Читать книгу 3MGH Mireia desaparecida - Tomás Moscardó - Страница 7
Capítulo 2 Una pizarra en blanco Martes, 25 de junio, 08:00 h Cuartel de la UCO, Palma
ОглавлениеTal como la sargento Borrás había comentado, a las ocho de la mañana tenía que reunirse con el agente Iñaki para empezar a componer las piezas del rompecabezas del caso.
Con los ojos rojos de haber dormido poco y entre bostezos, la sargento Borrás entró en la sala operativa donde establecería el centro de mando de la investigación. Allí de pie ya le esperaba Iñaki con dos vasos de café de la máquina de bebidas calientes.
—Buenos días, Antonia, parece que hemos dormido poco esta noche.
—Poco y mal. Quemando la salud, como decía una vieja canción que escuchaba mi padre, no recuerdo ahora de quién era.
—Aquí tienes un café cargadito.
—Gracias, hoy voy a necesitar media docena de estos.
En uno de los laterales de la sala operativa color verde oscuro se encontraba la pizarra blanca donde se iría creando el tablero de investigación con las fotografías y anotaciones que fueran relevantes. En ese momento aún se encontraba totalmente en blanco.
La sargento Borrás se quedó de pie frente a la pizarra y la miró fijamente. Pasó unos segundos mirándola en silencio, unos segundos que parecían eternos, hasta que al final se giró y se acercó a la mesa donde Iñaki tenía preparadas las carpetas con los datos que había podido recopilar y procesar. Para Iñaki también había sido una noche larga.
—¿Tienes la foto de Mireia? —preguntó a Iñaki.
—Aquí la tienes.
La sargento se dirigió de nuevo hacia la pizarra y se detuvo unos segundos con la fotografía de Mireia en las manos.
—No hay nada que me dé más miedo que este momento, Iñaki, el momento en que la pizarra está totalmente en blanco y hay que colocar la primera foto. Esa primera foto que te dice que estamos al principio del todo, esa primera foto de la cual irán saliendo flechas hacia otras fotos y notas, esa primera foto que nos recuerda que sabemos desde dónde y cuándo empezamos, pero que no tenemos ni puta idea de cuándo y a dónde llegaremos.
—Siempre es un momento jodido, Antonia, pero es necesario dar el primer paso para recorrer el todo el camino.
La sargento seguía manteniendo la fotografía de Mireia en sus manos, dio un suspiro y la colocó en el centro de la pizarra. De la parte derecha cogió un pequeño imán negro de los varios que había y lo colocó sobre la imagen. En la parte inferior de la superficie había varios rotuladores especiales para este tipo de pizarras. La sargento eligió el rotulador rojo, lo destapó y olfateó la punta del rotulador. Acto seguido escribió bajo la fotografía de Mireia: «DESAPARECIDA».
—Ya está, inaugurado el mosaico. Siempre me ha encantado oler estos rotuladores cuando los abres —comentó la sargento.
—Qué casualidad, a mí también me encanta cómo huelen.
—Venga, vamos al lío. Veamos qué sabemos hasta ahora.
Iñaki permanecía sentado detrás de una mesa con las carpetas abiertas sobre la superficie. El agente buscó entre los papeles los datos que tenían de Mireia y comenzó a responder a las preguntas.
—Mireia Grau i Moncada, diecisiete años, nacida en Barcelona, alumna de EIAR, formaba parte del grupo que está de viaje de estudios en Magaluf. La última vez que fue vista fue pasados unos minutos de las veintitrés horas en la terraza del Hotel Night Beach. Desde entonces no se ha vuelto a saber nada de ella. Hija de familia bien al igual que el resto de sus compañeros. Por lo que hemos podido averiguar en los interrogatorios a sus amigos, la han definido como «jodidamente rica», «caprichosa», «borde» y que «disfrutaba de ser la más guay y rica del insti». No se le conoce pareja estable, pero, por lo que sus compañeros dicen, sobre todo en las fiestas no le faltaba sexo con chicos, chicas o ambos a la vez. Aunque no solía beber entre semana, al parecer los fines de semana y en las fiestas era una verdadera esponja, sobre todo de champán acompañado de alguna que otra rayita.
—Vamos, una verdadera joyita, la niña.
—Desde luego, la hija que yo no querría tener.
—¿Qué tenemos de Tania?
Iñaki sacó la fotografía de Tania de la carpeta y extendió su brazo para que la sargento Borrás la cogiera. Esta se acercó a recogerla y volvió a la pizarra. Colocó la fotografía de Tania a la derecha de la de Mireia y la sujetó con otro de los pequeños imanes. Con el rotulador rojo que aún conservaba en la mano escribió bajo la fotografía: «AGREDIDA». Dibujó una flecha entre la fotografía de Tania y la de Mireia y anotó: «AMIGAS».
—Tania Cardona, diecisiete años, nacida en Barcelona. La mejor amiga de Mireia y, por lo que sabemos, siempre ha estado un poco a su sombra. Se conocen desde niñas. Parece que le gustan bastante las bebidas caras y no le hace ascos al polvo blanco. Por lo visto, tiene actualmente un lío con Gerard Puig. La encontraron desnuda, maniatada y amordazada, con gran cantidad de alcohol y cocaína en el cuerpo, sin signos de agresión sexual y, al igual que su compañero, con una extraña punción en el cuello —relató Iñaki.
—¿Alguna información del hospital sobre qué les inyectaron?
—Sí, ha llegado un informe médico del doctor González. En resumen, lo que dice es que en los análisis ha aparecido una toxina desconocida. Lo más parecido que han encontrado es la savia de… ¡Vaya cosa impronunciable!, a ver si lo consigo decir… Strychnos. No tengo ni idea si se dice así.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Antonia.
—Es una planta que se encuentra en la selva amazónica colombiana. Al parecer, la usan los indígenas para envenenar flechas. Se sabe que se hicieron estudios y se usó como anestésico, aunque ya te digo que es lo más parecido que han encontrado, porque lo más probable es que esté mezclado con alguna savia de alguna otra planta. En resumen, parece que una cierta cantidad de lo que sea deja KO la parte consciente de tu cerebro. De ahí se cree que los nativos usaban mezclas para hacer sus particulares viajes astrales o conectar con sus otras realidades. Vamos, que se metían unos viajes de no te menees. Si añades cierta cantidad más de eso, te apaga también la parte inconsciente del cerebro y te deja en stand-by, vamos, lo justo para las funciones vitales y poco más. Al no saber exactamente la composición, creen que el efecto no durará más de una semana. Después no deja ni rastro. Si cuando despierten les hacen una analítica, va a ser como si no hubiesen tenido eso en su cuerpo.
—Bien, ahora que saben lo que les inyectaron sabrán cómo despertar a los chicos, ¿no?
—Pues no, como ya te he comentado, siguen sin saber exactamente lo que es. Hay restos de esa savia, pero ¿con que está mezclada? No se sabe. Además, el doctor dice que no puede intentar despertarlos sin poner en peligro sus vidas. Resulta que esa maldita cosa es mortal, una dosis más alta provoca la muerte inminente por asfixia. El doctor teme que cualquier cosa que les pueda dar amplifique los efectos de la toxina y mate a los críos. Ya han pasado al menos veinticuatro horas, así que mientras sigan estables simplemente esperarán, no quieren correr ningún tipo de riesgo —respondió Iñaki.
La sargento Borrás miraba atónita a Iñaki mientras este le iba explicando la situación. Se acercó a su compañero, puso las palmas de las manos sobre la mesa, agachó un poco la cabeza y miró a Iñaki. Este levantó la vista de las carpetas y advirtió la mirada penetrante y desafiadora de la sargento.
—¿Qué mierdas me estás contando, Iñaki? ¿Una toxina que se parece a la savia venenosa de una planta de nombre impronunciable originaria del Amazonas colombiano mezclada con algo que no se sabe ni lo que es? ¿Y qué pinta algo de una selva a miles de kilómetros de aquí en el cuerpo de dos adolescentes de familias bien de Barcelona?
—Ya me gustaría a mí darte algo más consistente, pero es lo que tenemos hasta ahora. Creo que necesitas otro café e intentar ver las cosas con perspectiva.
La sargento Borrás dejó el rotulador rojo sobre la mesa, salió de la sala y se dirigió a la máquina de café que había en el pasillo mientras Iñaki se quedaba preparando los documentos para seguir construyendo el tablero de investigación. La sargento regresó pasados dos minutos con dos cafés en las manos. Extendió su brazo derecho y le entregó uno al agente.
—¿El café de la paz? —comentó la sargento al agente.
—Venga, que buena falta nos hace —respondió Iñaki chocando el vaso de cartón en signo de afirmación de que era el café de la paz.
—Vamos a por el siguiente —comentó la sargento.
El agente le entregó la foto de Gerard a la sargento. Esta dejó el vaso de café sobre la mesa y cogió el rotulador rojo.
Se acercó a la pizarra y colocó la fotografía a la derecha de la Tania, la sujetó con otro de los imanes y anotó bajo la foto: «AGREDIDO». Después dibujó una flecha entre ambas imágenes y escribió: «RELACIÓN».
—Va, Iñaki, cuéntame lo que sepamos del chaval.
—Gerard Puig, diecisiete años al igual que Mireia y Tania y compañero de clase de ambas. Como hemos comentado antes, tiene una relación con Tania. Es un poco dado al whisky bueno y a la cocaína. Se supone que él es quien metió en el mundillo del polvo blanco a las amigas. Y como todos los chicos del grupo, hijo de familia bien.
—Vamos a por los padres de Mireia, a ver qué tenemos.
Iñaki sacó la fotografía de Oriol, se acercó a la pizarra blanca y la colocó por encima de la de Mireia, un poco a la izquierda. La sargento dibujó una flecha entre las fotos de padre e hija y anotó: «PADRE». Mientras, Iñaki volvió hacia la mesa, se sentó de nuevo y cogió la hoja donde tenía anotada los datos de Oriol.
—Oriol Grau i Moncada, marqués de Grau i Moncada, vamos, un grande de España, de la alta nobleza catalana. Propietario de varias empresas, entre las que destaca una de las navieras más antiguas de España. Ah, y no te lo pierdas, que está entre los cien primeros de la lista Forbes —describió el agente.
—¿Un grande de España? Joder, qué antiguo suena eso.
—Tan antiguo que deberíamos dirigirnos a él como «excelentísimo señor».
—Vamos, si espera que yo le trate de «excelentísimo señor», va a ser como que no. A ver qué tenemos de la madre.
El agente le entregó la fotografía a la sargento, que la colocó sobre el tablero, a la derecha de la del marido. Dibujó una flecha hacia la de Mireia y anotó: «MADRE».
—Aina Domenech, otra de rancio abolengo. Su familia no es tan «grande» como la de su marido, pero también es de alta cuna. Aunque es propietaria de varias empresas, las gestiona su marido dentro de su grupo corporativo. Básicamente, se dedica a organizar fiestas benéficas y a pasar horas en el club de golf, donde se reúne habitualmente con otras esposas de empresarios importantes. Por cierto, es la marquesa de Grau i Moncada, al ser la esposa de Oriol.
—Vamos, que ni oficio ni beneficio.
—Bueno, no creas, tiene una licenciatura en Económicas, aunque no ha ejercido nunca.
—Qué bien que tu marido se preocupe por tus empresas y tú a vivir como una reina. Venga, vamos a ver el padre de Tania, que supongo que será más interesante que la esposa perfecta del marqués.
Iñaki buscó la fotografía de Artur mientras la sargento se acercaba de nuevo a la mesa a recogerla. La miró fijamente y, como había hecho con las anteriores, la colocó sujetándola con un pequeño imán. Quedó por encima de la de Tania, algo ladeada a la izquierda. Dibujó una nueva flecha con el rotulador rojo entre la foto de Artur y la de Tania y anotó: «PADRE». Entonces se giró de nuevo hacia el agente.
—Vamos, Iñaki, ¡ándale con lo que sepamos!
—Artur Cardona, padre de Tania, socio en varios negocios, pero no en todos, de Oriol, el padre de Mireia. También tiene una cierta fortuna, aunque no es comparable a la de Oriol, al que conoció cuando las hijas de ambos empezaron en el colegio con tan solo tres años. Desde entonces no solo las niñas se hicieron amigas, sino que los matrimonios también, y al cabo de un tiempo Artur y Oriol empezaron a hacer negocios juntos.
—¿Se les conocen problemas económicos en sus empresas?
—No hasta donde sabemos. Tanto las empresas propias de Artur, como las de Oriol, como las que comparten en sociedad son empresas saneadas económicamente. De hecho, ambos han ganado el premio Empresarios del Año 2018 por la buena gestión.
La sargento Borrás miró a Iñaki, se llevó los dedos índice y corazón a la boca e hizo un gesto simulando vomitar. A continuación comentó:
—Qué bonito todo, qué familias más perfectas. ¿De dónde las hemos sacado, de la sección de cuentos infantiles de una librería cutre? De verdad, no puedo con este tipo de gente. Pero bien, lo importante no son ellos, son los chicos y sobre todo Mireia, que seguimos sin tener ni puta idea de dónde puede estar.
La puerta del despacho se abrió bruscamente y apareció el teniente Torres, superior de la sargento Borrás.
—¡Antonia, pon la televisión en el canal de noticias 24 Horas!
La sargento se acercó a un televisor que tenían en el despacho y seleccionó el canal que el teniente le había dicho. Los tres se pusieron delante de la televisión y pudieron observar la noticia.
—Detrás de mí pueden ver el Hotel Night Beach. Según hemos podido averiguar desde el canal 24 Horas, desde la mañana de ayer no se tienen noticias de Mireia Grau i Moncada. La víctima se encontraba pasando unos días de viaje de estudios con sus compañeros de tercero de Bachiller del EIAR, un colegio de élite de Barcelona. La desaparecida es hija del conocido industrial Oriol Grau i Moncada, perteneciente a una de las familias más ricas e influyentes del país. La noticia, que no había transcendido hasta ahora, ha sido filtrada en las redes sociales de sus compañeros de clase. A pesar de que la guardia civil no ha realizado ningún tipo de declaración, la inmensa fortuna de la familia hace sospechar que se trata de un secuestro por motivos económicos. Oriol Grau i Montada ha anunciado que en breve nombrarán un portavoz oficial de la familia —comentó la corresponsal de televisión.
—Ya lo han oído ustedes, Mireia Grau i Moncada, de diecisiete años e hija del industrial Oriol Grau i Moncada ha desaparecido en la localidad de Magaluf, en Mallorca. Supuestamente, se trata de un secuestro con fines económicos, dada la fortuna de la familia. Les seguiremos informando aquí en su canal de noticias 24 Horas.
La sargento Borrás, que aún mantenía el mando del televisor en la mano, pulsó con rabia el botón de apagado y lo lanzó sobre la mesa mientras negaba varias veces con su cabeza en silencio.
En ese momento fue el teniente Torres el que volvió a hablar.
—Iñaki, ¿puedes dejarnos a solas un momento?
—Sí, mi teniente.
Iñaki salió del despacho cerrando la puerta mientras era observado por el teniente Torres, el cual, al ver ya la puerta cerrada del despacho, se giró para la sargento Borrás.
—¿Sabes quién me ha llamado por este asunto?
—¿Alguien de arriba?
—Sí, el capitán. Y a él le ha llamado el teniente coronel, y al teniente coronel ya no sé quién le debe haber llamado. El caso es que todos quieren que esto se solucione ya.
—¿Acaso creen que yo no quiero resolverlo «ya»?
—Escúchame, Antonia, somos amigos desde hace mucho tiempo, pero ¿tú sabes los contactos y las influencias que tiene el padre? Está dando por culo a todo el mundo, por no decir que no le gustó nada tu forma de interrogarle.
—Ya, la mierda siempre cae de arriba hacia abajo, y la que está abajo para recibir toda la mierda que va cayendo desde arriba soy yo, ¿no, teniente?
—Mira, este tío, aparte de dar por saco a todos, ha contratado un ejército de detectives privados de Palma. Que sepamos de momento ha contratado al menos diez. Los de arriba quieren que lo solucione el cuerpo, y cuando digo el cuerpo me refiero a ti. Si no te ves capacitada para resolverlo rápido, dímelo ahora, pero yo sé que puedes hacerlo, Antonia.
—Tú mismo lo has dicho, el padre ha contratado un ejército de al menos diez detectives privados para buscar a su hija. ¿Qué tengo yo? De momento, a Iñaki, a los compañeros del cuartel de Magaluf y sí, es verdad, la ayuda de otros grupos de investigación si necesito algo, pero este caso es bastante extraño —respondió Antonia bastante molesta.
—Como ya te he dicho, los de arriba quieren que esto lo solucione el cuerpo. Nadie quiere que un detective privado se lleve la gloria de haber devuelto a la niña sana y salva a sus papaítos ricos ni que se solucione pagando el rescate, así que me han autorizado a decirte que pidas todo lo que necesites. Si necesitas gente de otros grupos, lo dices. Si necesitas un maldito helicóptero, lo dices. Hasta el último guardia de tráfico de esta isla va a estar a tu disposición si es necesario, ¡pero resuélvelo!
El teniente Torres salió del despacho y dejó la puerta abierta. Un segundo más tarde volvía Iñaki y la sargento le dijo:
—Ni se te ocurra entrar, nos vamos fuera a tomar un poco de aire y otro café en la cafetería de enfrente, necesito salir de este ambiente un rato.
—Vale, pero invitas tú —respondió Iñaki.
Salieron del despacho y del cuartel, cruzaron la calle y se sentaron en una mesa apartada de la cafetería que había enfrente. Los miembros de la UCO eran clientes habituales de esta cafetería.
—¿Ha sido muy duro el teniente?
—¡No, qué va! Si me ha ofrecido hasta un puto helicóptero.
—Estás jodida, reconócelo, el teniente y tú sois amigos desde hace años y no te ha gustado nada la charla que te ha dado.
—En realidad, más que una charla ha sido una meadita de perro, ya sabes, para marcar terreno y dejar claro quién manda. De todas formas, ya me imagino que lo mismo le han hecho a él cuando le ha llamado el capitán por este caso.
—¿El capitán ha llamado al teniente Torres?
—¡Sí! Y a este, el teniente coronel. Pero vamos, buenas noticias. Tenemos a nuestra disposición todo lo que queramos, incluido el helicóptero. —La sargento Borrás sonreía mientras hacía este último comentario.
Pasaron unos minutos y regresaron al despacho para seguir la investigación. Una vez en la sala terminaron de completar el tablero añadiendo las fotos de la madre de Tania, los padres de Gerard, los profesores Gemma y Pep, etcétera. Después de cada foto la sargento dibujó la correspondiente flecha roja y anotó la relación entre ellos.
Borrás quedó mirando el mosaico que habían construido y pensando en lo poco que sabían del caso aún.
Se abrió la puerta del despacho y un agente comentó:
—Sargento, las imágenes de las cámaras del hotel ya están procesadas y subidas al servidor. Son muchas horas y muchas cámaras que revisar, pero tal como solicitó tenemos las imágenes desde las 12:00 del domingo hasta las 12:00 del lunes. También he dejado un archivo con el esquema de la distribución de las cámaras y la nomenclatura.
—Muchas gracias, Dani, las revisaremos en cuanto tengamos una ventana temporal más concreta.
—Suerte. Cualquier ayuda que necesite, estamos a su disposición —dijo el agente Daniel y se marchó del despacho.
—Venga, Iñaki. Después de este bonito mosaico que hemos hecho, vamos con la reconstrucción cronológica de lo que sabemos hasta ahora. Empecemos por el momento en que las niñas emprenden el viaje a la isla.
Iñaki abrió otra de las carpetas que tenía sobre su mesa y sacó varios documentos.
—Aquí tengo lo que sabemos hasta ahora, aunque anoche ya no me dio tiempo a revisarlo a fondo.
—Soy toda oídos.
—Domingo 23, a las ocho menos cuarto aproximadamente el bus escolar llega a casa de Tania, recoge a ella y a Mireia, que se había quedado a dormir en su casa, y sigue el recorrido para ir recogiendo al resto de compañeros y llevarlos al aeropuerto del Prat. Antes de las nueve llegaron al Prat y fueron todos juntos con Gemma y Pep a los mostradores de facturación para entregar las maletas. Subieron al avión y llegaron a Palma sin ningún contratiempo, todo normal. En el aeropuerto de Palma subieron al autocar que les trajo hasta el Hotel Night Beach. Hicieron el checkin a partir de las doce y los chicos fueron subiendo a sus habitaciones. Mireia, Tania y Gerard fueron vistos en la terraza sobre la una y media, y comieron en el bufé como todos sus compañeros. Después se fueron a las habitaciones y al cabo de un rato largo, sus compañeros no saben decir la hora, pero dicen que al menos llevaban más de una hora allí cuando aparecieron las dos chicas en la piscina. Gerard ya estaba allí con otros chicos.
—De momento no veo nada extraño. ¿Sabemos hasta qué hora estuvieron en la piscina? —preguntó de nuevo la sargento.
—Pues varios chicos incluidos ellos tres estuvieron hasta que la piscina cerró a las siete en punto. A las ocho y cuarto aproximadamente los vieron de nuevo en el comedor para la cena. Después de la cena al parecer regresaron a las habitaciones, se cambiaron de ropa y bajaron a la fiesta en la terraza junto a la piscina, que comenzó a las 22:00. Vieron en la fiesta a los tres al menos hasta las 23:00. Algunos chicos recuerdan a Tania, Gerard y Mireia yéndose de la fiesta.
—Bien, nada que no supiéramos hasta ahora, ¿no? Esto es lo declarado por los compañeros y profesores. ¿Tenemos ya el registro de la apertura de la puerta de la habitación? El director del hotel se comprometió a entregárnoslo.
—Sí, jefa, lo tengo aquí, aún no lo he llegado a revisar del todo y tengo también un parte de incidencias con la habitación.
—¿Un parte de incidencias?
—Sí, hay una nota en la que dice que llamaron de la habitación de las chicas para que fueran a limpiar. A ver… Aquí está. Dice: «15:32 h. Se recibe en la recepción una llamada de la habitación 412 solicitando servicio de limpieza». Tenemos un parte de la camarera de guardia que dice: «Habitación 412. 15:53 h. Servicio: En la habitación se ha caído al suelo una botella de agua de litro y medio de cristal y se ha roto en varios trozos. Se retiran los cristales, se procede a la limpieza y secado del suelo. Los cristales rotos son depositados en la bolsa de la papelera de la habitación y esta a su vez es sustituida por una bolsa nueva; se repone la botella rota en el minibar» —explicó Iñaki.
—Bueno, una botella de agua rota. Supongo que las chicas la debieron coger del minibar para beber y se les caería al suelo. Vamos a repasar el registro de la puerta.
—Venga, que no se diga. 12:27 apertura con la tarjeta 1. La tarjeta 1 es la de Mireia y la 2 es la de Tania. Esto coincide con la llegada a la habitación de las chicas. 13:25 apertura de puerta desde el interior, coincide con la salida al comedor. 14:15 apertura de puerta con la tarjeta 2, la de Tania, y cuadra en tiempos con la vuelta del comedor. 14:52 apertura de puerta desde el interior. 15:28 apertura de puerta desde el interior. Abrieron dos veces la puerta desde dentro en media hora. 15:39 apertura de puerta desde el interior, esto coincide con el parte de incidencias. 15:53 apertura de puerta desde el interior, supongo que es cuando la camarera ha terminado y se va. 16:36 apertura de puerta desde el interior, imagino que es la hora que salieron para bajar a la piscina. 19:17 apertura de puerta con la tarjeta 1, más o menos lo que tardaran en llegar desde las 19:00 que cierra la piscina y se liaran con sus compañeros. 20:03 apertura de puerta desde el interior, coincide con la hora de salida a la cena. Ya sabes, horario de guiri para cenar, los españoles a las ocho ni tenemos hambre aún. 21:00 apertura de puerta con la tarjeta 1, la hora más o menos de la vuelta de la cena. 21:59 apertura de puerta desde el interior, coincide con la hora de la fiesta. 23:30 apertura de puerta con la tarjeta 2, aquí es cuando se van de la fiesta y se suben a la habitación. 02:17 apertura de puerta con la tarjeta 1. Ojo, esto no lo teníamos controlado. ¿A las 02:17 Mireia volvió a la habitación? —preguntó extrañado Iñaki a su propio comentario.
—A las 02:17 se volvió a abrir la puerta con la tarjeta de Mireia, aunque eso no quiere decir que fuese ella. ¿Qué dice el siguiente registro? —preguntó la sargento extrañada.
—02:59 apertura de puerta desde el interior. Fuese quien fuese estuvo en la habitación menos de cuarenta y cinco minutos y se fue.
—¿Cuál es el siguiente registro? —preguntó Antonia.
—09:15 apertura de puerta desde el exterior con tarjeta maestra código JR0103. Este es el momento en que el jefe de recepción abrió la puerta a petición de los profesores.
—En menos de cuarenta y cinco minutos alguien entró en la habitación con la tarjeta magnética de Mireia, redujo a Tania y Gerard, revolvió de arriba abajo la habitación y supongo que debió interrogar a uno o a los dos chicos. Rápido, vamos a ver esas imágenes que afortunadamente ya tenemos disponibles, a ver si ya nos sonríe un poco la suerte en este caso.
Iñaki conectó desde su portátil al servidor donde el equipo había subido las imágenes registradas en las cámaras del hotel.
—Por suerte, este hotel tiene el tema de la videovigilancia bien organizado. Las cámaras están numeradas por planta, pasillo y ubicación en el pasillo, y, con el esquema de posición y nomenclatura que nos ha dejado Dani, será fácil localizar el archivo que buscamos —explicó el agente.
—Buscamos las imágenes de la 412, al principio del pasillo derecho de la cuarta planta —comentó Antonia.
—Solo tenemos que buscar planta, pasillo, hora y minuto… Efectivamente, aquí está el vídeo que buscamos.
—Dale al play y adelanta hasta el minuto 16, un minuto antes de que se abriera la puerta —comentó Antonia.
Iñaki adelantó el vídeo hasta el minuto 16 y apenas en unos segundos consiguieron ver la primera imagen.
—Ahí está —exclamó la sargento.
—Por la fisonomía, aparentemente es un hombre, pero lleva una gorra negra que le tapa el rostro. Esperemos poder verle la cara antes de entrar en la habitación.
El sospechoso llegó hasta la puerta de la habitación 412. Tanto la sargento como el agente pudieron ver como de la parte de atrás de su pantalón sacaba un arma que por la distancia aún no podían identificar. Acercó la tarjeta magnética a la cerradura y la introdujo suavemente en el lector. A través del monitor se podía observar cómo abría suavemente la puerta con el arma en la mano y cerraba tras de sí.
—¡Mierda! No le hemos podido ver la cara —exclamó la sargento.
—Vamos a probar con la cámara del ascensor, quizá allí tengamos más suerte —comentó el agente.
Iñaki buscó el archivo de la cámara del ascensor, lo adelantó hasta el minuto 17, en el que sabían cierto que el sospechoso ya estaba en el pasillo, y empezó a reproducir hacia atrás.
—No lo entiendo, hemos retrocedido casi diez minutos y no aparece en el ascensor —comentó Iñaki.
—Quizá sabe que en el ascensor también hay cámara y, lo que es peor para él, hay espejo, con lo cual, si desde arriba la imagen no se capta bien, hubiésemos podido verle el rostro en el espejo. Debió subir por las escaleras. Busca la cámara del centro de la planta, desde ese lugar se ven las salidas de los ascensores y la escalera.
Iñaki buscó el archivo de la cámara que la sargento le había indicado y repitió la operación de ponerlo en el minuto 16 y pasarlo hacia atrás.
—Aquí tenemos las imágenes, en cualquier momento debería aparecer —comentó Iñaki.
—¡Vamos! Enséñanos esa carita —exclamó ansiosamente la sargento—. ¡Ahí aparece! Mierda, va mirando hacia el suelo, solo le vemos la puñetera gorra, que encima es toda negra, no lleva nada que nos ayude a identificarla, ni un dibujo, ni texto, ni logo de nada. Este cabrón sabe lo que se hace —comentó decepcionada Antonia.
—Seguiré buscando en las cámaras de la escalera piso por piso, en algún momento tiene que cometer un fallo y la cámara captarlo.
Iñaki pasó un vídeo tras otro todo el camino de la escalera, hasta la entrada del hotel, pero fue en vano.
—Nada, un montón de vídeos y no le hemos podido ver la cara en ningún momento, esto es desesperante —exclamó el agente.
—Vamos a probar más suerte con la salida de la habitación, sabemos que es a las 02:59. A ver qué hay en esas imágenes —le indicó Antonia a Iñaki.
—Localizando vídeo… Y aquí lo tenemos. Vamos, abre la puerta y sal de la habitación.
—Ahí sale, de nuevo mirando para abajo —exclamó Antonia decepcionada.
—Voy a hacer la misma operación que antes, le seguiré todo el camino hasta que lo pierda.
Iñaki fue cambiando de un vídeo a otro siguiendo el recorrido del sospechoso hasta que salió del hotel y de muy mal humor se dirigió a la sargento:
—Lo siento, Antonia, no ha sido posible verle el rostro.
—No te preocupes, Iñaki, has hecho todo lo posible. De todas formas, hemos sacado algo en claro muy importante: salió solo, lo que confirma que no se llevó a Mireia de la habitación. En algún momento consiguió robar la tarjeta a Mireia.
—¿Buscamos entre las imágenes de la fiesta? Tenemos que localizar la última vez que se vio a Mireia en el hotel.
—A las 23:30 entraron en la habitación y no volvieron a salir, entonces, debieron entrar solo Tania y Gerard. Además es lógico, porque, si iban a practicar sexo, a no ser que se quisieran montar un trío, no pintaba nada Mireia en la habitación. Busca en las cámaras de la zona de la fiesta, a ver si los localizamos a partir de las 23:00. Pero esto va a ser buscar una aguja en un a pajar, vamos a pedir ayuda. Como dijo el teniente Torres, tenemos a nuestra disposición hasta el último guardia de tráfico de la isla.
La sargento salió hacia el despacho del teniente Torres y le expuso el problema que tenían con la cantidad de imágenes a procesar. Inmediatamente el teniente Torres ordenó a otras unidades que ayudaran a buscar al sospechoso.
Borrás e Iñaki distribuyeron una serie de archivos de vídeo para cada agente que iba a colaborar en la búsqueda. Después regresaron a la sala de operaciones y siguieron repasando el tablero de investigación. Mirándolo fijamente la sargento exclamó:
—No hemos incluido a la camarera.
Se acercó a la pizarra y con el rotulador rojo dibujó un cuadrado del tamaño de una foto, ya que no disponían de imagen de la camarera, y anotó: «CAMARERA». En un pequeño pósit añadió: «Tuvo contacto con las víctimas unas horas antes».
—¿Crees que puede tener alguna relevancia que estuviera en la habitación? —preguntó Iñaki.
—Ni más ni menos que otros, pero me gusta tenerlos a todos en el mosaico. ¿Qué dijo en su declaración?
—Comentó lo mismo que en el parte de incidencia, que le avisaron por el walkietalkie para que fuera a la habitación 412. Se dirigió hacia allí y procedió a la limpieza de los cristales de una botella rota de litro y medio. Limpió y secó la habitación, cambió la bolsa de la papelera y se llevó la que contenía los cristales rotos.
La puerta de la sala se abrió y de nuevo apareció el agente Daniel.
—Sargento, creo que hemos encontrado algo.
Antonia, Daniel e Iñaki se dirigieron al despacho de la unidad a la que pertenecía Daniel, donde les esperaban los demás agentes y el sargento de la unidad.
—¿Qué habéis encontrado?
Daniel giró la pantalla donde estaban visualizando los vídeos.
—Hemos revisado un montón de vídeos y hemos localizado un par de cosas que podrían ser importantes. Aquí, la cámara de la terraza donde se celebraba la fiesta. Fijaos en el sillón que hay justo en la salida, se puede ver al sospechoso sentado mirando hacia la zona donde todos están bailando. Bien, justo aquí pasan por delante de él los dos chicos. Él sigue mirando a la pista como si no le interesase nada más que Mireia. En otra cámara que podemos ver después coincidente en el tiempo se puede ver a Mireia bailando, pero de repente se gira hacia los otros dos, algo han dicho que le ha llamado la atención. Solo es un momento y enseguida vuelve la mirada a la pista de baile.
—¿Puedes poner ese momento otra vez? —solicitó la sargento.
—Sí, claro, aquí lo tienes —respondió Daniel.
—Pásalo de nuevo, hay algo que no consigo saber qué es. ¿Puedes pasar fotograma a fotograma el momento en que se gira hacia Tania y Gerard?
Tal como le había solicitado la sargento Borrás, Daniel fue pasando fotograma a fotograma el instante en que el sospechoso se giró hacia Tania y Gerard y acto seguido volvió a girarse hacia Mireia.
La sargento pudo ver lo que no conseguía ver a velocidad normal.
—Ahí, para, ¿veis un destello que ciega la cámara? —preguntó la sargento.
—Sí, en este fotograma la cámara se queda ciega. Veamos el motivo, moveremos fotograma a fotograma hacia atrás. Un fotograma, la cámara ya no está ciega, pero hay una luz junto a la oreja del sospechoso. Adelantamos el fotograma y la cámara se ciega, retrocedemos y volvemos a ver ese punto verde en su cara —afirmó Daniel.
—Es el láser de la fiesta —dijo la sargento Borrás.
—¿Cómo? —preguntó Iñaki.
—Sí. Retrocede fotograma a fotograma. ¿Veis? En el fotograma anterior al destello se ve un pequeño punto verde junto a la oreja de nuestro sospechoso, dos fotogramas atrás no está y un fotograma después del destello tampoco está. Es el láser de la fiesta que se ha reflejado en la oreja. Debe llevar algo metálico, porque ha rebotado la luz y ha cegado la cámara. Nuestro sospechoso lleva un pendiente. Daniel, ¿puedes poner las imágenes donde se ve a Mireia bailando? Y acelera hasta que la perdamos de vista —solicitó Antonia.
Daniel puso las imágenes donde se veía a Mireia bailando en la fiesta. Pasados alrededor de cinco minutos Mireia abandonaba la pista de baile.
—Ahí, ahí se marcha de la fiesta, no vuelve a la habitación y no sale por el hall del hotel. Se va por la puerta que da a la playa, se marcha del hotel. Vale, sincroniza la hora exacta en que Mireia se va con la cámara por la que seguíamos al sospechoso —indicó la sargento.
—¡En pantalla! —comentó Daniel—. Mirad al muy cabrón, justo cuando Mireia se va hacia la salida de la playa él se levanta, se dirige hacia la pista de baile y la cruza. Aquí ya le perdemos, pero nos queda la cámara de la salida del hotel. Voy a poner los dos vídeos en paralelo y sincronizados desde que Mireia sale por la puerta de la playa.
Tal como había dicho el agente Daniel, puso las dos imágenes en paralelo en la pantalla. En una de ellas se podía ver a Mireia alejándose del hotel caminando sobre la arena de la playa mientras en la otra se podía observar al sospecho cruzando la pista de baile y posteriormente dirigirse él también a la salida de la playa.
—Lo que imaginaba, el muy cabrón sale detrás de ella. Aquí ya por la falta de luz no la vemos, pero a él aún sí se le ve siguiendo sus pasos. Iñaki, pide al hotel de al lado la grabación de este momento de la cámara de su terraza, a ver si hay suerte y capta parte de la playa y podemos seguir el camino de Mireia —comentó la sargento Borrás.
—Antonia, mi equipo ha localizado una foto en las redes sociales de Mireia y Tania vestidas para la fiesta a unos minutos de bajar a la terraza —comentó el sargento Jiménez, jefe de la sección a la que pertenecía Daniel.
—Muchas gracias, Toni, tu equipo ha sido de gran ayuda. Por favor, Iñaki, asegúrate de que se distribuya la foto ahora mismo por todos los canales. Como dijo el teniente Torres, hasta el último guardia de tráfico debe tener esta foto. Chicos, muchas gracias a todos, ha sido un magnífico trabajo.
La sargento Borrás e Iñaki volvieron a su despacho.
—Tenemos que poner todo esto en orden, Iñaki, pero antes deberíamos merendar algo, ¿no crees?
—En serio, nunca conseguiré entender que los mallorquines digáis merendar a las diez y media de la mañana.
—Hostia, Iñaki, es que tú eres vasco, joder, y los de la península no sabéis lo que es merendar por la mañana un buen panecillo con aceite, tomate y un poco de jamón serrano. Eso es lo mejor que hay, y no tanto café, te lo digo yo.
—¿Tú dices que paremos a merendar? ¿En serio vas a hacer una minipausa para merendar con todo lo que tenemos por poner en orden? Antonia, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien. Vamos contra reloj, tenemos toda la presión de los jefes encima y la prensa, pero, ¿sabes?, me lo estoy tomando como algo personal y necesito una pausa. Salgamos a merendar algo y en quince minutos estamos aquí de nuevo.
Ambos salieron del cuartel a comer algo. En apenas un cuarto de hora ya volvían a entrar en su despacho y la sargento se dirigió de nuevo al tablero de investigación. Sacó su cuaderno y empezó a revisar sus apuntes con las anotaciones que había realizado en la pizarra blanca.
Mientras Antonia se encontraba sumida en sus pensamientos, Iñaki seguía revisando la documentación que tenía sobre su mesa. De nuevo se abrió la puerta del despacho y otra vez apareció el teniente Torres.
—Antonia, Iñaki, acompañadme al despacho del grupo 3, creo que han encontrado algo que tiene que ver con vuestro caso.
Los tres entraron en el despacho del grupo 3 donde les esperaba el sargento Segura y su equipo.
—Sargento Segura, informe a la sargento Borrás de lo que su equipo ha encontrado.
—Estamos investigando un caso de apuñalamiento con una botella rota en Punta Ballena sucedido hace dos noches, aproximadamente a la hora en que se supone que desapareció la chica que buscáis. Mirad la pantalla, aquí tenemos la grabación de una cámara de seguridad del local. Vemos el momento en que se produce una pelea entre unos hooligans británicos que acabará en el apuñalamiento, pero esto no es lo relevante para vuestro caso. Si he avisado al teniente es porque hace un rato recibimos la foto que habéis pasado como alerta y viendo una y otra vez las imágenes que tenemos de la reyerta creemos que aparece la joven que estáis buscando.
—¿En serio? ¿Podemos ver esas imágenes? —preguntó Antonia.
—Por supuesto. Mira, retrocedemos unos minutos antes de la reyerta. Ahí en ese lado de la pantalla, aunque está de espaldas, lleva la misma ropa que en la foto que habéis pasado. Podemos verla morreándose y magreándose con dos hooligans. Hemos buscado una cámara con otro ángulo y la vemos de nuevo con los británicos, aquí en este punto. Aunque en esta cámara no se ve cómo comienza la pelea, los dos hooligans que están con la chica se meten en la pelea, ya sabemos que a un hooligan le gusta más una pelea que una mujer. La chica se queda ahí viendo la pelea. Fijaos bien que le cuesta aguantarse de pie, lleva una cogorza de no te menees. Ahora es cuando viene lo que más nos ha llamado la atención. Vemos a la chica ahí intentando mantenerse en pie, en ese momento llega un hombre con gorra negra, la agarra fuertemente del brazo y le dice algo a la chica.
—Ese es el tipo del hotel —exclamó la sargento Borrás.
—Yo juraría que sí, lleva la misma gorra y tiene la misma complexión —afirmó Iñaki.
El sargento Segura continuó con su explicación de las imágenes.
—Ahora veremos a la chica soltar su brazo. Quiere huir, pero no puede correr hacia la derecha por la cantidad de gente que hay. No puede ir hacia el frente porque está la pelea. Como está en la bocacalle, solo le queda la opción de girarse y correr hacia atrás, y eso es lo que hace. Lo malo es que esa calle termina, es muy corta. Enseguida hay una zona de pinos y tierra antes de llegar a la arena de la playa, con lo cual le va a ser difícil correr con los tacones. Ahí la vemos salir corriendo, y nuestro sospechoso va tras ella y se nos va de la imagen. Hemos buscado entre las cámaras de los demás locales, pero ninguna enfoca hacia esa calle, así que aquí perdemos el rastro. Según el reloj de la cámara, son las 00:45 ya del lunes.
—En el momento que ella consigue zafarse y golpearlo parece que levanta un poco la cabeza. ¿Podemos volver a ver ese momento? Quiero ver si conseguimos distinguir algo —comentó la sargento Borrás.
El sargento Segura retrocedió la grabación hasta el punto que la sargento había solicitado.
—Aquí, justo ahora, avanzamos lentamente y vemos que en el movimiento el sospechoso levantará por un momento la cabeza dejando ver su rostro, ponemos en pausa et voilà —comentó Daniel
—Cojonudo, te vamos a pasar por el reconocimiento facial a ver quién demonios eres tú.
—No será necesario, ya sabemos quién es. Es un viejo conocido del grupo 5. El cabo Juan Salvá nos pondrá al corriente —comentó el sargento Segura.
El cabo Salvá sacó una fotografía de una de sus carpetas, la mostró a todos los que estaban en ese momento en el despacho del grupo 3 y comenzó a informarles.
—Francisco Escobar, alias el Indio, natural del sur de Colombia, un sicario a sueldo que no trabaja para nadie fijo, sino que ofrece sus servicios al mejor postor.
—¿El Indio? —preguntó la sargento Borrás.
—Le llaman el Indio porque es un cuarterón, su abuelo materno era un nativo del sur de Colombia. De hecho, durante los primeros años vivió en una aldea de una zona muy cercana al comienzo de la selva del Amazonas.
—¿Has dicho la selva del Amazonas?
—Sí, su aldea, el nombre lo debo tener en algún sitio, está prácticamente al borde de la selva —respondió el cabo Salvá.
—Nuestras víctimas han sido narcotizadas, por decirlo de alguna forma, con una toxina mezcla de savias de plantas del Amazonas. Una era…, espera, que aquí lo tengo anotado…, Strychnos, así se llama la planta. Del resto no tenemos ni idea. ¿Podría el Indio haber adquirido conocimientos sobre plantas selváticas de su abuelo? —continuaba preguntando Antonia al cabo.
—Si tiene conocimientos o no lo desconozco, pero sí que cualquier nativo de la selva sabe cómo crear venenos o narcóticos con la mezcla de savias de las plantas salvajes. De hecho, en algún caso en el que el Indio ha sido sospechoso las autopsias daban como resultado muerte natural por infarto sin que se encontrara ninguna sustancia que hubiese podido producirla.
La sargento Borrás afirmó con la cabeza mirando a Iñaki y volvió a consultar al cabo Salvá.
—Veamos de nuevo esa foto de archivo. Iñaki, mira, lleva una especie de aro ancho en mitad de la oreja. Eso reforzaría aún más que es el mismo tipo que estuvo en el hotel, ese aro metálico debió ser en el que se reflejó el láser de la fiesta que cegó la cámara.
—Creo que ya podemos estar cien por cien seguros de que es el mismo tipo que estaba en la fiesta —respondió Iñaki.
—Vamos a inspeccionar la zona donde se pierde la imagen de la cámara, a ver qué podemos encontrar. Muchas gracias a todos. Por favor, sargento, agradezca de mi parte a sus equipos.
Fue entonces cuando el teniente Torres intervino de nuevo.
—Yo también quiero dar las gracias a todos, ya sabéis la importancia del caso. Sargento Segura, debido a la gravedad de la situación, voy a poner al cabo Salvá a las órdenes de la sargento Borrás y permanecerá en su equipo hasta que todo quede resuelto.
—Totalmente de acuerdo, teniente. Cabo, póngase a las órdenes de la sargento Borrás y aplique todo su conocimiento para resolver este caso —respondió el sargento Segura.
—No esperemos más. Iñaki y yo vamos a Punta Ballena. Juan, tú quédate y sigue indagando.