Читать книгу Naturaleza de las cosas: Versión en prosa del poema «De rerum natura» - Tito Lucrecio Caro - Страница 3

LIBRO PRIMERO

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Índice

1. Æneadum genitrix, hominum Divumque voluptas...

Madre de los Romanos, encanto de los dioses y de los hombres, pulcra Venus[1]: Tú alientas los astros que en el ámbito de los cielos giran, las fértiles tierras y el inmenso Océano; todo animal por ti vive y por ti goza de la acción benéfica del Sol; ante la presencia tuya el cielo viste galas, huyen los vientos, la tierra produce olorosas flores, el mar se riza, el espléndido Olimpo llena de luz el Universo, la primavera brilla y el céfiro fecundo, libre, vuela; todos los seres que llenan los espacios, nutridos por tu influencia, festejan tu venida ¡oh diosa!; la gente alegre baila en el ameno prado ó á nado pasa arrebatados ríos; cuanto vive y siente, atraído por tus goces, te sigue hacia donde tú lo impulsas; y lo mismo en el dilatado mar que en los empinados montes, en los intranquilos ríos que en los pacíficos campos, y en el obscuro bosque, mansión de aves, todos los corazones por ti arden en irresistible llama de amor, y con estímulo deleitoso los siglos se propagan.

[1] Según Plutarco, Venus representa la fecundidad; y Marte, citado algunas líneas después, la fuerza destructora.

21. Quæ quoniam rerum naturam sola gubernas...

Y puesto que influyes en el mundo soberanamente, de tal modo que en él sin ti nada tendría vida y nada sería agradable, inspira estos versos que escribo destinados al estudio de la Naturaleza de las cosas, y dedicados á nuestro Memmio[2], á quien adornar quisiste en otros días con tus más nobles dones: por él ¡oh diosa! demando tu favor. Haz, entre tanto, que los horrores militares duerman en la tierra y en el mar, y como tienes poder para conservar á los mortales paz tranquila, ya que el gran Mavorte[3] que á su gusto rige las batallas suele quedar en tus brazos preso y de intenso amor herido, cuando sediento de contemplar tu albo pecho, inclinada la cabeza y embebecido en tus ojos en éxtasis prolongado tenga de tus labios pendiente su voluntad, y cuando desfallecido en tu regazo yazga y tu dulce persuasión le quebrante la ira, pídele que conceda á los Romanos paz serena; porque ni yo podría en época de aflicciones para mi patria dedicarme con ánimo reposado á entonar mis cantos, ni tampoco el ilustre Memmio podría oirme, impulsado á las armas por la común defensa.

[2] Memmio Gemelo, ciudadano romano que fué pretor de Bitinia y después vivió desterrado en Atenas, donde es fama que recibió algunas cartas de M. T. Cicerón.

[3] Marte (Mars) es síncopa de Mavorte (Mavors).

44. Quod superest, vacuas aures mihi, Memmiada, et te...

Para las lecciones que en forma de dádivas te dedico, reclamo tu atención libre de prejuicios y reposada, querido Memmio; no desprecies las enseñanzas que en ellas se contienen sin haberlas antes contrastado con razón serena: voy á disertar contigo acerca del orden de lo infinito y de la esencia de los dioses; voy á explicarte lo que entiendo respecto á los elementos de que la Naturaleza[4] ha constituido las cosas y á los cuales éstas revierten cada vez que pierden una forma, y considera que doy el nombre de elementos á esos simplicísimos cuerpos generadores que son los primeros principios de todo cuanto existe[5].

[4] Lucrecio usó en muchos lugares de su poema la palabra Naturaleza para significar la vida universal, el principio del Ser, es decir, Dios, Dios único, potencia infinita, posibilidad absoluta, fundamento de toda realidad.

[5] Deliberadamente, sin duda, Lucrecio no empleó ni una sola vez en todo su extenso poema la palabra átomo, que encierra el asunto más detenidamente estudiado en su obra.

56. Omnis enim per se Divum natura necesse est...

Por su esencia, los númenes deben disfrutar eterna vida en ocio imperturbable: indiferentes á nosotros y á nuestras cosas, exentos de peligros y de aflicciones, ricos por su propia naturaleza puesto que nada necesitan, son insensibles á nuestras virtudes é indiferentes á nuestra ira[6].

[6] De igual modo Séneca se expresó en su epístola XCV.

63. Humana ante oculos fœde cum vita jaceret...

Cuando la humanidad, abatida por el terror, se humillaba ante el aspecto horrible del fanatismo que desde las regiones aéreas dirigía á los mortales tremendas amenazas, un sabio de Grecia fué el primero[7] que se atrevió á resistir al monstruo y á levantar contra él los ojos: ni la fama de los dioses, ni rayos, ni temeroso estruendo de las concavidades del espacio pudieron abatirlo; por lo contrario, los obstáculos estimularon su energía y abrió las cerradas puertas de la Naturaleza; su genio vencedor pasó adelante y arrojó á distancia las murallas flamígeras del mundo: entonces escrutó la inmensidad con mirada vigorosa, y vencedor de ella nos dió á conocer lo que existe y lo que no puede existir en el mundo, así como descubrió que toda potencialidad de los seres está limitada por su peculiar esencia; de este modo la superstición fué á su vez subyugada y la victoria nos elevó á lo infinito.

[7] Epicuro, natural de Samos, donde nació el año 341 antes de la Era cristiana.

71. Illud in is rebus vereor ne fortè rearis...

Temo, sin embargo, te figures que voy á iniciarte en protervas doctrinas y á franquearte el camino del mal; por lo contrario, la superstición ha producido muchas veces crímenes y sucesos execrables: por ella varones famosos de Grecia, capitanes fuertes, profanaron en Aulide[8] con la sangre de Ifigenia el altar de Diana. La cabellera virginal recogida con fúnebre banda fluctuante; junto al altar el afligido padre; al lado los sacerdotes que ocultan los puñales; alrededor el pueblo que lloroso contempla á la joven; ésta, muda por el terror y agobiada por el espanto, cae sobre sus rodillas... á la infeliz no sirve ser la primera que diera nombre de padre al rey... impías manos de ministros la levantan y la conducen trémula ante las aras, no para que celebre solemnes ritos de Himeneo acompañada por lucido cortejo, sino para que muera casta pero deshonestamente bajo los golpes de su mismo padre, en el instante en que amor la destinaba á tierno esposo; y muere para que el viento no estorbe la feliz partida de la flota griega. ¡Á qué horribles males la superstición puede llevar á los hombres!

[8] Aulide, puerto de Beocia, donde se celebró el sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón y de Clitemnestra. Agamenón, jefe de los ejércitos griegos en la guerra de Troya.

103. Tutemet à nobis jam quovis tempore, vatum...

Tú mismo, dominado por los discursos terroríficos de los vates, ¿querrás separarte de mi lado? ¿Supondrás acaso que también yo puedo fingirte delirios que cambien las reglas de tu vida ó turben tus dichas con temores? Y no te he de censurar; porque si los hombres comprendiesen cuál es el término cierto de sus infortunios, bien podrían resistir á las religiones y despreciar las amenazas de los vates; pero en la actualidad no hay saber bastante ni motivo suficiente para rechazarlas, mucho más cuando se temen penas eternas después de la muerte; pues todavía se ignora cuál sea la naturaleza del alma, si es creada con el cuerpo ó si á éste se agrega en algún momento, é igualmente se ignora si con el cuerpo fallece ó si va á visitar las extensas y negras lagunas del Orco[9], ó bien si merced á divina disposición emigra para el cuerpo de varios animales, como cantó nuestro Ennio, primero digno de eterno renombre que del risueño Helicón bajó á Italia coronado con laurel inmarcesible. En versos inmortales Ennio describió el tenebroso infierno, donde no existen almas ni cuerpos, sino espectros y pálidas imágenes: allí se le acercó la sombra del siempre floreciente Homero, y con efusión cariñosa entre lágrimas de recuerdos le explicó la naturaleza de las cosas[10].

[9] El Orco, obscuridad, muerte, infierno. La India suministró á Grecia y á Italia elementos para su lenguaje y base para su mitología.

[10] Dante Alighieri debió tomar de estas palabras de Lucrecio la idea para el Infierno de su Divina Comedia.

126. Quapropter bene cum, superis de rebus, habenda...

Antes de investigar las leyes referentes á las etéreas regiones, al curso del Sol y de la Luna y á los fenómenos terrestres, debemos inquirir la naturaleza de nuestra alma, la de nuestra vitalidad y la de todos los objetos que de cerca se nos ofrecen cuando estamos en posesión de nuestras facultades, y que después, cuando nos hallamos abatidos por enfermedad ó subyugados por el sueño, nos perturban hasta el punto de que lleguemos á pensar que ven y oyen después de muertos aquellos seres cuyos despojos cubren ya la tierra.

137. Nec me animi fallit, Graiorum obscura reperta...

Ni me engaño si pienso cuán difícil sea explicar en versos latinos las investigaciones de los Griegos consideradas obscuras (propósito que ha de obligarme á emplear palabras nuevas), ya por deficiencias del idioma, ya por la novedad del asunto. Pero tu virtud por una parte, y por otra el suave goce que me promete el trato de tu amistad, me animan á emprender la difícil labor y me inducen á velar durante las apacibles noches para escoger las frases que he de emplear en mis versos, destinados á iluminar tu inteligencia con clara luz que te permita penetrar en las cosas ocultas.

147. Hunc igitur terrorem animi, tenebrasque necesse est...

Y pues no se disipan aquel terror y aquellas tinieblas del espíritu ni con el lucir del Sol, ni con la brillantez del día, sino con el estudio reflexivo de la Naturaleza en cuanto ésta se nos ofrece, sírvanos de exordio este principio: De nada nunca puede producirse maravillosamente algo. Ahora, muchas veces, los mortales, dominados por el temor, cuando no pueden explicarse las causas de los fenómenos que se realizan en la tierra ó en la inmensidad del espacio, las suponen dependientes de la voluntad de númenes; pero cuando se persuadan de que nada puede formarse de nada, emprenderán obra de investigación que les hará conocer cómo pueden producirse los seres sin la intervención de dioses.

160. Nam si de nihilo fierent, ex omnibus rebus...

Y si de nada surgiesen los seres, también de éstos confusamente podrían formarse diversos géneros, sin necesidad de gérmenes: así, del mar podrían nacer hombres y de la tierra la estirpe de escamas y los volátiles; en los aires se producirían tímidos corderos, toros y caballos; las fieras, originadas por el acaso, poblarían desiertos y tierras cultivadas; los mismos frutos no se producirían siempre de los mismos árboles, sino todos aquéllos de todos éstos brotarían; porque si no existieran elementos formativos diferenciados, ¿qué orden podría suponerse en la generación? Pero cada ser es creado, nace y toma rumbo en los espacios de la vida merced á un propio determinado germen, y tiene la peculiar naturaleza que corresponde á los elementos que lo constituyen; luego todo, no de todo indiferentemente se produce, sino cada ser de otro que tenga adecuada virtualidad.

175. Præterea, cur Vere rosam, frumenta calore...

Después de todo, ¿por qué en primavera vemos la rosa, las espigas en tiempo de calor, en el húmedo otoño las vides, si no es porque en épocas fijas se congregan los elementos propios de cada especie y permiten á las jóvenes plantas exponer impunemente á la luz del día sus tiernos tallos, porque las condiciones del medio que les rodea son adecuadas para su vida? Es lo cierto que si de nada los seres se formasen, nacerían súbitamente en épocas inciertas y en todos sitios, porque la potencia productora funcionaría sin orden.

185. Nec porrò augendis rebus spatio foret usus...

Y por igual motivo, si éstos á la nada se debieran, no sería necesaria la acción del tiempo sobre las semillas; entre la infancia y la juventud no habría relación continua; de la tierra los árboles ya corpulentos brotarían. Pero es patente que no es ese el orden natural: todo crece paulatinamente de germen propio y con sujeción á las condiciones de su especie; de tal modo, que puedes comprobar cómo el desarrollo íntegro de cada ser es dependiente del crecimiento de la materia de que el mismo ser está constituido.

195. Huc accedit, uti sine certis imbribus anni...

Aún más sucede: la tierra no podría dar buenos productos si careciera del beneficio de lluvias periódicas, y los animales, privados de alimentos, no podrían propagar su especie ni sostener la vida. Puedes reconocer que son muchos los elementos simples, comunes á innumerables cuerpos, de modo igual que integran á muchas palabras unas mismas letras, antes que admitir la existencia de cosa alguna independiente de aquellas substancias primarias. ¿Por qué no ha producido la Naturaleza hombres que atravesasen á pié el Océano, como si éste fuera un vado, ó que pudieran deshacer con las manos las montañas, ó que mantuvieran la vida largos siglos, si no es porque todas las creaciones de la materia[11] han de tener entre sí regular adaptación? Preciso es, pues, declarar que nada se forma de la nada, y que todas las cosas que participan de la vida presuponen el desarrollo de un germen.

[11] Burnet dice que á los Hebreos, á los Griegos y á los Latinos jamás ocurrió una palabra equivalente á las actuales de crear y de aniquilar. San Jerónimo consideraba sinónimas las dicciones crear, formar y construir.

209. Postremo, quoniam incultis præstare videmus...

Vemos, por último, que los terrenos labrados producen más que los faltos de cultivo y que la mano del agricultor mejora los frutos: luego es evidente que las tierras se nutren de elementos primarios y aumentan su fecundidad cuando aquellos principios de vida se renuevan mediante la remoción del suelo por el corvo arado. Si tales elementos no existiesen, los productos naturales mejorarían espontáneamente, sin auxilio de trabajo nuestro.

216. Huc accedit, uti quidque in sua corpora rursum...

Ocurre que la Naturaleza en tiempos sucesivos descompone los cuerpos y los reduce á sus elementos simples; no aniquila, empero, á ningún ser. Pues si los elementos fuesen destructibles, las cosas perecerían repentinamente; una débil acción bastaría para separar sus partes y para anular el nexo que las uniera; por lo contrario, podemos comprobar que los elementos son eternos y que la muerte no es más que una descomposición de concreciones materiales por efecto de natural impulso, que al obrar sobre los cuerpos ensancha los poros de éstos y disgrega sus moléculas.

226. Præterea, quæcumque vetustate amovet ætas...

Demás de lo dicho, si el tiempo que todo lo transforma consumiese la materia, ¿de dónde la potencia generadora restablecería en la existencia las especies de animales? ¿De dónde la tierra derivaría alimentos para nutrir y perfeccionar los seres? ¿De dónde caudalosos ríos y manantiales ingenuos extraerían las aguas para pagar á los mares su tributo? ¿Cómo el éter sostendría la gravitación de los astros? Si los elementos se extinguieran, ya se habrían consumido, agotados por los siglos; pero si han superado al tiempo y desde la eternidad no cesan de actuar en transformaciones continuas, ciertamente su esencia es inmortal. Luego ningún ser puede extinguirse totalmente.

239. Denique res omnes eadem vis causaque volgo...

Las cosas, finalmente, serían destruidas por una misma fuerza natural si los elementos componentes de ellas no fuesen eternos ó estuviesen ligados con débil cohesión; para deshacerlas bastaría un contacto, que aunque leve, fuera suficiente para inutilizar la resistencia de moléculas desprovistas de perpetua fuerza de atracción. Como la materia no muere, subsiste en una forma hasta que circunstancias complejas debilitan la adaptación de cada objeto con el medio en que se mueve; cuando este caso llega, los cuerpos se descomponen y sus elementos vuelven dispersos al Todo universal de que procedían.

251. Postremo, pereunt imbres, ubi eos pater Æther...

También se confunden las lluvias en el seno materno de la tierra, adonde el próvido éter las precipita; por su influencia las brillantes mieses dan brotes, reverdecen los árboles, cuyas ramas, después de crecer, se inclinan encorvadas por el fruto que sirve de alimento á los hombres y de pasto á los animales; de esa fecundidad surge la juventud, y las ciudades se renuevan; las aves canoras, en las florecientes selvas, entonan sus cantos harmoniosos; los ganados se esponjan, y de sus hinchadas ubres mana sabrosa leche con la que se embriagan retozones corderillos en la pradera alegre. Lo que desaparece de nuestra vista no se extingue, sino se transforma: la vida surge de la muerte.

266. Nunc age, res quoniam docui non posse creari...

Si bien es cierto que los seres en actualidad nunca de la nada han brotado ni se aniquilan totalmente, debes también tener por cierto que aun cuando para los sentidos carezcan de apariencias muchos cuerpos elementales, la existencia de éstos se halla comprobada por la razón.

272. Principio, Venti vis verberat incita pontum...

El tormentoso viento con inmenso impulso revuelve los mares, sumerge los buques, dispersa las nubes y forma fuertes formidables torbellinos que los campos barren, árboles talan, arbustos destrozan, llenan las planicies con los despojos de victorias obtenidas en las montañas y agitan los mares con aterrador estruendo. Pero aunque notas el viento, no ves los principios elementales de que se compone; es como un soplo que conmueve las nubes, el mar y la tierra; es también como río cuyo caudal enriquecen aguas torrenciales que bajan de las montañas con impulso asolador, y á las veces destruye los puentes más sólidos, y á las veces con impetuoso movimiento se desborda, combate y arrastra cuanto se opone á su furia; cuando los fuertes vientos dominan, empujan á todo lo que les resiste, lo acometen, lo rodean, lo envuelven en remolinos y lo elevan á la atmósfera. Por sus efectos, los aires y los ríos se nos muestran como sensibles en cierto grado.

302. Tum porro varios rerum sentimus odores...

Tampoco son visibles las emanaciones odoríficas que afectan nuestro olfato, ni vemos el sonido, el calor, ni el frío, que indudablemente son fenómenos de cuerpos que se ponen en inmediata relación con nuestros órganos; y todo y cualquier contacto sólo puede realizarse mediante la intervención de substancias corpóreas.

309. Denique fluctifrago suspensæ in littore Vestes...

Ropas colocadas á orillas del mar fácilmente se humedecen, y expuestas luego á la acción del Sol pronto pueden quedar secas: no se habrá visto la manera cómo el fluido acuoso penetrara en ellas y después saliera evaporado por el calor; pero es indudable que uno y otro fenómeno se deben á la influencia de mínimas partículas, imperceptibles para la vista.

315. Quim etiam multis Solis redeuntibus annis...

Después de muchos años de uso el anillo se desgasta en el dedo; con el tiempo gota á gota el agua horada la piedra; la reja del arado se desbasta con el trabajo en los campos; las piedras de los caminos con el rozamiento de los piés se pulimentan; la diestra mano de las estatuas de bronce colocadas en las puertas de la ciudad disminuye de volumen con los repetidos besos de los devotos. La deficiencia de nuestros sentidos no nos permite penetrar en la íntima labor que se realiza en la Naturaleza y que da por resultado un desvanecimiento gradual de varios cuerpos, la formación de algunos por la acumulación de corpúsculos imperceptibles, y la disgregación de otros por la ruptura de los vínculos que unen sus partes componentes, de modo parecido al socavamiento que la sal de las aguas marinas produce con lentitud en enormes promontorios que amenazan al mar con su elevada cumbre. Luego en la Naturaleza obra la agregación y disgregación de partes mínimas é invisibles.

326. Postremo, quæcumque dies, Naturaque rebus...

Pero no de concreciones corpóreas se compone solamente la Naturaleza; también en ella existen espacios desocupados: y te será útil conocer los fundamentos de esta verdad, porque en la investigación de las cosas no conviene proceder con divagaciones, y mi opinión respecto de la extensión no ocupada por cuerpos compuestos, á la que llamaré vacío, es de fácil comprobación.

339. Quod si non esset, nulla ratione moveri...

Porque si así no fuera, no sería explicable la razón de movimiento; y si los cuerpos no pudieran cambiar de posición, no sería posible que se cumpliera aquella ley; pero es indudable que presenciamos el movimiento, lo mismo en el mar que en la tierra y en las alturas: y ese mudar constante de los seres en sí mismos y con relación á los demás, y aun la misma generación, no se efectuarían si no existiera espacio: la materia acumulada yacería en perpetuo reposo.

350. Præterea quamvis solidæ res esse putentur...

Añadiré que todos los cuerpos, aun los más duros, son porosos: las piedras poseen intersticios por entre los cuales corre el agua que después gotea en los antros; las substancias alimenticias disueltas se distribuyen por todas las partes del animal; los árboles crecen y dan frutos en sazón oportuna, porque los jugos nutricios suben por el tronco y luego se reparten por las ramas; los sonidos se transmiten á las casas á través de los muros; el frío penetra hasta lo interior de los huesos: tales efectos de penetración de los cuerpos se deben al vacío.

362. Denique cur alias aliis præstare videmus...

Además, ¿cómo podremos explicarnos el peso diferente que tienen cuerpos de igual volumen? Si en la báscula se colocasen un vellón de lana y un trozo de plomo de idéntico tamaño, pesarían lo mismo si tuvieran igual densidad, porque es propiedad de la materia la pesantez que al vacío negó la Naturaleza; por este motivo afirmamos que de dos cuerpos de igual volumen y de diferente peso el más leve ha de tener mayor espacio vacío entre sus moléculas[12]; luego la razón demuestra con toda claridad que el vacío existe en la Naturaleza.

[12] La Física moderna demuestra por medio del tubo comprobante de la porosidad y de la máquina pneumática lo mismo que acerca de este punto sostenía Lucrecio hace veinte siglos.

374. Illud in his rebus, ne te deducere vero...

Para que no te subyugue un error que acerca de este punto sostienen algunos, voy desde luego á combatirlo. Dicen que así como los peces nadadores pueden abrirse paso por entre las masas líquidas, las cuales vuelven á cerrarse detrás de ellos, así también los diferentes cuerpos moverse pueden y cambiar de lugar en el espacio aunque éste no se halle vacío: pero la razón patentiza la falsedad de esta argumentación; ¿cómo podrían los peces avanzar si las ondas no se replegasen ante el paso de ellos? ¿Y cómo podrían las masas acuosas precipitarse hacia donde los peces no pueden ir? Será, pues, necesario reconocer que los cuerpos están privados de movimientos ó que las concreciones corpóreas existen en el vacío, donde ejercitan su potencia motriz.

388. Postremo duo de concurso corpora lata...

En fin, si dos superficies planas en contacto repentinamente quedan separadas, dejan entre sí un vacío que no se puede llenar de improviso, porque el aire, aunque sutil, no ocupa un espacio sin haber circulado antes por alrededor. El que pretendiese que después de separados los dos cuerpos que han estado próximos, el espacio que resulta entre ellos se llenara por dilatación del aire que antes existiera condensado entre los dos planos superpuestos, se equivocaría ciertamente: el vacío se formó al quedar separados los cuerpos; antes no existía, y cuando lo hubo se llenó de aire, y no antes. Ni del modo que se imaginan algunos el aire puede reducirse, ni dado el supuesto de que así pudiera condensarse, el hecho se efectuaría sin la mediación de espacios vacíos. Necesario es, pues, confesar que el vacío existe en la Naturaleza.

404. Multaque præterea tibi possum commemorando...

Muchos otros argumentos podría exponerte en confirmación de la tesis que sustento; pero lo anotado basta para que tu clara inteligencia te descubra lo demás que omito. Así como canes montívagos hallan entre apretados ramajes el escondido lugar que sirve de refugio á la fiera, después que el olfato les da á conocer la pista que aquélla siguió en su huida, así también unas reflexiones te conducirán á otras que te permitan descubrir secretos de la Naturaleza, y consiguientemente la verdad.

414. Quod si pigraris, paulumve abscesseris ab re...

Pero si vacilaras en la empresa y no te decidieras á hacer por ti mismo ese trabajo de investigación, prometo ¡oh Memmio! darte á conocer con suave frase y decisión firme todo lo que á grandes sorbos he bebido en copiosas fuentes de verdad, si bien temo que la vejez con su lenta labor consiga consumir el soplo de nuestra vida antes de que yo pueda exponerte en versos harmoniosos la serie de argumentos que he reunido á tal asunto pertinentes; pero ahora comenzaré por repetirte la síntesis de lo ya dicho.

423. Omnis, ut est, igitur per se Natura duabus...

Todo lo que la Naturaleza es en sí, está constituido por los cuerpos y por el vacío en que aquéllos se hallan y se mueven: los sentidos, que son fundamento de certeza y auxiliar de la razón, porque sin ellos ésta se vería envuelta en numerosas dificultades para explicarse las causas de los fenómenos, dan testimonio de que los cuerpos existen por sí; y la reflexión demuestra que todos esos cuerpos tienen precisa colocación y necesariamente se mueven con distintas direcciones en un lugar ó espacio al que denominamos vacío, como antes he dicho[13].

[13] El moderno positivismo no puede gloriarse de contar á Lucrecio entre sus precursores.

434. Præterea nihil est, quod possis dicere ab omni...

Por lo mismo, nada existe que no se halle comprendido en los cuerpos compuestos ó en el vacío donde están disueltos los elementos simples; no hay una tercera especie en la Naturaleza; todo cuanto concreto es, aunque mínimo y exiguo, tiene su peculiar extensión, grande ó pequeña, y al ser perceptible para el tacto, está incluido en la suma de los cuerpos: todo lo demás que pueda ser atravesado por éstos ó les sirva de residencia, pertenece al espacio que llamamos vacío.

444. Præterea, per se quodcumque erit, aut faciet quid...

Aún añadiré que todo lo que se mueve por sí mismo, permanece sujeto á la acción de agentes ó facilita espacios que permitan colocación y movimiento á otros cuerpos; nada que no sea cuerpo goza del derecho de moverse ó ser movido; el vacío le deja campo libre; así, además de los cuerpos, además del espacio, no hay una tercera clase de entidades que tengan existencia en la Naturaleza: ni nuestros sentidos perciben ni la razón alcanza lo contrario; lo que no es materia ni espacio es propiedad ó accidente; propiedades de los cuerpos son aquellas condiciones que están dadas conjuntas con las cosas de las que no pueden separarse y á las que no se pueden arbitrariamente agregar, tal como el calor respecto del fuego, el peso respecto de las piedras, la fluidez del agua, la tangibilidad de todos los cuerpos, la intangibilidad del espacio; pero por lo contrario, la esclavitud, libertad, riqueza, pobreza, guerra, paz y todos los modos de la existencia que pueden variar sin que se altere la naturaleza de las cosas reciben el nombre de accidentes.

463. Tempus item per se non est, sed rebus ab ipsis...

El tiempo tampoco existe por sí; lo percibimos con relación á las cosas, como atravesado en la continuación, desde el origen, por el momento actual y por la secuencia. Nadie puede sentir el tiempo en el instante en que desligado lo considere del movimiento de las cosas ó de la plácida quietud.

468. Denique Tyndaridem raptam, belloque subactas...

También cuando se habla de la robada Tindárida[14] y de la guerra que arruinó á las troyanas gentes, debemos reconocer que esos hechos no existieron por su propia virtualidad: cuando el curso de los acontecimientos deja atrás irrevocablemente unos cuantos siglos de los hombres, lo que ocurre es que unos hechos han dado lugar á otros; así se prueba que todos los sucesos accidentes son de los cuerpos ó del espacio.

[14] La robada Tindárida: se trata de Helena, hija de Júpiter y de Leda; esta última era esposa de Tíndaro, rey de Occalia. Helena fué robada por Teseo, rey de Atenas; después casó con Menelao, rey de Lacedemonia, y fué robada nuevamente por Páris, hijo de Príamo, rey de Troya.

475. Denique materies si rerum nulla fuisset...

Si no existiese la materia de las cosas ni tampoco el lugar ó espacio en que las cosas tienen su lugar, ni el fuego amoroso que la hermosura de Helena despertó en el corazón del frigio raptor habría encendido una guerra que produjo muchas batallas, ni la célebre máquina construida por los Griegos habría vomitado ejércitos que á sangre y fuego destruyeron á Troya. Bien puedes ver que los acontecimientos no tienen una existencia real como los cuerpos y el espacio, sino son modificaciones de esos dos principios.

487. Corpora sunt porro partim primordia rerum...

Bajo el nombre de cuerpos comprendemos los elementos simples de la Naturaleza y también todos los seres que de ellos pueden formarse. Los elementos son indestructibles, y su indivisibilidad en todo se demuestra. Difícil, sin embargo, es concebir su perfecta solidez cuando consideramos que el sonido, la voz y el rayo atraviesan las paredes de las casas; que el hierro metido en el fuego se hace incandescente; que del seno de los volcanes saltan desmenuzadas duras piedras; que el oro, por la acción del fuego, se liquida y el hielo se deshace; que el frío y el calor se transmiten á la plata; que si tenemos en las manos un vaso, nos impresionamos de la temperatura de los cuerpos líquidos que en él vertemos. Luego en los objetos no existe solidez perfecta. Pero á fin de que mejor domines estas verdades que la Naturaleza muestra y la razón demuestra, voy á auxiliarte con algunas reflexiones encaminadas á hacerte observar que aunque todos los cuerpos no sean completamente sólidos, lo son los elementos simples que los integran.

508. Principio, quoniam duplex natura duarum...

Primeramente, considero ya probado que la Naturaleza consta de dos porciones entre sí diversas: los cuerpos y el espacio en que aquéllos residen; es necesario que ambas regiones existan puras, independientemente la una de la otra; donde hay cuerpo no hay espacio; donde hay espacio no hay materia: y es indudable que si los elementos simples son perfectamente sólidos, no pueden contener vacío.

516. Præterea, quoniam genitis in rebus Inane est...

En segundo lugar, si hay vacíos entre las moléculas de que los cuerpos se componen, preciso es afirmar que esos vacíos están limitados por la materia que los rodea; luego no tiene razonable fundamento la opinión de que todo cuerpo encierra vacíos no determinados por materia sólida: todos los cuerpos son, en suma, agregados de elementos simples, en los que no es posible confundir la materia con el vacío. La materia, pues, consta de sólidos principios eternos, aunque sean disolubles los cuerpos que constituyen.

525. Tum porro si nil esset, quod Inane vacaret...

Por cierto que si no existiese espacio susceptible de quedar desocupado, todo sería sólido; y si por lo contrario, no hubiera substancias sin determinaciones corporales que llenaran los sitios, que constituyeran las cosas, todo lo que forma el espacio quedaría desocupado y vacío[15]. Distintos son, pues, cuerpo y espacio: ni todo es materia, ni todo está vacío; luego la propia fluidez de las esencias corporales establece perfecta distinción entre la materia y el espacio.

[15] Lucrecio emplea las palabras spatium (espacio, escenario de la vida); vacuum (vacío, entre cuerpos determinados), é inane (extensión desocupada).

533. Hæc neque dissolvi plagis extrinsecus icta...

Los elementos simples de la materia no pueden ser perjudicados en su exterior ni penetrados de modo alguno; por lo mismo, ninguna acción puede alterarlos, según ya te he demostrado en líneas anteriores. Y como la ruptura de los cuerpos, su descomposición, su fraccionamiento, su penetración por el agua, su modificación por el fuego, su destrucción por agentes de diversa especie sólo pueden efectuarse mediante el vacío, hasta el punto de que más propensos á pronta descomposición son los cuerpos que tienen más concavidades entre sus moléculas, es evidente que si los elementos primarios son, como ya te he enseñado, sólidos, también han de ser eternos.

545. Præterea, nisi materies æterna fuisset...

Además, si la materia no fuese eterna, hace ya muchos siglos que todas las cosas habrían sido aniquiladas y habrían vuelto á surgir espontáneamente; pero si es cierto, como he procurado hacer patente, que de nada no puede crearse algo y que los seres se transforman pero no se pierden totalmente, debe ser también cierto que los cuerpos generadores han de ser inmortales, para que disueltas unas concreciones corpóreas en tiempos oportunos, de ellos puedan reproducirse otras. Es decir, que los siglos tienen duración y los seres se renuevan, merced á la perdurabilidad y solidez de los elementos de la materia.

556. Denique, si nullam finem Natura parasset...

En fin, si en la Naturaleza no tuviesen límites las divisiones de los cuerpos, también las substancias materiales llegarían á una tenuidad indefinida; con el recorrer de los siglos quedarían agotadas, y los cuerpos que de ellas se formasen no tendrían firmeza ni duración, y podrían quedar extinguidos antes de alcanzar pleno desarrollo; porque la muerte sería más rápida que la reproducción, y las pérdidas del tiempo ya pasado no podrían ser reparadas por el tiempo futuro; pero como vemos que los siglos corren y que las sucesiones se realizan con un equilibrio siempre igual y proporcionado á las fuerzas consumidas, hemos de considerar que la división de la materia tiene un límite de contrapeso regular.

570. Huc accedit, uti solidissima materiai...

Admitido que los elementos de la materia sólidos y simples son, pueden, sin embargo, tener una consistencia débil y constituir el fuego, el aire, el agua, la tierra, mediante una movilidad especial de las moléculas que generan esos cuerpos entre cuyas partes existen igualmente espacios vacíos[16]; por lo contrario, si los principios de las cosas tuvieran de propia naturaleza débil cohesión y deleznable estructura, no podrían formar las grandes masas pétreas que constituyen el armazón de nuestro mundo, ni servirían para la composición del hierro y otros cuerpos duros. Luego los elementos primarios deben ser sólidos y simples, y la diversa condensación que en sus combinaciones experimenten deberá ser el origen de los diferentes seres y de los distintos grados de resistencia y densidad que éstos ofrecen.

[16] Las palabras de Lucrecio prueban que éste consideraba que la tierra, el aire, el agua y el fuego eran cuerpos compuestos: la doctrina de los cuatro elementos, aunque tenía algunos partidarios entre Griegos y Latinos, no se generalizó hasta la Edad Media.

582. Denique jam quoniam generatim reddita finis...

La Naturaleza se determina en hechos constantes que regularizan el crecimiento y la duración de los seres y circunscriben la acción de las especies vivientes en esfera que no pueden franquear: muchas clases de pájaros se distinguen de otras análogas únicamente por la presencia constante de algunas pintas en su plumaje. Indudablemente se da en todos los seres un complejo invariable de materia; si los elementos que los integran no fuesen fijos, la Naturaleza no se mostraría en leyes, es decir, en hechos constantes, y carecería de orden. Cada ser tiene aptitudes acomodadas á su constitución, y por ese motivo se reproducen las especies, entre las cuales se conservan y se transmiten hábitos, gestos, estaturas, instintos y predilecciones por tales ó cuales alimentos.

597. Tum porrò, quoniam extremum cuiusque cacumen...

Y ciertamente el elemento primordial de los cuerpos es tan tenue, que los sentidos no pueden apreciarlo; no consta de partes; es lo más infinitamente pequeño que hay en la Naturaleza, y apenas puede considerarse como cuerpo, ya que nunca existe por sí solo é independiente de otros que constituyen la masa de la materia; unidos entre sí fuertemente hasta el punto de resistir la acción de toda fuerza, los elementos de la materia son considerados como sólidos y simples, aunque constan de mínimas porciones homogéneas enlazadas entre sí con vigor imperecedero: así es que mientras la Naturaleza sea, serán, sin disminuir en nada, esos principios, propios de toda generación y de todo crecimiento.

615. Præterea nisi erit minimum parvissima quæque...

Además, si no hubiese un término mínimo infranqueable en la composición de los cuerpos, éstos constarían de infinitas partes, y cualquiera de ellas se podría dividir en mitades y éstas en otras indefinidamente; entonces, ¿qué diferencia última se daría entre las masas grandes y pequeñas? Ninguna, porque todas serían igualmente fraccionables infinitamente. Pero como á la razón repugna esa conclusión absurda, preciso es reconocer que los elementos simples son las últimas divisiones posibles de los cuerpos de la Naturaleza, y consiguientemente por este motivo debe también confesarse que los tales elementos son sólidos y eternos.

626. Denique si minimas in partes cuncta resolvi...

Últimamente, si la Naturaleza creadora al descomponer los seres no los redujera á sus partes mínimas indivisibles, no podría reparar la vida, porque los cuerpos compuestos carecen de las condiciones de atracción, peso, repulsión, concurso y movimiento adecuadas para engendrar los seres. Luego si la división de los cuerpos fuera infinita, aún nos veríamos obligados á reconocer que á lo menos algunos que existen de toda eternidad, todavía no han sido alterados por los peligros y accidentes anexos á la vida; y si todos los cuerpos fuesen frágiles, la Naturaleza habría sido inconstante en favor de los que han podido resistir los embates de los siglos.

640. Quapropter, qui materiem rerum esse putarunt...

Por tanto, los que afirmaron que el fuego es elemento de la materia y origen del Universo estaban desprovistos de razón; Heráclito fué el primero que defendió esta doctrina y obtuvo alto renombre entre los Griegos superficiales, prendados de un obscuro lenguaje, pero no entre los sensatos que buscaban la verdad. Aquéllos sólo admiraban lo que se les decía con palabras misteriosas, y consideraban como cierto cuanto se les exponía en frases gratas al oído por su encantadora sonoridad.

650. Nam cur tam variæ res possent esse, requiro...

Y ¿cómo tan variadas especies existentes han podido ser creadas, pregunto, sólo del fuego? El fuego en estado de condensación ó de rarefacción, muestra siempre una igual naturaleza en sus partes y en su conjunto: será más intenso cuanto más condensado éste se halle, pero ni de su condensación ni de su rarefacción podría originarse la extraordinaria variedad de seres que puebla el mundo: á pesar de todo, si los apóstoles de la doctrina que impugno admitieran la teoría de la materia en el espacio, podrían hallar alguna explicación relativa á la real existencia de seres de diversa atracción molecular: pero como no aceptan esa opinión, marchan entre vacilaciones y dudas, y al cabo se alejan cada vez más del conocimiento de la verdad, quizá abrumados por las dificultades que su investigación ofrece. Ni aun reparan en que si los cuerpos estuvieran separados completamente del espacio en que se concretan, no habría en el mundo más que una sola masa y de esta nada se desprendería: lo contrario sucede con el fuego, del cual se derivan centellas y chispas bastantes para hacer patente que el fuego no es una masa compacta sino reunión de partes rodeadas de espacio.

670. Quod si fortè ulla credunt ratione potesse...

Si por acaso creyeran que las moléculas del fuego, al apretarse mutuamente, podían mudar la naturaleza de los cuerpos, este aserto equivaldría á la negación del fuego como principio elemental, porque sucedería que todo el fuego quedaba reducido á la nada y de la nada todas las cosas se crearían; y pues todo aquello que muda, se altera con el tiempo hasta que deja de existir, hay que renunciar al fuego originario, ó admitir que los cuerpos no se reducen á la nada ni de la nada las generaciones se suceden.

680. Nunc igitur, quoniam certissima corpora quædam...

Ahora, pues, si los elementos simples conservan siempre su propia naturaleza y forman diferentes cuerpos, no por su distinta esencia, sino por las combinaciones que constituyen, preciso es afirmar que tales elementos de los cuerpos no son de fuego, ya se junten ó se retiren ó se disgreguen ó se muden sin faltar al orden; si la base primordial fuese fuego, nada más que fuego habría en el mundo. Lo que hay de cierto es, según pienso, que existen en la Naturaleza corpúsculos simplicísimos, los cuales por su forma, por sus atracciones, sus movimientos y el orden en que se colocan, producen el fuego y otras muchas cosas más ó menos similares á éste, así como otros cuerpos que no tienen semejanza alguna con aquél y aun algunos que pueden emitir emanaciones que afecten á nuestros sentidos ó que exclusivamente nos son conocidas por relación de tactilidad.

695. Dicere porrò ignem res omnes esse, neque ullam...

Decir, por tanto, que del fuego proceden todos los seres y que no existe cosa alguna independiente de ese origen, es caer en un delirio que nuestra inteligencia rechaza como contrario á las pruebas que nos da el testimonio de nuestros sentidos; y admitir como primordial materia el fuego porque se cree conocerlo perfectamente, y recusar al mismo tiempo la existencia de otros seres que con suficiente claridad se muestran ante nosotros, me parece inconsecuencia y error grave. Para conocer la verdad, ¿qué mejor guía que nuestra razón auxiliada por los sentidos, los cuales nos hacen distinguir lo falso de lo verdadero y nos dan principio de certeza? Además, ¿por qué hemos de negar la existencia de todas las cosas y admitir solamente la del fuego, ó negar que éste exista y dar como reales solamente los demás cuerpos? Parece que afirmar cualquiera de estos dos extremos es incurrir en igual demencia.

712. Quapropter qui materiem rerum esse putarunt...

Así, los que han afirmado que el conjunto del Universo tiene su fundamento en el fuego y los que han entendido que en el aire se encuentra el origen de todos los seres, lo mismo que aquellos otros que han sostenido que en el agua reside el principio creador, ó bien que la tierra puede germinar todas las cosas ó determinarse en las infinitas diferenciaciones corpóreas existentes, según mi parecer, todos han caído en grave error, no menos que aquellos otros que suponen combinaciones dualísticas formadas con los elementos de todas las cosas, y al fuego juntan el aire, y á la tierra el agua; y también, por último, los que entienden que de esos cuatro materiales, fuego, tierra, aire y agua se han podido producir todos los seres.

723. Quorum Acragantinus cum primis Empedocles est.

Entre aquellos pensadores cumple colocar primero á Empedocles, nacido en Agrigento, isla famosa en triángulo cortada, á la que cercan azuladas ondas del mar Jónico y adornan con sinuoso regazo rocas salpicadas de reluciente sal; separada por canal estrecho y tortuoso de los promontorios de la tierra de Italia, oye el rugir de la espantosa Caribdis y siente el tremer del ruidoso Etna que, irritado, amenaza acumular en sus entrañas materiales de fuego y de aluvión hirviente para lanzar después, con fiero arrojo, de sus hórridas fauces, encendidas lavas cuyos fulgores en espiral lleguen al cielo; región admirable llena de prodigios, fecunda en bellezas contempladas con extático embeleso por la humana especie, enriquecida con dones copiosos naturales, guardada por varones esforzados, nunca produjo nada más grande y excelente que este filósofo, cuyos versos patentizaron su divino genio y le acreditaron de investigador conspicuo que parecía imposible fuera hijo de mortales.

741. Hic tamen et superà, quos diximus, inferiores...

Este, sin embargo, y otros muchos ya citados que aunque egregios le son inferiores y varios que menos renombre han obtenido, hicieron públicas útiles averiguaciones por su genio desentrañadas, más divinas, más santas y mucho más conformes con los dictados de la razón que los oráculos de la Pitonisa coronada con hojas de laurel y apoyada en el trípode apolónico; pero todos erraron al discurrir acerca de la naturaleza de las cosas, porque no supieron salvar un escollo que ha sido causa de varios naufragios.

749. Primum quod motus, exemplo rebus Inani...

Primeramente, porque reconocen el movimiento y no comprenden el vacío; creen que existen cuerpos suaves aislados entre sí, tales como el aire, el sol, el fuego, las tierras, los animales, los frutos, y no admiten intersticios ó vacíos en la masa de esos cuerpos.

753. Deinde quod omnino finem non esse secandis...

En segundo lugar, porque entienden que es indefinida la división de los cuerpos y aun de las partes de éstos y no se explican la existencia de un mínimo indivisible; pero como nuestros sentidos nos dan testimonio de un último grado en las cosas, el cual es un mínimo no susceptible de fraccionamiento, creo que has de considerar que cuanto existe se compone de partes muy pequeñas pero indivisibles aunque escapen á la percepción de nuestros órganos terminales.

760. Huc accedit item, quod jam primordia rerum...

Añaden, además, que los elementos primordiales de las cosas son blandos; pero la cualidad de la blandura nos parece propia de lo que nace y muere, y si todo estuviera sujeto á esas alteraciones, la Naturaleza habría ya aniquilado muchas veces el mundo y aun éste habría vuelto á nacer de nada, aserciones que ya habrás visto cuán distantes de la verdad se hallan.

766. Deinde inimica modis multis sunt, atque venena.

Además, debe considerarse que aquellos supuestos principios de los seres son enemigos entre sí; como venenos los unos para los otros, se combaten de muchos modos, se aniquilan, se disipan, y por su acción mutua desaparecen como el rayo, el viento y la lluvia en deshecha tempestad.

770. Denique quatuor ex rebus si cuncta creantur...

Últimamente: si todas las cosas fuesen formadas de aquellos cuatro cuerpos considerados como elementos y todas en ellos se resolviesen, ¿qué razón tendríamos para afirmar que son el principio de todos los seres y no de ellos resultado, ya que alternativamente se confunden, se disgregan y mudan su naturaleza? Si por lo contrario piensas que el aire, el agua, la tierra y el fuego no se confunden ni mudan de esencia, no podrás comprender que de su combinación resulte ningún vegetal ni animal, porque en esa conjunción se haría ostensible la propiedad inherente á cada substancia y se hallarían mezclados la tierra con los aires y las aguas con el fuego. Pero es lo cierto que todos los seres deberán tener determinadas propiedades no reveladas en los componentes, para evitar que prepondere ninguno, sino que, por lo contrario, cada cuerpo tenga un carácter propio.

788. Quim etiam repetunt a Cœlo atque ignibus ejus...

Los partidarios de aquellas doctrinas derivan del cielo y de los cuerpos ígneos el fuego; éste, según ellos, se convierte en aire, el aire origina el agua, y ésta, por condensación, se modifica en tierra; después, en sentido inverso, hacen nacer de la tierra el agua y de ésta el fuego. Estas transformaciones no se alteran nunca ni se interrumpen, y consideran que siempre los elementos viajan de la tierra al cielo y del cielo á la tierra; pero tales metamorfosis son incompatibles con la probada esencia de los elementos simples, los cuales por su condición han de ser inmutables para que todas las cosas no puedan quedar aniquiladas, porque ningún objeto podrá ultrapasar las condiciones de su esencia sin dejar de ser lo que antes era. Los principios, pues, de que ya hemos hablado, por su naturaleza están exentos de toda mudanza, y por este motivo no quedan totalmente deshechos los seres que de ellos se forman. Es racional admitir que todos los cuerpos se componen de elementos, los cuales en virtud de energías, atracciones y repulsiones, unas veces constituyen el fuego y otras el aire, y siempre sirven para las transformaciones y la continuada sucesión de todos los seres.

809. At manifesta palam res indicat, inquis, in auras...

Pero es patente, dices, que de la tierra, bajo la influencia del aire, los cuerpos nacen y se alimentan; y si en tiempo favorable la copa de los árboles no fuera agitada por las lluvias y los arbustos no se inclinaran bajo su propio peso, el Sol por su parte no daría calor, y los árboles y los animales no podrían nacer y desarrollarse. Y ciertamente; si los alimentos sólidos con líquidos saludables no se ayudasen, pronto nuestros miembros se debilitarían y se extinguiría la energía de nuestro ser y la vitalidad de nuestros órganos y de nuestros nervios. Añadiré que si el hombre y los animales necesitan propio adecuado alimento, y si los seres viven á expensas los unos de los otros, es porque está constituido cada uno por principios comunes á los demás, en relación con el total del Universo. Importa, pues, que investiguemos no solamente la naturaleza de esos principios elementales, sino también sus leyes, sus aproximaciones, sus movimientos recíprocos; pues es de toda evidencia que los principios que forman los ríos, el sol, el cielo, el mar, la tierra, son los mismos que contienen los árboles, los animales y los frutos de toda especie; todo se mueve según sus elementos constitutivos.

829. Quim etiam passim nostris in versibus ipsis...

Sin duda notarás que en muchos de estos versos míos hay varios elementos ó letras simples comunes á numerosas palabras, y, sin embargo, ni los versos ni las palabras tienen igual significado y sonido igual: varía el valor de las letras sólo al cambiar éstas de orden. Y como los elementos primordiales de las cosas en mayor número son que las letras, pueden producir mayor suma de seres diferentes.

836. Nunc et Anaxagoræ scrutemur Homœomeriam...

Examinemos ahora la homeomería[17] de Anaxágoras, como los Griegos llaman, con una palabra expresiva de que nuestra lengua carece, la doctrina de aquel filósofo; aunque es difícil de exponer la homeomería en cuanto apenas trata de dar acerca del origen de todas las existencias una explicación, según la cual cada hueso es formado por un cierto número de huesos pequeños, cada víscera de otras muy tenues; mínimas gotas de sangre componen la sangre; moléculas de oro constituyen el oro; la tierra de pequeñas porciones de tierra procede; el fuego del fuego; y en general todas las cosas se forman por igual procedimiento.

Naturaleza de las cosas: Versión en prosa del poema «De rerum natura»

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