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PRESENTACIÓN

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Venir, salir, llamar son los tres verbos de un relato personal. Segregar, perseguir y matar son los verbos de la historia de mi país natal. Pero no se trata de países ni de política, sino de cultura. El enigma al que me enfrenté no solo concernía al hecho de que mis jóvenes padres sobrevivieran al Holocausto en Rumania o al modo natural y aceptado de que ellos jamás hablaran de su juventud ni de su pasado, que no se presentaran como sobrevivientes o refugiados, sino parte del contingente de los inmigrantes que llegaban a nuestro país, ni tampoco al misterio que rodeaba la identidad de mi abuelo, sino a ese “¿Por qué?” del que se habla en la frase que da inicio a este libro.

Y hay un porqué; no se trata de un misterio. El asesinato de trescientos cincuenta mil judíos en Rumania tiene su explicación. No hablo de un tipo de explicación teórica en cualquiera de sus modelos y sus reducciones causales o de una argumentación al revés. Con esto quiero decir que el genocidio no se explica por el nazismo porque no es el punto de partida: es su punto de llegada.

La pregunta del “¿Por qué?” la reconvertí en este libro en otra: ¿Cómo se fabrica un nazi? ¿Cuánta educación y qué cúmulo de inversiones culturales son necesarias para que una población participe activamente o contemple en la pasividad la masacre de todo un pueblo? Imagino que no quedan muchos que se consuelan con la creencia de que el racismo es el resultado de la ignorancia, porque se trata de todo lo contrario. La voluntad racista de matar resulta de un complejo proceso educativo, gradual e insistente, en el que participa gente de mucho talento. Me refiero a escritores, filósofos, antropólogos, periodistas, actores y directores de teatro, académicos, que, con compromiso militante, acompañan a una política de Estado, como la monarquía constitucional rumana, y a grupos paramilitares, como la Guardia de Hierro y la Logia de San Miguel Arcángel, a organizar la caza de judíos.

Puede llamar la atención que librepensadores pertenecientes a la brillante generación del 27, de la que formaban parte Emil Cioran y Mircea Eliade, entre otros, en pocos años, no más de tres o cuatro, decidieran abandonar su perspectiva cosmopolita y pasar a militar en el nacionalismo étnico que predicaba que la unidad rumana y la reconquista de la identidad nacional solo se lograría con la exterminación de la población judía. Lo lograron a medias: mataron a la mitad de los setecientos mil.

De Cioran y Eliade, de Ionesco y Benjamin Fondane, de Paul Celan a Norman Manea y Paul Goma, a partir del increíble testimonio de Mihail Sebastian y del diario de Emil Dorian, de Serge Moscovici, y otros, se despliega una batalla cultural en consonancia con la batería de medidas discriminatorias que, poco a poco, naturalizarán un crimen colectivo para que parezca inocente, necesario y patriótico.

En este libro, confluyen una historia personal, la de mis padres y mi familia, con la descripción y el análisis de una historia de individuos y Estados nacionales que se empecinan en negar.

La matanza negada

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