reconstruir el proceso narrativo de los medios durante la campaña a partir de los mensajes que difundieron y los enfoques que enarbolaron; cómo contaron y comprendieron la vida nacional en el complejo proceso eleccionario que vivió el país en el 2016; cómo “inscribieron y escribieron” la realidad local. ¿Actuaron como meros “escribanos oficiales del poder” (Rincón, 2006) o lograron retratar las percepciones y las esperanzas de los imaginarios colectivos sobre el deber ser del quinto gobierno del siglo XXI? En las siguientes páginas damos un alcance sobre ello.
Podría decirse que, en estas elecciones en particular, los medios canalizaron muchas energías. Las noticias dejaron entrever no solo las diferentes aspiraciones de sus gestores mediáticos, sino las que anidaban en más de la mitad de los ciudadanos. Los comentarios recogidos en las redes sociales, como reacción a las informaciones difundidas en las cuentas de Facebook, señalan una coincidencia positiva entre la narrativa periodística y la narrativa del cibernauta.
Esto no debería pasar desapercibido para los periodistas, llamados a escuchar las voces anónimas de quienes siguen viéndolos como una ventana a través de la que pueden hacerse escuchar, y de aquellos que han encontrado en el ciberespacio el espacio que necesitaban para expresarse. En tiempos de convergencia de plataformas, ¿por qué no abandonar el periodismo para los consumidores y hacer periodismo con ellos?
Este libro pone un granito de arena en el reconocimiento de las formas del decir de la prensa política local en estas coyunturas, esfuerzo que contó con el valioso apoyo de muchas personas. Mi agradecimiento al Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima, que lidera la doctora María Teresa Quiroz, cuyo respaldo y confianza nos alentó a emprender este nuevo proyecto editorial. A las jóvenes comunicadoras Branca Viaña y Vanessa Ocampo, quienes colaboraron en la captura de la información periodística y en la inclusión de la data en la plataforma digital IP Noticias, tarea en la que también participaron Rubí Caballero e Ivette Ibáñez. Mi gratitud a la empresa DP Comunicaciones y a su director ejecutivo, Antonio Salerno, quien nos brindó acceso gratuito al software de análisis de contenido IP Noticias para hacer una doble lectura de la data recolectada; al comunicador y periodista José Duymovich, director de análisis de dicha empresa, quien nos acompañó en el proceso de la digitalización de la información y leyó la última versión de esta investigación, así como a los analistas Percy Medina y José Carlos Requena, quienes generosamente revisaron el análisis legal y político de las elecciones del 2016.